Cuando el autor de Terminator, Aliens, El Regreso o Abyss, anunció la adaptación del manga de Yukito Kishiro GUNNM, todos aplaudimos, soñando con la forma en que iba a trasladar esa historia a la gran pantalla. Después de que Avatar y sus largamente prometidas secuelas se pusieran de por medio, James Cameron buscó a otro cineasta a quien entregar el testigo, pero cuando se anunció el nombre de Robert Rodríguez todas aquellas esperanzas se fueron al cuerno.

Como un doctor Frankenstein, Cameron había insuflado vida en la agonizante carrera de Rodríguez con este regalo, dejando abierta la duda de si el mexicano iba a estar a la altura.

Alita: Ángel de Combate tiene el sello de Cameron en lo técnico. El diseño artístico, la fotografía, la labor de sonido o los efectos visuales son de primer orden. En este sentido, la cinta es un espectáculo para los sentidos.

El problema es cuando hay que llenar esas imágenes de contenido. El guion es paupérrimo, simplista y desproporcionado, cargado de secuencias inútiles, redundantes o alargadas y saturadas hasta la extenuación.

Las imágenes creadas por ordenador son de un hiperrealismo asombroso, pero su integración con los actores de carne y hueso resulta poco natural. Tal vez si se hubiesen decidido plenamente por una cinta de animación digital hubiese funcionado mejor.

A esto hay que sumar graves problemas de elección de actores (Keean Johnson, quien interpreta a Hugo, resulta más plano que los personajes digitales), mientras que intérpretes de renombre como Jennifer Connelly o Mahershala Ali están totalmente desaprovechados. Sólo Christopher Waltz logra escapar del escarnio.

Al final, la cinta deja una sensación agridulce, visualmente esmerada, pero deslavazada y con un metraje de dos horas que pesa como si fueran cuatro.