[dcs_img width=»212″ height=»300″ thumb=»true» framed=»black» mleft=»15″ author=»Ediciones B» desc=»Rebelde sin pasta» lightbox=»true» title=»Rebelde sin pasta»
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Autor: Robert Rodriguez
Editorial: Ediciones B
Año: 1996
Formato: 15 x 23 cm.
Encuadernación: Rústica con cuadernillos cosidos al hilo
ISBN: 84-406-6277-7
Páginas:355 páginas
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Si sobre algo he escrito artículos en los últimos años, ha sido sobre los talentos de mi generación. Creo que no ha habido mes en que no haya publicado algo sobre el tema.
Sería presuntuoso por mi parte ponerme a buscar elementos comunes más allá de los obvios (videoclubes, cortos en miniDV…) entre aquellas personas sobre las que he escrito. Sin embargo, quiero hablar de uno muy concreto, un tema recurrente que ha salido en muchísimas conversaciones, un libro que una y otra vez he escuchado citar como crucial en sus vidas. Rebelde sin pasta, de Robert Rodríguez (1996, Ediciones B).
Cayó en mis manos durante el verano aquel año, creo de tras haberlo visto en alguna revista y tras dar el coñazo a mis padres para que se gastaran las 1.990 pesetas que juraría que costaba. Lo leí en dos días en que apenas hice otra cosa y costó cada peseta que pagaron por él. Ni siquiera había visto El Mariachi, pero aquel libro era un puñetazo en la cara. No solamente te demostraba que era posible hacer cine (pese a diferencias entre EEUU y España), además te hablaba de una forma en la que ningún otro libro de cine lo había hecho. Te decía “Sal y hazlo”.
Los chicos de aquel tiempo empezamos a perder la cabeza con Robert Rodríguez y su historia de los 7.000 dólares (más la pasta que luego se gastó Columbia en el hinchado a 35mm.). No sé la de veces que pude ver El Mariachi cuando la grabé del videoclub de mi barrio, creo que una vez a la semana durante meses y meses. Combinada con el libro, la película era una escuela de cine y hasta el más tonto podía aprender lo que era un reencuadre o un plano master. Mi obsesión fue tal que ese año una profesora nos pidió llevar películas para verlas en el autobús que nos llevaba de excursión y preparé un VHS con El Mariachi y Demolition Man (todo para no llevarme las originales y me las perdieran). Todavía recuerdo al conductor, pregúntandome si estaba seguro de querer ponerla, ya que él la había visto en el Canal Plus y le había horrorizado. Al final me salí con la mía, y durante hora y media, en aquel autobús rumbo a una excursión, volví a ver El Mariachi.
Ese era el poder del libro y de la película. Y si a muchos les sonará haber vivido una historia parecida en sus vidas, también les sonará esta párrafo del libro:
Estimado compañero cineasta:
¿De modo que quieres cineasta? El primer paso para ser cineasta es dejar de decir que quieres serlo. A mí me costó Dios y ayuda ser capaz de decirle a la gente que era cineasta y mantener la cara de póquer hasta que no estuve seguro de lo que quería. Aunque la verdad era que yo había sido cineasta desde el día en que cerré los ojos y me imaginé a mí mismo haciendo películas. El resto era inevitable. De modo que la cuestión es ésta: tú no quieres ser cineasta, tú eres cineasta. Así que lo siguiente que debes hacer es encargar un buen montón de tarjetas en las que figure ese dato.
Rebelde sin pasta desapareció de las librerías en unos años en los que todavía no comprábamos ediciones extranjeras por Internet. A lo largo del tiempo se convirtió en un libro de culto y llegué a verlo a la venta por auténticas burradas de precios, como los 35€ que costaba un ejemplar que Ocho y medio rescató de algún sitio.
Lo más triste es que la traducción de Ediciones B era horrible y se notaba se habían hecho un lío con los términos, traduciendo literalmente T-Stop como Parada T. Hoy podemos comprarlo fuera y leerlo en inglés, lo que además ha hecho que los pocos ejemplares de esa edición de culto que alguna vez asoman por Ebay o Todocoleccion, lo hagan a precios razonables.
Quizá los nuevos lectores que se acerquen a él encuentren desactualizadas las historias de rodar en 16mm. o de la sincro en boca que tuvo que hacer en el montaje, pero seguro que su “sal y hazlo” todavía sigue vivo.
Según lo que he visto en tantos artículos, la decisión de editar ese libro en castellano fue responsable de un buen número de carreras en el mundo del cine. De modo que si alguien de las próximas generaciones lo descubre gracias a este comentario, un texto tan tonto como este habrá valido la pena.
Y de regalo, una charla de Robert Rodríguez en su antigua universidad que también es un buen “Sal y hazlo”.
Publicado originalmente en el Blog del autor.
Recientemente lo volví a leer y no dudé en hacerle a Rodríguez un homenaje, no tan bueno como el tuyo, pero algo he hecho. Leer aquel libro me abrió los ojos en su momento, yo lo adquirí por Internet hace unos seis años, tras mucho tiempo leyendo sobre él y con búsquedas infructuosas, hasta ese momento había hecho algún corto, pero la verdad es que con muy poca emoción, al margen de que me gustara hacerlo, leer su libro me hizo mandar a la mierda muchas cosas ya que empecé a despegarme de lo que se suele decir o de lo que te suelen enseñar y armarme con la cámara y hacer lo que quiero. El tiempo es lo único que me ha jugado en contra, pero las enseñanzas de Robert Rodríguez te aseguro que no dejarán de ser válidas. Es posible que los rodajes en 16mm sí que suenen a chino, pero los micrófonos de las cámaras actuales, por muy buenos que parezcan, pierden mucho en comparación con un regrabado del audio completo, el cine digital ha hecho que lo que hizo este hombre hace más de veinte años sea toda una proeza. Buen artículo. Saludos.