Capítulo XVIII
?El domingo, lo mas importante y principal ir a misa y desayunar
pero si la cosa corre prisa, a desayunar sin ir a misa?
-- Dicho popular ?
Supongo, que algo de verdad habrá en eso de que correr es sanísimo, por mucho que ahora mismo, tenga la sensación de que me arden los pulmones.
?No te quejes. Si algo ha quedado claro en estos últimos días, es que el correr alarga la vida... si eres lo suficientemente rápido?.
Esa es otra. Aunque no sé como no he echado aun el bofes, tengo la sensación, de moverme a cámara lenta. Si el reputo coche está aparcado mucho mas adelante, reventaré como los slips ajustados de un luchador de sumo.
?Tranquilo, si no llegas en los próximos cuatro minutos, ya no llegaras?.
Si no estuviera tan reventado, supongo que me reiría. El cabrón paranoico puede llevar el calculo exacto del tiempo y tener una enorme memoria y capacidad de observación. Pero olvida que esto a pesar del caos actual, sigue siendo España.
?¿Y eso significa??.
Que flipas si piensas que el bombardeo va a ser puntual.
- ¿Llegamos ya? ? pregunta ?Anestesia?, que por su aspecto, está al borde de sufrir un ataque -. No es que esté cansado ? miente descaradamente -, pero... ¡allí está!
En efecto, al salir de la curva, vemos el vehículo aparcado en el arcén..
- ¡Que hijo de puta! ? grito presa de la mayor indignación -. Joder.
Al acercarme unos metros, veo que el coche tiene por lo menos, dos ruedas pinchadas y sospecho, que las otras dos no estarán en mejor estado.
?También deberías ir pensando en la posibilidad de que...?.
Mi estómago se encoge. Se que es lo que va a decir, pero había evitado darle vueltas en mi cabeza.
?Gabriel dio a entender que Marta está en el maletero... no dijo nada sobre su estado?.
Nicolai, que aparentemente corre con la misma fatiga que si estuviese sentado viendo la tele, acelera su carrera dejándonos atrás.
- ¡ Cuidado ! ? dice la jadeante voz del agotado super héroe a mi espalda.
Algo procedente del exterior de la carretera, se lanza sobre Nicolai, mientras este centra su atención en abrir el maletero.
?¿Pero que carajo es eso??.
Nicolai con un gesto que parecería casual, de no ser por la sobrenatural rapidez con que este es ejecutado, golpea a su atacante que es arrojado varios metros hacia atrás con un sonido metálico.
?Anestesia? y yo, llegamos junto al caído atacante, que está empezando a incorporarse, mientras Nicolai, parece haberse dejado de tonterías, y arranca la puerta del maletero.
?Supongo que debe ser infectadocop, el futuro refuerzo chatárrico del culto?.
Lo único que en este momento se me ocurre, para describir al extraño ser, es que un chapista loco, se hubiese dedicado a confeccionar una armadura para un infectado, utilizando para ello, un soplete, alambre de espino y piezas de chatarra de diverso origen. La única parte de su cuerpo, que queda al descubierto, es la parte inferior de su cabeza, de forma que puede morder, pero sin exponer su cerebro.
Nicolai, saca un cubo del maletero, del que extrae la cabeza de Chanquete, aparentemente intacta. Los amortiguados gemidos procedentes del maletero, me indican que Marta sigue con vida. Pero la mano acorazada, de ?infectadocop?, se cierra sobre mi tobillo, cuando intento llegar hasta él.
?Mata a este engendro de una puta vez y larguémonos. ¡ El tiempo se acaba ¡?.
Me agacho y introduzco el cañón de la pistola por la boca del acorazado infectado, que sigue sin soltar mi pierna.
- Trágate eso.
Aprieto el disparador, pero no se produce ningún disparo.
?Gabriel te ha devuelto la jugada de la carretera?.
Pues que bien. Suelto la pistola y con el pie libre, doy una patada de talón en la parte posterior del arma, encajándola en su boca. Mi otra pierna queda libre y aprovecho para llegarme hasta el coche. En el interior del maletero, veo a Marta atada y amordazada con una mas que generosa dosis de cinta aislante. Parece la víctima de una monstruosa araña mutante en una película de Serie Z. Sus ojos muestran mucha mas irritación que alegría o miedo, lo que me hace pensar que está bien.
?Un minuto?.
Sigo dudando muy mucho, que el bombardeo sea tan puntual, pero como no me apetece tentar a la suerte, grito mientras cojo en brazos a Marta para sacarla del maletero.
- ¡Todos al coche!.
- ¡Pero si tiene las ruedas pinchadas! ? replica ?Anestesia con escepticismo? ? no creo que nos de tiempo a cambiarlas.
- No vamos a cambiarlas. ¿Prefieres correr?.
Nicolai, que ha vuelto a colgarse la cabeza de ?Chanqui? del cuello, tira a la carretera sin el menor miramiento, el cuerpo muerto del pobre desgraciado que antes poseyera Gabriel y se sienta frente al volante. El cuerpo del tipo que decía llamarse Jesús, queda tendido sobre el asfalto.
A pesar de todas las putadas, las llaves están en el contacto. Yo me siento en el asiento del copiloto después de dejar mas o menos cómodamente sentada a la amordazada Marta, que está enrojeciendo por momentos, ?Anestesia? se sienta a su lado y hace amago de quitarle la mordaza, pero la irritadísima mirada de su compañera de asiento, le hace vacilar.
El motor se pone en marcha y nos ponemos en marcha sobre las cuatro ruedas pinchandas.
?Se ha acabado el tiempo?.
Si claro, ahora mismo nos caen las bombas.
El vehículo gana algo de velocidad, mientras veo por el retrovisor dos inquietantes sucesos. Por un lado, ?Infectadocop? no sin grandes esfuerzos, se ha puesto en pie y sacado la pistola de la boca. Con ella en la mano, cogida como si fuera un martillo, nos sigue a una velocidad bastante respetable teniendo en cuenta la cantidad de chatarra con la que carga. Por otra, veo como ?Anestesia? retira la mordaza de la boca de Marta.
- ¿Dónde coño estabais?. ¡ Panda de gilipollas ¡ - son las primeras palabras que nos dedica - ¡desatadme de una puta vez joder!.
?Creo que se alegra de verte?.
No quiero ni imaginar el estado de los neumáticos, pero aumentamos de velocidad y ?infectadocop? queda atrás. Entonces un ensordecedor rugido, nos llega desde arriba. Me doy la vuelta a tiempo de ver las veloces siluetas de varios cazas.
?Parece que no son tan impuntuales después de todo?.
- ¡ Joder! ? grito ? ?Nico? acelera.
- Si ya estamos lejos de la zona ? responde con toda tranquilidad -, si esto se recalienta demasiado...
- ¡ Pisale ! ? le interrumpo.
Los cazas sobrevuelan la zona de bombardeo mientras nosotros nos dejamos los neumáticos y sospecho que restos de las llantas en el asfalto en un intento de alejarnos, aunque como lo que lleven cargado, sean bombas de fuel, no quedaran ni las bacterias en un par de quilómetros a la redonda.
?¿Pero España tiene bombas termobárricas?. ¿Puede un caza lanzar eso??.
No conozco la respuesta a ninguna de las dos preguntas.
Supongo que ahora los cazas, después de escoger la zona, estarán cambiando de dirección para acercarse a la zona de bombardeo en la dirección del sol. Una chorrada, ya que los zombies no van a poder hacer nada contra ellos, pero supongo que los pilotos siguen paso a paso el procedimiento de bombardeo tanto si tienen que cargarse una columna de blindados, como una barraca llena de camellos en Irak.
El miedo se respira en el interior del coche. Nadie abre la boca, mientras esperamos una explosión que no parece llegar.
- Puede que hayan cancelado el ataque ? aventura Marta.
- Abortado ? le responde ?Anestesia? -, los militares le llaman abortar a eso.
- Lo que sea.
Entonces el cielo a nuestra espalda se convierte en un infierno.
?La respuesta es sí?.
Aunque nos hemos alejado lo suficiente, como para no convertirnos en un churrasco sobre llantas, observamos con una mezcla de horror y fascinación, como el efecto de succión, producido por la enrome explosión que a quemado incluso el oxígeno a varios quilómetros a la redonda, arrastra en dirección a la ?zona cero? todo aquello que no pesa lo suficiente o está bien sujeto al suelo. Un montón de hojas, papeles y demás elementos cubren el parabrisas obligando a Nicolai a frenar hasta detener el vehículo.
?¿Crees que habrá algún area de servicio cerca??.
Espero que sí.
El Camino de la Cabra II "De Perdidos al rio"
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Korvec
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Capítulo XIX
?El dolor mas doloroso, el dolor mas inhumano,
es pillarse los cojones con la tapa de un piano?.
-- Canción de paso ligero ?
El silencio nos envuelve y nadie parece atreverse o querer romperlo. La situación se prolonga durante diez, quizás quince segundos y entonces lo oímos. Algo que suena como un perro encabronado que arrastrase un saco lleno de cafeteras.
- ¿A que coño estamos esperando? ? pregunta Marta -. Pon en marcha el puto coche.
?Ese no es lenguaje para una señorita?.
- Seria recomendable ? la voz de Nicolai, es tranquila, aunque hay algo extraño en ella -, despejar el limpiaparabrisas. Aunque no llegaremos muy lejos sobre las llantas.
?Claro que, reconozcamos que es un poco zorra?.
- No os preocupéis ? ?Anestesia? que empieza a recuperar el color perdido durante los últimos minutos -. ¡Encontraremos otro coche!.
?No es que crea que es una puta, pero supongo que estarás de acuerdo, en lo de que es un tanto promiscua y en que su lenguaje, no es propio de una dama?.
- ¡Pues moved el culo y limpiad el puto limpiaparabrisas ! ? ordena la hematóloga sin que nadie parezca dispuesto a apearse del vehículo.
El sonido de latas, se hace cada vez mas próximo. Supongo que los infectados, están mas allá del cansancio. Incluso los disfrazados de latacop.
- Yo lo haré.
?Anestesia? abre la puerta y sale al exterior, mientras Nicolai, acaricia la cabeza de Chanquete como si fuese el gato mas feo del mundo, Marta dice algo sobre un ?patético grupo de chalados? y el cabrón paranoico, me confiesa que le dan morbo las ?tías mal habladas?. El sonido metálico continua aproximándose, mientras mi respiración se acelera. Conozco está sensación, esa rabia, esa ira irracional, que en la mayoría de los casos, consigo contener. Cierro los nudillos y las uñas se me clavan en las palmas de las manos.
- ¿No vas a hacer nada al respecto?- No estoy seguro de a que se refiere la hematóloga. Tampoco me importa - . ¿Vamos a esperar a que llegue?.
Abro la puerta y desciendo del coche. Mi cabeza es un hervidero. Ya veo a ?infectadocop? que se las promete muy felices al final de la carretera. Grito y echo a correr hacia él, dispuesto a despedazarlo.
?¡ Pero !, ¿que cojones ?".
Oigo gritos a mi espalda, pero no estoy seguro de que es lo que dicen y tampoco me importa. Quiero desahogar la rabia, librarme de la angustia. ¡Ya estoy hasta los cojones de toda esta putísima mierda!, empezando por ese puto malnacido acorazado.
?No joder. ¡Cálmate !?.
Sigo corriendo, cuanto mas corro mas me encabrono. Llego hasta él con los pulmones ardiendo, pero no importa. Mis manos le agarran por la barbilla inferior y por la parte trasera de la cabeza. Empujo hacia atrás y el ser se derrumba desnucado como un saco de mierda. Ha sido decepcionantemente fácil y yo aun estoy mas caliente que un perro al que hubiesen metido en un saco y apaleado. Pateo con el talón de la bota su mandíbula inferior, salto sobre su pecho. Quedaría tener un mazo para reventarle, romper su cuerpo y reducirle a pulpa, pero no me es posible y ello aumenta mi frustración alimentando mi rabia como una fogata sobre la que hubiesen echado un bidón de gasolina. Pero no queda nadie contra quien luchar, nada físico contra lo que dirigir mi frustración. Aun y así, pateo una y otra vez la blindada cabeza, como si fuese el puto Oliver Aton chutando el penalti decisivo, hasta que el blindaje de la cabeza, que estaba soldado a la piel, salta llevándose parte de su cara.
Toso y trato de recuperar la respiración. Me siento algo mas aliviado, doy un par de pasos para apartarme de la pulposa cara del infectado y casi caigo al suelo. Me duelen los dedos del pie derecho.
- Hijo de la gran puta ? jadeo -. Hijo de...
Interrumpo el insulto, cuando el maltrecho cuerpo, abre un ojo grande hinchado y sanguinolento.
?No es necesario, no podrá levantarse con toda esa mierda. ¡ No ¡?.
Salto y aterrizo con todo mi peso sobre su cabeza. Aunque esperaba que esta estallara como un melón, la cabeza aguanta mis mas de cien quilos de peso y evito mancharme las botas y los pantalones.
?Probablemente hayas adelgazado algo?.
En cualquier caso, ?latacop? ya no volverá a molestarnos. Me siento agotado y aun me duele un poco la cabeza, pero ya me siento mejor. Camino cojeando ligeramente hacia el coche, en el que todos están esperándome.
- ¿Podemos irnos ya?.
- Eso creo ? responde Nicolai mientras pone en marcha el motor -. Allá vamos.
Nadie abre la boca mientras viajamos a una velocidad que no sobrepasa los cuarenta kilómetros por hora, envueltos en el infernal sonido de las llantas. Nuestro avance, tiene bien poco de sigiloso, aunque tampoco es que nos crucemos con nadie a quien pueda importarle. En un par de ocasiones, encontramos a un par de aullantes infectados, que se empeñan en perseguir de forma infructuosa nuestro vehículo. ?Anestesia?, incluso le dedica un par de cortes de manga a través del cristal a uno de ellos.
- El coche no durará mucho mas ? comunica el conductor después de echar un vistazo al panel -. Queda poca gasofa y la temperatura ...
Un cartel a la izquierda de la carretera, anuncia un área de servicio a cinco quilómetros de distancia. Aunque tal como están las cosas, a saber lo que nos podemos encontrar en ella.
?Hombre de poca fe?.
- Con que aguante un poco mas nos vale ? o eso espero -. Ya está cerca un area de descanso.
- Menos mal ? dice ?Anestesia? -. Necesito mear pero ya.
Marta le mira como si fuese un extraterrestre, aunque para ser sincero, tampoco a mi me vendría nada mal encontrarme un baño en condiciones y otro vehículo y algo de comida y bebida y un mapa de carreteras...
?Y la puta guía de CAMPSA?.
Claro.
?No vuelvas a hacer esa mierda?.
Se me fue la olla.
?Pilla un puto muñequito anti estrés, hazte una paja, fóllate a la putilla, grita y maldice, lo que sea. Pero no puedes permitir que vuelva a ocurrir?.
Todo el mundo pierde los nervios alguna vez.
?No es la primera vez?.
El area de descanso aparece en el horizonte. Por extraño que parezca, apenas hay un par de vehículos en su parking y no parece haber ninguna amenaza en los alrededores. Casi parece demasiado bueno para ser cierto.
?Bueno, creo que hemos llenado el cupo de mala suerte para una temporada. Ya es hora de que las cosas empiecen a salir bien?.
Puede ser, pero tal como están las cosas, creo que la buena suerte, va a ser algo mas escaso que los dientes en las gallinas.
?El dolor mas doloroso, el dolor mas inhumano,
es pillarse los cojones con la tapa de un piano?.
-- Canción de paso ligero ?
El silencio nos envuelve y nadie parece atreverse o querer romperlo. La situación se prolonga durante diez, quizás quince segundos y entonces lo oímos. Algo que suena como un perro encabronado que arrastrase un saco lleno de cafeteras.
- ¿A que coño estamos esperando? ? pregunta Marta -. Pon en marcha el puto coche.
?Ese no es lenguaje para una señorita?.
- Seria recomendable ? la voz de Nicolai, es tranquila, aunque hay algo extraño en ella -, despejar el limpiaparabrisas. Aunque no llegaremos muy lejos sobre las llantas.
?Claro que, reconozcamos que es un poco zorra?.
- No os preocupéis ? ?Anestesia? que empieza a recuperar el color perdido durante los últimos minutos -. ¡Encontraremos otro coche!.
?No es que crea que es una puta, pero supongo que estarás de acuerdo, en lo de que es un tanto promiscua y en que su lenguaje, no es propio de una dama?.
- ¡Pues moved el culo y limpiad el puto limpiaparabrisas ! ? ordena la hematóloga sin que nadie parezca dispuesto a apearse del vehículo.
El sonido de latas, se hace cada vez mas próximo. Supongo que los infectados, están mas allá del cansancio. Incluso los disfrazados de latacop.
- Yo lo haré.
?Anestesia? abre la puerta y sale al exterior, mientras Nicolai, acaricia la cabeza de Chanquete como si fuese el gato mas feo del mundo, Marta dice algo sobre un ?patético grupo de chalados? y el cabrón paranoico, me confiesa que le dan morbo las ?tías mal habladas?. El sonido metálico continua aproximándose, mientras mi respiración se acelera. Conozco está sensación, esa rabia, esa ira irracional, que en la mayoría de los casos, consigo contener. Cierro los nudillos y las uñas se me clavan en las palmas de las manos.
- ¿No vas a hacer nada al respecto?- No estoy seguro de a que se refiere la hematóloga. Tampoco me importa - . ¿Vamos a esperar a que llegue?.
Abro la puerta y desciendo del coche. Mi cabeza es un hervidero. Ya veo a ?infectadocop? que se las promete muy felices al final de la carretera. Grito y echo a correr hacia él, dispuesto a despedazarlo.
?¡ Pero !, ¿que cojones ?".
Oigo gritos a mi espalda, pero no estoy seguro de que es lo que dicen y tampoco me importa. Quiero desahogar la rabia, librarme de la angustia. ¡Ya estoy hasta los cojones de toda esta putísima mierda!, empezando por ese puto malnacido acorazado.
?No joder. ¡Cálmate !?.
Sigo corriendo, cuanto mas corro mas me encabrono. Llego hasta él con los pulmones ardiendo, pero no importa. Mis manos le agarran por la barbilla inferior y por la parte trasera de la cabeza. Empujo hacia atrás y el ser se derrumba desnucado como un saco de mierda. Ha sido decepcionantemente fácil y yo aun estoy mas caliente que un perro al que hubiesen metido en un saco y apaleado. Pateo con el talón de la bota su mandíbula inferior, salto sobre su pecho. Quedaría tener un mazo para reventarle, romper su cuerpo y reducirle a pulpa, pero no me es posible y ello aumenta mi frustración alimentando mi rabia como una fogata sobre la que hubiesen echado un bidón de gasolina. Pero no queda nadie contra quien luchar, nada físico contra lo que dirigir mi frustración. Aun y así, pateo una y otra vez la blindada cabeza, como si fuese el puto Oliver Aton chutando el penalti decisivo, hasta que el blindaje de la cabeza, que estaba soldado a la piel, salta llevándose parte de su cara.
Toso y trato de recuperar la respiración. Me siento algo mas aliviado, doy un par de pasos para apartarme de la pulposa cara del infectado y casi caigo al suelo. Me duelen los dedos del pie derecho.
- Hijo de la gran puta ? jadeo -. Hijo de...
Interrumpo el insulto, cuando el maltrecho cuerpo, abre un ojo grande hinchado y sanguinolento.
?No es necesario, no podrá levantarse con toda esa mierda. ¡ No ¡?.
Salto y aterrizo con todo mi peso sobre su cabeza. Aunque esperaba que esta estallara como un melón, la cabeza aguanta mis mas de cien quilos de peso y evito mancharme las botas y los pantalones.
?Probablemente hayas adelgazado algo?.
En cualquier caso, ?latacop? ya no volverá a molestarnos. Me siento agotado y aun me duele un poco la cabeza, pero ya me siento mejor. Camino cojeando ligeramente hacia el coche, en el que todos están esperándome.
- ¿Podemos irnos ya?.
- Eso creo ? responde Nicolai mientras pone en marcha el motor -. Allá vamos.
Nadie abre la boca mientras viajamos a una velocidad que no sobrepasa los cuarenta kilómetros por hora, envueltos en el infernal sonido de las llantas. Nuestro avance, tiene bien poco de sigiloso, aunque tampoco es que nos crucemos con nadie a quien pueda importarle. En un par de ocasiones, encontramos a un par de aullantes infectados, que se empeñan en perseguir de forma infructuosa nuestro vehículo. ?Anestesia?, incluso le dedica un par de cortes de manga a través del cristal a uno de ellos.
- El coche no durará mucho mas ? comunica el conductor después de echar un vistazo al panel -. Queda poca gasofa y la temperatura ...
Un cartel a la izquierda de la carretera, anuncia un área de servicio a cinco quilómetros de distancia. Aunque tal como están las cosas, a saber lo que nos podemos encontrar en ella.
?Hombre de poca fe?.
- Con que aguante un poco mas nos vale ? o eso espero -. Ya está cerca un area de descanso.
- Menos mal ? dice ?Anestesia? -. Necesito mear pero ya.
Marta le mira como si fuese un extraterrestre, aunque para ser sincero, tampoco a mi me vendría nada mal encontrarme un baño en condiciones y otro vehículo y algo de comida y bebida y un mapa de carreteras...
?Y la puta guía de CAMPSA?.
Claro.
?No vuelvas a hacer esa mierda?.
Se me fue la olla.
?Pilla un puto muñequito anti estrés, hazte una paja, fóllate a la putilla, grita y maldice, lo que sea. Pero no puedes permitir que vuelva a ocurrir?.
Todo el mundo pierde los nervios alguna vez.
?No es la primera vez?.
El area de descanso aparece en el horizonte. Por extraño que parezca, apenas hay un par de vehículos en su parking y no parece haber ninguna amenaza en los alrededores. Casi parece demasiado bueno para ser cierto.
?Bueno, creo que hemos llenado el cupo de mala suerte para una temporada. Ya es hora de que las cosas empiecen a salir bien?.
Puede ser, pero tal como están las cosas, creo que la buena suerte, va a ser algo mas escaso que los dientes en las gallinas.
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
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Korvec
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Capítulo XX
?La juventud ye-ye, la juventud jajá
que estudien los curas y que trabajen papá y mamá?
-- Carande ?-
Si hay algo que siempre me ha jodido y mosqueado en las áreas de servicio, es lo desorbitado de sus precios. Algunos pueden argumentar al respecto, que ello es debido a que se encuentran en lugares lejanos y poco concurridos. Pero es falso. Sin duda pasan por sus inmediaciones, muchas mas personas y vehículos, que por varias tiendas de barrios marginales y ¿qué está mejor comunicado que algo que se encuentra junto a una carretera?. No. La única verdad, es que se aprovechan de que es lo que hay y de que o lo tomas o lo dejas. La falta de competencia, es lo que se lo permite.
Nuestro vehículo ya bautizado como ?llantas móvil? se detiene ruidosamente en la solitaria zona de aparcamiento. Una cosa es segura, no creo que haya infectados por las inmediaciones. Con el estruendo a cacharrería de nuestro vehículo, hemos avisado de nuestra llegada a todo aquel ser que no haya perdido el oído.
Mi dolor de cabeza, ha mejorado un poco, lo cual supongo que es buena señal. Abro la puerta y me dispongo a repartir tareas, pero antes de que pueda abrir la boca ?Anestesia? se adelanta.
- Voy al lavabo.
Y sale a la carrera.
- Yo al de señoras ? dice Marta y añade al pasar a mi lado ? mira a ver si encuentras compresas y algo de beber.
También Marta se marcha en dirección a los servicios, sin que aparentemente le preocupe lo que yo pensara decir o los horrores que puedan aguardarle en su interior.
Así que antes de que pueda escaparse también, agarro a Nicolai.
- Tenemos que ...
- Encárgate tú ? me responde -. Yo voy a ver en que estado se encuentran los otros vehículos.
?Tus dotes de liderazgo, dejan que desear. Supongo que debes adolecer de una galopante falta de carisma?.
Bueno, tampoco necesito a nadie. Comienzo a caminar en dirección hacia la tienda. Nicolai me grita:
- Si encuentras un cuerpo, mira si lleva encima las llaves de su vehículo.
- Claro ? respondo.
- Y mira si puedes conseguirme unas gafas de sol ? añade -, el sol empieza a molestarme bastante.
- Tomo nota.
Los cristales de la tienda, parecen en buen estado, supongo que eso es buena señal (los saqueadores, por algún motivo, suelen ser aficionados a romperlos). Continuo mi avance en dirección a la entrada y me encuentro con una niña de cabello castaño, que se ocultaba junto a un surtidor de combustible. Nuestras miradas se cruzan y echa a correr. Si espera que la persiga va lista.
?Quizás deberías hacerlo?.
Mira, probablemente tenga reventados los dedos del pie derecho, estoy cansado y tengo una sed espantosa. Por lo que a menos que escape empujando un carrito de la compra lleno de jamones y botijos, no pienso dar un solo paso en su dirección..
?Puede ser un miembro de el culto?.
¡Claro!. De las juventudes cultistas y sin duda, se dirige a gran velocidad hacia su cubil, para advertir a las hordas que la utilizan como espía, de que un par de peligrosísimos meones, un ladrón de coches cegato y un saqueador cojo, se encuentran en el área de servicio de esta carretera dejada de la mano de dios.
Recorro media docena de metros mas y llego junto a la puerta acristalada, que para mi sorpresa, no se encuentra cerrada.
?Eso no es necesariamente bueno. Significa que puede haber alguien dentro?.
Empujo la puerta y penetro en el establecimiento. La electricidad parece haber dejado de funcionar y percibo un leve olor a rancio en el ambiente, supongo que procedente de las neveras. Me encamino directamente a la nevera de los refrescos y cojo una lata de Coca-Cola. También hay botellas de plástico, pero siempre he preferido la lata. Levanto la anilla y bebo su contenido. No está muy fría, pero da lo mismo, recuerdo a un tipo que comparó el beberse una coca-cola calentorra con follarse a una gorda en verano. Mis cavilaciones, se interrumpen al ver reflejarse a un tipo en el cristal de la nevera. Me doy la vuelta y me encuentro con un tipo barbudo, al que parece que los ojos estén a apunto de salírsele de las orbitas. Empuña una palanca de hierro como si pretendiese jugar al béisbol con ella.
?¡Lo sabia!. ¡ Ese feo hijo de puta pretendía machacarte la cabeza!?.
Eso parece, pero después de la carrera y la rabieta de antes, me siento bastante cansado así que le hablo con la esperanza de calmarle:
- Tranquilo amigo. Solo estamos de paso.
- ¿Qué le habéis echo a Sonia?.
?Apuesto a que la tal Sonia es la cría que te has negado a perseguir?.
- ¿Te refieres a la niña ? ? extiendo las manos mostrando las palmas para que vea que no voy armado -, vi una corriendo por ahí fuera.
- ¡ Mientes! ? el muy bastardo amaga un golpe con la palanca -. ¡Asesino!. ¡Puto asesino!.
?Me parece que últimamente, no gozas de mucha credibilidad?.
Este mal nacido ha conseguido tocarme los cojones.
- Mira hijo de puta ? a la porra con la puta diplomacia -, si me hubiese cargado a la pequeña putilla, te lo diría.
La jeta del tipo se pone mas colorada que los cojones del mismísimo diablo.
?Cuidado. Ese cabrón va a atacar?.
- Si se te ocurre intentar golpearme con esa mierda ? le advierto -, atravesarás el puto escaparate.
- ¡Te voy a matar! ? grita el desgraciado, echando la palanca hacia atrás.
De un solo movimiento del brazo derecho, le tiro la lata de coca-cola medio llena. La bebida refrescante de extractos, se estrella contra su feo careto. El tipo apenas pierde un par de segundos, antes de intentar volver a la carga, pero ese par de segundos, son suficientes para que yo de un paso al frente y bloquee la palanca con las palmas de mis manos antes de que pueda descargar el golpe. Luego utilizo la cabeza para propinarle un brutal cabezazo, que en nada sirve para mitigar mi pertinaz dolor de cabeza.
?¡Mátalo!. ¡Machaca a ese puto cabrón!?.
El tipo se tambalea, le arranco la palanca de las manos y le golpeo con ella en la pierna. El bastardo se derrumba en el suelo con lágrimas en los ojos. Tiro a un lado la barra y como lo prometido es deuda, le agarro con la mano derecha por los testículos y con la izquierda por la pechera de la camisa. No debe de pesar mas de sesenta quilos.
- ¿Así que no crees en mi palabra verdad?. Pues te voy a dar motivos para que dejes de dudar.
Empujo con todas mis fuerzas y el saco de mierda atraviesa el escaparate, para estrellarse a un par de metros de los surtidores, entre una llubia de cristales.
?Tengo una idea. ¡Quemémoslo vivo!?.
- Ya es suficiente.
Digo en voz alta, mientras recupero de nuevo la respiración. No deja de resultarme sorprendente, la sed de sangre del cabrón paranoico. Parece mentira que hace menos de una hora, me criticase por dejarme llevar por la ira.
?No te confundas. Una cosa es la violencia y la crueldad controladas y otra la estupidez redomada, de la rabia descontrolada. No se te ocurra confundir ambas cosas?.
Puede que el cabrón paranoico tenga razón. Después de todo ¿qué es exactamente el cabrón paranoico?. ¿Es un ente real o solo un síntoma de una enfermedad mental?. ¿Es un demonio que salva mi cuerpo mientras intenta condenar mi alma?.
?¿Acaso importa?. No vas a librarte de mi?.
¿Estoy loco o eres tú el que me empuja hacia la locura?.
?¿Locura?. ¿Qué es la locura?. Solo una palabra para definir a los que piensan y actúan de forma distinta a la mayoría. A gente que ve y oye cosas que para la mayoría no existen?.
- Claro, cosas como ángeles, muertos vivientes, vampiros?
?Gente que suele hablar sola?.
Bueno, ahora mismo, no creo que nadie mas pueda oírme. Como el hombre de la palanca, ya debe de haber tenido suficiente, me centro en cosas prácticas. Agarro unas cuantas bolsas de la zona del mostrador y comienzo a moverme por la tienda metiendo cosas en su interior.
Lleno dos bolsas, de agua y refrescos. Ninguno light. Odio los putos refrescos light. Seguro que el puto Leonardo di Caprio, bebe refrescos light.
Una sensación de triunfo, me embarga cuando veo todo un estante, atestado de guías y mapas de carretera. Es una visión, casi demasiado perfecta para ser cierta. Introduzco en mi bolsillo una guía de carreteras y por si las moscas, en una bolsa de plástico la guía de Campsa.
?La que permitía a Don Camilo encontrar papeo incluso en el tercer mundo?.
Me dispongo a echar un ojo a la zona de comestibles, cuando el grito de una niña, me hace dirigir mi atención al exterior.
Me asomo al roto escaparate y veo una curiosa estampa.
?Ya se sabe que la familia que grita unida??
Nicolai, al que al parecer le ha entrado hambre, está alimentándose de la garganta del pobre cabrón al que arroje a través del escaparate, mientras la niña que supongo es su hija, grita aterrorizada.
- ¡ Joder !. Definitivamente, Nicolai está cambiando.
?¿Y de quien es la culpa??.
Nicolai deja caer el pálido cuerpo, que queda tendido víctima de violentos espasmos. Ese cuerpo me trae desagradables recuerdos sobre un vagabundo desangrándose de forma similar en un parque.
?Anestesia? y Marta, que también han acudido al sonido de los gritos, observan horrorizados, como Nicolai, se dirige hacia la llorosa niña.
?Creo que quiere postre?.
- ¡Detente! ? le grito -. ¡ Ya es suficiente!.
La cabeza de Chanquete, parece mirarme con los ojos en blanco, mientras Nicolai se vuelve en mi dirección, con una sonrisa que no me gusta lo mas mínimo en los labios.
- No podemos dejarla aquí ? dice -. Este no es lugar para una niña tan guapa.
?A lo mejor, deberías matarle antes de que anochezca?.
Puedo controlarle.
?Eso no te lo crees ni tu. ¿Cómo esperas que te crea yo??.
- ¡Apártate de la niña! ? grito -. ¡Ya es suficiente!.
Nicolai da un par de pasos hacia atrás, con una turbia mirada en la cara.
- ¿Encontraste mis gafas de sol?.
La llorosa pequeña, se acerca horrorizada al maltrecho cuerpo, mientras una rojiza mancha, va aumentando de tamaño.
- No ? respondo -. Aun no las he encontrado.
- Entonces ? dice de nuevo sonriente -, quizás deberías seguir buscándolas.
Marta se acerca al caído cuerpo y intenta en vano, taponar la monstruosa herida. ?Anestesia?, nos mira con gesto alucinado.
?Tiene que tragar demasiada mierda, con una cuchara demasiado pequeña?.
Supongo que sí. Pero será mejor que se vaya acostumbrando. Algo me dice, que de momento la estamos tragando a cucharadas, pero que pronto, vamos a empezar a hacerlo a carretadas.
?La juventud ye-ye, la juventud jajá
que estudien los curas y que trabajen papá y mamá?
-- Carande ?-
Si hay algo que siempre me ha jodido y mosqueado en las áreas de servicio, es lo desorbitado de sus precios. Algunos pueden argumentar al respecto, que ello es debido a que se encuentran en lugares lejanos y poco concurridos. Pero es falso. Sin duda pasan por sus inmediaciones, muchas mas personas y vehículos, que por varias tiendas de barrios marginales y ¿qué está mejor comunicado que algo que se encuentra junto a una carretera?. No. La única verdad, es que se aprovechan de que es lo que hay y de que o lo tomas o lo dejas. La falta de competencia, es lo que se lo permite.
Nuestro vehículo ya bautizado como ?llantas móvil? se detiene ruidosamente en la solitaria zona de aparcamiento. Una cosa es segura, no creo que haya infectados por las inmediaciones. Con el estruendo a cacharrería de nuestro vehículo, hemos avisado de nuestra llegada a todo aquel ser que no haya perdido el oído.
Mi dolor de cabeza, ha mejorado un poco, lo cual supongo que es buena señal. Abro la puerta y me dispongo a repartir tareas, pero antes de que pueda abrir la boca ?Anestesia? se adelanta.
- Voy al lavabo.
Y sale a la carrera.
- Yo al de señoras ? dice Marta y añade al pasar a mi lado ? mira a ver si encuentras compresas y algo de beber.
También Marta se marcha en dirección a los servicios, sin que aparentemente le preocupe lo que yo pensara decir o los horrores que puedan aguardarle en su interior.
Así que antes de que pueda escaparse también, agarro a Nicolai.
- Tenemos que ...
- Encárgate tú ? me responde -. Yo voy a ver en que estado se encuentran los otros vehículos.
?Tus dotes de liderazgo, dejan que desear. Supongo que debes adolecer de una galopante falta de carisma?.
Bueno, tampoco necesito a nadie. Comienzo a caminar en dirección hacia la tienda. Nicolai me grita:
- Si encuentras un cuerpo, mira si lleva encima las llaves de su vehículo.
- Claro ? respondo.
- Y mira si puedes conseguirme unas gafas de sol ? añade -, el sol empieza a molestarme bastante.
- Tomo nota.
Los cristales de la tienda, parecen en buen estado, supongo que eso es buena señal (los saqueadores, por algún motivo, suelen ser aficionados a romperlos). Continuo mi avance en dirección a la entrada y me encuentro con una niña de cabello castaño, que se ocultaba junto a un surtidor de combustible. Nuestras miradas se cruzan y echa a correr. Si espera que la persiga va lista.
?Quizás deberías hacerlo?.
Mira, probablemente tenga reventados los dedos del pie derecho, estoy cansado y tengo una sed espantosa. Por lo que a menos que escape empujando un carrito de la compra lleno de jamones y botijos, no pienso dar un solo paso en su dirección..
?Puede ser un miembro de el culto?.
¡Claro!. De las juventudes cultistas y sin duda, se dirige a gran velocidad hacia su cubil, para advertir a las hordas que la utilizan como espía, de que un par de peligrosísimos meones, un ladrón de coches cegato y un saqueador cojo, se encuentran en el área de servicio de esta carretera dejada de la mano de dios.
Recorro media docena de metros mas y llego junto a la puerta acristalada, que para mi sorpresa, no se encuentra cerrada.
?Eso no es necesariamente bueno. Significa que puede haber alguien dentro?.
Empujo la puerta y penetro en el establecimiento. La electricidad parece haber dejado de funcionar y percibo un leve olor a rancio en el ambiente, supongo que procedente de las neveras. Me encamino directamente a la nevera de los refrescos y cojo una lata de Coca-Cola. También hay botellas de plástico, pero siempre he preferido la lata. Levanto la anilla y bebo su contenido. No está muy fría, pero da lo mismo, recuerdo a un tipo que comparó el beberse una coca-cola calentorra con follarse a una gorda en verano. Mis cavilaciones, se interrumpen al ver reflejarse a un tipo en el cristal de la nevera. Me doy la vuelta y me encuentro con un tipo barbudo, al que parece que los ojos estén a apunto de salírsele de las orbitas. Empuña una palanca de hierro como si pretendiese jugar al béisbol con ella.
?¡Lo sabia!. ¡ Ese feo hijo de puta pretendía machacarte la cabeza!?.
Eso parece, pero después de la carrera y la rabieta de antes, me siento bastante cansado así que le hablo con la esperanza de calmarle:
- Tranquilo amigo. Solo estamos de paso.
- ¿Qué le habéis echo a Sonia?.
?Apuesto a que la tal Sonia es la cría que te has negado a perseguir?.
- ¿Te refieres a la niña ? ? extiendo las manos mostrando las palmas para que vea que no voy armado -, vi una corriendo por ahí fuera.
- ¡ Mientes! ? el muy bastardo amaga un golpe con la palanca -. ¡Asesino!. ¡Puto asesino!.
?Me parece que últimamente, no gozas de mucha credibilidad?.
Este mal nacido ha conseguido tocarme los cojones.
- Mira hijo de puta ? a la porra con la puta diplomacia -, si me hubiese cargado a la pequeña putilla, te lo diría.
La jeta del tipo se pone mas colorada que los cojones del mismísimo diablo.
?Cuidado. Ese cabrón va a atacar?.
- Si se te ocurre intentar golpearme con esa mierda ? le advierto -, atravesarás el puto escaparate.
- ¡Te voy a matar! ? grita el desgraciado, echando la palanca hacia atrás.
De un solo movimiento del brazo derecho, le tiro la lata de coca-cola medio llena. La bebida refrescante de extractos, se estrella contra su feo careto. El tipo apenas pierde un par de segundos, antes de intentar volver a la carga, pero ese par de segundos, son suficientes para que yo de un paso al frente y bloquee la palanca con las palmas de mis manos antes de que pueda descargar el golpe. Luego utilizo la cabeza para propinarle un brutal cabezazo, que en nada sirve para mitigar mi pertinaz dolor de cabeza.
?¡Mátalo!. ¡Machaca a ese puto cabrón!?.
El tipo se tambalea, le arranco la palanca de las manos y le golpeo con ella en la pierna. El bastardo se derrumba en el suelo con lágrimas en los ojos. Tiro a un lado la barra y como lo prometido es deuda, le agarro con la mano derecha por los testículos y con la izquierda por la pechera de la camisa. No debe de pesar mas de sesenta quilos.
- ¿Así que no crees en mi palabra verdad?. Pues te voy a dar motivos para que dejes de dudar.
Empujo con todas mis fuerzas y el saco de mierda atraviesa el escaparate, para estrellarse a un par de metros de los surtidores, entre una llubia de cristales.
?Tengo una idea. ¡Quemémoslo vivo!?.
- Ya es suficiente.
Digo en voz alta, mientras recupero de nuevo la respiración. No deja de resultarme sorprendente, la sed de sangre del cabrón paranoico. Parece mentira que hace menos de una hora, me criticase por dejarme llevar por la ira.
?No te confundas. Una cosa es la violencia y la crueldad controladas y otra la estupidez redomada, de la rabia descontrolada. No se te ocurra confundir ambas cosas?.
Puede que el cabrón paranoico tenga razón. Después de todo ¿qué es exactamente el cabrón paranoico?. ¿Es un ente real o solo un síntoma de una enfermedad mental?. ¿Es un demonio que salva mi cuerpo mientras intenta condenar mi alma?.
?¿Acaso importa?. No vas a librarte de mi?.
¿Estoy loco o eres tú el que me empuja hacia la locura?.
?¿Locura?. ¿Qué es la locura?. Solo una palabra para definir a los que piensan y actúan de forma distinta a la mayoría. A gente que ve y oye cosas que para la mayoría no existen?.
- Claro, cosas como ángeles, muertos vivientes, vampiros?
?Gente que suele hablar sola?.
Bueno, ahora mismo, no creo que nadie mas pueda oírme. Como el hombre de la palanca, ya debe de haber tenido suficiente, me centro en cosas prácticas. Agarro unas cuantas bolsas de la zona del mostrador y comienzo a moverme por la tienda metiendo cosas en su interior.
Lleno dos bolsas, de agua y refrescos. Ninguno light. Odio los putos refrescos light. Seguro que el puto Leonardo di Caprio, bebe refrescos light.
Una sensación de triunfo, me embarga cuando veo todo un estante, atestado de guías y mapas de carretera. Es una visión, casi demasiado perfecta para ser cierta. Introduzco en mi bolsillo una guía de carreteras y por si las moscas, en una bolsa de plástico la guía de Campsa.
?La que permitía a Don Camilo encontrar papeo incluso en el tercer mundo?.
Me dispongo a echar un ojo a la zona de comestibles, cuando el grito de una niña, me hace dirigir mi atención al exterior.
Me asomo al roto escaparate y veo una curiosa estampa.
?Ya se sabe que la familia que grita unida??
Nicolai, al que al parecer le ha entrado hambre, está alimentándose de la garganta del pobre cabrón al que arroje a través del escaparate, mientras la niña que supongo es su hija, grita aterrorizada.
- ¡ Joder !. Definitivamente, Nicolai está cambiando.
?¿Y de quien es la culpa??.
Nicolai deja caer el pálido cuerpo, que queda tendido víctima de violentos espasmos. Ese cuerpo me trae desagradables recuerdos sobre un vagabundo desangrándose de forma similar en un parque.
?Anestesia? y Marta, que también han acudido al sonido de los gritos, observan horrorizados, como Nicolai, se dirige hacia la llorosa niña.
?Creo que quiere postre?.
- ¡Detente! ? le grito -. ¡ Ya es suficiente!.
La cabeza de Chanquete, parece mirarme con los ojos en blanco, mientras Nicolai se vuelve en mi dirección, con una sonrisa que no me gusta lo mas mínimo en los labios.
- No podemos dejarla aquí ? dice -. Este no es lugar para una niña tan guapa.
?A lo mejor, deberías matarle antes de que anochezca?.
Puedo controlarle.
?Eso no te lo crees ni tu. ¿Cómo esperas que te crea yo??.
- ¡Apártate de la niña! ? grito -. ¡Ya es suficiente!.
Nicolai da un par de pasos hacia atrás, con una turbia mirada en la cara.
- ¿Encontraste mis gafas de sol?.
La llorosa pequeña, se acerca horrorizada al maltrecho cuerpo, mientras una rojiza mancha, va aumentando de tamaño.
- No ? respondo -. Aun no las he encontrado.
- Entonces ? dice de nuevo sonriente -, quizás deberías seguir buscándolas.
Marta se acerca al caído cuerpo y intenta en vano, taponar la monstruosa herida. ?Anestesia?, nos mira con gesto alucinado.
?Tiene que tragar demasiada mierda, con una cuchara demasiado pequeña?.
Supongo que sí. Pero será mejor que se vaya acostumbrando. Algo me dice, que de momento la estamos tragando a cucharadas, pero que pronto, vamos a empezar a hacerlo a carretadas.
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
-
Korvec
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Capítulo XXI
?Nunca te molestes en correr en pos de una deuda, una desgracia o la muerte.
Ya se encargarán ellas de alcanzarte cuando llegue el momento?.
--Anónimo?
El interior del pequeño bar de carretera del área de servicio, es lo suficientemente acogedor como para tomarse un descanso y si alguna vez, he necesitado tomarme uno, esta es esa vez.
Recuerdo que hace un par de días, el mapa de España no tenía muy buen aspecto. Hoy, es el mapa del mundo el que no termina de pintar demasiado bien. Como reza el dicho: ?en todas partes cuecen habas?, por lo que visto el mapa de España, no me sorprende lo mas mínimo, que salvo excepciones puntuales como Francia donde el culto parece haberse echo especialmente fuerte en la capital o otros como Reino Unido y Suiza, donde por el momento, el culto y la infección, no parecen demasiado intensos, en el resto de países, el culto se ha hecho especialmente fuerte en las zonas pobres, mientras las autoridades, se han atrincherado en capitales y grandes ciudades, desde las que intentan recuperar el control.
Por mucho que la civilización se disfrace, cuando se le quitan unas cuantas capas de comodidad y abundancia, el disfraz empieza a resquebrajarse. La táctica de ?el culto? parece ser la misma en todas partes. Se extiende de un modo casi sobrenatural. Sus líderes, parece abrazar esa nueva religión, casi de la noche a la mañana, que de alguna forma, consiguen que la aterrorizada población les siga, bien sea por convencimiento o por miedo. Asesinan brutalmente a quien se les opone y se dedican a destruir o sabotear los recursos alimenticios o energéticos de su zona.
En la mayoría de casos, para cuando las autoridades llegan, las cosechas o instalaciones, ya han sido destruidas y el agua contaminada. Sus líderes suelen inmolarse antes de ser capturados o niegan recordar nada de los sucedido, en el caso de llegar a ser capturados con vida.
Aparto mi atención de la pantalla y observo al variopinto grupo que formamos. La doctora Marta, eminente hematóloga, intenta consolar (sin demasiado éxito todo sea dicho) a la niña que acaba de quedar huérfana. ?Anestesia?, tiene la mirada fija en la pantalla, mientras trasega su cuarta Pepsi-Cola. Nicolai, que ya ?va servido? ignora por completo a la pantalla y centra sus esfuerzos, en rebuscar ruidosamente por el mostrador.
?¿Sabes?. No salimos demasiado bien parados, si entramos en comparación, con cualquier grupo de aventureros mas o menos conocido?.
¿Cómo?.
?La gran mayoría, suelen estar cortados por el mismo patrón. Casi todos, se forman en medio o para enfrentarse con una gran crisis y suelen estar constituidos, por un grupo de personajes, digamos estándar?.
No tengo ni idea, de a que coño te refieres.
?Todos los grupos, suelen constar de un líder carismático como Aragorn en el señor de los anillos o Tanis en la Dragonlance?.
Genial. Creo que me tomaré otro refresco.
?También de uno o varios guerreros, un mago, un ladrón y una curandera?.
Cojo otra lata de 33 centilitros y intentando ignorar al cabrón paranoico, vuelvo a centrar mi atención en la pantalla de televisión, donde un grupo de politicastros, que se ocupan de acusarse a gritos de la mala gestión de esta crisis, de ocultación de datos y dios sabe de cuantas oscuras conspiraciones mas.
?Pero fíjate en vosotros. En lugar de tener como objetivo el solucionar las cosas, os estáis jugando el pellejo por una estupidez como llevar la cabeza de un viejo mochales a un parque infantil gabacho?.
Marta se acerca con la niña y me pregunta:
- ¿Y ahora que?.
- Descansaremos, un poco, conseguiremos un coche o cambiaremos los neumáticos del que nos trajo hasta aquí y ? dirijo mi mirada hacia la guía de carreteras -, seguiremos por esta carretera hasta...
- ¡ No me refiero a eso joder ! ? me interrumpe la doctora -. Me refiero a la niña.
?Aparte. Fíjate en nuestro grupo. Un líder al que encargan la búsqueda de compresas y gafas de sol. Supongo que ?Anestesia? podría ser el equivalente de un hobbit o un kender. Pero dudo que sea capaz de abrir algo mas complicado que una caja de zapatos?.
- ¿Quieres que nos la llevemos? ? pregunto con cierta cautela, ya que Marta parece bastante cabreada.
- ¡ No !. Vamos a dejarla aquí para que se la coman las ratas ? replica con un tono de voz preñado de ironía -. ¡Pues claro que nos la llevaremos!.
?Ella supongo que es la curandera del grupo y tiene buenas domingas, lo cual es una las normas no escritas, mas importantes de cualquier grupo aventureril, pero por otro lado, habla como una camionera y es una tanto promiscua?.
- Esta bien ? acepto -, os dejaremos a las dos en el primer puesto de socorro que encontremos.
- ¡ ¿Cómo ?! ? ahora Marta si parece realmente cabreada -. ¿Ahora piensas deshacerte de mi como si fuese exceso de equipaje?.
?Y en cuanto al chupóptero... casi mejor ni hablar. Parece a dos pasos de perder el control y lanzarse contra tu propia garganta?.
- ¿Y que propones? ? miro a los ojos de la hematóloga -. Nosotros somos fugitivos de todo y de todos. No creo que en el tiempo que llevamos juntos, hayas desarrollado aun el Síndrome de Estocolmo así que.
Marta me propina un sonoro bofetón.
- ¿Por quien coño me tomas?.
- Mira ? me siento demasiado cansado para discutir. Así que pienso, que lo mejor será poner las cartas sobre la mesa de una vez -. No me engaño al respecto. No tengo ni idea, del motivo por el que prácticamente me violaste en vuestra base y mas tarde, supongo que me sedujiste para pegarte a mi y descubrir, que es eso que piensas que me hace especial. Es decir, el motivo por el que me buscan esos chalados del culto.
El rostro de Marta enrojece. Supongo que después de todo, no soy tan tonto como ella pensaba. Me mira con una expresión que no soy capaz de descifrar. ¿Odio?, ¿Tristeza?. Espero suponiendo, que ella dirá algo al respecto, pero no abre la boca, así que prosigo yo.
- Desengáñate. No hay en mi ni una sola cosa que me haga especial.
?Eso no es del todo cierto?.
- Cuando te trajeron ? dice la hematóloga, con una voz fría como el hielo -, me acosté contigo, porque estaba segura de que no había en ti, ni una maldita cosa que diera algo de esperanza a esta locura. Siempre había echo lo correcto y quise hacer algo totalmente incorrecto e inadecuado... antes del fin.
En fin, supongo que es una explicación tan buena como otra cualquiera.
?Y eso que aun no he pasado a comentar, los factores de cohesión de los miembros del grupo?.
- ¿Y ahora que piensas?- pregunto con genuina curiosidad.
- Que mas vale una pequeña, remota e improbable esperanza a la desesperación.
?Vaya. Parece que el único que no cree en ti, eres tú mismo?.
Por la televisión, comentan ahora algo sobre protestas por la carestía de alimentos, oleadas de suicidios, censura en los medios y algo sobre protestas aplacadas de modo brutal.
Vuelvo mi vista hacia la caótica red de carreteras de Galicia, donde unas líneas llamadas AP-9, FE-14 o N-558 conectan lugares que llevan a otros lugares. Pero ¿qué ruta es peor?. En las rutas mas directas y principales, sin duda toparemos con el ejército, lo cual, teniendo en cuenta que somos fugitivos indocumentados y en medio del actual panorama de terrorismo, no parece una buena idea. Por el otro, si nos movemos por pequeñas carreteras y caminos rurales, no solo tardaremos mas, sino que tendremos que vérnoslas con ?el culto?... y a saber con que mas.
- Allá a donde vamos ? comento ? o hacia donde intentamos llegar, las cosas están muy feas. Mucho peor que aquí.
- ¡¿Acaso no ves las noticias?! ? ahora Marta parece indignada -. ¡Ya no queda un solo lugar seguro!.
Vuelve a hacerse un tenso silencio entre nosotros. Bueno, supongo que podría referirme a ese silencio, como ?silencio relativo?, ya que entre el televisor, los lloros de la pequeña y los trastos que salen despedidos en todas direcciones, mientras Nicolai sigue rebuscando por distintas cajoneras, el local dista mucho de estar en silencio. Finalmente, Marta dice.
- No vamos a marcharnos y ahora ¿puedes decirme cual es el plan?.
?No te cortes. Si forma parte del grupo, tiene todo el derecho del mundo a saberlo?.
- El plan ? digo sintiéndome muy cansado -, es viajar aun no se muy bien como en dirección a Paris.
La cara de la doctora se ilumina.
- ¿Al instituto Pasteur?.
- A Disneyland Paris ? la interrumpo.
- ¡Las encontré! ? grita Nicolai - ¡Por fin encontré las gafas!.
- ¿Para que? ? pregunta Marta, que no creo que se hubiese mostrado menos sorprendida, de haberle dicho, que el plan consiste en ir a cazar Gambusinos.
- Porque le dimos nuestra palabra a Chanquete.
Marta mira hacia la cabeza que cuelga del cuello de Nicolai, que ahora tiene un cierto aspecto de desastrada estrella de Rock inflada de drogas, gracias a las gafas de sol.
?Puede que ahora lo reconsidere?.
- Bueno ? dice Marta -, quizás eso anime Sonia ? su mirada se detiene en la niña, que sorprendentemente, se ha quedado dormida sin tocar el refresco ni las palomitas..
A veces, la vida parece muy fácil. Claro que, otras veces no.
?Nunca te molestes en correr en pos de una deuda, una desgracia o la muerte.
Ya se encargarán ellas de alcanzarte cuando llegue el momento?.
--Anónimo?
El interior del pequeño bar de carretera del área de servicio, es lo suficientemente acogedor como para tomarse un descanso y si alguna vez, he necesitado tomarme uno, esta es esa vez.
Recuerdo que hace un par de días, el mapa de España no tenía muy buen aspecto. Hoy, es el mapa del mundo el que no termina de pintar demasiado bien. Como reza el dicho: ?en todas partes cuecen habas?, por lo que visto el mapa de España, no me sorprende lo mas mínimo, que salvo excepciones puntuales como Francia donde el culto parece haberse echo especialmente fuerte en la capital o otros como Reino Unido y Suiza, donde por el momento, el culto y la infección, no parecen demasiado intensos, en el resto de países, el culto se ha hecho especialmente fuerte en las zonas pobres, mientras las autoridades, se han atrincherado en capitales y grandes ciudades, desde las que intentan recuperar el control.
Por mucho que la civilización se disfrace, cuando se le quitan unas cuantas capas de comodidad y abundancia, el disfraz empieza a resquebrajarse. La táctica de ?el culto? parece ser la misma en todas partes. Se extiende de un modo casi sobrenatural. Sus líderes, parece abrazar esa nueva religión, casi de la noche a la mañana, que de alguna forma, consiguen que la aterrorizada población les siga, bien sea por convencimiento o por miedo. Asesinan brutalmente a quien se les opone y se dedican a destruir o sabotear los recursos alimenticios o energéticos de su zona.
En la mayoría de casos, para cuando las autoridades llegan, las cosechas o instalaciones, ya han sido destruidas y el agua contaminada. Sus líderes suelen inmolarse antes de ser capturados o niegan recordar nada de los sucedido, en el caso de llegar a ser capturados con vida.
Aparto mi atención de la pantalla y observo al variopinto grupo que formamos. La doctora Marta, eminente hematóloga, intenta consolar (sin demasiado éxito todo sea dicho) a la niña que acaba de quedar huérfana. ?Anestesia?, tiene la mirada fija en la pantalla, mientras trasega su cuarta Pepsi-Cola. Nicolai, que ya ?va servido? ignora por completo a la pantalla y centra sus esfuerzos, en rebuscar ruidosamente por el mostrador.
?¿Sabes?. No salimos demasiado bien parados, si entramos en comparación, con cualquier grupo de aventureros mas o menos conocido?.
¿Cómo?.
?La gran mayoría, suelen estar cortados por el mismo patrón. Casi todos, se forman en medio o para enfrentarse con una gran crisis y suelen estar constituidos, por un grupo de personajes, digamos estándar?.
No tengo ni idea, de a que coño te refieres.
?Todos los grupos, suelen constar de un líder carismático como Aragorn en el señor de los anillos o Tanis en la Dragonlance?.
Genial. Creo que me tomaré otro refresco.
?También de uno o varios guerreros, un mago, un ladrón y una curandera?.
Cojo otra lata de 33 centilitros y intentando ignorar al cabrón paranoico, vuelvo a centrar mi atención en la pantalla de televisión, donde un grupo de politicastros, que se ocupan de acusarse a gritos de la mala gestión de esta crisis, de ocultación de datos y dios sabe de cuantas oscuras conspiraciones mas.
?Pero fíjate en vosotros. En lugar de tener como objetivo el solucionar las cosas, os estáis jugando el pellejo por una estupidez como llevar la cabeza de un viejo mochales a un parque infantil gabacho?.
Marta se acerca con la niña y me pregunta:
- ¿Y ahora que?.
- Descansaremos, un poco, conseguiremos un coche o cambiaremos los neumáticos del que nos trajo hasta aquí y ? dirijo mi mirada hacia la guía de carreteras -, seguiremos por esta carretera hasta...
- ¡ No me refiero a eso joder ! ? me interrumpe la doctora -. Me refiero a la niña.
?Aparte. Fíjate en nuestro grupo. Un líder al que encargan la búsqueda de compresas y gafas de sol. Supongo que ?Anestesia? podría ser el equivalente de un hobbit o un kender. Pero dudo que sea capaz de abrir algo mas complicado que una caja de zapatos?.
- ¿Quieres que nos la llevemos? ? pregunto con cierta cautela, ya que Marta parece bastante cabreada.
- ¡ No !. Vamos a dejarla aquí para que se la coman las ratas ? replica con un tono de voz preñado de ironía -. ¡Pues claro que nos la llevaremos!.
?Ella supongo que es la curandera del grupo y tiene buenas domingas, lo cual es una las normas no escritas, mas importantes de cualquier grupo aventureril, pero por otro lado, habla como una camionera y es una tanto promiscua?.
- Esta bien ? acepto -, os dejaremos a las dos en el primer puesto de socorro que encontremos.
- ¡ ¿Cómo ?! ? ahora Marta si parece realmente cabreada -. ¿Ahora piensas deshacerte de mi como si fuese exceso de equipaje?.
?Y en cuanto al chupóptero... casi mejor ni hablar. Parece a dos pasos de perder el control y lanzarse contra tu propia garganta?.
- ¿Y que propones? ? miro a los ojos de la hematóloga -. Nosotros somos fugitivos de todo y de todos. No creo que en el tiempo que llevamos juntos, hayas desarrollado aun el Síndrome de Estocolmo así que.
Marta me propina un sonoro bofetón.
- ¿Por quien coño me tomas?.
- Mira ? me siento demasiado cansado para discutir. Así que pienso, que lo mejor será poner las cartas sobre la mesa de una vez -. No me engaño al respecto. No tengo ni idea, del motivo por el que prácticamente me violaste en vuestra base y mas tarde, supongo que me sedujiste para pegarte a mi y descubrir, que es eso que piensas que me hace especial. Es decir, el motivo por el que me buscan esos chalados del culto.
El rostro de Marta enrojece. Supongo que después de todo, no soy tan tonto como ella pensaba. Me mira con una expresión que no soy capaz de descifrar. ¿Odio?, ¿Tristeza?. Espero suponiendo, que ella dirá algo al respecto, pero no abre la boca, así que prosigo yo.
- Desengáñate. No hay en mi ni una sola cosa que me haga especial.
?Eso no es del todo cierto?.
- Cuando te trajeron ? dice la hematóloga, con una voz fría como el hielo -, me acosté contigo, porque estaba segura de que no había en ti, ni una maldita cosa que diera algo de esperanza a esta locura. Siempre había echo lo correcto y quise hacer algo totalmente incorrecto e inadecuado... antes del fin.
En fin, supongo que es una explicación tan buena como otra cualquiera.
?Y eso que aun no he pasado a comentar, los factores de cohesión de los miembros del grupo?.
- ¿Y ahora que piensas?- pregunto con genuina curiosidad.
- Que mas vale una pequeña, remota e improbable esperanza a la desesperación.
?Vaya. Parece que el único que no cree en ti, eres tú mismo?.
Por la televisión, comentan ahora algo sobre protestas por la carestía de alimentos, oleadas de suicidios, censura en los medios y algo sobre protestas aplacadas de modo brutal.
Vuelvo mi vista hacia la caótica red de carreteras de Galicia, donde unas líneas llamadas AP-9, FE-14 o N-558 conectan lugares que llevan a otros lugares. Pero ¿qué ruta es peor?. En las rutas mas directas y principales, sin duda toparemos con el ejército, lo cual, teniendo en cuenta que somos fugitivos indocumentados y en medio del actual panorama de terrorismo, no parece una buena idea. Por el otro, si nos movemos por pequeñas carreteras y caminos rurales, no solo tardaremos mas, sino que tendremos que vérnoslas con ?el culto?... y a saber con que mas.
- Allá a donde vamos ? comento ? o hacia donde intentamos llegar, las cosas están muy feas. Mucho peor que aquí.
- ¡¿Acaso no ves las noticias?! ? ahora Marta parece indignada -. ¡Ya no queda un solo lugar seguro!.
Vuelve a hacerse un tenso silencio entre nosotros. Bueno, supongo que podría referirme a ese silencio, como ?silencio relativo?, ya que entre el televisor, los lloros de la pequeña y los trastos que salen despedidos en todas direcciones, mientras Nicolai sigue rebuscando por distintas cajoneras, el local dista mucho de estar en silencio. Finalmente, Marta dice.
- No vamos a marcharnos y ahora ¿puedes decirme cual es el plan?.
?No te cortes. Si forma parte del grupo, tiene todo el derecho del mundo a saberlo?.
- El plan ? digo sintiéndome muy cansado -, es viajar aun no se muy bien como en dirección a Paris.
La cara de la doctora se ilumina.
- ¿Al instituto Pasteur?.
- A Disneyland Paris ? la interrumpo.
- ¡Las encontré! ? grita Nicolai - ¡Por fin encontré las gafas!.
- ¿Para que? ? pregunta Marta, que no creo que se hubiese mostrado menos sorprendida, de haberle dicho, que el plan consiste en ir a cazar Gambusinos.
- Porque le dimos nuestra palabra a Chanquete.
Marta mira hacia la cabeza que cuelga del cuello de Nicolai, que ahora tiene un cierto aspecto de desastrada estrella de Rock inflada de drogas, gracias a las gafas de sol.
?Puede que ahora lo reconsidere?.
- Bueno ? dice Marta -, quizás eso anime Sonia ? su mirada se detiene en la niña, que sorprendentemente, se ha quedado dormida sin tocar el refresco ni las palomitas..
A veces, la vida parece muy fácil. Claro que, otras veces no.
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
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Capítulo XXII
?Dicen que los niños, representan el futuro.
Pero yo prefiero vivir el presente?
-- Pintada en la fachada de un centro de planificación familiar --
Nunca me han gustado los niños ni los perros. Aunque la gente tiende a encontrarlos seres juguetones y encantadores, para mi son seres sucios y ruidosos. Después de todo, ya tengo suficiente con mi mierda como para tener que hacerme cargo de la de alguién que no puede ni hacerse cargo de la suya. Ojalá Nicolai no se hubiese cargado al padre de esta pequeña mocosa.
?A este paso, dentro de poco, también tendrás a un chucho en el grupo?.
No sé que es peor. Miro a la niña que aparta la vista como si fuese un monstruo.
?Es que eres un monstruo?.
La visita al área de servicio, nos ha reportado un saldo irregular. Por un lado, y desde un punto de vista personal. Nicolai encontró sus gafas de sol, Marta varios paquetes de compresas y paquetes de pañuelos de papel. ?Anestesia? un montón de revistas de videojuegos y algún que otro cómic. Por mi parte, yo he hecho acopio de latas de coca-cola.
Desde un punto de vista mas general y comunitario, también nos hemos abastecido, con una serie de artículos que comprenden desde lo necesario a lo absurdo. varias latas de pulpo, botellas de agua, mecheros, botellas de orujo, caramelos de menta y solo Dios sabe, cuantas cosas mas que se apiñan en varias bolsas de plástico, a la espera de ver donde lo cargamos.
Por el lado negativo, esta el asuntillo de que ?Nico? ha vuelto a alimentarse de sangre humana. Eso es un problema, ya que desde que abandonó su ?abstinencia? cada vez se parece menos al Nicolai que yo conozcia. Ese es un tema, que tendremos que discutir pronto. Tampoco es moco de pavo, la cría. Un lastre, del que no tengo necesidad alguna.
?Bueno, yo no me preocuparía demasiado por ella. Ya sabes, que el índice de mortalidad de la gente de nuestro entorno, es realmente alto?.
En eso, debo darle toda la razón al cabrón paranoico. Ahora mismo, no apostaría una moneda de cinco céntimos de euro, a que la cría.
?Sonia?
¡ Como se llame !. Siga viva dentro de cinco días.
?Esa es una apuesta arriesgada para cualquiera?.
Supongo que sí. Apartando mi atención de la asustada mocosa, me centro en el siguiente misterio que me ronda por la mente. ¿De quien son los coches que hay aparcados?.
?Puede que de evacuados. A lo mejor llegó un vehículo militar procedente del punto de socorro y los recogió para llevarlos a lugar seguro?.
Bueno, eso es lo de menos. Lo que me preocupa, es encontrar sus llaves para poder utilizar uno o dos de ellos.
?Los zapatos de la niña no parecen muy estropeados?.
¿Y a que coño viene?. ¡ Eso significa que no llegó andando hasta aquí!.
- Dime pequeña ? intento que mi voz suene lo mas tranquila y amable posible -, ¿cómo llegasteis hasta aquí?.
Sonia se aparta asustada de mi.
?Creo que este es un trabajo para la tetuda deslenguada?.
Supongo que el cabrón paranoico tiene razón. Pero ¿qué diablos hace tanto tiempo metida en el lavabo?. De todos modos, hay algo que si puede irse haciendo. Llamo a gritos a ?Anestesia?, que parece hablar con su reflejo en el cristal de la puerta de la cafetería. Supongo, que un super héroe tiene que ensayar sus poses y frases. ?Anestesia? llega junto a nosotros y ofreciéndole un cómic a la pequeña pregunta:
- ¿Ya nos vamos?.
Dirijo mi mirada ahora hacia Nicolai, que se encuentra evaluando los daños en los bajos del vehículo que nos trajo.
- No ? respondo -, parece que hay ciertos problemas con el transporte.
- Vaya ? responde el joven con aparente decepción, cuyo origen no estoy seguro de si es mi respuesta o el echo de que la niña ignore por completo el cómic -. ¿Está muy mal el coche?.
- Supongo que no está bien. Pero es posible, que ellos ? aunque digo ?ellos? en plural, miro en dirección a Sonia ? , llegaran en uno.
El rostro de ?Anestesia? se ilumina. Es el momento de hacer la petición.
?Trabajo de hobbit saqueador?.
- ¿Podrías registrar el cuerpo de su padre a ver si encuentras las llaves de algún vehículo?.
- ¡ No es mi padre! ? grita la niña sobresaltándonos.
?Ya que habla, pregúntale como llegaron hasta aquí?.
- Vaya ? empiezo sin saber muy bien que decir -. ¿Y quien era ese señor?.
- ¿No te gustan los cómics de Spiderman? ? pregunta a su vez ?Anestesia?.
- Los tebeos de superhéroes son una tontería ? responde Sonia -, los superhéroes no existen.
?Será mejor que por ahora, dejes hablar al chaladete?.
- ¡Nada de eso!. Los super héroes existen ? responde ?Anestesia? casi ofendido.
- ¿Y donde estaban cuando llegó el chatarrero? ? el rostro de la renacuajo está enrojeciendo por la ira -. Tampoco aparecerá ninguno cuando os coja a vosotros.
- ¿Quién es ese chatarrero?- pregunto.
Pero la niña, se pone ahora a llorar como una magdalena. Marta, que al parecer, por fin terminó de hacer lo que fuera que estaba haciendo, se acerca echa una furia.
- ¡¿Qué le habéis dicho?!.
?Sospecho que ese chatarrero, no es un tipo con el que nos interese topar?.
La mención de la palabra ?chatarrero? me trae recuerdos de la niñez. Concretamente, del trapero de mi barrio, un sucio tipejo, que nos pagaba a 5 pesetas las botellas vacías de cava y a dos pesetas cada quilo de papel. También el cacho de manguera de goma, con el que golpeaba a los crios que intentaban robarle botellas para volver a revendérselas o la escopeta de dos cañones que guardaba en el sucio habitáculo lleno de añejos calendarios, en los que mas de uno atisbó por vez primera, los misterios de la anatomía femenina. También a mi me parecía uno de los seres mas temibles del mundo.
Marta abraza a la pequeña llorona. Resulta casi inquietante, ver la furiosa mirada que nos dedica, mientras acaricia con delicadeza la cabeza de la niña.
- Yo solo le decía ? semi tartamudea ?Anestesia? -, que los super héroes si existimos.
- Será especialmente malo contigo ? le dice ahora la niña a Marta -, le gusta hacerles cosas a las mujeres, antes de... ? Sonia vuelve a interrumpirse para seguir llorando a moco tendido.
El rostro de la hematóloga, se pone pálido como el papel.
- ¿De que está hablando?.
?Puede que sea el trapero de tu pueblo. A lo mejor, ha cambiado de negocio?.
- De nada que nos interese ? miento -. Fantasias de crios.
La doctora, me mira de una forma que significa ?¿crees que me trago esa mierda??, pero guarda silencio y se dedica a besar y acariciar a la pequeña. Nicolai, portando sus flamantes gafas de sol, llega hasta nosotros.
- Tenemos que conseguir otras para ?Chanqui? ? nos dice -, no solo para ir conjuntados ? nos aclara -, he pensado que cuando se quede solo en Disneylandia, no podrá apartar la vista si el sol es muy intenso.
- ¿El coche? ? le pregunto.
- Si le cambiamos las ruedas, puede durar unos cuantos quilómetros, pero sería mejor si consiguiéramos otros. Sus llantas están echas una mierda.
- Registrad el cuerpo del ... fiambre ? digo esperando que la pequeña no lo capte -. Es posible que llegaran aquí a bordo de algún vehículo.
- A malas ? responde Nicolai -, siempre puedo hacerle el puente a alguno de los abandonados.
- ¿Sabes hacer el puente? ? pregunto con la esperanza de recibir una respuesta afirmativa.
- Bueno ? responde Nicolai -, nunca lo he intentado antes, pero no creo que sea tan complicado.
- Mejor ir a registrar los bolsillos.
Los dos hombres llegan hasta el pálido cuerpo, pero ?Anestesia? parece tener algún reparo en la tarea y es Nico el primero en empezar a hurgar entre sus ropas.
- Si le encontramos unas gafas de sol ? dice el vampiro -, me las pido.
Marta se lleva a la niña de vuelta al interior de la cafeteria, para que no tenga que presenciar la operación de saqueo de despojos.
El registro, no es demasiado fructífero. Casi parece, como si el tipo ya hubiese sido asaltado antes, ni siquiera tiene cartera o documentación. Estoy empezando a resignarme cuando ?Anestesia? comenta.
- Puede que hicieran una parada rápida solo para repostar.
?El coche junto al surtidor en el que viste a la niña escondida?.
Me acerco hasta los surtidores. En efecto, un pequeño Polo GT de aspecto destartalado, sigue detenido en sus inmediaciones. Intento abrir la puerta del conductor y compruebo que no está cerrada con llabe. En efecto, la llave aun está puesta en el contacto.
?¿Ves que fácil puede ser la vida??.
?Dicen que los niños, representan el futuro.
Pero yo prefiero vivir el presente?
-- Pintada en la fachada de un centro de planificación familiar --
Nunca me han gustado los niños ni los perros. Aunque la gente tiende a encontrarlos seres juguetones y encantadores, para mi son seres sucios y ruidosos. Después de todo, ya tengo suficiente con mi mierda como para tener que hacerme cargo de la de alguién que no puede ni hacerse cargo de la suya. Ojalá Nicolai no se hubiese cargado al padre de esta pequeña mocosa.
?A este paso, dentro de poco, también tendrás a un chucho en el grupo?.
No sé que es peor. Miro a la niña que aparta la vista como si fuese un monstruo.
?Es que eres un monstruo?.
La visita al área de servicio, nos ha reportado un saldo irregular. Por un lado, y desde un punto de vista personal. Nicolai encontró sus gafas de sol, Marta varios paquetes de compresas y paquetes de pañuelos de papel. ?Anestesia? un montón de revistas de videojuegos y algún que otro cómic. Por mi parte, yo he hecho acopio de latas de coca-cola.
Desde un punto de vista mas general y comunitario, también nos hemos abastecido, con una serie de artículos que comprenden desde lo necesario a lo absurdo. varias latas de pulpo, botellas de agua, mecheros, botellas de orujo, caramelos de menta y solo Dios sabe, cuantas cosas mas que se apiñan en varias bolsas de plástico, a la espera de ver donde lo cargamos.
Por el lado negativo, esta el asuntillo de que ?Nico? ha vuelto a alimentarse de sangre humana. Eso es un problema, ya que desde que abandonó su ?abstinencia? cada vez se parece menos al Nicolai que yo conozcia. Ese es un tema, que tendremos que discutir pronto. Tampoco es moco de pavo, la cría. Un lastre, del que no tengo necesidad alguna.
?Bueno, yo no me preocuparía demasiado por ella. Ya sabes, que el índice de mortalidad de la gente de nuestro entorno, es realmente alto?.
En eso, debo darle toda la razón al cabrón paranoico. Ahora mismo, no apostaría una moneda de cinco céntimos de euro, a que la cría.
?Sonia?
¡ Como se llame !. Siga viva dentro de cinco días.
?Esa es una apuesta arriesgada para cualquiera?.
Supongo que sí. Apartando mi atención de la asustada mocosa, me centro en el siguiente misterio que me ronda por la mente. ¿De quien son los coches que hay aparcados?.
?Puede que de evacuados. A lo mejor llegó un vehículo militar procedente del punto de socorro y los recogió para llevarlos a lugar seguro?.
Bueno, eso es lo de menos. Lo que me preocupa, es encontrar sus llaves para poder utilizar uno o dos de ellos.
?Los zapatos de la niña no parecen muy estropeados?.
¿Y a que coño viene?. ¡ Eso significa que no llegó andando hasta aquí!.
- Dime pequeña ? intento que mi voz suene lo mas tranquila y amable posible -, ¿cómo llegasteis hasta aquí?.
Sonia se aparta asustada de mi.
?Creo que este es un trabajo para la tetuda deslenguada?.
Supongo que el cabrón paranoico tiene razón. Pero ¿qué diablos hace tanto tiempo metida en el lavabo?. De todos modos, hay algo que si puede irse haciendo. Llamo a gritos a ?Anestesia?, que parece hablar con su reflejo en el cristal de la puerta de la cafetería. Supongo, que un super héroe tiene que ensayar sus poses y frases. ?Anestesia? llega junto a nosotros y ofreciéndole un cómic a la pequeña pregunta:
- ¿Ya nos vamos?.
Dirijo mi mirada ahora hacia Nicolai, que se encuentra evaluando los daños en los bajos del vehículo que nos trajo.
- No ? respondo -, parece que hay ciertos problemas con el transporte.
- Vaya ? responde el joven con aparente decepción, cuyo origen no estoy seguro de si es mi respuesta o el echo de que la niña ignore por completo el cómic -. ¿Está muy mal el coche?.
- Supongo que no está bien. Pero es posible, que ellos ? aunque digo ?ellos? en plural, miro en dirección a Sonia ? , llegaran en uno.
El rostro de ?Anestesia? se ilumina. Es el momento de hacer la petición.
?Trabajo de hobbit saqueador?.
- ¿Podrías registrar el cuerpo de su padre a ver si encuentras las llaves de algún vehículo?.
- ¡ No es mi padre! ? grita la niña sobresaltándonos.
?Ya que habla, pregúntale como llegaron hasta aquí?.
- Vaya ? empiezo sin saber muy bien que decir -. ¿Y quien era ese señor?.
- ¿No te gustan los cómics de Spiderman? ? pregunta a su vez ?Anestesia?.
- Los tebeos de superhéroes son una tontería ? responde Sonia -, los superhéroes no existen.
?Será mejor que por ahora, dejes hablar al chaladete?.
- ¡Nada de eso!. Los super héroes existen ? responde ?Anestesia? casi ofendido.
- ¿Y donde estaban cuando llegó el chatarrero? ? el rostro de la renacuajo está enrojeciendo por la ira -. Tampoco aparecerá ninguno cuando os coja a vosotros.
- ¿Quién es ese chatarrero?- pregunto.
Pero la niña, se pone ahora a llorar como una magdalena. Marta, que al parecer, por fin terminó de hacer lo que fuera que estaba haciendo, se acerca echa una furia.
- ¡¿Qué le habéis dicho?!.
?Sospecho que ese chatarrero, no es un tipo con el que nos interese topar?.
La mención de la palabra ?chatarrero? me trae recuerdos de la niñez. Concretamente, del trapero de mi barrio, un sucio tipejo, que nos pagaba a 5 pesetas las botellas vacías de cava y a dos pesetas cada quilo de papel. También el cacho de manguera de goma, con el que golpeaba a los crios que intentaban robarle botellas para volver a revendérselas o la escopeta de dos cañones que guardaba en el sucio habitáculo lleno de añejos calendarios, en los que mas de uno atisbó por vez primera, los misterios de la anatomía femenina. También a mi me parecía uno de los seres mas temibles del mundo.
Marta abraza a la pequeña llorona. Resulta casi inquietante, ver la furiosa mirada que nos dedica, mientras acaricia con delicadeza la cabeza de la niña.
- Yo solo le decía ? semi tartamudea ?Anestesia? -, que los super héroes si existimos.
- Será especialmente malo contigo ? le dice ahora la niña a Marta -, le gusta hacerles cosas a las mujeres, antes de... ? Sonia vuelve a interrumpirse para seguir llorando a moco tendido.
El rostro de la hematóloga, se pone pálido como el papel.
- ¿De que está hablando?.
?Puede que sea el trapero de tu pueblo. A lo mejor, ha cambiado de negocio?.
- De nada que nos interese ? miento -. Fantasias de crios.
La doctora, me mira de una forma que significa ?¿crees que me trago esa mierda??, pero guarda silencio y se dedica a besar y acariciar a la pequeña. Nicolai, portando sus flamantes gafas de sol, llega hasta nosotros.
- Tenemos que conseguir otras para ?Chanqui? ? nos dice -, no solo para ir conjuntados ? nos aclara -, he pensado que cuando se quede solo en Disneylandia, no podrá apartar la vista si el sol es muy intenso.
- ¿El coche? ? le pregunto.
- Si le cambiamos las ruedas, puede durar unos cuantos quilómetros, pero sería mejor si consiguiéramos otros. Sus llantas están echas una mierda.
- Registrad el cuerpo del ... fiambre ? digo esperando que la pequeña no lo capte -. Es posible que llegaran aquí a bordo de algún vehículo.
- A malas ? responde Nicolai -, siempre puedo hacerle el puente a alguno de los abandonados.
- ¿Sabes hacer el puente? ? pregunto con la esperanza de recibir una respuesta afirmativa.
- Bueno ? responde Nicolai -, nunca lo he intentado antes, pero no creo que sea tan complicado.
- Mejor ir a registrar los bolsillos.
Los dos hombres llegan hasta el pálido cuerpo, pero ?Anestesia? parece tener algún reparo en la tarea y es Nico el primero en empezar a hurgar entre sus ropas.
- Si le encontramos unas gafas de sol ? dice el vampiro -, me las pido.
Marta se lleva a la niña de vuelta al interior de la cafeteria, para que no tenga que presenciar la operación de saqueo de despojos.
El registro, no es demasiado fructífero. Casi parece, como si el tipo ya hubiese sido asaltado antes, ni siquiera tiene cartera o documentación. Estoy empezando a resignarme cuando ?Anestesia? comenta.
- Puede que hicieran una parada rápida solo para repostar.
?El coche junto al surtidor en el que viste a la niña escondida?.
Me acerco hasta los surtidores. En efecto, un pequeño Polo GT de aspecto destartalado, sigue detenido en sus inmediaciones. Intento abrir la puerta del conductor y compruebo que no está cerrada con llabe. En efecto, la llave aun está puesta en el contacto.
?¿Ves que fácil puede ser la vida??.
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
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Korvec
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Capítulo XXIII
?De azul verde o marrón un cabrón es un cabrón?
-- Pintada en la calle de la estación ?
Aunque mas pequeño, una vez repostado, el pequeño Polo GT, está cumpliendo. Con el maletero abarrotado de bolsas de provisiones, varios mapas de carretera a medio desplegar por encima de mis rodillas, y las bolsas que no hemos podido encajar en el maletero, apiñadas como buenamente pudieron entre Marta, Sonia y ?Anestesia? que viajan en la parte de atrás. Tenemos todo el aspecto, de ser un astroso grupo de refugiados.
Las cosas a priori, parecen empezar a marchar relativamente bien, el único problema, es que por muchos mapas de carreteras que tengas, si no consigues situarte en ellos, resulta tan útil como un paquete de papel de lija en un cagadero.
- ¿Por qué no entramos en una carretera un poco decente? ? pregunta Nicolai mientras me observa a través de los cristales de sus gafas de sol -. Es imposible orientarse por estos caminos de cabras.
?Lástima que no encontraseis un G.P.S. en el área de servicio?.
- No podemos ? respondo -. El ejército intentará controlar las vías de comunicación importantes.
- ¿Y cual es el problema? ? pregunta Nicolai -. Tal como están las cosas, no creo que nos anden buscando.
- A nosotros no, pero te recuerdo, que somos un grupo de indocumentados y es muy probable, que anden un tanto paranoicos.
- Deberíamos viajar de noche ? es su hosca respuesta.
?Está ansioso por poder hincarle el diente a alguien?.
- Os encontrará ? es ahora la pequeña Sonia -. Nos encontrará a todos.
La criaja ha conseguido causarme un escalofrió. Pero por toda respuesta, me doy la vuelta y le digo:
- Sea quien sea ? le digo muy serio -, si consigue encontrarnos, es que tiene un mapa mucho mejor que cualquiera de los míos.
Nicolai se ríe a carcajadas con una risa que por lo menos a mi no me gusta un pelo. Definitivamente, cada vez se parece menos al chico optimista que oía voces en la cabeza.
?Fuiste tú el que incluso se abrió las venas para alimentar a ese monstruo?.
Supongo que de alguna forma, todos tenemos a un monstruo que crece en nuestro interior, aunque el suyo, parece estar empezando a ganar el control.
?También hace tiempo que no comenta nada sobre las voces de su cabeza?.
Puede que ahora no las oiga. En cualquier caso, los problemas es mejor tratarlos de uno en uno y el mas acuciante ahora mismo, es descubrir donde estamos.
?No creo que esta mierda de pista forestal aparezca siquiera en ninguno de esos mapas?.
Mejor, así será mas difícil que nos encuentre el hombre del saco.
?Así que tienes miedo después de todo?.
Esta niña, acaba de ver como un vampiro se lanza contra la garganta del tipo ese que la acompañaba.
?Que no era su padre?.
Eso es lo de menos. La cuestión, es que teme tanto a ese ?chatarrero?, que a Nicolai.
?Puede que no exista el tal chatarrero. A lo mejor se traumatizó por esa visión y su mente se ha refugiado en un oscuro mundo de fantasía?.
Eso es innecesario. Hace tiempo que la realidad es un oscuro mundo de fantasía.
?En ese caso, será mejor que no nos encuentre el tal chatarrero".
Cesa la risa del vampírico conductor y continuamos en completo silencio. Aunque nadie dice nada al respecto, todos estamos inquietos. El vehículo avanza a escasa velocidad ya que la ruta que seguimos, parece mas apropiada para carros de mulas que otra cosa, pero se supone que llevará a alguna parte.
?Dicen que todos los caminos llevan a Roma?.
Con que nos lleve hasta algún pueblo que aparezca en el mapa, me conformo.
- Tengo que ir la lavabo ? anuncia Marta.
¡Joder!, pero si no hace ni un par de horas que nos hemos puesto en marcha.
?Bienvenido al fantástico mundo de: viajar con mujeres?.
- Creo ? comento ?, que no hay ninguno cerca.
- ¡Pues detén el jodido coche aquí mismo!.
El conductor obedece y nos encontramos detenidos en medio de un camino rodeado de árboles de eucalipto.
- Bueno ? digo mientras señalo el exterior -, la pista es tuya.
- ¿Pretendes que salga sin saber lo que hay ahí afuera?.
- ¿Acaso no lo ves?.
- Sí tienes miedo ? comenta ?Anestesia? sacando pecho -, yo te acompaño.
- No pienso salir ? dice la hematóloga mientras me dedica una firme mirada -, hasta que eches un vistazo a esos árboles.
Bueno, de todos modos, no creo que esté de mas echar un vistazo.
Salgo del vehículo, mientras el resto me miran a través del cristal no demasiado convencidos. Huele a eucalipto y el único sonido que me llega, es el propio de las aves.
?Cuidado con el hombre del saco?.
Me aproximo primero al borde derecho del camino. Doy un par de pasos internándome entre los árboles sin ver nada destacable. Doy la vuelta y hago lo propio con el lado izquierdo. Tampoco veo nada anormal, pero la arboleda es mucho menos espesa y me permite avanzar cómodamente varios metros. Camino unos minutos y llego hasta un pequeño claro. Veo que a unos quilómetros, el camino parece bifurcarse en dos, aunque no llego a distinguir ningún pueblo ni nada parecido, solo un de esas pequeñas edificaciones que se sostienen sobre unos puntales de madera, ?orrios? creo que las llaman.
?Puede que esta pista solo esté destinada al trasporte de mercancías?.
Mientras las lleve hacia Roma pasando por Paris, me vale.
El claxon del coche, me sobresalta ligeramente, haciendo que varios pájaros salgan volando.
- ¡Mierda!.
?Será mejor que emprendas el regreso?.
Deshago el camino y me encuentro con que mis acompañantes (a excepción de la niña), han salido del coche, aparenetemente alarmados.
- ¿Dónde coño estabas? ? pregunta la doctora meona -. ¡Ya creíamos que se te habían comido los lobos!.
- Echando un vistazo ? respondo ? no parece que...
Dejo la frase en suspenso, al ver que Marta, se da la vuelta y se dirige a toda prisa en dirección a los árboles.
?Cuando las ganas de mear aprietan...?.
Me dirijo hacia el coche, para echar otro vistazo al mapa, pero con horror compruebo, que la niña ha echado los seguros de la puerta. Con horror, veo las llabes puestas en el contacto.
- ¿ Te importaría quitar el seguro ? ? pregunto con voz suave -. Porfi.
La muy bastarda niega con la cabeza.
?Puede que le haga mas caso a la meona?.
Puede ser, pero en cualquier caso, empiezo a buscar una piedra con la vista. Me jode tener que romper el cristal, pero después de todo, tengo intención de cambiar el vehículo por otro mas espacioso, en cuanto tengamos ocasión.
- Porfi, porfi, porfi ? repito con voz engañosamente amable, mientras pienso como me gustaría estrangularla ? ábreme la puerta.
?No va a abrir. Esta pequeña hijadeputa, es de las que se quedaría tan pancha a salvo viéndoos morir a través del cristal?.
?Anestesia? y la doctora llegan hasta el vehículo y al ver lo que sucede, se suman a mi intentando tácticas tan diversas, como el sobornarla con cómics, masajes, caramelos, galletas o intentando incluso apelar a la compasión, pero la niña resulta ser un hueso duro de roer.
- ¿Qué pasa? ? pregunta Nicolai que regresa caminando tranquilamente.
- Esta pequeña bastarda ? le informo -, se ha encerrado dentro del coche.
- ¡No la llames bastarda! ? me grita Marta.
- ¡Es culpa tuya! ? le digo a Nicolai -, otra vez no dejes las llaves en el contacto.
Por toda respuesta, ?Nico? propina un puñetazo a la ventanilla del conductor, que se deshace en una lluvia de pequeños cristales. Levanta el seguro y abre la puerta.
?La solución era obvia desde el principio?.
Una vez salvado el escollo del seguro de las puertas, ocupo mi puesto en el asiento del copiloto. Dedico una severa mirada a la niña, que cada vez me está cayendo peor. Ella me devuelve la mirada, sin mostrar sombra alguna de arrepentimiento. Marta, se apresura a abrazarla protectoramente y a acariciarle la cabecita.
- Mi pobre niña ? dice la doctora.
?Anestesia? se sienta a su otro lado en silencio, pero la mirada que le dedica, me indica que tampoco le cae demasiado bien.
Reemprendemos de nuevo silenciosamente la marcha. Pero esta vez, el silencio es mas producto del ?mosqueo? que de la inquietud. De reojo, veo una mancha de sangre en el pantalón de Nicolai. Una mancha, que aun no está seca.
?Puede que se haya cortado al romper el cristal?.
Supongo que es posible. Aunque ni el cabrón paranoico ni yo nos lo tragamos.
Tal como esperaba, pasamos junto a un par de almacenes de grano y llegamos hasta la bifurcación, que carece de indicación alguna.
- Genial ? comento - ¿tanto cuesta poner un triste cartel indicador?.
Optamos por tomar la de la derecha, mas que nada, porque parece que por el camino vemos lo que parecen rodadas de vehículo y está en mejor estado (tampoco mucho mejor).
El camino ciertamente, es mucho mas recto, pero tampoco podemos aumentar la velocidad, al estar plagado de curbas. A la salida de una de ellas, nos vemos obligados a detenernos, al casi topamos de frente con un una barricada. A un lado del camino, vemos un vehículo todo terreno verde. Unos tipos armados y vestidos con ropa de camuflaje nos dan el alto.
?¿Un control militar aquí?. ¡Ni de coña!?.
?De azul verde o marrón un cabrón es un cabrón?
-- Pintada en la calle de la estación ?
Aunque mas pequeño, una vez repostado, el pequeño Polo GT, está cumpliendo. Con el maletero abarrotado de bolsas de provisiones, varios mapas de carretera a medio desplegar por encima de mis rodillas, y las bolsas que no hemos podido encajar en el maletero, apiñadas como buenamente pudieron entre Marta, Sonia y ?Anestesia? que viajan en la parte de atrás. Tenemos todo el aspecto, de ser un astroso grupo de refugiados.
Las cosas a priori, parecen empezar a marchar relativamente bien, el único problema, es que por muchos mapas de carreteras que tengas, si no consigues situarte en ellos, resulta tan útil como un paquete de papel de lija en un cagadero.
- ¿Por qué no entramos en una carretera un poco decente? ? pregunta Nicolai mientras me observa a través de los cristales de sus gafas de sol -. Es imposible orientarse por estos caminos de cabras.
?Lástima que no encontraseis un G.P.S. en el área de servicio?.
- No podemos ? respondo -. El ejército intentará controlar las vías de comunicación importantes.
- ¿Y cual es el problema? ? pregunta Nicolai -. Tal como están las cosas, no creo que nos anden buscando.
- A nosotros no, pero te recuerdo, que somos un grupo de indocumentados y es muy probable, que anden un tanto paranoicos.
- Deberíamos viajar de noche ? es su hosca respuesta.
?Está ansioso por poder hincarle el diente a alguien?.
- Os encontrará ? es ahora la pequeña Sonia -. Nos encontrará a todos.
La criaja ha conseguido causarme un escalofrió. Pero por toda respuesta, me doy la vuelta y le digo:
- Sea quien sea ? le digo muy serio -, si consigue encontrarnos, es que tiene un mapa mucho mejor que cualquiera de los míos.
Nicolai se ríe a carcajadas con una risa que por lo menos a mi no me gusta un pelo. Definitivamente, cada vez se parece menos al chico optimista que oía voces en la cabeza.
?Fuiste tú el que incluso se abrió las venas para alimentar a ese monstruo?.
Supongo que de alguna forma, todos tenemos a un monstruo que crece en nuestro interior, aunque el suyo, parece estar empezando a ganar el control.
?También hace tiempo que no comenta nada sobre las voces de su cabeza?.
Puede que ahora no las oiga. En cualquier caso, los problemas es mejor tratarlos de uno en uno y el mas acuciante ahora mismo, es descubrir donde estamos.
?No creo que esta mierda de pista forestal aparezca siquiera en ninguno de esos mapas?.
Mejor, así será mas difícil que nos encuentre el hombre del saco.
?Así que tienes miedo después de todo?.
Esta niña, acaba de ver como un vampiro se lanza contra la garganta del tipo ese que la acompañaba.
?Que no era su padre?.
Eso es lo de menos. La cuestión, es que teme tanto a ese ?chatarrero?, que a Nicolai.
?Puede que no exista el tal chatarrero. A lo mejor se traumatizó por esa visión y su mente se ha refugiado en un oscuro mundo de fantasía?.
Eso es innecesario. Hace tiempo que la realidad es un oscuro mundo de fantasía.
?En ese caso, será mejor que no nos encuentre el tal chatarrero".
Cesa la risa del vampírico conductor y continuamos en completo silencio. Aunque nadie dice nada al respecto, todos estamos inquietos. El vehículo avanza a escasa velocidad ya que la ruta que seguimos, parece mas apropiada para carros de mulas que otra cosa, pero se supone que llevará a alguna parte.
?Dicen que todos los caminos llevan a Roma?.
Con que nos lleve hasta algún pueblo que aparezca en el mapa, me conformo.
- Tengo que ir la lavabo ? anuncia Marta.
¡Joder!, pero si no hace ni un par de horas que nos hemos puesto en marcha.
?Bienvenido al fantástico mundo de: viajar con mujeres?.
- Creo ? comento ?, que no hay ninguno cerca.
- ¡Pues detén el jodido coche aquí mismo!.
El conductor obedece y nos encontramos detenidos en medio de un camino rodeado de árboles de eucalipto.
- Bueno ? digo mientras señalo el exterior -, la pista es tuya.
- ¿Pretendes que salga sin saber lo que hay ahí afuera?.
- ¿Acaso no lo ves?.
- Sí tienes miedo ? comenta ?Anestesia? sacando pecho -, yo te acompaño.
- No pienso salir ? dice la hematóloga mientras me dedica una firme mirada -, hasta que eches un vistazo a esos árboles.
Bueno, de todos modos, no creo que esté de mas echar un vistazo.
Salgo del vehículo, mientras el resto me miran a través del cristal no demasiado convencidos. Huele a eucalipto y el único sonido que me llega, es el propio de las aves.
?Cuidado con el hombre del saco?.
Me aproximo primero al borde derecho del camino. Doy un par de pasos internándome entre los árboles sin ver nada destacable. Doy la vuelta y hago lo propio con el lado izquierdo. Tampoco veo nada anormal, pero la arboleda es mucho menos espesa y me permite avanzar cómodamente varios metros. Camino unos minutos y llego hasta un pequeño claro. Veo que a unos quilómetros, el camino parece bifurcarse en dos, aunque no llego a distinguir ningún pueblo ni nada parecido, solo un de esas pequeñas edificaciones que se sostienen sobre unos puntales de madera, ?orrios? creo que las llaman.
?Puede que esta pista solo esté destinada al trasporte de mercancías?.
Mientras las lleve hacia Roma pasando por Paris, me vale.
El claxon del coche, me sobresalta ligeramente, haciendo que varios pájaros salgan volando.
- ¡Mierda!.
?Será mejor que emprendas el regreso?.
Deshago el camino y me encuentro con que mis acompañantes (a excepción de la niña), han salido del coche, aparenetemente alarmados.
- ¿Dónde coño estabas? ? pregunta la doctora meona -. ¡Ya creíamos que se te habían comido los lobos!.
- Echando un vistazo ? respondo ? no parece que...
Dejo la frase en suspenso, al ver que Marta, se da la vuelta y se dirige a toda prisa en dirección a los árboles.
?Cuando las ganas de mear aprietan...?.
Me dirijo hacia el coche, para echar otro vistazo al mapa, pero con horror compruebo, que la niña ha echado los seguros de la puerta. Con horror, veo las llabes puestas en el contacto.
- ¿ Te importaría quitar el seguro ? ? pregunto con voz suave -. Porfi.
La muy bastarda niega con la cabeza.
?Puede que le haga mas caso a la meona?.
Puede ser, pero en cualquier caso, empiezo a buscar una piedra con la vista. Me jode tener que romper el cristal, pero después de todo, tengo intención de cambiar el vehículo por otro mas espacioso, en cuanto tengamos ocasión.
- Porfi, porfi, porfi ? repito con voz engañosamente amable, mientras pienso como me gustaría estrangularla ? ábreme la puerta.
?No va a abrir. Esta pequeña hijadeputa, es de las que se quedaría tan pancha a salvo viéndoos morir a través del cristal?.
?Anestesia? y la doctora llegan hasta el vehículo y al ver lo que sucede, se suman a mi intentando tácticas tan diversas, como el sobornarla con cómics, masajes, caramelos, galletas o intentando incluso apelar a la compasión, pero la niña resulta ser un hueso duro de roer.
- ¿Qué pasa? ? pregunta Nicolai que regresa caminando tranquilamente.
- Esta pequeña bastarda ? le informo -, se ha encerrado dentro del coche.
- ¡No la llames bastarda! ? me grita Marta.
- ¡Es culpa tuya! ? le digo a Nicolai -, otra vez no dejes las llaves en el contacto.
Por toda respuesta, ?Nico? propina un puñetazo a la ventanilla del conductor, que se deshace en una lluvia de pequeños cristales. Levanta el seguro y abre la puerta.
?La solución era obvia desde el principio?.
Una vez salvado el escollo del seguro de las puertas, ocupo mi puesto en el asiento del copiloto. Dedico una severa mirada a la niña, que cada vez me está cayendo peor. Ella me devuelve la mirada, sin mostrar sombra alguna de arrepentimiento. Marta, se apresura a abrazarla protectoramente y a acariciarle la cabecita.
- Mi pobre niña ? dice la doctora.
?Anestesia? se sienta a su otro lado en silencio, pero la mirada que le dedica, me indica que tampoco le cae demasiado bien.
Reemprendemos de nuevo silenciosamente la marcha. Pero esta vez, el silencio es mas producto del ?mosqueo? que de la inquietud. De reojo, veo una mancha de sangre en el pantalón de Nicolai. Una mancha, que aun no está seca.
?Puede que se haya cortado al romper el cristal?.
Supongo que es posible. Aunque ni el cabrón paranoico ni yo nos lo tragamos.
Tal como esperaba, pasamos junto a un par de almacenes de grano y llegamos hasta la bifurcación, que carece de indicación alguna.
- Genial ? comento - ¿tanto cuesta poner un triste cartel indicador?.
Optamos por tomar la de la derecha, mas que nada, porque parece que por el camino vemos lo que parecen rodadas de vehículo y está en mejor estado (tampoco mucho mejor).
El camino ciertamente, es mucho mas recto, pero tampoco podemos aumentar la velocidad, al estar plagado de curbas. A la salida de una de ellas, nos vemos obligados a detenernos, al casi topamos de frente con un una barricada. A un lado del camino, vemos un vehículo todo terreno verde. Unos tipos armados y vestidos con ropa de camuflaje nos dan el alto.
?¿Un control militar aquí?. ¡Ni de coña!?.
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
-
Korvec
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Capítulo XXIV
?Caga, luego existe?
-- Un cazador?
No se quien serán, pero desde luego, no son militares. Dos tipos de mediana edad y aspecto desaseado, apuntan con modernos fusiles de asalto contra nuestra vehículo, mientras otro tipo algo mas mayor, se aproxima hacia nosotros. Al llegar junto a la rota ventanilla del conductor, saluda marcialmente con el brazo izquierdo. Un error comprensible en un recluta, pero no en alguien que luce en su uniforme la graduación de teniente. Estos tipos ni siquiera son desertores. Van disfrazados, la pregunta, es ¿qué es lo que quieren?.
?La pregunta no es que quieren, sino cuanto quieren?.
Supongo que tiene razón. Ellos tienen armas, lo que en este momento, significa que tienen la sartén pillada por el mango.
- Buenos días ? dice el presunto teniente con un pronunciado acento gallego -. ¿Hacia donde se dirigen?.
- Según la guia de CAMPSA ? responde Nicola imitando el peculiar acento del tipo -, hacia el restaurante ?la vaquiña freidiña?.
?Mala idea?.
¡Joder!. Esto va a ponerse feo.
El presunto oficial, hace una mueca. Está mas que claro, que no le ha gustado un pelo la respuesta de Nicolai.
- En realidad ? me apresuro a añadir -, nos hemos perdido.
El hombre nos observa sin abrir palabra. Su mirada, se queda clavada en la cabeza de Chanquete, colgada sobre el pecho de Nicolai.
- Salgan del vehículo ? se limita a decir, cuando después de unos segundos, se decide a hablar -. ¡Ahora!.
Obedezco y salgo del coche con las manos en alto. Uno de los dos tipos armados, se acerca a mi sin dejar de apuntarme con su arma. El tipo disfrazado de oficial, empuña la pistola que llevaba en el cinturón y encañona a Nicolai en la cabeza.
- ¡¿Qué carallo significa esa cabeza cabrón?!.
- Se llama Chanquete ? le responde Nicolai.
?Anestesia? la doctora también han bajado ya del coche. La pequeña bastarda, se niega a hacerlo provocando las iras del segundo tipo armado.
- ¡Tu niña! ? le grita - ¡baja del coche ahora mismo!.
- La está asustando ? dice Marta -, déjeme a mi.
Por toda respuesta, la doctora se lleva un empujón que la deja tendida en el suelo.
- Este es el problema de la juventud de hoy en día ? añade el tipo que exhibe graduación de cabo primero -. ¡ No tienen disciplina ¡.
El otro tipo, se acerca chapuceramente a mi, hace que me apoye en el coche como los detenidos en las películas policíacas y empieza a cachearme. Son chapuceros hasta para eso. La forma correcta de hacerlo, seria tirarme al suelo y cachearme mientras sus compañero me encañona, pero estos tipos han visto muchas películas y tienen poca experiencia. Antes de darme la vuelta, tengo tiempo de ver, que la aleta del selector de fuego, de su fúsil de asalto está situado en la letra blanca S que indica que se encuentra en seguro.
?Podrías cargarte a este capullo y coger su arma?.
Sí, pero en ese caso los otros dos podrían llegar a reaccionar y tendríamos bajas. Creo que será mejor esperar.
?Puede que no tengas otra ocasión?.
El tipo me registra sin encontrar nada de valor. El otro tipo, se introduce en el polo GT y saca a la niña agarrada por el pelo, al mas puro estila troglodita. Para ser sincero, no puedo decir que sienta ni pizca de pena por ella. El que se hace pasar por oficial, le quita las gafas de sol a Nicolai sin dejar de apuntarle en la cabeza y empieza a cantarle las cuarenta visiblemente nervioso.
- ¡Hijo de puta! ? el acelerado tono de voz, me indica nerviosismo eso es mala señal -, ¡no respetáis ni a los muertos!.
Mientras me cachean las piernas, veo como el nervioso tipo, encañona a la cabeza de Chanquete.
- ¡No! ? grita Nicolai!.
- ¡Joder! ? grito yo.
- ¡Os cogerá a todos! ? grita la voz de la niña.
Nicolai agarra la mano armada del presunto teniente y se lanza contra su garganta. Pero el tipo, mayor, es mucho mas fuerte de lo que parece y agarra al joven por la barbilla. Supongo que de ser de noche, el tipo ya estaría liquidado, pero bajo la luz del sol, el vampiro es un ser tan vulnerable como cualquier de nosotros.
- ¡Que coño ! ? exclama sorprendido el tipo que me cachea -, no te...
No le dejo terminar la frase. Me impulso con las manos que tengo separadas a ambos lados del vehículo hacia atrás, chocando con el de espaldas. Recupero el equilibrio, mientras el tipo echa mano a su fusil de asalto. Baja la mirada hacia el selector de fuego, otro error que no cometería un soldado instruido, que seria capaz de manipularlo sin apartar la vista de su objetivo. No le dejo cometer otro, mientras el desliza la palanca hacia la letra roja que indica fuego semiautomático, le cojo el arma con la mano izquierda, apartando la boca de fuego de mi, mientras con la mano derecha, aprovechando que no lleva el casco puesto, le propino un fuerte puñetazo bajo la oreja derecha. Luego tiro del arma hacia mi. Como el hombre mantiene el fusil sujeto por la correa portafusil, es arrastrado hacia mi y aprovecho el movimiento, para propinarle también un brutal cabezazo.
Oigo un forcejeo, gritos y un disparo. El cuerpo se derrumba, al suelo. Me agacho y presionando la presilla de retenida de la correa, libero el arma del cuerpo y acciono la palanca de montar para introducir una bala en la recamara. Utilizando el coche como escudo, me asomo y veo a Nicolai en el suelo llevándose las manos a la altura del estómago. El presunto oficial, me ve y gira el arma en mi dirección. La distancia es tan corta, que ni me molesto en utilizar el visor del arma, disparo dos veces en su dirección. Las balas impactan a la altura del pecho. Probablemente, las placas de cerámica de su grueso chaleco antibalas militar amortigüen el impacto a esta distancia, es difícil saberlo, pero el tipo se derrumba en el suelo y no creo que nos de mas problemas por el momento. Giro buscando al tercer hombre, el cual al parecer, se ha zafado de ?Anestesia? y de Marta y apunta con su arma a la pequeña Sonia.
- ¡ Tira el arma o la mato ! ? exige el tipo.
- Estáis todos muertos ? responde la niña sin inmutarse.
?Cargate a ese hijo de puta. ¿O acaso te preocupa lo mas mínimo el pellejo de esa zorrita??.
Lo cierto, es que la cría, me cae tan simpática como un auditor a un empresario corrupto, pero es solo una cría y supongo que aun no he caído tan bajo.
- Baja el arma ? grito mientras le apunto, esta vez utilizando el visor del G-36 -. No tenemos nada contra ti.
El tipo parece histérico. Sorprendentemente y a diferencia del tipo que aun se retuerce de dolor por el suelo, este carece por completo de acento gallego.
?¡Dispara!. ¡Saltale los sesos a ese puto cabrón !".
A no ser que el visor esté muy mal, lo que no es del todo imposible, si se ha llevado algún golpe, debería poder acertarle con facilidad de un disparo en el entrecejo. Lo malo, es que a poco que esté desviado, un error de un par de milímetros, en la puntería puede desviar la bala uno o dos centímetros. No es que el disparo deje de ser letal, pero he visto a personas sobrevivir mas de diez minutos con un disparo de fusil de asalto en la cabeza. Tiempo mas que suficiente, para apretar el gatillo.
?Y librarnos de esa cría agorera para siempre?.
- El chatarrero os cogerá ? la niña continua utilizando un tono de voz cansino y monocorde -. Os hará cosas...
Al tipo le empieza a temblar la mano. Está a punto de disparar. Marta que ya se ha levantado del suelo, grita histérica y parece a punto de lanzarse sobre él. El tipo desvía el arma para apuntar en dirección hacia la hematóloga. Aprovecho y abro fuego dos veces. El primer proyectil, impacta casi en el centro de su frente produciendo un pequeño orificio de entrada, que tiene poco que ver con el boquete de salida que sin duda abre la bala en su trayectoria. El segundo, entra por su ojo derecho. Aunque parezca mentira, el tipo llega a abrir fuego y un par de balas, pasan realmente cerca de la pequeña Sonia, que permanece en su sitio sin inmutarse.
El cuerpo del tipo, se derrumba en el suelo sin soltar el arma, pero lejos de quedar inmóvil como en las películas, medio cuerpo parece presa de un tembleque nervioso, mientras un gran charco de sangre y masa encefálica, comienza a extenderse a su alrededor.
?Ese ya no come mas pan?.
Me acerco hasta Nicolai, que está empezando a palidecer.
- ¡Duele! ? me dice el joven -, duele un montón.
Marta se acerca también y retira las manos del joven. Tiene una fea herida en el vientre.
- Esto es malo ? dice Marta -, le ha dado en el estómago. Sangra por dentro y por fuera.
- ¿Puedes hacer algo por él? ? pregunto.
La hematóloga mueve la cabeza a ambos lados.
- En un hospital y con instrumental podría abrirle, pero en estas condiciones...
?Si aguanta hasta que se ponga el sol, se regenerará?.
Miro hacia el horizonte. El sol cae unos quince grados cada hora. Calculo que faltan entre dos y tres horas aun.
- Aguanta ? le digo a Nicolai.
Me incorporo y me acerco al tipo que se hacia pasar por oficial, que se arrastra en dirección a su caída pistola. Le piso la mano, cuando esta se encuentra a unos escasos cinco centímetros de la misma.
- ¿Se te ocurre alguna razón, por la que no deba matarte ahora mismo? ? le pregunto.
El tipo levanta la vista. Con los dientes apretados por el dolor. Aunque no veo sangre, supongo que las balas o han atravesado su chaleco, o el golpe le habrá fracturado varias costillas. En cualquier caso, no parece estar para muchos trotes.
- Tengo... ? empieza a decir entrecortadamente -, familia.
?¿Se supone que esos nos importa??.
- ¿Un tío tan feo como tú tiene mujer e hijos?.
El hombre hace amago de reírse, pero el resultado es algo mas parecido a una violenta tos.
- Solo queríamos algunas provisiones ? consigue decir -. Estos son malos tiempos.
- Sí que lo son.
Introduzco el cañón del G-36 en su boca y el hombre cierra los ojos. Lo cierto, es que no me apetece matarle, pero como el ha dicho, estos son malos tiempos. Mi dedo empieza a tensarse en el gatillo, cuando la rota voz de Nicolai me detiene.
- ¡Espera! ? dice el agonizante joven -. No dispares.
Mi dedo afloja la presión en el disparador, mientras el joven vampiro, se las arregla para que sus labios formen una sádica sonrisa.
- Necesito su sangre.
Marta me mira con una expresión horrorizada, ?Anestesia? coge a la pequeña y unos cuantos cómics y se aleja en dirección al Land Rover. El tipo abre los ojos y me mira suplicante.
- Mala suerte amigo ? le digo -, corren malos tiempos.
"Para algunos peores que para otros".
Una vez mas, el cabrón paranoico tiene toda la razón.
?Caga, luego existe?
-- Un cazador?
No se quien serán, pero desde luego, no son militares. Dos tipos de mediana edad y aspecto desaseado, apuntan con modernos fusiles de asalto contra nuestra vehículo, mientras otro tipo algo mas mayor, se aproxima hacia nosotros. Al llegar junto a la rota ventanilla del conductor, saluda marcialmente con el brazo izquierdo. Un error comprensible en un recluta, pero no en alguien que luce en su uniforme la graduación de teniente. Estos tipos ni siquiera son desertores. Van disfrazados, la pregunta, es ¿qué es lo que quieren?.
?La pregunta no es que quieren, sino cuanto quieren?.
Supongo que tiene razón. Ellos tienen armas, lo que en este momento, significa que tienen la sartén pillada por el mango.
- Buenos días ? dice el presunto teniente con un pronunciado acento gallego -. ¿Hacia donde se dirigen?.
- Según la guia de CAMPSA ? responde Nicola imitando el peculiar acento del tipo -, hacia el restaurante ?la vaquiña freidiña?.
?Mala idea?.
¡Joder!. Esto va a ponerse feo.
El presunto oficial, hace una mueca. Está mas que claro, que no le ha gustado un pelo la respuesta de Nicolai.
- En realidad ? me apresuro a añadir -, nos hemos perdido.
El hombre nos observa sin abrir palabra. Su mirada, se queda clavada en la cabeza de Chanquete, colgada sobre el pecho de Nicolai.
- Salgan del vehículo ? se limita a decir, cuando después de unos segundos, se decide a hablar -. ¡Ahora!.
Obedezco y salgo del coche con las manos en alto. Uno de los dos tipos armados, se acerca a mi sin dejar de apuntarme con su arma. El tipo disfrazado de oficial, empuña la pistola que llevaba en el cinturón y encañona a Nicolai en la cabeza.
- ¡¿Qué carallo significa esa cabeza cabrón?!.
- Se llama Chanquete ? le responde Nicolai.
?Anestesia? la doctora también han bajado ya del coche. La pequeña bastarda, se niega a hacerlo provocando las iras del segundo tipo armado.
- ¡Tu niña! ? le grita - ¡baja del coche ahora mismo!.
- La está asustando ? dice Marta -, déjeme a mi.
Por toda respuesta, la doctora se lleva un empujón que la deja tendida en el suelo.
- Este es el problema de la juventud de hoy en día ? añade el tipo que exhibe graduación de cabo primero -. ¡ No tienen disciplina ¡.
El otro tipo, se acerca chapuceramente a mi, hace que me apoye en el coche como los detenidos en las películas policíacas y empieza a cachearme. Son chapuceros hasta para eso. La forma correcta de hacerlo, seria tirarme al suelo y cachearme mientras sus compañero me encañona, pero estos tipos han visto muchas películas y tienen poca experiencia. Antes de darme la vuelta, tengo tiempo de ver, que la aleta del selector de fuego, de su fúsil de asalto está situado en la letra blanca S que indica que se encuentra en seguro.
?Podrías cargarte a este capullo y coger su arma?.
Sí, pero en ese caso los otros dos podrían llegar a reaccionar y tendríamos bajas. Creo que será mejor esperar.
?Puede que no tengas otra ocasión?.
El tipo me registra sin encontrar nada de valor. El otro tipo, se introduce en el polo GT y saca a la niña agarrada por el pelo, al mas puro estila troglodita. Para ser sincero, no puedo decir que sienta ni pizca de pena por ella. El que se hace pasar por oficial, le quita las gafas de sol a Nicolai sin dejar de apuntarle en la cabeza y empieza a cantarle las cuarenta visiblemente nervioso.
- ¡Hijo de puta! ? el acelerado tono de voz, me indica nerviosismo eso es mala señal -, ¡no respetáis ni a los muertos!.
Mientras me cachean las piernas, veo como el nervioso tipo, encañona a la cabeza de Chanquete.
- ¡No! ? grita Nicolai!.
- ¡Joder! ? grito yo.
- ¡Os cogerá a todos! ? grita la voz de la niña.
Nicolai agarra la mano armada del presunto teniente y se lanza contra su garganta. Pero el tipo, mayor, es mucho mas fuerte de lo que parece y agarra al joven por la barbilla. Supongo que de ser de noche, el tipo ya estaría liquidado, pero bajo la luz del sol, el vampiro es un ser tan vulnerable como cualquier de nosotros.
- ¡Que coño ! ? exclama sorprendido el tipo que me cachea -, no te...
No le dejo terminar la frase. Me impulso con las manos que tengo separadas a ambos lados del vehículo hacia atrás, chocando con el de espaldas. Recupero el equilibrio, mientras el tipo echa mano a su fusil de asalto. Baja la mirada hacia el selector de fuego, otro error que no cometería un soldado instruido, que seria capaz de manipularlo sin apartar la vista de su objetivo. No le dejo cometer otro, mientras el desliza la palanca hacia la letra roja que indica fuego semiautomático, le cojo el arma con la mano izquierda, apartando la boca de fuego de mi, mientras con la mano derecha, aprovechando que no lleva el casco puesto, le propino un fuerte puñetazo bajo la oreja derecha. Luego tiro del arma hacia mi. Como el hombre mantiene el fusil sujeto por la correa portafusil, es arrastrado hacia mi y aprovecho el movimiento, para propinarle también un brutal cabezazo.
Oigo un forcejeo, gritos y un disparo. El cuerpo se derrumba, al suelo. Me agacho y presionando la presilla de retenida de la correa, libero el arma del cuerpo y acciono la palanca de montar para introducir una bala en la recamara. Utilizando el coche como escudo, me asomo y veo a Nicolai en el suelo llevándose las manos a la altura del estómago. El presunto oficial, me ve y gira el arma en mi dirección. La distancia es tan corta, que ni me molesto en utilizar el visor del arma, disparo dos veces en su dirección. Las balas impactan a la altura del pecho. Probablemente, las placas de cerámica de su grueso chaleco antibalas militar amortigüen el impacto a esta distancia, es difícil saberlo, pero el tipo se derrumba en el suelo y no creo que nos de mas problemas por el momento. Giro buscando al tercer hombre, el cual al parecer, se ha zafado de ?Anestesia? y de Marta y apunta con su arma a la pequeña Sonia.
- ¡ Tira el arma o la mato ! ? exige el tipo.
- Estáis todos muertos ? responde la niña sin inmutarse.
?Cargate a ese hijo de puta. ¿O acaso te preocupa lo mas mínimo el pellejo de esa zorrita??.
Lo cierto, es que la cría, me cae tan simpática como un auditor a un empresario corrupto, pero es solo una cría y supongo que aun no he caído tan bajo.
- Baja el arma ? grito mientras le apunto, esta vez utilizando el visor del G-36 -. No tenemos nada contra ti.
El tipo parece histérico. Sorprendentemente y a diferencia del tipo que aun se retuerce de dolor por el suelo, este carece por completo de acento gallego.
?¡Dispara!. ¡Saltale los sesos a ese puto cabrón !".
A no ser que el visor esté muy mal, lo que no es del todo imposible, si se ha llevado algún golpe, debería poder acertarle con facilidad de un disparo en el entrecejo. Lo malo, es que a poco que esté desviado, un error de un par de milímetros, en la puntería puede desviar la bala uno o dos centímetros. No es que el disparo deje de ser letal, pero he visto a personas sobrevivir mas de diez minutos con un disparo de fusil de asalto en la cabeza. Tiempo mas que suficiente, para apretar el gatillo.
?Y librarnos de esa cría agorera para siempre?.
- El chatarrero os cogerá ? la niña continua utilizando un tono de voz cansino y monocorde -. Os hará cosas...
Al tipo le empieza a temblar la mano. Está a punto de disparar. Marta que ya se ha levantado del suelo, grita histérica y parece a punto de lanzarse sobre él. El tipo desvía el arma para apuntar en dirección hacia la hematóloga. Aprovecho y abro fuego dos veces. El primer proyectil, impacta casi en el centro de su frente produciendo un pequeño orificio de entrada, que tiene poco que ver con el boquete de salida que sin duda abre la bala en su trayectoria. El segundo, entra por su ojo derecho. Aunque parezca mentira, el tipo llega a abrir fuego y un par de balas, pasan realmente cerca de la pequeña Sonia, que permanece en su sitio sin inmutarse.
El cuerpo del tipo, se derrumba en el suelo sin soltar el arma, pero lejos de quedar inmóvil como en las películas, medio cuerpo parece presa de un tembleque nervioso, mientras un gran charco de sangre y masa encefálica, comienza a extenderse a su alrededor.
?Ese ya no come mas pan?.
Me acerco hasta Nicolai, que está empezando a palidecer.
- ¡Duele! ? me dice el joven -, duele un montón.
Marta se acerca también y retira las manos del joven. Tiene una fea herida en el vientre.
- Esto es malo ? dice Marta -, le ha dado en el estómago. Sangra por dentro y por fuera.
- ¿Puedes hacer algo por él? ? pregunto.
La hematóloga mueve la cabeza a ambos lados.
- En un hospital y con instrumental podría abrirle, pero en estas condiciones...
?Si aguanta hasta que se ponga el sol, se regenerará?.
Miro hacia el horizonte. El sol cae unos quince grados cada hora. Calculo que faltan entre dos y tres horas aun.
- Aguanta ? le digo a Nicolai.
Me incorporo y me acerco al tipo que se hacia pasar por oficial, que se arrastra en dirección a su caída pistola. Le piso la mano, cuando esta se encuentra a unos escasos cinco centímetros de la misma.
- ¿Se te ocurre alguna razón, por la que no deba matarte ahora mismo? ? le pregunto.
El tipo levanta la vista. Con los dientes apretados por el dolor. Aunque no veo sangre, supongo que las balas o han atravesado su chaleco, o el golpe le habrá fracturado varias costillas. En cualquier caso, no parece estar para muchos trotes.
- Tengo... ? empieza a decir entrecortadamente -, familia.
?¿Se supone que esos nos importa??.
- ¿Un tío tan feo como tú tiene mujer e hijos?.
El hombre hace amago de reírse, pero el resultado es algo mas parecido a una violenta tos.
- Solo queríamos algunas provisiones ? consigue decir -. Estos son malos tiempos.
- Sí que lo son.
Introduzco el cañón del G-36 en su boca y el hombre cierra los ojos. Lo cierto, es que no me apetece matarle, pero como el ha dicho, estos son malos tiempos. Mi dedo empieza a tensarse en el gatillo, cuando la rota voz de Nicolai me detiene.
- ¡Espera! ? dice el agonizante joven -. No dispares.
Mi dedo afloja la presión en el disparador, mientras el joven vampiro, se las arregla para que sus labios formen una sádica sonrisa.
- Necesito su sangre.
Marta me mira con una expresión horrorizada, ?Anestesia? coge a la pequeña y unos cuantos cómics y se aleja en dirección al Land Rover. El tipo abre los ojos y me mira suplicante.
- Mala suerte amigo ? le digo -, corren malos tiempos.
"Para algunos peores que para otros".
Una vez mas, el cabrón paranoico tiene toda la razón.
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
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Capítulo XXV
?A río revuelto, ganancia de pescadores?
-- refrán popular ?
Se supone, que las puestas de sol, son maravillosas estampas de la naturaleza, que las parejitas suelen ver como preludio de un polvete en el campo. Sí, esos polvos, en los que no es algo raro el notar como una hormiga te corre por el culo o donde moscas y mosquitos, parecen conspirar en comandita para fastidiarte. En este caso, la puesta de sol, se me antoja una charcutera carrera, por ver quien se apagará antes, si el astro rey o la vida de mi amigo.
?¿Estás seguro de que sigue siendo tu amigo??.
Abriendo las venas del prisionero, he vertido su sangre en la boca de Nicolai, consiguiendo que parezca recuperarse ligeramente. El tipo, al que las placas de su chaleco le salvaron la vida, parece estar aun en peor estado que ?Nico? a pesar de que le he vendado con cinta aislante. No es que me preocupe el que ese pobre bastardo sobreviva, pero aun falta una hora como mínimo para que el sol desaparezca del todo, por lo que conviene hacerle durar.
- ?Esto es inhumano? ? me reprende Marta, mientras utilizo el grueso rollo de cinta aislante, para vendar la muñeca del inconsciente prisionero -. ¡Le vas a matar!.
?Por lo que recuerdo, no pensó que fuese inhumano el que a ti te viví seccionaran?.
- Este es ahora un mundo inhumano ? termino de colocar el chapucero vendaje y miro a los ojos de la hematóloga -. Será mejor que te adaptes a él, porque él no va a adaptarse a ti.
Una voz metálica, procedente el todo terreno, nos sobresalta.
?¡Eso es una radio!. ¡Estamos jodidos!?.
Me acerco al todo terreno y detecto el aparato.
- ¡Mierda! ? grito presa de una gran frustración -, es una jodida VRC.
?Anestesia?, que se encuentra junto a la escabrosa niña, en las inmediaciones del vehículo, para preservar a la niña, del traumático trato que le estamos dispensando a nuestro prisionero. Me mira sin comprender.
- ¿VRC? ? repite sin comprender.
- Si fuese un modelo moderno, una GRC o el vehículo tuviese colocada la antena de bastidor, significaría que los que están utilizando la radio, pueden estar relativamente lejos.
?Anestesia? parece seguir sin pillarlo, así que lo digo en claro.
- Con esta radio y en estas circunstancias, el que sea que esté utilizando la radio, está a menos de cuatro quilómetros.
?Tranquilo. Puede que no sea a ti a quien esté llamando?.
Cierto. Pero ¿cómo saberlo?.
El pequeño altavoz, vuelve a escupir una retahíla de metálicas palabras.
- Puesto de la senda, informa ? la comunicación se interrumpe y por el altavoz resuena algo parecido al ruido de una sartén friendo bacón, antes de proseguir -. ¿Me recibes Juanchin? ? otra pausa -. Me ha parecido oír disparos.
Por si aun albergaba alguna ligera duda al respecto, su forma de hablar por radio, termina de confirmarme que no se trata de militares. Ellos utilizarían definiciones utilizando letras con el alfabeto internacional y esto se llamaría ?puesto sierra? o similar, tampoco darían un nombre sin cifrar y usarían palabras tipo como cambio al final del mensaje.
?Si no respondes, lo mas probable, es que venga alguien a comprobar que es lo que pasa?.
Sí, pero si lo hago y no consigo engañarles, entonces vendrán de cabeza a por nosotros.
Miro hacia el oeste, parece que el sol esté congelado sin decidirse a terminar de bajar. Le grito a Marta.
- Tenemos que irnos. ¿Podemos moverle?.
La hematóloga niega con la cabeza.
- Si le mueves, no aguantará ni diez minutos.
- ¡Joder!.
?Será mejor que reanimes a ese cabrón y le pongas en la radio?.
A ese pobre malnacido, no creo que le queden fuerzas ni para sostenerse la polla.
Cojo la micropistola y pulso el interruptor sin decir nada. Con suerte, pensarán que les recibimos, pero que tenemos problemas para emitir, algo muy habitual en estos equipos viejos.
- Puesto de la senda, ¿me recibes?.
Pulso repetidamente el interruptor, enviando señal portadora.
?Puede que tengan algún tipo de código para estos casos. Será mejor que le despiertes?.
Bajo del todo terreno y me acerco al pálido prisionero, que tiene aspecto de estar mas muerto que vivo. Le agito y le abofeteo, pero no consigo resultado alguno.
- ¡Para! ? me grita Marta - . ¡Lo vas a matar!.
?A lo mejor deberías cantarle lo de Juanchín levanta tira de la manta, en plan toque de diana?.
- Habrá que pasar al plan B.
Vuelvo hasta el vehículo, carraspeo para aclararme la voz, agarro la micro pistola y pulso el botón para hablar.
- Al habla el capitán San Juan, de la Brigada ligera Aereotrasportada ? hago una pausa y vuelvo a presionar el botón para añadir -, suplantar a miembros del ejército es un delito muy grabe, cambio.
?Si son pocos, saldrán corriendo con la cola entre las piernas. Pero si son muchos, acabas de darle una patada a un avispero?.
Silencio. Nadie se identifica ni responde por la radio. Me dispongo a volver a pulsar el botón para hablar, cuando por el altavoz, la misma voz de antes pregunta.
- ¿Dónde está Juanchín?.
?Dile que opositando para entrar en la Santa Compaña?.
Acerco el aparato a mi boca, pulso el botón y respondo:
- Estos hombres se resistieron al arresto.
Suelto el botón. Supongo que en las actuales circunstancias, podría perfectamente dar el mensaje del tirón, pero me conviene mantener la ilusión de que aquí se encuentra una unidad militar ?de verdad?. Aunque antes de que pueda reanudar la comunicación, para exigir su rendición, el altavoz o dar la voz de cambio, la voz metálica, se salta el procedimiento radio para decir.
- No saldréis vivos de aquí.
?O se está tirando otro farol, o eso es mala señal?.
Tengo una extraña sensación de ser observado y levanto la vista hacia mi derecha. Me encuentro con los ojos de la agorera niña, clavados en mi.
- El chatarrero te encontrará ? dice con convicción -. Os encontrará a todos.
- ¡ Pues que se ponga a la puta cola ! ? le grito mientras cojo el G-36, luego le miro también a los ojos y le digo con el tono de voz mas duro y frió que puedo conferir a mi voz -. Y que se traiga con él, a sus amigos, al hombre del saco y a un jodido cerdo con tirantes.
- Nunca viaja solo ? es su respuesta.
?Joder. Si no puedes ni impresionar a una jodida renacuaja, mal vamos?.
Supongo, que el cabrón paranoico tiene razón. Pero ahora mismo, no tengo tiempo para asistir a la academia de malotes, para que me den unas clases de repesca. Vuelvo mi atención hacia el sol, que apenas parece un poco mas abajo en el horizonte, de lo que estaba cuando empezó todo este desaguisado radiofónico.
?Mas te vale que el vampi, no la espiche, porque dentro de poco, vas a necesitar refuerzos. Todos los jodidos refuerzos del mundo?.
?A río revuelto, ganancia de pescadores?
-- refrán popular ?
Se supone, que las puestas de sol, son maravillosas estampas de la naturaleza, que las parejitas suelen ver como preludio de un polvete en el campo. Sí, esos polvos, en los que no es algo raro el notar como una hormiga te corre por el culo o donde moscas y mosquitos, parecen conspirar en comandita para fastidiarte. En este caso, la puesta de sol, se me antoja una charcutera carrera, por ver quien se apagará antes, si el astro rey o la vida de mi amigo.
?¿Estás seguro de que sigue siendo tu amigo??.
Abriendo las venas del prisionero, he vertido su sangre en la boca de Nicolai, consiguiendo que parezca recuperarse ligeramente. El tipo, al que las placas de su chaleco le salvaron la vida, parece estar aun en peor estado que ?Nico? a pesar de que le he vendado con cinta aislante. No es que me preocupe el que ese pobre bastardo sobreviva, pero aun falta una hora como mínimo para que el sol desaparezca del todo, por lo que conviene hacerle durar.
- ?Esto es inhumano? ? me reprende Marta, mientras utilizo el grueso rollo de cinta aislante, para vendar la muñeca del inconsciente prisionero -. ¡Le vas a matar!.
?Por lo que recuerdo, no pensó que fuese inhumano el que a ti te viví seccionaran?.
- Este es ahora un mundo inhumano ? termino de colocar el chapucero vendaje y miro a los ojos de la hematóloga -. Será mejor que te adaptes a él, porque él no va a adaptarse a ti.
Una voz metálica, procedente el todo terreno, nos sobresalta.
?¡Eso es una radio!. ¡Estamos jodidos!?.
Me acerco al todo terreno y detecto el aparato.
- ¡Mierda! ? grito presa de una gran frustración -, es una jodida VRC.
?Anestesia?, que se encuentra junto a la escabrosa niña, en las inmediaciones del vehículo, para preservar a la niña, del traumático trato que le estamos dispensando a nuestro prisionero. Me mira sin comprender.
- ¿VRC? ? repite sin comprender.
- Si fuese un modelo moderno, una GRC o el vehículo tuviese colocada la antena de bastidor, significaría que los que están utilizando la radio, pueden estar relativamente lejos.
?Anestesia? parece seguir sin pillarlo, así que lo digo en claro.
- Con esta radio y en estas circunstancias, el que sea que esté utilizando la radio, está a menos de cuatro quilómetros.
?Tranquilo. Puede que no sea a ti a quien esté llamando?.
Cierto. Pero ¿cómo saberlo?.
El pequeño altavoz, vuelve a escupir una retahíla de metálicas palabras.
- Puesto de la senda, informa ? la comunicación se interrumpe y por el altavoz resuena algo parecido al ruido de una sartén friendo bacón, antes de proseguir -. ¿Me recibes Juanchin? ? otra pausa -. Me ha parecido oír disparos.
Por si aun albergaba alguna ligera duda al respecto, su forma de hablar por radio, termina de confirmarme que no se trata de militares. Ellos utilizarían definiciones utilizando letras con el alfabeto internacional y esto se llamaría ?puesto sierra? o similar, tampoco darían un nombre sin cifrar y usarían palabras tipo como cambio al final del mensaje.
?Si no respondes, lo mas probable, es que venga alguien a comprobar que es lo que pasa?.
Sí, pero si lo hago y no consigo engañarles, entonces vendrán de cabeza a por nosotros.
Miro hacia el oeste, parece que el sol esté congelado sin decidirse a terminar de bajar. Le grito a Marta.
- Tenemos que irnos. ¿Podemos moverle?.
La hematóloga niega con la cabeza.
- Si le mueves, no aguantará ni diez minutos.
- ¡Joder!.
?Será mejor que reanimes a ese cabrón y le pongas en la radio?.
A ese pobre malnacido, no creo que le queden fuerzas ni para sostenerse la polla.
Cojo la micropistola y pulso el interruptor sin decir nada. Con suerte, pensarán que les recibimos, pero que tenemos problemas para emitir, algo muy habitual en estos equipos viejos.
- Puesto de la senda, ¿me recibes?.
Pulso repetidamente el interruptor, enviando señal portadora.
?Puede que tengan algún tipo de código para estos casos. Será mejor que le despiertes?.
Bajo del todo terreno y me acerco al pálido prisionero, que tiene aspecto de estar mas muerto que vivo. Le agito y le abofeteo, pero no consigo resultado alguno.
- ¡Para! ? me grita Marta - . ¡Lo vas a matar!.
?A lo mejor deberías cantarle lo de Juanchín levanta tira de la manta, en plan toque de diana?.
- Habrá que pasar al plan B.
Vuelvo hasta el vehículo, carraspeo para aclararme la voz, agarro la micro pistola y pulso el botón para hablar.
- Al habla el capitán San Juan, de la Brigada ligera Aereotrasportada ? hago una pausa y vuelvo a presionar el botón para añadir -, suplantar a miembros del ejército es un delito muy grabe, cambio.
?Si son pocos, saldrán corriendo con la cola entre las piernas. Pero si son muchos, acabas de darle una patada a un avispero?.
Silencio. Nadie se identifica ni responde por la radio. Me dispongo a volver a pulsar el botón para hablar, cuando por el altavoz, la misma voz de antes pregunta.
- ¿Dónde está Juanchín?.
?Dile que opositando para entrar en la Santa Compaña?.
Acerco el aparato a mi boca, pulso el botón y respondo:
- Estos hombres se resistieron al arresto.
Suelto el botón. Supongo que en las actuales circunstancias, podría perfectamente dar el mensaje del tirón, pero me conviene mantener la ilusión de que aquí se encuentra una unidad militar ?de verdad?. Aunque antes de que pueda reanudar la comunicación, para exigir su rendición, el altavoz o dar la voz de cambio, la voz metálica, se salta el procedimiento radio para decir.
- No saldréis vivos de aquí.
?O se está tirando otro farol, o eso es mala señal?.
Tengo una extraña sensación de ser observado y levanto la vista hacia mi derecha. Me encuentro con los ojos de la agorera niña, clavados en mi.
- El chatarrero te encontrará ? dice con convicción -. Os encontrará a todos.
- ¡ Pues que se ponga a la puta cola ! ? le grito mientras cojo el G-36, luego le miro también a los ojos y le digo con el tono de voz mas duro y frió que puedo conferir a mi voz -. Y que se traiga con él, a sus amigos, al hombre del saco y a un jodido cerdo con tirantes.
- Nunca viaja solo ? es su respuesta.
?Joder. Si no puedes ni impresionar a una jodida renacuaja, mal vamos?.
Supongo, que el cabrón paranoico tiene razón. Pero ahora mismo, no tengo tiempo para asistir a la academia de malotes, para que me den unas clases de repesca. Vuelvo mi atención hacia el sol, que apenas parece un poco mas abajo en el horizonte, de lo que estaba cuando empezó todo este desaguisado radiofónico.
?Mas te vale que el vampi, no la espiche, porque dentro de poco, vas a necesitar refuerzos. Todos los jodidos refuerzos del mundo?.
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
-
Korvec
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Capítulo XXVI
?Tranquilo tío, los que ladran así nunca muerden?.
-- Últimas palabras de un pobre estúpido ?
Cuando era niño, pensaba que era cierto, eso de que las peores cosas ocurren siempre de noche. Muchos años mas tarde, trabajando para los intereses occidentales en África, descubrí, que eso era irrelevante. Si existe una entidad superior, que vela por los inocentes, este tiene igual de cerrados los ojos tanto por el día como por la noche. Por lo menos en el tercer mundo.
?¿Fue en África donde dejaste de creer en dios??.
Allí dejé de creer en casi todo.
El inconfundible sonido, de varios vehículos a motor aproximándose, me hace emerger de mis cavilaciones.
El sol sigue negándose a ponerse de una puñetera vez. Eso puede causar la ostia de regocijo en cuantas parejitas de jóvenes amantes, se encuentren observando este ocaso, pero a mi que me parece tan romántico como una mierda en una ponchera, no termina de regocijarme.
?Si no vamos a huir, será mejor que tomes la iniciativa?.
Hago un rápido examen visual de mis recursos. Cuelgo el fúsil de asalto de la correa y introduzco dos cargadores extra en los bolsillos de mis pantalones. También tomo prestada a perpetuidad, la pistola que antaño perteneció al tipo moribundo. De la guantera del todo terreno, cojo una linterna de generosas proporciones y un par de bengalas. No tengo tiempo de ponerme a registrar los cuerpos ni el contenido del vehículo. Esto es lo que hay y con esto me las tendré que apañar.
- ¡ ?Anestesia? ? llamo mientras intento calcular la distancia de los vehículos que se aproximan -. Empezad a trasladar la carga al todo terreno.
Sin molestarme en comprobar si me obedece, me vuelvo hacia Marta, que sigue junto al agonizante Nicolai, que espero que se regenere cuando el sol se ponga.
- En cuanto se recupere, subid al todo terreno y preparaos para salir pintando. Volveré en diez minutos.
- Si no estás en ese tiempo ? responde ella con una voz fría y dura como el acero -, nos marcharemos sin ti.
Asiento con la cabeza, me inclino y recojo el agonizante cuerpo del tipo que disparó a Nicolai. Marta me mira horrorizada.
- ¿Qué piensas hacer con él?.
- Llevarle con los suyos.
Lo cierto es que no estoy mintiendo. Por lo menos, no del todo. A pesar de que le he despojado del chaleco antibalas y de no ser demasiado corpulento, tengo la sensación de estar cargando con un maniquí relleno de cemento.
?Tu espalda ya no está para estos trotes?.
Aprieto los dientes y inició un ?trote cochinero paticorto? que es lo mas rápido y espectacular que yo puedo hacer para moverme bajo estas circunstancias. Calculo que no me habré alejado ni doscientos metros, pero el sonido de los motores ya está angustiosamente cerca, así que tiendo el cuerpo en mitad de la pista y enciendo un par de bengalas a su lado, ya que no me interesa que le atropellen sin mas. Quiero que le vean y que se detengan. Liberado de la pesada carga, salgo del camino y corro unos cincuenta metros, hasta que encuentro un buen lugar para apostarme, con suficiente amplitud de tiro. Me tiendo, despliego la culata del fusil de asalto, y apoyo el cañón sobre una roca de generosas dimensiones. Utilizo el visor y apunto a las bengalas. Luego levanto la vista y repito la operación con los elementos de puntería de circunstancia que hay por encima. Espero que las bengalas aguanten, porque con esta luz y a pesar de que apenas nos separan unos cincuenta metros, mi puntería suele ser nefasta en cuanto oscurece.
?Por si te sirve de consuelo, la tuya y la de casi todo hijo de vecino, que no cuente con visores nocturnos?.
Esa es otra, espero que los tipos de los vehículos, no cuenten con ese tipo de equipamiento o la cosa estará jodida de verdad.
?No tendrás que esperar mucho para averiguarlo?.
En efecto, los faros del primer vehículo, le delatan al salir por la curba. Vuelvo a aproximar la cara al visor. Como ya casi ha oscurecido, no tengo que preocuparme por brillos o destellos que delaten mi posición.
?¿Y si no se detienen a pesar de todo??.
Supongo que es una posibilidad, pero la suerte está echada y no hay nada que pueda hacer al respecto. Por suerte, el primer vehículo, frena su velocidad hasta detenerse en cuanto sus faros muestran al agonizante tipo sobre la pista. La mala noticia, es que se ha detenido a demasiada distancia de las bengalas y duras penas consigo distinguir las ruedas.
Mientras varias oscuras siluetas descienden de los vehículos, yo fuerzo mi vista para intentar distinguir la rueda delantera del primer vehículo.
?¡Dispara de una puta vez!?.
Abro fuego, una vez, dos, tres. Pero no puedo asegurar si he hecho blanco. Levanto la vista hacia los elementos de punteria de emergencia, y vuelvo a disparar un par de veces mas. Veo chispas.
?Por lo menos le has dado al vehículo?, pero tienes que inutilizarlo completamente para ganar tiempo?.
Varios fogonazos responden a mis disparos, pero ninguna bala pasa por mis inmediaciones, por lo que supongo, que tampoco ellos cuentan con visores nocturnos.
- A la mierda con esto.
Me levanto, me desplazo unos metros a mi derecha,levanto la vista, la fijo en el cañón, trazo una línea imaginaria hacia la zona donde está mi objetivo y comienzo a disparar tiro a tiro hacia el vehículo. El silbido de una bala, me advierte, que ya va siendo hora, de que abandone esta posición.
?Te están localizando?.
Termino de disparar el cargador contra lo que espero sea el primer vehículo. Sin duda le he alcanzado varias veces, pero no estoy seguro de si lo he inmovilizado. Si es así, tendrán que apartarlo a un lado del camino para seguir. Tiro a un lado el cargador vacío y introduzco el segundo.
?Va siendo hora, de que emprendamos el camino de regreso?.
Es cierto, pero de ser posible, quiero que pierdan tiempo pensando que están en medio de una emboscada. Varias oscuras siluetas, cometen el garrafal error, de dirigirse hacia el exterior del camino, encendiendo linternas.
?¿Como pueden ser tan estúpidos??.
Ni lo sé ni me interesa. Mala suerte para ellos, buena suerte para mi. Apunto hacia uno de los ?iluminados? y disparo dos veces a la derecha de la luz. La silueta se derrumba en el suelo.
?¡ Impacto ¡?.
Giro el arma y repito la operación con un segundo tipo que también recibe jarabe de plomo para sus males. Por desgracia, el resto de linternas se apagan antes de que pueda repetir la operación con un tercero.
?Que pronto se acaba lo bueno?.
Supongo que sí. Bueno, supongo que esto les mantendrá entretenidos un buen rato. Comienzo a alejarme a gatas, cuando lo oigo y se me eriza la piel de los brazos.
- ¡Joder!.
?Ostia puta?.
Los ladridos ganan intensidad provenientes de la curva.
?¡Déjate de gateos!, ¡ han soltado perros !?.
- ¡ Putos esparquis!.
Sin soltar el fúsil de asalto, me incorporo y echo a correr. Vuelven a incrementarse los disparos y un par de balas pasan demasiado cerca para mi gusto, supongo que mas gracias a la suerte que a la habilidad de los tiradores.
Corro como un grumetillo perseguido por una caterva de piratas sodomitas, pero los ladridos suenan cada vez mas cerca.
?No te des la vuelta, ya tienes a los perros muy vistos?.
¿Cómo puede haber oscurecido tanto en tan poco tiempo?. ¿Me habré perdido?. Tengo la sensación de que los puercos chuchos están a punto de morderme los talones, sin pararme, miro hacia atrás.
?¡No gilipollas!?.
Entonces tropiezo y me encuentro en el suelo.
?¡Por tonto!?.
Los animales surgen de entre las sombras como los monstruos de una pesadilla infantil. Unos seres que parecen todo pelo y dientes. Por suerte, no he dejado caer el arma en la caída. Deslizo la aleta selectora a la posición de fuego automático y lo presiono mientras grito como un poseso.
Varias balas destrozan al primer chucho. Su cabeza literalmente revienta como un melón al que un niño hubiese golpeado con un bate de baseball. El segundo y el tercero, también se convierten prácticamente en carne picada. Pero dos mas surgen de la oscuridad. El cabrón paranoico grita algo dentro de mi mente, pero un miedo irracional procedente de mi pasado, está empezando a convertirse en rabia.
La munición se termina y dejo que el arma cuelgue inerte de mi costado, mientras otro animal salta sobre mi. Sus dientes buscan mi garganta mientras mis manos encuentran su cuello. El miedo y la rabia me han convertido en un animal irracional y aprieto mis manos. Veo sorpresa y miedo en los ojos del animal cuando lo levanto en vilo. Sus esfínteres se aflojan cuando estampo su cabeza contra un árbol.
Dejan de llegar perros y lo lógico seria aprovechar para huir. Soy vagamente consciente de ello, pero es mucho mas fuerte ese oscuro y violento impulso. De haber quedado algún animal con vida, saldría a por él para matarle y destrozarle, pero como no parece ser así, me dedico a ensañarme pateando los cuerpos de los animales caídos.
El sonido de un motor poniéndose en marcha, me hace ?despertar? lo suficiente de mi estado de rabia, como para poder oír al cabrón paranoico.
?¡Van a marcharse sin ti jodido gilipollas!?.
Toso. Al igual que todas las veces que me dejo llevar por la rabia irracional, me siento agotado. Totalmente incapaz de seguir corriendo.
?¡ Corre joder !?.
Me siento demasiado agotado para correr. Así que me siento jadeante en el suelo. La cabeza de un perro muerto, parece mirarme con reproche póstumo. Oigo unos pasos que se acercan. Los pasos de alguien de ciudad, de alguien que no sabe moverse silenciosamente por el campo. Mi mano se introduce en el bolsillo del pantalón y se cierra en torno al segundo cargador extra. Una silueta sale de entre las sombras, justo cuando alimento el arma. Pero la bajo al reconocer a ?Anestesia?.
- Menos mal ? dice el joven -. Ya pensábamos lo peor.
- Creía que os marcharíais sin mi.
?Es lo que te merecerías jodido gilipollas?.
- Nicolai queria hacerlo, pero Marta insistió en que no podrían acabar contigo.
Aunque me pongo en pie sin decir nada y camino silenciosamente tras ?Anestesia?, el saber que ?Nico? estaba dispuesto a abandonarme sin mas, produce en mi una desagradable sensación.
?Tranquilo tío, los que ladran así nunca muerden?.
-- Últimas palabras de un pobre estúpido ?
Cuando era niño, pensaba que era cierto, eso de que las peores cosas ocurren siempre de noche. Muchos años mas tarde, trabajando para los intereses occidentales en África, descubrí, que eso era irrelevante. Si existe una entidad superior, que vela por los inocentes, este tiene igual de cerrados los ojos tanto por el día como por la noche. Por lo menos en el tercer mundo.
?¿Fue en África donde dejaste de creer en dios??.
Allí dejé de creer en casi todo.
El inconfundible sonido, de varios vehículos a motor aproximándose, me hace emerger de mis cavilaciones.
El sol sigue negándose a ponerse de una puñetera vez. Eso puede causar la ostia de regocijo en cuantas parejitas de jóvenes amantes, se encuentren observando este ocaso, pero a mi que me parece tan romántico como una mierda en una ponchera, no termina de regocijarme.
?Si no vamos a huir, será mejor que tomes la iniciativa?.
Hago un rápido examen visual de mis recursos. Cuelgo el fúsil de asalto de la correa y introduzco dos cargadores extra en los bolsillos de mis pantalones. También tomo prestada a perpetuidad, la pistola que antaño perteneció al tipo moribundo. De la guantera del todo terreno, cojo una linterna de generosas proporciones y un par de bengalas. No tengo tiempo de ponerme a registrar los cuerpos ni el contenido del vehículo. Esto es lo que hay y con esto me las tendré que apañar.
- ¡ ?Anestesia? ? llamo mientras intento calcular la distancia de los vehículos que se aproximan -. Empezad a trasladar la carga al todo terreno.
Sin molestarme en comprobar si me obedece, me vuelvo hacia Marta, que sigue junto al agonizante Nicolai, que espero que se regenere cuando el sol se ponga.
- En cuanto se recupere, subid al todo terreno y preparaos para salir pintando. Volveré en diez minutos.
- Si no estás en ese tiempo ? responde ella con una voz fría y dura como el acero -, nos marcharemos sin ti.
Asiento con la cabeza, me inclino y recojo el agonizante cuerpo del tipo que disparó a Nicolai. Marta me mira horrorizada.
- ¿Qué piensas hacer con él?.
- Llevarle con los suyos.
Lo cierto es que no estoy mintiendo. Por lo menos, no del todo. A pesar de que le he despojado del chaleco antibalas y de no ser demasiado corpulento, tengo la sensación de estar cargando con un maniquí relleno de cemento.
?Tu espalda ya no está para estos trotes?.
Aprieto los dientes y inició un ?trote cochinero paticorto? que es lo mas rápido y espectacular que yo puedo hacer para moverme bajo estas circunstancias. Calculo que no me habré alejado ni doscientos metros, pero el sonido de los motores ya está angustiosamente cerca, así que tiendo el cuerpo en mitad de la pista y enciendo un par de bengalas a su lado, ya que no me interesa que le atropellen sin mas. Quiero que le vean y que se detengan. Liberado de la pesada carga, salgo del camino y corro unos cincuenta metros, hasta que encuentro un buen lugar para apostarme, con suficiente amplitud de tiro. Me tiendo, despliego la culata del fusil de asalto, y apoyo el cañón sobre una roca de generosas dimensiones. Utilizo el visor y apunto a las bengalas. Luego levanto la vista y repito la operación con los elementos de puntería de circunstancia que hay por encima. Espero que las bengalas aguanten, porque con esta luz y a pesar de que apenas nos separan unos cincuenta metros, mi puntería suele ser nefasta en cuanto oscurece.
?Por si te sirve de consuelo, la tuya y la de casi todo hijo de vecino, que no cuente con visores nocturnos?.
Esa es otra, espero que los tipos de los vehículos, no cuenten con ese tipo de equipamiento o la cosa estará jodida de verdad.
?No tendrás que esperar mucho para averiguarlo?.
En efecto, los faros del primer vehículo, le delatan al salir por la curba. Vuelvo a aproximar la cara al visor. Como ya casi ha oscurecido, no tengo que preocuparme por brillos o destellos que delaten mi posición.
?¿Y si no se detienen a pesar de todo??.
Supongo que es una posibilidad, pero la suerte está echada y no hay nada que pueda hacer al respecto. Por suerte, el primer vehículo, frena su velocidad hasta detenerse en cuanto sus faros muestran al agonizante tipo sobre la pista. La mala noticia, es que se ha detenido a demasiada distancia de las bengalas y duras penas consigo distinguir las ruedas.
Mientras varias oscuras siluetas descienden de los vehículos, yo fuerzo mi vista para intentar distinguir la rueda delantera del primer vehículo.
?¡Dispara de una puta vez!?.
Abro fuego, una vez, dos, tres. Pero no puedo asegurar si he hecho blanco. Levanto la vista hacia los elementos de punteria de emergencia, y vuelvo a disparar un par de veces mas. Veo chispas.
?Por lo menos le has dado al vehículo?, pero tienes que inutilizarlo completamente para ganar tiempo?.
Varios fogonazos responden a mis disparos, pero ninguna bala pasa por mis inmediaciones, por lo que supongo, que tampoco ellos cuentan con visores nocturnos.
- A la mierda con esto.
Me levanto, me desplazo unos metros a mi derecha,levanto la vista, la fijo en el cañón, trazo una línea imaginaria hacia la zona donde está mi objetivo y comienzo a disparar tiro a tiro hacia el vehículo. El silbido de una bala, me advierte, que ya va siendo hora, de que abandone esta posición.
?Te están localizando?.
Termino de disparar el cargador contra lo que espero sea el primer vehículo. Sin duda le he alcanzado varias veces, pero no estoy seguro de si lo he inmovilizado. Si es así, tendrán que apartarlo a un lado del camino para seguir. Tiro a un lado el cargador vacío y introduzco el segundo.
?Va siendo hora, de que emprendamos el camino de regreso?.
Es cierto, pero de ser posible, quiero que pierdan tiempo pensando que están en medio de una emboscada. Varias oscuras siluetas, cometen el garrafal error, de dirigirse hacia el exterior del camino, encendiendo linternas.
?¿Como pueden ser tan estúpidos??.
Ni lo sé ni me interesa. Mala suerte para ellos, buena suerte para mi. Apunto hacia uno de los ?iluminados? y disparo dos veces a la derecha de la luz. La silueta se derrumba en el suelo.
?¡ Impacto ¡?.
Giro el arma y repito la operación con un segundo tipo que también recibe jarabe de plomo para sus males. Por desgracia, el resto de linternas se apagan antes de que pueda repetir la operación con un tercero.
?Que pronto se acaba lo bueno?.
Supongo que sí. Bueno, supongo que esto les mantendrá entretenidos un buen rato. Comienzo a alejarme a gatas, cuando lo oigo y se me eriza la piel de los brazos.
- ¡Joder!.
?Ostia puta?.
Los ladridos ganan intensidad provenientes de la curva.
?¡Déjate de gateos!, ¡ han soltado perros !?.
- ¡ Putos esparquis!.
Sin soltar el fúsil de asalto, me incorporo y echo a correr. Vuelven a incrementarse los disparos y un par de balas pasan demasiado cerca para mi gusto, supongo que mas gracias a la suerte que a la habilidad de los tiradores.
Corro como un grumetillo perseguido por una caterva de piratas sodomitas, pero los ladridos suenan cada vez mas cerca.
?No te des la vuelta, ya tienes a los perros muy vistos?.
¿Cómo puede haber oscurecido tanto en tan poco tiempo?. ¿Me habré perdido?. Tengo la sensación de que los puercos chuchos están a punto de morderme los talones, sin pararme, miro hacia atrás.
?¡No gilipollas!?.
Entonces tropiezo y me encuentro en el suelo.
?¡Por tonto!?.
Los animales surgen de entre las sombras como los monstruos de una pesadilla infantil. Unos seres que parecen todo pelo y dientes. Por suerte, no he dejado caer el arma en la caída. Deslizo la aleta selectora a la posición de fuego automático y lo presiono mientras grito como un poseso.
Varias balas destrozan al primer chucho. Su cabeza literalmente revienta como un melón al que un niño hubiese golpeado con un bate de baseball. El segundo y el tercero, también se convierten prácticamente en carne picada. Pero dos mas surgen de la oscuridad. El cabrón paranoico grita algo dentro de mi mente, pero un miedo irracional procedente de mi pasado, está empezando a convertirse en rabia.
La munición se termina y dejo que el arma cuelgue inerte de mi costado, mientras otro animal salta sobre mi. Sus dientes buscan mi garganta mientras mis manos encuentran su cuello. El miedo y la rabia me han convertido en un animal irracional y aprieto mis manos. Veo sorpresa y miedo en los ojos del animal cuando lo levanto en vilo. Sus esfínteres se aflojan cuando estampo su cabeza contra un árbol.
Dejan de llegar perros y lo lógico seria aprovechar para huir. Soy vagamente consciente de ello, pero es mucho mas fuerte ese oscuro y violento impulso. De haber quedado algún animal con vida, saldría a por él para matarle y destrozarle, pero como no parece ser así, me dedico a ensañarme pateando los cuerpos de los animales caídos.
El sonido de un motor poniéndose en marcha, me hace ?despertar? lo suficiente de mi estado de rabia, como para poder oír al cabrón paranoico.
?¡Van a marcharse sin ti jodido gilipollas!?.
Toso. Al igual que todas las veces que me dejo llevar por la rabia irracional, me siento agotado. Totalmente incapaz de seguir corriendo.
?¡ Corre joder !?.
Me siento demasiado agotado para correr. Así que me siento jadeante en el suelo. La cabeza de un perro muerto, parece mirarme con reproche póstumo. Oigo unos pasos que se acercan. Los pasos de alguien de ciudad, de alguien que no sabe moverse silenciosamente por el campo. Mi mano se introduce en el bolsillo del pantalón y se cierra en torno al segundo cargador extra. Una silueta sale de entre las sombras, justo cuando alimento el arma. Pero la bajo al reconocer a ?Anestesia?.
- Menos mal ? dice el joven -. Ya pensábamos lo peor.
- Creía que os marcharíais sin mi.
?Es lo que te merecerías jodido gilipollas?.
- Nicolai queria hacerlo, pero Marta insistió en que no podrían acabar contigo.
Aunque me pongo en pie sin decir nada y camino silenciosamente tras ?Anestesia?, el saber que ?Nico? estaba dispuesto a abandonarme sin mas, produce en mi una desagradable sensación.
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
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Capítulo XXVII
?No por mucho madrugar, amanece mas temprano?.
-- Refrán popular ?
Aunque mas lento que el que acabamos de dejar tras nosotros, el todo terreno resulta un vehículo infinitamente mas práctico en este tipo de territorio. Nicolai, conduce ceñudo y con las luces apagadas. Espero que él pueda ver en la oscuridad, porque yo no veo mas allá de un par de por delante de nosotros, en un terreno que sé se encuentra plagado de árboles, rocas y barrancos. Se trata de una sensación bastante espeluznante y mi estómago está empezando a revolverse, pero nuestros perseguidores conocen el terreno y nosotros no.
?Lo que significa que será mejor que salgamos aprovechando la oscuridad de la noche?.
Sino habrá que abrirse paso.
?¿Por qué no dejas que el chupóptero se haga cargo?. Después de todo, el tipo es relativamente indestructible por la noche no??.
Si tan indestructible fuera, no creo que hubiera estado a apunto de largarse sin esperarme.
?Ciertamente da que pensar. Aunque puede que ahora le importes una mierda. Pero si como sospechas se encuentra muy debilitado y realmente planeas hacer algo al respecto con su situación, puede que no tengas mejor ocasión. Después de todo, fuiste tú quien le metió a patadas en el fantástico mundo del vampirismo?.
Como de costumbre, al cabrón paranoico no le falta razón ni mala leche. Pero cuando se acumulan los problemas, los mejor suele ser intentar solucionarlos uno por uno y actualmente, el mas inmediato es salir de esta. Me vuelvo hacia la parte trasera del todo terreno, donde apilados sobre las bolsas que precipitadamente han pasado de un vehículo al otro, se encuentran Marta, ?Anestesia? y la ?niña agorera?.
- ¿Recogisteis también las armas y municiones de los otros dos?.
Marta y ?Anestesia? se miran el uno al otro. Supongo que eso es mala señal.
- Estuvimos muy ocupados trasladando las bolsas ? responde Marta.
Genial. Eso significa que solo me queda el cargador del fusil de asalto y el de la pistola.
?Menos da una piedra. A no ser que se trate de una piedra preciosa claro?.
- Puede ? dice ?Anestesia? no muy convencido -, que haya mas munición por aquí dentro.
Me propongo responderle que es posible, cuando la niña decide tomar de nuevo la palabra.
- Por mucho que corráis os encontrará ? su voz sigue siendo escalofriante, pero supongo que ya me estoy empezando a acostumbrar. De todos modos añade -, siempre encuentra a todo el mundo.
?Esta cría se repite mas que una morcilla de ajos?.
- ¿Quién? ? le pregunto -. ¿El chatarrero o hacienda?.
La niña opta por guardar silencio, cosa que yo le agradezco y vuelvo a centrarme en el problema que nos atañe. Descarto la idea de encender la linterna para investigar el contenido del vehículo. Sería una estupidez arriesgarse a conducir en la oscuridad para delatarnos por la luz de una linterna.
- ¿Tienes idea de donde estamos o hacia donde vamos? ? le pregunto al conductor.
- Claro ? responde Nicolai sin apartar las manos del volante-, estamos aquí y vamos hacia allí.
?Ni un GPS podría situarnos con mayor precisión?.
Lo que traducido al cristiano, significa que estamos tan jodidamente perdidos ahora en la oscuridad, como lo estábamos esta mañana a plena luz.
?Solo que con una panda de gárrulos probablemente endogámicos, que nos buscan con malas intenciones?.
Bueno, en ese caso creo que lo mejor será hacer algo práctico. Me vuelvo hacia atrás y pido:
- ¿Podéis pasarme una coca-cola y quizás algo de comer?.
- ¿Cómo puedes pensar en comer y beber en estos momentos? ? Marta parece realmente indignada.
- Teniendo hambre y sed ? respondo con naturalidad -. Si no encontráis una coca-cola, me vale con una botella de agua.
Después de revolver un poco, la hematóloga, prácticamente me arroja una bolsa de plástico llena de latas y lo que parecen patatas fritas. Supongo que está de mala leche porque ella está demasiado nerviosa o asustada para comer y le debe de joder que otro si pueda. Dejo la bolsa a mis pies y me hago con una lata y un paquete de lo que resultan ser Doritos.
?Si no te conociera tanto, pensaria que añorabas mas el tomarte una coca-cola que el echar un polvo?.
Si me conocieras lo suficiente, sabrías que es así.
El dulce sabor de la bebida refrescante de extractos, baja por mi garganta produciendo ese ligero ardor que tanto tiempo llevaba añorando. La radio, que al parecer se había quedado encendida y que por supuesto nadie se acordó de apagar antes de encender el motor del vehículo, crepita recordándonos por un lado de su existencia y por el otro, dando fe de que no se ha frito por una sobre tensión.
- ?¿Me oyes malnacido?? ? la ronca voz mecánica, me sobresalta ligeramente.
?Creo que se refiere a ti.
No tiene porque. Si algo sobra en este mundo y en esta zona en concreto, son malnacidos. Pero como tampoco tengo gran cosa mejor que hacer, aparte de comerme los doritos, sujeto la lata casi vacía entre las rodillas y después de zamparme unos doritos, agarro la micropistola.
- ¿Es que tu mamá no te dijo que está prohibido soltar palabrotas por radio? ? levanto el dedo del botón de emisión, mas para tomar aire que no para cortar la emisión -. ¡Oh! Es cierto... supongo que no la conocerás.
?¿Qué paso con el cambio y el corto??.
¡A la mierda con el puto procedimiento radio!?.
- ?No escapareis?.
Vuelvo a pulsar el botón de la mircropistola.
- No cogeríais ni un sida culero en un burdel africano ? me meto otro grupo de doritos en la boca -. Sois el grupo mas patético y chapucero que he visto nunca. Anoche os cacé como a patos.
- ?No será de noche para siempre?.
- Ni mi culo calvo para siempre.
Como estoy empezando a aburrirme, apago la radio y me termino de un trago, lo que queda de la lata de coca-cola.
- ¿Crees que ha sido prudente cabrearles? ? la voz de Marta, está cargada de miedo y de reproche a partes iguales.
- ¿Por qué? ? respondo con la boca llena de aperitivos -. ¿Acaso iban a perdonarnos si les digo? ? doy a mi voz un tono implorante -, ¡ perdón !. Maté a unos cuantos de los vuestros, pero fue sin querer.
- Solo pueden matarnos una vez ? me apoya ?Anestesia?.
- Si pero pueden torturarnos mas o menos si nos pillan ? comenta Nicolai como el que dice que va a llover.
Se hace un tenso silencio solo roto por el sonido del motor. Abro la ventanilla y me dispongo a arrojar por ella, la lata vacia.
?¿Crees que es buena idea dejar pistas de tu paso??.
No creo que una lata de coca-cola, sea un objeto tan raro de encontrar por estos montes. Pero por si las moscas, la sacudo por la ventana para que gotee, la aplasto y la guardo en la bolsa.
- Bueno ? comentó en un intento de distender un poco el tenso ambiente -, si la cosa no se tuerce, seguro que no tardamos en llegar a alguna parte.
- Esto ya es alguna parte ? responde Nicolai.
- Si bueno ? admito -. Me refiero a alguna parte que nos permita orientarnos en algún mapa.
Los animos no parecen mejorar. Así que añado:
- Nuestra suerte está mejorando.
Nicolai da un golpe de volante y empezamos a votar por culpa de unos espantosos baches. El ruido del motor, no es capaz de enmascarar el sonido del reventón de una de las ruedas delanteras. El conductor detiene el todo terreno.
- Bueno ? reconozco -, también puede que no.
?No por mucho madrugar, amanece mas temprano?.
-- Refrán popular ?
Aunque mas lento que el que acabamos de dejar tras nosotros, el todo terreno resulta un vehículo infinitamente mas práctico en este tipo de territorio. Nicolai, conduce ceñudo y con las luces apagadas. Espero que él pueda ver en la oscuridad, porque yo no veo mas allá de un par de por delante de nosotros, en un terreno que sé se encuentra plagado de árboles, rocas y barrancos. Se trata de una sensación bastante espeluznante y mi estómago está empezando a revolverse, pero nuestros perseguidores conocen el terreno y nosotros no.
?Lo que significa que será mejor que salgamos aprovechando la oscuridad de la noche?.
Sino habrá que abrirse paso.
?¿Por qué no dejas que el chupóptero se haga cargo?. Después de todo, el tipo es relativamente indestructible por la noche no??.
Si tan indestructible fuera, no creo que hubiera estado a apunto de largarse sin esperarme.
?Ciertamente da que pensar. Aunque puede que ahora le importes una mierda. Pero si como sospechas se encuentra muy debilitado y realmente planeas hacer algo al respecto con su situación, puede que no tengas mejor ocasión. Después de todo, fuiste tú quien le metió a patadas en el fantástico mundo del vampirismo?.
Como de costumbre, al cabrón paranoico no le falta razón ni mala leche. Pero cuando se acumulan los problemas, los mejor suele ser intentar solucionarlos uno por uno y actualmente, el mas inmediato es salir de esta. Me vuelvo hacia la parte trasera del todo terreno, donde apilados sobre las bolsas que precipitadamente han pasado de un vehículo al otro, se encuentran Marta, ?Anestesia? y la ?niña agorera?.
- ¿Recogisteis también las armas y municiones de los otros dos?.
Marta y ?Anestesia? se miran el uno al otro. Supongo que eso es mala señal.
- Estuvimos muy ocupados trasladando las bolsas ? responde Marta.
Genial. Eso significa que solo me queda el cargador del fusil de asalto y el de la pistola.
?Menos da una piedra. A no ser que se trate de una piedra preciosa claro?.
- Puede ? dice ?Anestesia? no muy convencido -, que haya mas munición por aquí dentro.
Me propongo responderle que es posible, cuando la niña decide tomar de nuevo la palabra.
- Por mucho que corráis os encontrará ? su voz sigue siendo escalofriante, pero supongo que ya me estoy empezando a acostumbrar. De todos modos añade -, siempre encuentra a todo el mundo.
?Esta cría se repite mas que una morcilla de ajos?.
- ¿Quién? ? le pregunto -. ¿El chatarrero o hacienda?.
La niña opta por guardar silencio, cosa que yo le agradezco y vuelvo a centrarme en el problema que nos atañe. Descarto la idea de encender la linterna para investigar el contenido del vehículo. Sería una estupidez arriesgarse a conducir en la oscuridad para delatarnos por la luz de una linterna.
- ¿Tienes idea de donde estamos o hacia donde vamos? ? le pregunto al conductor.
- Claro ? responde Nicolai sin apartar las manos del volante-, estamos aquí y vamos hacia allí.
?Ni un GPS podría situarnos con mayor precisión?.
Lo que traducido al cristiano, significa que estamos tan jodidamente perdidos ahora en la oscuridad, como lo estábamos esta mañana a plena luz.
?Solo que con una panda de gárrulos probablemente endogámicos, que nos buscan con malas intenciones?.
Bueno, en ese caso creo que lo mejor será hacer algo práctico. Me vuelvo hacia atrás y pido:
- ¿Podéis pasarme una coca-cola y quizás algo de comer?.
- ¿Cómo puedes pensar en comer y beber en estos momentos? ? Marta parece realmente indignada.
- Teniendo hambre y sed ? respondo con naturalidad -. Si no encontráis una coca-cola, me vale con una botella de agua.
Después de revolver un poco, la hematóloga, prácticamente me arroja una bolsa de plástico llena de latas y lo que parecen patatas fritas. Supongo que está de mala leche porque ella está demasiado nerviosa o asustada para comer y le debe de joder que otro si pueda. Dejo la bolsa a mis pies y me hago con una lata y un paquete de lo que resultan ser Doritos.
?Si no te conociera tanto, pensaria que añorabas mas el tomarte una coca-cola que el echar un polvo?.
Si me conocieras lo suficiente, sabrías que es así.
El dulce sabor de la bebida refrescante de extractos, baja por mi garganta produciendo ese ligero ardor que tanto tiempo llevaba añorando. La radio, que al parecer se había quedado encendida y que por supuesto nadie se acordó de apagar antes de encender el motor del vehículo, crepita recordándonos por un lado de su existencia y por el otro, dando fe de que no se ha frito por una sobre tensión.
- ?¿Me oyes malnacido?? ? la ronca voz mecánica, me sobresalta ligeramente.
?Creo que se refiere a ti.
No tiene porque. Si algo sobra en este mundo y en esta zona en concreto, son malnacidos. Pero como tampoco tengo gran cosa mejor que hacer, aparte de comerme los doritos, sujeto la lata casi vacía entre las rodillas y después de zamparme unos doritos, agarro la micropistola.
- ¿Es que tu mamá no te dijo que está prohibido soltar palabrotas por radio? ? levanto el dedo del botón de emisión, mas para tomar aire que no para cortar la emisión -. ¡Oh! Es cierto... supongo que no la conocerás.
?¿Qué paso con el cambio y el corto??.
¡A la mierda con el puto procedimiento radio!?.
- ?No escapareis?.
Vuelvo a pulsar el botón de la mircropistola.
- No cogeríais ni un sida culero en un burdel africano ? me meto otro grupo de doritos en la boca -. Sois el grupo mas patético y chapucero que he visto nunca. Anoche os cacé como a patos.
- ?No será de noche para siempre?.
- Ni mi culo calvo para siempre.
Como estoy empezando a aburrirme, apago la radio y me termino de un trago, lo que queda de la lata de coca-cola.
- ¿Crees que ha sido prudente cabrearles? ? la voz de Marta, está cargada de miedo y de reproche a partes iguales.
- ¿Por qué? ? respondo con la boca llena de aperitivos -. ¿Acaso iban a perdonarnos si les digo? ? doy a mi voz un tono implorante -, ¡ perdón !. Maté a unos cuantos de los vuestros, pero fue sin querer.
- Solo pueden matarnos una vez ? me apoya ?Anestesia?.
- Si pero pueden torturarnos mas o menos si nos pillan ? comenta Nicolai como el que dice que va a llover.
Se hace un tenso silencio solo roto por el sonido del motor. Abro la ventanilla y me dispongo a arrojar por ella, la lata vacia.
?¿Crees que es buena idea dejar pistas de tu paso??.
No creo que una lata de coca-cola, sea un objeto tan raro de encontrar por estos montes. Pero por si las moscas, la sacudo por la ventana para que gotee, la aplasto y la guardo en la bolsa.
- Bueno ? comentó en un intento de distender un poco el tenso ambiente -, si la cosa no se tuerce, seguro que no tardamos en llegar a alguna parte.
- Esto ya es alguna parte ? responde Nicolai.
- Si bueno ? admito -. Me refiero a alguna parte que nos permita orientarnos en algún mapa.
Los animos no parecen mejorar. Así que añado:
- Nuestra suerte está mejorando.
Nicolai da un golpe de volante y empezamos a votar por culpa de unos espantosos baches. El ruido del motor, no es capaz de enmascarar el sonido del reventón de una de las ruedas delanteras. El conductor detiene el todo terreno.
- Bueno ? reconozco -, también puede que no.
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
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Evil_Konan
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Korvec
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Capítulo XXVIII
?Aserejé ja dejé, de jebe tu dejebere?
-- Parte de la puerca, inquietante pero ininteligible canción de las Ketchup --
Lo reconozco, quizás debí limitarme a apagar la radio y seguir trasegando doritos y coca-cola tranquilamente, en lugar de provocar al ?cabrón-endogámico-tocador de banjo? de la radio. Pero tampoco creo que sea para ponerse así.
Mientras ?Nico? y ?Anestesia? se las apañan para cambiar la rueda en medio de la oscuridad que nos rodea, yo patrullo los alrededores. Marta, con la niña durmiendo sobre su regazo, me observa como si yo fuese el responsable de todos los males que aquejan a la humanidad.
?No hagas caso. El miedo y las hormonas... mala combinación?.
Supongo que sí. No veo rastro alguno de luz ni oigo motores. Lo mas probable, es que a no ser que nos estén persiguiendo a pie y sin luces, hayan optado por esperar a que amanezca para iniciar la persecución. Aunque para entonces, ya deberíamos estar muy lejos.
?Si pero lejos o cerca de donde?.
Pues lejos de allí y cerca de donde quiera que estemos.
Sigo caminando, mas atento al oído que a la vista, pero por lo que parece, los cultistas, el hombre del saco, los infectados, el trapero de mi pueblo, los muertos vivientes, la santa compaña y hasta el jodido chatarrero, han optado por tomarse la noche libre. Ojalá yo pudiera hacer lo mismo, ya que a pesar de la tensión, el sueño está empezando a hacer mella en mi.
?Amanecerá en menos de cinco horas. Si no vais a poder salir, puede que sea mas sensato esconderse y descansar hasta la noche de mañana?.
La idea es tentadora. Aunque para eso, tendríamos que encontrar pronto algún lugar en el que podamos escondernos y dormir. Centro mi atención en la operación de cambio de rueda, a la que ya no le queda demasiado para concluir. Nicolai, deja de apretar tuercas y se vuelve en una dirección, en la que yo solo distingo oscuridad.
- Disparos ? dice mientras cierra los ojos.
Yo no oigo nada, pero como me consta, que su oído es ahora mucho mas agudo que el mío, guardo silencio mientras escucho con atención. Creo captar lejanas detonaciones, pero llevo demasiado tiempo despierto y bien podría ser mi imaginación, jugándome una mala pasada.
- Gritos y disparos ? Nicolai se interrumpe antes de añadir -... y otra cosa.
Todos guardamos silencio, hasta que Sonia que en algún momento, debe de haberse despertado dice con una voz cargada de angustia:
- Se acerca.
?¿Crees que puede ser casualidad??.
Lo que sé, es que mi vida se ha convertido en una auténtica locura desde que me sacaron de mi cómoda reclusión en el loquero. Nicolai y ?Anestesia? no dicen nada, pero comienzan a afanarse por terminar el cambio de rueda, como si su pellejo, dependiera de ello. Lo que tal como están las cosas últimamente, bien puede ser cierto.
?Míralo por el lado bueno. Mejor a ellos que a nosotros?.
Claro.
?Además. Puede que los paletos consigan acabar con él... sea lo que sea?.
Y puede que si pones un dedo apuntando hacia el cielo, te caiga un donut en él, pero yo no apostaría por ello.
La rueda termina de ser cambiada y todos volvemos al interior del vehículo, hacia una seguridad que quizás sea mas un placebo que otra cosa, pero mas vale eso que nada. La pequeña, está ahora temblando mas que el colchón del fallecido ?follacamas? y gruesos goterones, surcan sus mejillas. Aunque no me gusta nada hacer esta pregunta, le levanto la barbilla, la miro a los ojos y le pregunto.
- ¿Qué es exactamente el chatarrero?.
Pero por toda respuesta, obtengo un incremento de los lloros y una severa mirada de la hematóloga que intenta ejercer funciones de madre postiza.
?Bueno, supongo que terminaremos por descubrirlo antes o después?.
Mejor que sea después.
El vehículo entra de nuevo en lo que parece un camino forestal venido a mas. Aunque aguzo la vista, no consigo distinguir nada mas allá de un par de metros por delante.
- Tenemos que encontrar algún lugar para escondernos y descansar ? le digo al conductor.
- ¿Pararnos? ? sin apartar la vista del camino añade -, ¿ahora?.
Su voz está tan cargada de incredulidad como de miedo y eso me hace preguntarme, que es lo que habrá oído exactamente, para que reaccione así.
- Estamos todos agotados ? digo mientras ahogo un bostezo -, sea lo que sea el tal chatarrero, no creo que pueda encontrarnos.
- No es un ? responde ?Nico? -, son varios.
?¿Por qué será, que los problemas casi nunca vienen solos?".
Supongo, que porque a los hijos de puta les gusta la compañia de sus semejantes.
?Anestesia? estira el cuello en nuestra dirección y comenta en voz baja.
- ¿No sería posible que se hubiesen matado entre sí?.
Nicolai no responde en el acto. Sigue conduciendo en segundo durante unos segundos. Como si estuviese pensando si decir algo o no. Finalmente dice sin apartar la vista de la oscuridad que nos precede.
- Sean lo que sean, acabaron con esos tipos en menos de un minuto.
- Eso no es tan difícil ? respondo intentando disipar un poco la tensión -. Eran realmente chapuceros.
- Suenan de un modo raro, pero no utilizan armas de fuego.
?Quizás usen armas con silenciador. O ballestas?.
Supongo que es una posibilidad.
- No los ha matado ? dice Sonia entre sollozos -. Les hace cosas.
Nicolai gira el todo terreno hacia la derecha de la pista y detiene lentamente el vehículo. Cuando este está definitivamente parado, se vuelve hacia mi y me pregunta:
- ¿Sigues pensando que es buena idea parar?.
Ante nosotros, veo una pequeña vivienda de dos plantas. Si conseguimos ocultar el vehículo, puede resultar un excelente refugio.
?Puede que demasiado bueno?.
- Sí ? respondo -, eso creo.
?Espero que no tengas que arrepentirte de esta decisión. Recuerda el famoso dicho de Never in a house?.
El arrepentimiento es para los culpables. Abro la portezuela del vehículo y salgo al exterior.
- Voy a inspeccionar la casa ? le digo a Nicolai que me mira con escasa convicción -, mirad si podéis ocultar el vehículo. De forma que no se vea desde ? añado -, pero que nos sea posible salir pitando si las cosas se ponen feas.
- ¿Acaso no están feas ahora? ? pregunta Nicolai con un tono de voz que no me gusta un pelo-
- Bueno, ya me entiendes ? respondo con una sonrisa bastante forzada -. Quiero decir, si se ponen feas de verdad.
?Aserejé ja dejé, de jebe tu dejebere?
-- Parte de la puerca, inquietante pero ininteligible canción de las Ketchup --
Lo reconozco, quizás debí limitarme a apagar la radio y seguir trasegando doritos y coca-cola tranquilamente, en lugar de provocar al ?cabrón-endogámico-tocador de banjo? de la radio. Pero tampoco creo que sea para ponerse así.
Mientras ?Nico? y ?Anestesia? se las apañan para cambiar la rueda en medio de la oscuridad que nos rodea, yo patrullo los alrededores. Marta, con la niña durmiendo sobre su regazo, me observa como si yo fuese el responsable de todos los males que aquejan a la humanidad.
?No hagas caso. El miedo y las hormonas... mala combinación?.
Supongo que sí. No veo rastro alguno de luz ni oigo motores. Lo mas probable, es que a no ser que nos estén persiguiendo a pie y sin luces, hayan optado por esperar a que amanezca para iniciar la persecución. Aunque para entonces, ya deberíamos estar muy lejos.
?Si pero lejos o cerca de donde?.
Pues lejos de allí y cerca de donde quiera que estemos.
Sigo caminando, mas atento al oído que a la vista, pero por lo que parece, los cultistas, el hombre del saco, los infectados, el trapero de mi pueblo, los muertos vivientes, la santa compaña y hasta el jodido chatarrero, han optado por tomarse la noche libre. Ojalá yo pudiera hacer lo mismo, ya que a pesar de la tensión, el sueño está empezando a hacer mella en mi.
?Amanecerá en menos de cinco horas. Si no vais a poder salir, puede que sea mas sensato esconderse y descansar hasta la noche de mañana?.
La idea es tentadora. Aunque para eso, tendríamos que encontrar pronto algún lugar en el que podamos escondernos y dormir. Centro mi atención en la operación de cambio de rueda, a la que ya no le queda demasiado para concluir. Nicolai, deja de apretar tuercas y se vuelve en una dirección, en la que yo solo distingo oscuridad.
- Disparos ? dice mientras cierra los ojos.
Yo no oigo nada, pero como me consta, que su oído es ahora mucho mas agudo que el mío, guardo silencio mientras escucho con atención. Creo captar lejanas detonaciones, pero llevo demasiado tiempo despierto y bien podría ser mi imaginación, jugándome una mala pasada.
- Gritos y disparos ? Nicolai se interrumpe antes de añadir -... y otra cosa.
Todos guardamos silencio, hasta que Sonia que en algún momento, debe de haberse despertado dice con una voz cargada de angustia:
- Se acerca.
?¿Crees que puede ser casualidad??.
Lo que sé, es que mi vida se ha convertido en una auténtica locura desde que me sacaron de mi cómoda reclusión en el loquero. Nicolai y ?Anestesia? no dicen nada, pero comienzan a afanarse por terminar el cambio de rueda, como si su pellejo, dependiera de ello. Lo que tal como están las cosas últimamente, bien puede ser cierto.
?Míralo por el lado bueno. Mejor a ellos que a nosotros?.
Claro.
?Además. Puede que los paletos consigan acabar con él... sea lo que sea?.
Y puede que si pones un dedo apuntando hacia el cielo, te caiga un donut en él, pero yo no apostaría por ello.
La rueda termina de ser cambiada y todos volvemos al interior del vehículo, hacia una seguridad que quizás sea mas un placebo que otra cosa, pero mas vale eso que nada. La pequeña, está ahora temblando mas que el colchón del fallecido ?follacamas? y gruesos goterones, surcan sus mejillas. Aunque no me gusta nada hacer esta pregunta, le levanto la barbilla, la miro a los ojos y le pregunto.
- ¿Qué es exactamente el chatarrero?.
Pero por toda respuesta, obtengo un incremento de los lloros y una severa mirada de la hematóloga que intenta ejercer funciones de madre postiza.
?Bueno, supongo que terminaremos por descubrirlo antes o después?.
Mejor que sea después.
El vehículo entra de nuevo en lo que parece un camino forestal venido a mas. Aunque aguzo la vista, no consigo distinguir nada mas allá de un par de metros por delante.
- Tenemos que encontrar algún lugar para escondernos y descansar ? le digo al conductor.
- ¿Pararnos? ? sin apartar la vista del camino añade -, ¿ahora?.
Su voz está tan cargada de incredulidad como de miedo y eso me hace preguntarme, que es lo que habrá oído exactamente, para que reaccione así.
- Estamos todos agotados ? digo mientras ahogo un bostezo -, sea lo que sea el tal chatarrero, no creo que pueda encontrarnos.
- No es un ? responde ?Nico? -, son varios.
?¿Por qué será, que los problemas casi nunca vienen solos?".
Supongo, que porque a los hijos de puta les gusta la compañia de sus semejantes.
?Anestesia? estira el cuello en nuestra dirección y comenta en voz baja.
- ¿No sería posible que se hubiesen matado entre sí?.
Nicolai no responde en el acto. Sigue conduciendo en segundo durante unos segundos. Como si estuviese pensando si decir algo o no. Finalmente dice sin apartar la vista de la oscuridad que nos precede.
- Sean lo que sean, acabaron con esos tipos en menos de un minuto.
- Eso no es tan difícil ? respondo intentando disipar un poco la tensión -. Eran realmente chapuceros.
- Suenan de un modo raro, pero no utilizan armas de fuego.
?Quizás usen armas con silenciador. O ballestas?.
Supongo que es una posibilidad.
- No los ha matado ? dice Sonia entre sollozos -. Les hace cosas.
Nicolai gira el todo terreno hacia la derecha de la pista y detiene lentamente el vehículo. Cuando este está definitivamente parado, se vuelve hacia mi y me pregunta:
- ¿Sigues pensando que es buena idea parar?.
Ante nosotros, veo una pequeña vivienda de dos plantas. Si conseguimos ocultar el vehículo, puede resultar un excelente refugio.
?Puede que demasiado bueno?.
- Sí ? respondo -, eso creo.
?Espero que no tengas que arrepentirte de esta decisión. Recuerda el famoso dicho de Never in a house?.
El arrepentimiento es para los culpables. Abro la portezuela del vehículo y salgo al exterior.
- Voy a inspeccionar la casa ? le digo a Nicolai que me mira con escasa convicción -, mirad si podéis ocultar el vehículo. De forma que no se vea desde ? añado -, pero que nos sea posible salir pitando si las cosas se ponen feas.
- ¿Acaso no están feas ahora? ? pregunta Nicolai con un tono de voz que no me gusta un pelo-
- Bueno, ya me entiendes ? respondo con una sonrisa bastante forzada -. Quiero decir, si se ponen feas de verdad.
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Korvec
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Capítulo XXIX
?Pero eso es por las drogas?.
-- Respuesta universal a casi cualquier problema relacionado con los jóvenes ?
Dicen que el café es un buen estimulante para mantenerte despierto. Peroel miedo tampoco se queda corto. Mientras me muevo sigilosamente hacia la puerta del chalet, siento un par de veces la tentación de volver a montar en el todo terreno y no parar hasta llegar a alguna parte o quedarnos sin combustible. Pero el huir sin saber hacia donde, corriendo como una gallina descabezada, tampoco es que sea un plan demasiado bueno.
?Este chalet es demasiado lujoso?.
El cabrón paranoico tiene toda la razón. Ahora que estoy casi en la entrada, veo que no se trata precisamente de ninguna casita rústica, sino mas bien de un chalet que no desentonaría en Marbella, lo cual choca frontalmente con lo inaccesible y solitario del lugar. Ya me imagino lo que costaría traer los materiales y edificar, en este lugar comunicado únicamente por un camino, que tiene mas de pista forestal que de carretera.
?Puede que sea la guarida de un artista que busque la soledad y la paz del campo?.
Bueno, por el momento, no oigo ladridos y eso siempre es buena señal. Por lo general, casi todo el que vive en un lugar como este, suele tener uno o mas chuchos que ladran cada vez que alguien se aproxima a sus dominios.
?Eso es buena señal. Puede que no haya nadie en el interior?.
Ojalá. Llego hasta la puerta principal. Está cerrada y no veo signos de que haya sido forzada. Supongo que eso es buena señal, ya que significa que el lugar no ha sido saqueado. Veo un par de cámaras de seguridad, pero no se mueven para seguirme lo que supongo que significa que o bien no están conectadas o no hay nadie despierto utilizándolas. Como no oigo sonido de ningún grupo electrógeno, supongo que no debe haber electricidad, así que ignorando el timbre, golpeo sonoramente la puerta.
?Avon llama a su puerta?.
Aguzo el oído, pero no oigo sonido alguno en el interior. Lo que puede significar o bien que se encuentra desocupada o que sus ocupantes están escondidos y aterrorizados en algún rincón.
?O que tienen el sueño muy pesado?.
Repito la operación, golpeando la puerta casi como si quisiera tirarla a tierra, pero sigo sin obtener respuesta alguna del interior.
?Creo que vas a tener que improvisar una entrada. ¿Puerta o ventana??.
La puerta parece resistente. Supongo que podría dispararle a la cerradura, pero creo que será mas fácil acceder por una ventana. Me aproximo a una de las del primer piso y golpeo con el cañón el cristal. Cojo la linterna con la mano izquierda y meto la derecha en la parte inferior de la persiana. La levanto y ilumino el interior. Veo muebles llenos de libros, sillas y un par de mesas. Nada inquietante para la vista, pero el hedor que le llega a mi nariz, es bastante mas preocupante. Dicen que una sonrisa, puede enmascarar mil pecados, pero dudo que cien ambientadores puedan enmascarar este tufo.
?Dentro hay cadáveres. La única pregunta, es si son de los que se mueven?.
Supongo que solo hay una forma de comprobarlo. Apago la linterna, dejo el fusil de asalto sosteniendo la persiana arriba y me cuelo en el interior. Recupero el arma, bajo la persiana de nuevo y enciendo la linterna. El lugar en efecto, parece algún tipo de sala de estudio o biblioteca.
?Puede que el dueño de esta choza fuese un escritor famoso?.
Por poder puede, pero ahora mismo eso es lo de menos. En el exterior, se apaga el ruido del motor, por lo que supongo que por fin habrán aparcado y ahora estarán camuflando el vehículo. Lo mejor será echar un vistazo rápido e ir a abrir la puerta. Con la linterna, no tardo en localizar la puerta de esta habitación, la abro y salgo a un alfombrado pasillo, que amortigua en gran medida el sonido de mis pisadas.
Después de reconocer un par de baños, un trastero y un amplio salón, no encuentro rastros de nadie ni vivo ni muerto.
?Sea lo que sea lo que apesta así, está en el piso de arriba?.
O en el sótano. Encuentro dos puertas cerradas con llave. Una metálica que sospecho lleva a un garaje y otra de seguridad que supongo conducirá al sótano.
?¿Quién necesita tanta seguridad para su sótano?. Ni la puerta de la calle está tan blindada?.
Tengo varias teorías al respecto, pero ahora mismo tengo cosas mas importantes de las que ocuparme. No tengo problemas para encontrar la puerta, pero pronto descubro que voy a necesitar una llave para poder abrirla, pero no tardo en encontrar un cajetín de llaves al lado de la puerta.
?¡Bingo!?.
Abro la puerta y veo a Nicolai y ?Anestesia? cargando con las bolsas y a Marta con la pequeña que tiembla entre sus brazos, de camino hacia aquí.
?Si entre esas llaves están las del garaje, puede que sea buena idea esconder dentro el todoterreno?.
Todo a su tiempo.
?Anestesia? que es el primero en llegar, arruga la nariz en cuanto llega junto a la entrada.
- Uf que peste ? dice mientras descarga las bolsas en el suelo - ¿se dejaron la nevera llena?.
- No creo ? respondo -. Esta planta es segura, permaneced aquí mientras compruebo la de arriba.
- ¿Quieres que te acompañe? ? se ofrece.
No vendría nada mal, mas iluminación.
- Claro ? respondo mientras le entrego la pistola que tomé prestada a perpetuidad -. No hay electricidad, por lo que habrá que buscar unas velas o lámparas.
- Arriba hay alguien ? dice Nicolai con una expresión que no me gusta un pelo.
?Está pensando en alimentarse. ¿Vas a impedírselo??.
Aun no sé que nos encontraremos. Pero cuanto mas se alimenta, menos me gusta en lo que se está transformando.
?Míralo por el lado bueno. Ya no oye voces en su cabeza y probablemente, ya no pierda el control si se encuentra rodeado de muertos vivientes. Sea lo que sea, lo que le está sucediendo, debe cambiar la sintonía de su cerebro?.
O simplemente ahora es mas fuerte y puede controlarlo.
?En cualquier caso es mucho mas útil ahora de lo que era antes?.
Puede que sea mas útil, pero uno no escoge a sus amigos en función de su utilidad. Lo que es un echo, es que cada vez me gusta menos el ser en el que se está convirtiendo y que echo de menos al que era antes.
?¿Confías en que el proceso sea reversible??.
Por lo que creí entender, se trata de una mezcla entre maldición y adicción.
?¿Pretendes encadenarlo hasta que se le pase el mono??.
Algo así.
?¿Y si ese proceso le mata??.
Marta enciende una linterna de grandes dimensiones que no sé de donde habrá sacado y ?Anestesia? se pone en la cabeza una de esas linternas manos libres, que parecen la evolución natural de los cascos de minero. Nicolai no toma elemento de iluminación alguno, pero obviamente, se dispone a subir con nosotros.
Empiezo a subir la escalera iluminando los peldaños con la linterna.
- Esto me recuerda ? comenta animadamente ?Anestesia? -, a las pantallas de carga del Resident Evil.
?Sí y como te encuentres un fiambre con ganas de morderte el culo, ya será la repanocha?.
Ni Nicolai ni yo respondemos al comentario. Supongo que yo temo lo que podamos encontrar, mientras que el vampiro que se ha adueñado del cuerpo de mi amigo, está mas interesado en ver si hay algo a lo que hincarle el diente.
?¿Crees que podrá alimentarse de infectados??.
No me parece algo muy prudente, pero quien sabe. Después de todo, no se gran cosa sobre el tema.
?Cuando la sed le apriete las tuercas de verdad ¿quién crees que será su primera víctima??.
Aunque eso es algo sobre lo que llevo tiempo evitando pensar, confieso que en el fondo es una posibilidad que no se me ha pasado en absoluto por alto.
?Puede que precisamente quisiera dejarte atrás porque sabe que está a punto de perder el control?.
La escalera se termina. Es hora de dejarse de peros y centrarse. El hedor es ahora realmente intenso. Algo se mueve en el fondo del pasillo, ilumino con el haz de la linterna. Los ojos del perro de aspecto mas triste y desnutrido que haya visto en mi vida, reflejan la luz.
- ¡ Joder ¡ ? exclamo ligeramente sobresaltado -, es un puto chucho.
?Por lo menos no está infectado?.
Ciertamente no parece agresivo, aunque tiene todo el aspecto de llevar varios días sin comer.
- ¡ Es un golden retriever ! ? ?Anestesia? parece encantado con el hallazgo canino -. ¡ Siempre quise tener uno ¡.
- El perro es mío ? dice Nicolai, con un tono de voz que deja a las claras, que no piensa discutirlo -. ¡Lo necesito!.
?Bueno, supongo que nadie llorará su pérdida?.
El animal nos mira con una mezcla de tristeza y resignación. No es que los perros me gusten un pelo, pero lo cierto es que este da cierta lástima.
- ¡ No vas a comerte a mi perro ! ? se opone ?Anestesia? -. Ni de coña.
?Esto va a acabar como el rosario de la aurora para alguien. ¿Quién es el mas prescindidle del grupo?.
Nicolai agarra a ?Anestesia? del cuello y lo levanta en vilo.
- Tú también me sirves.
Supongo que por fin hemos tocado fondo. Aunque nunca pensé que llegaríamos a esto por un jodido chucho. Golpeo la cabeza de Nicolai con la gran linterna, que por suerte resulta ser lo suficientemente sólida como para no dejarme a oscuras.
?¿Crees que podrás dejarle inconsciente?. La última vez que te enfrentaste a uno se regeneraba sin parar?.
Si, pero aquel acababa de alimentarse y Nicolai aun anda recuperándose de lo de anoche, si no me equivoco, ahora es vulnerable hasta que consiga alimentarse en condiciones.
?Mas te vale estar en lo cierto. ¡ Dale!, ¡ahora o nunca!?.
No cae al primer golpe. Suelta a ?Anestesia? y se vuelve hacia mi con una mirada heladora.
?¡La jodiste!?.
Puede que solo sea cuestión de darle mas y mas fuerte. Así que antes de que pueda reaccionar, le golpeo con todas mis fuerzas. La linterna si se apaga esta vez, pero por suerte, Nicolai se derrumba en el suelo.
?Ya no las fabrican como antes?.
Supongo que no. Aunque será mejor encontrar algo resistente con lo que atarle y pronto.
?Sigo pensando que no es muy prudente incapacitar al conductor tal como están las cosas?.
Tampoco es que haya tenido mucha elección al respecto. Ayudo a ?Anestesia? a ponerse en pie. Ahora la suya es la única luz.
- Tenemos que encontrar algo para atarle ? le digo al aturdido joven -, antes de que se despierte.
- ¿Qué es lo que le pasa? ? la voz de ?Anestesia? esta llena de incredulidad -. ¡Iba a matarme!.
- Se le pasará ? afirmo con mas esperanza que convicción -. Pero tenemos que inmovilizarle.
?En el trastero de la planta inferior había cordino de escalada. Quizás de 5 o 7 mm.?.
Eso servirá. Podría enviar a ?Anestesia? a por él, mientras termino de revisar la planta, pero eso me dejaría a oscuras. Por suerte, Marta aparece al fondo de las escaleras con su linterna.
- ¿Qué ha sido ese ruido? ? pregunta alarmada la hematóloga -. ¿Y Nicolai?.
- Ah sufrido una crisis nerviosa ? le miento -. Será mejor que traigas una cuerda para inmovilizarle, hay una de escalada en un trastero.
- ¿Una crisis?.
?Me temo, que tú credibilidad, no pasa por su mejor momento?.
- Será mejor que vayas a por la cuerda ? insisto -. Antes de que se despierte y se le antoje merendarse a otro de nosotros.
Eso parece funcionar y la doctora de buenas domingas desaparece en dirección al piso inferior, confió que en busca del cordino.
?¿Buscamos una estaca y una maza por si acaso??.
Ignorando al cabrón paranoico, me vuelvo hacia ?Anestesia?.
- Será mejor que terminemos de asegurar la planta. Sospecho Esparqui, no ha llegado aquí por sus propios medios.
- ¿Crees que tendrá dueño?.
- O eso ? respondo -, o sabe abrir y cerrar puertas con llave.
Comprobamos la primera puerta, que resulta ser una cocina. Aunque en ella encontramos comida en distintos grados de putrefacción, sé por experiencia, que no es este el origen del asfixiante hedor.
La siguiente puerta, resulta ser otro cuarto de baño.
?Esto empieza a parecer Villameona. Si quieres una sugerencia, comprueba la puerta frente a la que anda tumbado pulgoso?.
Supongo que eso tiene su lógica. Avanzamos hacia el fondo del pasillo, ignorando las puertas cerradas y sin demasiadas ceremonias, abrimos la puerta. Esparqui emite un lastimero sonido mientras la linterna de ?Anestesia? enfoca al origen del hedor a carne putrefacta. Sobre una cama, yace el cadáver de un tipo que se ha volado los sesos, gran parte de los cuales, ya resecos, siguen pegoteados en la pared que se encuentra a su espalda.
- Bueno ? dice ?Anestesia? -, supongo que eso significa, que puedo quedarme con el perro.
?Te dije que al final, terminarías cargando también con un chucho?.
- ¡Mierda?.
Bueno. Supongo que después de todo, la cosa ya no puede empeorar mucho mas.
?Pero eso es por las drogas?.
-- Respuesta universal a casi cualquier problema relacionado con los jóvenes ?
Dicen que el café es un buen estimulante para mantenerte despierto. Peroel miedo tampoco se queda corto. Mientras me muevo sigilosamente hacia la puerta del chalet, siento un par de veces la tentación de volver a montar en el todo terreno y no parar hasta llegar a alguna parte o quedarnos sin combustible. Pero el huir sin saber hacia donde, corriendo como una gallina descabezada, tampoco es que sea un plan demasiado bueno.
?Este chalet es demasiado lujoso?.
El cabrón paranoico tiene toda la razón. Ahora que estoy casi en la entrada, veo que no se trata precisamente de ninguna casita rústica, sino mas bien de un chalet que no desentonaría en Marbella, lo cual choca frontalmente con lo inaccesible y solitario del lugar. Ya me imagino lo que costaría traer los materiales y edificar, en este lugar comunicado únicamente por un camino, que tiene mas de pista forestal que de carretera.
?Puede que sea la guarida de un artista que busque la soledad y la paz del campo?.
Bueno, por el momento, no oigo ladridos y eso siempre es buena señal. Por lo general, casi todo el que vive en un lugar como este, suele tener uno o mas chuchos que ladran cada vez que alguien se aproxima a sus dominios.
?Eso es buena señal. Puede que no haya nadie en el interior?.
Ojalá. Llego hasta la puerta principal. Está cerrada y no veo signos de que haya sido forzada. Supongo que eso es buena señal, ya que significa que el lugar no ha sido saqueado. Veo un par de cámaras de seguridad, pero no se mueven para seguirme lo que supongo que significa que o bien no están conectadas o no hay nadie despierto utilizándolas. Como no oigo sonido de ningún grupo electrógeno, supongo que no debe haber electricidad, así que ignorando el timbre, golpeo sonoramente la puerta.
?Avon llama a su puerta?.
Aguzo el oído, pero no oigo sonido alguno en el interior. Lo que puede significar o bien que se encuentra desocupada o que sus ocupantes están escondidos y aterrorizados en algún rincón.
?O que tienen el sueño muy pesado?.
Repito la operación, golpeando la puerta casi como si quisiera tirarla a tierra, pero sigo sin obtener respuesta alguna del interior.
?Creo que vas a tener que improvisar una entrada. ¿Puerta o ventana??.
La puerta parece resistente. Supongo que podría dispararle a la cerradura, pero creo que será mas fácil acceder por una ventana. Me aproximo a una de las del primer piso y golpeo con el cañón el cristal. Cojo la linterna con la mano izquierda y meto la derecha en la parte inferior de la persiana. La levanto y ilumino el interior. Veo muebles llenos de libros, sillas y un par de mesas. Nada inquietante para la vista, pero el hedor que le llega a mi nariz, es bastante mas preocupante. Dicen que una sonrisa, puede enmascarar mil pecados, pero dudo que cien ambientadores puedan enmascarar este tufo.
?Dentro hay cadáveres. La única pregunta, es si son de los que se mueven?.
Supongo que solo hay una forma de comprobarlo. Apago la linterna, dejo el fusil de asalto sosteniendo la persiana arriba y me cuelo en el interior. Recupero el arma, bajo la persiana de nuevo y enciendo la linterna. El lugar en efecto, parece algún tipo de sala de estudio o biblioteca.
?Puede que el dueño de esta choza fuese un escritor famoso?.
Por poder puede, pero ahora mismo eso es lo de menos. En el exterior, se apaga el ruido del motor, por lo que supongo que por fin habrán aparcado y ahora estarán camuflando el vehículo. Lo mejor será echar un vistazo rápido e ir a abrir la puerta. Con la linterna, no tardo en localizar la puerta de esta habitación, la abro y salgo a un alfombrado pasillo, que amortigua en gran medida el sonido de mis pisadas.
Después de reconocer un par de baños, un trastero y un amplio salón, no encuentro rastros de nadie ni vivo ni muerto.
?Sea lo que sea lo que apesta así, está en el piso de arriba?.
O en el sótano. Encuentro dos puertas cerradas con llave. Una metálica que sospecho lleva a un garaje y otra de seguridad que supongo conducirá al sótano.
?¿Quién necesita tanta seguridad para su sótano?. Ni la puerta de la calle está tan blindada?.
Tengo varias teorías al respecto, pero ahora mismo tengo cosas mas importantes de las que ocuparme. No tengo problemas para encontrar la puerta, pero pronto descubro que voy a necesitar una llave para poder abrirla, pero no tardo en encontrar un cajetín de llaves al lado de la puerta.
?¡Bingo!?.
Abro la puerta y veo a Nicolai y ?Anestesia? cargando con las bolsas y a Marta con la pequeña que tiembla entre sus brazos, de camino hacia aquí.
?Si entre esas llaves están las del garaje, puede que sea buena idea esconder dentro el todoterreno?.
Todo a su tiempo.
?Anestesia? que es el primero en llegar, arruga la nariz en cuanto llega junto a la entrada.
- Uf que peste ? dice mientras descarga las bolsas en el suelo - ¿se dejaron la nevera llena?.
- No creo ? respondo -. Esta planta es segura, permaneced aquí mientras compruebo la de arriba.
- ¿Quieres que te acompañe? ? se ofrece.
No vendría nada mal, mas iluminación.
- Claro ? respondo mientras le entrego la pistola que tomé prestada a perpetuidad -. No hay electricidad, por lo que habrá que buscar unas velas o lámparas.
- Arriba hay alguien ? dice Nicolai con una expresión que no me gusta un pelo.
?Está pensando en alimentarse. ¿Vas a impedírselo??.
Aun no sé que nos encontraremos. Pero cuanto mas se alimenta, menos me gusta en lo que se está transformando.
?Míralo por el lado bueno. Ya no oye voces en su cabeza y probablemente, ya no pierda el control si se encuentra rodeado de muertos vivientes. Sea lo que sea, lo que le está sucediendo, debe cambiar la sintonía de su cerebro?.
O simplemente ahora es mas fuerte y puede controlarlo.
?En cualquier caso es mucho mas útil ahora de lo que era antes?.
Puede que sea mas útil, pero uno no escoge a sus amigos en función de su utilidad. Lo que es un echo, es que cada vez me gusta menos el ser en el que se está convirtiendo y que echo de menos al que era antes.
?¿Confías en que el proceso sea reversible??.
Por lo que creí entender, se trata de una mezcla entre maldición y adicción.
?¿Pretendes encadenarlo hasta que se le pase el mono??.
Algo así.
?¿Y si ese proceso le mata??.
Marta enciende una linterna de grandes dimensiones que no sé de donde habrá sacado y ?Anestesia? se pone en la cabeza una de esas linternas manos libres, que parecen la evolución natural de los cascos de minero. Nicolai no toma elemento de iluminación alguno, pero obviamente, se dispone a subir con nosotros.
Empiezo a subir la escalera iluminando los peldaños con la linterna.
- Esto me recuerda ? comenta animadamente ?Anestesia? -, a las pantallas de carga del Resident Evil.
?Sí y como te encuentres un fiambre con ganas de morderte el culo, ya será la repanocha?.
Ni Nicolai ni yo respondemos al comentario. Supongo que yo temo lo que podamos encontrar, mientras que el vampiro que se ha adueñado del cuerpo de mi amigo, está mas interesado en ver si hay algo a lo que hincarle el diente.
?¿Crees que podrá alimentarse de infectados??.
No me parece algo muy prudente, pero quien sabe. Después de todo, no se gran cosa sobre el tema.
?Cuando la sed le apriete las tuercas de verdad ¿quién crees que será su primera víctima??.
Aunque eso es algo sobre lo que llevo tiempo evitando pensar, confieso que en el fondo es una posibilidad que no se me ha pasado en absoluto por alto.
?Puede que precisamente quisiera dejarte atrás porque sabe que está a punto de perder el control?.
La escalera se termina. Es hora de dejarse de peros y centrarse. El hedor es ahora realmente intenso. Algo se mueve en el fondo del pasillo, ilumino con el haz de la linterna. Los ojos del perro de aspecto mas triste y desnutrido que haya visto en mi vida, reflejan la luz.
- ¡ Joder ¡ ? exclamo ligeramente sobresaltado -, es un puto chucho.
?Por lo menos no está infectado?.
Ciertamente no parece agresivo, aunque tiene todo el aspecto de llevar varios días sin comer.
- ¡ Es un golden retriever ! ? ?Anestesia? parece encantado con el hallazgo canino -. ¡ Siempre quise tener uno ¡.
- El perro es mío ? dice Nicolai, con un tono de voz que deja a las claras, que no piensa discutirlo -. ¡Lo necesito!.
?Bueno, supongo que nadie llorará su pérdida?.
El animal nos mira con una mezcla de tristeza y resignación. No es que los perros me gusten un pelo, pero lo cierto es que este da cierta lástima.
- ¡ No vas a comerte a mi perro ! ? se opone ?Anestesia? -. Ni de coña.
?Esto va a acabar como el rosario de la aurora para alguien. ¿Quién es el mas prescindidle del grupo?.
Nicolai agarra a ?Anestesia? del cuello y lo levanta en vilo.
- Tú también me sirves.
Supongo que por fin hemos tocado fondo. Aunque nunca pensé que llegaríamos a esto por un jodido chucho. Golpeo la cabeza de Nicolai con la gran linterna, que por suerte resulta ser lo suficientemente sólida como para no dejarme a oscuras.
?¿Crees que podrás dejarle inconsciente?. La última vez que te enfrentaste a uno se regeneraba sin parar?.
Si, pero aquel acababa de alimentarse y Nicolai aun anda recuperándose de lo de anoche, si no me equivoco, ahora es vulnerable hasta que consiga alimentarse en condiciones.
?Mas te vale estar en lo cierto. ¡ Dale!, ¡ahora o nunca!?.
No cae al primer golpe. Suelta a ?Anestesia? y se vuelve hacia mi con una mirada heladora.
?¡La jodiste!?.
Puede que solo sea cuestión de darle mas y mas fuerte. Así que antes de que pueda reaccionar, le golpeo con todas mis fuerzas. La linterna si se apaga esta vez, pero por suerte, Nicolai se derrumba en el suelo.
?Ya no las fabrican como antes?.
Supongo que no. Aunque será mejor encontrar algo resistente con lo que atarle y pronto.
?Sigo pensando que no es muy prudente incapacitar al conductor tal como están las cosas?.
Tampoco es que haya tenido mucha elección al respecto. Ayudo a ?Anestesia? a ponerse en pie. Ahora la suya es la única luz.
- Tenemos que encontrar algo para atarle ? le digo al aturdido joven -, antes de que se despierte.
- ¿Qué es lo que le pasa? ? la voz de ?Anestesia? esta llena de incredulidad -. ¡Iba a matarme!.
- Se le pasará ? afirmo con mas esperanza que convicción -. Pero tenemos que inmovilizarle.
?En el trastero de la planta inferior había cordino de escalada. Quizás de 5 o 7 mm.?.
Eso servirá. Podría enviar a ?Anestesia? a por él, mientras termino de revisar la planta, pero eso me dejaría a oscuras. Por suerte, Marta aparece al fondo de las escaleras con su linterna.
- ¿Qué ha sido ese ruido? ? pregunta alarmada la hematóloga -. ¿Y Nicolai?.
- Ah sufrido una crisis nerviosa ? le miento -. Será mejor que traigas una cuerda para inmovilizarle, hay una de escalada en un trastero.
- ¿Una crisis?.
?Me temo, que tú credibilidad, no pasa por su mejor momento?.
- Será mejor que vayas a por la cuerda ? insisto -. Antes de que se despierte y se le antoje merendarse a otro de nosotros.
Eso parece funcionar y la doctora de buenas domingas desaparece en dirección al piso inferior, confió que en busca del cordino.
?¿Buscamos una estaca y una maza por si acaso??.
Ignorando al cabrón paranoico, me vuelvo hacia ?Anestesia?.
- Será mejor que terminemos de asegurar la planta. Sospecho Esparqui, no ha llegado aquí por sus propios medios.
- ¿Crees que tendrá dueño?.
- O eso ? respondo -, o sabe abrir y cerrar puertas con llave.
Comprobamos la primera puerta, que resulta ser una cocina. Aunque en ella encontramos comida en distintos grados de putrefacción, sé por experiencia, que no es este el origen del asfixiante hedor.
La siguiente puerta, resulta ser otro cuarto de baño.
?Esto empieza a parecer Villameona. Si quieres una sugerencia, comprueba la puerta frente a la que anda tumbado pulgoso?.
Supongo que eso tiene su lógica. Avanzamos hacia el fondo del pasillo, ignorando las puertas cerradas y sin demasiadas ceremonias, abrimos la puerta. Esparqui emite un lastimero sonido mientras la linterna de ?Anestesia? enfoca al origen del hedor a carne putrefacta. Sobre una cama, yace el cadáver de un tipo que se ha volado los sesos, gran parte de los cuales, ya resecos, siguen pegoteados en la pared que se encuentra a su espalda.
- Bueno ? dice ?Anestesia? -, supongo que eso significa, que puedo quedarme con el perro.
?Te dije que al final, terminarías cargando también con un chucho?.
- ¡Mierda?.
Bueno. Supongo que después de todo, la cosa ya no puede empeorar mucho mas.
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
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Korvec
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Capítulo XXX
?Un guerrero de verdad, no necesita esperanza. Solo el que tiene a algo o a alguien esperando su regreso, necesita esperanza en la victoria. Un guerrero de verdad, simplemente pelea por el placer de pelear, sin preocuparse de si es posible obtener la victoria?.
-- Anónimo Maestro de artes marciales ?
El que más y el que menos, ha oído la expresión ?la paz que precede a la tormenta?. Ignoro si se avecina una tormenta, pero siento una inquietud en mi interior, que me impide conciliar el sueño a pesar de lo cansado que estoy.
La situación, parece mas o menos controlada. En cuestión de unos minutos, nos ocupamos de las prioridades. La primera, fue instalar al inconsciente Nicolai en una cama y amarrarlo con el cordino. Luego, envolver el cadáver del tipo que se había saltado los fusibles y trasladarlo al exterior, donde puede que mañana lo enterremos. Después de terminar de registrar el piso superior, decidimos dejar para mañana el registro del garaje y el sótano. ?Anestesia? se llevó a Espaqui a la cocina, con la intención de hacerle comer y beber algo, mientras Marta, se acostó junto a la pequeña en un sillón del amplio comedor. Aunque hay un par de habitaciones libres, ninguna de las dos quiere dormir en el piso superior. Como yo no soy tan melindroso, arrastré un colchón hasta la habitación de invitados donde hemos amarrado a Nicolai y me he acostado cerca de él.
?Dejas que el cansancio te vuelva negligente?.
Supongo que es cierto. De no estar tan agotado, hubiera registrado como mínimo el garaje. Pero la posibilidad de que haya alguien oculto en él, capaz de abrir la puerta, me parece muy remota. En cuanto al sótano. Probablemente albergue algo relacionado con el tráfico de drogas. Junto al putrefacto cadáver, encontré la foto de una mujer y dos niños. Probablemente la familia del suicida y aunque no dije nada, en la mesita de noche, llegue a ver fugazmente, lo que parecía una bolsita de polvo blanco.
?Los dos sabemos que es lo que te quita el sueño?.
En parte el tener a Nicolai atado y amordazado a escasos metros.
?Eso te inquieta. Pero lo que realmente te asusta, es lo que sabes que encontrarás en el garage... o puede que en el sótano?.
De alguna forma, sé que encontraré a tres muertos vivientes. A una mujer y a dos niños.
?¿Pero no sabes como has llegado a esa conclusión??.
Es una corazonada.
?El tipo se suicidó pero en lugar de dejar una nota, se llevó una fotografía. Eso te indica, que ellos están muertos. Lo que sospechas, es que quizás los niños se infectasen. Decidió mantenerlos encerrados hasta que se encontrase una cura, pero de alguna forma, ellos infectaron también a la madre. Así que, cuando lo vio todo perdido, subió hasta aquí, se preparó una super raya y se saltó los sesos?.
Bueno, se me ocurren varias variantes de esa historia. Puede que los matase antes de suicidarse, pero en cualquier caso, mi estómago me dice, que encontraré, algo que no me va a gustar encontrar.
?¿Qué crees que será el chatarrero??.
Algún puto psicópata chiflado, que controla a una horda de muertos vivientes. Nada que no hayamos visto antes en sus diversas variantes. Nada de lo que no pueda ocuparme.
?¿Entonces porque le tienes miedo??.
No le tengo miedo. ¿Habría parado aquí si le temiese?.
?A mi no puedes engañarme. Una persona normal, huye de lo que teme. Tú, sufres una morbosa curiosidad por aquello capaz de asustarte. Como los tipos que no paran de hurgarse una herida, que se curaría sola si la dejasen en paz?.
Claro. Lo que tú digas.
?Una parte de ti, quiere salir huyendo, pero otra, se muere de ganas de saber lo que es?.
Déjame dormir.
?¿Para que?. En el sueño solo te esperan mas pesadillas. ¿Echas de menos la medicación??.
Me levanto del colchón y enciendo una gran linterna, que Marta encontró en el trastero, junto al cordino. La cabeza de Chanquete, que descansa sobre la mesilla de noche, me observa silenciosamente. Aunque lleva puestas unas gafas de sol, sé que sus ojos están fijos en mi.
- Ya falta menos ? le digo.
La expresión de la cabeza no varia. Aunque supongo que eso es algo normal una vez dejas de estar entre los vivos. Dirijo esta vez la luz hacia Nicolai. El joven se encuentra cubierto de un extraño sudor espeso y sus ojos parecen a punto de salirse de las órbitas, pero por lo demás, nada parece fuera de lugar.
?Por suerte, ataste el cordino al somier metálico, porque lo que es la cama de madera, no parece muy resistente?.
Tampoco estaba seguro de que el cordino resitiese. Por suerte, parece estar muy debilitado.
?¿Aun piensas que su estado puede ser reversible??.
Eso espero. Después de todo, no está sudando sangre.
?¿Y si tenemos que salir huyendo?. ¿Qué se supone que harás con él??.
Me preocupare de ello si llega a suceder?.
?¿Le abandonarás a su suerte?, ¿le matarás??.
Puede que por la mañana se encuentre mejor.
Salgo de la habitación y me dirijo hacia la cocina. Alumbrado por media docena de velas, encuentro a ?Anestesia? aun despierto, acariciando la cabeza de Esparqui, que pese a su famélico aspecto, no parece tener demasiado interés en el agua y comida que tiene frente a él.
?Los perros pueden tener muchos defectos, pero ellos no juzgan a sus dueños. Su amo probablemente fuese un puerco narcotraficante, pero para esparqui, era el ser mas maravilloso de este mundo?.
- ¿Sigue sin comer? ? pregunto con fingido interés a ?Anestesia? -. Si sigue así, no creo que dure mucho.
- Comerá ? responde ?Anestesia? sin el menor amago de sueño o cansancio -, aun no se ha hecho a la idea de que la vida sigue, pero lo hará. ¿Cómo sigue ?Nico??.
- Descansando.
- ¿Crees que volverá?... ? vacila como buscando las palabras correctas -, ya sabes... a ser el de antes.
- Eso espero.
Se produce un incómodo silencio. Quizás para ponerle fin, ?Anestesia? pone sobre la mesa, un pequeño aparato de radio.
- ¿Crees que es buena idea ponerla?.
- Bueno ? accedo -, pero no le des mucho volumen.
?Anestesia? mueve el dial captando solamente estática, luego un par de emisoras de música. Al parecer, o la recepción es realmente mala, o estan cascando casi todas las pequeñas emisoras. Al cabo de un rato, conseguimos sintonizar una voz, que parece retransmitir noticias.
?Otras tres grandes ciudades, han sido perdidas por la contaminación del agua. Consuman solamente agua embotellada o háganla hervir antes de su utilización?.
- Están infectando el agua ? el joven parece sorprendido -. ¡Eso es monstruoso!, es un genocidio indiscriminado.
Algo me dice, que el agua embotellada, tampoco debe ser un recurso demasiado abundante. No me cuesta imaginar, el caos de una ciudad repleta de tipos infectados por beber o cocinar con agua del grifo. Supongo que el gas también será pronto un bien escaso y la gente tendrá que ingeniárselas para hacer hervir el agua.
?Seguro que mas de uno está haciendo su agosto en el mercado negro, vendiendo botellas de agua mineral?.
El pequeño aparato de radio, continua vomitando noticias:
?El aumento de bandas de saqueadores, que pertrechados con trajes y equipos militares, se dedican a asaltar a los viajeros, incrementa la ...?.
Muevo el dial del aparato de radio, hasta dejarlo en una de las emisoras musicales.
- Así está mejor ? digo mientras me levanto -. Sí, mucho mejor.
?Anestesia? no dice nada, pero Esparqui, dedica unos tímidos lametones al cacharro lleno de agua que se encuentra frente a él.
- ¡Mira! ? exclama ?Anestesia? -. ¡Está bebiendo!.
- Ya veo.
- ¡ Por fin las cosas empiezan a mejorar!.
?La esperanza mora donde cada cual quiera encontrarla?.
Supongo que sí. Me doy la vuelta y vuelvo al pasillo. Después de dedicarle otro vistazo a Nicolai, me tiendo en el colchón. Esta vez, estoy seguro de que conseguiré conciliar el sueño.
?Un guerrero de verdad, no necesita esperanza. Solo el que tiene a algo o a alguien esperando su regreso, necesita esperanza en la victoria. Un guerrero de verdad, simplemente pelea por el placer de pelear, sin preocuparse de si es posible obtener la victoria?.
-- Anónimo Maestro de artes marciales ?
El que más y el que menos, ha oído la expresión ?la paz que precede a la tormenta?. Ignoro si se avecina una tormenta, pero siento una inquietud en mi interior, que me impide conciliar el sueño a pesar de lo cansado que estoy.
La situación, parece mas o menos controlada. En cuestión de unos minutos, nos ocupamos de las prioridades. La primera, fue instalar al inconsciente Nicolai en una cama y amarrarlo con el cordino. Luego, envolver el cadáver del tipo que se había saltado los fusibles y trasladarlo al exterior, donde puede que mañana lo enterremos. Después de terminar de registrar el piso superior, decidimos dejar para mañana el registro del garaje y el sótano. ?Anestesia? se llevó a Espaqui a la cocina, con la intención de hacerle comer y beber algo, mientras Marta, se acostó junto a la pequeña en un sillón del amplio comedor. Aunque hay un par de habitaciones libres, ninguna de las dos quiere dormir en el piso superior. Como yo no soy tan melindroso, arrastré un colchón hasta la habitación de invitados donde hemos amarrado a Nicolai y me he acostado cerca de él.
?Dejas que el cansancio te vuelva negligente?.
Supongo que es cierto. De no estar tan agotado, hubiera registrado como mínimo el garaje. Pero la posibilidad de que haya alguien oculto en él, capaz de abrir la puerta, me parece muy remota. En cuanto al sótano. Probablemente albergue algo relacionado con el tráfico de drogas. Junto al putrefacto cadáver, encontré la foto de una mujer y dos niños. Probablemente la familia del suicida y aunque no dije nada, en la mesita de noche, llegue a ver fugazmente, lo que parecía una bolsita de polvo blanco.
?Los dos sabemos que es lo que te quita el sueño?.
En parte el tener a Nicolai atado y amordazado a escasos metros.
?Eso te inquieta. Pero lo que realmente te asusta, es lo que sabes que encontrarás en el garage... o puede que en el sótano?.
De alguna forma, sé que encontraré a tres muertos vivientes. A una mujer y a dos niños.
?¿Pero no sabes como has llegado a esa conclusión??.
Es una corazonada.
?El tipo se suicidó pero en lugar de dejar una nota, se llevó una fotografía. Eso te indica, que ellos están muertos. Lo que sospechas, es que quizás los niños se infectasen. Decidió mantenerlos encerrados hasta que se encontrase una cura, pero de alguna forma, ellos infectaron también a la madre. Así que, cuando lo vio todo perdido, subió hasta aquí, se preparó una super raya y se saltó los sesos?.
Bueno, se me ocurren varias variantes de esa historia. Puede que los matase antes de suicidarse, pero en cualquier caso, mi estómago me dice, que encontraré, algo que no me va a gustar encontrar.
?¿Qué crees que será el chatarrero??.
Algún puto psicópata chiflado, que controla a una horda de muertos vivientes. Nada que no hayamos visto antes en sus diversas variantes. Nada de lo que no pueda ocuparme.
?¿Entonces porque le tienes miedo??.
No le tengo miedo. ¿Habría parado aquí si le temiese?.
?A mi no puedes engañarme. Una persona normal, huye de lo que teme. Tú, sufres una morbosa curiosidad por aquello capaz de asustarte. Como los tipos que no paran de hurgarse una herida, que se curaría sola si la dejasen en paz?.
Claro. Lo que tú digas.
?Una parte de ti, quiere salir huyendo, pero otra, se muere de ganas de saber lo que es?.
Déjame dormir.
?¿Para que?. En el sueño solo te esperan mas pesadillas. ¿Echas de menos la medicación??.
Me levanto del colchón y enciendo una gran linterna, que Marta encontró en el trastero, junto al cordino. La cabeza de Chanquete, que descansa sobre la mesilla de noche, me observa silenciosamente. Aunque lleva puestas unas gafas de sol, sé que sus ojos están fijos en mi.
- Ya falta menos ? le digo.
La expresión de la cabeza no varia. Aunque supongo que eso es algo normal una vez dejas de estar entre los vivos. Dirijo esta vez la luz hacia Nicolai. El joven se encuentra cubierto de un extraño sudor espeso y sus ojos parecen a punto de salirse de las órbitas, pero por lo demás, nada parece fuera de lugar.
?Por suerte, ataste el cordino al somier metálico, porque lo que es la cama de madera, no parece muy resistente?.
Tampoco estaba seguro de que el cordino resitiese. Por suerte, parece estar muy debilitado.
?¿Aun piensas que su estado puede ser reversible??.
Eso espero. Después de todo, no está sudando sangre.
?¿Y si tenemos que salir huyendo?. ¿Qué se supone que harás con él??.
Me preocupare de ello si llega a suceder?.
?¿Le abandonarás a su suerte?, ¿le matarás??.
Puede que por la mañana se encuentre mejor.
Salgo de la habitación y me dirijo hacia la cocina. Alumbrado por media docena de velas, encuentro a ?Anestesia? aun despierto, acariciando la cabeza de Esparqui, que pese a su famélico aspecto, no parece tener demasiado interés en el agua y comida que tiene frente a él.
?Los perros pueden tener muchos defectos, pero ellos no juzgan a sus dueños. Su amo probablemente fuese un puerco narcotraficante, pero para esparqui, era el ser mas maravilloso de este mundo?.
- ¿Sigue sin comer? ? pregunto con fingido interés a ?Anestesia? -. Si sigue así, no creo que dure mucho.
- Comerá ? responde ?Anestesia? sin el menor amago de sueño o cansancio -, aun no se ha hecho a la idea de que la vida sigue, pero lo hará. ¿Cómo sigue ?Nico??.
- Descansando.
- ¿Crees que volverá?... ? vacila como buscando las palabras correctas -, ya sabes... a ser el de antes.
- Eso espero.
Se produce un incómodo silencio. Quizás para ponerle fin, ?Anestesia? pone sobre la mesa, un pequeño aparato de radio.
- ¿Crees que es buena idea ponerla?.
- Bueno ? accedo -, pero no le des mucho volumen.
?Anestesia? mueve el dial captando solamente estática, luego un par de emisoras de música. Al parecer, o la recepción es realmente mala, o estan cascando casi todas las pequeñas emisoras. Al cabo de un rato, conseguimos sintonizar una voz, que parece retransmitir noticias.
?Otras tres grandes ciudades, han sido perdidas por la contaminación del agua. Consuman solamente agua embotellada o háganla hervir antes de su utilización?.
- Están infectando el agua ? el joven parece sorprendido -. ¡Eso es monstruoso!, es un genocidio indiscriminado.
Algo me dice, que el agua embotellada, tampoco debe ser un recurso demasiado abundante. No me cuesta imaginar, el caos de una ciudad repleta de tipos infectados por beber o cocinar con agua del grifo. Supongo que el gas también será pronto un bien escaso y la gente tendrá que ingeniárselas para hacer hervir el agua.
?Seguro que mas de uno está haciendo su agosto en el mercado negro, vendiendo botellas de agua mineral?.
El pequeño aparato de radio, continua vomitando noticias:
?El aumento de bandas de saqueadores, que pertrechados con trajes y equipos militares, se dedican a asaltar a los viajeros, incrementa la ...?.
Muevo el dial del aparato de radio, hasta dejarlo en una de las emisoras musicales.
- Así está mejor ? digo mientras me levanto -. Sí, mucho mejor.
?Anestesia? no dice nada, pero Esparqui, dedica unos tímidos lametones al cacharro lleno de agua que se encuentra frente a él.
- ¡Mira! ? exclama ?Anestesia? -. ¡Está bebiendo!.
- Ya veo.
- ¡ Por fin las cosas empiezan a mejorar!.
?La esperanza mora donde cada cual quiera encontrarla?.
Supongo que sí. Me doy la vuelta y vuelvo al pasillo. Después de dedicarle otro vistazo a Nicolai, me tiendo en el colchón. Esta vez, estoy seguro de que conseguiré conciliar el sueño.
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
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