El Camino de la Cabra II "De Perdidos al rio"

[Korvec]

Prologo



Hace apenas cuatro días, pensaba que el mundo tal y como lo conocemos, se había vuelto loco. Ahora, sé que agoniza.
Cuatro días. Parece Supongo que no es mucho tiempo en la vida de una persona, pero a mi ahora mismo me parecen una eternidad. En ese tiempo, he adquirido conocimientos. Quizás sobre demasiadas cosas. Como el hombre que sabe de que enfermedad se está muriendo, pero es incapaz de hacer nada por evitarlo. Esos conocimientos, no han sido gratuitos. Si la mitología afirma que Odín, perdió uno de sus ojos a cambio de la sabiduría, yo he perdido amigos y ganado enemigos.

Mis enemigos, no son tipos corrientes. Por un lado, soy le objetivo prioritario de un extraño culto global, que sin duda está relacionado con la plaga que asola el mundo. Ellos quieren finiquitar a la humanidad y aunque parezca una locura, no les falta seguidores, aunque supongo que es normal que la gente se agarre a un clavo ardiendo dadas las circunstancias. Por el otro, están ?Los otros?. Supongo que tendrán algún nombre y que tras ellos estará alguna gran corporación con dinero, influencias y poder. Sospecho que ellos tienen algo que ver con el origen de esta plaga que convierte a las personas en monstruos sedientos de sangre, que incluso vuelven a alzarse para devorar a los vivos una vez muertos, aunque teniendo en cuenta las consecuencias de sus actos, no me sorprende lo mas mínimo que nadie pueda nunca llegar a relacionarles con ello.

Unos buscan propagar esa infección y otros detenerla y yo estoy justo en medio. ¿El motivo?. No tengo ni idea. Pero ?El culto? me quiere quitar de en medio y ?Los otros? suponen que eso significa, que yo soy una pieza clave para detener la infección. En resumidas cuentas, unos me quieren muerto por motivos desconocidos y los otros quieren despiezarme para investigar mis órganos (preferentemente mi privilegiado cerebro) para buscar en él la panacea que les ayude a solucionar, el lió que probablemente ellos han provocado.

Por descontado, no terminan aquí las revelaciones de mi? ?viaje iniciatico?. Ahora sé, que los vampiros existen y que yo no estoy loco.

?¿Estas seguro de eso??.

Bueno, no estoy loco en ese sentido. En cualquier caso, sé que los vampiros existen, porque Nicolai, mi mejor amigo, de echo, uno de los pocos que aun siguen con vida, ha resultado ser uno. ¿Cambia eso las cosas?. ¿Es peor ser un vampiro, que un asesino de niños por muy gritones y pesados que estos fuesen?.

Supongo que no.

Cuatro ojos, permanecen fijos en mi. Dos de ellos pertenecen a un no muerto, si es que realmente eso es lo que son los vampiros, los otros dos a un muerto viviente. ¿Siguen en vigor las promesas que se hacen cuando el objeto de las mismas ha fallecido?.

No lo sé. Pero tal como están las cosas, un sitio es tan bueno como cualquier otro para dejar el pellejo y prefiero ser recordado como una persona de palabra. Después de todo, hace tiempo que estoy preparado para morir, pero aun no lo estoy para dejar de luchar.

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Capítulo I


No se que rey dijo en su momento aquello de “mi reino por un caballo”. Yo no tengo reino alguno por intercambiar, pero tampoco pido un jamelgo. Me conformaría con unos calzoncillos, unos pantalones tejanos, una camiseta y unas zapatillas.

“Pero si tienes un montón de ropa donde escoger”.

- No se cuantos deben quedar – dice Nicolai -, pero creo que será mejor que nos demos prisa.

Supongo que ambos tienen razón. De entre los maltrechos cuerpos, rescato unos pantalones y unas botas mas o menos de mi talla. Lo de vestir con ropa de muertos, empieza a ser una costumbre. Pero sigo resistiéndome a utilizar su ropa interior. Mas que nada, porque a mas de uno se le aflojan los esfínteres al dejar esta valle de lágrimas.

No suena alarma alguna ni el lugar se llena de guardias armados corriendo. Supongo que tal como estan las cosas, la mayoria de ellos yacen despanzurrados por el suelo. Pero no me engaño, seguramente algún sistema de alarma ya habrá advertido a quien corresponda de cómo andan las cosas por aquí y “Calvorota” o sus esbirros de diseño, andarán trasteando algún plan de emergencia. Lo peor del asunto, es que no tengo ni idea de hacia donde huir.

“A mi no me mires. Mi bola de cristal se quedó sin pilas ayer”.

Como no ando sobrado de tiempo, me apropio del primer chaleco antibalas que veo mas o menos de mi talla y me lo coloco sobre el torso desnudo. No es una sensación demasiado agradable, pero sospecho que va a hacerme falta.

“No te olvides de la artilleria”.

Por el suelo hay desperdigadas, armas que harían las delicias de mas de un miembro del club del rifle. Subfusiles Mp-5, Fusiles de asalto G36E y incluso una Spas-15. Cojo un G-36E mas que nada porque es el arma con el que estoy mas familiarizado. Tomo unos cuantos porta cargadores y los un cinto pistolera que contiene una pistola una pequeña linterna y un par de cargadores extra para la pistola. También tomo un par de granadas y lo que parece una bomba de humo.

- ¿Nos vamos? – pregunta Nicolai cada vez mas impaciente -, tenemos que encontrar a “Anestesia”.
Tomo un subfusil Mp-5 del suelo y se lo tiendo.

- Pilla.

Nicolai lo mira como si fuese una serpiente venenosa.

- No me gustan las armas.

- No te he dicho que te lo comas – respondo algo molesto -, solo que lo lleves.

El vampiro obedece y nos ponemos en marcha por un pasillo blanco. Esto es una mierda, todos los pasillos parecen iguales ¿cómo rayos se orientaran?.

“Puede que dejen miguitas de pan”.

- Alguién se acerca.

Yo no oigo nada (lo cual no es raro, teniendo en cuenta el actual estado de mis torturados oídos), pero me pego al pasillo y apunto al frente. Nicolai avanza por el pasillo. Cualquiera que le viese, diría que se mueve de modo normal, pero se mueve tan silenciosamente como un gato. Llega hasta el borde del pasillo, por el que emerge a modo de periscopio, una varilla de metal con un pequeño espejo para comprobar el pasillo. La mano de Nico aferra la varilla y tira arrastrando a un guardia que grita como una quinceañera en una película de terror. Lo arroja como un muñeco en mi dirección y se interna en el pasillo. El asustado guardia, que ha perdido su arma durante el vuelo, se lleva las manos a la pistolera. Le piso el antebrazo derecho.

- Tú no necesitas eso.

Luego le propino una patada de talón en la cara. De el pasillo por le que acaba de entrar Nico, me llega el estruendo de disparos, maldiciones y para mi sorpresa, un grito femenino. Avanzo con precaución y casi disparo sobre la doctora de buenas domingas, que corre en mi dirección como un gitano perseguido por la guardia civil.

“Mira por donde. ¡Pero si es tu novia!”.

Como no parece muy interesada en pararse a charlar sobre los viejos tiempos, la atrapo por la cintura.

- No tan deprisa zorrita.

Ella forcejea y intenta arañarme. Está histérica y aterrorizada. Totalmente cubierto de sangre, Nicolai vuelve a entrar en mi pasillo, portando el subfusil que no ha disparado en ningún momento. La cabeza de chanquete, abre la boca para intentar pescar las gotas de sangre que caen “a su vera”. Al ver semejante aparición, la hematóloga grita mientras trata desesperadamente de zafarse.

“Creo que no le inspiras mucha seguridad a tu chica”.

Como en ese estado, no me sirve de mucho, intento calmarla mediante un par de bofetadas como en las películas, pero como la cosa no parece dar mucho resultado, opto por dejarla sin aire de un golpe en la boca del estómago.

“Tú si que sabes como cuidar a las mujeres”.

Nicolai llega hasta nosotros. Sus pupilas estan dilatadas y parece estar controlándose para no atacarnos. Siento la familiar punzada del miedo en el estómago. Incluso su voz parece sonar muy distinta cuando pregunta.

- ¿Por qué sigue viva?.

- No se a ti – respondo tratando de aparentar una calma que no siento en absoluto -, pero a mi no me gusta la idea de pasar mas tiempo del necesario en un lugar con una decoración tan lamentable. Ella será nuestra guia.

Lo de dejarla sin aire, parece haber funcionado a medias. En un principio vomita, una pastaza de color claro, mas tarde parece algo mas calmada y hasta casi razonable. Así que intento razonar con ella.

- Ya conoces a mi amigo Nicolai aquí presente, pero echo de menos a mi otro colega, asi que ¿nos acompañas hasta donde teneis a mi otro colega?.

La doctora levanta la cabeza y escupe mas que dice.

- Que te jodan.

- Quizás luego – como no tengo tiempo ni ganas para jueguecitos añado -, si no vas a guiarnos no nos sirves.

Arrojo a la mujer hacia los brazos del sorprendido Nico. Ella vuelve a ponerse histérica. Pero jura que hará lo que queramos. Una vez mas, queda demostrado que hablando se entiende la gente.

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Capítulo II



La sensación de moverme por un laberinto, se intensifica un poco mas, con cada nuevo pasillo. Todos ellos, son igual de blancos y anodinos. Su regularidad, solo es rota por los rótulos de las puertas, en los que puede leerse desde los típicos: ?QUIRÓFANO A?, ?ALMACEN F? a otras mas crípticas como ?JDF-1?. Ahora mismo, no cambiaria a nuestra guía por un aparato GP-S.

?Pero eso es por sus tetas. Sigo pensando que te precipitaste al rechazar un segundo polvo?.

Ignoro al cabrón paranoico y continuo caminando. Asumo, que es posible que la doctora Marta, nos esté dando un tour turístico, para dar tiempo al servicio de seguridad, para tendernos una emboscada. O que directamente, nos conduzca hacia una trampa. Aunque Nicolai parece detectarlos mediante un oído o olfato (no estoy en absoluto seguro de cual de los dos) sobrehumano. Por el momento solo nos cruzamos personal desarmado y aterrado.

?No creo que les queden muchos guardias y dudo mucho, de que ?Calvorota? arriesgue lo poco que le queda. Yo en su lugar, te prepararía una sorpresa en la celda de ese inútil que te empeñas en ir a buscar o bien en la salida?.

Parece lo lógico, pero después de caminar un par de minutos, llegamos hasta una habitación cerrada con llave, cuya puerta no supone demasiado problema para Nicolai. Encontramos en su interior, a ?Anestesia? tumbado en la cama viendo tranquilamente la televisión. Nadie pare vigilarle.

- ¿Ya nos vamos? ? nos pregunta con una voz cargada de sueño -. El camino va a ser complicado. Acaban de decir por las noticias, que el ejército ha tenido que bombardear varias ciudades, después de que unos terroristas, contaminaran sus reservas de agua prácticamente a la vez. El norte de España es ahora zona de guerra y la cosa está tan mal por allí, que están empezando a replegarse hacia el centro.

?Saben hacia donde nos dirigimos. No creo que sea casualidad?.

Puede ser. Pero no voy a preocuparme por eso, cuando aun no he salido de esta. Como tanto Nico como ?Anestesia? aun van vestidos de forma no demasiado apropiada. Les pedimos amablemente sus ropas a un par de asustados civiles. Mientras ellos se colocan las ropas de los dos tipos que escapan corriendo en paños menores pasillo adelante, la doctora me espeta.

- ¡Ya tienes lo que querías!. ¿Puedo irme ya?.

- ¿Entonces lo de echar otro polvo no sigue en pie?.

Por toda respuesta, la hematóloga me escupe en la cara.

?Supongo que eso es un no?.

- En fin, tú te lo pierdes. Pero antes de marcharte ¿te importaría acompañarnos hasta la salida?.

La doctora me dedica una furiosa mirada.

- Cuanto antes salgamos, antes nos perderás de vista.

?Pues yo sigo diciendo, que en el fondo le gustas?.

Una vez vestidos, de forma medio decente (a Nicolai los zapatos y los pantalones le quedan un par de tallas grandes y a ?Anestesia? los pantalones le quedan ridículamente cortos y estrechos). Nos ponemos en marcha, guiados de nuevo por la doctora de buenas domingas. Al llegar al segundo pasillo, Nicolai mira hacia ?Anestesia? y le pregunta.

- ¿Sabes utilizar un arma?.

- ¡ Por supuesto!. Las armas no tienen secreto alguno para mi.

Con cierto reparo, veo como Nicolai le hace entrega al mas que dudoso superhéroe del subfusil.

?¿Crees que es buena idea??.

En absoluto. Probablemente ?Anestesia? con un subfusil, tenga mas peligro que un mono con dos ?puñalones?, pero como la aleta selectora esta en la posición de seguro y dudo mucho que sepa siquiera para lo que sirve, callo y continuo pasillo adelante, tomando nota mental de enseñarles a utilizar las armas.

?¿Te parece prudente enseñarles a usar armas??.

Puede que no sea muy prudente y a Nicolai, por lo que he visto, no le hace puñetera falta, pero dentro de poco, es mas que probable que tengan que utilizarlas. A no ser que Nicolai sea inmune a los virus, no creo que quiera arriesgarse a enfrentarse cuerpo a cuerpo contra los infectados.


Sin demasiados contratiempos, llegamos hasta una puerta metálica de color negro en la que puede leerse un gran cartel que reza ?PARKING B?.

?¡Cuidado!. Si van a intentar algo, será ahora cuando lo hagan?.

Doy una rápida mirada a mi arma y compruebo que está lista para disparar. Puede que hayan soltado perros, o que varios tiradores tengan la puerta centrada en su mira. Pero Nicolai abre la puerta y la atraviesa tan campante.

- ¡Pasad. No hay nadie!.

Se trata de un parking que en poco se diferencia del de cualquier gran centro comercial. Grandes fluorescentes de luz blanca iluminan una superficie de columnas de cemento, ordenadas por números y letras. Salvo un par de extintores de generosas dimensiones y un pequeño microbús, el lugar se encuentra totalmente desierto.
?Demasiado bonito para ser cierto. Esto apesta a trampa a la legua?.

Es verdad. Lo mas probable, es que hayan colocado una bomba en el vehículo. Me tiendo en el suelo y utilizo el visor del fusil de asalto para inspeccionar los bajos. No veo nada que sobresalga, pero la luz tampoco es la mas idónea.

?¿Se arriesgaran a destrozar tus órganos con una explosión??.

Lo cierto es que no lo sé. Nicolai se pone a inspeccionar el motor y no encuentra nada fuera de lugar. Mientras yo cubro la puerta, ?Anestesia? sube al interior. Al cabo de unos segundos, exclama excitadísimo.

- ¡No lo vais a creer!. El autocar está lleno de provisiones.

- ¿Puedo marcharme ya? ? pregunta la doctora Marta.

?¡No te fies!. Puede que ella sea mas importante de lo que te han dejado entrever. ¿Por qué sino te pondrían las cosas tan fáciles?. Retenla un poco mas?.

- ¿No te apetece una excursión?.

La doctora intenta escapar hacia la puerta, pero de un rápido movimiento, la agarro por el hombro.

- ¡Vamos! ? trato de calmarla -, será divertido. No puede ser sano pasar tanto tiempo sin ver la luz del sol.

Ella forcejea, me araña y por último al ver que poco puede hacer para escapar de mi, vuelve a escupirme en la cara. Yo carraspeo, preparo un gargajo verde realmente consistente y esta vez, le devuelvo el escupitajo en plena cara.

- Mira zorrita ? esta vez no hago el menor intento de ocultar mi mal humor -. No creo que este vehículo sea un prueba de buena voluntad de ese calvo cabrón. Así que te marcharás con nosotros. Si cuando estemos fuera te portas bien, puede que te ponga en libertad. Pero si me jodes, te mataré.

La doctora deja de debatirse. La suelto y se limpia la cara con la manga. Sin mediar palabra, me dedica otra mirada cargada de odio y se sube al vehículo.

?Me gusta. Esta zorra tiene carácter?.

Desde luego carácter no le falta. ?Anestesia? llega a mi lado.

- No podemos marcharnos aun ¿dónde está ?Follacamas??.

?Follacamas?, esta muerto supongo que estará en el cielo de los locos junto al ?pelirrojo?, tratando de batir su record de gallolas.

- ?Follacamas? ? empiezo dispuesto a decir que está muerto, pero después de todo, era el mejor amigo de ?Anestesia? -, no va a venir.
- ¿Volveremos a verle?.

- Sin duda. Antes o después, creo todos volveremos a reunirnos y nos reiremos de toda esta mierda.

Nicolai que ya ha subido dice.

- Las llaves están puestas y el depósito lleno.

?Anestesia? se da la vuelta y entra por la puerta. Yo soy el último en montarme en el nuevo vehículo. Sin duda, antes o después, todos caeremos. Pero antes, llevaremos a ?Chanqui? hasta Disneylandia. Las puertas se cierran y el microbús emprende la ascensión por una empinada rampa. La sólida puerta de salida, se abre al llegar junto a ella.

En el exterior, es noche cerrada. No tengo ni idea de donde rayos estamos. No tengo ni zorra de en que dirección nos movemos. Pero de una cosa estoy seguro. No hemos escapado, nos han puesto la salida en bandeja. Algo traman, eso es seguro. La pregunta es ¿que? o mejor dicho ¿por qué?.

[Korvec]

Capítulo III


El microbus avanza por la carretera, como alma que escapa del diablo, aunque en este caso, ha sido el diablo, el que nos ha dejado escapar.

En la parte trasera, dejo a ?Anestesia? y a la doctora buscando algo para cenar, mientras me instalo en el asiento del copiloto. Nicolai mantiene los ojos fijos en una carretera, oscura como boca de lobo.

- ¿Cuándo esperabas decírmelo? ? no creo que haga falta decirle a que me refiero.

- Todos tenemos nuestras maldiciones ? utiliza un tono casual. Cualquiera que nos viera, podría pensar, que estamos hablando sobre fútbol -. ¿Acaso tú me has hablado de tu demonio.

?Cuidado. No olvides lo que és?.

Mi ritmo cardiaco se acelera y estoy seguro, de que él puede oírlo. No me cabe la menor duda, de que con lo de ?demonio?, se refiere al cabrón paranoico.

- Bueno. No te hablé de él, porque creí que me había librado para siempre de él.

- También yo creía que no volvería a probar la sangre. Que tenía a la maldición bajo control.

El conductor, parece atormentado. Pero de no ser por él, yo ahora estaría despiezado en el interior de alguna nevera.

- Pero ? vacilo, pero ¡que coño!, tengo que saberlo -? ¿cómo te las has apañado para que no me diera cuenta antes?. No sé. No duermes en un ataúd ni te había visto beber sangre?

Nicolai resopla. Está claro, que el tema le irrita.

- ¿Acaso has visto alguna vez a una bruja volar en una escoba?. Las leyendas son una mezcla de metáforas, superstición e incultura popular.

?Cierto. La escoba era un símbolo fálico y en cuanto a volar, mas bien se ponían hasta arriba de substancias psicotrópicas. Algo muy similar ocurre con los ninjas. Te consta que no eran como los pintan en las películas?.

- Si no necesitáis beber sangre ? insisto -. ¿Por qué el que me atacó en el parque se arriesgaba a matar vagabundos?.

- Para no envejecer. No es cierto que si un vampiro te muerde y sobrevives, te conviertas en otro. El vampirismo es una maldición no un jodido virus.

- ¿Entonces sois inmortales?.

- Las maldiciones pasan de padres a hijos, de generación en generación. En ocasiones, incluso se salta generaciones y muchos, prefieren vivir recluidos. Salvo a mi padre, nunca he visto a otro maldito. Los que luchan contra su maldición, pueden llevar una vida mas o menos normal, según lo intensas que las voces sean en ellos. Los que se dejan arrastrar por ella, se convierten en adictos de su propio poder, aunque viven siempre con el miedo de ser descubiertos.

- ¿En que consiste exactamente esa maldición.

- Existen varias leyendas. No se que habrá de cierto en ellas. Pero te puedo asegurar, que el vampirismo es uno de los pocos fenómenos, que con alguna pequeña diferencia, se ha dado en todos los continentes. En China por ejemplo. Su folklore no contemplaba la leyenda del hombre lobo. Pero si a los vampiros.

Aunque no hago comentario alguno al respecto, ya que me interesa el tema y no quiero interrumpir. Me consta que eso se debe a que en algunos lugares no hay lobos, pero si es común que sean substituidos por otras bestias similares como los hombres hiena Africanos.

- En cualquier caso ? prosigue Nico -, tengo entendido que la maldición no afecta de igual modo a todos. Por ejemplo, aunque yo nunca he visto uno, se supone que algunos, nacen con terribles deformaciones físicas, que les convierten en auténticos marginados sociales.

?Supongo que a él, le toco una deformación mental?.

Como yo no digo nada, él conductor continua.

- Básicamente, todos sentimos el impulso de matar y alimentarnos de nuestras víctimas. La mayoría, luchamos contra ese impulso y con el tiempo se atenúa. No desaparece totalmente, pero te permite seguir una vida normal.

- ¿La mayoria?.

- No todos sentimos ese impulso con la misma intensidad y la tentación del poder y la vida eterna, son muy grandes. Los que terminan cediendo a sus impulsos, ganan poder y son prácticamente inmortales, pero no dejan de ser adictos, condenados a vivir ocultos y a alimentarse de los despojos de la sociedad.

?Los vagabundos y los desheredados?.

Supongo, que no estamos tan lejos de los animales. Ellos también acostumbran a dejar fuera de la manada a los ejemplares ancianos o heridos, para que sean pasto de los lobos. Se ha hecho un mas que tenso silencio en la cabina del microbus.

- Bueno. Me alegro en cualquier caso, de que utilizases tus poderes para salvar mi pellejo. Aunque no entiendo porque no lo hiciste antes, cuando nos encerraron con ?

- ¡No son poderes, es una maldición! ? me corta -. Hice lo que hice, porque no tuve otra opción, pero voy a pagar un precio muy alto por ello.

Supongo que debería decir algo, pero no se me ocurre nada. Así que guardo silencio.

- En cuanto a porque no me dejé llevar antes por el frenesí, básicamente, porque era de día. Como te dije, la luz del sol, no nos destruye, pero si nos vuelve vulnerables. Una simple bala puede matar a un vampiro bajo la luz del sol y cuanto mas poderoso sea, mas le afecta.

- ¿A que te refieres con que vas a pagar un precio muy alto ?.

- Llevaba años sin probar la sangre. A pesar de lo que digan las leyendas, no es el vampiro el que controla a su maldición, sino al revés. Dentro de poco, tendré que volver a tomar sangre con lo que mis poderes aumentarían, pero perdería dominio sobre mi. Cuanto mas tomas, mas quieres.

- Comprendo. ¿Y si dejas de tomarla?.

- En ese caso, tendré que enfrentarme a la abstinencia y creeme. No seré capaz de conducir bajo sus efectos.

?Bueno, al paso que vamos, no creo que sufra escasez de víctimas. Tu novia no está muy afectuosa últimamente. Siempre puedes encontrarle una utilidad. ¿No te parece deliciosamente irónico?. Una hematóloga víctima de un vampiro?.

Creo que Nicolai tiene razón. Eres un puto demonio.

?Ya te lo dije. No hay tú y yo. Los dos somos dos caras de una misma moneda. No soy un ocupa. Yo vivo aquí?.

- ¿Cuánto tardará ese síndrome de abstinencia?.

Se hace otro corto silencio, durante el cual Nico permanece con la vista fija en la carretera. Cuando estoy a punto de repetir la pregunta, el dice:

- No lo sé con seguridad. He tomado mucha sangre. Probablemente demasiada. Eso significa, que aun tardará bastante. Quizás un día, puede que mas. Pero también quiere decir, que la abstinencia será peor.

- Tampoco conviene, que nos movamos sin saber ni hacia donde vamos. Lo mas sensato, creo que será buscar un lugar donde refugiarnos.

Seguimos en silencio durante unos quilómetros y entonces lo vemos.

- ¿Eso es lo que parece? ? pregunto.

?No me gusta?.

- ¿No está demasiado cerca de la carretera?.

A un centenar de metros, vemos el inconfundible cartel de neon de un motel de carretera. Tal como están las cosas, creo que puede considerarse como una isla en medio de un naufragio.

- Bueno ? digo casi mas para mi que para los demás -, supongo que por acercarnos a echar un vistazo, no se pierde nada.

El microbus reduce la velocidad y sus focos alumbran la fachada del lugar.

?Tiene pinta de estar regentado por la familia Bates?.

Realmente, tiene mas pintas de puticlub que de caserón de film de terror. Supongo, que mas que a la familia Bates, bien podríamos encontrar a los vampiros de ?Abierto hasta el Amanecer?. Pero como mínimo, puedo intentar conseguir un mapa de carreteras y dejar aquí a la doctora.

Niciolai detiene el vehículo junto a la entrada. Supongo, que por acercarme a echar un vistazo, no se pierde nada.

[Korvec]

Capítulo IV


Generalmente, a un motel de carreteras, lo único que le pido es que no tenga chinches en las camas, que el agua de los grifos no parezca ?chocolatillo? y que el precio no parezca tener ?impuesto revolucionario incluido?. Supongo, que tal como están las cosas, ya no puedo permitirme el ser tan exigente.

- Bueno ? digo mientras miro a mis compañeros de viaje -. Uno de nosotros, debería bajar y echar un vistazo.
- Yo iría ? dice Nicolai, pero quizás se asusten al ver a Chanquete.

Ciertamente. Supongo que la visión de un tipo que lleva una cabeza amputada colgando del cuello, puede ser un tanto inquietante. Pero yo con los pantalones de camuflaje y el chaleco antibalas, parezco un jodido G.I. Joe de bajo presupuesto. Así que dirijo la vista hacia ?Anestesia?, con la esperanza, de que se ofrezca voluntario para esta misión de reconocimiento.

- ¿Por qué no vamos todos? ? pregunta ?Anestesia? al verse acosado por nuestras miradas-, a mi es que me da un poco de ?cosa? entrar solo.

- ¿Cómo? ? hago un exagerado gesto de sorpresa -. ¿Todo un super heroe acojonado?.

- ¡No estoy acojonado! ? vocea lleno de indignación -. Pero soy un chico tímido. Si dispusiese de mi traje de ?Anestesia-Fist?, todo seria distinto, pero sin él...

- Si queréis puedo ir yo ? se ofrece la hematóloga que retenemos como rehén.

?Que desinteresada es tu novia. Seguro que esa zorrita no intentaría jodernos?.

- ¡A tomar por el culo ¡ - exclamo un tanto irritado -. Iremos los dos.

?Genial. Hacéis una pareja tan perfecta, que seguro que no llamareis la atención?.

Me quito el chaleco y lo dejo en el suelo del microbús, junto al fúsil de asalto. Me vuelvo hacia ?Anestesia?.

- Déjame tu camisa.

El me mira horrorizado.

- Es de pura seda italiana.

- ¡Como si es de piel de gamusino! ? tantas tonterías, están hinchándome ya los cojones -. ¡Trae para acá la puerca camisa!.

Con visible desgana, ?Anestesia? se desprende de la prenda que me viene un montón de tallas pequeña. No sin cierto esfuerzo, consigo abrochar la mayoría de los botones.

?Como respires demasiado profundamente, o saques barriga, los botones de tu camisa se convertirán en metralla para todo aquel que esté a diez metros frente a ti?.

La jodida camisa, me aprieta tanto, que amenaza con cortarme la circulación en los brazos, pero es lo que hay. Tomo la pistola que también requisé en la huida. Compruebo su cargador, introduzco una bala en recámara, la pongo en seguro y la oculto lo mejor que puedo en la parte trasera del pantalón.

El motel tiene la puerta cerrada y me encuentro con un timbre. Desde el otro lado de la puerta, me llega una voz con un marcadísimo acento gallego. Al parecer, seguimos en la misma región.

- ¿Quién carallo es y que quieren a estas horas?.

- Solo queremos alquilar algunas habitaciones.

- ¿No estarán infecciosos?.

?¡No te jode!. Igual se cree que un infectado le diría, sí, no habrá la puertecita o le daré un mordisquito. Valiente gilipollas?.

- De ninguna forma ? respondo poniendo voz de ?buen chico?.

- ¿Y no serán muertos de esos que andan y muerden verdad ? prosigue la voz sin decidirse a abrir -, dicen que por la noche están mas activos.

?Sí, somos la puta santa compaña. ¡ Menudo tolai de los cojones?.

La doctora de buenas domingas, bufa con evidente fastidio. Supongo, que debe tener cosas mas importantes que hacer, como participar en vivisecciones y tal.

- No señor ? respondo haciendo acopio de paciencia -, los muertos no hablan.

- ¿Seguro?.

- Tan seguro, como que el señor separó las aguas del mar rojo, para que Moisés y los suyos pudiesen cruzar.

Se hace el silencio. La doctora Marta, me mira con sorpresa. Supongo, que debe pensar que se me ha ido la olla.

- Oiga joven ? dice ahora la voz - . ¿No me estará tomando el pelo?.

?Joder. Mata a ese hijo de puta. Dispárale a través de la puerta y echa abajo la puta puerta?.

- No señor. Jamás se me ocurriría.

Se hace un nuevo silencio, que al cabo de unos segundos, es roto por el sonido de lo que supongo deben ser varios cerrojos y cadenas al descorrerse. La puerta se abre y nos encontramos cara a cara con un robusto anciano que fuma un farias y sostiene una escopeta de dos cañones, pero que sonríe con afabilidad. El hombre, viste una camisa a rayas, un chalequillo oscuro y sobre la cabeza, una mugrienta boina, que parece metida a rosca.

?Es el marido de la vieja que anuncia la fabada litoral?

- ¡Adelante!. ¡No se queden en la puerta!.

Agarro a la hematóloga del brazo y entramos. El lugar apesta a tabaco, orines y huevo duro. Sobre un mostrador, descansa un pequeño televisor, cuyas antenas hacen una gran letra ?V? apuntando hacia el techo. Por la pantalla, se hablar a un tipo que parece tener la cara llena de granos, pero no tardo en percatarme, que se trata de los cuerpos espanzurrados, de varias moscas pegados a la pantalla. Junto a ella, media docena de ceniceros abarrotados de colillas y lo mas sorprendente. Un perro disecado. No es que me parezca muy normal, el tener un chucho disecado, pero es que encima, a este parecen faltarle dos piernas, tiene por ojos lo que parecen dos canicas amarillas y puedo ver gruesos costurones por su abdomen. El anciano sigue mi mirada y exclama.

- ¡Ese es ?Machado?!. Mi fiel perro. Lo he disecado yo mismo.

- Vaya ? digo fingiendo una ligera sorpresa -. Esta echo usted un artista.

La doctora, entorna los ojos ante mi afirmación. El anciano se anima.

- Lo cierto es que tuve que matarle, cuando se infecto. Pero salvó mi vida. Un montón de ratas infectadas, me tenia acorralado en el mostrador. Pensé que mis días de fumar farias y beber albariño habían terminado, pero ?Machado? entró ? los ojos del anciano se humedecen por la emoción ? y salvó mi pellejo aun a costa del suyo.

El anciano empieza a lloriquear. Deja la escopeta en el mostrador y acaricia la cabeza del disecado héroe canino, aunque se recupera con sorprendente rapidez al preguntar.

- ¿Recién casados?.

Quizás sea, porque sigo medio hipnotizado por la televisión, en la que el volumen está tan bajo, que no llego a oir nada, o porque la heroica historia de ?Machado? me ha impresionado, pero lo cierto, es que no ?pillo? el sentido de la pregunta.

?Contesta que sí melón?.

Pero es la doctora la que para mi sorpresa responde a la pregunta.

- Sí. Nos casamos ayer.

- ¡Carallo!. ¡ Eso hay que celebrarlo!.

De los bajos del mostrador, el anciano saca una sucia botella llena de un líquido amarillento.

?¿Utilizará esa botella a modo de orinal??.

El tipo da una largo trago a la botella y me la pasa.

- Tu primero querida ? digo mientras le ofrezco el bebercio a mi presunta esposa.

La doctora, me dedica una mirada nada femenina, luego huele el contenido de la botella y da un generoso trago. La botella vuelve a mis manos. Bebo. Se trata de un licor fuerte pero ligeramente dulzón, en absoluto desagradable.

- Este orujo de hiervas ? dice el anciano al recuperar la botella, lo destila mi sobrino.

- Muy bueno.

- Entonces ? dice el anciano visiblemente animado -, ¿una habitación doble?.

- En realidad, necesitaríamos dos habitaciones dobles o una grande, somos cuatro personas.

El anciano frunce el ceño.

- ¿No estaban de luna de miel? ? el hombre acerca con un movimiento que pretende ser casual, su mano a la escopeta -. No me gustan los mentirosos, no señor, no me gustan nada.

?Acaba con él y terminemos de una vez con esta pantomima?.

- Somos recién casados ? improviso -, nunca dije que estuviésemos de luna de miel. La hemos aplazado, hasta que viajar sea mas seguro.

Las manos del anciano, detienen su avance hacia la escopeta, pero veo ahora, como dedica una mirada de desconfianza a mi camisa, que amenaza con reventar por algún lado de un momento a otro y luego otra mas alarmante, a los pantalones de camuflaje.

?Tendrás que matarle antes o después. ¿Qué significa una vida tan patética como la suya cuando ya estás de sangre hasta las cejas. ¡ Acaba con él !?.

El ambiente se está tensando. La desgracia, empieza a mascarse en el ambiente. Supongo que podría dejarle inconsciente y amarrarle a una silla. Pero quiero descansar aquí hasta que a Nicolai se le pase su síndrome de abstinencia vampírico y no quiero tener que preocuparme de otro rehén. Con uno tengo mas que de sobras.

Para mi sorpresa, mi ficticia esposa, me da un apasionado beso con lengua. Al terminar el anciano sonríe de nuevo y ella dice.

- Nos acompañan mi hermano y mi primo. Le acompañamos a la base Brigada de Infantería Lixeira Aerotransportable. Tal como están las cosas, solo le han dado un par de días de permiso y pendiente en todo momento del teléfono.

El ambiente vuelve a distenderse y el orujo de hiervas vuelve a correr hasta que casi vaciamos la botella.

- ¿Tienen teléfono? - pregunta la hematóloga de buenas glándulas mamarias -, tenemos que estar localizados.

?Que zorrita mas lista. Pretende jodernos delante de nuestros propios ojos?.

- ¡Pues claro! ? dice el anciano.

- Querida ? intervengo yo, presionando dolorosamente su brazo a modo de advertencia -, ya llamaré mañana. Ahora quiero acostarme. Mañana ya llamaré a la Brilat.

- Por desgracia ? me corta el anciano -, no funciona. La línea se cortó hace un par de días y aun no la han apañado. Supongo que en Pontevedra las cosas funcionaran mejor.

- Que contrariedad ? la doctora frunce el ceño visiblemente disgustada.

- Entonces, ¿dos habitaciones?. ¡Por supuesto!. Los recién casados tienen que estar juntos. Serán treinta y seis euros la noche por habitación, pero les haré un pequeño descuento. ¿Cuánto esperan quedarse?.

¡Mierda!. Tanto tiempo de encierro en un loquero, me ha hecho olvidar por un momento, que en el mundo exterior, las cosas tienen un precio.

?Utiliza la visa de crédito ilimitado que llevas en la parte trasera del pantalón?.

- Si le parece bien ? interviene la doctora Marta -, le pagaremos cuatro días por adelantado.

Mi ?queridísima esposa? saca una tarjeta VISA ORO y se la ofrece al anciano junto a su DNI.

?Que lista y que tonta a la vez. Pretende que los suyos rastreen el pago, pero el anciano, acaba de decir que no hay línea telefónica?.

- Lo siento señora, pero sin teléfono, no funciona el cachivache ese de los carnés de crédito.

Con cara de ?pantera enfurruñada?, la hematóloga rebusca entonces en su monedero y saca un billete de cincuenta euros y algunas monedas.

- Si les parece bien ? media el veterano hostelero -, les dejo las dos habitaciones por cincuenta euros el día ? el billete de cincuenta, desaparece como una mosca atrapada por la mosca de un sapo -. Esto paga esta noche y mañana, ya me pagaran el resto.

El trato me parece bien. Y después de rellenar el formulario con el nombre y el D.N.I. de la doctora, el anciano nos entrega dos llaves. El día ha sido movido. Espero, que por lo menos lo que queda de noche, transcurra sin incidentes.

[Korvec]

Capítulo V

La habitación no está mal. Cierto que no soy un cliente demasiado exigente, pero hay cama, una pequeña televisión con su mando a distancia y todo y un lavabo que no está mugriento. Por veinticinco euros día, supongo que puede considerarse todo un chollo.

Aunque hemos alquilado dos habitaciones, Nicolai se encuentra en la que ?los recién casados? hemos alquilado, insistiendo en que le ayudemos a quitar los cables que sobresalen de la cabeza de ?Chanqui?.

- Yo dejaría esos cables donde están ? advierte la doctora Marta.

?Ten cuidado. Quizás sea un localizador o incluso una bomba, que esos hijos de puta colocaron en previsión de una fuga?.

- ¡Le molestan! ? insiste Nicolai.

Yo lo único que quiero, es darme una ducha y acostarme un rato. Así que cuanto antes termine con esto, antes podré hacerlo. Me aproximo y examino la cabeza. En la coronilla, hay una pequeña calva, en la que pueden verse unas visibles cicatrices de las que sobresale un cable amarillo, una azul y uno negro.

?Vaya. Supongo que no podremos cortar el cable rojo?.

No creo que sea un explosivo, aunque no descarto lo del localizador. Dirijo la atención a la hematóloga, que es la única que probablemente, sepa algo de todo esto.

- ¿Por qué deberíamos dejar esos cables en su sitio?.

Mi presunta esposa, nos mira dubitativamente durante unos segundos, para luego encogerse de hombros y decir.

- Es un echo que los muertos vivientes, tienen algún tipo de comunicación telepática entres si. Una especie de ? duda unos segundos, buscando la palabra correcta -, ¡radar! que les permite localizarnos y comunicarse entre ellos.

- ¡ Le has dejado aislado del mundo! ? grita Nicolai - ¡eso es horrible!.

- ¿Prefieres que todos los muertos vivientes en quilómetros a la redonda sepan que aquí tienen comida fresca?.


?¿Quilómetros a la redonda??.

- ¿Quilómetros?. ¿Pueden comunicarse a tanta distancia?.

- Realmente no lo sabemos ? reconoce Marta -. Por el momento todo son conjeturas. Con tiempo, medios y experimentación, sin duda podría llegar a descubrirse el funcionamiento de esa plaga y puede que hasta terminar con ella.

- Si claro ? añado con cierta desgana -. Aun no se ha descubierto como curar el cáncer ni el sida ¿y esperáis descubrir como acabar con una plaga, que no se parece a nada conocido? .

La habitación vuelve a quedar en silencio. Unos golpes en la puerta nos sobresaltan. Mi mano se dirige hacia la pistola, pero Nicolai cuyos sentidos siguen agudizados hasta que llegue el ?síndrome de abstinencia?, anuncia al visitante a la par que abre la puerta.

- Es ?Anestesia?.


Efectivamente, el joven que aparece por la puerta vistiendo el chaleco antibalas que le queda ridículamente grande y le confiere cierto aspecto de destartalada tortuga ninja.

- Buenas ? saluda -, me preguntaba si podría recuperar mi camisa.

Aliviado, termino de quitarme la camisa que ya lavaba desabotonada, sintiéndome incluso, mejor que si terminase de desembarazarme de una camisa de fuerza. Sensación que no es en absoluto desconocida para mi.

Esta claro, que el motivo por el que ?Anestesia? ha venido hasta aquí, es que no quiere estar solo. Supongo que en estos tiempos, eso es algo natural. Después de todo, dicen que el ser humano, es un animal gregario.

- Bueno, ya que estamos todos aquí ? anuncio -, pienso que deberíamos votar si le quitamos los cables de la cabeza a Chanquete.

- Voto por quitárselos ? se apresura a decir ?Anestesia? antes de que pueda comentarle los pros y los contras de la operación.

- Quitárselos quizás dañe su cerebro y por lo que sabemos ? continuo -, delatar de nuestra presencia a los fiambres.

- Yo también voto por quitárselos ? Nicolai, no parece tener intención de permitir que ?Anestesia? cambie su voto por ello añade lo de ?también? -. Quitárselos no le hará mas daño que dejárselos y si yo estuviera ciego, también preferiría correr el riesgo.

- Voto por dejar los cables donde están ? anuncia la doctora Marta.

- ¿Ella tiene derecho de voto? ? pregunta Nicolai -. Es una rehén.

Todos me miran a mi como si fuera el jurado de esta votación. Una vez mas, me veo erigido en líder y juez del asunto. Lo cierto, es que no sé hasta que punto es buena idea dejarle los cables a Chanquete, pero ahora mismo, no me apetece ponerme a hacer ?bricofrikadas?.

- Mientras esté con nosotros y su pellejo esté en juego junto al nuestro, supongo que tiene derecho a votar. Yo voto por dejar por ahora los cables donde están.

Nicolai parece furioso y durante un segundo, estoy seguro de que va a atacarme, pero se domina y añade.

- ¿De que le servirá entonces llegar hasta Disneylandia si no puede darse cuenta de donde está?. Lo mismo daría tirarlo en un cubo de basura.

- Podemos quitárselos cuando lleguemos allí.

Eso parece calmar los ánimos de todo el mundo. Pero Nicolai, quizás por tener la última palabra, añade.

- De acuerdo. Al llegar o si se resulta que esos cables no funcionan.

- Me parece bien ? acepto.

- Promételo.

- Lo prometo.

Eso parece calmar definitivamente los ánimos de Nicolai.

?Espero que tu novia no te haya colado una bola?.

- Bueno, hoy es ya tarde y este ha sido un día de muchas emociones ? miro a ?Anestesia?, pero este se sienta en la cama frente al televisor que aun no he encendido -. Y va siendo hora de acostarse.

- Claro ? dice ?Anestesia? encendiendo la tele -. Vosotros ir acostándoos.

Nicolai, que al parecer si a captado la indirecta, agarra a su amigo del cuello y se lo lleva.

- Antes de acostaros ? añado cuando están casi en la puerta -, recoged las armas y guardadlas en vuestra habitación.

?Buena idea?.

Mis compañeros me miran con sorpresa. Lo cierto, es que no me fió ni medio pelo de la doctora y cuantas menos armas tenga por mi habitación mejor. Tampoco quiero encontrarme por la mañana, con que nos han robado el microbús o que una horda de infectados lo rodea con nuestras provisiones y armamento dentro.

- Así lo haremos, dice Nicolai y cierra la puerta tras él al salir.

Por la televisión, un reportero, nos obsequia con una vista aérea de como una horda de cientos de fiambres, conducidos por un par de pastores de muertos, despeja el campo de minas desplegado para proteger lo que parece unas grandes refinerías, quizás en Tarragona. La cosa no parece tener buena pinta para los defensores de la instalación, compuesto mayormente por un puñado de militares, un par de guardias de seguridad con chaleco reflectante y un par de policías. Esta claro, que en cuanto los fiambres lleguen hasta ellos, no les quedará mas remedio que retirarse. La horda de carne putrefacta, avanza tambaleándose o arrastrándose, en medio de las explosiones que les hacen saltar por los aires. El campo de minas, es un gran elemento disuasorio, pero ese ejército de no muertos, está mas allá de toda disuasión. Supongo, que ahora mismo, alguien estará solicitando apoyo aéreo o informando de la inminente evacuación del ?punto sensible?. Apenas un centenar de metros, es todo lo que separa a los defensores de una muerte horrible. El helicóptero desciende un poco mas, y veo con toda claridad, como a un soldado se le termina la munición, se cuelga el arma a la espalda y después de gritar algo que la cámara no puede recoger, da la vuelta y echa a correr. La cosa esta jodida, pero ¿cómo diablos podrán haberse acercado tanto a la instalación sin ser vistos?. Puede que los defensores, se hayan relajado confiando en ese campo de minas, que sin duda tanto tiempo y trabajo costó levantar.

?Parece que dentro de poco, va ha hacer escasez de combustible?.

Cierto y si eso es como sospecho Tarragona, se encuentran al norte de España, la zona mas castigada por ?el culto?. Eso podría explicar también, la escasez de medios de los defensores que no parecen contar ni con un triste vehículo blindado. Pero la suerte aun no está en absoluto echada. Al parecer, entre los defensores, debe contarse algún francotirador, ya que dos de los pastores de muertos han sido abatidos, cuando la horda se encuentra apenas a cincuenta metros. El tercero, se lleva las manos a la cabeza, el helicóptero nos obsequia con un potente zoom del sectario. Un tipo pequeño y pálido, que camina cuidadosamente, por el terreno previamente levantado por su armada de ?no muertos?, que curiosamente, está empezando a dejar de avanzar. Los fiambres, casi parecen desconcertados, como si despertasen de un largo sueño en un lugar extraño.

?Son demasiados para él solo?.

Imagino al francotirador, sin duda le tiene en la mira de su rifle, pero no dispara. Se limita a observar y esperar el espectáculo que sin duda, está a punto de producirse.

Una bala de grueso calibre, destroza la rodilla derecha del ?pastor?. El pobre bastardo se derrumba en el suelo aullando de dolor. Eso le hace perder el escaso control que mantenía sobre la horda. Los mas próximos a él, dudan, pero en los ojos del pobre diablo, se hace evidente que hasta él sabe, lo que le espera.

El cámara, que sabe lo morbosos que son los teleespectadores (y mas durante la franja nocturna). Hace descender un poco mas el aparato para no perderse detalle de lo que se avecina. La situación, se prolonga durante casi medio minuto durante el cual tanto la doctora como yo mismo, guardamos silencio. Finalmente, el pastor de muertos, cierra los ojos. Puede que haya perdido el conocimiento por la herida de la pierna. Los fiambres, vacilann durante un par de segundos mas antes de lanzarse sobre un festín que todo sea dicho, no toca a demasiado por barba. Los cuerpos putrefactos se abalanzan sobre su caído festín cubriéndolo y dejando a los espectadores sin saber demasiado bien que es lo que ocurre, aunque luego deleitan al respetable público con peleas por la pitanza, en la que dan bastante juego los órganos de textura elástica (pulmones, intestinos...).

Los muertos vivientes, pronto vuelven a centrar su atención en la instalación. Pero sin los pastores que les dirijan, ellos se centran en la captura de presas humanas (que es lo que les interesa, en lugar de en la destrucción de instalaciones), por lo que con una simple treta (un grupo de ruidosos tipos montados en un todo terreno) son conducidos hasta una explanada. Al principio, pienso que simplemente, quieren alejarlos. Pero pronto veo que no se trata de eso. Cuando la mayor parte de los fiambres, se encuentran en esa zona, el suelo se cubre de llamas, por los líquidos inflamables que en él han derramado.

?No es la primera vez que lo hacen. Los muertos, pueden ser buenos cazadores en manada, pero no son rivales para la mente humana. Por lo menos, por ahora no?.

Cierto, pero de no haber sido por le francotirador. Puede que el resultado hubiese sido muy distinto.

La doctora apaga el televisor.

- Voy a darme una ducha.

- Adelante.

- ¿No vas a acompañarme?.

La oferta, en un principio me desconcierta. No tengo muy claro que es lo que trama, pero en cualquier caso, supongo que no es buena idea el dejarla sola.

- Sí ? acepto -, creo que a mi, también me vendrá bien.

Después de todo, generalmente, donde se ducha uno, se duchan dos.

[Korvec]

Capítulo VI


Marta folla como si el mundo se acabase. Eso demuestra que es una chica lista, ya que todo parece indicar que así es.

El no estar amarrado, me hace disfrutar bastante mas de este ?segundo asalto? en el que la hematóloga, demuestra una vez mas, su absoluto desprecio por las palabras ?sexo seguro?. Por suerte, bien sea por la humedad facilitada por la ducha o bien porque por algún motivo, parece mucho mas excitada, la relación resulta bastante mas placentera. Sus pezones, enhiestos y duras, presionan contra mi pecho, mientras nuestros cuerpos se fusionan creando el ?monstruo de dos espaldas? en el interior de la pequeña ducha. Es una suerte que en lugar de una de esas mamparas de plástico solo haya una cortinilla de flores, ya que no creo que hubiese salido indemne de nuestro ayuntamiento carnal.

¿Qué hora debe ser?. Tarde sin duda. Mientras Marta termina de relevarse (o lo que sea que esté haciendo en el baño), me preparo para dormir un poco. Compruebo que la puerta esté convenientemente cerrada y por si las moscas, apoyo una vieja silla de madera contra ella. Mas por el ruido que confió sea capaz de despertarme si alguien manipula el pomo desde el exterior, que para impedir la entrada. Luego, rescato la pistola de entre mis ropas, y la coloco bajo la almohada. Pero como me resulta un tanto incómoda, ya que la almohada no es demasiado gruesa, la recoloco bajo la cama. Supongo que Marta, puede aprovechar para escaparse, aunque de noche, sola y desarmada, no creo que llegue muy lejos y después de todo, los suyos nos pusieron ?la escapada? en bandeja, por lo que dudo mucho que estén muy volcados en la labor de recapturarnos. Ahora mismo, mi principal preocupación, son los miembros de ?el culto?.

Ya estoy empezando a sumergirme lenta y placenteramente en el sueño, cuando el contacto de dos domingas heladas contra la piel de mi espalda desnuda, me despierta dolorosamente. Un brazo y unas piernas a similar temperatura, se enredan a mi cuerpo.

- Que calentito estás ? la voz de la doctora, refleja casi tanto placer, como dolor siento yo al frió contacto de su piel - ¿duermes?.

?¿Por qué siempre preguntan eso, cuando es evidente que acaban de despertarte??.

Gruño algo que suena remotamente parecido a un sí. Unos labios me dan un besito en la parte posterior del cuello. Justo bajo la nuca. El cuerpo de mi amante empieza a calentarse y su contacto deja de ser desagradable.

- ¿Las ciudades aguantaran?. Me refiero a las grandes ciudades.

?¿Ahora eres adivino??.

- Quizás. Un tiempo al menos.

- ¿Un tiempo? - la hematóloga parece sorprendida -. Ya viste lo ocurrido en la petroquímica y las grandes ciudades están mucho mejor defendidas.

Como veo, que no van a dejarme dormir, examino los pros y los contras entre decirle lo que ella espera oír con la esperanza de que me deje dormir un rato, o contarle lo que realmente pienso.

?Aunque te las estés follando no te engañes, ella es mucho mas inteligente que tú. No se contentará con la respuesta fácil?.

Supongo que el cabrón paranoico tiene razón.

- Lo que yo vi, es que ?el culto?, no va a atacar frontalmente a las ciudades sino que las asediar atacando sus abastecimientos.

- ¿Asediar?.

- Los ciudadanos, ahora mismo, viven en constante inquietud. Sospechando que su vecino puede ser un miembro de esa siniestra secta que envenena el agua y ataca instalaciones. El gobierno quizás esté reforzando la vigilancia y movilizando reservistas, pero la gente cuando está nerviosa, básicamente consume.

- Algunas personas no. A mi se me cierra el estómago con las preocupaciones.

?Puede que no sea tan lista después de todo. O puede que se esté contagiando de ti?.

- No necesariamente comida. Pero si alcohol, calmantes, televisión... la gente intentará evadirse de la realidad. En cualquier caso, las reacciones de la gente son bastante impredecibles, cada persona es una variable en esa gran ecuación que es cada ciudad. Pero ten por seguro, que tarde o temprano, el hambre y otras escaseces, empezaran a hacer mella en las ciudades. Eso producirá disturbios que las autoridades trataran de aplacar y entonces, es muy posible que las hordas de descontentos se unan al culto.

La doctora de buenas domingas, se abraza con fuerza. Supongo que un escalofrió, debe recorrer su cuerpo. Permanecemos abrazados en silencio durante un par de minutos, pero curiosamente, ya no tengo sueño. Justo cuando pienso, que Marta se ha dormido, dice:

- ¿Cómo puedes estar tan tranquilo?.

- ¿Olvidas donde estaba antes de que los tuyos me ... secuestraran?.

- No creo que estés loco.

- Lástima que seas hematóloga y no psiquiatra ? bromeo -, aunque a decir verdad, no guardo malos recuerdos de mi etapa en el sanatorio mental. De echo, de no ser porque me movieron, yo no hubiera echo por fugarme. Supongo que soy como la roca de una montaña. Puedo pasar años y años sin moverme, hasta que algo o alguien me empuja colina abajo y ahora, supongo que no parearé hasta llegar abajo.


- ¿Y tus amigos?. Puedo entender que Nicolai no le tenga miedo a nada, pero el otro. Parece tener la mentalidad de un crió, pero a pesar de todo, te sigue pese a que no tenéis ninguna posibilidad.

Me río. En realidad, es un sonido cascado, mas parecido al ladrido de un perro apaleado, que a una risa, pero tal como están las cosas, ya es mucho.

- ¿De que te ríes?.

- De que crees que no tenemos ninguna posibilidad.

- Se realista ? la voz de Marta gana cierto tono de dureza -. Sois tres chalados que pretendéis atravesar medio país, perseguidos por algo que escapa a la ciencia.

- En los últimos cuatro días, son muchos los cabrones, que pensaban que estaba acabado. Gente como tu colega el doctor Resnik, o ?Juancho? al que no has tenido el placer de conocer. Ahora ellos están muertos, mientras que yo, acabo de follar contigo. ¿Quién estaba mas acabado?.

Se hace un nuevo silencio, pero como sigo sin tener mucho sueño, continuo.

- En cuanto a ?Anestesia?, se trata de un tipo, al que no le gusta el mundo en el que le ha tocado vivir. Un mundo en el que la gente a la que uno quiere, muere y le pasan cosas malas, sin que ningún super héroe aparezca para intentar cambiar eso.

- Comprendo.

- Por eso, el trata de cambiar eso intentando comportarse como ese inexistente super héroe. Por descontado, el no tiene ni super fuerza, ni super velocidad y de echo, es el tipo mas patoso que conozco. Pero sigue hacia delante a pesar de tenerlo todo en contra.

- Porqué no se da cuenta de la realidad.

- El vive en ?su? realidad.

- Creo que terminará resultando mas un estorbo que una ayuda.

?Me gusta esta chica. Además, tampoco folla tan mal?.

- Nadie es perfecto.

Vuelve a hacerse el silencio. ¿Se habrá dormido Marta por fin?. No lo sé, pero creo que voy a intentarlo yo también. Después de todo, mañana será otro día.

[Korvec]

Capítulo VII


?Una barrilla, cruza rodando el suelo de tierra, donde veo a una especie de versión ?malo de spaghetti western? que tiene mis rasgos, pero sé muy bien que no se trata de mi, sino del cabrón paranoico. Marta, viste como una zorrita de salón con un aparatoso y escotadisimo vestido rojo que permite una mas que generosa visión de sus domingas, observa con temor a los dos hombres que caminan sin prisa, por el fondo de la calle. Al principio, son solo dos siluetas, pero poco a poco ganan detalle hasta que se detienen desafiantes a una decena de metros. El primero, es ?Calvorota? que llega sosteniendo una escopeta de dos cañones y va vestido como un rico terrateniente, enfundado en un traje claro y cubriendo su calva como un amplio sombrero marrón. A su lado, reconozco pese al ridículo antifaz que trata de disimular sus rasgos a ?acusica?, que parece disfrazado de una suerte de parodia de ?El Jinete Solitario?. Con una casaca azul, guantes, botas y sombrero blancos muy adornados y dos grandes revólveres de color plateado y cachas nacaradas. El primero en romper el tenso silencio es ?Calvorota?.

- Te dije, que te quería fuera del pueblo antes de la puesta del sol.

El cielo tiene un color plomizo, excepto en el lejano horizonte, donde lo poco que queda visible del astro rey, confiere un tinte sanguinolento al firmamento.

- ?Aun no se ha puesto el sol? ? responde tranquilamente el cabrón paranoico -. ?¿Ahora la calvicie provoca ceguera??.

?Acusica? con un extraño acento sudamericano que me hace dudar si realmente se trata de él, dice mientras se planta con las piernas abiertas ante el oscuro pistolero:

- Ya te advertí, lo que pasaría la próxima vez que nuestro caminos se cruzasen.

El oscuro pistolero, se acerca a Marta y la coge por la cintura. Aunque no mira hacia ?acusica? todos sabemos que se dirige a él al decir:

- ?¿Ahora te dedicas a trabajar para cobardes que no tienen cojones para afeitarse los cuernos por si mismos??.

?Calvorota? enrojece por la ira, mientras ?acusica? sonríe.

- Los tiempos cambian. Defender a la justicia esta muy bien, pero uno tiene que comer.

Las manos del rico ganadero, se vuelven blancas por la tensión, pero no se atreve a levantar la escopeta.

- ¡Apartate de él Marta!.

Pero la muchacha de buenas domingas, no se aparta y por toda respuesta, se saca una ridícula pistolita de los bajos del vestido.

- No volveré a trabajar para ti ? casi escupe la palabra al añadir -. ¡Jamás!.

El ambiente está muy tenso. Unos niños que jugaban a recomponer los maltrechos restos de un perro atropellado por una carreta, abandonan su macabro puzzle de carne, para no perderse detalle del tiroteo. Los tenderos se llegan a los marcos de las puertas y los parroquianos mas prudentes, espían tras las ventanas. Supongo que uno no ve un tiroteo a dirario y en los días venideros, donde será el tema del día, hasta que ocurra otro suceso digno de mención, todo el mundo quedrá poder decir que estuvo allí, que lo vio todo y contar su propia versión de los hechos.

- ¡Indios!.

El grito hace que la gente comience a correr cual gallinas sin cabeza. Una cosa, es ver un espectáculo que no va ni viene con tu persona, pero otra muy distinta, es que vengan a pillar tu cabellera para añadirla a alguna puerca colección.

La situación, no tiene demasiado sentido, ya que en la mayoría de westerns, los indios no suelen atacar por la noche (por aquello de que si mueren, su espíritu se perdería en la noche), pero ese punto se aclara, cuando aparecen al fondo de la calle, las lentas siluetas de unos jinetes que no parecen tener prisa alguna en llegar.

?Calvorota? que irónicamente, es el que menos deberia temer por su cabellera, mira hacia el pistolero oscuro, luego hacia las lentas siluetas de los jinetes y sin mediar mas palabra, opta por escapar a la carrera. ?Acusica?, dedica una mirada de reojo a las siluetas que se aproximan.

- Una vez mas ? dice con su extraño acento sudamericano -, la suerte parece estar de tu parte.

- "Sí" ? contesta el cabrón paranoico -. "Supongo, que soy un chico con suerte".

Los jinetes continúan su aproximación. Uno de los jinetes parece desequilibrarse y caer. El caballo tiene unos movimientos un tanto torpes, pero sigue caminando en nuestra dirección. El jinete que va a la cabeza, se aproxima lo suficiente, como para dejar de ser una silueta. Sobre su cabeza, conserva gran parte de su tocado de plumas, que le confiere mas aspecto de gallina matada a escobazos que de gallardo jefe indio. La mayor parte de su rostro, parece haber sido arrancada, pero aun conserva el ojo izquierdo y los músculos suficientes como para poder chasquear unas prominentes mandíbulas, cuyos dientes quedan permanentemente expuestos por la falta de tejidos. A su caballo, no parece haberle ido mucho mejor y aunque conserva la mayor parte de su rostro, algo o alguien se a cebado bien en su abierta panza. El jamelgo avanza cargado con el zombificado jefe, mientras arrastra tras de si lo que solo pueden ser sus polvorientos intestinos, como si de un macabro velo nupcial se tratara. Marta se abraza con fuerza al cabrón paranoico y entierra su cara contra su pecho. Su expresión parece de terror, pero la voz de la muchacha de generosas domingas es perfectamente serena al decir.

- Son lentos, pero no se detendrán. Tarde o temprano nos atraparan.

El ?Acusica solitario?, ha palidecido casi tanto como las cachas de sus revólveres, pero es el puto heroe de esta función o por lo menos, eso pretende aparentar, así que se planta ante la calle mientras dice:

- Juntos podemos detenerlos el tiempo suficiente, como para permitir que la gente escape.

El cabrón paranoico sonrrie lo que confiere un inquietante aspecto al rostro que deberia resultarme familiar, ya que es el mio.

- "Tengo una idea mejor. Creo que seré yo el que escape mientras la gente se enfrenta a ellos".
Joder. Despierto sobresaltado por unos golpes en la puerta.

- ¿Sí? ? grazno mas que grito -. ¿Quién es?.

Marta, se revuelve inquieta en la cama, sin llegar a despertarse. Ya es de día, no se que hora puede ser, calculo que cerca del medio día. Nadie responde, mi brazo se introduce bajo la cama en busca de la pistola y toco algo peludo.

?¡Cuidado con las ratas!?.

El recuerdo de la heroica muerta del ?esparki? disecado del mochales, hace que haga un violento movimiento rotatorio hacia atrás, mientras retiro mi mano, el corazón se me acelera.

- ¡Joder!.

Marta farfulla algo, como que aun es muy temprano. Cojo una sábana y me envuelvo con ella la mano derecha. El que sea que se encuentra en el exterior, comienza a gruñir y a golpear con violencia. Si se trata de un vendedor de ?Avon?, sin duda se leyó todos los jodidos manuales sobre ?marketing agresivo?.

?Será mejor que pilles la pistola, la puerta no parece demasiado sólida por muy atrancada que esté?.

Me inclino y con la mano ?ensabanada? por delente, me asomo a las temibles y amenazantes profundidades que se ocultan bajo la cama.

- ¡Me cago en la puta!.

Con estupor, veo que lo que había tocado, era una descomunal bola de pelusa, de las muchas que pueblan los bajos de la cama.

?Vale un problema menos. Pero ahora falta ver quién está tratando de echar la puerta abajo?.

Cojo la pistola y me pongo en pie. Agito a Marta para despertarla y farfulla algo no del todo inteligible. Me acerdo hacia la puerta. A no ser que se trate de el servicio de habitaciones, que trata de echar la puerta abajo en su afán por traerme un desayuno que no he pedido, pero que no me vendría nada mal, Marta va a tener un ruidoso despertar.

[Korvec]

Capítulo VIII

Una cosa es segura, no creo que sea el cartero. Una cosa, es que siempre llame dos veces, como en el título de aquella película en la que el Nicholson se follaba a una rubia en una mesa y otra, es que parezca querer echar abajo la puerta.

?¿Por qué no disparas a través de la puerta?. Con un poco de suerte se tratará de crios porculeros que buscan financiar su viaje de final de curso, en el que esperan desvirgarse de una vez?.

- ¿Qué pasa? ? la voz de Marta refleja mas sueño que alarma, pero sospecho que eso está a punto de cambiar -. ¿Quién llama?.

Como la puerta carece de mirilla (aquí se utiliza mas el preguntar si se trata de la Santa Compaña a través de la puerta) y las persianas bajadas y tapiadas, solo hay una forma de averiguarlo.

?¿Te has fijado que últimamente es muy habitual, lo de jugarte en pellejo en pelota picada?. ¿No tendrás una cierta vena exhibicionista??.

Abro la puerta. Reconozco al encargado del motel.

?Míralo por el lado bueno. Ya no tendrás que preocuparte por el precio del alojamiento?.

El cuerpo avanza un par de pasos tambaleante y se derrumba en el suelo. Tiene las manos atadas a la espalda con alambre de espino, por lo que supongo que debió utilizar la cabeza para llamar, aparte de lanzarse contra ella con los hombros por delante.

?También debió intentar trastear algo en la cerradura. Recuerda el sonido de arañazos?.

En efecto, veo en el suelo lo que parece una llave maestra. La cojo antes de cerrar de nuevo la puerta a mi espalda y centrar mi atención el torturado visitante. Marta se sobresalta, pero supongo que es una chica mas práctica que histérica, por lo que después de improvisar una especie de toga con las sábanas, se acerca a examinar a nuestro visitante.

- ¿Quién puede haberle echo esto?.

- Alguien que quería saber en que habitación estábamos.

La hematóloga me mira sin comprender. Por lo que me toca ser mas explicito.

- No le han matado ? comienzo por lo mas obvio -, tiene las manos atadas pero no las piernas. Por lo tanto, querían que caminase y obviamente, si somos sus únicos clientes.

?Eso no lo sabes. Puede que el que le atacó fuese otro cliente al que no vimos?.

- Vendría aquí en busca de ayuda ? dice Marta mientras observa sus heridas - . Y quien quiere que fuese ? prosigue la doctora -, no quería que hablase. Le han cortado la lengua.

?Yo que tu atrancaría la puerta?.

Dejo a la doctora socorriendo al herido, mientras me preparo para asegurar la puerta, pero entonces recuerdo a Nicolai y ?Anestesia?. Tengo que avisarles.

?El que sea que ha atacado a este desgraciado, está hay fuera. No te precipites?.

Supongo que el cabrón paranoico tiene razón, así que me coloco los pantalones apresuradamente. Estoy terminando de anudarme las botas, cuando Marta dice.

- También querían darte un mensaje.

Me acerco al cuerpo inconsciente. La doctora le ha quitado la camisa para buscar heridas, dejando al descubierto un macabro mensaje que alguien escrito utilizando algo afilado sobre su torso. Se trata de una única palabra: ?CERCA?.

?Menudo gilipollas. Ese mensaje es de lo mas redundante. Está claro que no podría hacer todo esto estando lejos?.

Redundante o no, está claro que busca causar impacto psicológico y que con Marta, lo ha conseguido. La doctora ha palidecido y aunque parece intentar disimularlo, sus manos tiemblan como un flan.

- ¿Cómo está?.

- La herida a priori mas peligrosa es la de su lengua, pero se la han cauterizado. Algo le ocurre, pero no sé lo que es. Ayúdame a darle la vuelta.

Obedezco. El cuerpo del pobre desgraciado no pesa demasiado. Marta no tarda en encontrar algo extraño. Una cicatriz cosida con gruesos costurones.

- Parece que le hayan extraído un riñón pero?

La mujer guarda silenció sobresaltada, cuando algo se mueve bajo la piel.

- Dios ? Marta parece estar a un paso de vomitar -, han colocado algo vivo donde estaba su riñón derecho. ¡Tenemos que sacarlo!.


?Creo que vi un abrelatas por algún lado?.

El pobre diablo despierta y empieza a convulsionarse. Aunque supongo que eso es algo normal, cuando algún bicho te está comiendo por dentro.

- ¡Tenemos que sacárselo!. ¡Necesito un escarpelo!.

?A ese si que le han dado para el pelo?.

El pobre diablo emite terribles sonidos, que supongo serian peores de tener lengua. Agita su cuerpo desesperadamente, presa de espantosos dolores.

- ¡Tenemos que sacárselo ahora mismo!.

No es que la idea me parezca mal, pero no tenemos con que hacerlo. Supongo que podría romper un cristal de la ventana, pero no creo que a estas alturas rajarle, sirviese para nada positivo. El hombre se las apaña para emitir unos sonidos que me encogen el corazón mientras gruesos lagrimones, ruedan por su cara.

?Ese pobre cabrón está pasando las de Cain?.

- ¡Un bisturí!, ¡ Un cuchillo!. ¡Tengo que sacárselo!.

Los gemidos guturales aumentan de volumen, mientras el tipo trata de darse la vuelta, rabiando de dolor.

- Basta.

No digo mas. Coloco mi mano izquierda bajo su barbilla y la derecha sobre su frente. A Marta casi se le desencajan los ojos.

- ¡No lo hagas!.

?¡Hazlo joder!?.

Lo hago. El hombre deja de sufrir y si existe un mas allá, supongo que ya estará en compañía de su fiel perro. La habitación queda en silencio por fin.

- ¡Asesino! ? Marta parece fuera de sí -. ¡ Puto asesino!.

?No hagas caso. En el fondo sabe que has hecho lo correcto?.


En la espalda del cadáver, parece formarse un pequeño volcán. La doctora guarda silencio horrorizada. Sin duda, lo que ve le parece monstruoso, pero es incapaz de apartar la vista. Digan lo que digan, el horror es en ocasiones, capaz de fascinarnos. La enrojecida cabeza de lo que creo que es un pequeño ratón de campo, emerge de un cráter de carne. Aprieto el gatillo y la pequeña alimaña casi se desintegra.

?Perfecto, ahora además, el cabrón o cabrones que hayan echo esto, saben que vas armado?.

Marta cierra los ojos del cadáver y me dedica una centelleante mirada. Durante un par de segundos, creo que va a insultarme, luego, estoy casi seguro de que va a abofetearme, pero finalmente, se da la vuelta y se dirige hacia el cuarto de baño.

Unos golpes en la puerta me sobresaltan. Apunto instintivamente hacia la puerta, pero por suerte, no llego a apretar el disparador.

- ¿Va todo bien? ? reconozco la voz de ?Anestesia? -. He oído lo que parecía un disparo.

De un par de pasos, llego hasta la puerta y la abro. De un solo vistazo al optimista aspirante a super heroe, sé que algo no anda bien.

- ¿Y Nicolai?.

- No se encuentra bien y insiste en que tendremos que atarle antes de que anochezca. Dice que ya ha empezado.

?¡Joder que oportuno!?.

Los ojos de ?Anestesia?, se abren como platos al ver algo que se encuentra a mi espalda.

?¡El ratón estaba infectado, tienes un puto zombi tras de ti!?.

Me doy la vuelta todo lo rápido que puedo, pero tengo la sensación de moverme como si me encontrase bajo el agua. Oigo un grito femenino. Con las manos aun atadas por el alambre de espino, el muerto viviente intenta ponerse en pie. Su cabeza cuelga fláccida a un lado, mientras mira hacia su presa. No puedo decir que le culpe. De ser un muerto viviente, supongo que yo también preferiría hincarle el diente a la hematóloga de buenas domingas que a mi duro trasero. Apunto a la cabeza pero no me atrevo a disparar. Marta esta en la posible trayectoria de salida de la bala.

- ¡Apartate!.

Pero la hematóloga está paralizada. El monstruo deja de intentar incorporarse, y avanza con una técnica mixta entre arrastrarse como un gusarapo y el gatear. Doy un par de pasos en su dirección, le agarro de una pierna y le arrastro hacia atrás. El cadáver animado, me mira con una expresión que casi parece de incredulidad, cuando le disparo en la frente.

?Anestesia? se encuentra confundido por la situación, pero no está el horno para bollos, así que abrevio.

- Hay un tarado o tarados que intentan jodernos. Voy a comprobar si el microbús puede moverse, si es así, nos marcharemos aunque tenga que conducirlo yo mismo.

?¿De verdad crees que no lo habrán saboteado?. ¿Qué harás si no podéis marcharos?.

- Sobretodo no os separéis ? continuo -, esperadme los dos junto a ?Nicolai?, no abráis la puerta a nadie excepto a mi.

Salgo en dirección al vehículo, sin mirar atrás, pero no me hace falta acercarme demasiado, para reparar en la gran marcha de aceite que se agranda por momentos procedente de los bajos del vehículo.

?Bueno, supongo que ahora, es cuando toca improvisar?.

[Korvec]

Capítulo IX

Aunque no tengo excesivos conocimientos de mecánica, una cosa parece segura: el microbús no va a moverse.

Observo el pálido y sudoroso rostro de Nicolai. Parece un yonki en una de las peores fases de ?el mono? aunque por el momento, no ha empezado con la fase de las potas de color azul. No es que entienda mucho de este tipo de síndromes de abstinencia vampíricos, pero sospecho que será por la noche, cuando las cosas se pondrán realmente feas. Eso es malo, ya que si alguien tiene posibilidad alguna de arreglar el vehículo para largarnos de aquí, ese es Nico, pero por el momento, no parece capaz ni de arreglarse el pelo.

?Sea quien o quienes sean los que jodieron al encargado, no quieren que os vayáis muy lejos?.

Eso parece obvio, pero ¿quien rayos es y que coño quiere?. Descarto a ?Los Otros? ya que prácticamente, nos pusieron la escapada en bandeja. Puede que hubiese un infiltrado entre ellos o que ?el culto? les descubriera y prefirieran que escapásemos a que cayésemos en sus manos. Pero en cualquier caso, este no es su estilo.

?¿El culto entonces??.

Bueno, los jueguecitos ?sádico-cabrones? son mas de su estilo, pero no creo que se tomasen tantas molestias. Sea quien sea, quiere que sepamos que está aquí. Que está cerca y que domina la situación, ya que no quiere que nos marchemos.

?Es un cazador?.

El tipo de hijo de puta, que disfruta persiguiendo y acosando a sus víctimas. Miro alrededor tratando de distinguir algún destello o elemento fuera de lugar.

?¿Crees que nos observa??.

Estoy convencido de ello, tampoco me sorprendería que haya colocado alguna trampa, aunque también puede que sea de los que prefieren matar personalmente.

Estoy tan absorto en mis reflexiones, que me sobresalto cuando ?Anestesia? , que puede que haya estando hablándome, pone su mano en mi hombro para reclamar mi atención. Pasado el ligero sobresalto inicial, atiendo a sus palabras.

- ¿Realmente tendremos que atarle?.

Centro de nuevo mi atención en el pálido rostro de Nicolai, al que empiezan a marcársele todas las venas de la cara. Casi da la sensación, de que su piel está volviéndose traslucida. La amputada y cableada cabeza de Chanquete, mira también con algo remotamente parecido a la preocupación en dirección a Nicolai. Aunque supongo que de tener dientes y ocasión, no dudaría en darle un par de dentelladas. ?Ya se sabe que cuando el hambre aprieta, ni el culo de los muertos se respeta?.

?Definitivamente sí. Tendrás que amarrar al chaladete. Ya tenemos bastantes problemas, como para preocuparnos de él, si por la noche se le va la olla?.

- Creo que será lo mas prudente.

- Entonces, a no ser que quieras atarlo con sábanas, quizás deberíamos buscar con que hacerlo.

?Vaya, este pequeño chalado no es tan sumamente tonto como suponía?.

Supongo que el haber perdido a la mayor parte de sus amigos durante los últimos días, el ver como otro pasa las de Cain por un síndrome de abstinencia vampírico y el tener a un sádico asesino demente rondándote, deben haber colaborado.

- Sí ? digo mientras asiento con la cabeza -, creo que habrá que salir y buscar algunas cosas.

Marta, que permanecía hasta este instante silenciosamente fascinada por el ser en el que se ha convertido Nicolai, nos mira como si se hubiese percatado por fin, de que estamos como chotas.

- ¡¿No pensareis salir hay fuera?!.

?Para nada, haremos un pedido de sogas al jodido Papa Noel. Fijo que el bastardo se deja caer por aquí con un trineo tirado por zombis?.

- Será solo un momento ? miento -, además, puede que ya se haya largado.

?Tio, te recuerdo que puede ser un pendón, pero que de tonta no tiene un pelo?.

La hematóloga de buenas domingas, me mira con incredulidad.

- Esta hay fuera ? dice ella con voz serena -, esperando a que nos separemos para matarnos de uno en uno.

?¿Recuerdas la fábula del pastor, la oveja, la col y el lobo?.

Joder. Ahora mismo no tengo la cabeza para fábulas. Pero capto el mensaje. No podemos dejar solo a Nico en su estado. ¿Me fiare lo suficiente de Marta como para dejarla a solas con Nicolai?. ¿Que me encontraría a mi regreso?.

?¿Que es lo que temes?. ¿Que se meten o que te ponga los cuernos aprovechando que el pequeño tarado está fuera de combate??.

?Anestesia? empuña el subfusil que aun conserva desde nuestra huida como si de una reliquia se tratase.

- ¡Estoy dispuesto!.

?Parece mentira, lo que puede parecerse el valor a la falta de seso?.

Lo cierto, es que salir al exterior yo solo, no me hace puñetera gracia, pero por otro lado, no estoy demasiado seguro, de que sea una buena idea el hacerme acompañar de ?Anestesia? empuñando un arma que a todas luces, no está capacitado para utilizar o siquiera transportar con seguridad.
- Creo que iré mas rápido si voy solo.

Sorprendentemente, me siento fatal al decirlo. Aunque ?Anestesia? no dice nada, veo en su cara, que entiende demasiado bien el porque no viene. Marta me muy seria. Pero para mi sorpresa, no pronuncia palabra alguna.

Durante un par de segundos, dudo si llevarme el fúsil de asalto, pero como la mayor parte de mis pesquisas serán en la casa del fallecido encargado, opto por tomar solo la pistola. También vacilo durante otro par de segundos, pero finalmente y por puro impulso, tomo una de las granadas. No estoy seguro de que tipo es. Se trata de un cilindro de color verde con una raya roja, que cuenta con los típicos seguros: una anilla y una palanca, pero el modelo me es totalmente desconocido. Desde luego, no es ni una bomba de humo, ni una granada aturdidora, pero salvo unos números y un código de barra, no veo nada mas sobre su superficie.

?Es de color verde, por lo que yo apostaría a que es algún tipo de granada de fragmentación?.

Yo pienso lo mismo, pero por el momento solo hay una forma de saberlo. La introduzco en un amplio bolsillo de mi pantalón y me acerco a la puerta. Aunque supongo que a estas alturas es redundante decirlo lo hago de todas formas:

- Atrancad la puerta y no abráis a nadie que no sea yo.

- Tranquilo, yo protegeré el fuerte ? ?Anestesia? parece haberse recuperado pronto del golpe de no haber sido ?escogido para la gloria?.

- Corre - ? la voz de la doctora no tiene ni una pizca de dulzura -. No pierdas la oportunidad de hacerte matar.

?¿Y que esperabas, un besito de despedida y un ten cuidado cariño?. Ella no es de esas?.

Supongo que no. Abro la puerta y salgo al exterior. El cielo tiene un color plomizo. Probablemente se avecine lluvia. La carretera continua desierta. El único vehículo a la vista es el microbús. Salvo las hileras de habitaciones, la casa del encargado con su cartel de neon y algunos árboles que parecen eucaliptos, no hay gran cosa mas en los alrededores. Sea quién sea el asesino, no tiene demasiados lugares donde esconderse. No consigo quitarme la palabra ?CERCA? de la cabeza.

[Korvec]

Capítulo X



Descartando que esté oculto en el exterior o en el microbús, el tarado asesino solo puede ocultarse en una de las habitaciones del Motel o bien en la casa del encargado. Si no priva de la posibilidad de escapar, mediante su sabotaje automovilístico, (que por nuestro bien, espero que Nicolai sea capaz de reparar cuando haya superado ?el mono?) solo nos deja dos posibilidades: escondernos o buscarle. La situación se reduce a una siniestra versión del juego del gato y el ratón.

?¿Y que eres ahora gato o ratón??.

Supongo que mitad y mitad. Supongo que es obvio que acudiríamos a investigar la casa del encargado, por lo que no creo que se oculte allí.

?Ándate con ojo de todos modos. Nunca se sabe y puede que haya dejado alguna trampa?.

Encuentro la puerta abierta. Una invitación en toda regla, pero no puedo evitar sentirme como un crió ante la entrada del túnel del terror. Cruzo el umbral. La televisión continua encendida, huele a tabaco, humedad y a lo que el perro sostiene entre los dientes.

?Bueno, al menos ya sabes que no es un traficante de órganos?.

El fiel perro disecado, tiene en la boca el riñón que a su dueño le fue substituido por un animalejo infectado. Algunas de las moscas levantan levemente el vuelo para venir a incordiar, pero el grueso de ellas, prefiere permanecer en el órgano.

?El ducharse da sus frutos?.

Investigo un poco el mostrador. Por la televisión veo una imagen de la península ibérica que tiene un tinte rojizo por la sangre que se ha secado sobre su pantalla. Reconozco al militar bigotudo que podría pasar por la versión en carne y hueso del papanatas de las patatas Pringles. El televisor carece de sonido. No veo el mando a distancia y los controles no parecen funcionar (algo normal en un aparato, que con toda probabilidad, lleva funcionando de forma ininterrumpida durante solo díos sabe cuantos años).

?Tampoco creo que diga gran cosa de interés. Esta noche, probablemente será muy larga y tendrás tiempo mas que de sobras para ver la caja tonta?.

Continuó con la búsqueda, encuentro en el suelo la escopeta que no fue disparada. La abro y descubro que eso no es raro, ya que ni siquiera está cargada.

?Debió quedarse sin cartuchos peleando contra la temible horda de ratas infectadas?.

En la caja registradora, encuentro un par de billetes de diez euros, uno de veinte y el de cincuenta con le que paguemos el alojamiento la noche anterior. Lo cojo junto con algo de calderilla y continuo con el registro.

?¿Sabes?. Si aparece ahora mismo la policía, correrías un serio riesgo de ser acusado de este asesinato?.

- Tal como están las cosas, no me viene de otro.

?¡Silencio joder!?.

Me sobresalto ligeramente al sorprenderme hablando solo en voz alta. Me digo, que es para romper un poco este macabro silencio. Pero tomo nota mental, de tener mas cuidado en lo sucesivo.

Durante aproximadamente una hora y media, me dedico a registrar y la casa, tomando prestadas, las cosas que el difunto ya no va a necesitar. Entre ellas, una camiseta que aunque me aprieta un poco, me la puedo colocar y una camisa a cuadros de similar tamaño. Peleo durante un rato con unos pantalones tejanos, pero desisto y tengo que volver a colocarme los de camuflaje. También me apropio de una pequeña mochila en la que introduzco: linterna, una radio de pequeño tamaño que parece funcionar, algunas latas de atún y fabada y de varias botellas de orujo. Supongo, que el propietario era de los que bebían agua del grifo o de los que decían que ?el agua deshace los caminos?. No es un mal botín, pero por el momento lo único que he encontrado para atar a Nico, son varios metros de cuerda verde procedentes de un tendedero. Sin duda bastarían y sobrarían para atar he inmovilizar a una persona normal, pero dudo mucho que sean capaces de retener a alguien capaz de arrancar cabezas de cuajo con las manos desesperado por un síndrome de abstinencia que no quiero ni imaginar.

?Bueno hay otra solución?.

Estoy completamente seguro, de que no va a gustarme un pelo, pero supongo que no puedo hacer otra cosa que escucharla. Es difícil hacer oídos sordos a una voz que te habla desde el interior de tu cabeza.

?Puedes alimentarle con sangre del chaladete, tu novia y si hace falta también con parte de la nuestra?.

Eso no terminaría con el problema solo lo aplazaría, pero ciertamente, puede servirnos para largarnos de aquí y buscar un mejor refugio.

?Aunque por otro lado. Ahora que el encargado está muerto, este no es un mal lugar para descansar una temporada?.

Llego de nuevo junto a la entrada del edificio, sin haber encontrado ni el menor rastro del asesino. ?CERCA?. La idea es tan terrible, que casi se convierte en una certeza.

- ¡Joder!. ¡Fuiste tú! ? ya estoy hablando solo otra vez, pero me importa una mierda -. Mientras yo soñaba con ese estúpido western ...

?¿Y te refieres a mi como cabrón paranoico?. Tú si que estás como una chota?.

- ¿Entonces como llegó el asesino hasta aquí. ¿Andando?. ¿Y donde se oculta?.

?Ya. ¿Y para que habría saboteado el vehículo?. ¿Crees muy lógico que el tipo viniese en busca de ayuda a la habitación del tipo que le atacó?".

Pudiste atacarle por detrás. Probablemente nunca llegó a ver a su atacante. Despertó en el suelo con un terrible dolor en la espalda y fue en busca de ayuda. Saboteaste el autocar tanto para despistar como para asegurarte de que no nos marchásemos de aquí. Encima tuviste la desfachatez de dejar ese mensaje de ?CERCA?. ¡ Y tan cerca!.

?Eso es ridículo?.

Camino hasta el charco de sangre, en la sala del encargado y examino el suelo en busca de huellas. Pero no encuentro ninguna. Miro mis uñas en busca de algún rastro de sangre.

?¿Acaso crees que podría apoderarme de tu cuerpo y hacer cosas a tus espaldas??.

Me agacho y examino de cerca el seco charco de fluido vital coagulado en busca de alguna pista que me permita confirmar o descartar de una vez mi terrible sospecha.

?De haber sido yo, le habría matado sin mas. No hubiera perdido el tiempo en jueguecitos sádicos?.


Sea quien sea, ha sido muy cuidadoso y meticuloso. No veo ni una huella en el suelo. O lo limpió o se las arregló para no pisar la sangre en ningún momento. Unos golpes en la puerta me sobresaltan.

?Hay tienes a tu asesino Sherlock?.

Empuño la pistola y moviéndome lomas rápido que puedo, llegó hasta la entrada. Me encuentro en ella a un tipo que se sobresalta al verme y que empuña la barra roja de uno de esos seguros para inmovilizar el volante y evitar que te roben el coche.

?El cabrón no esperaba encontrarte aquí. ¡ Vuélale los sesos ¡?.

Le apunto a la cabeza y el tipo levanta las manos. Se trata de un hombre de aspecto insignificante y anodino.

- Por favor ? parece genuinamente sorprendido y asustado -. Necesito ayuda. Llevaba a mi hijo al centro de ayuda médica, cuando mi vehículo se averió. Le he dejado a unos diez quilómetros de aquí.

?Que original. Podría haberse currado una historia un poco menos vista?.

- ¿Tu hijo? ? algo no encaja y sé lo que es -. No veo que lleves alianza.

Mi dedo se tensa en el disparador de la pistola.

- ¡Soy viudo!. Mi esposa murió hace ya cuatro años. ¿Va a dispararme por eso?.

?¿Y tú te lo tragas??.

- Por favor ? prosigue él -. Mi hijo necesita ayuda. Tiene una fiebre muy alta y le he dejado solo en el coche. ¡Tiene que ayudarme!.

Ciertamente, su desesperación parece auténtica. Por un lado, es demasiada casualidad, Pero por otra, el Cabrón Paranoico, parece demasiado ansioso por que me libre de él y ¿se dejaría atrapar tan fácilmente un asesino así de hábil?. Supongo que hasta los monos se caen de los árboles, pero por otro lado, las cosas no suelen ser tan fáciles.