Que a gusto va uno a ver una película esperada cuando confía. Deadpool o Ryan Reynolds, el que más os guste, nos han, y siguen dándonos motivos para confiar.
La primera parte fue una demostración de autoconsciencia y creatividad libre poco común en un cine de target tan masivo. Poco tenía pinta de fallar, ya que Reynolds demostró previamente que tenía el juego muy bien entendido. Sin embargo, nosotros sufridores, no podíamos quitarnos de la cabeza la posibilidad de que hubiese sido un golpe de suerte.
Sin embargo, las dudas empezaron a disiparse a medida que el material promocional iba apareciendo. Y es que es muy interesante como, en un ejercicio tan meta como es la propia película, Reynolds consiguió sacar el personaje fuera de las salas haciendo que su existencia no se limitase tan solo a las películas. Por qué a día de hoy el público está interesado en más que una simple entrevista en la que se repitan las mismas preguntas de siempre. Quiere interacción. Quiere ver reflejado en los creadores el fenómeno fan del que tanto disfruta. Quiere acortar distancias. Y así está siendo. Y así funciona precisamente el fenómeno Deadpool, en que en el interior de la sala sentimos también interés por el exterior. Por quien hay detrás de toda esa orquestación de gags, referencias, y muchas licencias, que en esta ocasión es aún más loca y potente que en la primera parte, que ya es decir.
Deadpool 2 es una secuela con conocimiento de causa. Pese a que se trate de un ejercicio referencial y meta cinematográfico, al final ambas entregas están construidas de manera realmente clásica. No hay trampa ni cartón en la trama que vertebra el arco de crecimiento del mercenario bocazas (quien iba a decirnos que tendría, con ese carácter), es sencilla y lineal. No hay problema en ello, pues va totalmente acorde con lo honesto y transparente que es su núcleo. Al fin y al cabo esto va de romper costura y enseñarlo todo.
¿No sería hipócrita querer embarullar la historia mientras sus personajes te hablan hasta del primo del perro del productor ejecutivo? Donde muchos pueden ver una falta de riesgo, que bien puede ser real o no, un servidor ve coherencia. Y pese a que es cierto que así la cosa corre más peligro de agotarse de cara a un hipotético futuro de la saga, es cierto también que funciona. De hecho mejor de lo que ya funcionó hace un par de años.
Ya en la primera entrega se hacía extraño que todo girase entorno de una historia tan melosa y blanca teniendo en cuenta el carácter irreverente y agresivo de la película, lo cual crea un contraste casi cómico, como de gran gag en sí mismo a la vez que casa, de nuevo, con el alma del personaje y la saga. En este caso, pese a que lo sentimental vuelve a mover la acción, la cosa va un paso más allá, dándole el carácter grandilocuente de las segundas partes. Realmente la buena toma de las decisiones de esta entrega está muy bien integrada en su carácter continuado, que parece equivalente a su primera parte sin serlo del todo.
Pero si hay una decisión acertada en esta secuela, que además añade ese toque de riesgo moderado que hará sentir algo mejor a los más puristas, es la de elevar el absurdo a una potencia aún más alta que la de la vez anterior. Estos niveles de absurdo no solo funcionan de cara a las risas, en los que ya queda claro que si poco hay por qué preocuparse es por los límites. También, y sobretodo, son usados de cara a dirigir la trama. Una trama que pese a su linealidad explota en personajes, subtramas y situaciones mucho más exageradas, que se mantienen dentro del baremo gracias a esta exacerbación totalitaria. Sin ello varias situaciones (una de las mejores secuencias de la película, en la que hay involucrados paracaídas, sería imposible de imaginar en un tono más sobrio, por mínimo que fuese) o personajes no quedarían verosímiles. En cambio tenemos en pantalla a alguien con un súper poder tan loco como el de Domino, que se vuelve instantánea favorita a los dos minutos de aparecer en escena.
La introducción de estos nuevos personajes refresca muchísimo la película, y de una forma no siempre habitual. Hay grandes secundarios, apariciones (MUY) estelares y personajes que se quedan en el mero guiño o gag pero permiten a la trama respirar y no caer en la redundancia. E incluso, pese a lo detallista, cumplir con algunas peticiones de los fans, como la aparición de uno de los personajes más demandados de la franquicia, o el running gag de Yukio, que dentro de lo blanco, gustará mucho a la comunidad LGBT ya que juega a favor de la la normalización social del colectivo, al igual que la trama lo hace con el entendimiento de los nuevos modelos familiares. No trata de convencer a nadie, que esta clase de declaraciones siempre se cogen con pinzas, si no que contribuyen al no hacer alusión directa a ello.
Al final tanta mala leche, y va a ser pool el personaje más empático de Marvel. Tal vez al final es por ello que cae tan bien.