Si dentro del entramado de producción de Marvel, en su primera entrega los Guardianes de la Galaxia eran los rebeldes, los inadaptados, ahora regresan como héroes dentro y fuera de la pantalla. Se nota que Disney les ha colocado la alfombra roja, con un nivel de producción superior y más ambicioso que la primera película. Más personajes, más viajes a través de la galaxia, más guiños a la cultura pop de los 80 y una nueva selección musical son los ingredientes estrella de esta película.

En la trama tenemos de nuevo a Peter Quill como personaje principal, a la búsqueda de su verdadero padre y, por extensión, de su verdadera naturaleza.

El arranque de la película no puede ser más espectacular, con una original manera por parte del director, James Gunn, de escenificar una batalla contra un monstruo interdimensional. La presencia de Kurt Russell como Ego también aporta puntos a la película y los cameos de estrellas como Sylvester Stallone son pequeñas guindas para el espectador.

Sin embargo, la película parte con un problema, y es que la trama principal tiene toda la acción concentrada en un apoteósico clímax final. Para paliar la falta de enfrentamientos galácticos durante todo el tramo central del metraje, se sacan de la manga la presencia de Los Soberanos, personajes que prometen seguir dando de qué hablar en futuras entregas, pero que aquí no alcanzan a tener suficiente peso dramático, por lo que las secuencias de acción acaban siendo accesorias y prescindibles.

En cualquier caso, se trata de una película entretenida, que aporta buenas dosis de humor, fantasía y espectacularidad, pero que a nuestro entender, queda por debajo de los méritos de su predecesora.