Seamos sinceros, a los fans del Kaiju-eiga o películas de monstruos se nos contenta fácilmente. Lo único que pedimos es que nos den nuestra dosis acordada de criaturas descomunales enfrentadas entre ellas y arrasando con todo lo que encuentran en su camino. Pedimos tan poco y, aparentemente, pedimos demasiado. En Godzilla 2. Rey de los Monstruos, aparte de la criatura del aliento atómico, recuperamos a tres figuras clásicas, Mothra, Rodan y el Rey Gidorah.

Hay que reconocer que la recreación de estos personajes en pantalla es espectacular, respetando el diseño clásico, pero aportando todo el refinamiento que los efectos digitales actuales pueden aportar.

La forma en que está definida la puesta en escena de las secuencias de Kaijus recuerda al arte secuencial del cómic, con imágenes que parecen congelarse para que el aficionado saboree la visión de las criaturas e incluso con grandes planos donde, casi a modo de splash page, disfrutamos de composiciones verdaderamente espectaculares. Nada que objetar por este lado.

El problema está, una vez más, en el contrapunto humano. De poco sirve un gran reparto de actores, si los personajes que deben interpretar son tan insulsos y sus tramas en lugar de aportar, distraen e interrumpen aquello por lo que hemos sido convocados en la sala de cine, el enfrentamiento épico de los titanes.

Para colmo de males, en Godzilla 2 esta búsqueda de la trascendencia acaba alargando la película hasta unos innecesarios y sufridos 130 minutos.

Esperemos que para el esperado enfrentamiento entre Godzilla y King Kong aprendan de una vez la lección y apuesten más por el gozoso divertimento de ver el choque titánico de los dos reyes, que por buscar innecesarias justificaciones argumentales.