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La doctora Brandt PARTE 1 - Los Foros de TumbaAbierta.com. El portal del Entertenimiento en el género fantástico

La doctora Brandt PARTE 1

Moderador: ElPutoAmo

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Panzer172
Cadaver
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La doctora Brandt PARTE 1

Mensajepor Panzer172 » Vie Jul 23, 2010 2:34

Delia LLancay es una preciosa joven puneña, quien tras la muerte de su amado esposo, decide viajar con su hijo de seis años a la ciudad de Lima con el propósito de dejar atrás el trágico episodio que le toco vivir y labrarse un buen futuro para ambos.
El destino llevara a Delia y a su hijo a la casa de Emilia Reátegui, una anciana adinerada y de la clase social alta limeña.
Emilia extraña mucho sus años de juventud. Años en los cuales ella era una apetecible hembra a quien todos los hombres idolatraban.
La visita de una vieja amistad le traerá a Emilia la posibilidad de que aquellos años vuelvan, pero a costa de las vidas de otros.
En una noche fría y dentro de una tétrica casa Delia y Emilia conocerán a la doctora Brandt, pero solo una de ellas agradecerá después haberla conocido.

“La doctora Brandt” es mi nuevo relato el cual contiene drama y terror y al igual que “El padre de las criaturas” está escrito de una manera sencilla. Por otro lado este relato también está dividido en partes para que de esa manera su lectura no se haga pesada.
Este relato quizás no contenga mucho terror en un principio, pero esto cambia considerablemente cuando la doctora Brandt entra en escena.

Espero que disfrutes leyendo “La doctora Brandt” y por favor no olvides dejar comentarios. Gracias.


El frio invierno había llegado al pueblo de Nuñoa en la provincia de Puno y el triste color gris se había apoderado del cielo.

El cementerio de Nuñoa estaba cercado por muros de ladrillo y la entrada era una puerta de rejas oxidadas abierta de par en par desde la mañana hasta la tarde y cerrada con candado durante toda la noche para que los vivos no entraran a saquear las tumbas y los muertos no salieran a hacer travesuras.
En aquella última morada había muy pocas lapidas y la gran mayoría de los ataúdes solo tenían tierra encima y una cruz de madera con los nombres inscritos de los difuntos.

Parado en frente de un montón de tierra el cual tenía una cruz de madera encima y un ramo de flores, un hombre de edad madura cuya ropa estaba gastada al igual que sus sandalias, rezaba un padre nuestro en compañía de una linda joven llamada Delia Llancay.
Delia era puneña de nacimiento y tenia veintitrés años de edad. Ella tenía una atractiva y delgada figura, medía un metro sesenta de estatura y ostentaba un par de bellos y apetitosos senos.

Delia había ido al cementerio para despedirse de Marcial Cusipuma, su difunto esposo y a quien ella siempre considero y pensaba seguir considerando el gran amor de su vida.

Marcial era un joven solo dos años mayor que Delia y alguien que se enamoro de la linda puneña en el momento que la vio por primera vez. Aquel mágico episodio ocurrió cuando Marcial tenía catorce años.
Marcial vivía en Nuñoa mientras que Delia vivía con sus padres y con Simón, su hermano mayor en una casita de adobe y techo de paja a las afueras del pueblo.
Cada domingo Delia acompañaba a sus padres al pueblo para vender la leche de su vaca y todo lo que cultivaban en su chacra.
Uno de esos domingos Marcial acompaño a su madre a la plaza de armas de Nuñoa ignorando por completo que aquel día conocería a su futura esposa.

La plaza de armas de Nuñoa era el sitio que los comerciantes del pueblo y los campesinos de los alrededores usaban cada domingo para vender su mercancía.
Tanto los padres de Delia como la gran mayoría de comerciantes ponían una manta en el suelo y sobre ella colocaban los productos que iban a vender.

Delia acompañaba a sus padres a la plaza porque le gustaba estar a su lado y también porque sabía que algún día ella tendría que venir sola y hacer lo mismo para darle de comer a sus hijos e hijas.

Delia estaba ayudando a sus padres a embolsar la quinua y la cebada cuando Marcial y su madre se acercaron a comprar.
En cuanto los ojos de Delia y Marcial se cruzaron, ambos sintieron como la flecha de Cupido atravesaba sus corazones.

Desde aquel domingo Delia y Marcial cultivaron un amor puro y sincero el cual no tuvo dificultades en ser aceptado por los padres de ambos.
Delia se caso a la edad de dieciséis años y su boda fue una de las más lindas de Nuñoa.

La joven pareja construyo su nido de amor en un pequeño terreno ubicado a las afueras del pueblo el cual el padre de Marcial les había dado como regalo de bodas.

Delia y Marcial solo pudieron acabar la primaria y estudiar un par de años de educación secundaria.
Desde que ambos eran unos niños siempre tuvieron que ayudar a sus padres a cultivar la tierra y a criar a los animales.
Siendo unos adolescentes las tareas aumentaron para ambos y el tiempo para estudiar era muy escaso. Fue por esa razón que Delia y Marcial optaron por abandonar las aulas y dedicarse de lleno a trabajar como campesinos.

Marcial y Delia no renegaban de la vida que tenían. Ambos siempre habían sido muy felices siendo hijos de campesinos y jamás pensaron en hacer otra cosa con sus vidas que no fuera hacer lo que sus padres y ancestros habían hecho por generaciones.

Un año después de haber dado el sí en el altar, Delia trajo al mundo a un lindo bebe a quien ella llamo Giovanni. Tanto ella como Marcial lloraron de emoción y felicidad por haberse convertido en padres e hicieron una gran fiesta por el nacimiento de su primogénito.
Marcial se encargo personalmente de degollar y descuartizar a la alpaca cuya carne serviría para alimentar a su familia y a la familia de su amada esposa.

Marcial trabajo muy duro para que nada le faltara a su hijo. Delia se llenaba de alegría cada vez que veía juntos a los dos hombres más importantes en su vida.

Faltaban solo tres días para que Giovanni cumpliera seis años y Delia y Marcial tenían planeado hacerle una linda fiesta de cumpleaños.
Marcial quería comprarle un juguete muy especial a su hijo, pero en Nuñoa no había suficiente variedad de donde escoger. Por esa razón él decidió viajar a la ciudad de Ayaviri porque allí si la había.
Era mediodía cuando el bus que llevaría a Marcial a Ayaviri llego a Nuñoa. Él tenía una buena cantidad de dinero en su billetera lo cual preocupaba un poco a Delia.
-Por favor no te demores demasiado y guarda muy bien tu billetera –dijo Delia algo preocupada.
-No te preocupes, cholita –dijo Marcial tranquilo y sonriendo-, que esta noche volveremos a estar juntos.
Delia y Marcial se besaron como si fueran dos enamorados lo cual provoco las risitas de cuatro ancianas que estaban cerca.
Cuando Delia vio al bus perderse en el horizonte, ella fue a recoger a su hijo de casa de sus padres.
Delia y su hijo caminaron a su casa tomados de la mano y sonriendo de oreja a oreja.
A las afueras del pueblo y faltando poco para llegar a casa Delia se puso a cantar una vieja y dulce melodía en quechua. La canción había sido aprendida por las mujeres de su familia desde hacia bastantes generaciones e incluso una vez su bisabuela le conto que aquella melodía había sido creada por la mismísima Mama Ocllo.
A Giovanni le gustaba mucho esa canción la cual él escucho desde que estuvo por primera vez en los brazos de su madre.

Un plato de arroz con pollo y un vaso con chicha de jora fue lo que Marcial almorzó apenas llego a Ayaviri. Eran casi las tres de la tarde y él no quería buscar el regalo de su hijo con el estomago vacio.
El restaurante a donde él fue se encontraba a media cuadra de un mercado que siempre paraba lleno y que por esa razón era el lugar preferido por los amigos de lo ajeno.

Poco antes de que Marcial se marchara del restaurante, un ladrón de complexión fornida y con cara de pocos amigos se paro en la puerta del establecimiento para buscar a su próxima víctima.
El ladrón presencio el momento cuando Marcial saco su gorda billetera para pagar la cuenta. El delincuente sonrió maliciosamente y se aparto de la puerta.

Con el estomago contento Marcial estaba listo para ir en busca del regalo de su hijo. Pero estando afuera del restaurante y cuando él extendió la mano para llamar a un moto taxi, el ladrón de complexión fornida lo sujeto del cuello y lo amenazo con una pistola apuntando a su espalda. En seguida un ladrón de apariencia famélica, cara de loco y completamente drogado se paro delante de Marcial y metió sus manos dentro de los bolsillos de su casaca y su pantalón.
Una vez que el malviviente tuvo la billetera en su poder, este saco un enorme cuchillo y le abrió el estomago a Marcial.
Un ensordecedor grito de dolor alerto a los comerciantes del mercado de lo que estaba ocurriendo.
-¡Que mierda has hecho! –grito el ladrón que sostenía del cuello a Marcial.
Los dos delincuentes se fueron corriendo del lugar dejando a Marcial tirado en el suelo.
El pobre Marcial, retorciéndose de dolor y vomitando sangre, intentaba mantener sus entrañas dentro de su cuerpo, pero el corte que le habían hecho era tan grande que lo que quería era prácticamente imposible.
El asalto había ocurrido tan rápido que nadie pudo reaccionar a tiempo para ayudar a Marcial.

Sosteniendo palos y lanzando groserías a diestra y siniestra cerca de treinta comerciantes del mercado persiguieron a los dos ladrones.
No era la primera vez que aquellos dos malvivientes hacían de las suyas, pero sí era la primera vez que herían de muerte a alguien.
Los comerciantes estaban hartos de que esos dos infelices se salieran siempre con la suya y estaban dispuestos a darles una lección.
Para mala suerte de los rateros, la turba enfurecida los logro alcanzar. Los dos malandrines fueron obligados a desnudarse y recibieron una inmisericorde lluvia de palazos.
Los dos tipos fueron amarrados a un poste de luz que estaba frente al mercado y allí fueron rociados con gasolina.
Solo el ladrón de complexión fornida imploro por su vida. En cambio el delincuente con cara de loco se reía a carcajadas y le juraba a todo el mundo que su alma los atormentaría a todos de por vida. El tipo no temía irse al infierno y mucho menos tenia remordimiento por haberle arruinado la vida a Marcial.
El temor a que el alma del ratero los persiguiera hizo dudar a algunos de quemar vivos a los dos ladrones, pero finalmente se decidió ajusticiarlos.

Cuando la policía llego a las afueras del mercado solo encontraron dos cuerpos carbonizados atados a un poste y un cuerpo con las entrañas salidas y echado sobre una laguna de sangre.
La billetera de Marcial solo tenía dentro su DNI y una fotografía de su esposa cargando a su hijo recién nacido.

El día que Giovanni cumplió seis años, él no tuvo fiesta, regalos, torta y mucho menos un padre.
Él no asistió al funeral y tampoco al entierro de su progenitor porque su madre así lo quiso.
Giovanni tuvo que pasar unos días en casa de sus abuelos maternos porque su madre no estaba en condiciones para hacerse cargo de él.

Delia jamás pensó que alguna vez sufriría tanto en su vida. Su corazón se hizo mil pedazos cuando supo que Marcial, el gran amor de su vida, jamás volvería a mimarla con sus besos o a hacerla sentir todo su amor y su pasión dentro de ella.
Tuvieron que pasar varios días para que los ojos de Delia se quedaran sin lágrimas. Al quedarse sus ojos secos, Delia recordó que aun ella tenía una parte de Marcial con ella.
Delia busco a Giovanni y en cuanto lo vio, ella lo abrazo con todas sus fuerzas.
-Perdóname, hijito, por haberte abandonado todos estos días –dijo Delia con el dolor aun dentro de sus corazón-. De ahora en adelante nada ni nadie nos volverá a separar.
Giovanni no dijo ni una sola palabra y simplemente abrazo a su mamá como si no la hubiera visto en años.

Tres semanas después de la muerte de Marcial Delia recibió una carta de su prima Carmen.
Carmen tenía veintinueve años de edad y a los quince años ella viajo a Lima para trabajar en la casa de una familia adinerada.
Delia y Carmen siempre habían sido muy unidas y prácticamente eran como hermanas.
En cada carta Carmen le contaba a Delia sobre lo maravillosa que era Lima y sobre la gran cantidad de oportunidades de progreso que allí había.
Carmen ignoraba por completo la muerte de Marcial y por esa razón en su última carta ella la invitaba a Delia, a su marido y a su hijo a visitarla y a pasar unos días en la capital.
La idea de visitar Lima jamás había entusiasmado a Delia. Ella siempre fue muy feliz en Nuñoa y sobre todo teniendo a su familia con ella.
En otras circunstancias ella no hubiera considerado la invitación, pero tras el trágico episodio que le toco vivir, Delia decidió dejar el campo y viajar a la enorme selva de concreto.
Delia tomo esa decisión más que nada porque ella no quería vivir más en un lugar que le traía tantos recuerdos de su difunto esposo. Recordar días de felicidad que jamás se repetirían laceraban su corazón y no le permitían trabajar bien sus tierras y mucho menos cuidar de la mejor manera a Giovanni.

Delia le pidió prestado su celular a su hermano Simón y llamo a su prima Carmen.
Carmen se sintió muy triste al enterarse de la muerte de Marcial, pero a la vez ella no pudo ocultar su felicidad al saber que Delia y Giovanni vendrían a la capital.
-No olvides llamarme cuando llegues a Lima para así poder ir a recogerte –dijo Carmen.
-Descuida y espero no crearte inconvenientes –dijo Delia.
-Claro que no –dijo Carmen-. Y por favor no olvides traerme los quesos, la cancha y las demás cosas que te he pedido.
-No Lo olvidare, prima –dijo Delia cuyo corazón no estaba tan triste como hasta hacia solo unos minutos gracias a la pequeña conversación que había sostenido con su querida prima Carmen-. Nos vemos en Lima.

Un día antes de irse de Nuñoa Delia corto las flores más bellas de su jardín, tomo de la mano a su hijo y juntos fueron al cementerio a despedirse de su gran amor.

El cementerio de Nuñoa tenía una apariencia más triste de lo acostumbrada aquel día. Era de tarde y el viento helaba y soplaba muy fuerte. Los pétalos de las flores marchitas junto a las cruces volaban por todo el lugar y al caer se mezclaban con las pocas flores frescas que estaban sobre las tumbas de algunos difuntos.

Un hombre maduro y cuyo oficio era rezar algunas oraciones a los muertos a cambio de una propina se acerco a Delia apenas la vio a ella colocar un ramo de flores sobre el lugar donde Marcial descansaba.
-¿Desea que diga algunas oraciones por esta alma, señora? –pregunto el hombre distrayendo su mirada por un instante con los preciosos senos de Delia.
-Sí, señor, por favor –dijo Delia con tristeza en sus palabras y mirando la cruz que llevaba inscrito el nombre de Marcial.

Delia y el hombre del cementerio se persignaron, cerraron los ojos y juntos se pusieron a rezar el credo.
Giovanni no conocía aquella oración y lo único que hizo fue juntar las manos y cerrar los ojos.

El hombre maduro quedo impactado con la apetitosa delantera de Delia. En más de una ocasión y sin dejar de estar rezando él miro de reojo aquel par de bellísimos pechos.

Una vez que termino de rezar el sujeto de edad madura abrió los ojos y extendió su mano en dirección a Delia.
-Puede abrir los ojos, señora, que ya termine de rezar –dijo el hombre maduro.
-Muchas gracias, señor –dijo Delia mirando de frente al sujeto-. Giovanni, por favor dale las gracias al señor por haber rezado por tu padre.
Delia no escucho la voz de su hijo y al darse la vuelta se dio cuenta que este no estaba con ella.
Delia había estado tan concentrada en sus rezos que no se había percatado que la voz de Giovanni estuvo ausente todo ese tiempo.
La angustia invadió a Delia quien miro a su alrededor para ver si su hijo estaba cerca.
-¡Giovanni! –grito Delia intentando no desesperarse y pidiéndole a dios en su mente que no alejara a su hijo de ella.
-Por favor, linda señora, no se desespere –dijo el hombre maduro sonriendo-. Yo vi a su hijo meterse en la capilla del cementerio apenas un minuto después de que los dos dimos inicio a nuestros rezos.
Las palabras del hombre maduro calmaron un poco a Delia quien en seguida fue corriendo a la capilla.
-Carajo –dijo el hombre maduro algo disgustado-. Espero que esta tetona no se olvide de darme mi propina.

La capilla del cementerio estaba construida de adobe y el techo era de paja. Una vieja cruz de madera se erigía sobre el frágil techo y la entrada no tenia puerta. En el interior había una mesa de roca solida y sobre esta había cinco cráneos humanos.
La gente entraba a esa capilla para rezarle a los cráneos y pedirles por el descanso de las almas de sus seres queridos.
No había sillas o bancas dentro de la capilla y quien quería rezar debía hacerlo de pie o arrodillada en el suelo.

Cuando Delia entro a la capilla, ella vio a su hijo arrodillado en el suelo y rezándole a la calaveras. Giovanni estaba en compañía de cuatro viejas decrepitas que apenas podían hablar.
Bastante enfadada Delia tomo del brazo a Giovanni y lo aparto rápidamente del lado de las viejas.
-Jamás vuelvas a alejarte de mí sin pedirme permiso –dijo Delia Molesta por fuera, pero aliviada por dentro por tener de vuelta a su hijo-. Si vuelves a hacerlo no me vas a dejar otra opción que golpearte con la correa. ¿Acaso quieres eso?
-No, mamita –dijo Giovanni cabizbajo y arrepentido de haberse alejado de su madre sin permiso.
-Y una cosa más –dijo Delia en voz baja y deteniéndose en la entrada de la capilla-. No quiero que vuelvas a estar rezándole a las calaveras. A dios no le gusta eso. Entendiste.
-Sí, mamá –dijo Giovanni.
Delia le dio un beso en la mejilla a su hijo para demostrarle que lo había perdonado.
Giovanni se puso contento al recibir ese signo de perdón y enseguida se pego a la pollera de su madre para sentir su cálido amor maternal.

-Disculpe por haberme ido sin darle las gracias, señor –dijo Delia agarrando con fuerza la mano de Giovanni-, pero mi hijo es lo mas importante en mi vida y en cuanto usted me dijo en donde él estaba, lo único que yo quería era tenerlo de vuelta en mis brazos.
-No se preocupe, señora –dijo el hombre maduro-. Más bien me alegra haberla podido ayudar a encontrar a su hijo.
-Estoy muy agradecida con usted, señor –dijo Delia-. Y espero que esto sea suficiente para demostrarle mi gratitud.
Delia sostenía con su mano un billete de veinte nuevos soles el cual el hombre maduro tomo rápidamente. Aquella suma era cuatro veces más de lo que él recibía normalmente por rezarle a un difunto.
-Muchas gracias, señora –dijo el hombre de edad madura sonriendo y acariciando el billete.

Delia no quería irse del cementerio sin que antes ella y su hijo estuvieran a solas frente a la tumba de Marcial. Pero para poder hacerlo ella primero tuvo que despachar cortésmente al hombre maduro quien quería estar más tiempo con ella.
El hombre del cementerio se marcho mostrando una cara amable, pero en el fondo a él le fastidio mucho que no quisieran más su compañía y que lo privaran de no seguir viendo de cerca las magnificas tetas de Delia.

-Por favor, Marcial, protégeme a mí y a tu hijo y danos toda tu fuerza para que nos vaya bien en la capital –dijo Delia agarrando de la mano a Giovanni y observando la cruz sobre la tumba de Marcial.
Delia soltó la mano de su hijo, se puso de rodillas y beso la cruz. Mientras sus labios estuvieron pegados a la madera, de sus ojos cayeron algunas lágrimas que se desvanecieron sobre la tierra donde yacía sepultado Marcial.
-Hasta pronto, mi amor –dijo Delia poniéndose de pie y secándose las lagrimas con un pañuelo.

En la noche Delia y su hijo fueron a casa de sus padres porque allí su hermano Simón les había organizado una fiesta de despedida. Toda su familia al igual que la familia de Marcial estuvo presente en esa fiesta.
Los padres de Delia estaban muy viejitos y no querían que su hija y su nieto se apartaran de su lado.
Los padres de Marcial tampoco estaban muy contentos con la decisión de Delia, pero ellos sabían que no podían hacer nada para que ella cambiara de opinión.

Delia aprovecho la fiesta para obsequiar algunas de sus pertenencias las cuales no pensaba usar en la capital. Ella le entrego sus polleras de varios colores a su cuñada y sus chompas de lana favoritas fueron a sus primas y sobrinas.

Esa noche Delia dejo que Giovanni comiera todos los filetes de carne de alpaca que él quisiera porque sabía que pasaría mucho tiempo antes de que él los volviera a probar.
Terminada la fiesta Delia se despidió de toda su familia y regreso sola a su casa. Giovanni estaba exhausto y se quedo a dormir en casa de sus abuelos maternos.

En su casa Delia guardo en un maletín toda la ropa citadina que había comprado para ella y su hijo.
Esa última noche en Nuñoa ella durmió completamente desnuda para que de esa manera su piel estuviera en contacto directo con la cama donde Marcial la había hecho disfrutar de los placeres de la carne.

A las cuatro de la tarde del día siguiente Delia y su hijo estaban en una terminal de buses en la ciudad de Ayaviri. Ella vestía una casaca, pantalones jeans y calzaba zapatillas al igual que Giovanni.
En aquel sitio Delia y su hijo abordarían un bus con destino a la ciudad de Arequipa y una vez allí tomarían el bus que los llevaría directo a la ciudad de Lima.
Delia y su hijo tenían la compañía de Simón quien los había ayudado a traer el equipaje y sobre todo la enorme caja de cartón llena de quesos y bolsas con cancha, quinua y cebada que Carmen había pedido.
Simón se encargo de que el equipaje y la caja llena de cosas para Carmen ingresaran sin problemas al bus interprovincial.
-Cuídate mucho, hermanita –dijo Simón abrazando con fuerza a Delia-. Y no te preocupes que yo cuidare muy bien a nuestros padres y también a tu chacra y a tus animales.
-Muchas gracias, hermano –dijo Delia besando en la mejilla a Simón.
-Y tu muchachito, cuida bien a tu madre –dijo Simón colocando su mano sobre la cabeza de Giovanni.
-Sí, tío Simón –dijo Giovanni.

Delia y Giovanni fueron los últimos en abordar el bus. Ella se despidió hasta el último momento de su querido hermano mayor porque ella sabía que no lo volvería a ver en mucho tiempo.
Una vez que el bus se puso en marcha Delia supo que su vida como campesina había quedado atrás definitivamente.
Delia tenía mucho optimismo y estaba segura que su vida y la de su hijo cambiarían para bien.

Recostada en su asiento y con su hijo dormido y sentado en su regazo Delia observaba la oscuridad de la noche a través de la ventana. Ella ignoraba por completo que en la capital conocería a la doctora Brandt y que dicho encuentro no solo definiría su destino sino también el de su amado hijo Giovanni.

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