La noche de este jueves 19 de mayo de 2022, la 75 edición del Festival de Cine de Cannes ofertó, como viene haciendo todas las noches, una nueva sesión del Cine en la playa (Cinéma de la plage). Muy cercano a la boutique oficial del festival, al Palacio de Congresos y al Grand Théâtre Lumière, este espacio permite acceder al cine sin acreditación a cualquiera que haga la cola y pase un mínimo control de seguridad. La imprescindible acreditación, donde se halla todo el ADN de cada persona que acude a los diferentes pases, actos, etc., no es requerida en la playa.

El pase de El Pacto de los Lobos (Le Pacte des Loups, Francia, 2001) tuvo dos incentivos muy especiales: 21 años después de su estreno, se emitió una versión extendida de 142 minutos, remasterizada a un 4K que hizo que el espléndido filme luciera más vivo que nunca. El segundo aliciente, fue la presencia en la presentación, nada menos que del director Christophe Gans, un hombre de gran energía y entusiasmo, que explicó el valor del pase que se vivió anoche en la costa de Cannes. En la presentación estuvo igualmente el actor Samuel Le Bihan, protagonista del filme, su productor Victor Hadida y uno de los restauradores, responsable de la flamante copia que tuvimos el privilegio de disfrutar en su lengua original, el francés, con subtítulos en inglés.

Proyección de El Pacto de los lobos, en Cannes 2022.
Proyección de El Pacto de los lobos, en Cannes 2022.

La hermandad, el explorador, el indígena y la espía de incógnito

Christophe Gans fue crítico de cine previamente a cineasta. Después de la realización de una ópera prima bastante olvidable y de un segundo filme a mi juicio bastante fallido como es Crying Freeman (Canadá, 1995), basado en un famoso cómic manga, con protagonismo casi absoluto del actor oriundo de Hawaii, Marc Dacascos y su destreza para las artes marciales, tocaba un filme más ambicioso después de algunos proyectos fallidos.

En la trayectoria fílmica de Gans siguen a su segundo filme varios intentos frustrados (y probablemente frustrantes) de filmar, primero, la plasmación en imágenes de la novela El Caballero Sueco, del austriaco Leopold Perutz, ambientada en el Siglo XVIII (esta vez entre Prusia y Alemania), y después, su particular versión del clásico personaje de la mitología gala, Fantomas.

Cuando surge la oportunidad de filmar el proyecto que nos ocupa, Gans tenía algo de camino conceptual adelantado. Del primer filme sin rodar, utilizó sin duda determinados aspectos al compartir período histórico, que tampoco le vendrían nada mal para su posterior y ambiciosa obra La Bella y la Bestia (La Belle et la Bête, Francia, 2014).

La historia de la Bestia de Guévadan, esa criatura que asoló la región que lleva su sobrenombre, en el sur de Francia, entre 1764 y 1767, y sobre la que existen diferentes referencias históricas, que conjugan diferentes teorías, y un gran misterio a su alrededor, constituye el gran núcleo argumental de este soberbio filme. El cine, más allá de menciones específicas, y de algunos documentales, jamás había abordado este oscuro suceso. Se le puede criticar a Gans el uso (y abuso en ocasiones) de la estética estilo la saga Matrix, que invade demasiado metraje, con un excesivo uso de la cámara lenta, que le da un toque demasiado moderno a este filme fantástico-histórico, aunque sin vocación historicista.

Proyección de El Pacto de los lobos, en Cannes 2022.
Christophe _Gans en la presentación de la proyección de El Pacto de los lobos, en Cannes 2022.

En cualquier caso, revisado anoche este majestuoso filme, la propuesta es decididamente atractiva. El filme posee un guion (obra de Gans y de Stéphane Cabel) muy dinámico y preciso a la hora de describir a su personaje principal, el caballero libertino Gregoire de Fronsac, botánico, ex soldado, científico, forense. De Fronsac va siempre acompañado por su “hermano” Iroqués de la tribu india Mohawk, Mani (nuevamente Marc Dacascos). El libreto no descuida a los personajes secundarios y relevantes para la historia que vamos a presenciar.

La enigmática Silvia (excelente Mónica Bellucci) es un personaje con muchos matices y más relevancia de la que parece (su presentación en el burdel, envuelta de cierto halo místico, es una de las grandes bazas de la película). Jean-Francois de Morangias es uno de los villanos del filme, servido maravillosamente por la poderosa presencia de Vincent Cassel. A la descripción de personajes, tenemos que añadir una rigurosa adaptación histórica: los jardines, las casas, el mobiliario, las cacerías de lobos, el vestuario… se mantienen al servicio de la inmersión del espectador en la historia que se nos cuenta. La partitura de Josep Loduca tiñe del necesario vigor sonoro un filme de gran intensidad épica en algunos instantes, frente al necesario intimismo y ambigüedad calculados de otros no menos memorables segmentos.

El filme juega bastante astutamente con sus mejores bazas. Secuencias como la presentación del Caballero Gregorie y su fiel amigo Mani, bajo la lluvia, y la bellísima coreografía de lucha, o el inicial ataque de la bestia a la joven que huye despavorida al comienzo del filme (la influencia del ataque inicial del escualo en el mítico filme de Spielberg es, sin duda, bastante alargada), lucieron maravillosamente en la pantalla de la playa. La revelación de la hermandad secreta que quiere desprestigiar al rey Luis XV demasiado moderno en algunas actuaciones para ciertos estamentos tradicionales, que conspiran a la sombra, otorgan a la tercera película del realizador Christophe Gans, una intriga de una grandeza inusitada.

El filme constituyó un formidable éxito de taquilla para su director (más de 70 millones de euros) y para la filmografía gala, convirtiendo el filme en uno de sus productos exportables más preciados, que permanece flamante 21 años después gracias a una restauración absolutamente prodigiosa.

Manuel García de Mesa, enviado especial de Tumbaabierta.com a Cannes 2022.
Manuel García de Mesa, enviado especial de Tumbaabierta.com a Cannes 2022.