CRÍTICA: TRACKER

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Norma Editorial. (Colección Made in Hell, 116)
Guión: Jonathan Lincoln
Dibujo: Francis Tsai, Derec Donovan y Abhishek Malsuni
ISBN: 978-84-679-0481-9
Encuadernación rústica, 112 páginas a color.
Precio: 12€

«El agente federal Alex O’Roark nunca imaginó que sería una víctima, y mucho menos que sobreviría a una masacre. Pero su vida va a cambiar cuando descubra que vive por una razón: Ahora también es uno de ellos. Ahora es un hombre lobo»

Los licántropos se abren camino en el número 116 de la colección Made in Hell publicada por Norma Editorial dentro de las novedades del mes del mayo. El volumen español de Tracker (Rastreador) recopila los cinco primeros números de la colección homónima editada originalmente en Estados Unidos en 2009 por el sello Top Cow.

Cuando un lector de cómics queda absolutamente enganchado a un título del que no tiene referencias anteriores y únicamente ha pasado las tres primeras páginas quiere decir que tiene en sus manos algo, cuando menos, prometedor. Una narración ágil con personajes interesantes envueltos en una trama cuyo interés crece al pasar cada página.

Para describir los aromas del argumento, disponga un recipiente en su memoria cinéfila para mezclar las siguientes referencias cinematográficas: el mito del licántropo contemporáneo y realista planteado por Mike Nichols en  Lobo (1994) se ajusta al perfil de Alex O’Roark un detective que bien podría haber acompañado a Brad Pitt y Morgan Freeman en el escabroso caso de John Doe en Se7en (David Fincher, 1995). Como aderezo incluya un colectivo secreto de licántropos visto en sagas como Underworld, Un hombre lobo americano en París o la reciente serie de televisión Casi humanos (Being humans) e incluya una corporación (o fundación en este caso) estudiando el fenómeno de cerca.

La historia resultante del plato cocinado no puede ser más apetitosa.

Pensando no demasiado mal se diría que el guionista y creador del personaje, Jonathan Lincoln, ha unido intencionadamente las piezas de su creación para llamar la atención de la industria audiovisual que podría adaptar el concepto sin demasiado esfuerzo para cine o televisión.

En cuanto al dibujo, O’Roark y sus compañeros de brigada Grant y Kendall siguen el rastro de sangre dejado por Herodes bajo la ilustración de Fransis Tsai durante aproximadamente 60 páginas para cambiar dos veces de estilo de línea y color firmados por Derec Donovan y Abhishek Malsuni. Si bien en el formato de publicación por número este cambio de estilo no causaría impacto en el empaquetado en el formato de «novela gráfica» marca una ligera ruptura narrativa, al menos desde el punto de vista gráfico.

Sería este el único y salvable «borrón» en esta estupenda obra que podría tener mucho futuro en el enfrentamiento del detective O’Roark contra el crimen, el dominio de su bestia interior y la adaptación de sus habilidades para la investigación.