El cine nos convierte en voyeurs devotos, testigos de la vida y las intimidades de los personajes de la gran pantalla, salvaguardados por la oscuridad de la sala. Eso es algo que grandes cineastas del pasado como Alfred Hitchcock o Roman Polanski han sabido aprovechar en su filmografía, pero que no, al final es algo intrínseco al arte cinematográfico.

Después de los trabajos con los que se dio a conocer como cineasta independiente de género fantástico (Slut, su pieza para V/H/S 94 o los capítulos que dirigió en la serie Déjame Salir), Chloe Okuno debuta finalmente en el largometraje con una película donde el vouyerismo y la paranoia van de la mano.

El Extraño es el título que recibe la película en nuestro país, aunque preferimos, por más preciso, su título original, The Watcher, el observador, o la observadora, ya que en esta película la ambigüedad del género del título en inglés marca también parte del interés de la trama. Maika Monroe interpreta a Julia, una mujer que se muda a Rumania con su marido cuando éste recibe un ascenso en el trabajo. Desconocedora del idioma, de la cultura, de la ciudad, sin amigos, sin trabajo, su vida pasa a convertirse en un vacío existencial. La presencia de una figura masculina en el edificio de enfrente, la sensación de estar siendo perseguida por la calle y la existencia de un asesino en serie suelto en la ciudad se convierte en el caldo de cultivo de una crisis paranoica y persecutoria.

 La historia de una mujer solitaria que se siente observada y perseguida

La propuesta de Okuno, directora y guionista, se centra sobre todo en el concepto de la paranoia de la protagonista. Tanto el guion como la puesta en escena es lo suficientemente ambigua como para mantener el suspense sobre qué es realidad y qué una quimera psicológica creada por Julia. A esto se suma la obsesión que se apodera del personaje, invirtiendo los roles y pasando a ser ella la acosadora que vigila y persigue al individuo del piso de enfrente.

La puesta en escena de Okuno es pura atmósfera, jugando de manera magistral con el espacio, no sólo como lugar amenazador, sino también jugando con el desenfoque y los fuera de campo para mantener la duda tanto en Julia como en el espectador de si lo que ella experimenta es real o producto de su imaginación. En este sentido, más que acción, la película lo que propone son ambientes descriptivos y claustrofóbicos. Sin mencionarlo de manera directa, todo ese ambiente de claustrofobia, de desconfianza, de secretismo que rodea a la protagonista bebe de la propia historia del país y de su arquitectura de herencia comunista, con edificios fríos, funcionales y hacinados.

En esta narrativa resulta fundamental la dirección de fotografía de Benjamin Kirk Nielsen, quien sabe sacar de las localizaciones su tono más atemorizador, sin caer en el feísmo, sino todo lo contrario, con una belleza formal y una aportación estética que eleva la planificación de Okuno y da un valor clasicista a la imagen, subrayando la lectura quimérica de la trama. El ritmo pausado, descriptivo de la narración es otro elemento necesario para transmitir esa sensación de ensoñación pesadillesca.

El reparto

Maika Monroe carga toda la película sobre sus hombros, convirtiéndose prácticamente en protagonista única y donde el resto de los personajes acaban siendo una concesión a la verosimilitud de la trama, ya que, en el fondo, todo gira entorno a Julia y ese espacio nebuloso y amenazador en el que se convierte todo lo que tiene a su alrededor.

Aún así, podemos destacar el trabajo del siniestro Burn Gorman, Karl Glusman como la pareja de la protagonista y quien representa el pensamiento racional en la trama, y Madalina Anea, como Irina, la vecina cuya relación con Julia servirá para enmarcar la verdadera temática de la cinta, la indefensión de la mujer en la sociedad y la necesidad de un empoderamiento más allá de figuras masculinas salvadoras y condescendientes.

El problema de El Extraño es precisamente su virtud. Esta atmósfera de paranoia es magnífica y Okuno se esfuerza para dilatar lo máximo posible este componente, pero, al final, estamos ante una película comercial, y en algún momento es necesario resolver las ambigüedades y las incógnitas de la trama. Y esto no es fácil. Okuno se ve avocada a dos posibles desenlaces, uno anticlimático y otro prototípico, ninguno de los dos satisfactorios. Si bien todo el clímax final mantiene las virtudes de la puesta en escena previa y los actores resuelven sus respectivos papeles con convicción, lo cierto es que la sensación es de concesión, de haber llevado los parámetros de la propuesta hasta donde se podía para después rendirse a la comercialidad banal.

Pese a esto, El Extraño, al menos sus primeros 75 minutos, nos parece una propuesta modesta, inteligente, esforzada, con lecturas abiertas interesantes, que presentan a Chloe Okuno como una cineastas a tener en cuenta y a Maika Monroe como la musa del nuevo cine de terror elevado e indie estadounidense.

El extraño, de Chloe Okuno. Universal Pictures
El extraño, de Chloe Okuno. Universal Pictures