Capítulo XXXI
?Sí está bueno, come y no preguntes?.
-- Dicho popular ?
Calor, moscas, hienas y buitres cebándose con una multitud de cadáveres mutilados pudriéndose al sol. El lugar es inconfundible. Se trata de África. No del África turística que suelen ver los turistas, sino de una aldea masacrada por alguna facción que ni se que pretende, ni me importa tres puñetas. Mientras no ataquen a nuestros intereses, por mi como si se la machacan.
- Buf que lugar tan oloroso.
Me vuelvo y me encuentro cara a cara, con lo que solo puede ser un arcángel. Un tipo rubio, de rasgos casi andrógenos y grandes alas blancas manchadas de sangre. Los recuerdos acuden a mi como una riada. Este lugar pertenece al pasado, no al presente. Estoy soñando.
- ¿Gabriel?.
- No te sorprendas ? responde -, después de todo, este es tú sueño y este es el aspecto con el que tú me imaginas. Los humanos sois tipos complicados. Por el mismo precio, podrías soñar con una paradisíaca playa en Cancún, pero no, el señor tenía que retroceder hasta este sórdido episodio de su pasado.
- Créeme ? le respondo -, si pudiese elegir, no soñaría con esto y tampoco tú estarías aquí.
El arcángel sonríe de una forma nada angelical.
- Bueno, si no te gusta que me aparezca en tus sueños, puedo hacer que nuestros caminos vuelvan a cruzarse.
No respondo, pero la idea de encontrarme con este enfermizo ser, no es que me haga excesiva ilusión. El arcángel continua observando la desolación que nos rodea mientras comenta.
- Carai esto tiene la precisión de los detalles. ¿Estuviste en África?. No te imagino en una ONG.
- Nunca he estado en una.
El alado sujeto, se inclina, mira directamente a una hiena, que retrocede hacia atrás asustada y recoge el cuerpo de una niña desnutrida a la que le falta el brazo derecho. Sin dejar de mirarme a la cara, empieza a jugar con ella como si fuese un muñeco de ventrílocuo. De alguna forma, consigue que la pequeña abra unos ojos muertos y su boca se abra y se cierre para decir:.
- ¿Has visto lo que me hicieron los malos? ? su voz chillona y penetrante, hace aun si cabe mas enfermiza la escena -. ¿Qué viniste a hacer a mi casa?. ¡ Vamos !. A mi puedes contármelo.
La situación es extrañamente inquietante. Supongo que Gabriel no puede hacerme daño en un sueño, pero por mi experiencia, creo que será mejor seguirle la corriente. Al menos por ahora.
- En África existen muchas riquezas ? explico -, fosfatos, gas natural, diamantes. Aunque en muchos casos, suelen estar controlados por empresas extranjeras.
- Vaya ? parece decir la niña moviendo su bracito -, yo creía que solo éramos el primer productor mundial de moscas.
- Esas empresas, suelen estar ubicadas en zonas peligrosas y el ejército local, no suele ser garantía alguna para su protección.
- Dímelo a mi ? responde la pequeña marioneta de carne -, ¿dónde está la poli cuando la necesitas?.
- Así que ? continuo -, contratan a empresas de... seguridad.
- Querrás decir mercenarios ? me interrumpe la chillona voz.
- Para proteger esos intereses ? continuo yo ignorando el comentario.
Gabriel arroja a la pequeña a un lado. Las hienas, que se mantenían apartadas, saltan hacia ella, dispuestas a proseguir con el festín.
- ¿Sabes? ? dice de nuevo Gabriel con su potente voz -, tu mente tiene mucho en común con este continente ? hace una pausa como si esperase que añadiese algo a su comentario, pero al ver que no es así, continua -. Ambos tenéis potencial para crear un lugar maravilloso, pero por algún oscuro motivo, ambos son un infierno y ninguno de los dos, cree ser el responsable de ello.
- ¿Has venido hasta aquí solo para discutir sobre política?.
- ¿Por qué no? ? el arcángel parece genuinamente sorprendido -. La democracia es como el paté. Está delicioso, claro que a costa de torturar espantosamente a unos pobres patos.
- ¿Y a que coño viene eso?.
- Pues que todos esos pacifistas y ecologistas, que tanto rajan sobre la explotación de los países pobres, disfrutan de todas las ventajas de la democracia. Son como niños gordos que se inflan a comer paté, mientras critican a granjeros y carniceros.
- Hay gente que hace mucho por esos países ? a mi mente acuden recuerdos de una doctora, que trato de desechar, por miedo a que el arcángel, tenga acceso a mi mente -, médicos por ejemplo.
Gabriel me observa de un modo raro, inquietante. Está claro que algo se ha olido.
- Algo te ocurrió en este continente ? el tipo de las alas ensangrentadas empieza a olfatear -, huele a amor y a algo mas...
Esto está empezando a llegar ya demasiado lejos. ¡ No tiene derecho a hurgar en mis recuerdos !.
- ¡ Ya basta ! ? le grito -. ¿A que cojones has venido?.
Gabriel parece despertar de sus recuerdos. O está como una regadera o realmente su capacidad de concentración es bastante peculiar.
- Pues... se me ha ido de la cabeza ? el tipo parece hacer memoria -, ¿acaso uno no puede pasar simplemente a saludar y tener una charla sobre temas de hombres?.
Le dedico una mirada de escepticismo y él se golpea teatralmente la cabeza mientras exclama.
- ¡ Ya recuerdo !.
Tengo la certeza, de que sea lo que sea, lo que está a punto de decir, no va a gustarme ni un pelo.
- Lo cierto ? empieza el arcángel -, es que se supone que debería someterte a varias pruebas mas.
- ¡Joder! ? exclamo un tanto hastiado.
- Pero como por un lado, no me apetece demasiado y por otro, dentro de poco vas a estar de mierda hasta los ojos ? prosigue él -, voy a hacerte una oferta especial ? el tipo separa teatralmente los brazos - . ¡ Hoy estamos de rebajas !.
Si de algo me ha servido el estar encerrado con locos, es para saber cuando me encuentro frente a uno y este tipo, por muchas alas que tenga, es un firme candidato para el club de la camisa de fuerza.
- ¿No te alegras? ? pregunta entre sorprendido y decepcionado.
- Claro ? respondo -. Si tuviera unos zapatos con muelles, saltaría de alegría.
La expresión del tipo con alas, se endurece, lo cual suele ser mala señal, así que con un interés mas fingido que otra cosa, le pregunto:
- ¿Y en que consiste esa oferta?.
La expresión del arcángel se anima como si segundos antes, no pareciese estar pensando en hacer ganchillo con mis tripas.
- ¡ Cierto ! ? exclama muy animado -. ¡La oferta!. Pero antes, un poco de herética mitología.
- Joder.
Este puede ser mi jodido sueño. Pero tengo la sensación de ser un ratón con el que un enorme y sádico gato, se dedica a jugar antes de decidir si se lo come rápida o lentamente.
- ¿Te suena el mito de la hidra de lema?.
- ¡ No !.
- El bicho ese de muchas cabezas, al que si le cortabas una...
Entonces mi mente lo recuerda, era uno de los bichos que se cargaba Hércules en uno de sus doce trabajos.
- Lo recuerdo ? le corto -, Hércules lo destruyó arrojándolo al fuego, de forma que todas sus cabezas, se destruyeron de golpe.
El arcángel aplaude.
- ¡Carai!, no eres tan inculto después de todo.
- ¿A que viene eso ahora?.
- ¿Lo de inculto?.
- ¡No! ? por muy arcángel que sea, está empezando a desesperarme -. ¡ el bicho ¡.
- Ah sí ? responde de nuevo como si ya ni se acordase del asunto -. Es una metáfora. Diversos gobiernos, han eliminado ya varias veces al líder del culto. Pero este vuelve a resurgir en otro lugar... como las cabezas de la hidra de Lema.
- ¿Y bien? ? pregunto al no ver a donde nos conduce eso.
- Que tarde o temprano ? explica -, los líderes se verán con la mierda hasta los ojos y optaran por un solución similar.
- Sigo sin entender.
- Armas nucleares. Cuando todo parezca irse a la mierda, cuando el culto parezca haber ganado la partida, cosa que ocurrirá, los peces mas gordos, acariciaran la idea de meterse en sus agujeros y bombardear con armas nucleares.
- ¡Pero eso es una jodida locura!. Siempre quedará gente que se las apañará para sobrevivir de una forma u otra.
- ¿Crees que les importará?.
De repente, veo a donde quería llegar desde el principio.
- Mierda ? la revelación me sacude como un golpe físico -. Pero eso terminaría con... ¡joder!. Eso si sería el jodido fin del mundo.
- Y sin necesidad de hacer sonar ninguna jodida trompeta. Perdón por la palabrota. Así nunca llegaré a Metatrón.
Me dejo caer en un suelo lleno de sangre, moscas y carroña.
- Un momento ? digo sin dirigirme a nadie en particular -, esto es solo una pesadilla. Una jodida pesadilla.
- Técnicamente, estás en lo cierta ? dice Gabriel sin inmutarse lo mas mínimo por mi reacción -. Pero si crees que por eso no va a suceder, estás muy equivocado. De echo, mi función era evitarlo, pero claro, uno ya empieza a estar un poco harto de este numerito que os tenéis montado y pensaba dejar que sucediera ? el tipo sonríe antes de añadir -, pero lo cierto, es uno tiene que cumplir unos mínimos y al ver como ibas juntando las piezas... bueno, decidí que bien os merecéis una oportunidad.
Supongo que eso significa, que puede haber una forma de evitarlo.
- ¿En que consiste la oferta?.
El arcángel guarda ahora silencio durante unos interminables segundos, durante los que el zumbido de las moscas y el sonido de las mandíbulas desgarrando carne y huesos, es lo único que llena mis oídos.
- ¿Puede evitarse? ? vuelvo a preguntar.
- Hay una forma ? responde por fin -, hay varias piezas dispersas, si las unes todas, puedes conseguir joder al líder. Tú mismo eres una de esas piezas, la hematóloga es otra y aunque no lo sabes, os dirigís hacia otra mas.
- No lo entiendo. ¿Qué se supone que debemos hacer?.
- Aquí llega mi oferta ? el tipo, ahora que sabe que cuenta con toda mi atención, hace otra de esas jodidas pausas de presentador de concurso, que tanto odio -. Si llegáis todos a Disneyland Paris, os entregaré a la última pieza de este puzzle y os explicaré la manera.
- ¿A que te refieres con todos?.
- Pero para eso ? continua el arcángel ignorando mi pregunta -, será mejor que te despiertes antes de que llegue el chatarrero.
- ¿Pero como me despierto?.
Deseo despertar con todas mis fuerzas, pero la cosa no es tan fácil como debería.
Una hiena, se acerca gruñendo hacia mi, puedo sentir su pestilente aliento, pero para mi sorpresa, me propina un húmedo lengüetazo en la cara.
- ¡ Joder ¡.
?Y que lo digas?.
Aparto a Esparqui, que está lamiéndome la cara. El esquelético chucho se hace a un lado moviendo la cola. El sonido de lo que parece un gran vehículo a motor comienza a ganar intensidad.
El Camino de la Cabra II "De Perdidos al rio"
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Korvec
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Capítulo XXXII
?Dicen, que dios creó el mundo en solo seis días. Supongo, que eso explica porqué cometió tantos errores. Por suerte, mucho tiempo después, el hombre creó a la escopeta de dos cañones, para empezar a corregirlos?.
-- El Santi ?
Supongo, que lo normal en un caso como este, sería empezar a correr como una gallina descabezada. Pero mi cabeza aun está terminando de digerir mi última experiencia onírica, por lo que decido optar por lo básico: bostezar y rascarme el trasero.
?Suena como un trailer?.
Levanto las persianas y un gemido, me recuerda, que Nicolai está en la habitación. Me doy la vuelta y le encuentro amarrado tal y como le dejé, aunque con peor pinta que un yonki en una azucarera.
?Por lo menos está vivo. Aunque en ese estado, no creo que pueda conducir ni un carrito de la compra?.
Con una sábana, le seco esa pegajosa sustancia, mucho mas espesa que el sudor, que fluye de los poros de su cuerpo. Aunque la mañana dista mucho de ser fría, Nicolai tiembla violentamente.
?No tiene buena pinta, nada buena?.
Le desato la mordaza, teniendo especial cuidado en mantener mis manos alejadas de su boca.
- Duele ? dice con un hilo de voz -, no te imaginas cuanto.
- Hazme un favor ? le digo -, vigila que Chanquete no se escape. Yo tengo que ir a comprobar algo.
- ¡Desatameeeeeeeee !.
Si el sonido del camión, no ha despertado a los demás, apuesto a que ese grito lo habrá echo. Cojo a Esparqui por el collar y me lo llevo de la habitación, no sea que le de por intentar lamerle la cara también a Nicolai.
?¿Desde cuando te importa el pellejo del chucho??.
No es que me importe demasiado, pero por un lado, ?Anestesia? se llevaría una desilusión y por otro, eso podría restablecer las fuerzas de Nicolai, y eso, puede significar la diferencia entre tragar mierda a cucharadas o a carretadas.
Suelto a Esparqui en la cocina. El animal, se dedica inmediatamente, a administrar lametones en la cara de ?Anestesia?, quien haciendo honor a su mote, sigue ?anestesiado? sobre la mesa de la cocina.
- Aun es muy pronto ? consigue farfullar -, mientras acaricia distraídamente, la cabeza del can.
- Se acercan visitas ? le comento -, puede que sea ?el chatarrero?.
De alguna forma, mis palabras se cuelan en su embotado cerebro, haciendo sonar todas las señales de alarma. El joven se pone violentamente en pie con los ojos más abiertos que un personaje de dibujos animados nipón.
- ¿El chatarrero?.
- También puede que sea el repartidor de Tele Pizza . ¿Llamaste tú para pedir una?.
?¿No es demasiado temprano para bromas de ese tipo??.
Supongo que sí.
- Hazme un favor ? digo poniéndome serio -. Baja, despierta a Marta sin alarmarla demasiado y aseguraros de atrancar puertas y ventanas.
El joven asiente moviendo la cabeza arriba y abajo.
?Aun estais a tiempo de huir?.
- Y sobre todo ? añado -, no se os ocurra abrir las puertas del sótano o el garaje. Puede que no sean seguras.
?Si lo que se aproxima es un trailer, no podrá ir muy rápido por esta zona. Quizás seria mas prudente escapar?.
Sí, pero como tú ya sabes, tengo curiosidad.
?Podríais huir todos. Te vas a arrepentir de esta decisión?.
Tengo mucha práctica en eso.
Rebusco en mi pantalón, hasta dar con la pistola, con la que se suicidó el tipo, que ahora yace semi amortajado con unas mantas en el exterior de la casa. Es una Browning HP. Sacó su cargador y lo vació. Quedaban en su interior nueve cartuchos. Si la memoria no me falla, su capacidad eran trece.
?Cuatro disparos. Su mujer, sus dos hijos y él mismo?.
Eso es mucho suponer. Puede que el tipo no llevase el cargador lleno para que no sufra el muelle, o que disparase y fallase antes.
Vuelvo a introducir los cartuchos en el cargador, mientras regreso al cuarto en el que pasé la noche.
- Desátame ? suplica Nicolai -. ¡ No puedo soportarlo !.
?¿Es por él que no quieres huir mientras puedes hacerlo??.
- Si no te callas ? le advierto -, tendré que volver a amordazarte.
Levanto la persiana unos quince centímetros, rompo el cristal y asomo el cañón del G-36. Apunto en dirección al camino, por el que se aproxima lentamente el pesado vehículo y utilizo el visor del arma a modo de catalejo. Como esta habitación está orientada hacia el lado sur de la casa y el sol aun debe andar por el este, por el momento no hay peligro de que un destello en la mira, delate mi posición.
?Si los garrulos no pudieron con él. ¿Qué te hace pensar que tú sí??.
Ya les vi en acción. Lo más probable, es que la mitad se matasen entre sí.
Oigo gritos procedentes del piso inferior. Supongo que eso significa, que ?Anestesia? acaba de seguir más o menos mis instrucciones. El sonido del motor, suena cada vez mas cerca, pero sigo sin poder ver de lo que se trata. Una sonrisa cascada a mis espaldas, me hace apartar la vista del visor y mirar hacia el yaciente.
- Él te ha encontrado ? la expresión de su cara no me gusta un pelo cuando añade -, eso significa, que dentro de poco, tendrás que darme sangre y desatarme, suplicándome que salve vuestro culo.
?Puede que tenga mas razón de la que te atreves a imaginar. ¿De quien será la sangre esta vez?. ¿Se conformará con la del perro o preferirá a la niña??.
Mediante el visor del arma, vuelvo a centrar mi atención en el camino.
?¿O volverás a abrir tus propias venas para alimentar a ese monstruo??.
Mi concentración, vuelve a resentirse, cuando la puerta de la habitación, se abre violentamente.
- ¿A que coño estamos esperando? ? pregunta Marta -. ¡Tenemos que marcharnos!.
- Si nos ha encontrado aquí ? respondo sin retirar la vista del visor del arma -, nos encontrará en cualquier parte. Prefiero enfrentarme a él aquí y ahora, a plena luz del día y con una buena línea de tiro, a que me atrape en medio de una noche oscura.
- ¡ Idiota ! ? aúlla mas que grita Nicolai -. ¡ Las balas no le detendrán !.
?¿Y si resulta ser un vampiro??.
Lo dudo mucho. No creo que sean tan abundantes y de ser así, mas razón para atacarle bajo la luz del sol.
Marta sigue en silencio a mi espalda. Supongo que quiere decir algo, pero no se atreve o no sabe como hacerlo. Retiro una vez mas mi cara del visor, tomo la browning hp que antaño perteneció al suicida.
- Toma ? le digo ofreciendo el arma -, por si acaso.
- ¿Por si acaso que ? - responde pálida como la barriga de una rana -. ¿Por si acaso consigue entrar?.
- Solo por si acaso ? respondo mientras vuelvo a centrar mi atención en el camino.
- Dentro de poco me suplicareis ? se burla Nicolai.
La puerta se cierra a mi espalda y me quedo en la habitación a solas con el vampiro con síndrome de abstinencia.
?Aquí llega?.
En efecto, abanzando lentamente por el camino, veo un enorme camión, que arrastra tras de sí una extraña y enorme caja, a lo largo de la cual, puedo leer escrito con letras rojas ?CHATARRAS SANCHEZ?.
?Supongo que ese es el famoso chatarrero?.
Centro la mira del arma en la cabina, que para mi sorpresa, no solo está reforzada con varias piezas de metal, sino que tiene los cristales tintados. Ese engendro sobre ruedas, parece salido de una de aquellas apocalípticas películas italianas que alquilaba de niño en el videoclub de mi barrio.
Sobre la caja del camión, veo también, lo que parece un enorme altavoz, y un par de extrañas antenas, una de ellas, parece la miniatura del radar de un aeropuerto.
?Con eso debe captar hasta radio Andorra?.
El enorme trailer, continua avanzando lentamente y durante unos segundos, fantaseo con la posibilidad, de que pase de largo. Aunque si ha llegado hasta aquí?
?¿No te parece extraño que nos haya encontrado con tanta facilidad??.
Supongo que sí. Nos sigue el rastro de alguna forma. ¿Pero como?.
El trailer se detiene a unos escasos veinte metros del edificio que ocupamos. Respiro con suavidad, y contengo la respiración, mientras centro los elementos de puntería del visor, en la zona del oscuro cristal, donde supongo se sienta el conductor. Mi dedo presiona ligeramente sobre el disparador.
?¿Vas a disparar o no??.
El altavoz del camión, vomita un horroroso chirrido metálico y luego una distorsionada voz dice:
?niñaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa?.
Un penetrante grito femenino, me llega desde el piso inferior. Mi dedo aumenta la presión y un casquillo de bala, sale disparado hacia mi derecha. La bala se estrella contra el cristal tintado, pero este resiste el impacto.
?¡Ni siquiera parece haberse astillado!?.
Supongo que hubiera sido demasiado fácil. Bajo el visor del arma hacia el depósito de combustible, pero no me molesto en abrir fuego contra el, ya que se encuentra blindado con un par de planchas.
?Ahora sabemos porque es tan rematadamente lento el jodido camión?.
El altavoz vuelve a rechinar y la misma voz cavernosa y distorsionada dice esta vez:
?No estás solaaaa ? hace una pausa y añade ? excelenteeee?.
Bueno, de todos modos. ¿Qué puede hacer?. Si baja del trailer, le volaré su puta cabeza. Como no intente matarnos cantando por su puerco altavoz?
Por toda respuestas, llega a mis oídos un zumbido mecánico, seguido de algo parecido al de una gruesa persiana metálica. Una especie de gruesa persiana metálica corredera, se levanta en la caja del trailer, mientras esa especie de antena de radar en miniatura, comienza a girar en mi dirección.
?¡ Joder !?.
Unos grotescos seres metálicos, descienden lenta y torpemente de la caja.
?Son la versión 3.0 de infectadocop?.
Utilizo el visor de mi arma, para observar al primero en bajar. Se trata de un ser muy similar al que eliminé en la carretera, solo que este, parece tener aparte de blindaje, toda una colección de herramientas incorporadas. Una sierra radial, ubicada donde debería estar su mano derecha, comienza a girar furiosamente. A mi espalda, Nicolai se carcajea.
- ¿Atenderás ahora a razones? ? pregunta el vampiro -. ¿Vas a desatarme o no?.
- Callado estás igual de feo ? respondo sin apartar la vista de mi objetivo -. Pero me molestas mucho menos.
Disparo tres veces contra la cabeza de esa especie de bastardo cruce entre un Borj de Star Trek y la caja de herramientas de mi abuelo.
Ignorando por completo las balas, el ser llega hasta la puerta principal y comienza a utilizar la sierra, mientras los gritos de Marta y la criaja, resuenan procedentes del piso inferior. Otra media docena de seres similares, avanzan con paso lento hacia la entrada.
?Creo que este es un buen momento, para una retirada estratégica?.
Nicolai, sigue con sus gritos.
- ¡ Desátame!. ¡Vas a necesitar mi ayuda!.
El sonido de una especie de martillo neumático, se une al de la sierra radial.
?La puerta principal no aguantara mucho?.
?Dicen, que dios creó el mundo en solo seis días. Supongo, que eso explica porqué cometió tantos errores. Por suerte, mucho tiempo después, el hombre creó a la escopeta de dos cañones, para empezar a corregirlos?.
-- El Santi ?
Supongo, que lo normal en un caso como este, sería empezar a correr como una gallina descabezada. Pero mi cabeza aun está terminando de digerir mi última experiencia onírica, por lo que decido optar por lo básico: bostezar y rascarme el trasero.
?Suena como un trailer?.
Levanto las persianas y un gemido, me recuerda, que Nicolai está en la habitación. Me doy la vuelta y le encuentro amarrado tal y como le dejé, aunque con peor pinta que un yonki en una azucarera.
?Por lo menos está vivo. Aunque en ese estado, no creo que pueda conducir ni un carrito de la compra?.
Con una sábana, le seco esa pegajosa sustancia, mucho mas espesa que el sudor, que fluye de los poros de su cuerpo. Aunque la mañana dista mucho de ser fría, Nicolai tiembla violentamente.
?No tiene buena pinta, nada buena?.
Le desato la mordaza, teniendo especial cuidado en mantener mis manos alejadas de su boca.
- Duele ? dice con un hilo de voz -, no te imaginas cuanto.
- Hazme un favor ? le digo -, vigila que Chanquete no se escape. Yo tengo que ir a comprobar algo.
- ¡Desatameeeeeeeee !.
Si el sonido del camión, no ha despertado a los demás, apuesto a que ese grito lo habrá echo. Cojo a Esparqui por el collar y me lo llevo de la habitación, no sea que le de por intentar lamerle la cara también a Nicolai.
?¿Desde cuando te importa el pellejo del chucho??.
No es que me importe demasiado, pero por un lado, ?Anestesia? se llevaría una desilusión y por otro, eso podría restablecer las fuerzas de Nicolai, y eso, puede significar la diferencia entre tragar mierda a cucharadas o a carretadas.
Suelto a Esparqui en la cocina. El animal, se dedica inmediatamente, a administrar lametones en la cara de ?Anestesia?, quien haciendo honor a su mote, sigue ?anestesiado? sobre la mesa de la cocina.
- Aun es muy pronto ? consigue farfullar -, mientras acaricia distraídamente, la cabeza del can.
- Se acercan visitas ? le comento -, puede que sea ?el chatarrero?.
De alguna forma, mis palabras se cuelan en su embotado cerebro, haciendo sonar todas las señales de alarma. El joven se pone violentamente en pie con los ojos más abiertos que un personaje de dibujos animados nipón.
- ¿El chatarrero?.
- También puede que sea el repartidor de Tele Pizza . ¿Llamaste tú para pedir una?.
?¿No es demasiado temprano para bromas de ese tipo??.
Supongo que sí.
- Hazme un favor ? digo poniéndome serio -. Baja, despierta a Marta sin alarmarla demasiado y aseguraros de atrancar puertas y ventanas.
El joven asiente moviendo la cabeza arriba y abajo.
?Aun estais a tiempo de huir?.
- Y sobre todo ? añado -, no se os ocurra abrir las puertas del sótano o el garaje. Puede que no sean seguras.
?Si lo que se aproxima es un trailer, no podrá ir muy rápido por esta zona. Quizás seria mas prudente escapar?.
Sí, pero como tú ya sabes, tengo curiosidad.
?Podríais huir todos. Te vas a arrepentir de esta decisión?.
Tengo mucha práctica en eso.
Rebusco en mi pantalón, hasta dar con la pistola, con la que se suicidó el tipo, que ahora yace semi amortajado con unas mantas en el exterior de la casa. Es una Browning HP. Sacó su cargador y lo vació. Quedaban en su interior nueve cartuchos. Si la memoria no me falla, su capacidad eran trece.
?Cuatro disparos. Su mujer, sus dos hijos y él mismo?.
Eso es mucho suponer. Puede que el tipo no llevase el cargador lleno para que no sufra el muelle, o que disparase y fallase antes.
Vuelvo a introducir los cartuchos en el cargador, mientras regreso al cuarto en el que pasé la noche.
- Desátame ? suplica Nicolai -. ¡ No puedo soportarlo !.
?¿Es por él que no quieres huir mientras puedes hacerlo??.
- Si no te callas ? le advierto -, tendré que volver a amordazarte.
Levanto la persiana unos quince centímetros, rompo el cristal y asomo el cañón del G-36. Apunto en dirección al camino, por el que se aproxima lentamente el pesado vehículo y utilizo el visor del arma a modo de catalejo. Como esta habitación está orientada hacia el lado sur de la casa y el sol aun debe andar por el este, por el momento no hay peligro de que un destello en la mira, delate mi posición.
?Si los garrulos no pudieron con él. ¿Qué te hace pensar que tú sí??.
Ya les vi en acción. Lo más probable, es que la mitad se matasen entre sí.
Oigo gritos procedentes del piso inferior. Supongo que eso significa, que ?Anestesia? acaba de seguir más o menos mis instrucciones. El sonido del motor, suena cada vez mas cerca, pero sigo sin poder ver de lo que se trata. Una sonrisa cascada a mis espaldas, me hace apartar la vista del visor y mirar hacia el yaciente.
- Él te ha encontrado ? la expresión de su cara no me gusta un pelo cuando añade -, eso significa, que dentro de poco, tendrás que darme sangre y desatarme, suplicándome que salve vuestro culo.
?Puede que tenga mas razón de la que te atreves a imaginar. ¿De quien será la sangre esta vez?. ¿Se conformará con la del perro o preferirá a la niña??.
Mediante el visor del arma, vuelvo a centrar mi atención en el camino.
?¿O volverás a abrir tus propias venas para alimentar a ese monstruo??.
Mi concentración, vuelve a resentirse, cuando la puerta de la habitación, se abre violentamente.
- ¿A que coño estamos esperando? ? pregunta Marta -. ¡Tenemos que marcharnos!.
- Si nos ha encontrado aquí ? respondo sin retirar la vista del visor del arma -, nos encontrará en cualquier parte. Prefiero enfrentarme a él aquí y ahora, a plena luz del día y con una buena línea de tiro, a que me atrape en medio de una noche oscura.
- ¡ Idiota ! ? aúlla mas que grita Nicolai -. ¡ Las balas no le detendrán !.
?¿Y si resulta ser un vampiro??.
Lo dudo mucho. No creo que sean tan abundantes y de ser así, mas razón para atacarle bajo la luz del sol.
Marta sigue en silencio a mi espalda. Supongo que quiere decir algo, pero no se atreve o no sabe como hacerlo. Retiro una vez mas mi cara del visor, tomo la browning hp que antaño perteneció al suicida.
- Toma ? le digo ofreciendo el arma -, por si acaso.
- ¿Por si acaso que ? - responde pálida como la barriga de una rana -. ¿Por si acaso consigue entrar?.
- Solo por si acaso ? respondo mientras vuelvo a centrar mi atención en el camino.
- Dentro de poco me suplicareis ? se burla Nicolai.
La puerta se cierra a mi espalda y me quedo en la habitación a solas con el vampiro con síndrome de abstinencia.
?Aquí llega?.
En efecto, abanzando lentamente por el camino, veo un enorme camión, que arrastra tras de sí una extraña y enorme caja, a lo largo de la cual, puedo leer escrito con letras rojas ?CHATARRAS SANCHEZ?.
?Supongo que ese es el famoso chatarrero?.
Centro la mira del arma en la cabina, que para mi sorpresa, no solo está reforzada con varias piezas de metal, sino que tiene los cristales tintados. Ese engendro sobre ruedas, parece salido de una de aquellas apocalípticas películas italianas que alquilaba de niño en el videoclub de mi barrio.
Sobre la caja del camión, veo también, lo que parece un enorme altavoz, y un par de extrañas antenas, una de ellas, parece la miniatura del radar de un aeropuerto.
?Con eso debe captar hasta radio Andorra?.
El enorme trailer, continua avanzando lentamente y durante unos segundos, fantaseo con la posibilidad, de que pase de largo. Aunque si ha llegado hasta aquí?
?¿No te parece extraño que nos haya encontrado con tanta facilidad??.
Supongo que sí. Nos sigue el rastro de alguna forma. ¿Pero como?.
El trailer se detiene a unos escasos veinte metros del edificio que ocupamos. Respiro con suavidad, y contengo la respiración, mientras centro los elementos de puntería del visor, en la zona del oscuro cristal, donde supongo se sienta el conductor. Mi dedo presiona ligeramente sobre el disparador.
?¿Vas a disparar o no??.
El altavoz del camión, vomita un horroroso chirrido metálico y luego una distorsionada voz dice:
?niñaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa?.
Un penetrante grito femenino, me llega desde el piso inferior. Mi dedo aumenta la presión y un casquillo de bala, sale disparado hacia mi derecha. La bala se estrella contra el cristal tintado, pero este resiste el impacto.
?¡Ni siquiera parece haberse astillado!?.
Supongo que hubiera sido demasiado fácil. Bajo el visor del arma hacia el depósito de combustible, pero no me molesto en abrir fuego contra el, ya que se encuentra blindado con un par de planchas.
?Ahora sabemos porque es tan rematadamente lento el jodido camión?.
El altavoz vuelve a rechinar y la misma voz cavernosa y distorsionada dice esta vez:
?No estás solaaaa ? hace una pausa y añade ? excelenteeee?.
Bueno, de todos modos. ¿Qué puede hacer?. Si baja del trailer, le volaré su puta cabeza. Como no intente matarnos cantando por su puerco altavoz?
Por toda respuestas, llega a mis oídos un zumbido mecánico, seguido de algo parecido al de una gruesa persiana metálica. Una especie de gruesa persiana metálica corredera, se levanta en la caja del trailer, mientras esa especie de antena de radar en miniatura, comienza a girar en mi dirección.
?¡ Joder !?.
Unos grotescos seres metálicos, descienden lenta y torpemente de la caja.
?Son la versión 3.0 de infectadocop?.
Utilizo el visor de mi arma, para observar al primero en bajar. Se trata de un ser muy similar al que eliminé en la carretera, solo que este, parece tener aparte de blindaje, toda una colección de herramientas incorporadas. Una sierra radial, ubicada donde debería estar su mano derecha, comienza a girar furiosamente. A mi espalda, Nicolai se carcajea.
- ¿Atenderás ahora a razones? ? pregunta el vampiro -. ¿Vas a desatarme o no?.
- Callado estás igual de feo ? respondo sin apartar la vista de mi objetivo -. Pero me molestas mucho menos.
Disparo tres veces contra la cabeza de esa especie de bastardo cruce entre un Borj de Star Trek y la caja de herramientas de mi abuelo.
Ignorando por completo las balas, el ser llega hasta la puerta principal y comienza a utilizar la sierra, mientras los gritos de Marta y la criaja, resuenan procedentes del piso inferior. Otra media docena de seres similares, avanzan con paso lento hacia la entrada.
?Creo que este es un buen momento, para una retirada estratégica?.
Nicolai, sigue con sus gritos.
- ¡ Desátame!. ¡Vas a necesitar mi ayuda!.
El sonido de una especie de martillo neumático, se une al de la sierra radial.
?La puerta principal no aguantara mucho?.
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
-
Korvec
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Capítulo XXXIII
?La única diferencia entre llamarlo una retirada táctica o una huida a la descarajotada, se encuentra en el ego del derrotado ?
--Uno de tantos soldados sin nombre--
Una vez, conocí a un tipo que decía que la vida se veía de modo mas simple, a través de la mira de un arma. Personalmente, nunca he pensado que tuviese razón, pero si es cierto, que en medio del caos reinante, estoy viendo claras unas cuantas cosas. Por un lado, está claro que el tal ?Chatarrero?, se dedica a capturar personas, blindarlas, equiparlas con todo tipo de herramientas y luego les infecta con esa especie de super rabia que parece de alguna forma, ser el centro de este gran embrollo en el que se ha convertido últimamente el planeta. Está claro, que el infectado blindado que me encontré en la carretera, era algún pobre desgraciado que consiguió huir durante algún momento temprano del proceso. El tipo estaba infectado, pero carecía de ?herramientas de cocina? y supongo, que del elemento de control que utilice para manejar el cotarro.
?Yo aun diría mas, está mas que claro, que la niña debe tener algún tipo de localizador implantado y descartando que utilice algún tipo de control mental, lo mas probable, es que esa especie de antena de radar, que apunta hacia nosotros, tenga que ver con el procedimiento para controlar el cotarro?.
Los gritos procedentes del piso inferior, me indican que no queda mucho tiempo. Apunto el fusil de asalto contra la antena situada en la cabina y disparo media docena de veces contra ella. Los dos primeros impactos, solo producen alguna que otra chispa, pero los últimos tres disparos, impactan en su base, y el aparato es casi arrancado de cuajo.
?¡Bingo!?.
Se produce una pequeña conmoción en el grupo de asaltantes. Pero esta no dura y mientras tres de ellos, se lanzan contra el trailer de ?El Chatarrero?, el resto se decantan por la casa.
?Eso elimina su control, pero siguen queriendo hacerte trizas?.
Por lo menos, el tal ?Chatarrero? probará algo de su propia medicina.
El altavoz vuelve a rechinar. La conocida e inquietante voz del tipo que se encuentra en la caja del camión, parece más divertida que enojada cuando dice:
?Muy interesante ? hace una ligera pausa llena de chirridos, antes de añadir -."Nos volveremos a encontrar?.
El trailer a pesar de ser atacado simultáneamente por una especie de pequeña bola de demolición, por una sierra radial y por un enorme taladro, no parece resentirse demasiado. Quizás de prolongarse le ataque, el trío hubiese logrado hacer mella en su blindaje, pero a los pocos segundos, el motor del camión vuelve a ponerse en marcha, mientras a los tres atacantes, parece estallarles la cabeza.
?El tipo no es tonto. Debe haber instalado algún tipo de mecanismo de seguridad para estos casos?.
Por desgracia, ese mecanismo parece ser selectivo, ya que no ha afectado en lo mas mínimo, a la horda que pretende acceder al interior de la vivienda y aunque el trailer del chatarrero, emprende la marcha alejándose lentamente del lugar, nos ha dejado bastante mal acompañados. Una risa a mis espaldas, parece alegrarse de la situación.
- Vas a tener que desatarme ? se alegra el vampiro -. ¡ Lo sabes muy bien!.
Los gritos en el piso inferior se incrementan y empiezo a oír disparos de pistola. Si no han entrado ya, deben estar a punto de hacerlo.
?Esto no pinta bien?.
- Tengo una noticia que te gustará ? digo a Nicolai mientras me acerco a la cama ? y otra que no.
El joven y sudoroso vampiro sonríe mostrando triunfalmente su dentadura.
?No creo que sea buena idea desatarle?.
- La buena ? prosigo -, es que voy a desatarte.
Propino un rápido y contundente puñetazo a la cara del debilitado y sorprendido
- La mala ? digo mientras desato el cuerpo inconsciente -, es que vas a perderte la fiesta.
?Has esperado demasiado para huir?.
Primero. Esto no es una huida, es una retirada táctica y segundo, el que ha huido con el rabo entre las piernas, ha sido ?el chatarrero?.
Amarro lo mejor que puedo, los brazos del tipo inconsciente a sus espaldas y luego, le amordazo con ropa de cama. Con un impulso me lo cargo al hombro, como si fuese un saco de patatas. Los gritos lloros y maldiciones, suben de volumen cuando llego hasta la escalera de bajada.
?Anestesia? y Marta, han improvisado un parapeto de muebles, tratando de reforzar lo que queda de la puerta y sus alrededores, pero no aguantará mucho mas. Al verme, Marta me grita:
- ¡ No me queda munición!.
?Podría ser peor. Al menos, no se ha disparado en un pie?.
La blindada cabeza de uno de los infectados, asoma por el hueco entre una especie de mesita y un sofá, exhibiendo su dentadura, cuando paso junto a la barricada.
?Estos infectados, si que saben como abrirse camino en la vida?.
Dejo a Nicolai en el suelo (ya que hasta el último sofá se encuentra formando parte de la barricada), avanzo un paso, introduzco el cañón del G-36 por la abierta boca del infectado y disparo. La bala rebota por el interior de su blindado cráneo, hasta que queda alojada en alguna parte, supongo que en su cerebro.
?Eso es peligroso. La próxima vez, la bala puede salir rebotada por la boca o por un ojo?.
- Será mejor que nos marchemos ? anuncio sin dirigirme a nadie en concreto -, la cosa no pinta bien.
?Ni la cosa ni la casa?.
Aunque nadie dice nada, tanto ?Anestesia? como la hematologa, me miran con reproche. Supongo que no hace falta ser un genio, para saber que están pensando que debimos marcharnos mientras pudimos.
?No son ellos los únicos que lo piensan?.
Bueno, tampoco hay para tanto.
- ¿Dónde ocultasteis el todo terreno? ? pregunto a ?Anestesia?.
- A unos cincuenta metros camino arriba.
- Bien ? digo aparentando calma -, Marta, coge a la mocosa, ?Anestesia??
- ¡Yo cogeré a Esparqui! ? me interrumpe él agarrando al asustado chucho por el collar -, no te preocupes por nosotros.
?Este puede ser un buen momento para deshacerse del vampiro?.
La barricada termina de venirse abajo y un tipo que parece un cruce entre una lata de carne, una ferretería de saldo y uno de los Village People, avanza con un martillo neumático por delante.
- ¡ Mierda ! ? grito -, ¡ atrás, atrás !.
Levanto el G-36, pero con un movimiento sorprendentemente rápido para un ser aparentemente tan pesado, el martillo neumático golpea la parte frontal del arma desequilibrándome y cargándose el fusil de asalto. Caigo al suelo de culo, mientras el martillo neumático, se engancha en la tapicería de un butacón y se detiene.
?Debe funcionar con algún tipo de batería, de baja autonomía?.
Oigo a mi espalda los precipitados pasos de mis compañeros alejándose por el pasillo. tiro a un lado los restos del arma y camino de espaldas, mientras veo irrumpir a ?Infectaduardo manos taladro? seguido por ?bolas de hierro?.
?Hora de salir por patas?.
Antes de que termine de reunirse esa cuchipanda, ruedo por el suelo y llego hasta Nicolai, que se ha despertado y mueve desesperadamente la cabeza intentando farfullar algo a través de la mordaza.
- Me alegro de que estés despierto ? le digo -, porque vamos a tener que correr.
El joven farfulla algo que no llego a comprender, pero al ver el percal que viene a por nosotros, opta por seguirme lo más rápido posible hasta el fondo del pasillo, donde ?Anestesia? está terminando de subir una persiana.
Marta, agarra por las solapas a la niña y la saca al exterior, antes de seguirla ella misma. El tipo del martillo neumático seguido por su infernal panda, no caminan con demasiada rapidez, pero son implacables, como una especie de primos feos y sifilíticos de Robocop. ?Anestesia? saca a Esparqui fuera, antes de salir. El tipo del martillo neumático, ya solo está a un par de metros, así que agarro a Nicolai del cogote y lo tiro de cabeza como si fuera un saco a través de la ventana, antes de lanzarme yo mismo, de cabeza por la ventana.
Aterrizo dolorosamente en el suelo del exterior, pero por lo menos estoy de una pieza. Miro a mi alrededor y veo a excepción de Nicolai, que no para de intentar farfullar algo a través de su mordaza, el resto ya están corriendo en dirección al cuatro por cuatro.
?Debiste aterrizar de cabeza, probablemente sea la parte de tu anatomía, que menos utilizas?.
Me pongo en pie y ayudo a levantarse al vampiro, que ahora bajo la luz del sol, tiene aun peor aspecto si cabe que antes. ?Nico? sigue intentando farfullar algo a través de la mordaza, pero no tengo tiempo para chorradas, así que le empujo en la dirección que corren los otros, mientras oigo como ?el infeccioso equipo de demolición?, se afana en echar abajo la pared para seguirnos. Una pequeña columna de humo, se alza frente a nosotros.
?¿Crees que puede tratarse de lo que creo que puede ser??.
Espero que no. Pero en el fondo, empiezo a temerme lo peor. De forma, que cuando sudorosos y agotados, llegamos hasta los ardientes restos del vehículo, no puedo decir que me sorprenda.
- ¿Qué es lo que vamos a hacer ahora? ? pregunta Marta mas cabreada que una avispa en verano.
- ¿Cómo rayos lo encontró? ? pregunta ?Anestesia? sin dirigirse a nadie en particular -, lo escondimos bien.
- Puede que entre todos los trastos de la cabina ? aventuro -, tuviese un detector de metales o algo similar. Supongo, que no quiere que vayamos muy lejos.
Nicolai parece a punto de asfixiarse en su intento de decir algo, así que con cierta cautela, le libero de la mordaza.
- ¡Os habéis olvidado a Chanquete desgraciados !.
- ¡Joder!.
?¿Y para que cojones necesitamos esa puta cabeza ??.
- De todos modos tenemos que volver ? anuncio.
Marta, ?Anestesia? y Esparqui, me miran como si fuese una persona cuerda que acabase de perder la chaveta. La criaja, se limita a llorar aterrorizada.
- En el garaje puede que encontremos algún vehículo ? explico.
?Sí, aparte de nuevas aventuras?.
El sonido de los infectados mecanizados, se aproxima. Parece que tendremos que usar el cerebro, si queremos recuperar la cabeza.
?La única diferencia entre llamarlo una retirada táctica o una huida a la descarajotada, se encuentra en el ego del derrotado ?
--Uno de tantos soldados sin nombre--
Una vez, conocí a un tipo que decía que la vida se veía de modo mas simple, a través de la mira de un arma. Personalmente, nunca he pensado que tuviese razón, pero si es cierto, que en medio del caos reinante, estoy viendo claras unas cuantas cosas. Por un lado, está claro que el tal ?Chatarrero?, se dedica a capturar personas, blindarlas, equiparlas con todo tipo de herramientas y luego les infecta con esa especie de super rabia que parece de alguna forma, ser el centro de este gran embrollo en el que se ha convertido últimamente el planeta. Está claro, que el infectado blindado que me encontré en la carretera, era algún pobre desgraciado que consiguió huir durante algún momento temprano del proceso. El tipo estaba infectado, pero carecía de ?herramientas de cocina? y supongo, que del elemento de control que utilice para manejar el cotarro.
?Yo aun diría mas, está mas que claro, que la niña debe tener algún tipo de localizador implantado y descartando que utilice algún tipo de control mental, lo mas probable, es que esa especie de antena de radar, que apunta hacia nosotros, tenga que ver con el procedimiento para controlar el cotarro?.
Los gritos procedentes del piso inferior, me indican que no queda mucho tiempo. Apunto el fusil de asalto contra la antena situada en la cabina y disparo media docena de veces contra ella. Los dos primeros impactos, solo producen alguna que otra chispa, pero los últimos tres disparos, impactan en su base, y el aparato es casi arrancado de cuajo.
?¡Bingo!?.
Se produce una pequeña conmoción en el grupo de asaltantes. Pero esta no dura y mientras tres de ellos, se lanzan contra el trailer de ?El Chatarrero?, el resto se decantan por la casa.
?Eso elimina su control, pero siguen queriendo hacerte trizas?.
Por lo menos, el tal ?Chatarrero? probará algo de su propia medicina.
El altavoz vuelve a rechinar. La conocida e inquietante voz del tipo que se encuentra en la caja del camión, parece más divertida que enojada cuando dice:
?Muy interesante ? hace una ligera pausa llena de chirridos, antes de añadir -."Nos volveremos a encontrar?.
El trailer a pesar de ser atacado simultáneamente por una especie de pequeña bola de demolición, por una sierra radial y por un enorme taladro, no parece resentirse demasiado. Quizás de prolongarse le ataque, el trío hubiese logrado hacer mella en su blindaje, pero a los pocos segundos, el motor del camión vuelve a ponerse en marcha, mientras a los tres atacantes, parece estallarles la cabeza.
?El tipo no es tonto. Debe haber instalado algún tipo de mecanismo de seguridad para estos casos?.
Por desgracia, ese mecanismo parece ser selectivo, ya que no ha afectado en lo mas mínimo, a la horda que pretende acceder al interior de la vivienda y aunque el trailer del chatarrero, emprende la marcha alejándose lentamente del lugar, nos ha dejado bastante mal acompañados. Una risa a mis espaldas, parece alegrarse de la situación.
- Vas a tener que desatarme ? se alegra el vampiro -. ¡ Lo sabes muy bien!.
Los gritos en el piso inferior se incrementan y empiezo a oír disparos de pistola. Si no han entrado ya, deben estar a punto de hacerlo.
?Esto no pinta bien?.
- Tengo una noticia que te gustará ? digo a Nicolai mientras me acerco a la cama ? y otra que no.
El joven y sudoroso vampiro sonríe mostrando triunfalmente su dentadura.
?No creo que sea buena idea desatarle?.
- La buena ? prosigo -, es que voy a desatarte.
Propino un rápido y contundente puñetazo a la cara del debilitado y sorprendido
- La mala ? digo mientras desato el cuerpo inconsciente -, es que vas a perderte la fiesta.
?Has esperado demasiado para huir?.
Primero. Esto no es una huida, es una retirada táctica y segundo, el que ha huido con el rabo entre las piernas, ha sido ?el chatarrero?.
Amarro lo mejor que puedo, los brazos del tipo inconsciente a sus espaldas y luego, le amordazo con ropa de cama. Con un impulso me lo cargo al hombro, como si fuese un saco de patatas. Los gritos lloros y maldiciones, suben de volumen cuando llego hasta la escalera de bajada.
?Anestesia? y Marta, han improvisado un parapeto de muebles, tratando de reforzar lo que queda de la puerta y sus alrededores, pero no aguantará mucho mas. Al verme, Marta me grita:
- ¡ No me queda munición!.
?Podría ser peor. Al menos, no se ha disparado en un pie?.
La blindada cabeza de uno de los infectados, asoma por el hueco entre una especie de mesita y un sofá, exhibiendo su dentadura, cuando paso junto a la barricada.
?Estos infectados, si que saben como abrirse camino en la vida?.
Dejo a Nicolai en el suelo (ya que hasta el último sofá se encuentra formando parte de la barricada), avanzo un paso, introduzco el cañón del G-36 por la abierta boca del infectado y disparo. La bala rebota por el interior de su blindado cráneo, hasta que queda alojada en alguna parte, supongo que en su cerebro.
?Eso es peligroso. La próxima vez, la bala puede salir rebotada por la boca o por un ojo?.
- Será mejor que nos marchemos ? anuncio sin dirigirme a nadie en concreto -, la cosa no pinta bien.
?Ni la cosa ni la casa?.
Aunque nadie dice nada, tanto ?Anestesia? como la hematologa, me miran con reproche. Supongo que no hace falta ser un genio, para saber que están pensando que debimos marcharnos mientras pudimos.
?No son ellos los únicos que lo piensan?.
Bueno, tampoco hay para tanto.
- ¿Dónde ocultasteis el todo terreno? ? pregunto a ?Anestesia?.
- A unos cincuenta metros camino arriba.
- Bien ? digo aparentando calma -, Marta, coge a la mocosa, ?Anestesia??
- ¡Yo cogeré a Esparqui! ? me interrumpe él agarrando al asustado chucho por el collar -, no te preocupes por nosotros.
?Este puede ser un buen momento para deshacerse del vampiro?.
La barricada termina de venirse abajo y un tipo que parece un cruce entre una lata de carne, una ferretería de saldo y uno de los Village People, avanza con un martillo neumático por delante.
- ¡ Mierda ! ? grito -, ¡ atrás, atrás !.
Levanto el G-36, pero con un movimiento sorprendentemente rápido para un ser aparentemente tan pesado, el martillo neumático golpea la parte frontal del arma desequilibrándome y cargándose el fusil de asalto. Caigo al suelo de culo, mientras el martillo neumático, se engancha en la tapicería de un butacón y se detiene.
?Debe funcionar con algún tipo de batería, de baja autonomía?.
Oigo a mi espalda los precipitados pasos de mis compañeros alejándose por el pasillo. tiro a un lado los restos del arma y camino de espaldas, mientras veo irrumpir a ?Infectaduardo manos taladro? seguido por ?bolas de hierro?.
?Hora de salir por patas?.
Antes de que termine de reunirse esa cuchipanda, ruedo por el suelo y llego hasta Nicolai, que se ha despertado y mueve desesperadamente la cabeza intentando farfullar algo a través de la mordaza.
- Me alegro de que estés despierto ? le digo -, porque vamos a tener que correr.
El joven farfulla algo que no llego a comprender, pero al ver el percal que viene a por nosotros, opta por seguirme lo más rápido posible hasta el fondo del pasillo, donde ?Anestesia? está terminando de subir una persiana.
Marta, agarra por las solapas a la niña y la saca al exterior, antes de seguirla ella misma. El tipo del martillo neumático seguido por su infernal panda, no caminan con demasiada rapidez, pero son implacables, como una especie de primos feos y sifilíticos de Robocop. ?Anestesia? saca a Esparqui fuera, antes de salir. El tipo del martillo neumático, ya solo está a un par de metros, así que agarro a Nicolai del cogote y lo tiro de cabeza como si fuera un saco a través de la ventana, antes de lanzarme yo mismo, de cabeza por la ventana.
Aterrizo dolorosamente en el suelo del exterior, pero por lo menos estoy de una pieza. Miro a mi alrededor y veo a excepción de Nicolai, que no para de intentar farfullar algo a través de su mordaza, el resto ya están corriendo en dirección al cuatro por cuatro.
?Debiste aterrizar de cabeza, probablemente sea la parte de tu anatomía, que menos utilizas?.
Me pongo en pie y ayudo a levantarse al vampiro, que ahora bajo la luz del sol, tiene aun peor aspecto si cabe que antes. ?Nico? sigue intentando farfullar algo a través de la mordaza, pero no tengo tiempo para chorradas, así que le empujo en la dirección que corren los otros, mientras oigo como ?el infeccioso equipo de demolición?, se afana en echar abajo la pared para seguirnos. Una pequeña columna de humo, se alza frente a nosotros.
?¿Crees que puede tratarse de lo que creo que puede ser??.
Espero que no. Pero en el fondo, empiezo a temerme lo peor. De forma, que cuando sudorosos y agotados, llegamos hasta los ardientes restos del vehículo, no puedo decir que me sorprenda.
- ¿Qué es lo que vamos a hacer ahora? ? pregunta Marta mas cabreada que una avispa en verano.
- ¿Cómo rayos lo encontró? ? pregunta ?Anestesia? sin dirigirse a nadie en particular -, lo escondimos bien.
- Puede que entre todos los trastos de la cabina ? aventuro -, tuviese un detector de metales o algo similar. Supongo, que no quiere que vayamos muy lejos.
Nicolai parece a punto de asfixiarse en su intento de decir algo, así que con cierta cautela, le libero de la mordaza.
- ¡Os habéis olvidado a Chanquete desgraciados !.
- ¡Joder!.
?¿Y para que cojones necesitamos esa puta cabeza ??.
- De todos modos tenemos que volver ? anuncio.
Marta, ?Anestesia? y Esparqui, me miran como si fuese una persona cuerda que acabase de perder la chaveta. La criaja, se limita a llorar aterrorizada.
- En el garaje puede que encontremos algún vehículo ? explico.
?Sí, aparte de nuevas aventuras?.
El sonido de los infectados mecanizados, se aproxima. Parece que tendremos que usar el cerebro, si queremos recuperar la cabeza.
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
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Bueno un poco mas tarde de lo previsto (me ha costado un poco arrancar después de una semana sin dar un palo al agua 
) aquí llega el siguiente capítulo.
Capítulo XXXIV
?Ningún plan sobrevive al contacto con el enemigo ?.
--General Moltke--
El vehículo es consumido por las llamas, degradándome de pasajero a peatón. Siendo sincero, nunca me han gustado nada los coches. De echo, aborrezco conducirlos, pero eso no mitiga la sensación de pérdida. Me permito fijar mi mirada en ese hipnótico fuego que consume entre otras cosas, mapas y latas de coca-cola.
?Habrán mas mapas y mas coca-colas?.
Lo sé. Aparto la vista de las llamas y me centro en la siguiente tarea. Tengo que recuperar a Chanquete y doy por hecho, que en el garaje debe de haber algún vehículo. Supongo, que rebuscando un poco, puedo dar con las llaves. Lo malo, es que ?los engendros del doctor mecano?, pueden ponerme las cosas difíciles.
?No es tan complicado, son lentos y estúpidos. Solo tienes que alejarles de la casa?.
Cierto. Sobre el papel, bastaría el mas sencillo de los planes, para salir exitoso de esta situación. Pero por lo general, ningún plan, por perfecto que sea, que incluya a dementes, mujeres con el periodo y chuchos, sobrevive al contacto con muertos vivientes o infectados.
?No seas pesimista antes de empezar?.
Supongo que el cabrón paranoico tiene razón. Así que, mientras el metálico estruendo de los infectados, se aproxima lenta pero implacablemente, paso revista visual, a ?las tropas? disponibles para esta misión. Nicolai, que anda tendido por el suelo a la sombra de unos arbustos, parece un cruce entre un yonki y un pollo embasado. Aunque insiste en que le desatemos, me fío tanto de él, como de un condón de ganchillo. A su derecha, mirándole con una mezcla de asco y fascinación, se encuentra Marta. Normalmente, seria alguien a tener en cuenta, pero a su izquierda, se encuentra la pequeña y repelente Sonia. La mirada que me lanza la niña, es similar a la que un camionero, dedicaría a una avispa a través de su parabrisas. La cría, será un estorbo y la doctora, no la dejará sola, eso, por no mencionar el echo, de que después del discutible éxito de mis últimas decisiones, es probable que haya perdido confianza en mis dotes de liderazgo.
?Eso, suponiendo que haya confiado en ellas en algún momento?.
Mirándome con la lengua fuera y cara de hambre, Esparqui parece dispuesto a comerse el mundo o un chuletón de kilo. Lo malo, es que se trata de un jodido chucho, por lo que tendrá que actuar en comandita con ?Anestesia?. El joven, ya ha probado sobradamente tanto su valía como su infinita capacidad para abstraerse a la realidad. ?Anestesia?, mira embobado las llamas que devoran nuestro vehículo, sujetando la pistola que le entregué con una mano y acariciando la cabeza del perro con la otra.
?Puede que sea tan tonto que ni haya sido capaz de disparar?.
Como merece la pena comprobarlo, pregunto:
- ¿Te queda munición?.
?Anestesia? parece despertar de un trance, al darse cuenta, de que aun empuña el arma.
- Sí ? responde con convicción -, apenas disparé un par de veces. No llegué a tener un blanco claro.
- Querrás decir, porque no sabias quitar el seguro ? interviene Marta visiblemente cabreada -. ¡ Jodido gilipollas!.
?Lo suponía?.
- ¡Un descuido lo tiene cualquiera! ? se defiende el joven.
- Por no mencionar ? continua la furibunda hematóloga -, el echo de que estabas mas preocupado por que no se te escapase ese saco de pulgas ? el dedo de la doctora, señala a Esparqui -, que en ayudarme a contenerlos.
- Va a volver ? dice la pequeña Sonia con su irritante tono de voz -, volverá y os lo hará pagar.
?Te recuerdo que esa pequeña bastarda debe de tener algún tipo de trasmisor por alguna parte?.
¡ Mierda !. Los problemas se acumulan mientras el tiempo se acaba. Como los ?robobastardos?, empiezan a sonar peligrosamente cerca, empiezo a poner en marcha mi plan.
- Nos dividiremos en tres equipos ? digo mientras miro tomo como quien no quiere la cosa, la pistola de manos de ?Anestesia? -, uno se encargará de atraer a esas monstruosidades lejos de la casa.
- Yo me quedaré aquí ? me corta Marta ? cuidando de los incapacitados y los niños.
?No tiene ni un pelo de tonta?.
- Puedo ser de utilidad ? consigue farfullar un pálido y sudoroso Nicolai, que no parece ser capaz ni de sostenérsela para mear -, debo ir a por ?Chanqui?.
?Si pero ¿antes o después de lanzarse sobre tu garganta??.
- Tú ? digo señalando al vampiro -, te quedas aquí protegiendo a las mujeres y los niños.
La cara de Nicolai se ilumina de un modo, que deja a las claras que está pensando en merendárselas a la mínima ocasión.
- Por supuesto ? responde aparentemente encantado con la idea -, en cuanto me desatéis?
- Tendrás que protegerlas de ti mismo ? le corto -, así que te quedas donde y como estás.
- Nosotros entretendremos a los monstruos ? se ofrece ?Anestesia? visiblemente motivado -. ¿Verdad Esparqui?.
El chucho se limita a rascarse con unos movimientos que traen a mi mente el recuerdo del malogrado ?Follacamas?.
?Perfecto, eso nos convierte a nosotros en el equipo de búsqueda y recuperación?.
- ¡ Un momento ! ? interrumpe nuevamente Marta -. ¿Tú sabes conducir?.
?Buena pregunta?.
Técnicamente, sé conducir. Aunque hace mas de doce años desde la última vez que lo hice y no me hace la menor gracia, aun recuerdo que el pedal de en medio es el del freno, izquierda el embrague y que para meter la primera marcha, hay que hacer una letra ?L? hacia delante.
- Lo suficiente como para traerlo hacia aquí ? respondo ligeramente molesto -, no me gusta conducir, pero aun recuerdo como se hace.
La doctora me mira con manifiesta desconfianza, luego en un rápido movimiento, me coge la pistola que yo acababa de rescatar de las manos de ?Anestesia?.
- ¿Pero que cojones ? ? exclamo entre asustado y sorprendido.
- ¿No pensarias dejarnos aquí solas e indefensas? ? responde la doctora con un tono de voz frio como el hielo -. Después de todo, tú no necesitas eso, solo vas a entrar en la casa y traer un coche mientras ese para les alejan.
?Aprende rápido?.
Demasiado para mi gusto.
?Recuerda que puede que en el garaje, encontremos a lo que quede de la familia del suicida?.
Lo recuerdo. Pero Marta se ha apropiado del arma con una expresión que parece querer decir: ?solo me la quitarás de mi mano muerta?.
- Supongo que es lo que hay ? digo mas para mi y el cabrón paranoico que para los demás -. Pero hay algo que quiero que hagas mientras estamos ausentes.
La doctora me mira enarcando las cejas con una mas que generosa dosis de escepticismo.
- De nada nos servirá conseguir otro vehículo si ese psicópata sobre ruedas vuelve a encontrarnos ? explico a toda prisa -, creo que ella ? señalo hacia Sonia -, lleva un transmisor en alguna parte que le guía hacia nosotros. Quiero que intentes encontrarlo.
Mientras ?Anestesia? y Esparqui, se marchan haciendo todo el ruido posible para atraer a nuestros perseguidores, la niña que ha oído toda la conversación, se pone a gritar como la histérica que no la toquemos.
?¡Ponte en marcha!. A estas alturas, ese chatacharcutero, ya debe de estar reparando la antena. No creo que quieras volver a encontrarte con él?.
El cabrón paranoico tiene razón, así que ignorando los gritos de la criaja, los gemidos de Nicolai y las palabras de Marta, me dirijo hacia la casa.
Aunque parezca mentira, ?Anestesia? y Esparqui han cumplido a la perfección con su parte del plan. Mediante gritos y ladridos, han conseguido atraer la atención de la infecciosa brigada de demolición, dejándonos el camino despejado.
?Ahora que estamos a solas, hay algo en lo que quiero que pienses?.
Mierda. No sé porque, sospecho que sea lo que sea, no va a gustarme un pelo y no creo que este, sea precisamente el mejor momento.
Rodeo la casa y llego hasta lo que queda de la entrada principal.
- ¡Joder!.
Las llaves del garaje, estaban colgadas cerca de la puerta de entrada, lo que significa, que se encuentran enterradas bajo una enorme cantidad de cascotes y restos de la improvisada barricada. Paso por encima de ese desbarajuste y me encamino de regreso hacia el piso superior. Lo mejor será recoger a Chanquete y buscar las llaves del vehículo en el dormitorio del suicida.
?Si pensaba suicidarse, no creo que se preocupase por las llaves. Lo mas probable es que estén en el mismo vehículo?.
El tipo no llevaba nada encima aparte de una foto. Aunque quizás debí registrarle mas a fondo. Probablemente, Nicolai fuese capaz de hacerle un puente al vehículo, pero yo a duras penas sabré ponerlo en marcha con las llaves.
?Escucha. Con respecto a lo de tú último sueño??.
Con todo lo que está pasando ahora mismo, lo último que quiero pensar es en eso.
?Solo quiero que tengas en cuenta, que aunque puede que Gabriel tenga razón y haya una remota y rebuscada posibilidad de salvar este perro mundo. Pero puede que la suya, no sea la mejor opción?.
Caminando sobre escombros y restos de muebles, llego hasta la escalera que conduce al piso superior.
¿Qué quieres decir con eso?.
?Puede que el mundo no merezca salvarse. Píensalo. ¿Qué ha hecho este mundo por nosotros?. La tierra era un lugar podrido y corrupto mucho antes de la llegada de esta plaga. Puede que no le venga tan mal una purga?.
Subo los peldaños y no tardo en llegar hasta la habitación, en la que he pasado la noche.
?Lo único que tenemos que hacer, es encontrar un refugio nuclear y esperar a que amaine la tormenta?.
Chanquete me observa pacientemente. No hay el menor rastro de reconocimiento o emoción en su mirada.
?Solo dime, que pensarás en ello?.
- Lo pensaré ? digo en voz alta.
Agarro la cabeza por los pelos y después de rebuscar un poco por un armario, la envuelvo en una sábana antes de colgármela del cuello, de modo similar a como la lleva Nicolai. Sé que carece de dentadura con la que morderme, pero la posibilidad de entrar en contacto directo con ella, no termina de ser plato de mi gusto.
?No le debemos nada a nadie. No lo olvides?.
Inicio una frenética búsqueda de las llaves del vehículo o algo que pueda parecérsele en los lugares mas probables: bajo la cama, en la mesita de noche, en las cajoneras. Encuentro pastillas, monedas, ropa interior, gafas de sol y hasta un consolador. Pero ni rastro de las llaves. De todos modos, me apropio de las gafas de sol que son nada mas y nada menos que unas Ray Ban.
?Te repito que las llaves, probablemente estarán en el propio vehículo?.
Esa es una posibilidad. Pero si no es así, no quiero tener que volver a subir a buscarlas. ¿Registré bien el cuerpo ?. Estaba muy cansado y es probable que se me pasase algo por alto.
?Nadie se coloca las jodidas llaves del coche en los bolsillos de un pijama. Será mejor que bajes y empieces a buscar las llaves del garaje?.
Supongo que es cierto, pero empiezo a tener la certeza, de que los problemas no han hecho mas que empezar. Bajo la escalera, llego de nuevo hasta el piso inferior y comienzo a escarbar entre los escombros que se encuentran en las inmediaciones de la entrada.
?Si no consigues poner el coche en marcha, siempre puedes ponerlo en punto muerto y empujarlo hasta donde está Nicolai?.
Espero que no sea necesario llegar a eso. Puede que sea capaz de hacer un puente o puede que no, pero en cualquier caso, tendría que desatarle las manos y no creo que ahora mismo, eso sea una acción muy prudente.
?Mejor ahora que es de día y está debilitado?.
También desesperado.
Un sonido me sobresalta. Levanto la vista y veo a uno de esos engendros, el que tiene dos taladros industriales por manos, avanzar en mi dirección.
?¡Joder!?. No era tan difícil. ¿Qué diablos puede haber salido mal??.
Empiezo a rebuscar con mas intensidad y contra todo pronostico, mis temores mas pesimistas se vienen abajo, cuando mis dedos entran en contacto con algo frió y metálico.
?¡Bingo joder!?.
Agarro la llave y poniéndome en pie, me muevo en dirección a la puerta del garaje. El sonido de varios de esos seres aproximándose desde varios puntos, me indica que será mejor que las llaves estén donde el cabrón paranoico ha sugerido.
?Tranquilo, son lentos?.
Llego hasta la puerta, y no puedo creer lo que ven mis ojos.
- ¡ Hostia puta ! ? maldigo a pleno pulmón.
Sobre la llave puede leerse el pequeño rotulo de ?SOTANO?.
Vuelvo hacia el pasillo en dirección a los cascotes, la llave del garaje estaba junto a la del sótano. Pero ?infectaladrocop? ya se encuentra a escasos metros de la zona.
?Plan B. La puerta del sótano es de seguridad pero la del gareje no. Probablemente encuentres en él algo con lo que forzar la puerta? si eres rápido?.
- Mierda ? vuelvo a maldecir -, sí y también puede que solo haya una escoba y botes de pintura.
?Nadie utiliza cerraduras de seguridad para guardar eso?.
Puede que tenga razón. Miro hacia los escombros y hacia el pasillo, sin terminar de decirme entre volver a rebuscar entre los cascotes o hacer caso al cabrón paranoico.
?Vamos. Estás deseando saber que es lo que hay en ese puto sótano?.
Para que nos vamos a engañar. Una vez mas, el cabrón paranoico tiene razón.
) aquí llega el siguiente capítulo.
Capítulo XXXIV
?Ningún plan sobrevive al contacto con el enemigo ?.
--General Moltke--
El vehículo es consumido por las llamas, degradándome de pasajero a peatón. Siendo sincero, nunca me han gustado nada los coches. De echo, aborrezco conducirlos, pero eso no mitiga la sensación de pérdida. Me permito fijar mi mirada en ese hipnótico fuego que consume entre otras cosas, mapas y latas de coca-cola.
?Habrán mas mapas y mas coca-colas?.
Lo sé. Aparto la vista de las llamas y me centro en la siguiente tarea. Tengo que recuperar a Chanquete y doy por hecho, que en el garaje debe de haber algún vehículo. Supongo, que rebuscando un poco, puedo dar con las llaves. Lo malo, es que ?los engendros del doctor mecano?, pueden ponerme las cosas difíciles.
?No es tan complicado, son lentos y estúpidos. Solo tienes que alejarles de la casa?.
Cierto. Sobre el papel, bastaría el mas sencillo de los planes, para salir exitoso de esta situación. Pero por lo general, ningún plan, por perfecto que sea, que incluya a dementes, mujeres con el periodo y chuchos, sobrevive al contacto con muertos vivientes o infectados.
?No seas pesimista antes de empezar?.
Supongo que el cabrón paranoico tiene razón. Así que, mientras el metálico estruendo de los infectados, se aproxima lenta pero implacablemente, paso revista visual, a ?las tropas? disponibles para esta misión. Nicolai, que anda tendido por el suelo a la sombra de unos arbustos, parece un cruce entre un yonki y un pollo embasado. Aunque insiste en que le desatemos, me fío tanto de él, como de un condón de ganchillo. A su derecha, mirándole con una mezcla de asco y fascinación, se encuentra Marta. Normalmente, seria alguien a tener en cuenta, pero a su izquierda, se encuentra la pequeña y repelente Sonia. La mirada que me lanza la niña, es similar a la que un camionero, dedicaría a una avispa a través de su parabrisas. La cría, será un estorbo y la doctora, no la dejará sola, eso, por no mencionar el echo, de que después del discutible éxito de mis últimas decisiones, es probable que haya perdido confianza en mis dotes de liderazgo.
?Eso, suponiendo que haya confiado en ellas en algún momento?.
Mirándome con la lengua fuera y cara de hambre, Esparqui parece dispuesto a comerse el mundo o un chuletón de kilo. Lo malo, es que se trata de un jodido chucho, por lo que tendrá que actuar en comandita con ?Anestesia?. El joven, ya ha probado sobradamente tanto su valía como su infinita capacidad para abstraerse a la realidad. ?Anestesia?, mira embobado las llamas que devoran nuestro vehículo, sujetando la pistola que le entregué con una mano y acariciando la cabeza del perro con la otra.
?Puede que sea tan tonto que ni haya sido capaz de disparar?.
Como merece la pena comprobarlo, pregunto:
- ¿Te queda munición?.
?Anestesia? parece despertar de un trance, al darse cuenta, de que aun empuña el arma.
- Sí ? responde con convicción -, apenas disparé un par de veces. No llegué a tener un blanco claro.
- Querrás decir, porque no sabias quitar el seguro ? interviene Marta visiblemente cabreada -. ¡ Jodido gilipollas!.
?Lo suponía?.
- ¡Un descuido lo tiene cualquiera! ? se defiende el joven.
- Por no mencionar ? continua la furibunda hematóloga -, el echo de que estabas mas preocupado por que no se te escapase ese saco de pulgas ? el dedo de la doctora, señala a Esparqui -, que en ayudarme a contenerlos.
- Va a volver ? dice la pequeña Sonia con su irritante tono de voz -, volverá y os lo hará pagar.
?Te recuerdo que esa pequeña bastarda debe de tener algún tipo de trasmisor por alguna parte?.
¡ Mierda !. Los problemas se acumulan mientras el tiempo se acaba. Como los ?robobastardos?, empiezan a sonar peligrosamente cerca, empiezo a poner en marcha mi plan.
- Nos dividiremos en tres equipos ? digo mientras miro tomo como quien no quiere la cosa, la pistola de manos de ?Anestesia? -, uno se encargará de atraer a esas monstruosidades lejos de la casa.
- Yo me quedaré aquí ? me corta Marta ? cuidando de los incapacitados y los niños.
?No tiene ni un pelo de tonta?.
- Puedo ser de utilidad ? consigue farfullar un pálido y sudoroso Nicolai, que no parece ser capaz ni de sostenérsela para mear -, debo ir a por ?Chanqui?.
?Si pero ¿antes o después de lanzarse sobre tu garganta??.
- Tú ? digo señalando al vampiro -, te quedas aquí protegiendo a las mujeres y los niños.
La cara de Nicolai se ilumina de un modo, que deja a las claras que está pensando en merendárselas a la mínima ocasión.
- Por supuesto ? responde aparentemente encantado con la idea -, en cuanto me desatéis?
- Tendrás que protegerlas de ti mismo ? le corto -, así que te quedas donde y como estás.
- Nosotros entretendremos a los monstruos ? se ofrece ?Anestesia? visiblemente motivado -. ¿Verdad Esparqui?.
El chucho se limita a rascarse con unos movimientos que traen a mi mente el recuerdo del malogrado ?Follacamas?.
?Perfecto, eso nos convierte a nosotros en el equipo de búsqueda y recuperación?.
- ¡ Un momento ! ? interrumpe nuevamente Marta -. ¿Tú sabes conducir?.
?Buena pregunta?.
Técnicamente, sé conducir. Aunque hace mas de doce años desde la última vez que lo hice y no me hace la menor gracia, aun recuerdo que el pedal de en medio es el del freno, izquierda el embrague y que para meter la primera marcha, hay que hacer una letra ?L? hacia delante.
- Lo suficiente como para traerlo hacia aquí ? respondo ligeramente molesto -, no me gusta conducir, pero aun recuerdo como se hace.
La doctora me mira con manifiesta desconfianza, luego en un rápido movimiento, me coge la pistola que yo acababa de rescatar de las manos de ?Anestesia?.
- ¿Pero que cojones ? ? exclamo entre asustado y sorprendido.
- ¿No pensarias dejarnos aquí solas e indefensas? ? responde la doctora con un tono de voz frio como el hielo -. Después de todo, tú no necesitas eso, solo vas a entrar en la casa y traer un coche mientras ese para les alejan.
?Aprende rápido?.
Demasiado para mi gusto.
?Recuerda que puede que en el garaje, encontremos a lo que quede de la familia del suicida?.
Lo recuerdo. Pero Marta se ha apropiado del arma con una expresión que parece querer decir: ?solo me la quitarás de mi mano muerta?.
- Supongo que es lo que hay ? digo mas para mi y el cabrón paranoico que para los demás -. Pero hay algo que quiero que hagas mientras estamos ausentes.
La doctora me mira enarcando las cejas con una mas que generosa dosis de escepticismo.
- De nada nos servirá conseguir otro vehículo si ese psicópata sobre ruedas vuelve a encontrarnos ? explico a toda prisa -, creo que ella ? señalo hacia Sonia -, lleva un transmisor en alguna parte que le guía hacia nosotros. Quiero que intentes encontrarlo.
Mientras ?Anestesia? y Esparqui, se marchan haciendo todo el ruido posible para atraer a nuestros perseguidores, la niña que ha oído toda la conversación, se pone a gritar como la histérica que no la toquemos.
?¡Ponte en marcha!. A estas alturas, ese chatacharcutero, ya debe de estar reparando la antena. No creo que quieras volver a encontrarte con él?.
El cabrón paranoico tiene razón, así que ignorando los gritos de la criaja, los gemidos de Nicolai y las palabras de Marta, me dirijo hacia la casa.
Aunque parezca mentira, ?Anestesia? y Esparqui han cumplido a la perfección con su parte del plan. Mediante gritos y ladridos, han conseguido atraer la atención de la infecciosa brigada de demolición, dejándonos el camino despejado.
?Ahora que estamos a solas, hay algo en lo que quiero que pienses?.
Mierda. No sé porque, sospecho que sea lo que sea, no va a gustarme un pelo y no creo que este, sea precisamente el mejor momento.
Rodeo la casa y llego hasta lo que queda de la entrada principal.
- ¡Joder!.
Las llaves del garaje, estaban colgadas cerca de la puerta de entrada, lo que significa, que se encuentran enterradas bajo una enorme cantidad de cascotes y restos de la improvisada barricada. Paso por encima de ese desbarajuste y me encamino de regreso hacia el piso superior. Lo mejor será recoger a Chanquete y buscar las llaves del vehículo en el dormitorio del suicida.
?Si pensaba suicidarse, no creo que se preocupase por las llaves. Lo mas probable es que estén en el mismo vehículo?.
El tipo no llevaba nada encima aparte de una foto. Aunque quizás debí registrarle mas a fondo. Probablemente, Nicolai fuese capaz de hacerle un puente al vehículo, pero yo a duras penas sabré ponerlo en marcha con las llaves.
?Escucha. Con respecto a lo de tú último sueño??.
Con todo lo que está pasando ahora mismo, lo último que quiero pensar es en eso.
?Solo quiero que tengas en cuenta, que aunque puede que Gabriel tenga razón y haya una remota y rebuscada posibilidad de salvar este perro mundo. Pero puede que la suya, no sea la mejor opción?.
Caminando sobre escombros y restos de muebles, llego hasta la escalera que conduce al piso superior.
¿Qué quieres decir con eso?.
?Puede que el mundo no merezca salvarse. Píensalo. ¿Qué ha hecho este mundo por nosotros?. La tierra era un lugar podrido y corrupto mucho antes de la llegada de esta plaga. Puede que no le venga tan mal una purga?.
Subo los peldaños y no tardo en llegar hasta la habitación, en la que he pasado la noche.
?Lo único que tenemos que hacer, es encontrar un refugio nuclear y esperar a que amaine la tormenta?.
Chanquete me observa pacientemente. No hay el menor rastro de reconocimiento o emoción en su mirada.
?Solo dime, que pensarás en ello?.
- Lo pensaré ? digo en voz alta.
Agarro la cabeza por los pelos y después de rebuscar un poco por un armario, la envuelvo en una sábana antes de colgármela del cuello, de modo similar a como la lleva Nicolai. Sé que carece de dentadura con la que morderme, pero la posibilidad de entrar en contacto directo con ella, no termina de ser plato de mi gusto.
?No le debemos nada a nadie. No lo olvides?.
Inicio una frenética búsqueda de las llaves del vehículo o algo que pueda parecérsele en los lugares mas probables: bajo la cama, en la mesita de noche, en las cajoneras. Encuentro pastillas, monedas, ropa interior, gafas de sol y hasta un consolador. Pero ni rastro de las llaves. De todos modos, me apropio de las gafas de sol que son nada mas y nada menos que unas Ray Ban.
?Te repito que las llaves, probablemente estarán en el propio vehículo?.
Esa es una posibilidad. Pero si no es así, no quiero tener que volver a subir a buscarlas. ¿Registré bien el cuerpo ?. Estaba muy cansado y es probable que se me pasase algo por alto.
?Nadie se coloca las jodidas llaves del coche en los bolsillos de un pijama. Será mejor que bajes y empieces a buscar las llaves del garaje?.
Supongo que es cierto, pero empiezo a tener la certeza, de que los problemas no han hecho mas que empezar. Bajo la escalera, llego de nuevo hasta el piso inferior y comienzo a escarbar entre los escombros que se encuentran en las inmediaciones de la entrada.
?Si no consigues poner el coche en marcha, siempre puedes ponerlo en punto muerto y empujarlo hasta donde está Nicolai?.
Espero que no sea necesario llegar a eso. Puede que sea capaz de hacer un puente o puede que no, pero en cualquier caso, tendría que desatarle las manos y no creo que ahora mismo, eso sea una acción muy prudente.
?Mejor ahora que es de día y está debilitado?.
También desesperado.
Un sonido me sobresalta. Levanto la vista y veo a uno de esos engendros, el que tiene dos taladros industriales por manos, avanzar en mi dirección.
?¡Joder!?. No era tan difícil. ¿Qué diablos puede haber salido mal??.
Empiezo a rebuscar con mas intensidad y contra todo pronostico, mis temores mas pesimistas se vienen abajo, cuando mis dedos entran en contacto con algo frió y metálico.
?¡Bingo joder!?.
Agarro la llave y poniéndome en pie, me muevo en dirección a la puerta del garaje. El sonido de varios de esos seres aproximándose desde varios puntos, me indica que será mejor que las llaves estén donde el cabrón paranoico ha sugerido.
?Tranquilo, son lentos?.
Llego hasta la puerta, y no puedo creer lo que ven mis ojos.
- ¡ Hostia puta ! ? maldigo a pleno pulmón.
Sobre la llave puede leerse el pequeño rotulo de ?SOTANO?.
Vuelvo hacia el pasillo en dirección a los cascotes, la llave del garaje estaba junto a la del sótano. Pero ?infectaladrocop? ya se encuentra a escasos metros de la zona.
?Plan B. La puerta del sótano es de seguridad pero la del gareje no. Probablemente encuentres en él algo con lo que forzar la puerta? si eres rápido?.
- Mierda ? vuelvo a maldecir -, sí y también puede que solo haya una escoba y botes de pintura.
?Nadie utiliza cerraduras de seguridad para guardar eso?.
Puede que tenga razón. Miro hacia los escombros y hacia el pasillo, sin terminar de decirme entre volver a rebuscar entre los cascotes o hacer caso al cabrón paranoico.
?Vamos. Estás deseando saber que es lo que hay en ese puto sótano?.
Para que nos vamos a engañar. Una vez mas, el cabrón paranoico tiene razón.
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
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Korvec
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Capítulo XXXV
?Dicen que la curiosidad mató al gato.
Claro que, los gatos no saben utilizar armas automáticas?.
-- Un cabrón maleducado ?
Cada vez que una persona se asegura de cerrar a conciencia algo, se arriesga a excitar la curiosidad de todos aquellos que se preguntan : ¿qué es lo que esconderá ahí?.
Mientras busco por los alrededores, alguna de las velas y cerillas que Marta utilizó anoche para alumbrarse en el piso inferior, no puedo dejar de preguntarme, si es la necesidad o la curiosidad, la que realmente me ha hecho decidirme a bajar a esa ratonera.
?¿Qué es lo que piensas que tendrá allí abajo?.
Con que tenga un pico o un mazo me conformo.
Los engendros infeccioso-mecánicos de ?el chatarrero? continúan aproximándose. Sus pesadas pisadas sobre los cascotes, me dicen que ya están atravesando la barricada. No ando sobrado de tiempo, pero desde luego, no pienso bajar a oscuras a ese sótano bajo ningún concepto.
?Puede estar lleno de ratas. Ándate con cuidado?.
Sigo sin encontrar velas ni cerillas. Estoy tentado de subir en una carrera hasta el piso superior, a buscar la linterna que dejé allí abandonada en mi huida, pero no creo que disponga de tanto tiempo.
?Déjalo correr. Sal de la casa, haz que te sigan hasta alejarlos y vuelve a la carrera?.
Supongo que es lo mas sensato. Me dirijo hacia la destrozada parte posterior, por la que ya escapé una vez y me encuentro con una desagradable sorpresa. Veo cruzar por el exterior, la silueta de un gran perro negro. No se trata de Esparqui, sino de un perro mucho mas grande, de pelaje oscuro y al que como mínimo le falta una pierna trasera.
?La cucaracha, la cucaracha, ya no puede caminar, porque no tiene, porque le falta, ¡ la patitá de detrás!?.
El animal no muerto, no me ha visto. Pero me llegan sonidos de tejidos desgarrándose y masticaciones en su dirección.
?Debe ser una bandada de perros zombis. Estarán alimentándose del tipo con el tiro en la cabeza?.
Me acerco a los restos de la demolida pared, donde antes había una ventana, y me arriesgo a echar una ojeada. Veo a cuatro seres alimentándose del cuerpo putrefacto. Supongo que antes habían sido perros, pero algunos de ellos están tan deteriorados, que es difícil saberlo.
?Están ocupados comiendo y aunque te vean, están tan hechos polvo, que no atraparían ni a un caracol aunque llevaran puestos patines?.
Uno de los seres, saca su hocico del abdomen en el que se estaba alimentado. Sus fauces dejan momentáneamente de forcejear con un intestino, para mirar en mi dirección. Retrocedo un paso y piso algo que hace produce un sonido amortiguado.
?¡Hoy estás en racha!?.
Levanto el pie y en efecto, se trata de una pequeña caja de cerillas. Me inclino para recogerla de entre los cascotes de la pared. Una especie de odioso arlequín, se encuentra dibujado sobre su parte superior. La abro y veo con satisfacción, una docena de fósforos.
Me parece curioso, que con todo el despliegue de velas que hicimos anoche, no sea capaz de dar con ninguna, pero supongo que puedo darme con un canto en los dientes por haber dado con esa caja de cerillas, a pesar del inquietante dibujo.
?Debe ser parte de una de esas cajetillas de colecciones temáticas?.
Por el extremo del pasillo, aparece el infectado con taladros en el lugar donde deberían encontrarse sus manos. Vuelvo a mirar hacia la cajetilla de cerillas, de igual forma que un centurión romano, miraría un reloj digital que acabase de encontrarse en el suelo.
?¿Qué problema hay con las jodidas cerillas?".
El problema, es que no creo que antes estuvieran allí.
?¿Cómo puedes estar tan seguro. Saliste a toda prisa, cargando con el chupóptero. ¿Acaso tuviste tiempo de fijarte en el suelo??.
No. Pero de alguna forma, estoy seguro de que no estaban, de la misma forma, que me parece demasiado casual, el que esos chuchos estén donde están.
?¡ Este no es momento para paranoias !. Se nos acaba el tiempo?.
De un par de zancadas, llego hasta la puerta de seguridad y utilizo la extraña llave, que gira con cierta dificultad. Otra amenazadora silueta, aparece tras ?manostaladros?. Pero la puerta se abre, produciendo un sonido similar al de desenroscar la tapa de un bote de mermelada. Un extraño aroma químico, me llega desde las profundas oscuridades.
?Huele a droguería?.
Enciendo una cerilla y examino la escalera que desciende. La escalera parece en buen estado y no parece haber nada sospechoso en ella. Así que dejo caer el fósforo, saco la llave de la cerradura y la cierro tras de mi. A tientas, me las apaño para cerrar la puerta tras de mi, en medio de la mas completa oscuridad.
?Perfecto, ahora estás en una ratonera?.
Es posible, pero he ganado algo de tiempo.
?¿Ganar tiempo??.
En los últimos días, me han hecho correr de un lado para otro y han terminado por erosionar mi capacidad de observación. Me siento, como si pretendieran convertirme en un animalillo asustado. Corre que viene este, corre que ahora te persigue este otro? se diría que todos los chalados e hijos de perra del orbe, la tienen tomada conmigo.
?¿Todo esto es por la caja de cerillas??.
Piénsalo. Hay cosas que no encajan. No creo que el dibujo de esa especie de demente disfrazado, pertenezca a una colección de cajas de cerillas temáticas y es mucha casualidad, que una manada de chuchos zombificados, haya aparecido precisamente ahora. Los seres de ?el chatarrero? están entrando en la casa, señal de que algo le ha pasado a ?Anestesia? y ya puestos. A Gabriel le falta mas de un tornillo pero? no creo que él se tomase tantas molestias, para asesinar al dueño de aquel motel.
?¿Qué coño estas insinuando??.
Algo o alguien nos viene siguiendo desde el asunto del motel. Alguien, que nos ha observado durante el tiempo suficiente, como para conocer mi aversión a los perros. Las cosas se precipitaron tanto desde entonces, que simplemente, di por echo que Gabriel era un sádico demente. Pero ¿y si no fue él?.
?Registramos todo el lugar. ¿Recuerdas??.
Lo registramos hasta que dimos con él? o mas bien hasta que el nos encontró a nosotros. Pero puede ser que acabase de llegar?
La idea se abre camino en mi mente. Es tan rebuscada, que casi la desecho de pleno, pero el cabrón paranoico no la rebate.
?Antes no creías en ese tipo de cosas?.
Si Gabriel nos estuvo observando hasta decidirse a intervenir? es probable que los del bando contrario también lo hagan.
Unos brutales golpes en la puerta me sobresaltan.
?Será mejor que nos centremos en nuestros problemas mas inmediatos?.
Los golpes vuelven a repetirse. La puerta de seguridad, sin duda les contendrá. Por un tiempo al menos, pero antes o después conseguirán abrirse paso. Saco otro fósforo de la caja mientras acude a mi memoria, el cuento de la pequeña cerillera.
?Dicen que la curiosidad mató al gato.
Claro que, los gatos no saben utilizar armas automáticas?.
-- Un cabrón maleducado ?
Cada vez que una persona se asegura de cerrar a conciencia algo, se arriesga a excitar la curiosidad de todos aquellos que se preguntan : ¿qué es lo que esconderá ahí?.
Mientras busco por los alrededores, alguna de las velas y cerillas que Marta utilizó anoche para alumbrarse en el piso inferior, no puedo dejar de preguntarme, si es la necesidad o la curiosidad, la que realmente me ha hecho decidirme a bajar a esa ratonera.
?¿Qué es lo que piensas que tendrá allí abajo?.
Con que tenga un pico o un mazo me conformo.
Los engendros infeccioso-mecánicos de ?el chatarrero? continúan aproximándose. Sus pesadas pisadas sobre los cascotes, me dicen que ya están atravesando la barricada. No ando sobrado de tiempo, pero desde luego, no pienso bajar a oscuras a ese sótano bajo ningún concepto.
?Puede estar lleno de ratas. Ándate con cuidado?.
Sigo sin encontrar velas ni cerillas. Estoy tentado de subir en una carrera hasta el piso superior, a buscar la linterna que dejé allí abandonada en mi huida, pero no creo que disponga de tanto tiempo.
?Déjalo correr. Sal de la casa, haz que te sigan hasta alejarlos y vuelve a la carrera?.
Supongo que es lo mas sensato. Me dirijo hacia la destrozada parte posterior, por la que ya escapé una vez y me encuentro con una desagradable sorpresa. Veo cruzar por el exterior, la silueta de un gran perro negro. No se trata de Esparqui, sino de un perro mucho mas grande, de pelaje oscuro y al que como mínimo le falta una pierna trasera.
?La cucaracha, la cucaracha, ya no puede caminar, porque no tiene, porque le falta, ¡ la patitá de detrás!?.
El animal no muerto, no me ha visto. Pero me llegan sonidos de tejidos desgarrándose y masticaciones en su dirección.
?Debe ser una bandada de perros zombis. Estarán alimentándose del tipo con el tiro en la cabeza?.
Me acerco a los restos de la demolida pared, donde antes había una ventana, y me arriesgo a echar una ojeada. Veo a cuatro seres alimentándose del cuerpo putrefacto. Supongo que antes habían sido perros, pero algunos de ellos están tan deteriorados, que es difícil saberlo.
?Están ocupados comiendo y aunque te vean, están tan hechos polvo, que no atraparían ni a un caracol aunque llevaran puestos patines?.
Uno de los seres, saca su hocico del abdomen en el que se estaba alimentado. Sus fauces dejan momentáneamente de forcejear con un intestino, para mirar en mi dirección. Retrocedo un paso y piso algo que hace produce un sonido amortiguado.
?¡Hoy estás en racha!?.
Levanto el pie y en efecto, se trata de una pequeña caja de cerillas. Me inclino para recogerla de entre los cascotes de la pared. Una especie de odioso arlequín, se encuentra dibujado sobre su parte superior. La abro y veo con satisfacción, una docena de fósforos.
Me parece curioso, que con todo el despliegue de velas que hicimos anoche, no sea capaz de dar con ninguna, pero supongo que puedo darme con un canto en los dientes por haber dado con esa caja de cerillas, a pesar del inquietante dibujo.
?Debe ser parte de una de esas cajetillas de colecciones temáticas?.
Por el extremo del pasillo, aparece el infectado con taladros en el lugar donde deberían encontrarse sus manos. Vuelvo a mirar hacia la cajetilla de cerillas, de igual forma que un centurión romano, miraría un reloj digital que acabase de encontrarse en el suelo.
?¿Qué problema hay con las jodidas cerillas?".
El problema, es que no creo que antes estuvieran allí.
?¿Cómo puedes estar tan seguro. Saliste a toda prisa, cargando con el chupóptero. ¿Acaso tuviste tiempo de fijarte en el suelo??.
No. Pero de alguna forma, estoy seguro de que no estaban, de la misma forma, que me parece demasiado casual, el que esos chuchos estén donde están.
?¡ Este no es momento para paranoias !. Se nos acaba el tiempo?.
De un par de zancadas, llego hasta la puerta de seguridad y utilizo la extraña llave, que gira con cierta dificultad. Otra amenazadora silueta, aparece tras ?manostaladros?. Pero la puerta se abre, produciendo un sonido similar al de desenroscar la tapa de un bote de mermelada. Un extraño aroma químico, me llega desde las profundas oscuridades.
?Huele a droguería?.
Enciendo una cerilla y examino la escalera que desciende. La escalera parece en buen estado y no parece haber nada sospechoso en ella. Así que dejo caer el fósforo, saco la llave de la cerradura y la cierro tras de mi. A tientas, me las apaño para cerrar la puerta tras de mi, en medio de la mas completa oscuridad.
?Perfecto, ahora estás en una ratonera?.
Es posible, pero he ganado algo de tiempo.
?¿Ganar tiempo??.
En los últimos días, me han hecho correr de un lado para otro y han terminado por erosionar mi capacidad de observación. Me siento, como si pretendieran convertirme en un animalillo asustado. Corre que viene este, corre que ahora te persigue este otro? se diría que todos los chalados e hijos de perra del orbe, la tienen tomada conmigo.
?¿Todo esto es por la caja de cerillas??.
Piénsalo. Hay cosas que no encajan. No creo que el dibujo de esa especie de demente disfrazado, pertenezca a una colección de cajas de cerillas temáticas y es mucha casualidad, que una manada de chuchos zombificados, haya aparecido precisamente ahora. Los seres de ?el chatarrero? están entrando en la casa, señal de que algo le ha pasado a ?Anestesia? y ya puestos. A Gabriel le falta mas de un tornillo pero? no creo que él se tomase tantas molestias, para asesinar al dueño de aquel motel.
?¿Qué coño estas insinuando??.
Algo o alguien nos viene siguiendo desde el asunto del motel. Alguien, que nos ha observado durante el tiempo suficiente, como para conocer mi aversión a los perros. Las cosas se precipitaron tanto desde entonces, que simplemente, di por echo que Gabriel era un sádico demente. Pero ¿y si no fue él?.
?Registramos todo el lugar. ¿Recuerdas??.
Lo registramos hasta que dimos con él? o mas bien hasta que el nos encontró a nosotros. Pero puede ser que acabase de llegar?
La idea se abre camino en mi mente. Es tan rebuscada, que casi la desecho de pleno, pero el cabrón paranoico no la rebate.
?Antes no creías en ese tipo de cosas?.
Si Gabriel nos estuvo observando hasta decidirse a intervenir? es probable que los del bando contrario también lo hagan.
Unos brutales golpes en la puerta me sobresaltan.
?Será mejor que nos centremos en nuestros problemas mas inmediatos?.
Los golpes vuelven a repetirse. La puerta de seguridad, sin duda les contendrá. Por un tiempo al menos, pero antes o después conseguirán abrirse paso. Saco otro fósforo de la caja mientras acude a mi memoria, el cuento de la pequeña cerillera.
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Capítulo XXXVI
?Las armas sirven para defender a unos, de otros con armas mas pequeñas?.
-- Stan ?
La pequeña llama muere en el suelo, mientras mis dedos, buscan otra cerilla.
?Si esto fuera una película de terror, cuando la encendieras te encontrarías cara a cara con una cara pálida y amenazadora?.
Rasco el fósforo y otra pequeña llama ilumina lo suficiente, como para que pueda terminar de bajar los escalones de cemento, sin partirme la crisma. Aunque no aparece ningún rostro aterrador frente a mi, me basta y me sobra con los sonidos que hacen los seres que intentan echar la puerta abajo.
La llama empieza a calentarme demasiado los dedos, así que la tiro y la substituyo por otra. En cuanto enciendo la tercera cerilla, descubro junto a la escalera una de esas lámparas de luz blanca, que funciona mediante pilas. La tomo y durante un par de escalofriantes segundos, estoy seguro de que no va a encenderse, pero para mi sorpresa, la lámpara baña el sótano con una tímida luz blanca.
?Bueno, no es una lámpara de gas. Pero servirá?.
No creo que sea muy prudente utilizar una lámpara de gas en un sótano.
?La muerte por asfixia, no es ahora mismo la amenaza mas acuciante para tu salud?.
El estruendo en la puerta, me recuerda quien es ahora mismo, la mayor amenaza para mi pellejo. Ha llegado el momento, de explorar este sótano.
?Es posible que tenga una carbonera o mejor aun, que este tipo guardase un arsenal aquí abajo?.
Mientras guardo la cajetilla de cerillas en el bolsillo del pantalón, pienso que no es en absoluto imposible. Después de todo, no creo que tenga semejante puerta de seguridad, solo para guardar los trastos viejos.
Con la lámparas en la mano, hago una rápida inspección del sótano. No tardo en encontrar un grupo electrógeno, junto a un par de petacas de metal, una de las cuales esta vacía y la otra medio a medias, de un líquido que por el olor, debe ser gasoil. ¿No estaba prohibido almacenar combustible en sótanos por el tema de los gases?.
?No te preocupes por eso. El gasoil no desprende vapores hasta los ciento cincuenta grados. Es la gasolina, la que puede desprender vapores, incluso a temperaturas bajo cero?.
- Bueno, supongo que no moriré asfixiado después de todo ? digo en voz alta aunque solo sea por oír algo mas que los ominosos ataques contra la puerta -. Veamos pues, que es lo que atesoraba este tipo aquí abajo.
Son muchas las cosas, que la oscuridad trataba de ocultar en este sótano, pero si esperaba encontrarme con un arsenal digno de una película de los ochenta, o siquiera con un triste hacha, lo llevo claro. El tipo que ahora está sirviendo de desayuno en el exterior, guardaba aquí abajo cosas como : una pequeña bodega, su equipo de submarinismo, revistas pornográficas o latas de pintura. Pero deduzco, que la razón de ser de la cerradura, no es otra cosa que dos estanterías con todos los productos que puedan resultar tóxicos, desde insecticida a lejía. Aquí, es donde guardaba todo lo que quería mantener lejos del alcance de sus hijos.
?Podría ser peor. Por lo menos hay revistas porno?.
Claro. ¿Cuántas gallolas crees que me dará tiempo a hacerme, antes de que esos ?robo infectados? revienten la puerta y bajen aquí para charlar de cirugía y bricolaje ?.
?Tampoco parece haber ninguna otra salida?.
- No ? digo pensando en voz alta -, el huir no es una opción.
Un tintineo metálico retumba escaleras abajo. Sin duda la puerta se encuentra en las últimas. Hora de ponerse a trabajar.
El plan no tarda en forjarse en mi mente. Esos seres tienen que bajar por la escalera. Si consigo poner en marcha el generador, tendré electricidad, si puedo formar un charco con las botellas de vino en la parte inferior, puedo intentar electrocutarles.
?Eso está muy bien en las películas. Pero probablemente lo único que consigas, sea fundir los plomos?.
- ¿Tienes un plan mejor?.
?Por supuesto?.
El plan, del cabrón paranoico, no deja de ser una variante mas peligrosa del mío pero reconozco que me gusta.
?¡Manos a la obra!?.
Compruebo la bombona de oxígeno. Está a apenas un cuarto de su capacidad, pero eso es bastante mas de lo que necesito. Escojo un par de botellas de vino de las de aspecto mas caro. Como no voy sobrado de tiempo, rompo su fino cuello de cristal y me bebo la mitad de una casi de un solo trago.
?¿De veras crees que este es el mejor momento para esto??.
Apagada mi sed, me siento incluso mucho mas optimista, así que doy otro trago a la sin duda carísima botella antes de vaciar el resto en el suelo. Como tengo el estómago vacio, me limito a vaciar las tres botellas siguientes.
?Sin duda ese morapio costó una pasta gansa. El dueño debe estar retorciéndose en su tumba?.
Lo de retorciéndose no lo dudo, aunque mas bien en los putrefactos estómagos de los chuchos zombi.
Una visita a la estantería de los productos de limpieza, mezclado con el gasoil, me permite preparar una sustancia lo bastante inflamable como para que prenda con facilidad y para que continúe ardiendo sin apagarse durante un tiempo por lo menos. Algo de gasolina no me hubiese venido mal, pero el detergente y el limpia cristales, mezclado con algo de aquí y allá hacen el efecto deseado. El problema, es la escasez de trapos para preparar las mechas. Me planteo recortar los bajos de mis pantalones, pero la ropa militar es mayormente de viscosa ignífuga, por lo que lo soluciono enrollando unas cuantas de las mas amarillentas y pegajosas hojas de las revistas pornográficas.
?¡Date prisa!. ¡La puerta no aguantará mucho mas!?.
Después de preparar unos cócteles, que ni Tom Cruise en la película así titulada, arranco un par de metros, del ahora inservible cable eléctrico de la pared. Con él en una mano y la lámpara en la otra, recorro las escaleras, en busca de un punto donde colocar una de las trampas mas viejas y simples del mundo, pero no encuentro ninguno.
- ¡ Como es posible que en este puerco sótano no haya ni un puto martillo !.
Mis gritos de frustración, excitan a los asediadores y durante un par de espantosos segundos, estoy convencido de que la puerta va a ceder, pero esta aguanta.
?No vas a poder atar nada a los lados. Cambio de táctica?.
Bajo rápidamente y escojo unas cuantas latas de pintura de pequeño tamaño. Las coloco tumbadas de lado en medio del último tramo de los oscuros escalones.
?Si esto no les hace caer, nada lo hará?.
cojo la lata de pintura de mayor capacidad y empiezo a vaciar su contenido en una esquina.
?¡Rápido, rápido!?.
Por mucha prisa que meta el cabrón paranoico, el morapio libado está empezando a hacer su efecto y ahora mataría por un bocadillo de chorizo con queso.
Los efluvios de la pintura, pronto empiezan a saturar mis fosas nasales. Mientras relleno la lata de pintura plástica vaciada en sus tres cuartas partes, con gasoil, limpia cristales, detergente, naftalina y cualquier producto inflamable que me encuentre. Agito la mezcla, sintiéndome como una bruja ante su bullente caldero.
- Magia potagia ?
?La mezcla de morapio y los vapores de toda esta mierda te están empezando a afectar. ¡Despéjate joder!?.
Cojo las bombonas del traje de buceo y me las coloco. Comienzo a respirar su contenido y me propino unas palmadas en la cara. Casi al mismo tiempo, que oigo como salta una de las metálicas bisagras de la puerta.
?¡Deprisa joder!?.
Respirando el aire comprimido de las bombonas, agarro el pastoso contenido de la lata de pintura y lo vierto en un gran y espeso charco al pie de la escalera. La puerta se viene definitivamente a bajo y la luz que por ella se filtra, me permite distinguir como la silueta del infectado con dos taladros, en las manos, es el primero en hacer los honores.
?Justo a tiempo?.
Me saco el regulador de la boca y grito:
- ¡Vamos ciber bastardos! ? tomo otro poco de aire del regulador y vuelvo a gritar a pleno pulmón - ¡ Barra libre!.
Los seres se atropellan en la escalera y hasta creo que un par de ellos, se hacen algo de daño con sus respectivos ?aparatos de cocina implantados? aunque por descontado, nada serio gracias al blindaje regalo de ?papá chatarrero?.
Mis manos se cierran en torno al misterioso paquete de fósforos del ?Arlequín psicópata? y espero con el corazón en un puño, mientras la inquietante horda, desciende lentamente los escalones.
Si lo llego a saber me hubiese dejado una revista a mano. Creo que me daría tiempo mas que de sobras a hacerme un par de gallolas antes de que estos bastardos se las apañen para llegar abajo.
?Tranquilo, mantén la calma?.
Decirlo es fácil, pero la contemplación del descenso de esas oscuras y ruidosas siluetas, es algo que pone a prueba tanto a mis curtidos esfínteres como a mis trasnochados nervios.
?Ya falta poco?.
Vuelvo a introducirme el regulador en la boca, ya que dentro de poco, va a ser fácil asfixiarse en este sótano.
?Casi tan fácil como abrasarse?.
Como era de esperar, el primero en poner pie en el escalón lleno de latas, es el tipo de los taladros, que como esperaba, cae cuan largo es sobre el charco de materia pastosa. Agarro uno de los cócteles que tengo preparados, listo para iniciar la barbacoa.
?¡Espera!?.
No suelto el cóctel, pero tampoco lo enciendo.
?Pesa demasiado y no tiene manos. No va a poder levantarse. Espera a que el resto lleguen al charco?.
Efectivamente, el bastardo de los taladros, deja el suelo echo una pena, pero no consigue incorporarse. Su colega el tipo con la mano que parece una bola de demolición, pasa por encima suyo, mostrando muy poca solidaridad para con su caído colega.
?¡Ahora!?.
Utilizando las cerillas del arlequín, enciendo la portada que mostraba una rubia de grandes tetas y que ahora sirve como mecha. La botella se estrella contra el suelo y una voraz llama de un extraño y precioso tono azulado, se propaga por los escalones.
Un chirriante sonido, que me recuerda vagamente, al que hacen los caracoles cuando se les echa sal por encima, es lo mas parecido a un grito llega hasta mis oídos. Pero a pesar de las llamas azules que les envuelven, los infectados bien a rastras bien caminando, continúan su lento pero implacable avance en mi dirección. Lo peor del caso, es que el humo, está empezando a extenderse y un cuarto ser, acorazado, me bloquea las escaleras, que son la única ruta de escape.
?Tú única posibilidad, es atraerles fuera de las escaleras, y luego correr?.
Mierda. Quizás debí haberme colocado la máscara y el traje de neopreno, pero ahora no hay tiempo para eso. De no ser por las bombonas de aire, ya me hubiera asfixiado, pero eso no parece afectar a los seres, que siguen avanzando a pesar de que por el blindaje, empieza a gotearles una especie de mozzarella, que supongo que debe ser grasa corporal o algo por el estilo.
?Tranquilo. No aguantaran mucho mas?.
El primero en detenerse es el de los taladros implantados en las muñecas. Sus movimientos empiezan a ralentizarse, hasta que simplemente, se detiene, dejando tras de sí un rastro de chisporroteantes fluidos.
?Si tuviéramos con que cortarlo, uno de esos taladros nos podría venir bien para forzar la cerradura del garaje?.
A decir verdad, ese es ahora mismo el menor de mis problemas. Por suerte, el fuego no se ha propagado aun, mas que nada gracias al suelo de cemento. Pero el humo dificulta cada vez mas la visión, y los seres no parece que tengan intención de apagarse. Un segundo bastardo se desploma. Si estuviesen algo mas dotados de cerebro, tendrían la partida ganada, ya que yo no podría sobrevivir mas allá de un par de minutos aquí abajo. Pero en lugar de limitarse a cerrarme el paso hacia las escaleras, el último de los bastardos acorazados, continúa caminando sobre las llamas, en mi dirección.
?¡Ahora o nunca!?.
Lleno mis pulmones de aire, suelto las botellas y echo a correr hacia la escalera. De un salto, cruzo por encima de las azuladas llamas que por lo que parecen aun tardarán un rato en consumirse.
Aunque estoy a punto de partirme la crisma, cuando casi tropiezo con una lata de pintura en los escalones, consigo llegar sin percances de nuevo al piso superior.
?La luz. ¡ Ve hacia la luz!?.
Llego arriba. Por desgracia, no puedo cerrar la puerta, ya que esos bastardos, no han dejado puerta para que cerrar.
Una desagradable sensación me recorre el estómago, cuando veo a pocos metros de mi, a los putrefactos restos de lo que antes había sido un perro.
?Solo es una carroña ambulante, no vayas a perder los nervios ahora?.
Un renqueante sonido, me indica que otro, se acerca por mi espalda.
?Tranquilo, son muy lentos. Céntrate en el objetivo: tenemos que abrir la puerta del garaje?.
El ser que se encuentra frente a mi, avanza mostrando los restos de una dentadura, de un color intermedio entre el marrón y el amarillo.
- Ni hablar ? le digo al chucho mientras doy dos pasos en su dirección -, no creas que me vas a pillar.
Suena un disparo y media cabeza del animal pasa de un estado casi sólido a otro casi líquido. La eminente hematóloga entra en escena, sosteniendo la humeante pistola.
- ¿Se puede saber porque coño tardas tanto? ? pregunta visiblemente irritada -. Ya te dábamos por muerto.
?¿Estaría preocupada por ti, o simplemente necesita el coche??.
Supongo que el orden de los motivos, no altera el producto.
- Las cosas se complicaron ? le informo -, ¿dónde está ?Anestesia??.
Me doy la vuelta y veo a otros dos seres, a los que dudo que Lassie, aceptase como pretendientes. Pero están tan deteriorados, que no creo que puedan atrapara a nada mas rápido que un caracol.
- Su estúpido perro salió huyendo y él fue a buscarle. Aun no han regresado.
?No veo a la niña? ni a Nicolai?.
- ¿¡Has dejado a Sonia a solas con Nicolai!?.
- Está atado y no parece en condiciones de? - Marta se interrumpe al oír un penetrante grito desde el exterior.
?Bueno. Supongo que tendremos que hacer, como que lamentamos su pérdida?.
?Las armas sirven para defender a unos, de otros con armas mas pequeñas?.
-- Stan ?
La pequeña llama muere en el suelo, mientras mis dedos, buscan otra cerilla.
?Si esto fuera una película de terror, cuando la encendieras te encontrarías cara a cara con una cara pálida y amenazadora?.
Rasco el fósforo y otra pequeña llama ilumina lo suficiente, como para que pueda terminar de bajar los escalones de cemento, sin partirme la crisma. Aunque no aparece ningún rostro aterrador frente a mi, me basta y me sobra con los sonidos que hacen los seres que intentan echar la puerta abajo.
La llama empieza a calentarme demasiado los dedos, así que la tiro y la substituyo por otra. En cuanto enciendo la tercera cerilla, descubro junto a la escalera una de esas lámparas de luz blanca, que funciona mediante pilas. La tomo y durante un par de escalofriantes segundos, estoy seguro de que no va a encenderse, pero para mi sorpresa, la lámpara baña el sótano con una tímida luz blanca.
?Bueno, no es una lámpara de gas. Pero servirá?.
No creo que sea muy prudente utilizar una lámpara de gas en un sótano.
?La muerte por asfixia, no es ahora mismo la amenaza mas acuciante para tu salud?.
El estruendo en la puerta, me recuerda quien es ahora mismo, la mayor amenaza para mi pellejo. Ha llegado el momento, de explorar este sótano.
?Es posible que tenga una carbonera o mejor aun, que este tipo guardase un arsenal aquí abajo?.
Mientras guardo la cajetilla de cerillas en el bolsillo del pantalón, pienso que no es en absoluto imposible. Después de todo, no creo que tenga semejante puerta de seguridad, solo para guardar los trastos viejos.
Con la lámparas en la mano, hago una rápida inspección del sótano. No tardo en encontrar un grupo electrógeno, junto a un par de petacas de metal, una de las cuales esta vacía y la otra medio a medias, de un líquido que por el olor, debe ser gasoil. ¿No estaba prohibido almacenar combustible en sótanos por el tema de los gases?.
?No te preocupes por eso. El gasoil no desprende vapores hasta los ciento cincuenta grados. Es la gasolina, la que puede desprender vapores, incluso a temperaturas bajo cero?.
- Bueno, supongo que no moriré asfixiado después de todo ? digo en voz alta aunque solo sea por oír algo mas que los ominosos ataques contra la puerta -. Veamos pues, que es lo que atesoraba este tipo aquí abajo.
Son muchas las cosas, que la oscuridad trataba de ocultar en este sótano, pero si esperaba encontrarme con un arsenal digno de una película de los ochenta, o siquiera con un triste hacha, lo llevo claro. El tipo que ahora está sirviendo de desayuno en el exterior, guardaba aquí abajo cosas como : una pequeña bodega, su equipo de submarinismo, revistas pornográficas o latas de pintura. Pero deduzco, que la razón de ser de la cerradura, no es otra cosa que dos estanterías con todos los productos que puedan resultar tóxicos, desde insecticida a lejía. Aquí, es donde guardaba todo lo que quería mantener lejos del alcance de sus hijos.
?Podría ser peor. Por lo menos hay revistas porno?.
Claro. ¿Cuántas gallolas crees que me dará tiempo a hacerme, antes de que esos ?robo infectados? revienten la puerta y bajen aquí para charlar de cirugía y bricolaje ?.
?Tampoco parece haber ninguna otra salida?.
- No ? digo pensando en voz alta -, el huir no es una opción.
Un tintineo metálico retumba escaleras abajo. Sin duda la puerta se encuentra en las últimas. Hora de ponerse a trabajar.
El plan no tarda en forjarse en mi mente. Esos seres tienen que bajar por la escalera. Si consigo poner en marcha el generador, tendré electricidad, si puedo formar un charco con las botellas de vino en la parte inferior, puedo intentar electrocutarles.
?Eso está muy bien en las películas. Pero probablemente lo único que consigas, sea fundir los plomos?.
- ¿Tienes un plan mejor?.
?Por supuesto?.
El plan, del cabrón paranoico, no deja de ser una variante mas peligrosa del mío pero reconozco que me gusta.
?¡Manos a la obra!?.
Compruebo la bombona de oxígeno. Está a apenas un cuarto de su capacidad, pero eso es bastante mas de lo que necesito. Escojo un par de botellas de vino de las de aspecto mas caro. Como no voy sobrado de tiempo, rompo su fino cuello de cristal y me bebo la mitad de una casi de un solo trago.
?¿De veras crees que este es el mejor momento para esto??.
Apagada mi sed, me siento incluso mucho mas optimista, así que doy otro trago a la sin duda carísima botella antes de vaciar el resto en el suelo. Como tengo el estómago vacio, me limito a vaciar las tres botellas siguientes.
?Sin duda ese morapio costó una pasta gansa. El dueño debe estar retorciéndose en su tumba?.
Lo de retorciéndose no lo dudo, aunque mas bien en los putrefactos estómagos de los chuchos zombi.
Una visita a la estantería de los productos de limpieza, mezclado con el gasoil, me permite preparar una sustancia lo bastante inflamable como para que prenda con facilidad y para que continúe ardiendo sin apagarse durante un tiempo por lo menos. Algo de gasolina no me hubiese venido mal, pero el detergente y el limpia cristales, mezclado con algo de aquí y allá hacen el efecto deseado. El problema, es la escasez de trapos para preparar las mechas. Me planteo recortar los bajos de mis pantalones, pero la ropa militar es mayormente de viscosa ignífuga, por lo que lo soluciono enrollando unas cuantas de las mas amarillentas y pegajosas hojas de las revistas pornográficas.
?¡Date prisa!. ¡La puerta no aguantará mucho mas!?.
Después de preparar unos cócteles, que ni Tom Cruise en la película así titulada, arranco un par de metros, del ahora inservible cable eléctrico de la pared. Con él en una mano y la lámpara en la otra, recorro las escaleras, en busca de un punto donde colocar una de las trampas mas viejas y simples del mundo, pero no encuentro ninguno.
- ¡ Como es posible que en este puerco sótano no haya ni un puto martillo !.
Mis gritos de frustración, excitan a los asediadores y durante un par de espantosos segundos, estoy convencido de que la puerta va a ceder, pero esta aguanta.
?No vas a poder atar nada a los lados. Cambio de táctica?.
Bajo rápidamente y escojo unas cuantas latas de pintura de pequeño tamaño. Las coloco tumbadas de lado en medio del último tramo de los oscuros escalones.
?Si esto no les hace caer, nada lo hará?.
cojo la lata de pintura de mayor capacidad y empiezo a vaciar su contenido en una esquina.
?¡Rápido, rápido!?.
Por mucha prisa que meta el cabrón paranoico, el morapio libado está empezando a hacer su efecto y ahora mataría por un bocadillo de chorizo con queso.
Los efluvios de la pintura, pronto empiezan a saturar mis fosas nasales. Mientras relleno la lata de pintura plástica vaciada en sus tres cuartas partes, con gasoil, limpia cristales, detergente, naftalina y cualquier producto inflamable que me encuentre. Agito la mezcla, sintiéndome como una bruja ante su bullente caldero.
- Magia potagia ?
?La mezcla de morapio y los vapores de toda esta mierda te están empezando a afectar. ¡Despéjate joder!?.
Cojo las bombonas del traje de buceo y me las coloco. Comienzo a respirar su contenido y me propino unas palmadas en la cara. Casi al mismo tiempo, que oigo como salta una de las metálicas bisagras de la puerta.
?¡Deprisa joder!?.
Respirando el aire comprimido de las bombonas, agarro el pastoso contenido de la lata de pintura y lo vierto en un gran y espeso charco al pie de la escalera. La puerta se viene definitivamente a bajo y la luz que por ella se filtra, me permite distinguir como la silueta del infectado con dos taladros, en las manos, es el primero en hacer los honores.
?Justo a tiempo?.
Me saco el regulador de la boca y grito:
- ¡Vamos ciber bastardos! ? tomo otro poco de aire del regulador y vuelvo a gritar a pleno pulmón - ¡ Barra libre!.
Los seres se atropellan en la escalera y hasta creo que un par de ellos, se hacen algo de daño con sus respectivos ?aparatos de cocina implantados? aunque por descontado, nada serio gracias al blindaje regalo de ?papá chatarrero?.
Mis manos se cierran en torno al misterioso paquete de fósforos del ?Arlequín psicópata? y espero con el corazón en un puño, mientras la inquietante horda, desciende lentamente los escalones.
Si lo llego a saber me hubiese dejado una revista a mano. Creo que me daría tiempo mas que de sobras a hacerme un par de gallolas antes de que estos bastardos se las apañen para llegar abajo.
?Tranquilo, mantén la calma?.
Decirlo es fácil, pero la contemplación del descenso de esas oscuras y ruidosas siluetas, es algo que pone a prueba tanto a mis curtidos esfínteres como a mis trasnochados nervios.
?Ya falta poco?.
Vuelvo a introducirme el regulador en la boca, ya que dentro de poco, va a ser fácil asfixiarse en este sótano.
?Casi tan fácil como abrasarse?.
Como era de esperar, el primero en poner pie en el escalón lleno de latas, es el tipo de los taladros, que como esperaba, cae cuan largo es sobre el charco de materia pastosa. Agarro uno de los cócteles que tengo preparados, listo para iniciar la barbacoa.
?¡Espera!?.
No suelto el cóctel, pero tampoco lo enciendo.
?Pesa demasiado y no tiene manos. No va a poder levantarse. Espera a que el resto lleguen al charco?.
Efectivamente, el bastardo de los taladros, deja el suelo echo una pena, pero no consigue incorporarse. Su colega el tipo con la mano que parece una bola de demolición, pasa por encima suyo, mostrando muy poca solidaridad para con su caído colega.
?¡Ahora!?.
Utilizando las cerillas del arlequín, enciendo la portada que mostraba una rubia de grandes tetas y que ahora sirve como mecha. La botella se estrella contra el suelo y una voraz llama de un extraño y precioso tono azulado, se propaga por los escalones.
Un chirriante sonido, que me recuerda vagamente, al que hacen los caracoles cuando se les echa sal por encima, es lo mas parecido a un grito llega hasta mis oídos. Pero a pesar de las llamas azules que les envuelven, los infectados bien a rastras bien caminando, continúan su lento pero implacable avance en mi dirección. Lo peor del caso, es que el humo, está empezando a extenderse y un cuarto ser, acorazado, me bloquea las escaleras, que son la única ruta de escape.
?Tú única posibilidad, es atraerles fuera de las escaleras, y luego correr?.
Mierda. Quizás debí haberme colocado la máscara y el traje de neopreno, pero ahora no hay tiempo para eso. De no ser por las bombonas de aire, ya me hubiera asfixiado, pero eso no parece afectar a los seres, que siguen avanzando a pesar de que por el blindaje, empieza a gotearles una especie de mozzarella, que supongo que debe ser grasa corporal o algo por el estilo.
?Tranquilo. No aguantaran mucho mas?.
El primero en detenerse es el de los taladros implantados en las muñecas. Sus movimientos empiezan a ralentizarse, hasta que simplemente, se detiene, dejando tras de sí un rastro de chisporroteantes fluidos.
?Si tuviéramos con que cortarlo, uno de esos taladros nos podría venir bien para forzar la cerradura del garaje?.
A decir verdad, ese es ahora mismo el menor de mis problemas. Por suerte, el fuego no se ha propagado aun, mas que nada gracias al suelo de cemento. Pero el humo dificulta cada vez mas la visión, y los seres no parece que tengan intención de apagarse. Un segundo bastardo se desploma. Si estuviesen algo mas dotados de cerebro, tendrían la partida ganada, ya que yo no podría sobrevivir mas allá de un par de minutos aquí abajo. Pero en lugar de limitarse a cerrarme el paso hacia las escaleras, el último de los bastardos acorazados, continúa caminando sobre las llamas, en mi dirección.
?¡Ahora o nunca!?.
Lleno mis pulmones de aire, suelto las botellas y echo a correr hacia la escalera. De un salto, cruzo por encima de las azuladas llamas que por lo que parecen aun tardarán un rato en consumirse.
Aunque estoy a punto de partirme la crisma, cuando casi tropiezo con una lata de pintura en los escalones, consigo llegar sin percances de nuevo al piso superior.
?La luz. ¡ Ve hacia la luz!?.
Llego arriba. Por desgracia, no puedo cerrar la puerta, ya que esos bastardos, no han dejado puerta para que cerrar.
Una desagradable sensación me recorre el estómago, cuando veo a pocos metros de mi, a los putrefactos restos de lo que antes había sido un perro.
?Solo es una carroña ambulante, no vayas a perder los nervios ahora?.
Un renqueante sonido, me indica que otro, se acerca por mi espalda.
?Tranquilo, son muy lentos. Céntrate en el objetivo: tenemos que abrir la puerta del garaje?.
El ser que se encuentra frente a mi, avanza mostrando los restos de una dentadura, de un color intermedio entre el marrón y el amarillo.
- Ni hablar ? le digo al chucho mientras doy dos pasos en su dirección -, no creas que me vas a pillar.
Suena un disparo y media cabeza del animal pasa de un estado casi sólido a otro casi líquido. La eminente hematóloga entra en escena, sosteniendo la humeante pistola.
- ¿Se puede saber porque coño tardas tanto? ? pregunta visiblemente irritada -. Ya te dábamos por muerto.
?¿Estaría preocupada por ti, o simplemente necesita el coche??.
Supongo que el orden de los motivos, no altera el producto.
- Las cosas se complicaron ? le informo -, ¿dónde está ?Anestesia??.
Me doy la vuelta y veo a otros dos seres, a los que dudo que Lassie, aceptase como pretendientes. Pero están tan deteriorados, que no creo que puedan atrapara a nada mas rápido que un caracol.
- Su estúpido perro salió huyendo y él fue a buscarle. Aun no han regresado.
?No veo a la niña? ni a Nicolai?.
- ¿¡Has dejado a Sonia a solas con Nicolai!?.
- Está atado y no parece en condiciones de? - Marta se interrumpe al oír un penetrante grito desde el exterior.
?Bueno. Supongo que tendremos que hacer, como que lamentamos su pérdida?.
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
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Korvec
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Capítulo XXXVII
"Si sangra, significa que puede mancharte".
-- Un tipo con camisa de fuerza que afirmaba ser Don Limpio --
Mi corazón que estaba a punto de tomarse un respiro, vuelve a ponerse a hacer horas extras, pero ante todo no nos engañemos, no es que me importe una mierda berrugosa esa cría, a la que considero poco menos, que una supurante llaga en el ojete. Lo que de verdad me preocupa, es el motivo por el que ha gritado.
"No olvides parecer triste y afectado por la muerte de la pequeña bastarda. Sino, la tetona es capaz de dejarte sin sexo durante semanas, lo que en estas circunstancias, puede ser toda una vida".
Puede que me esté haciendo viejo, pero ahora mismo, el sexo y mas concretamente la falta del mismo, no está entre mis preocupaciones prioritarias.
Marta, algo lenta de reflejos (quizás por la falta de práctica), por fin se decide a reaccionar y se dirige hacia la puerta gritando el nombre de la pequeña Sonia. Con un rápido movimiento, la retengo. Ella me mira con ojos de pantera y durante un par de segundos, estoy seguro de que va a dispararme.
- Silencio - le digo -. Déjame a mi.
Doy una mirada a los chuchos zombis, que siguen acercándose a paso de caracol y luego a la hematóloga, que algo mas calmada, asiente con la cabeza.
"Si fuera el chatarrero habriamos odo su camión".
Pueden ser mil cosas distintas, pero no se me ocurre ni una sola buena. Asomo fugazmente la cabeza y veo a un grupo de tipos con traje de camuflaje y fusiles de asalto. "Anestesia" de rodillas y con las manos sobre la cabeza, se rinde, mientas Esparqui le lame la cara.
"Fíjate en ese despliegue. ¡ Estos no son paletos disfrazados !".
Cierto. Estos son militares de verdad y por lo que veo, saben lo que se hacen.
"Si el fuego del sótano no se extiende, lo mejor será esconderse hasta que se marchen. Puede que no registren la casa".
En ese momento, veo como la pequeña Marta, a la que uno de los militares parece preguntarle algo que no alcanzo a oir, señala con decisión hacia la casa.
"¡Hija de puta!".
- ¡ Puta malnacida! - exclamo.
- ¿Que está pasando? - pregunta Marta.
- Los militares - le informo.
Cuatro hombres, miran en nuestra dirección.
"No deben encontrara la cabeza. ¡ Si nos toman por cultistas, estaremos bienjodidos!. Tira ese despojo al sótano. Con un poco de suerte, será pasto de las llamas".
Marta parece incluso animada por la noticia.
- No te animes tanto - le advierto -, si sospechan que somos miembros del culto, probablemente nos ejecuten sin mas.
- ¿Y porque habrían de creerlo?.
"Ahora no hay tiempo de explicárselo. ¡ Mueve el jodido culo !".
-¡ Dame la pistola ! - exijo.
- ¿Porque?.
- Es un modelo militar. Pertenece a un oficial o suboficial asesinado.
Parece hacerse la luz en la cabeza de la doctora y con el arma en una mano, subo hacia el segundo piso.
"¡No te compliques la vida!. ¡ Entrarán de un momento a otro!".
Quizás arrojar la cabeza envuelta en sábanas a las llamas sea lo mas sencillo. Pero he dado mi palabra y tengo intención de intentar cumplirla. Por ello, solo se me ocurre un lugar lo suficientemnte seguro, como para que Chanquete nos espere.
Del piso inferior, me llega el sonido de los militares irrumpiendo en la casa y luego unos cuantos disparos.
"Tranquilo. Deben estar dándole matarile a los chuchos. Por cierto, no doy dos duros, por la vida de Esparqui".
A mi mente, acuden las lejanas imagenes de un perro siendo perseguido por un helicóptero en la pantalla del televisor. ¿Cuanto tiempo ha pasado desde entonces?. ¿Una semana?. No tengo ni idea. Coño, no tengo ni idea, ni de que día es hoy. En cualquier caso, supongo que Esparqui tendrá que buscarse la vida.
- ¡Fuera de la casa! - grita una voz seca.
Oigo como Marta responde algo y pisadas sobre los escombros en dirección a las escaleras. Será mejor darse prisa. Entro en la cocina y abro la nevera. El hedor de los alimentos putrefactos es terrible, pero no creo que a "Chanqui" le importa. Aparto los restos de un agusanado pollo, coloco la pistola y la cabeza envuelta en la sábana y mientras oigo como los pasos se aproximan, lo cubro con comida putrefacta.
- ¡ No disparen ! - grito mientras cierro la puerta de la nevera -. ¡Me rindo!.
Dos hombres entran en la cocina.
- ¿Porque te escondias? - me pregunta un tipo que me cae mal en el acto y que lleva galones de sargento -. ¿Vas armado cabrón?.
- No llevo nada - respondo levantado los brazos.
Los tipos se fijan rápidamente en mis pantalones de camuflaje y en las botas militares de goretex.
"¡Cuidado!. Ahora es probable que te tomen por un desertor".
- ¿De donde has sacado esas botas? - me pregunta el suboficial sin dejar de apuntarme con su fúsil de asalto -, ¿eres un desertor o un saqueador?.
El otro tipo, un soldado de aspecto curtido, me separa las piernas y me apoya en la mesa antes de empezar a registrarme.
- Lo compré en el rastro - respondo -, en cascorro.
- No va armado - confirma el soldado terminado el registro -. O por lo menos, no lleva nada encima.
Los dos hombres, hacen una rápida inspección visual de la cocina. El sargento abre la nevera pero vuelve a cerrarla rápidamente al ver "el percal".
- ¡ Joder que peste!.
- Se estropeo el gupo electrógeno - le explico -, estaba intentando repararlo, cuando se produjo un incendio en el sótano y entonces, fue cuando los perros entraron y...
- ¿Los perros entraron o se le escapó la niña?.
Miro al hombre sin terminar de comprender.
- ¿Como dice?.
- La niña, nos ha explicado - dice el suboficial con una voz cargada de desprecio -, las cosas que le hiciste jodido degenerado.
El tipo me propina una patada en las costillas no demasiado agradable.
- ¡Miente! - consigo decir entre toses -, esa niña no está bien de la cabeza. Le falta su medicación y imagina cosas.
"Reconocelo, la credibilidad no es lo tuyo".
- Eso - continua el tipo,
"Si sangra, significa que puede mancharte".
-- Un tipo con camisa de fuerza que afirmaba ser Don Limpio --
Mi corazón que estaba a punto de tomarse un respiro, vuelve a ponerse a hacer horas extras, pero ante todo no nos engañemos, no es que me importe una mierda berrugosa esa cría, a la que considero poco menos, que una supurante llaga en el ojete. Lo que de verdad me preocupa, es el motivo por el que ha gritado.
"No olvides parecer triste y afectado por la muerte de la pequeña bastarda. Sino, la tetona es capaz de dejarte sin sexo durante semanas, lo que en estas circunstancias, puede ser toda una vida".
Puede que me esté haciendo viejo, pero ahora mismo, el sexo y mas concretamente la falta del mismo, no está entre mis preocupaciones prioritarias.
Marta, algo lenta de reflejos (quizás por la falta de práctica), por fin se decide a reaccionar y se dirige hacia la puerta gritando el nombre de la pequeña Sonia. Con un rápido movimiento, la retengo. Ella me mira con ojos de pantera y durante un par de segundos, estoy seguro de que va a dispararme.
- Silencio - le digo -. Déjame a mi.
Doy una mirada a los chuchos zombis, que siguen acercándose a paso de caracol y luego a la hematóloga, que algo mas calmada, asiente con la cabeza.
"Si fuera el chatarrero habriamos odo su camión".
Pueden ser mil cosas distintas, pero no se me ocurre ni una sola buena. Asomo fugazmente la cabeza y veo a un grupo de tipos con traje de camuflaje y fusiles de asalto. "Anestesia" de rodillas y con las manos sobre la cabeza, se rinde, mientas Esparqui le lame la cara.
"Fíjate en ese despliegue. ¡ Estos no son paletos disfrazados !".
Cierto. Estos son militares de verdad y por lo que veo, saben lo que se hacen.
"Si el fuego del sótano no se extiende, lo mejor será esconderse hasta que se marchen. Puede que no registren la casa".
En ese momento, veo como la pequeña Marta, a la que uno de los militares parece preguntarle algo que no alcanzo a oir, señala con decisión hacia la casa.
"¡Hija de puta!".
- ¡ Puta malnacida! - exclamo.
- ¿Que está pasando? - pregunta Marta.
- Los militares - le informo.
Cuatro hombres, miran en nuestra dirección.
"No deben encontrara la cabeza. ¡ Si nos toman por cultistas, estaremos bienjodidos!. Tira ese despojo al sótano. Con un poco de suerte, será pasto de las llamas".
Marta parece incluso animada por la noticia.
- No te animes tanto - le advierto -, si sospechan que somos miembros del culto, probablemente nos ejecuten sin mas.
- ¿Y porque habrían de creerlo?.
"Ahora no hay tiempo de explicárselo. ¡ Mueve el jodido culo !".
-¡ Dame la pistola ! - exijo.
- ¿Porque?.
- Es un modelo militar. Pertenece a un oficial o suboficial asesinado.
Parece hacerse la luz en la cabeza de la doctora y con el arma en una mano, subo hacia el segundo piso.
"¡No te compliques la vida!. ¡ Entrarán de un momento a otro!".
Quizás arrojar la cabeza envuelta en sábanas a las llamas sea lo mas sencillo. Pero he dado mi palabra y tengo intención de intentar cumplirla. Por ello, solo se me ocurre un lugar lo suficientemnte seguro, como para que Chanquete nos espere.
Del piso inferior, me llega el sonido de los militares irrumpiendo en la casa y luego unos cuantos disparos.
"Tranquilo. Deben estar dándole matarile a los chuchos. Por cierto, no doy dos duros, por la vida de Esparqui".
A mi mente, acuden las lejanas imagenes de un perro siendo perseguido por un helicóptero en la pantalla del televisor. ¿Cuanto tiempo ha pasado desde entonces?. ¿Una semana?. No tengo ni idea. Coño, no tengo ni idea, ni de que día es hoy. En cualquier caso, supongo que Esparqui tendrá que buscarse la vida.
- ¡Fuera de la casa! - grita una voz seca.
Oigo como Marta responde algo y pisadas sobre los escombros en dirección a las escaleras. Será mejor darse prisa. Entro en la cocina y abro la nevera. El hedor de los alimentos putrefactos es terrible, pero no creo que a "Chanqui" le importa. Aparto los restos de un agusanado pollo, coloco la pistola y la cabeza envuelta en la sábana y mientras oigo como los pasos se aproximan, lo cubro con comida putrefacta.
- ¡ No disparen ! - grito mientras cierro la puerta de la nevera -. ¡Me rindo!.
Dos hombres entran en la cocina.
- ¿Porque te escondias? - me pregunta un tipo que me cae mal en el acto y que lleva galones de sargento -. ¿Vas armado cabrón?.
- No llevo nada - respondo levantado los brazos.
Los tipos se fijan rápidamente en mis pantalones de camuflaje y en las botas militares de goretex.
"¡Cuidado!. Ahora es probable que te tomen por un desertor".
- ¿De donde has sacado esas botas? - me pregunta el suboficial sin dejar de apuntarme con su fúsil de asalto -, ¿eres un desertor o un saqueador?.
El otro tipo, un soldado de aspecto curtido, me separa las piernas y me apoya en la mesa antes de empezar a registrarme.
- Lo compré en el rastro - respondo -, en cascorro.
- No va armado - confirma el soldado terminado el registro -. O por lo menos, no lleva nada encima.
Los dos hombres, hacen una rápida inspección visual de la cocina. El sargento abre la nevera pero vuelve a cerrarla rápidamente al ver "el percal".
- ¡ Joder que peste!.
- Se estropeo el gupo electrógeno - le explico -, estaba intentando repararlo, cuando se produjo un incendio en el sótano y entonces, fue cuando los perros entraron y...
- ¿Los perros entraron o se le escapó la niña?.
Miro al hombre sin terminar de comprender.
- ¿Como dice?.
- La niña, nos ha explicado - dice el suboficial con una voz cargada de desprecio -, las cosas que le hiciste jodido degenerado.
El tipo me propina una patada en las costillas no demasiado agradable.
- ¡Miente! - consigo decir entre toses -, esa niña no está bien de la cabeza. Le falta su medicación y imagina cosas.
"Reconocelo, la credibilidad no es lo tuyo".
- Eso - continua el tipo,
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
-
Korvec
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Por un error, no se copiaron las últimas lineas del capítulo XXXVII aquí está lo que falta:
- Eso - continua el tipo -, por no hablar del tipo que teneis atado y drogado hasta las trancas.
"¡Cuidadin!".
- ¡ No se les ocurra desatarle! - grito -. ¡ Es peligroso!.
El soldado me pone violentamente en pie antes de gritar.
- ¡Desnudate!.
"Quizás no tengas credibilidad, pero al parecer creen que eres sexy".
Vacilo, pero por el momento, lo mejor será obedecer.
- No te hagas ilusiones - dice el sargento -, solo queremos comprbar que no tengas ningún mordisco.
"Bueno. También puede que no".
- Eso - continua el tipo -, por no hablar del tipo que teneis atado y drogado hasta las trancas.
"¡Cuidadin!".
- ¡ No se les ocurra desatarle! - grito -. ¡ Es peligroso!.
El soldado me pone violentamente en pie antes de gritar.
- ¡Desnudate!.
"Quizás no tengas credibilidad, pero al parecer creen que eres sexy".
Vacilo, pero por el momento, lo mejor será obedecer.
- No te hagas ilusiones - dice el sargento -, solo queremos comprbar que no tengas ningún mordisco.
"Bueno. También puede que no".
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Capítulo XXVIII
?Puede, que el que a hierro mata a hierro muera. Pero a los que son incapaces de defenderse su pellejo, les matan de todas las demás formas aparte de a hierro?.
-- Un cristiano no practicante ?
La moda, no deja de ser una cuestión de opciones. En este caso en concreto, después de despejarme de unas prendas de ropa, que prácticamente ya eran parte de mi piel, me hacen entrega de un mono verde.
- ¿No tendréis unos gallumbos por casualidad? ? pregunto por si las moscas.
Para mi sorpresa, uno de los soldados rebusca en una bolsa y me tira una bolsa de plástico que contiene unos calzoncillos verdes de aspecto un tanto desfasado. Luego me tira una segunda bolsa con unos calcetines también del que parece que va a ser el color de moda.
?No te quejes. Después de todo, el verde es el color de la esperanza?.
- No nos quedan camisetas, ni tenemos zapatillas de talla superior al cuarenta y cinco ? dice el soldado que acaba de pasarme la ropa interior.
- Puedes volver a ponerte tus botas ? me dice el sargento, después de revisarlas -, después de todo, es una lástima tirar unas botas tan buenas.
Mientras registran minuciosamente mis prendas de vestir, veo como uno de los soldados encuentra la extraña caja de cerillas y después de dedicarle una indescifrable mirada, termina guardándosela en el bolsillo.
En cuanto termino de vestirme, me inmovilizan las manos con una sirga de plástico. Supongo que las esposas ya no se llevan.
- Muy bien ? me indica el suboficial -, abajo.
Desciendo la escalera a tiempo de ver a un par de soldados, examinar sorprendidos, el cadáver de uno de los blindados esbirros de ?el chatarrero?.
- A este le dispararon ? indica uno de los militares provistos con traje de protección NBQ que se encuentra examinando el cadáver con la ayuda de una pequeña linterna. La máscara que le cubre la cara y distorsiona su voz, me hace pensar en una versión de bajo presupuesto de Dart Vader -, le dispararon casi a quema ropa. Tiene quemaduras de pólvora por la barbilla.
- Puede que se suicidara ? comento con escasa convicción.
?¿Nunca te han dicho que callado estás igual de feo pero que la cagas mucho menos??.
Los militares miran esas manos substituidas por herramientas y luego me miran a mi.
- Puede que se disparase con los pies ? añado precipitadamente -, una vez vi a un chino que era capaz de preparar ensaladas de queso con los pies.
?Joder?.
El sargento me agarra por los pelos y me mira a los ojos.
- ¿Dónde está el arma?.
- El arma está aquí ? dice una voz a nuestra izquierda -, bueno, lo que queda de ella.
Un soldado, también ataviado con traje NBQ, sostiene el fúsil de asalto que quedó inutilizado durante el asalto de los ?infectadocops?.
?Se avecinan problemas?.
Por supuesto, mi vida es una sucesión de desventuras y problemas. Pero por lo menos, no tengo una hipoteca que pagar.
- Compruebe el número de serie ? ordena el sargento.
Un soldado con uniforme de campaña y gafas, saca una pequeña libreta de un bolsillo y después de pasar un par de páginas, dice.
- Es el arma del cabo Herraiz.
El suboficial asiente y dirigiéndose a mi me pregunta con un tono de voz inquietantemente tranquilo.
- ¿De donde sacaste ese arma?.
- Lo encontré.
- ¿Lo encontraste? ? el hombre me mira con claro escepticismo -, ¿dónde?.
- En el interior de un huevo kinder.
- Ya veo... ? su tono de voz no muestra ni pizca de sorpresa.
?Si pretendes hacer oposiciones para fiambre, estás en el camino correcto?.
Dos hombres equipados con traje NBQ, se dirigen hacia el humeante sótano portando extintores, pero no tardan en regresar quitándose las máscaras tosiendo violentamente. Incluso yo, sé que no sirven para humo.
- Eso está lleno de humo y vapores tóxicos ? dice uno de los tipos -, tendremos que esperar a que se airee un poco antes de bajar.
Sin apartar la mirada de mi ni un segundo, el suboficial dice dirigiéndose a sus hombres:
- No importa, si había algo ahí abajo se habrá quemado.
Luego me dice a mi.
- ¿Vas a decirme que fue de el propietario de ese arma?.
?Dile que se lo cambiaste por provisiones a un desertor?.
- Se lo cambié por comida a un muchacho.
- ¿Y donde está ahora ese muchacho? ? pregunta con su característica frialdad el sargento.
- Se marchó hace un par de días ? respondo -, estaba preocupado por su familia.
?No ha colado?.
En efecto. Aunque mi interrogador no dice nada, algo en la expresión de su rostro, me hace estar completamente seguro, de que no se ha creído ni una sola palabra.
- Aquí hay muchas cosas que va a tener que explicar ? comenta por fin el sargento después de un tenso silencio -, pero no tengo ni el tiempo ni las ganas para averiguarlo.
A una señal suya, un par de militares me sacan de la casa y me escoltan hasta el lugar donde nos esperan unos cuantos vehículos. Distingo dos todo terreno Uro Vamtac Rebeco. Una especie de imitación barata del Hummer que utiliza el ejército americano. Del primero sobresalen un par de antenas de radio, El segundo está artillado con un lanzagranadas automático Lag-40 y el tercero con una ametralladora Browning del calibre cincuenta, lo que aquí denominan ?una doce setenta?. Sigo caminando entre los Rebecos y llego hasta una zona donde dos militares con traje de campaña, custodian cuatro grandes camiones. Veo fugazmente, que uno de ellos está lleno de jaulas. Esparqui, me dedica una canina mirada de prisionero político. Seguimos caminando y me ayudan a subir al segundo camión, que se encuentra lleno de tipos ataviados con monos de color verde y manos inmovilizadas con sirgas como yo.
- Bienvenido a bordo ? me saluda un tipo que complementa su mono verde con la boina mas sucia que he visto en mi vida.
?Anestesia?, que se encuentra en el exterior de un banco, empuja hasta hacerme algo de hueco y consigo sentarme.
- ¿Y Nicolai? ? pregunto buscando su rostro entre los de mis acompañantes de cautiverio.
- Allí- ?Anestesia? señala con sus manos juntas hacia el punto mas oscuro en el fondo del vehículo.
Forzando un poco la vista, consigo distinguir un bulto inmóvil, en el suelo entre ambos bancos.
- Le han sedado ? dice el tipo de la boina -, tardará un buen rato en despertar.
- ¿Viste a Esparqui? ? me pregunta ?Anestesia?.
- Está bien ? respondo -, lo tenían en una jaula en el primer camión.
- Provisiones ? dice un tipejo con una dentadura rota y medio podrida -, ¡provisiones frescas!.
?Eso explica porque no se lo han cargado en el acto. La comida empieza a escasear?.
- ¡Nadie va a comerse a Esparqui! ? grita ?Anestesia?.
Supongo, que las mujeres deben estar en el tercer camión.
?Me pregunto si tu amiguita de las pechugas, hizo lo que le dijiste?.
¿A que te refieres?.
?Si buscó y encontró el localizador o lo que rayos sea que lleve, que permite que ?el chatarrero? la rastree?.
No creo que ese tipo se atreva a atacarnos.
?Mas te vale que así sea. Si lo hace, encontraremos una ocasión de escapar. Sino, puede que en su campamento, el siguiente interrogatorio no sea tan suave?.
Me preocuparé de ello cuando llegue el momento. Después de todo, de peores he salido.
?También deberás preocuparte de lo que ocurrirá cuando oscurezca y el pequeño chupóptero se entere, de que has abandonado a Chanquete en el interior de una nevera?.
- ¡Joder! ? se me escapa en voz alta.
Son varias las miradas que se centran en mi.
- Tranquilo ? dice ?Anestesia? con firmeza -. ¡ Nadie va a comerse a Esparqui !.
El motor del camión se pone en marcha y al cabo de unos segundos, empezamos a alejarnos. Supongo que podría decirse, que este es un momento: ?¡on the road again!?.
?Puede, que el que a hierro mata a hierro muera. Pero a los que son incapaces de defenderse su pellejo, les matan de todas las demás formas aparte de a hierro?.
-- Un cristiano no practicante ?
La moda, no deja de ser una cuestión de opciones. En este caso en concreto, después de despejarme de unas prendas de ropa, que prácticamente ya eran parte de mi piel, me hacen entrega de un mono verde.
- ¿No tendréis unos gallumbos por casualidad? ? pregunto por si las moscas.
Para mi sorpresa, uno de los soldados rebusca en una bolsa y me tira una bolsa de plástico que contiene unos calzoncillos verdes de aspecto un tanto desfasado. Luego me tira una segunda bolsa con unos calcetines también del que parece que va a ser el color de moda.
?No te quejes. Después de todo, el verde es el color de la esperanza?.
- No nos quedan camisetas, ni tenemos zapatillas de talla superior al cuarenta y cinco ? dice el soldado que acaba de pasarme la ropa interior.
- Puedes volver a ponerte tus botas ? me dice el sargento, después de revisarlas -, después de todo, es una lástima tirar unas botas tan buenas.
Mientras registran minuciosamente mis prendas de vestir, veo como uno de los soldados encuentra la extraña caja de cerillas y después de dedicarle una indescifrable mirada, termina guardándosela en el bolsillo.
En cuanto termino de vestirme, me inmovilizan las manos con una sirga de plástico. Supongo que las esposas ya no se llevan.
- Muy bien ? me indica el suboficial -, abajo.
Desciendo la escalera a tiempo de ver a un par de soldados, examinar sorprendidos, el cadáver de uno de los blindados esbirros de ?el chatarrero?.
- A este le dispararon ? indica uno de los militares provistos con traje de protección NBQ que se encuentra examinando el cadáver con la ayuda de una pequeña linterna. La máscara que le cubre la cara y distorsiona su voz, me hace pensar en una versión de bajo presupuesto de Dart Vader -, le dispararon casi a quema ropa. Tiene quemaduras de pólvora por la barbilla.
- Puede que se suicidara ? comento con escasa convicción.
?¿Nunca te han dicho que callado estás igual de feo pero que la cagas mucho menos??.
Los militares miran esas manos substituidas por herramientas y luego me miran a mi.
- Puede que se disparase con los pies ? añado precipitadamente -, una vez vi a un chino que era capaz de preparar ensaladas de queso con los pies.
?Joder?.
El sargento me agarra por los pelos y me mira a los ojos.
- ¿Dónde está el arma?.
- El arma está aquí ? dice una voz a nuestra izquierda -, bueno, lo que queda de ella.
Un soldado, también ataviado con traje NBQ, sostiene el fúsil de asalto que quedó inutilizado durante el asalto de los ?infectadocops?.
?Se avecinan problemas?.
Por supuesto, mi vida es una sucesión de desventuras y problemas. Pero por lo menos, no tengo una hipoteca que pagar.
- Compruebe el número de serie ? ordena el sargento.
Un soldado con uniforme de campaña y gafas, saca una pequeña libreta de un bolsillo y después de pasar un par de páginas, dice.
- Es el arma del cabo Herraiz.
El suboficial asiente y dirigiéndose a mi me pregunta con un tono de voz inquietantemente tranquilo.
- ¿De donde sacaste ese arma?.
- Lo encontré.
- ¿Lo encontraste? ? el hombre me mira con claro escepticismo -, ¿dónde?.
- En el interior de un huevo kinder.
- Ya veo... ? su tono de voz no muestra ni pizca de sorpresa.
?Si pretendes hacer oposiciones para fiambre, estás en el camino correcto?.
Dos hombres equipados con traje NBQ, se dirigen hacia el humeante sótano portando extintores, pero no tardan en regresar quitándose las máscaras tosiendo violentamente. Incluso yo, sé que no sirven para humo.
- Eso está lleno de humo y vapores tóxicos ? dice uno de los tipos -, tendremos que esperar a que se airee un poco antes de bajar.
Sin apartar la mirada de mi ni un segundo, el suboficial dice dirigiéndose a sus hombres:
- No importa, si había algo ahí abajo se habrá quemado.
Luego me dice a mi.
- ¿Vas a decirme que fue de el propietario de ese arma?.
?Dile que se lo cambiaste por provisiones a un desertor?.
- Se lo cambié por comida a un muchacho.
- ¿Y donde está ahora ese muchacho? ? pregunta con su característica frialdad el sargento.
- Se marchó hace un par de días ? respondo -, estaba preocupado por su familia.
?No ha colado?.
En efecto. Aunque mi interrogador no dice nada, algo en la expresión de su rostro, me hace estar completamente seguro, de que no se ha creído ni una sola palabra.
- Aquí hay muchas cosas que va a tener que explicar ? comenta por fin el sargento después de un tenso silencio -, pero no tengo ni el tiempo ni las ganas para averiguarlo.
A una señal suya, un par de militares me sacan de la casa y me escoltan hasta el lugar donde nos esperan unos cuantos vehículos. Distingo dos todo terreno Uro Vamtac Rebeco. Una especie de imitación barata del Hummer que utiliza el ejército americano. Del primero sobresalen un par de antenas de radio, El segundo está artillado con un lanzagranadas automático Lag-40 y el tercero con una ametralladora Browning del calibre cincuenta, lo que aquí denominan ?una doce setenta?. Sigo caminando entre los Rebecos y llego hasta una zona donde dos militares con traje de campaña, custodian cuatro grandes camiones. Veo fugazmente, que uno de ellos está lleno de jaulas. Esparqui, me dedica una canina mirada de prisionero político. Seguimos caminando y me ayudan a subir al segundo camión, que se encuentra lleno de tipos ataviados con monos de color verde y manos inmovilizadas con sirgas como yo.
- Bienvenido a bordo ? me saluda un tipo que complementa su mono verde con la boina mas sucia que he visto en mi vida.
?Anestesia?, que se encuentra en el exterior de un banco, empuja hasta hacerme algo de hueco y consigo sentarme.
- ¿Y Nicolai? ? pregunto buscando su rostro entre los de mis acompañantes de cautiverio.
- Allí- ?Anestesia? señala con sus manos juntas hacia el punto mas oscuro en el fondo del vehículo.
Forzando un poco la vista, consigo distinguir un bulto inmóvil, en el suelo entre ambos bancos.
- Le han sedado ? dice el tipo de la boina -, tardará un buen rato en despertar.
- ¿Viste a Esparqui? ? me pregunta ?Anestesia?.
- Está bien ? respondo -, lo tenían en una jaula en el primer camión.
- Provisiones ? dice un tipejo con una dentadura rota y medio podrida -, ¡provisiones frescas!.
?Eso explica porque no se lo han cargado en el acto. La comida empieza a escasear?.
- ¡Nadie va a comerse a Esparqui! ? grita ?Anestesia?.
Supongo, que las mujeres deben estar en el tercer camión.
?Me pregunto si tu amiguita de las pechugas, hizo lo que le dijiste?.
¿A que te refieres?.
?Si buscó y encontró el localizador o lo que rayos sea que lleve, que permite que ?el chatarrero? la rastree?.
No creo que ese tipo se atreva a atacarnos.
?Mas te vale que así sea. Si lo hace, encontraremos una ocasión de escapar. Sino, puede que en su campamento, el siguiente interrogatorio no sea tan suave?.
Me preocuparé de ello cuando llegue el momento. Después de todo, de peores he salido.
?También deberás preocuparte de lo que ocurrirá cuando oscurezca y el pequeño chupóptero se entere, de que has abandonado a Chanquete en el interior de una nevera?.
- ¡Joder! ? se me escapa en voz alta.
Son varias las miradas que se centran en mi.
- Tranquilo ? dice ?Anestesia? con firmeza -. ¡ Nadie va a comerse a Esparqui !.
El motor del camión se pone en marcha y al cabo de unos segundos, empezamos a alejarnos. Supongo que podría decirse, que este es un momento: ?¡on the road again!?.
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
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Nimrod
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Muy bueno Maese Korvec podria decir que he leido apenas las ultimas 7 u 8 entradas, seria demasiado pedir la historia completa desde el principio en doc o pdf?
Para (como dice tambien mi pequeña Orquidea) sentir el tacto de las letras impresas y poder paladearlas en plan Fampiro ^^
Asias de antemano y a ver cuando nos deleitas con otro post
Salu2
Para (como dice tambien mi pequeña Orquidea) sentir el tacto de las letras impresas y poder paladearlas en plan Fampiro ^^
Asias de antemano y a ver cuando nos deleitas con otro post
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Korvec
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Pues en PDF. te puedo pasar la primera parte pero básicamente corregidas solo las 90 primeras páginas (algo menos de la mitad de la primera parte que está compuesta por 50 capítulos). Esta segunda aun no he empezado a pasarla a PDF. aunque todo se andará.
Si luego consigo acercarme a un ordenador con messenger o acceso al correo, te lo envío al correo como datos adjuntos (o directamente si te veo al msm).
Si luego consigo acercarme a un ordenador con messenger o acceso al correo, te lo envío al correo como datos adjuntos (o directamente si te veo al msm).
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Korvec
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Vaya me he colado. No tengo aquí el archivo PDF, está en el ordenador de casa y en una "garrapata" que me temo puede estar ahora mismo en la lavadora 
(no pasa nada ya ha sobrevivido a un par de baños moviditos).
Si tienes a Payasa en el msm ella te lo debería poder pasar, ya que le pasé a ella una versión hace un par de semanas, sino el viernes noche te lo mando.
(no pasa nada ya ha sobrevivido a un par de baños moviditos).
Si tienes a Payasa en el msm ella te lo debería poder pasar, ya que le pasé a ella una versión hace un par de semanas, sino el viernes noche te lo mando.
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Capítulo XXXIX
?Algunas personas confían en la ley y creen en la justicia.
Algunos niños creen en la existencia de papa Noel y los Reyes Magos.
Por lo general, la vida termina decepcionando a ambos?
-- El Santi ?
Suele decirse que el roce hace el cariño, pero a bordo de la caja de este atestado camión aunque vamos mas que sobrados de roce, el cariño empieza a brillar por su ausencia.
Pero como el aburrimiento, tiende a soltar las lenguas, he aprovechado para charlar un poco con los mas próximos y averiguar todo lo posible sobre nuestra situación. Ahora sé que el tipo de la mugrienta boina, responde al nombre de Pancracio y que el propietario de una dentadura que debería ser catalogada como arma letal (por podrida e infecciosa mas que nada) se apellida Morillas, aunque para su encabronamiento, es mas conocido por su mote ?Mauritrón?.
Ellos dos, me presentaron a otros de los elementos del variopinto grupo, formado por supervivientes, fugitivos y por supuesto cultistas, que no desperdician la ocasión de practicar el proselitismo. El que parece llevar la voz cantante, un tipo alto, calvo y delgado, cuya cabeza de rasgos angulosos, me hace pensar en un ave de presa, empieza a incordiar, cambiando su sitio con el tipo de su lado, hasta que por fin, consigue situarse a nuestra vera.
- Hola hermanos ? dice el tipejo -, ¿habéis abierto ya los ojos a la verdad?.
?Cuidado con lo que le dices a este tarado. Recuerda que para ellos eres el enemigos número uno?.
- Aun no ? respondo -, pero estoy dispuesto a escuchar.
?Anestesia? que sigue concentrado en su plan de fuga, emerge momentáneamente de su mundo de fantasía, para prestar oídos al raquítico sujeto.
- Como podéis ver ? empieza alzando la voz de un modo teatral -, el mundo está experimentando grandes cambios.
?Este desecho humano, nos habla como si fuésemos confusos adolescentes a los que empiezan a salirle pelos en la polla?.
- ¡ Silencio buitre! ? le interrumpe Pancracio -. ¡Sois peor que un cáncer de cojones!.
?Buitrales? como acabo de bautizar, al pesado este, observa al hombre de la boina, como si intentasen venderle una mierda pinchada en un palo diciendo que es un helado de chocolate.
- La gente como tú ? aunque mira a Pancracio, supongo que se refiere a los escépticos en general independientemente de si llevan boina o no -, sois el mal que enferma el mundo, pero ha llegado el momento de la gran purga.
?Claro, mediante una lavativa de salfuman?.
Gruesos goterones de saliva salen de la boca de ?Buitrales?, aunque consigo esquivar los mas voluminosos, mi margen de maniobra en un lugar tan abarrotado es muy limitado y algunos de ellos, se estrellan contra mi mono limpio.
- Entonces ? intervengo con voz de cliente pardillo -, ¿los muertos no os atacan a vosotros?.
El tipejo sonrrie mientras su angulosa cara, toma una expresión de: ?me alegro de que me hagas esa pregunta?.
- Los infectados y los muertos andantes, son meros instrumentos carentes de inteligencia o voluntad. Son como las balas de un arma, incapaces de distinguir el blanco contra el que son dirigidos.
- Pero entonces ? continuo poniendo cara de borrego asustado y medio trasquilado -, ¿todos tenemos que morir?.
- ¡El cubo el cubo! ? grita una voz anónima al fondo del camión.
Un cubo de plástico, emerge de las profundidades del camión y empieza a pasar de mano en mano hacia el fondo, pero el tipo que lo reclamaba vomita sonoramente antes de que el recipiente pueda llegar hasta sus manos. Aunque el incidente se ha producido al l fondo del camión, el hedor no tarda en llegarnos a los pasajeros del lado exterior. Supongo, que dentro de lo malo, estoy de suerte. Nicolai va a tener un oloroso despertar.
- Algunos de nosotros ? prosigue ?Buitrales? ignorando el mareante olor -, reciben la revelación.
El hedor produce una terrible aunque predecible reacción en cadena y los pasajeros mas próximos empiezan a vomitar hasta la primera papilla. Varias cabezas chocan en su precipitación hasta el cubo. Mi estómago empieza a revolverse, pero me las arreglo para decir.
- Hablame de esa revelación.
- ¡No le escuches coño! ? grita Pancracio y acto seguido, le propina un brutal cabezazo a ?Buitrales? -. Mi hijo les hizo caso y ...
También el hombre dela boina se interrumpe, cuando ?Mauritrón? le cubre de papillas.
?¡Mierda que inoportuno!?.
Temo que yo seré el siguiente en ser bañado por esa olorosa pastaza multicolor, pero mientras Pancracio insulta a su vecino de asiento, soy yo el que pierde su lucha con el estómago, mi primera reacción, es acercar la cabeza al exterior, pensando que quizás la holgura de la lona que cierra la caja, sea suficiente, pero cediendo a un sádico impulso, lo echo todo sobre el dolorido ?Buitrales?.
?Bueno, después de todo, él intentó vomitar su apestosa doctrina contra ti. Sólo estás igualando el marcador?.
Al cabo de un rato, nos sentimos todos tan enfermos, que todos gritamos pidiendo que detengan el vehículo. Para nuestra sorpresa, el vehículo se detiene al cabo de un rato. El asqueado rostro de un soldado, nos mira horrorizado al levantar la lona. Nadie tiene que gritar que nos demos prisa por salir, en cuanto bajan el portón metálico que cierra la caja. De echo, falta poco para dada mi proximidad al exterior, sea atropellado por la avalancha de cuerpos que se empujan sin miramientos en su afán por escapar de tan oloroso y resbaladizo lugar.
El aire fresco es recibido con gran alivio por mis pulmones.
?Anestesia? se acerca a mi con lo que supongo deben querer parecer movimientos furtivos.
- Este puede ser un buen momento ? dice -, vamos a hacerlo.
Un simple vistazo al perímetro, me sirve para ver que cualquier intento de fuga es impracticable. Aunque las armas pesadas de los dos vehículos, apuntan al exterior, soy consciente de varios soldados dispersos a nuestro alrededor.
- Olvidado ? le digo a ?Anestesia? -, no es un buen momento.
- Pero ? su voz muestra incredulidad -. ¡ Nadie nos vigila !.
- No tienen porque hacerlo ? le aclaro sin mirarle a él -, estamos en el centro del despliegue. Y Fíjate en los alrededores, no hay donde ocultarse. No han escogido el lugar de parada al azar.
Los pasajeros del resto de camiones echan también pie a tierra. Mientras un par de militares inician el reparto de botellas de agua y unas bolsitas blancas, obsrvo como el sargento, junto a otro al que no había visto y a otro tipo que parece un oficial, parecen discutir junto a un grueso mapa. En cuanto me toca el turno de recoger mi bolsa, me acerco como quien no quiere la cosa, hasta el triunvirato.
En efecto, el tipo que parece mandar el cotarro, es un teniente y mientras pelea con un aparato que se parece vagamente a una videoconsola portátil, maldice a todos los reputos satélites. Uno de los suboficiales, toma una brújula del bolsillo y tirando de un cordel, la apunta hacia la cima de la montaña mas alta.
?Creo que estamos ofcialmente perdidos?.
Eso parece, lo cual es bueno. No puedo decir, que me muera de ganas de llegar al campo de refugiados o a donde sea que pretendan llevarnos. Aunque solo sea para quitarme el agrio sabor de la boca, investigo el interior de la bolsa de plástico.
- ¿Cuál es el plan?.
Ante mi, me encuentro a Marta, que después de haber recogido su bolsita de plástico, ha dejado su grupo. Al parecer, aunque nos mantienen separados durante el viaje, no tienen inconveniente en que nos mezclemos durante los descansos. Aunque permaneciendo en completo silencio, veo a la pequeña bastarda, gravitando como uno de los pequeños satélites auxiliares que giraban disparando alrededor de la nave principal en aquellos videojuegos de mi niñez.
?Era la saga Némesis y también el Salamander?.
- Esperar y comer ? respondo mientras termino de abrir la bolsa de plástico -, por el momento es lo único que podemos hacer.
La bolsa, contiene algunas barritas de muesly de la marca Dia, unos paquetes verdes de esas galletas conocidas como ?pan galleta? y un par de tranchetes.
- Él nos seguirá ? dice la agorera niña -, os cogerá y os hará cosas.
?Eso me recuerda algo?.
- ¿Hiciste lo que te dije? ? pregunto a la hematóloga que también empieza a investigar el fondo de su bolsita.
- ¿El que?.
- Buscar el trasnmisor.
- Bueno... ? responde no muy convencida -, lo intenté, pero se puso histérica y...
- Os encontrará ? vuelve a decir la pequeña haciendo que aumenten mis ganas de estrangularla.
?Bien, cuando eso ocurra, será el momento de actuar?.
- Eso espero - respondo -, cuando eso ocurra, será el momento de moverse.
?Y si es posible, de deshacerse de esa pequeña hija de puta?.
Aunque no digo nada al respecto, no puedo estar mas de acuerdo con el cabrón paranoico.
- Hueles a vómito ? dice Marta.
- ¿Entonces no vas a besarme?.
Para mi sorpresa lo hace. Siento como su lengua juguetea con mis dientes. De reojo, veo como un militar se acerca en nuestra dirección. Supongo que toda confraternización tiene sus límites.
- Sé aguantar la respiración ? responde.
Y antes de que el soldado llegue hasta nosotros, la doctora se da la vuelta y se marcha sin añadir una sola palabra mas.
?Te haces viejo, normalmente le hubieras dado una réplica ingeniosa?.
Supongo que me he quedado demasiado pasmado para eso. Una mano se posa en mi hombro. Supongo que se tratará de algún militar dispuesto a ?leerme la cartilla?, pero para mi sorpresa, me encuentro con ?Buitrales?.
- Hueles a vomito ? le digo.
El tipo me mira como si no hubiese entendido bien mis palabras.
- ¿Cómo?.
- Nada- respondo -, ibas a hablarme sobre las revelaciones esas cuando nos interrumpieron.
- ¡Muy cierto! ? su cara se ilumina al ver que ha conseguido captar mi atención.
?Sospecho, que este no va a ser el principio de una gran amistad?.
?Algunas personas confían en la ley y creen en la justicia.
Algunos niños creen en la existencia de papa Noel y los Reyes Magos.
Por lo general, la vida termina decepcionando a ambos?
-- El Santi ?
Suele decirse que el roce hace el cariño, pero a bordo de la caja de este atestado camión aunque vamos mas que sobrados de roce, el cariño empieza a brillar por su ausencia.
Pero como el aburrimiento, tiende a soltar las lenguas, he aprovechado para charlar un poco con los mas próximos y averiguar todo lo posible sobre nuestra situación. Ahora sé que el tipo de la mugrienta boina, responde al nombre de Pancracio y que el propietario de una dentadura que debería ser catalogada como arma letal (por podrida e infecciosa mas que nada) se apellida Morillas, aunque para su encabronamiento, es mas conocido por su mote ?Mauritrón?.
Ellos dos, me presentaron a otros de los elementos del variopinto grupo, formado por supervivientes, fugitivos y por supuesto cultistas, que no desperdician la ocasión de practicar el proselitismo. El que parece llevar la voz cantante, un tipo alto, calvo y delgado, cuya cabeza de rasgos angulosos, me hace pensar en un ave de presa, empieza a incordiar, cambiando su sitio con el tipo de su lado, hasta que por fin, consigue situarse a nuestra vera.
- Hola hermanos ? dice el tipejo -, ¿habéis abierto ya los ojos a la verdad?.
?Cuidado con lo que le dices a este tarado. Recuerda que para ellos eres el enemigos número uno?.
- Aun no ? respondo -, pero estoy dispuesto a escuchar.
?Anestesia? que sigue concentrado en su plan de fuga, emerge momentáneamente de su mundo de fantasía, para prestar oídos al raquítico sujeto.
- Como podéis ver ? empieza alzando la voz de un modo teatral -, el mundo está experimentando grandes cambios.
?Este desecho humano, nos habla como si fuésemos confusos adolescentes a los que empiezan a salirle pelos en la polla?.
- ¡ Silencio buitre! ? le interrumpe Pancracio -. ¡Sois peor que un cáncer de cojones!.
?Buitrales? como acabo de bautizar, al pesado este, observa al hombre de la boina, como si intentasen venderle una mierda pinchada en un palo diciendo que es un helado de chocolate.
- La gente como tú ? aunque mira a Pancracio, supongo que se refiere a los escépticos en general independientemente de si llevan boina o no -, sois el mal que enferma el mundo, pero ha llegado el momento de la gran purga.
?Claro, mediante una lavativa de salfuman?.
Gruesos goterones de saliva salen de la boca de ?Buitrales?, aunque consigo esquivar los mas voluminosos, mi margen de maniobra en un lugar tan abarrotado es muy limitado y algunos de ellos, se estrellan contra mi mono limpio.
- Entonces ? intervengo con voz de cliente pardillo -, ¿los muertos no os atacan a vosotros?.
El tipejo sonrrie mientras su angulosa cara, toma una expresión de: ?me alegro de que me hagas esa pregunta?.
- Los infectados y los muertos andantes, son meros instrumentos carentes de inteligencia o voluntad. Son como las balas de un arma, incapaces de distinguir el blanco contra el que son dirigidos.
- Pero entonces ? continuo poniendo cara de borrego asustado y medio trasquilado -, ¿todos tenemos que morir?.
- ¡El cubo el cubo! ? grita una voz anónima al fondo del camión.
Un cubo de plástico, emerge de las profundidades del camión y empieza a pasar de mano en mano hacia el fondo, pero el tipo que lo reclamaba vomita sonoramente antes de que el recipiente pueda llegar hasta sus manos. Aunque el incidente se ha producido al l fondo del camión, el hedor no tarda en llegarnos a los pasajeros del lado exterior. Supongo, que dentro de lo malo, estoy de suerte. Nicolai va a tener un oloroso despertar.
- Algunos de nosotros ? prosigue ?Buitrales? ignorando el mareante olor -, reciben la revelación.
El hedor produce una terrible aunque predecible reacción en cadena y los pasajeros mas próximos empiezan a vomitar hasta la primera papilla. Varias cabezas chocan en su precipitación hasta el cubo. Mi estómago empieza a revolverse, pero me las arreglo para decir.
- Hablame de esa revelación.
- ¡No le escuches coño! ? grita Pancracio y acto seguido, le propina un brutal cabezazo a ?Buitrales? -. Mi hijo les hizo caso y ...
También el hombre dela boina se interrumpe, cuando ?Mauritrón? le cubre de papillas.
?¡Mierda que inoportuno!?.
Temo que yo seré el siguiente en ser bañado por esa olorosa pastaza multicolor, pero mientras Pancracio insulta a su vecino de asiento, soy yo el que pierde su lucha con el estómago, mi primera reacción, es acercar la cabeza al exterior, pensando que quizás la holgura de la lona que cierra la caja, sea suficiente, pero cediendo a un sádico impulso, lo echo todo sobre el dolorido ?Buitrales?.
?Bueno, después de todo, él intentó vomitar su apestosa doctrina contra ti. Sólo estás igualando el marcador?.
Al cabo de un rato, nos sentimos todos tan enfermos, que todos gritamos pidiendo que detengan el vehículo. Para nuestra sorpresa, el vehículo se detiene al cabo de un rato. El asqueado rostro de un soldado, nos mira horrorizado al levantar la lona. Nadie tiene que gritar que nos demos prisa por salir, en cuanto bajan el portón metálico que cierra la caja. De echo, falta poco para dada mi proximidad al exterior, sea atropellado por la avalancha de cuerpos que se empujan sin miramientos en su afán por escapar de tan oloroso y resbaladizo lugar.
El aire fresco es recibido con gran alivio por mis pulmones.
?Anestesia? se acerca a mi con lo que supongo deben querer parecer movimientos furtivos.
- Este puede ser un buen momento ? dice -, vamos a hacerlo.
Un simple vistazo al perímetro, me sirve para ver que cualquier intento de fuga es impracticable. Aunque las armas pesadas de los dos vehículos, apuntan al exterior, soy consciente de varios soldados dispersos a nuestro alrededor.
- Olvidado ? le digo a ?Anestesia? -, no es un buen momento.
- Pero ? su voz muestra incredulidad -. ¡ Nadie nos vigila !.
- No tienen porque hacerlo ? le aclaro sin mirarle a él -, estamos en el centro del despliegue. Y Fíjate en los alrededores, no hay donde ocultarse. No han escogido el lugar de parada al azar.
Los pasajeros del resto de camiones echan también pie a tierra. Mientras un par de militares inician el reparto de botellas de agua y unas bolsitas blancas, obsrvo como el sargento, junto a otro al que no había visto y a otro tipo que parece un oficial, parecen discutir junto a un grueso mapa. En cuanto me toca el turno de recoger mi bolsa, me acerco como quien no quiere la cosa, hasta el triunvirato.
En efecto, el tipo que parece mandar el cotarro, es un teniente y mientras pelea con un aparato que se parece vagamente a una videoconsola portátil, maldice a todos los reputos satélites. Uno de los suboficiales, toma una brújula del bolsillo y tirando de un cordel, la apunta hacia la cima de la montaña mas alta.
?Creo que estamos ofcialmente perdidos?.
Eso parece, lo cual es bueno. No puedo decir, que me muera de ganas de llegar al campo de refugiados o a donde sea que pretendan llevarnos. Aunque solo sea para quitarme el agrio sabor de la boca, investigo el interior de la bolsa de plástico.
- ¿Cuál es el plan?.
Ante mi, me encuentro a Marta, que después de haber recogido su bolsita de plástico, ha dejado su grupo. Al parecer, aunque nos mantienen separados durante el viaje, no tienen inconveniente en que nos mezclemos durante los descansos. Aunque permaneciendo en completo silencio, veo a la pequeña bastarda, gravitando como uno de los pequeños satélites auxiliares que giraban disparando alrededor de la nave principal en aquellos videojuegos de mi niñez.
?Era la saga Némesis y también el Salamander?.
- Esperar y comer ? respondo mientras termino de abrir la bolsa de plástico -, por el momento es lo único que podemos hacer.
La bolsa, contiene algunas barritas de muesly de la marca Dia, unos paquetes verdes de esas galletas conocidas como ?pan galleta? y un par de tranchetes.
- Él nos seguirá ? dice la agorera niña -, os cogerá y os hará cosas.
?Eso me recuerda algo?.
- ¿Hiciste lo que te dije? ? pregunto a la hematóloga que también empieza a investigar el fondo de su bolsita.
- ¿El que?.
- Buscar el trasnmisor.
- Bueno... ? responde no muy convencida -, lo intenté, pero se puso histérica y...
- Os encontrará ? vuelve a decir la pequeña haciendo que aumenten mis ganas de estrangularla.
?Bien, cuando eso ocurra, será el momento de actuar?.
- Eso espero - respondo -, cuando eso ocurra, será el momento de moverse.
?Y si es posible, de deshacerse de esa pequeña hija de puta?.
Aunque no digo nada al respecto, no puedo estar mas de acuerdo con el cabrón paranoico.
- Hueles a vómito ? dice Marta.
- ¿Entonces no vas a besarme?.
Para mi sorpresa lo hace. Siento como su lengua juguetea con mis dientes. De reojo, veo como un militar se acerca en nuestra dirección. Supongo que toda confraternización tiene sus límites.
- Sé aguantar la respiración ? responde.
Y antes de que el soldado llegue hasta nosotros, la doctora se da la vuelta y se marcha sin añadir una sola palabra mas.
?Te haces viejo, normalmente le hubieras dado una réplica ingeniosa?.
Supongo que me he quedado demasiado pasmado para eso. Una mano se posa en mi hombro. Supongo que se tratará de algún militar dispuesto a ?leerme la cartilla?, pero para mi sorpresa, me encuentro con ?Buitrales?.
- Hueles a vomito ? le digo.
El tipo me mira como si no hubiese entendido bien mis palabras.
- ¿Cómo?.
- Nada- respondo -, ibas a hablarme sobre las revelaciones esas cuando nos interrumpieron.
- ¡Muy cierto! ? su cara se ilumina al ver que ha conseguido captar mi atención.
?Sospecho, que este no va a ser el principio de una gran amistad?.
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
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