Es difícil resistirse. Ante un cartel y una sinopsis como la de Reza por el Diablo, es imposible no caer en el prejuicio de ir a encontrarnos con otra película más de exorcismos, tramposa y formularia, y no estaríamos desencaminados. En líneas generales, este nuevo título es aquello que amenaza ser, aunque, siendo sinceros, hay que reconocer que también busca caminos tangenciales, desaprovechados, pero que ayudan a elevar la impresión final hacia la película.

La cinta emplea un discurso feminista y se atreve a adentrarse en unos de los territorios más reaccionarios de nuestra sociedad occidental, la religión católica. Uno de los temas que aborda la trama es cómo dentro de la Iglesia se mantiene esa discriminación hacia la mujer, impidiendo a las monjas acceder a determinados estamentos exclusivamente masculinos, en este caso la orden de exorcistas. Por otro lado, si bien toda la película se basa en la práctica de este ritual, la cinta también abre cierta crítica a la propia Iglesia con el personaje que interpreta Virginia Madsen, quien da voz a la parte científica, o por lo agresivo de esta intervención y su efecto sobre la víctima del exorcismo.

Virginia Madsen en Reza por el diablo, de Daniel Stamm.
Virginia Madsen en Reza por el diablo, de Daniel Stamm.

Temas sin duda interesantes y que desmarcan a la película de los itinerarios habituales de este tipo de producciones, pero que, lamentablemente, quedan en un segundo plano en favor del desarrollo de la trama principal y la parte más terrorífica de la cinta. Esto repercute en personajes cuya presencia demanda una mayor importancia en la trama, pero que quedan diluidos en el montaje final.

La trama de posesión se apoya también en una subtrama de legado de madres a hijas, con la protagonista traumatizada por sus recuerdos de infancia con una madre poseída/esquizofrénica y que incentivan el interés de la monja por profundizar en los ritos de los exorcismos y su acercamiento a las supuestas víctimas de posesión demoníaca. El sentimiento de culpa y de expiación de los pecados maternos se convierte el motor del personaje principal, otro aspecto que resulta un valor añadido a la trama.

Reza por el diablo, de Daniel Stamm.
Reza por el diablo, de Daniel Stamm.

Jacqueline Byers es Ann

Esto último cuenta además con uno de los elementos más destacados de toda la película, la interpretación de la actriz Jacqueline Byers, quien en éste su primer papel protagonista logra dar entereza y honestidad a su personaje. La actriz consigue dar credibilidad al conjunto de la trama y crea un personaje que mantiene la atención del espectador hasta el final (descartando el espantoso epílogo, que parece sacado precisamente de ese tipo de películas que Reza por el Diablo quiere evitar ser).

El resto de la película cuenta con interpretaciones correctas, pero que no pueden brillar más por la falta de desarrollo de los personajes, como es el caso del Padre Quinn, interpretado por Colin Salmon, o la Doctora Peters, a la que da vida una muy desaprovechada Virginia Madsen.

Del director de EL ÚLTIMO EXORCISMO

Tras la cámara encontramos al director Daniel Stamm, quien ya contaba con experiencia previa en temática de exorcismos cinematográficos con su película de 2010, El Último Exorcismo.

Sin ser nada del otro mundo, su puesta en escena es efectiva y sabe nadar a dos aguas entre los componentes más dramáticos de la historia y las secuencias de terror. Éstas últimas, aunque bastante predecibles, están resueltas con bastante pericia, recurriendo de manera ocasional al típico susto repentino, pero por lo general dejando que la secuencia fluya y vaya generando la atmósfera de terror adecuada. A esto se añade una espléndida combinación de maquillaje y efectos digitales que dan una fisicidad extrema a los momentos de posesión demoníaca.

En última instancia, Reza por el Diablo ofrece aquello que esperamos ver, terror comercial asociado al imaginario católico, con un hábil tratamiento de los tópicos vinculados al subgénero de exorcismos, y que logra sacar levemente la cabeza del agua de la medianía de producciones de la misma familia con su intento de dar una mayor peso dramático a la trama y una mayor complejidad a su personaje principal, aunque esto quede en eso, más un intento que una realidad.

Reza por el diablo, de Daniel Stamm.