Otro tiempo, otro lugar. Un universo imaginario, entre los años 80 y los años 50 del Siglo XX. Una operación de rescate. La cantante Ellen Aim (Diane Lane, recién salida de las dos películas juveniles de Francis Ford Coppola) ha sido secuestrada en plena actuación en el Richmond por parte de Raven Raddock (Willem Dafoe en su primer filme para un gran estudio) y sus motoristas, Los Bombarderos. Reva (Deborah Van Valkenburgh) ha escrito a su hermano Tom Cody (Michael Paré). Un telegrama escueto: “Tom vuelve a casa, te necesito”. Cody, junto a Billy Fish (Rick Moranis, a punto de unirse a Los Cazafantasmas) el agente y actual pareja de Ellen y la soldado de fortuna McCoy (Amy Madigan poco antes de coincidir con quien sería su esposo el actor y realizador Ed Harris), viajan a la zona industrial de La Batería.

Una vez se percatan del lugar exacto donde está recluida la cantante (la parte alta del Torchy’s), Fish ha ido por el vehículo y McCoy ha entrado al local. El héroe sube a lo alto del edificio de enfrente. La oscuridad de la noche y el vapor que desprenden los silbatos de la zona industrial, trazan el trayecto. También lo hace la canción que interpreta el grupo musical del Torchy’s: “No tengo otro lugar donde ir, no tengo otro lugar donde morir, así que estaré matando el tiempo, solo matando el tiempo, en las sombras azules”. Antes de que la acción se desate, el tiempo parece detenerse unos segundos. Cody ve a Ellen, tendida sobre una cama, intentando desatarse inútilmente. Aquél mira a la joven, su exnovia, el amor de su vida. La guitarra del músico californiano Ry Cooder envuelve el instante, filmado en un alarde de sensible inmediatez.

Calles de fuego

Musical, thriller, western y filme romántico, de besos bajo la lluvia, Calles de fuego se erige en un rico crisol sobre el enfrentamiento entre el bien y el mal, donde los improvisados héroes cotidianos sustituyen a la saturada autoridad. El “camino del héroe” comienza con su regreso a casa, a raíz del secuestro de Ellen, inesperada ¨ondulación” en la vida de Tom Cody. Un itinerario provisto de noble misión, de nostálgico y agridulce “final del camino” que revela una integridad y coherencia, dolorosas. La atmósfera de esta “Fábula de Rock & Roll” fue recreada principalmente en los estudios de cine de Universal Pictures, al modo de los filmes del Hollywood clásico.

Asfalto mojado, luces de neón, calles plagadas de gente cantando y bailando, barrios industriales recorridos por motoristas que se erigen en los amos de la noche, permanecen en la retina. Una huidiza estética entre el videoclip, las sonoridades pop de los 80 y el Rock and Roll de los años 50 del siglo XX, caracteriza las imágenes. Los vehículos (coches, autobuses y motocicletas) y las armas de fuego (revólveres, rifles Wínchester o escopetas recortadas) juegan al despiste a la hora de enclavar la acción.

Calles de fuego

El armazón del espléndido guion de Larry Gross y Walter Hill está “marcado a fuego” por las más grandes gestas narradas, presentes ya en los albores de la historia de la humanidad. Desde el rapto de Helena y la guerra que desató, hasta el regreso de Ulises de Troya a su hogar en Ítaca, pasando por el Anábasis de Jenofonte. Cody, a diferencia de Agamenón y Menelao, no necesita “lanzar ejércitos al mar”. Él, como los guerreros espartanos, es un ejército en sí mismo. Se basta y sobra para misiones de rescate. Los arquetipos del psicoanalista suizo Carl Jung, que modelan patrones y comportamientos instalados en el imaginario colectivo, toman una gran importancia en el conciso trazado de los personajes.

Encabeza el casting el neoyorkino Michael Paré, uno de los actores más atractivos y carismáticos que surgieron en el cine estadounidense en los años 80. Walter Hill lo vio en Eddie and The Cruisers (EE. UU. 1983), de Martin Davidson. Lo quiso inmediatamente, sin necesidad de audición. A Paré lo descubrimos en la serie El gran héroe americano (The Greatest American Hero, EE. UU., ABC, 1981-1983). Era uno de los estudiantes del profesor Ralph Hinckley (William Katt).

Calles de fuego
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El actor viajará a Tenerife y asistirá el viernes 14 de noviembre a la novena edición del Isla Calavera Festival de Cine Fantástico de Canarias, Ciudad de La Laguna. Con él hablaremos después del pase del sensacional filme de 1984, que se apoya, precisamente, en el rostro y los gestos del actor, epicentro de sentimientos y emociones encontradas, en sus acciones y reacciones, en su contundente y lapidaria manera de recitar lacónicas líneas de diálogo. Tom Cody, definitivamente, está cincelado y diseñado a partir del mismo material con el que lo están los grandes mitos de la historia de la humanidad.

Calles de fuego
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