Todo puzle tiene sus piezas parece más una forma de empezar un texto sobre la saga SAW más que para hacerlo al hablar de la última pieza del universo cinematográfico Marvel. Pero – ¡Ah! – pieza. Y es que la tarea que recae sobre los hombros de los guionistas, directores y demás equipo de la MCU es ardua. Sin embargo, en estos últimos tiempos en el que su universo estalla en expansión y en los que se denota un control absoluto del cuidado que el material precisa, la respuesta suele ser dulce para la factoría.

La cosa estaba complicada a la hora de incluir al trepamuros en este universo. No solo en cuanto a conseguir la custodia, si no en cuanto a ensamblar su universo, revisitado en exceso en una temporalidad distinta y sin que todo sonase a refrito o a simplemente excusa.

La breve incursión del arácnido en la pasada CIVIL WAR ya nos dejó bastante claro que a Marvel no le daba ninguna clase de miedo alterar lo reconocible ni en exacerbar lo que estaba por conocer.

Y es que las cosas han cambiado, y mucho. Peter Parker es joven. Muy joven. Por consiguiente, sus semejantes también lo son -Aún que la única cara conocida en este caso sea la Tía May, que es directamente un personaje nuevo ya- con todas las consecuencias que eso conlleva.

Sin embargo, esto no impide que una historia de Spider-man como esta siga centrándose en el auto descubrimiento, el crecimiento personal y la confianza en uno mismo que tanto tiempo lleva trayendo de cabeza a Parker. Lo que cambia es el continente, pero no el contenido. Por que pese a estos – ¿lugares comunes? -, Spidey nos sigue hablando de lo mismo. Y con ello conserva una esencia necesaria en cuanto al respeto por el material original, sobre papel y en pantalla.

Tom Holland es un Peter Parker fascinante. Encerrado en un tono ligero y un humor tan blanco como efectivo nos habla estridentemente a través de un personaje que más allá de estar mejor o peor escrito tiene vida propia. Como la película, que respira credibilidad más allá de su evidente plantilla pro-corrección Marvelita. Solo que a diferencia de lo que pasaba con la correcta DOCTOR STRANGE, esta vez la esencia trasciende por encima de la trama, y eso es lo que hace que la película funcione. Sin ir más lejos: Holland destila ilusión (Algo parecido a lo que hemos visto recientemente con Gal Gadot interpretando a WONDER WOMAN. Estamos ante una especie de generación ilusionada por interpretar a sus héroes) la misma ilusión que Parker necesita sentir por la misión que le ha de ser encomendada. Inocencia funcional que dota de una nueva dimensión a un personaje más que conocido.

Esta nueva dimensión también se aprecia en el Buitre de Michael Keaton, lo cual es casi más importante si cabe, dada la problemática que acostumbra a tener Marvel con sus villanos. Y en este caso es la planificación que lo hace funcionar de esta manera. Por que que Keaton iba a ser capaz de hacer suyo un personaje así no se ponía en duda. Pero cuando su papel juega tan bien con el universo creado con tanta paciencia hasta ahora y sirve tan bien de enganche del propio Spidey al mismo es cuando apreciamos de verdad por que es una pieza tan bien pulida. Mas allá de su diseño o su motivación, lo que hace grande al buitre es que da sentido a los clásicos recovecos que obviamos de las aventuras más grandilocuentes de los vengadores. Lo cual nos lleva también a darnos cuenta de lo interesante que es de cara a ser honrados con el personaje, que el origen de la historia de este Spider-man venga dado a partir de una problemática “menor” en un universo tan vasto. Los problemas diarios que gobiernan la vida y la cordura de todo adolescente. Solo que en vez de ser popular a uno le toca ser un super héroe de barrio con ganas de comerse el mundo. Esto hace que la trama avance de forma muy natural, y dicho sea de paso, justifica muy bien las apariciones de Tony stark e Iron-man, las cuales terminan siendo mucho más comedidas de lo que los trailers daban a entender. Lo cual, guste más o menos el personaje, se agradece de cara a que esta sea una película individual de Spidey.

Todo esto obviamente desemboca en esta mentada ligereza tonal, que obviamente terminan restándole profundidad a la película, que es muy consciente de su papel en la función. No estamos ante un SOLDADO DE INVIERNO. Y está claro que la epopeya adolescente de un héroe de 15 años no iba a ser un game changer. Su baza reside en su sencillez y funcionalidad. Está hecha para el disfrute. Y por el disfrute la recordaremos, pues el éxito es rotundo en ese sentido. Tal vez el papel de Spidey termine siendo más trascendental en un futuro. Quien sabe que nos espera en INFINITY WAR. Pero sin duda este no es el momento de desprendernos del entretenimiento que buscamos en una sala de cine en pleno verano.

Y es que al final Marvel siempre termina funcionando cuando hace uso del divertimento más explosivo. Ahí está si no el fenómeno GUARDIANES DE LA GALÁXIA, cuya segunda entrega a mí personalmente me ha alegrado el año entero. LOS VENGADORES fueron el descubrimiento definitivo en cuanto a tono dentro de este universo, y esta es una película absolutamente ligada a ellos, así que hace muy bien de adaptarse a sus condiciones, sabiendo donde ser flexible con ellas.

La cuestión es que Jon Watts, si bien es cierto que queda algo desdibujado en esta película, ha tenido buen ojo a la hora de aportar un sentido de la acción algo más limpio de lo que últimamente acostumbramos a ver en películas de la casa, y sobre todo un punto de vista muy acorde con el de Parker a la hora de enfrentarse a los momentos de mayor estruendo y épica que funcionan como un reloj.

Me alegra saber que esto no es un reboot que denote otro intento anterior fallido, si no que se trata de una incursión de un personaje tan necesario como querido en un universo que a su vez es tan enorme como … también querido. Se avecinan tiempos intensos para los fans.

Dejémonos llevar.