El padre de las criaturas PARTE 2

[Panzer172]

Jueves 9 de noviembre de 1989. En su laboratorio Mijail estaba sentado en una silla y observaba atentamente por la televisión como el pueblo alemán tiraba abajo el muro de Berlín. Svetlana estaba junto a él y sostenía una charola con una taza de café y los emparedados de jamón favoritos de su amo.
Mijail no tenía hambre en ese momento y le pidió a Svetlana que se llevara todo eso a la cocina.
Mijail sabía muy bien que la caída del muro de Berlín representaba el principio del fin definitivo de la unión soviética.
Desde inicios del año el ejército soviético había dejado de darle grandes sumas de dinero para sus experimentos y también había disminuido la cantidad de agentes de la KGB a su servicio.

Una semana después de la caída del muro de Berlín, Mijail recibió en su casa la visita de su amigo Yegor.
Una nueva Rusia estaba por nacer y si el partido comunista quería ser parte de ella, este debía de desligarse de personajes oscuros como Mijail.
Yegor sabia que la vida de Mijail podía correr peligro y por esa razón él le pidió a su amigo que abandonara Rusia y comenzara una nueva vida en otro lugar.

-Gracias por todo, querido amigo –dijo Mijail abrazando con fuerza a Yegor-. Jamas te olvidare.
-Yo tampoco, hermano –dijo Yegor correspondiendo el abrazo de Mijail y no pudiendo evitar derramar una lagrima.

Mijail tenía suficiente dinero ahorrado como para vivir cómodamente y sin tener que trabajar por un buen par de años. Sin embargo, él no quería utilizar ese dinero para tener una vida de rey. Lo que él quería era invertir cada centavo en sus experimentos para crear una nueva y poderosa raza.

Antes de abandonar Rusia para siempre Mijail tuvo que dejar en libertad a Svetlana. Aunque lo más sabio hubiera sido asesinarla, Mijail no tuvo el valor de acabar con la vida de la amiga que lo había acompañado por tanto tiempo.
Mijail decidió llevar a Svetlana al bosque y dejarla allí para que viviera en paz sus últimos años de vida.
Fue muy difícil para Mijail hacerle comprender a Svetlana que el bosque era el único sitio donde ella podría estar segura.
Totalmente resignada Svetlana tuvo que aceptar la realidad de que ella jamás podría vivir en el mundo de Mijail y que sus vidas tendrían que tomar rumbos distintos en aquel bosque ruso.

-Adiós, querida amiga y cuídate mucho –dijo Mijail despidiéndose de Svetlana.
Mijail se alejo de Svetlana sin mirar hacia atrás y perdiéndose entre los gigantescos arboles del bosque.
Svetlana llevaba puesto un costoso abrigo de piel de oso que Mijail le había dado como regalo de despedida. Ella quería decirle a Mijail cuanto lo amaba, pero de su boca solo salían ladridos y no palabras.
Llena de tristeza Svetlana camino sin rumbo a través del bosque y deseando poder encontrar la felicidad sin la compañía de su dueño y amor imposible.

Mijail escogió la ciudad de Paris en Francia como su nuevo lugar de residencia y allí siguió llevando a cabo sus monstruosos experimentos.
Decenas de lindas e inocentes jóvenes francesas terminaron convirtiéndose en despojos humanos o en horribles engendros por obra y gracia de Mijail.

A mediados de los años noventa Mijail no pudo financiar más sus experimentos y no tuvo otra alternativa que buscar empleo.
Su amplia experiencia le permitió unirse al staff de científicos que trabajaban para una poderosa transnacional farmacéutica francesa.
Aquella transnacional se dedicaba a crear en secreto armas químicas y biológicas y curas para estas las cuales vendían al gobierno que les ofreciera mayor cantidad de dinero.
Pese a desarrollar ese tipo de experimentos, la transnacional no quiso financiar el proyecto de Mijail para crear una nueva raza de poderosas criaturas.
En el pasado la transnacional ya había jugado a ser dios creando mutantes para el uso militar. Sin embargo, dichas criaturas eran difíciles de controlar y por esa razón desecharon ese tipo de experimentos.
Mijail intento convencer a la farmacéutica de que él sí conseguiría crear criaturas obedientes, pero la farmacéutica no le creyó y le pidió que nunca más insistiera con el tema.

Mijail laboro por años para aquella transnacional francesa solo porque esta le pagaba un jugoso salario con el cual él podía seguir autofinanciando sus propios experimentos.
Tras mucho esfuerzo y dedicación Mijail consiguió crear un sustancia que podía convertir a los seres humanos en criaturas humanoides de color gris, muy parecidas a los reptiles y con enormes garras retractiles en las manos y los pies. Lo malo era que prácticamente todas las jóvenes a los que se les inoculaba dicha sustancia morían en menos de veinticuatro horas.

Una mañana de invierno Mijail leyó en el periódico una noticia que él nunca se hubiera esperado. Se había descubierto que la transnacional farmacéutica para la cual él trabajaba estaba dedicada a desarrollar armas biológicas y químicas en secreto.
La noticia se supo en todos los rincones del planeta e involucro a varios gobiernos del primer mundo.
Los fundadores de la transnacional sabían que estaban solos y que ningún gobierno involucrado aceptaría haberles comprado armas químicas y bilógicas. Lo único que les quedaba era borrar las evidencias de que ellos habían financiado dichos experimentos.
Asesinos contratados mataron uno a uno a los científicos que habían desarrollado armas químicas y biológicas para la transnacional francesa. La operación fue tan rápida que ninguno tuvo la oportunidad de pedir ayuda a la policía o a alguna agencia internacional.

Mijail fue el único que pudo viajar fuera de Francia y salvar su vida. Él apenas pudo llevar una maleta llena de ropa y el puerto USB donde tenía la formula de la sustancia que convertía a los humanos en criaturas.
Obviamente antes de viajar él limpio su laboratorio y se deshizo de los cadáveres y las jóvenes que aun había allí.

Con 75 años de edad encima Mijail llego a la ciudad de Lima en Perú confiado en que allí jamás lo encontrarían. Sin embargo, a solo tres días de que él llego, un par de asesinos profesionales llegaron a la capital peruana con la misión de asesinar a Mijail.

Era de noche y Mijail corría a través de un parque ubicado en el distrito de Santa Teresa. Los dos asesinos iban detrás de él ocultando sus pistolas dentro de sus casacas oscuras.
El parque estaba vacío y la iluminación de los postes de luz era muy débil. Era el lugar perfecto para un asesinato.

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