La posibilidad de una Isla… Calavera

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La mesa redonda 'La posibilidad de una isla' contó con el apoyo de la Fundación SGAE.
La mesa redonda 'La posibilidad de una isla' contó con el apoyo de la Fundación SGAE.

La possibilité d’une île («La posibilidad de una isla») es el sugerente título de un poema musicado por Carla Bruni y de una novela del enfant terrible de la literatura francesa Michel Houllebecq, que el propio autor llevó al cine en 2008 y se pudo ver en el Festival de Sitges. Una historia de ciencia ficción apocalíptica sobre un hombre y sus clones del futuro, que se rodó en Lanzarote entre otras localizaciones. Bajo este leitmotiv, en el marco de la reciente segunda edición del Festival de Cine Fantástico de Canarias – Isla Calavera tuvo lugar dentro del programa de actividades paralelas una mesa redonda en la que se analizaron las oportunidades que ofrecen los territorios insulares a los creadores. Moderada por quien firma estas líneas, participó en el coloquio celebrado en Multicines Tenerife, el escritor y cineasta canario Elio Quiroga, quien pudo hablar en primera persona del tema a debate, acompañado por el guionista, director y productor de cine y televisión Paco Cabezas, el director de cine y teatro y escritor cinematográfico Víctor Matellano y el guionista Eduardo Zaramella, también en representación de la Fundación SGAE, entidad colaboradora con el festival en el desarrollo de este encuentro.

El punto de partida de la mesa ‘La posibilidad de una isla’ giró en torno a la inspiración que ofrecen los territorios insulares. En este sentido Quiroga, quien despuntó con la película Fotos (Premio al Mejor Guion y Premio Especial del Jurado al Mejor Largometraje en Sitges 1996) y tiene pendiente de estreno La estrategia del pequinés, adaptación de la novela del escritor Alexis Ravelo, apuntó que “sin duda, la insularidad o residir en una isla influye en la creación. Incluso marca carácter”, y consideró que “todos los presentes dependemos de un país que es una península, que es como una isla que cuelga de Europa, aislada del resto del continente a través de una barrera natural que son Los Pirineos, de modo que hay también un carácter insular -entre comillas- en el propio español”.

Víctor Matellano, autor de largometrajes como Wax, Vampyres y Parada en el Infierno, expresó: “Desde pequeño siento una fascinación por la palabra isla y todo lo que evoca, sobre todo por su vinculación con el cine”, y recordó títulos que marcaron este sentimiento como Misterio en la isla de los monstruos (1981), de Juan Piquer Simón, protagonizada por Peter Cushing y Ana Obregón; la película La isla (1980), con Michael Caine, basada en la novela de Peter Benchley, o el libro La isla del tesoro de Julio Verne. “Para los que no tenemos cerca el mar, y que generamos nuestras propias islas alrededor de nosotros, existe una fascinación por este espacio, se convierte un poco en un territorio soñado”, explicó el cineasta madrileño.

Por su parte, Paco Cabezas, director de películas como Aparecidos, Carne de neón o Tokarev, con Nicolas Cage, indicó que “todos los creadores somos islas, si consideramos la isla como un lugar en el que te aislas. El principal motor para escribir es esa sensación de aislamiento y esa necesidad de comunicarnos. Todos nosotros somos como Tom Hanks en Náufrago y estamos hablando continuamente con Wilson, que es nuestro ordenador, nuestra página en blanco”.

Creador de la exitosa serie de televisión Al salir de clase y autor -en el ámbito cinematográfico- del guion de la película de terror Noctem del director nacido en Mallorca Marcos Cabotá, Eduardo Zaramella señaló que “la isla siempre evoca misterio y por eso tanto en el cine como en la literatura hay tanto material que asocia las islas con el fantástico. Son lugares en los que parece que todo puede ocurrir, al encontrarse apartados y rodeados de mar” y apuntó como ejemplos la película La isla del Dr. Moreau, basada en la obra de H.G. Wells, y la novela La isla (1962), de Aldous Huxley.

Durante el coloquio ‘La posibilidad de una isla’ se abordaron también las condiciones físicas de las islas y lo que pueden aportar a las producciones cinematográficas. Para Matellano, “relacionado con el fantástico se me ocurren dos variantes. Cuando el peligro que se debe erradicar está dentro de la isla, y al escapar te planteas si el mal también puede salir; y por otro la imposibilidad o dificultad de salir de la isla”, y presentó como ejemplos Nueva York bajo el terror de los zombies (1979) de Lucio Fulci y ¿Quién puede matar a un niño? (1976), de Chicho Ibáñez Serrador. Elio Quiroga recordó la primera película de King Kong (1933): “Cuando se aproximan a la isla en el barco, está todo lleno de misterio, un lugar en el que vive una criatura legendaria; pero luego la historia se invierte cuando Kong es llevado a la civilización y te das cuenta de lo frágil que es la Skull Island de la película, un lugar que rápidamente se puede desequilibrar. Te llevas al monstruo y la isla deja de ser lo que era”.

Para Paco Cabezas, “como creador, lo que más me interesa es la isla como metáfora de la sociedad”, a lo que Zaramella añadió que “en una isla, la sensación es que hay leyes propias, y el resto de la civilización puede estar completamente al margen. Y de otro lado, la isla puede evocar magia en un sentido positivo, idealista, o por el contrario ser un lugar absolutamente terrorífico, donde pueden pasar las peores cosas posibles”.

Cabezas, dentro de su faceta de productor, destacó las variadas localizaciones y escenarios que ofrece Canarias, así como las facilidades logísticas que supone tener la base de la producción muy cerca del lugar de rodaje, “además de los incentivos fiscales de rodar en el Archipiélago, que han favorecido que grandes películas internacionales hayan venido a filmarse”.

Como conclusión final, los cuatro cineastas coincidieron en que les gustaría venir a rodar a Canarias aprovechando las distintas posibilidades de las islas para rodajes, tanto las narrativas, como las físicas y las económicas.