Crítica: REY ARTURO. LA LEYENDA DE EXCÁLIBUR. REYNROLLA

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La leyenda Artúrica ha tenido tantas variantes, afluentes y reinvenciones a lo largo de los siglos, que ponerse puristas resulta absurdo. El Arturo de Chrétien de Troyes poco tiene que ver con el de Tennyson o T.H. White, y ya si miramos las múltiples relecturas de la novela histórica o la fantasía histórica moderna, más aún.

En cine no es lo mismo la versión de Richard Thorpe de 1953 que la de John Boorman en 1981. Dicho esto, el problema de este Rey Arturo. La Leyenda de Excálibur que ha pergeñado Guy Ritchie no es, por lo tanto, su falta de fidelidad al texto.

Conocido principalmente por sus historias de corte postmoderno/postTarantino ambientadas en los bajos fondos londinenses, el cineasta ha querido dar una versión más cockney del mítico monarca britano, con algún atisbo de discurso social actual. Desgraciadamente, nada funciona en este pastiche.

Los componentes fantásticos (heredados más del imaginario Tolkien/Jackson) resultan absurdos e inverosímiles, el poder de la espada o la introducción de elementos anacrónicos (¿kung fu y boxeo en las Edad Oscura?) lejos de aportar espectacularidad a la acción descolocan al espectador y la narrativa entrecortada de Ritchie aquí, en vez de dar dinamismo, resulta confusa y adulterada. Al guion se le nota demasiados parches y remiendos, y el montaje final evidencia un intento infructuoso por evitar el desastre y disfrazar de coherencia lo que no tiene pies ni cabeza.

Tampoco los actores salvan los muebles. Charlie Hunnam carece de carisma, pero ni un actor tan solvente como Jude Law puede redimir un personaje tan mal escrito. Ritchie buscaba con esta película iniciar una franquicia de seis películas. Afortunadamente, esto ya no sucederá y Arturo podrá regresar a Avalon a esperar a que su leyenda vuelva a ser requerida.

Rey Arturo Guy Ritchie