¿El primer Lovecraft?

[Darth Xer0]

La pagina 38 del número siete de la versión española de la publicación norteamericana Weird Tales (26 de abril del 1906), cuya azarosa obtención debo a un profesor, depara una grata sorpresa para todo aquel amante del relato fantástico. Por toda la revista se deslizan una modesta multitud de ignotos autores, pero ha querido el azar que en este número la publicación incluyese un texto perteneciente a un mito del terror y el suspenso: Howard Philips Lovecraft.
El relato se intitula Los Pretéritos de Flöhk y retoma la vieja fijación del escritor de incluir en sus textos mitologías pluscuamperfectas y desconocidas. Que yo sepa, el relato no se incluyó en ninguna antología póstuma dedicada a Lovecraft: tal vez por el simple hecho de que la Weird Tales no tenía una tirada superior a los doscientos ejemplares. Bien pudo pasar absolutamente desapercibido.
Se sabe que, de joven, Lovecraft colaboraba con la mencionada publicación, ganando muy poco dinero. Por la fecha de edición, podemos deducir que el relato fue escrito por un Lovecraft prematuro -de unos jóvenes dieciséis años- tal vez con la secreta esperanza de que alguien lo rescatase del olvido.


Los Pretéritos de Flöhk

Allá, en lo alto de las Tierras Negras, es donde viven los Pretéritos. Nunca nadie los vio (o al menos eso se cree), nunca nadie trató con ellos (o al menos eso se cree). Nadie que no fuera el incesante y eterno paso del tiempo.

Se dice que son diferentes e iguales ente sí, acaso porque los años han corroído sus pieles hasta lograr una suerte de igualamiento, que aún así es insuficiente para borrar sus identidades antiguas. Se dice que son Dioses dotados del poder de la vida: tocados por el dedo azaroso de la Fortuna, no pueden acabar con sus días. Siempre se ha identificado a Dios con lo eterno: los Pretéritos son -para las obtusas mentes de los habitantes de Flöhk- lo más cercano a una pequeña cosmología divina.
Por supuesto, nadie puede ascender a las Tierras Negras, nadie puede cruzar el líquido umbral que propone el río Kharg: el precio es la muerte, pues se dice que los Pretéritos tienen un hambre infinita y no les importa incurrir en una antropofagia feroz. Quienes han intentado la hazaña, jamás regresaron a Flöhk, jamás volvió saberse nada de ellos. Las Tierras Negras son sagradas y viejas como el mundo mismo, como los Pretéritos.

Los ciudadanos de Flöhk han intentado escribir la invisible historia de los Dioses; han recopilado vastísimas notas, muchas de ellas falaces, aunque no se sabe hasta que punto. Todas las ancestrales mitologías en torno a los Pretéritos se han volcado en un libro que llaman (según su hermético idioma) Prater Flöhk Unsul´ïksmwe y al que consideran un texto sagrado.

Erigen raros templos en favor de sus Dioses, realizan enigmáticas ofrendas que ninguna mente podría entender, porque se basan en rumores impalpables, como los Dioses mismos. Crean incomprensibles cantos litúrgicos, melodiosos pero de una funesta mediocridad teológica. Educan a sus hijos en una religión cuyo mayor mérito es no ser ni buena ni mala, sino tan solo una ingrávida creencia. Viven con el temor de que algún día los Pretéritos bajen y acaben con su aldea.


Lo que ellos no saben es nosotros nunca los atacaríamos. Nos hallamos muy viejos como para poder emprender una empresa tan sangrienta como inútil. Nos hallamos demasiado cansados (los siglos han desgastado nuestras fuerzas) como para eliminarlos: sentimos lástima por ellos, que construyen templos baladíes, cantan estrofas poéticamente nefastas, ritualizan oscuros dichos populares en torno a nuestra posible existencia.

Existimos. Eso es cierto. Somos inmortales. Eso también es cierto. Somos Dioses. ¿Somos Dioses? No. No parece factible. No somos más de una treintena de pobres individuos sometidos a la subyugación circular del tiempo, que se niega a matarnos. Hemos sido muchos hombres a los largo de nuestras vidas, porque hemos vividos muchas vidas. Hemos visto nuestra existencia multiplicada especularmente hasta el infinito. No somos más que un grupo de parias aislados por propia decisión. Queremos estar tranquilos, no deseamos que nadie interrumpa nuestra monótona existencia hasta el instante final (si es que ha de existir un instante final).

Por eso hicimos lo que hicimos. Por eso nos recluimos aquí, en lo alto de las Tierras Negras hace cientos de años. Por eso matamos a todos los que intentaron llegar hasta aquí. El primitivo pensamiento de los primigenios habitantes de Flöhk hizo el resto, y agregó la antropofagia al mito. Quisimos construir una mitología ficticia para poder pasar nuestros días en la paz intolerable de nuestra sempiterna vida, luego de que intentamos asesinarnos unos a otros, luego de que intentamos todo lo posible por acabar con nuestras existencias: lo que fue un acto de piedad entre nosotros, terminó siendo un ejemplo de bestialidad desmedida. Pero eso ya no importa.

Ahora vivimos tranquilamente. Soportamos las creencias de los habitantes de Flöhk porque una vez a la semana dejan, junto al río, suculentas provisiones de comestibles, con tal de que nosotros no nos enojemos y enviemos maldiciones contra ellos. Se sienten asombrados porque, cuando regresan a la semana siguiente, los alimentos ya no están allí, y lo consideraron una prueba irrefutable de nuestra empiricidad.

Pese a todo, somos irremediablemente hombres. Nuestra esencia es humana hasta en el más mínimo detalle. Lo único que nos diferencia del resto de la humanidad es que nosotros bebimos de la secreta fuente de la vida. Ya no recordamos donde fue eso. Ya recordamos pocas cosas en realidad. El tiempo fragmenta y diluye los recuerdos pasados: una mente humana no puede retener una infinita serie de memorias. Éstas se quiebran constantemente. Nosotros nos reconocemos porque día a días nos vemos los rostros unos a otros: existimos solamente por un capricho de la percepción. Cuando llegue el día en que la noche cubra todo de tinieblas, cuando llegue el día en que pasen más horas de las acostumbradas, cuando llegue el día en que no podamos reconocernos en las pupilas cristalinas de nuestros compañeros; ese día -solamente en ese día- habrá llegado el fin de los Pretéritos. Ese será el día más feliz de nuestras vidas.

[darkerr]

Muy bien. Por una nueva logia del tentáculo