Entrevista a Fernando Cámara: Con todo el odio de su corazón

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Resúmenos, sobre todo para los más jóvenes, cómo llegaste hasta aquí. No cómo viniste al mundo, que eso ya lo imaginamos, sino tus comienzos en el cine y de ahí, el salto a la literatura.

Al margen de las películas de animación en súper-8 con airgamboys y plastilina que hacía de niño con mi hermano, nunca pensé en dedicarme a nada de esto. Los años me fueron convirtiendo en un cinéfilo enamoradizo y la llegada del vídeo me transformó en un cinégafo insaciable.

Escribí algunos relatos con veinte años, repletos de influencias surrealistas. De hecho, los mejores surgían de sueños, tan “organizados” que me resultaban casi ajenos. Al escribirlos simplemente quería dejar grabado el recuerdo onírico, enlatar en palabras esos imposibles ambientes, pero sin intención alguna de publicarlos.

Años después, me centré en la pintura y la publicidad. Y durante una de esas crisis que azotan cíclicamente a nuestro país, me compré el guion de Belle Epoque y descubrí las posibilidades expresivas de la escritura audiovisual gracias al propio Azcona, que movía a los personajes en el papel como nadie. Probé a escribir un guion por mi cuenta, y aunque sonaba tan imposible como absurdo, lleno de homenajes y referencias, comencé a moverlo por productoras y ahí se inició el enredo.

Pero el cine, más que una profesión, es un ejercicio que se practica eventualmente, por cuantiosos proyectos que tengas y mucho que lo ames. Y entonces, la enseñanza se interpuso como medio económico, ¡y me ganó el corazón!

A la literatura accedo, como en el caso de aquellos primeros relatos, solo para dejar constancia novelada de un viaje a París que hice con mi mujer y que convertí en un descenso a los avernos de la ciudad: NecróParis. Y mira tú por dónde, va una pelirroja editora kamikaze y se decide a publicarla por consejo del amigo David G. Panadero.

A veces pienso que el cine se interpuso en lo que simplemente era una carrera literaria. Pero no me quejo, voy probando de todo y ensanchando vida y viaje.

Si el panorama del cine en España, incluso el de la literatura, fuera más halagüeño; si solo pudieras dedicarte a una de las dos doctrinas… Con la mano en el corazón, ¿qué preferirías, cine o literatura?

La literatura y el dinero están casi divorciados. El cine está mejor pagado, aunque no hay muchas ocasiones de ejercerlo. Pero ya que propones un panorama utópico, me quedo con las dos. Y añado la pintura, que me permite vaciar la mente y desatascar los problemas que me surgen al diseñar las tramas.

Como verás es una respuesta escapista. Vale, venga, me mojo: supongo que me quedaría con los guiones, que aúnan cine y literatura, y es donde mejor me muevo y más he producido. Pero a veces me asalta el hambre de un rodaje, aunque reconozco que en pocas ocasiones. Y en cuanto a las novelas, como tú bien sabes, son ellas las que me encuentran a mí y, aunque intento darlas esquinazo, al cabo de unos años se me imponen con fiereza y me aplico al teclado con pasión.

Quizá la novela sea la manera más eficaz de rodar tu película, sin interferencias, pero asumiendo que cada lector impondrá al menos un cincuenta por ciento de su cosecha vital en el relato. Lo cual es fantástico. Al menos como lector así me lo parece.

Y como verás, sigo sin contestarte. Pero te regalaré un cuadro cuando te vea.

¿Y qué hay de la ilustración? ¿Haces algo relacionado con ella actualmente?

La ilustración es algo que separo radicalmente de la pintura. Te sumerge en un estado de ánimo diferente. La propia posición del cuerpo la convierte en una disciplina distinta: pinto de pie y dibujo sentado. La pintura que más disfruto, es impulsiva, lo cual no tiene por qué apartarse del realismo. Y la ilustración es como más de viejito anquilosado, ahí sentado, entretenido con tus líneas, sombras, negros densos… Aquí el ambiente lo es todo, porque no hay forma de escudarse en otros elementos, como el color, que apenas uso.

Justo estoy terminando las ilustraciones de los cinco relatos que aparecerán publicados en el número 8 de la Revista PRÓTESIS dedicado al ¡Suspense Psicológico! Un magnífico número que concentra en 150 páginas lo mejor de ese género en autores, libros y películas. Crowdfunding de primer nivel. Yo mismo compraré ejemplares para regalar a gente joven e inocente y así puedan descubrir obras y seres geniales que espero les prendan con fuerza. Necesitamos cultivarnos más en vez de llorar tanto. Prótesis es una de las mejores vías en su género para transportar información e ideas.

Fernando, los que te hemos leído y además te conocemos, seguro que pensamos lo mismo: ¿Dándole tantas vueltas como le das, al comportamiento humano, exprimiendo del modo que lo haces nuestras profundidades psicológicas, en resumen, estando tan “loco” como pareces, cómo es que no decidiste ser psicólogo?

Bueno, es que en la vida todos ejercemos un poco de psicólogos, ¿no? De la misma forma que cuando tienes que papelear con la burocracia, también eres un poco abogado. Y cuando se te estropea el coche, eres un poco… ¡¿dónde está el taller más cercano?!

A mí me interesa la gente. Pero no en plan buenista, sino como entomólogo. Somos bichos muy raros, capaces de cosas increíbles y repugnantes en la misma jornada y ese contraste tan brutal me fascina y asusta. Y supongo que es eso lo que reflejo posteriormente. No intento hacer ningún tratado sobre la humanidad, pero el hombre es la materia prima de mis historias. ¿Quién si no?

De todas formas, mi rol como profesor o director de cine no se aleja mucho del de un psicólogo, porque tienes que ayudar a engrasar los cerebelos de todos los alumnos y colaboradores. Lo cual no quiere decir que no me equivoque muchas veces.

Por cierto, al hilo de la anterior pregunta, ¿con qué te quedas para escribir, con el terror precisamente psicológico o con el paranormal? ¿Y cuál es el que a ti, como lector, más te llega?

Como lector trato de abrirme a todo lo que me produzca interés, inquietud o felicidad. Es cierto que soy bastante asiduo al género, pero a veces puedo pegar un salto a territorios totalmente alejados.

Acabo de terminar La ridícula idea de no volver a verte, de Rosa Montero, por la que siento adoración literaria. Básicamente es un ¿ensayo, diario, crónica vital? sobre el amor, la pérdida de la pareja de larga duración, la evocación del ser querido, la reinvención de los recuerdos, la vida en general… Una absoluta obra maestra que te toca casi todas las fibras. Se articula en base a los últimos escritos de Madame Curie dedicados a Pierre, su marido, cuando murió atropellado. Montero enlaza los sentimientos de ausencia y tristeza de la grandiosa premio Nobel con su propia experiencia al perder a Pablo Lizcano, el periodista con el que vivía desde hacía más de veinte años. Perdería el tiempo intentando contaros el prodigio que ha escrito esta mujer, y vosotros también perdéis el tiempo si no devoráis esa breve maravilla de inmediato.

“Modo cotilleo On”: Esta vez en la vida real, ¿qué es lo que, personalmente, más te impone? ¿Los maniquíes? ¿Los vagabundos? ¿Los políticos? En serio, ¿qué?

¡Ciertas personas insidiosas que flotan a nuestro alrededor! No sé quiénes son, pero los perros y los niños los detectan enseguida, aunque yo ya he perdido esa capacidad. Pero aparte de esos extraños seres circundantes, es la propia vida lo que más me impone. Existir en sí mismo. El sinsentido vital. El sufrimiento de la gente que quieres. El dolor… Como verás, voy envejeciendo. Parezco un sencillo ser racional que comparte los miedos sociales de su generación.

Y a todo esto… ¿cómo te ganas la vida? ¿Estás satisfecho? (Y después de esta, ahora sí, “Modo cotilleo Off”)

Soy profesor de guion y narrativa audiovisual en un centro privado. Y sí, estoy satisfecho. Hasta el punto de que cuando la gente me pregunta que a qué me dedico, siempre digo que soy profesor. Es lo que más tiempo me ocupa en general y, fíjate, creo que es de lo que menos podría prescindir, no solo por lo económico, sino por el espectáculo emocional que siento en las clases al tratar con los alumnos. Es como una función de teatro que renuevas cada año, un juego de storytelling, que dicen ahora, para hacerles entender las claves a través anécdotas y humor.

También hay mucha burocracia y papeleo que solventar. Esa es la parte ingrata. Pero el contacto directo con el alumno lo paga todo. Soy de los que aprende enseñando. Y eso crea alegría y sinergia, fundamental para que abran mente y alma. Al fin y al cabo, las clases de guion son como un diván en el centro de un teatro: sacamos de dentro y nos exponemos a la luz de los demás. Por eso, cuando llevo tiempo sin mi auditorio me pongo mustio. Cada año trato a unos cien alumnos, unos treinta de forma más intensa. Y sigue habiendo gente brillante, pero desgraciadamente nadie se lo dice, a veces ni sus padres, y andan perdidos, sin saber calibrarse. Por eso es importante motivarles, pero sin convertirles en cretinos. Hacerles ver que el trabajo a largo plazo es gratificante. Como decía Rosendo en una canción: “el deber cumplido, da moral.”

Retomemos el asunto de la literatura. Háblanos de tu actual libro. En la presentación comentaste que estabas trabajando en otro proyecto antes que en este, pero este otro, Con todo el odio de nuestro corazón, terminó haciéndose hueco prácticamente a la fuerza. ¿Qué te impulsó a “colarlo” en tu cadena de producción?

Pues el odio, la rabia que sentía por la situación de estafa con las preferentes, que me afectó directamente. Tu banco te engaña, tu gobierno también rompe las reglas del juego, la justicia solo atiende a leyes tramposas… Como ciudadano te ves perdido cuando precisamente todas esas instituciones deberían velar por ti. Sin embargo solo ves recortes en todo, cada vez más paro y solo se publican plazas para policía, lo cual te hace sospechar que nos deben tener mucho miedo. Y quién sabe lo que ocurriría si se nos apareciera una pistola en medio de uno de esos escraches que igual se vuelven a poner de moda.

En resumen, que no me estoy apartando del terror sino que lo llevo al lado más duro y real de la sociedad, porque es imposible ignorar lo que ocurre a nuestro alrededor. Y aunque el género pueda quedar más oculto, el terrorismo social, tratado con altas dosis de realidad debería dar como resultado algo mucho más angustioso que los mundos paranormales.

De todas formas, cada libro surge por sus circunstancias. No creo que insista en modelos tan realistas la próxima vez. O puede que sí. En el fondo no soy tanto un novelista de producción constante como un simpático profesor.

¿Entonces Con todo el odio de nuestro corazón habla en gran medida de…?

¿Qué pasaría si los ciudadanos comenzaran a tomarse la justicia por su mano y decidieran atentar contra políticos o banqueros concretos a los que creen responsables de su dramática situación? ¿Terrorismo? ¿Justicia? ¿Venganza? ¿Y luego qué? Que el lector saque sus conclusiones.

¿El proceso fue muy duro?

Mucho. Una redacción furiosa de mes y medio tras una dolorosa cocción de dos años. Me lo pienso mucho para asegurarme de que la salud que me pueda quitar el proceso merezca la pena. Me acostaba a las doce, me levantaba a las seis, y hacía algunas otras cosas, como dar unas pocas clases, pintar para centrarme, llevar y traer a los niños… Pero el proceso lo devoraba todo. Y a veces, cuando sonaba el despertador antes que el gallo, pensaba que por qué demonios me maltrataba de esa manera, por qué no me permitía vivir como un ser humano normal. Pero como les digo a mis alumnos, la mayoría de las cosas las consigues con mucho trabajo y, sobre todo, porque no puedes evitarlo. Es el látigo que anunciaba Truman Capote que se nos daba junto con la dosis de talento para flagelarnos constantemente.

¿Y una vez finalizada la escritura, cómo te sentiste (te sientes)? ¿Para qué te ha servido?

Me gustaría pensar que los libros sirven de catarsis y todo eso, pero no es el caso. Vivo la aventura desde dentro, siento lo que les pasa a los personajes, pero de ahí a aprender algo… Nos dicen que debemos conocer la historia para no repetir los errores y sin embargo, generación tras generación venimos replicando los mismos hechos. Quizá debiéramos eliminar esos aprendizajes manipulados del pasado, ya que lo único que tienden es a encizañar el ambiente.

El caso es que, una vez que has acabado la redacción, reescrituras y demás y el libro está en la calle, las heridas del proceso tienden a irse cerrando. Te duchas un par de veces y vuelves a aparentar ser el mismo ciudadano de antes, pero hay algunas canas más y las marcas imborrables de algunas cicatrices.

Duele. Pero debe merecer la pena porque, más allá de que guste, interese, venda doce ¡o cien mil ejemplares!, la cabeza bulle de nuevo y la mano ya aprieta el látigo con firmeza.

Y por ahondar un poquito más, ¿con qué te quedas de todo este berenjenal que es escribir? ¿Qué es lo que más te resarce después de haber sacado y exhibido, a veces, esos demonios interiores?

Lo mejor tras el proceso es barrer los restos de la batalla rápidamente y girarte hacia un nuevo lienzo en blanco. Necesito tiempo, vacío, limpieza alrededor para poder ponerme en marcha de nuevo. Los demonios del pasado ahí se quedan, o quizá sigan, pero se impone partir de cero. La llegada de las nuevas ideas, viejos ecos muchas veces, es lo que verdaderamente me colma de alegría. La posibilidad de habitar durante unos meses o años un pretendido nuevo mundo. Realidad paralela a mi vida, que la complementa y hace más excitante. Odio escribir, pero me gusta tanto… ¡Enmarca la frase!

Y ya para concluir, dinos, si puedes, ¿qué te traes ahora entre manos? ¿Puedes hablarnos de proyectos futuros?

Estoy metido en varias antologías que están a punto de salir. Casi todos mis relatos, por muy variados que sean, acaban tocando la pérdida de la realidad, la confusión, la alienación del individuo en clave de terror o real. Soy un quimérico inquilino de esta vida, está claro. Me ilusionaría en breve poder conjuntarlos en una antología con este tema de la identidad como centro. A ver si así, leídos de corrido, comprendo quién demonios soy yo.