Capítulo XV
?Algunos dicen, que fueron los americanos los que inventaron los daños colaterales,
yo opino, que de existir, dios les ganó por la manga con su famoso diluvio?
-- El Santi--
Debo reconocer, que para ser un grupo de paletos endogámicos, los tipejos no se mueven del todo mal por este tipo de terreno. Oculto tras un árbol, veo como se mueven peinando la zona. El ambiente ya no es en absoluto festivo. Ahora, se mueven en silencio y avanzan siguiendo el rastro de sangre, que les he dejado hace un rato. La zona de mi anatomía donde se han incrustado las postas, está en pleno proceso de inflamación, pero supongo que ha merecido la pena. Sin el olfato de los gorrinos, sus probabilidades de encontrarme son bastante limitadas.
?No te quejes. De la docena de postas que suele tener un cartucho de postas, sólo dos te han alcanzado?.
Oscurecerá dentro de un par de horas y para entonces, necesitarán más animales para rastrearme o bien un milagro y no creo que estemos en Fátima.
?Puede que no tengan más puercos?.
Sería mucha casualidad, que todos ellos sean huérfanos. No, dentro de poco, uno o dos hombres, se separarán de la línea y nos llevarán hasta su pocilga.
El nutrido grupo, sigue avanzando siguiendo las gotas rojas que les conducen hacía una zona despejada, donde podré observarles sin exponerme tanto como ahora, que tengo que mantenerme relativamente cerca, si no quiero perderles de vista.
No tardan en llegar hasta la explanada y como suponía, al no encontrarme en ella, se reúnen. Estoy a demasiada distancia como para oír nada de lo que dicen, pero no me cuesta imaginarlo.
?Fijo que no estén planteándose abandonar la búsqueda y irse a tomarse un chocolatito caliente?.
Eso no sería del todo imposible, si no fuera porque he matado a algunos vecinos. Ahora no pueden dejarme escapar. Como no me ven en esa explanada tal y como esperaban, saben que esto se prolongará hasta la noche y para eso...
?Necesitarán rastreadores?.
Una pareja de tipos, se aleja caminando del grupo en dirección a la carretera.
- ¡Bingo!.
?No te distraigas, puede que tengan un vehículo cerca?.
Sólo se me ocurren dos posibilidades. Teniendo en cuenta que se han desplazado con cerdos, utilizan algún tipo de vehículo grande, quizás un camión con una rampa o una furgoneta.
?O eso o bien vinieron a pie y no viven lejos?.
Esa es la otra posibilidad. Evitando hacer movimientos bruscos que delaten mi presencia, abandono mi escondrijo y me dispongo a seguir a la pareja.
?Mucho cuidado ahora. Se me ocurre, que también puede ser una trampa?.
No veo como.
?Si sospechan lo que tramas, puede que hayan enviado a dos tipos por delante para que los sigas, hacia alguna trampa o que envíen a otros dos dentro de un rato para pillarte mientras les sigues?.
Por un lado, sería un gran error por mi parte, el permitirme subestimar a los tipos que pretenden darme caza. Las fosas comunes, están llenas de tipos que se creían más listos que sus verdugos. Pero por otro, tampoco es que se me presenten demasiadas opciones si quiero salir de esta. Tendré que andarme con ojo y arriesgarme.
Me muevo la más discretamente posible. Les pierdo de vista un par de veces, pero por suerte para mi, los dos hombres no son demasiado discretos y caminan discutiendo sobre algo. La distancia y mi limitado dominio del idioma, no me permiten descubrir cual es el tema de la discusión, pero por lo menos me sirven para poder seguirles la pista hasta que llegamos hasta las inmediaciones de la carretera, donde el helicóptero, sigue cortando el paso.
?Aunque consigas recuperar la furgoneta, sigues teniendo el paso cortado por este lado?.
Me preocuparé de eso, cuando tenga la furgo. A malas, siempre puedo retroceder por donde he venido y intentar tomar algún desvió por algún camino de tierra o similar.
El bosque se termina y llega el momento que más temía. Si esto es una trampa, este será el momento crucial. Los dos tipos caminan por el claro en dirección al asfalto y no veo una sola cubierta, que me permita seguirles. Si me quedo aquí, les perderé, pero si avanzo, quedaré al descubierto.
El tiempo pasa, las siluetas de los dos hombres empequeñecen a medida que se alejan.
- ¡Que carajo!.
Corro por el claro. El dolor de mis heridas pulsa al ritmo de mi corazón, mientras temo oír un disparo de un momento a otro. Miro de reojo la silueta del helicóptero. Si esto resulta ser una trampa, ese sería el punto en el que yo hubiese ocultado a un hombre.
?Allí dentro aun había armas y puede que munición?.
Uno de esos M4 podría venirme muy bien si las cosas se tuercen, pero los dos tipos ya se han alejado mucho y corro el riesgo de perderles el rastro. No, tendré que apañármelas con el cuchillo y el revolver del tres cincuenta y siete.
Cruzo el asfalto y veo entre los matojos del otro lado, la lejana silueta de los dos hombres internándose en un tortuoso camino de tierra.
?Parece que al final vinieron andando?.
Dejo de correr y me agacho para reducir silueta mientras recupero el aliento.
Si este camino conduce hacia su ?guarida? no tendré que seguir manteniendo a ese par al alcance de la vista. Por desgracia, al cabo de unos minutos, veo la lejana silueta de unos vehículos aparcados.
- ¡Mierda!.
?Reconócelo todo estaba saliendo demasiado bien?.
Corro agazapado, aunque soy consciente, de que si en este momento, cualquiera de los dos se da la vuelta, me descubrirá a menos que cuente con la agudeza visual de un murciélago tuerto.
Los dos hombres se encaminan hacia un camión y. cargan en su caja, unos tablones que estaban colocados a modo de pasarela. No hace falta ser un genio, para deducir que así es como suben y bajan a los cerdos.
?Date prisa, tienes que subir a la caja del camión antes de que arranquen?.
Corro todo lo que puedo mientras los dos hombres suben a la cabina. El motor ruge cuando llego hasta la caja y me agarro a su borde. El dolor de mis heridas se acentúa cuando a fuerza de brazos, me hizo hasta su interior. Aterrizo en medio de un oloroso suelo lleno de excrementos porcinos.
?He visto taxis peores?.
También yo, pero no en este continente.
La caja del camión traquetea violentamente por los baches del camino y la dominguera conducción de esos bastardos. Aprovecho para sacar las gafas de visión nocturna de su bolsa de transporte y me las coloco, dirigiendo la vista hacia el oscuro fondo del camión y las pongo en marcha. Durante un par de segundos, se produce un breve resplandor verdoso y luego se apagan. Sus pilas están agotadas.
?Bueno, en la furgoneta tienes pilas, sigue siendo un hallazgo valioso de todos modos?.
Eso es cierto. Me serán muy útiles en mi incursión a Paris... si es que consigo llegar hasta allí. Parece mentira, como lo que antes era un trayecto de pocas horas, puede convertirse ahora en una peligrosa odisea de días. Puedo entender que en los tiempos que corren, la gente se vuelva más desconfiada pero es que tengo la sensación de no topar más que con psicópatas de diversa catadura.
?Es lo que encontrarás. Ahora hay dos tipos de personas, las que tienen miedo y las que dan miedo. Las primeras se esconderán de ti y las segundas son las que encontrarás por todos lados intentando joderte. O eso o puedes acercarte a la zona aun controlada por el gobierno?.
Ni de coña. Esto puede parecer una de aquellas películas posapocalipticas italianas, pero sé de sobras, en que se convierte una sociedad presa del miedo y la paranoia... y lo que hace el gobierno para mantener el control.
?Sí. El gobierno optará por las formas más duras de represión. Un tipo indocumentado como tú, no pasaría del primer control. Admítelo, tienes un aspecto de lo más sospechoso?.
El camión pilla otro bache y mi cabeza golpea contra la lona del techo. Ahogo una maldición en los labios, vuelvo a guardar las gafas de visión nocturna en la funda que fijo en la parte trasera de mi pantalón para que no me estorbe si tengo que reptar y compruebo de nuevo mi revolver. Sólo tengo cinco balas.
?Apuesto a que hay más de cinco hijos de puta allí a donde vamos?.
Ese es otro problema. Lo ideal, sería saber hacia donde nos dirigimos y saltar del vehículo a una distancia prudencial. Pero en las actuales circunstancias, me arriesgo a saltar a demasiado pronto y quedarme perdido a quilómetros de distancia, herido y en zona desconocida. Por el contrario, si permanezco aquí, me arriesgo a ser descubierto cuando baje del vehículo.
?Si está lo suficientemente lejos, puede que oscurezca para cuando lleguemos?.
El sol ya está bastante bajo en el horizonte, no creo que quede más de una hora de luz, por desgracia, tengo el presentimiento de que no tendré tanta suerte.
?Eres un pesimista?.
El camino parece estabilizarse y los traqueteos disminuyen. Supongo que estamos acercándonos. Me tumbo en el suelo, creo que nos estamos acercando. Miro hacia el exterior, y veo que en efecto, el camino a pesar de no estar asfaltado, está en mucho mejor estado por el uso frecuente. Este puede ser un buen lugar para apearse.
?Bueno, supongo que es un sitio tan malo como cualquier otro?.
Tomo aire y me agarro al borde de la caja. Aunque la velocidad no es demasiado alta, la altura es considerable y me arriesgo a partirme un tobillo si caigo mal.
?¡Vamos!. Cuanto más te lo pienses peor?.
Me decido y casi en el acto, me tubo pegándome al suelo de la caja, cuando oigo un saludo gritado en francés.
?¡Mierda!. Demasiado tarde?.
Me arriesgo a echar un vistazo rápido, mientras las ruedas giran ahora sobre terreno asfaltado. Veo algunas casas y un par de tipos de aspecto corriente caminando tranquilamente. Parece un pueblecito normal y corriente, poblado por gente normal y corriente.
?Lo son. Son personas ordinarias que viven en un mundo demasiado extraordinario?.
Esto está demasiado poblado. Puestos a jugármela, mejor espero a que se detenga el camión y por lo menos me ahorro el riesgo de partirme las piernas.
No tengo que esperar demasiado. El vehículo entra en algún tipo de edificio grande ya que me quedo casi totalmente a oscuras y oigo como los dos hombres, hablan con alguien que no puedo ver, pero que tiene una voz chillona. Tomo el cuchillo con una mano y el revolver en la otra.
?Será mejor que no te vean?.
Doy un vistazo al exterior. Hay dos grandes corrales a los lados repletos de cerdos de enorme tamaño, que gritan al verme, pero a parte de eso, no veo a nadie, así que tomo impulso y salto a tierra. Me dispongo a ocultarme bajo el vehículo, cuando un niño aparece por mi lado derecho y me mira con sus grandes ojos azules, desorbitados por la sorpresa. En otros tiempos hubiese vacilado, ahora no. Su boca se abre para gritar algo, pero la hoja de mi cuchillo le atraviesa la garganta y un ligero gorgojeo es el único sonido que escapa junto a su joven vida.
?¿Uno no acaba en el infierno por cosas como esta??.
Ya tengo reservada plaza VIP allí.
Siento una desagradable sensación mientras sostengo al joven, que me mira con ojos suplicantes mientras intenta aun hablar. Deslizo el pequeño cuerpo bajo el camión. Aunque soy consciente, de que pronto se formará un considerable charco de sangre.
?Bueno, el suelo es de tierra y no tiene tanta sangre como un adulto, no será un charco tan escandaloso?.
Los gritos de otros dos hombres, llamando al niño, me llegan procedentes de la parte delantera del camión.
?Tendrás que silenciarles también. No tardarán en sospechar si nadie les responde?.
Repto bajo las ruedas del camión, veo dos pares de piernas. Por suerte no veo a nadie más. Uno de los pares de piernas se mueven hacia atrás mientras pregunta algo a gritos. Ruedo para salir de los bajos del camión y me incorporo a su espalda. Le agarro por detrás y esta vez, no siento remordimiento alguno mientras mi cuchillo penetra entre las costillas atravesando su pulmón.
?Dentro de poco, esos tocinetes van a darse un festín... pero aun falta el segundo plato?.
Vuelvo a ocultarme bajo el vehículo y en menos de un minuto, los puercos están dándose un festín con sus cuerpos muertos.
?¿Y el postre??.
Miro hacia el lugar donde descansa el cadáver del pequeño.
No van a comérselo.
?Eso no es muy profesional por tu parte. Además ¿qué más te da que se lo coman los puercos o los gusanos?. No va a estar más muerto de lo que ya está. Si alguien viene por aquí y no le encuentra, puede que se haga preguntas, pero si encuentran su cuerpo, estaremos jodidos?.
Los cerdos obtienen su postre. El joven cuerpo se agita cuando docenas de hocicos, tiran en distintas direcciones.
Me acerco hacia la puerta. Aun no ha empezado a oscurecer, pero ya no tardará mucho más en hacerlo. Doy un vistazo a los edificios más próximos y veo varias estructuras de gran tamaño. Pero sólo una de ellas, parece estar custodiada por un tipo barbudo, que espera sentado en una silla junto a la entrada, con una escopeta al alcance de su mano.
?Parece un buen lugar para empezar a buscar?.
Supongo que un lugar tan malo como cualquier otro.
El Camino de la Cabra III ?La oscura senda de la venganza?
Moderador: ElPutoAmo
-
Korvec
- Devorador de muslos
- Mensajes: 7382
- Registrado: Lun Jul 26, 2004 21:44
- Ubicación: Terrassa City
- Contactar:
Capítulo XVI
?Nunca confíes, en alguien que esté aun más jodido que tú?
-- El Santi --
Si hay algo especialmente desagradable, es esperar sin poder hacer nada, sabiendo que tienes una herida que va a infectarse, pero dentro de lo malo, nadie ha aparecido por el lugar, mientras espero a que termine de anochecer. Los cerdos han dado pronta cuenta de su pitanza y las armas que se encuentran en la cabina del camión y unas oscuras manchas en el suelo, son todo lo que queda de los hombres y el niño a los que acabo de asesinar. Pero aunque nadie parece haberles echado en falta, sé de sobras, que sólo es cuestión de tiempo el que alguien lo haga o que los tipos que aun me andan buscando, se sorprendan por la tardanza de los rastreadores y envíen a alguien a ver que ocurre.
?Será mejor que estemos lejos para cuando eso ocurra. Quizás sería buena idea olvidarse de la furgoneta y escapar con el camión?.
A duras penas me las apaño para conducir la furgoneta. No tengo ni idea de cómo se conduce un camión.
?No creo que sea tan complicado?.
Puede que con tranquilidad, tiempo y un camión, llegará a aprender, pero este no es el mejor lugar ni momento para ponerme a descubrir que son los calderines ni como funciona su cambio de marchas.
?Entonces ponte en marcha de una vez?.
Lo hago. Las calles permanecen sin iluminar, pero veo luz en el interior de algunas casas y edificios. El molesto sonido de un generador, me indica de donde procede la electricidad que abastece al pueblo.
La calle está casi despejada, por lo que camino con naturalidad. En medio de esta semi oscuridad, levantará infinitamente menos sospechas, una anónima silueta que camina con toda tranquilidad que la de alguien tratando de moverse furtivamente.
Me encamino en primer lugar, hacia el edificio custodiado. Nadie releva al tipo de la escopeta. Nadie se ha acercado a relevarle y tampoco parece permanecer especialmente atento. Eso es bueno.
Rodeo el edificio en busca de alguna ventana o puerta trasera que pueda forzar, pero no encuentro ninguna. Eso es malo. Podría eliminar al guardia y colarme dentro, pero esa es una opción muy arriesgada que puede no merecer la pena.
?Podemos explorar el resto del pueblo o esperar a ver si aparece su relevo?.
Estoy a punto de marcharme en dirección hacia el generador, cuando una animada charla a la entrada del edificio, me indica que alguien acaba de llegar.
?¡Por fin un golpe de suerte coño!?.
Me muevo silenciosamente y veo a dos hombres charlar en la entrada. Pero no tardo en darme cuenta, de que no se trata del relevo. El recien llegado, carga con un cubo de metal en una mano y una lámpara en la otra. El tipo del cubo, parece contarle algún tipo de chiste soez, al tipo de la escopeta, mientras este trastea con un juego de llaves en el candado de la entrada.
Al cabo de un rato, el candado se abre con un sonoro chasquido y los dos hombres entran por ella.
?Si vas ha hacerlo, este es el momento?.
Mierda. No acabo de estar seguro de que entrar aquí sea buena idea, pero aun recuerdo lo cara que me salió mi última vacilación, así que me decido y después de acercarme, echo un fugaz vistazo al interior.
?Curioso?.
El vistazo ha sido de lo más revelador. En el interior, no se encuentra mi vehículo, pero veo a dos hombres encadenados a la pared. Uno de ellos, parece anglosajón y se encuentra en bastante mal estado. A su lado, veo a un tipo de aspecto latino. Su hinchado rostro revela que también se ha llevado una buena paliza, pero parece en mejores condiciones que su compañero. Pero lo más revelador, es la indumentaria del par de desgraciados. Patalones caqui , una camiseta negra y botas de un modelo militar. No veo sus características gafas de sol, pero en la camiseta, veo el dibujo de una garra de oso.
?Blackwater?.
No consigo imaginarme, que es lo que pintarán en Francia, los prepotentes operarios de la todopoderosa empresa de seguridad yanki.
?Apuesto a que el latino es el piloto?.
Eso no es difícil de adivinar. Aunque no he tenido mucho contacto con esa gente, el modelo estándar, de operador, es un tipo de raza blanca. Puede que se deba, a que se nutren mayormente de personal procedente de unidades de operaciones especiales, que siguen siendo bastante racistas en ese sentido.
?Pueden permitírselo. Tienen una tasa de exclusión cercana al sesenta por cien?.
Cierto, pero en el momento en el que dicha empresa se expandió con la llegada de jugosos contratos procedentes del ministerio de defensa americano, se convirtieron en un pequeño ejército privado y así, entraron en nómina pilotos y otro tipo de personal de apoyo, con el que no parecen ser tan racialmente selectivos.
?O eso o puede que haya pasado el curso de selección?.
No parece haberse metido los suficientes anabolizantes. No recuerdo haber visto nunca a un operador de Blackwater que pese menos de noventa quilos y si no le está tan molido a palos como su compañero, significa que se ha resistido mucho menos.
?Bueno. ¿ Vas a entrar o no ??.
No veo que se me haya perdido nada ahí dentro.
?Si el morenito resulta ser el piloto y el pájaro que bloquea la carretera aun puede volar, puede ser todo un fichaje. Aparte, tiene pintas de ser hispano, seguro que habla castellano. En caso contrario, seguro que lleva tiempo aquí retenido, sabe que es lo que está pasando aquí y en cualquier caso, seguro que como mínimo, tiene nociones de primeros auxilios. Te recuerdo por si lo has olvidado, que tienes plomo y restos de ropa en una herida abierta, que van a infectarse si no son extraidos?.
No es que me importe demasiado lo que aquí pueda estar pasando y no apostaría dos céntimos (en el hipotético caso de que los tuviera) porque el helicóptero pueda volver a volar. Pero si puede decirme donde guardan mi furgoneta, puede ahorrarme mucho tiempo, algo de lo que cada vez ando menos sobrado.
Esta bien, supongo que ya no me viene de eso. Miro a los dos lados de la calle que permanece desierta. Espero que no se presente ahora el relevo de la guardia.
Entro en el edificio moviéndome discretamente. Tanto el tipo de la escopeta como el de los cubos, siguen de espaldas a mi, pero los tablones del suelo, producen un crujido que delata mi presencia.
?¡Mierda!?.
Los dos hombres se vuelven con más curiosidad que alarma, pero la distancia que nos separa es demasiado grande como para que pueda salvarla corriendo en poco tiempo o para arrojar el cuchillo con precisión, así que les encañono con la pistola mientras digo algo que suena remotamente parecido a:
- ¡Ne vous mouvez pas!.
Los dos tipos vacilan, como si creyeran ser víctimas de algún tipo de broma pesada, pero la seriedad de su rostro, indica que no tardan en compreder la situación.
El tipo de la escopeta, deja el arma en el suelo, pero su compadre dice una retaila de palabras en frances.
- Tu ne sortiras pas d'ici vivant.
?Creo que se preocupa por tú salud?.
No es la mía la que debería preocuparle.
Me acerco más y entonces el prisionero de aspecto latino, dice:
- Please, help me, this people ...
Cometo el error de desviar durante apenas un segundo la vista en su dirección y el error me cuesta caro. El cubo metálico me golpea y mi arma salta de mi mano, perdiéndose en el oscuro suelo.
?¡Joder!. ¡Hay que ser pardillo!?.
Maldiciéndome a mi mismo por mi estupidez, le propino un puñetazo en la nariz, el tipejo cae hacia atrás y se enreda en una desigual pelea, con el tipo encadenado, mientras el otro gabacho, intenta recoger su escopeta del suelo, le propino un patadón en la cara cuando se agacha para recogerla, pero antes de que pueda rematarle, el bastardo del cubo, que se ha desembarazado del tipo de las cadenas, se lanza contra mi y consigue derribarme en el suelo, mientras grita como un grumetillo enculado en medio de una galera turca.
?¡Hazle callar joder!?.
Le propino un cabezazo, que creo que me ha dolido más a mi que a él, pero que me da el respiro suficiente, como para poder echar mano al cuchillo. Introduzco la hoja por encima de su ingle y con un ligero movimiento de sierra, lo muevo hacia arriba. Algo blando, cálido y maloliente, sale de su cuerpo y se esparce sobre el mío.
?¡Rápido!, el otro sigue con vida?.
Tosiendo, me incorporo. En efecto, el escopetero aun respira, pero no está consciente. Algo que no me sorprende después de la coz que acaba de recibir.
?Asegúrate de que la fea durmiente, no se despierte?.
Me inclino sobre el cuerpo caído, con la sensación de que abrirá los ojos y me atacará en el último segundo como suele suceder en tantas películas de terror, pero nada impide que le obsequie con una segunda sonrisa de oreja a oreja bajo el gaznate.
Con el corazón latiendo aceleradamente y apestando a mierda de cerdo e intestinos, me acerco hasta la puerta. Por suerte, el ruido del generador parece haber enmascarado los gritos. Pero sigo sin saber cuanto tardará en llegar el relevo. El bastardo prisionero, debe temer que le abandone a su suerte, ya que no para de gritar suplicando ayuda y aumentando las posibilidades de que nos descubran. Así que me acerco de nuevo hasta él.
- ¡Silencio! ? al ver que obedece en el acto, continuo - ¿hablas castellano?.
- Sí señor ?responde con un fuerte acento sudamericano.
Con la ayuda de la lámpara, encuentro el revolver y el juego de llaves del degollado.
- Será mejor que puedas caminar ? digo mientras empiezo a probar las distintas llaves, en los grilletes del prisionero.
- Puedo correr si hace falta ? responde casi con euforia -, pero mi amigo necesitará ayuda.
Miro al otro tipo, que permanece inconsciente en el suelo. Debe de pesar cerca de cien quilos y está mortalmente pálido.
- Me temo que el se queda aquí.
En el rostro de mi interlocutor, veo que la idea de abandonar a su compañero, no es plato de su gusto, pero me responde:
- Bueno, después de todo, no éramos tan amigos.
Aun tardo lo que me parece una eternidad en dar con la llave correcta. Pero finalmente, consigo liberar uno de los grilletes.
Para mi sorpresa, el reo dice:
- Amigo, haces muy mala cara.
?Y eso que no te ha visto el trasero?.
No creo que le falte razón. Creo que estoy empezando a tener fiebre. Ya han pasado unas cuantas horas y la infección debe estar empezando a hacer efecto. Será mejor agilizar las cosas.
- He tenido días mejores ? respondo -. Escucha, estos tipos me han robado mi vehículo. ¿Tienes idea de donde pueden guardarlo?.
- Si tenía combustible, estará en el cobertizo del generador ? dice -, allí los dejan secos antes de desguazarlos.
?¡Mierda!. ¡Era obvio!. ¿De donde sino iban a sacar el combustible para hacer funcionar el generador?".
Termino de liberar al hombre, que me da un par de palmadas de agradecimiento, antes de inclinarse sobre su caído compañero y intentar reanimarle.
- ¡Déjalo ! ? exclamo lo más alto que me atrevo -. Tenemos que marcharnos.
- ¿Seguro que no podemos llevarle? ? pregunta.
?Creía que no eran tan amigos?.
El esboza un amago de sonrisa, yo me vuelvo y empiezo a caminar hacia la salida.
?¡No le des la espalda gilipollas!?.
Me vuelvo pero ya es demasiado tarde. El tipo al que acabo de liberar, me encañona con la escopeta del tipo al que de vivir, ahora apodarían como ?dos sonrisas?.
- No ? dice el tipo sonriendo abiertamente -, soy yo el que lo siente, pero vas a cargar con mi amigo.
Mierda. Mis opciones de salir de esta, parecen encogerse como los huevos de un bañista en una piscina helada.
?¡Que bonita es la amistad!?.
El tipo, se apropia de mi revolver, aunque no de mi cuchillo. Luego, señala con la escopeta a su compañero.
- ¡Vamos!. Suéltalo ahorita mismo.
Obedezco y me acerco al inconsciente operador. Después de liberarle de unas cadenas del todo innecesarias para retenerle en su actual estado, intento reanimarlo sin éxito.
- ¡A que carajo estás esperando! ? me grita el bastardo desagradecido, sin dejar de encañonarme.
- ¿¡ No ves que estoy herido!? ? le grito yo -. Necesitaríamos una camilla.
Durante un par de angustiosos segundos, estoy casi seguro de que me disparará. Pero la detonación no llega a producirse. Al cabo de un rato, señala hacia una esquina y dice:
- Utiliza aquella carretilla.
En efecto, al acercar la lámpara en la dirección señalada, descubro una vieja, oxidada y maloliente carretilla, sobre la que no sin hacer un esfuerzo considerable, consigo colocar al inconsciente prisionero.
?Ya era hora, de que por fin algo empezara a marchar sobre ruedas?.
Marchar está claro que marcha. Lo que no tengo claro, es en que dirección lo hace.
?Nunca confíes, en alguien que esté aun más jodido que tú?
-- El Santi --
Si hay algo especialmente desagradable, es esperar sin poder hacer nada, sabiendo que tienes una herida que va a infectarse, pero dentro de lo malo, nadie ha aparecido por el lugar, mientras espero a que termine de anochecer. Los cerdos han dado pronta cuenta de su pitanza y las armas que se encuentran en la cabina del camión y unas oscuras manchas en el suelo, son todo lo que queda de los hombres y el niño a los que acabo de asesinar. Pero aunque nadie parece haberles echado en falta, sé de sobras, que sólo es cuestión de tiempo el que alguien lo haga o que los tipos que aun me andan buscando, se sorprendan por la tardanza de los rastreadores y envíen a alguien a ver que ocurre.
?Será mejor que estemos lejos para cuando eso ocurra. Quizás sería buena idea olvidarse de la furgoneta y escapar con el camión?.
A duras penas me las apaño para conducir la furgoneta. No tengo ni idea de cómo se conduce un camión.
?No creo que sea tan complicado?.
Puede que con tranquilidad, tiempo y un camión, llegará a aprender, pero este no es el mejor lugar ni momento para ponerme a descubrir que son los calderines ni como funciona su cambio de marchas.
?Entonces ponte en marcha de una vez?.
Lo hago. Las calles permanecen sin iluminar, pero veo luz en el interior de algunas casas y edificios. El molesto sonido de un generador, me indica de donde procede la electricidad que abastece al pueblo.
La calle está casi despejada, por lo que camino con naturalidad. En medio de esta semi oscuridad, levantará infinitamente menos sospechas, una anónima silueta que camina con toda tranquilidad que la de alguien tratando de moverse furtivamente.
Me encamino en primer lugar, hacia el edificio custodiado. Nadie releva al tipo de la escopeta. Nadie se ha acercado a relevarle y tampoco parece permanecer especialmente atento. Eso es bueno.
Rodeo el edificio en busca de alguna ventana o puerta trasera que pueda forzar, pero no encuentro ninguna. Eso es malo. Podría eliminar al guardia y colarme dentro, pero esa es una opción muy arriesgada que puede no merecer la pena.
?Podemos explorar el resto del pueblo o esperar a ver si aparece su relevo?.
Estoy a punto de marcharme en dirección hacia el generador, cuando una animada charla a la entrada del edificio, me indica que alguien acaba de llegar.
?¡Por fin un golpe de suerte coño!?.
Me muevo silenciosamente y veo a dos hombres charlar en la entrada. Pero no tardo en darme cuenta, de que no se trata del relevo. El recien llegado, carga con un cubo de metal en una mano y una lámpara en la otra. El tipo del cubo, parece contarle algún tipo de chiste soez, al tipo de la escopeta, mientras este trastea con un juego de llaves en el candado de la entrada.
Al cabo de un rato, el candado se abre con un sonoro chasquido y los dos hombres entran por ella.
?Si vas ha hacerlo, este es el momento?.
Mierda. No acabo de estar seguro de que entrar aquí sea buena idea, pero aun recuerdo lo cara que me salió mi última vacilación, así que me decido y después de acercarme, echo un fugaz vistazo al interior.
?Curioso?.
El vistazo ha sido de lo más revelador. En el interior, no se encuentra mi vehículo, pero veo a dos hombres encadenados a la pared. Uno de ellos, parece anglosajón y se encuentra en bastante mal estado. A su lado, veo a un tipo de aspecto latino. Su hinchado rostro revela que también se ha llevado una buena paliza, pero parece en mejores condiciones que su compañero. Pero lo más revelador, es la indumentaria del par de desgraciados. Patalones caqui , una camiseta negra y botas de un modelo militar. No veo sus características gafas de sol, pero en la camiseta, veo el dibujo de una garra de oso.
?Blackwater?.
No consigo imaginarme, que es lo que pintarán en Francia, los prepotentes operarios de la todopoderosa empresa de seguridad yanki.
?Apuesto a que el latino es el piloto?.
Eso no es difícil de adivinar. Aunque no he tenido mucho contacto con esa gente, el modelo estándar, de operador, es un tipo de raza blanca. Puede que se deba, a que se nutren mayormente de personal procedente de unidades de operaciones especiales, que siguen siendo bastante racistas en ese sentido.
?Pueden permitírselo. Tienen una tasa de exclusión cercana al sesenta por cien?.
Cierto, pero en el momento en el que dicha empresa se expandió con la llegada de jugosos contratos procedentes del ministerio de defensa americano, se convirtieron en un pequeño ejército privado y así, entraron en nómina pilotos y otro tipo de personal de apoyo, con el que no parecen ser tan racialmente selectivos.
?O eso o puede que haya pasado el curso de selección?.
No parece haberse metido los suficientes anabolizantes. No recuerdo haber visto nunca a un operador de Blackwater que pese menos de noventa quilos y si no le está tan molido a palos como su compañero, significa que se ha resistido mucho menos.
?Bueno. ¿ Vas a entrar o no ??.
No veo que se me haya perdido nada ahí dentro.
?Si el morenito resulta ser el piloto y el pájaro que bloquea la carretera aun puede volar, puede ser todo un fichaje. Aparte, tiene pintas de ser hispano, seguro que habla castellano. En caso contrario, seguro que lleva tiempo aquí retenido, sabe que es lo que está pasando aquí y en cualquier caso, seguro que como mínimo, tiene nociones de primeros auxilios. Te recuerdo por si lo has olvidado, que tienes plomo y restos de ropa en una herida abierta, que van a infectarse si no son extraidos?.
No es que me importe demasiado lo que aquí pueda estar pasando y no apostaría dos céntimos (en el hipotético caso de que los tuviera) porque el helicóptero pueda volver a volar. Pero si puede decirme donde guardan mi furgoneta, puede ahorrarme mucho tiempo, algo de lo que cada vez ando menos sobrado.
Esta bien, supongo que ya no me viene de eso. Miro a los dos lados de la calle que permanece desierta. Espero que no se presente ahora el relevo de la guardia.
Entro en el edificio moviéndome discretamente. Tanto el tipo de la escopeta como el de los cubos, siguen de espaldas a mi, pero los tablones del suelo, producen un crujido que delata mi presencia.
?¡Mierda!?.
Los dos hombres se vuelven con más curiosidad que alarma, pero la distancia que nos separa es demasiado grande como para que pueda salvarla corriendo en poco tiempo o para arrojar el cuchillo con precisión, así que les encañono con la pistola mientras digo algo que suena remotamente parecido a:
- ¡Ne vous mouvez pas!.
Los dos tipos vacilan, como si creyeran ser víctimas de algún tipo de broma pesada, pero la seriedad de su rostro, indica que no tardan en compreder la situación.
El tipo de la escopeta, deja el arma en el suelo, pero su compadre dice una retaila de palabras en frances.
- Tu ne sortiras pas d'ici vivant.
?Creo que se preocupa por tú salud?.
No es la mía la que debería preocuparle.
Me acerco más y entonces el prisionero de aspecto latino, dice:
- Please, help me, this people ...
Cometo el error de desviar durante apenas un segundo la vista en su dirección y el error me cuesta caro. El cubo metálico me golpea y mi arma salta de mi mano, perdiéndose en el oscuro suelo.
?¡Joder!. ¡Hay que ser pardillo!?.
Maldiciéndome a mi mismo por mi estupidez, le propino un puñetazo en la nariz, el tipejo cae hacia atrás y se enreda en una desigual pelea, con el tipo encadenado, mientras el otro gabacho, intenta recoger su escopeta del suelo, le propino un patadón en la cara cuando se agacha para recogerla, pero antes de que pueda rematarle, el bastardo del cubo, que se ha desembarazado del tipo de las cadenas, se lanza contra mi y consigue derribarme en el suelo, mientras grita como un grumetillo enculado en medio de una galera turca.
?¡Hazle callar joder!?.
Le propino un cabezazo, que creo que me ha dolido más a mi que a él, pero que me da el respiro suficiente, como para poder echar mano al cuchillo. Introduzco la hoja por encima de su ingle y con un ligero movimiento de sierra, lo muevo hacia arriba. Algo blando, cálido y maloliente, sale de su cuerpo y se esparce sobre el mío.
?¡Rápido!, el otro sigue con vida?.
Tosiendo, me incorporo. En efecto, el escopetero aun respira, pero no está consciente. Algo que no me sorprende después de la coz que acaba de recibir.
?Asegúrate de que la fea durmiente, no se despierte?.
Me inclino sobre el cuerpo caído, con la sensación de que abrirá los ojos y me atacará en el último segundo como suele suceder en tantas películas de terror, pero nada impide que le obsequie con una segunda sonrisa de oreja a oreja bajo el gaznate.
Con el corazón latiendo aceleradamente y apestando a mierda de cerdo e intestinos, me acerco hasta la puerta. Por suerte, el ruido del generador parece haber enmascarado los gritos. Pero sigo sin saber cuanto tardará en llegar el relevo. El bastardo prisionero, debe temer que le abandone a su suerte, ya que no para de gritar suplicando ayuda y aumentando las posibilidades de que nos descubran. Así que me acerco de nuevo hasta él.
- ¡Silencio! ? al ver que obedece en el acto, continuo - ¿hablas castellano?.
- Sí señor ?responde con un fuerte acento sudamericano.
Con la ayuda de la lámpara, encuentro el revolver y el juego de llaves del degollado.
- Será mejor que puedas caminar ? digo mientras empiezo a probar las distintas llaves, en los grilletes del prisionero.
- Puedo correr si hace falta ? responde casi con euforia -, pero mi amigo necesitará ayuda.
Miro al otro tipo, que permanece inconsciente en el suelo. Debe de pesar cerca de cien quilos y está mortalmente pálido.
- Me temo que el se queda aquí.
En el rostro de mi interlocutor, veo que la idea de abandonar a su compañero, no es plato de su gusto, pero me responde:
- Bueno, después de todo, no éramos tan amigos.
Aun tardo lo que me parece una eternidad en dar con la llave correcta. Pero finalmente, consigo liberar uno de los grilletes.
Para mi sorpresa, el reo dice:
- Amigo, haces muy mala cara.
?Y eso que no te ha visto el trasero?.
No creo que le falte razón. Creo que estoy empezando a tener fiebre. Ya han pasado unas cuantas horas y la infección debe estar empezando a hacer efecto. Será mejor agilizar las cosas.
- He tenido días mejores ? respondo -. Escucha, estos tipos me han robado mi vehículo. ¿Tienes idea de donde pueden guardarlo?.
- Si tenía combustible, estará en el cobertizo del generador ? dice -, allí los dejan secos antes de desguazarlos.
?¡Mierda!. ¡Era obvio!. ¿De donde sino iban a sacar el combustible para hacer funcionar el generador?".
Termino de liberar al hombre, que me da un par de palmadas de agradecimiento, antes de inclinarse sobre su caído compañero y intentar reanimarle.
- ¡Déjalo ! ? exclamo lo más alto que me atrevo -. Tenemos que marcharnos.
- ¿Seguro que no podemos llevarle? ? pregunta.
?Creía que no eran tan amigos?.
El esboza un amago de sonrisa, yo me vuelvo y empiezo a caminar hacia la salida.
?¡No le des la espalda gilipollas!?.
Me vuelvo pero ya es demasiado tarde. El tipo al que acabo de liberar, me encañona con la escopeta del tipo al que de vivir, ahora apodarían como ?dos sonrisas?.
- No ? dice el tipo sonriendo abiertamente -, soy yo el que lo siente, pero vas a cargar con mi amigo.
Mierda. Mis opciones de salir de esta, parecen encogerse como los huevos de un bañista en una piscina helada.
?¡Que bonita es la amistad!?.
El tipo, se apropia de mi revolver, aunque no de mi cuchillo. Luego, señala con la escopeta a su compañero.
- ¡Vamos!. Suéltalo ahorita mismo.
Obedezco y me acerco al inconsciente operador. Después de liberarle de unas cadenas del todo innecesarias para retenerle en su actual estado, intento reanimarlo sin éxito.
- ¡A que carajo estás esperando! ? me grita el bastardo desagradecido, sin dejar de encañonarme.
- ¿¡ No ves que estoy herido!? ? le grito yo -. Necesitaríamos una camilla.
Durante un par de angustiosos segundos, estoy casi seguro de que me disparará. Pero la detonación no llega a producirse. Al cabo de un rato, señala hacia una esquina y dice:
- Utiliza aquella carretilla.
En efecto, al acercar la lámpara en la dirección señalada, descubro una vieja, oxidada y maloliente carretilla, sobre la que no sin hacer un esfuerzo considerable, consigo colocar al inconsciente prisionero.
?Ya era hora, de que por fin algo empezara a marchar sobre ruedas?.
Marchar está claro que marcha. Lo que no tengo claro, es en que dirección lo hace.
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
-
Korvec
- Devorador de muslos
- Mensajes: 7382
- Registrado: Lun Jul 26, 2004 21:44
- Ubicación: Terrassa City
- Contactar:
Capítulo XVII
?Hay problemas en la vida que tienen solución,
pero hay otros que no?
-- Richard Heinberg --
El ruido del generador enmascara el rechinar de la rueda de la carretilla. Lo malo, es que tampoco permite oír gran cosa y en medio de la noche, el sentido del oído es tan o más importante que el de la vista.
- ¡Cuidado! ? grita con su fuerte acento sudamericano el tipo de la escopeta - ¡Escóndete carajo!.
Moviéndome con cierta torpeza, pego todo lo posible la carretilla a las sombras proyectadas por una pared y me agacho quedándome lo más inmóvil posible. Se por experiencia, que si no te están buscando activamente, es muy poco probable que te descubran en la noche mientras te ocultes entre las sombra y sobretodo, mantengas una inmovilidad absoluta.
Un nutrido grupo de paisanos equipados con antorchas, que me recuerdan vagamente a la turba que quiere linchar al monstruo de Frankenstein, pasan prácticamente por nuestro lado sin vernos.
?No parece que nos anden buscando ¿qué se propondrán??.
El escopetero, parece ahora más acojonado que un higienista dental en una película de Passolini.
- Hoy han venido antes ? parece decir para si mismo, más que para mi, luego parece reaccionar y empujándome con el cañón de la escopeta como motivación, exclama -, ¡muévete!. Si nos cogen...
El tipo deja la frase en el aire, pero desde luego, no creo que nos inviten a una fiesta campera. Así que haciendo un esfuerzo, empujo la carretilla. El maltrecho pasajero, gime débilmente.
El picor empieza a competir con el dolor, en la zona donde me impactaron las postas. Empiezo a sentir también los primeros síntomas de la fiebre. La herida se está infectando y lo hace con rapidez. Pero lo único que puedo hacer por el momento, es continuar empujando esta carretilla por la empinada cuesta que asciende hacia el origen del inconfundible sonido del generador.
Un estruendoso ruido a caballo entre rugido y chillido, que soy por completo incapaz de identificar, retumba en la noche, logrando incluso eclipsar momentáneamente el estruendo del ahora próximo generador.
?¿Qué coño ha sido eso??.
- ¡Deprisa carajo! ? los cañones de la escopeta, vuelven a golpearme en la espalda sacándome de quicio -. ¡ Está despierto!.
- ¿Quién está despierto? ? pregunto sin volverme - ¿qué coño ha sido ese ruido?.
?Ten cuidado este cabrón está aterrorizado?.
- No hay tiempo.
Detengo la carretilla y me doy la vuelta.
- Ya lo creo que hay tiempo ? respondo cabreado ? y será mejor que empiece a obtener algunas respuestas si quieres salir de esta.
Ahora veo que el hombre está pálido, probablemente por el miedo, pero a pesar de ello, no ha salido corriendo ni abandonado a su compañero, lo que se merece mi respeto, a pesar, de que no descarto el cargármelo como tenga ocasión.
Se produce un gran revuelo por el pueblo, lo que sólo puede significar, que o acaban de descubrir nuestra fuga o acaban de inaugurar la fiesta mayor.
El asustado individuo me encañona a la cabeza.
- Como no empieces a andar ahora mismo ? amenaza.
- ¿Me dispararás? ? respondo desafiante -. Yo moriré rápidamente y tú y tu cuchi cuchi horriblemente poco después.
El tipo maldice en inglés, pero baja la escopeta.
- Esta bien ? cede -. ¡ Te juro que te lo contaré todo!, pero ahora tenemos que movernos.
Esa especie de mega rugido, vuelve a tronar y esta vez, soy capaz de identificar su procedencia: una especie de enorme nave alargada.
- ¿Qué coño ha sido eso? ? pregunto mientras vuelvo a empujar la pesada carretilla .
- Un puerco.
?¿Un puerco?. A no ser que tenga un altavoz, no veo como puede ser capaz de emitir semejante estruendo?.
- ¿Un puerco? ? pregunto con escepticismo -. ¿Quieres decir un cerdo?.
Llegamos por fin hasta las inmediaciones del edificio del generador, donde veo la inconfundible silueta, de una gran cantidad de vehículos.
- Esta gente los utilizaba para buscar trufas ? explica mi nuevo compañero de desventuras -, pero cuando empezó toda esta fucking chingada y los primeros infectados llegaron hasta aquí, los puercos se los comieron.
- Pero entonces los cerdos se infectarían.
Aun recuerdo cuando fui perseguido por un jabalí infectado de enormes dimensiones, que probablemente, se había infectado al alimentarse de cadáveres.
- No ? continua el hombre -, no se infectaron, no como las personas por lo menos, pero empezaron a crecer y terminaron comiéndose entre ellos.
- Comprendo ? digo por decir algo.
- Ahora, sólo queda el más grande de ellos, al que alimentan con la gente que capturan y adoran como una deidad.
?¡Joder!?.
- ¿Cómo?.
- Lo consideran ? explica mi asustado acompañante -, una especie de deidad protectora de la aldea.
?Tiene sentido, ya que les libra de los fiambres he infectados. ¿Pero que hacer cuando se acaban??.
La idea de que en la actualidad, un pueblo se dedique a adorar a un gigantesco puerco mutante, hasta el punto de ofrecerle sacrificios humanos, me parece entre bizarra y disparatada, pero después de todo, no es mucho peor que lo que hace ?el culto? que incluso practica la antropofagia, uno de los tabúes más antiguos que hay. En cuanto se rasca un poco el barniz de la civilización, no tarda en quedar al descubierto lo que se oculta bajo él y en la mayoría de los casos, no suele ser algo agradable.
Llegamos hasta los vehículos y no sin cierto regocijo, localizo mi furgoneta.
- Esa ? señalo con el dedo -, es mi furgoneta.
Las puertas están abiertas y gran parte de su contenido, se encuentra esparcido por el interior, pero para mi sorpresa, aparte de las grandes petacas de combustible, tampoco parece faltar gran cosa.
?No es raro que no les interesen las armas y municiones, recuerda el arsenal que dejaron tirado por el helicóptero. ¿Pero no te parece muy extraño que no les interesen la comida ni los medicamentos??.
Ahora mismo, lo único que me preocupa, es alejarme lo más posible de estos tiparracos.
Ayudo a descargar al agonizante de la carretilla y mientras su compañero de cautiverio, se las apaña para intentar acomodarle lo mejor posible en la parte trasera, yo me dirijo a la cabina. Las llaves no siguen en el contacto, pero no tardo en localizarlas por los bajos.
?No se han roto demasiado la cabeza?.
Por desgracia, no tardo en descubrir que el vehículo no va a moverse. Puede que no hayan tenido tiempo o ganas para saquear su contenido, pero desde luego, si lo han tenido para dejar seco el depósito.
- ¡Joder! ? maldigo.
- ¿Qué pasó? ? me preguntan desde la parte trasera del vehículo.
- El depósito esta seco ? anuncio -, vamos a tener que conseguir más.
El tipo maldice sonoramente, mientras abro la guantera y cojo una linterna, un almax y una pistola. En la parte de atrás he visto varias armas largas desperdigadas, pero no me apetece ponerme a rebuscar las cajas de munición.
Cojo una de las botellas de agua que hay esparcidas en los bajos del asiento del copiloto, me meto el granulado en la boca y lo engullo con un largo trago de agua.
?No creo que esa sea la forma de administración recomendada?.
Ni yo creo que vayan a darnos el gasoil por las buenas.
Compruebo el cargador del arma y con la linterna aun apagada, empiezo a caminar hacia el generador. El tipo de la escopeta no tarda en darme alcance.
- ¿No pensarás entrar ahí?.
- ¿Tienes alguna idea mejor?.
- ¡No hay tiempo ! ? el tipo parece ser una vez más presa del pánico, para estar en la nomina de Black Water, no anda demasiado sobrado de sangre fría ? nos están buscando y ...
- Echa a correr si quieres ? le corto -, pero no llegarás muy lejos antes de que te cojan.
?No le falta razón, no hay tiempo para eso a menos que alguien cree una distracción?.
Como en anteriores ocasiones, el plan del cabrón paranoico se forma en cuestión de segundos en mi mente. No es raro, el que la idea que se forma en mi cabeza, no me guste ni un pelo. Pero como en anteriores ocasiones, no tengo demasiadas alternativas.
?Hay problemas en la vida que tienen solución,
pero hay otros que no?
-- Richard Heinberg --
El ruido del generador enmascara el rechinar de la rueda de la carretilla. Lo malo, es que tampoco permite oír gran cosa y en medio de la noche, el sentido del oído es tan o más importante que el de la vista.
- ¡Cuidado! ? grita con su fuerte acento sudamericano el tipo de la escopeta - ¡Escóndete carajo!.
Moviéndome con cierta torpeza, pego todo lo posible la carretilla a las sombras proyectadas por una pared y me agacho quedándome lo más inmóvil posible. Se por experiencia, que si no te están buscando activamente, es muy poco probable que te descubran en la noche mientras te ocultes entre las sombra y sobretodo, mantengas una inmovilidad absoluta.
Un nutrido grupo de paisanos equipados con antorchas, que me recuerdan vagamente a la turba que quiere linchar al monstruo de Frankenstein, pasan prácticamente por nuestro lado sin vernos.
?No parece que nos anden buscando ¿qué se propondrán??.
El escopetero, parece ahora más acojonado que un higienista dental en una película de Passolini.
- Hoy han venido antes ? parece decir para si mismo, más que para mi, luego parece reaccionar y empujándome con el cañón de la escopeta como motivación, exclama -, ¡muévete!. Si nos cogen...
El tipo deja la frase en el aire, pero desde luego, no creo que nos inviten a una fiesta campera. Así que haciendo un esfuerzo, empujo la carretilla. El maltrecho pasajero, gime débilmente.
El picor empieza a competir con el dolor, en la zona donde me impactaron las postas. Empiezo a sentir también los primeros síntomas de la fiebre. La herida se está infectando y lo hace con rapidez. Pero lo único que puedo hacer por el momento, es continuar empujando esta carretilla por la empinada cuesta que asciende hacia el origen del inconfundible sonido del generador.
Un estruendoso ruido a caballo entre rugido y chillido, que soy por completo incapaz de identificar, retumba en la noche, logrando incluso eclipsar momentáneamente el estruendo del ahora próximo generador.
?¿Qué coño ha sido eso??.
- ¡Deprisa carajo! ? los cañones de la escopeta, vuelven a golpearme en la espalda sacándome de quicio -. ¡ Está despierto!.
- ¿Quién está despierto? ? pregunto sin volverme - ¿qué coño ha sido ese ruido?.
?Ten cuidado este cabrón está aterrorizado?.
- No hay tiempo.
Detengo la carretilla y me doy la vuelta.
- Ya lo creo que hay tiempo ? respondo cabreado ? y será mejor que empiece a obtener algunas respuestas si quieres salir de esta.
Ahora veo que el hombre está pálido, probablemente por el miedo, pero a pesar de ello, no ha salido corriendo ni abandonado a su compañero, lo que se merece mi respeto, a pesar, de que no descarto el cargármelo como tenga ocasión.
Se produce un gran revuelo por el pueblo, lo que sólo puede significar, que o acaban de descubrir nuestra fuga o acaban de inaugurar la fiesta mayor.
El asustado individuo me encañona a la cabeza.
- Como no empieces a andar ahora mismo ? amenaza.
- ¿Me dispararás? ? respondo desafiante -. Yo moriré rápidamente y tú y tu cuchi cuchi horriblemente poco después.
El tipo maldice en inglés, pero baja la escopeta.
- Esta bien ? cede -. ¡ Te juro que te lo contaré todo!, pero ahora tenemos que movernos.
Esa especie de mega rugido, vuelve a tronar y esta vez, soy capaz de identificar su procedencia: una especie de enorme nave alargada.
- ¿Qué coño ha sido eso? ? pregunto mientras vuelvo a empujar la pesada carretilla .
- Un puerco.
?¿Un puerco?. A no ser que tenga un altavoz, no veo como puede ser capaz de emitir semejante estruendo?.
- ¿Un puerco? ? pregunto con escepticismo -. ¿Quieres decir un cerdo?.
Llegamos por fin hasta las inmediaciones del edificio del generador, donde veo la inconfundible silueta, de una gran cantidad de vehículos.
- Esta gente los utilizaba para buscar trufas ? explica mi nuevo compañero de desventuras -, pero cuando empezó toda esta fucking chingada y los primeros infectados llegaron hasta aquí, los puercos se los comieron.
- Pero entonces los cerdos se infectarían.
Aun recuerdo cuando fui perseguido por un jabalí infectado de enormes dimensiones, que probablemente, se había infectado al alimentarse de cadáveres.
- No ? continua el hombre -, no se infectaron, no como las personas por lo menos, pero empezaron a crecer y terminaron comiéndose entre ellos.
- Comprendo ? digo por decir algo.
- Ahora, sólo queda el más grande de ellos, al que alimentan con la gente que capturan y adoran como una deidad.
?¡Joder!?.
- ¿Cómo?.
- Lo consideran ? explica mi asustado acompañante -, una especie de deidad protectora de la aldea.
?Tiene sentido, ya que les libra de los fiambres he infectados. ¿Pero que hacer cuando se acaban??.
La idea de que en la actualidad, un pueblo se dedique a adorar a un gigantesco puerco mutante, hasta el punto de ofrecerle sacrificios humanos, me parece entre bizarra y disparatada, pero después de todo, no es mucho peor que lo que hace ?el culto? que incluso practica la antropofagia, uno de los tabúes más antiguos que hay. En cuanto se rasca un poco el barniz de la civilización, no tarda en quedar al descubierto lo que se oculta bajo él y en la mayoría de los casos, no suele ser algo agradable.
Llegamos hasta los vehículos y no sin cierto regocijo, localizo mi furgoneta.
- Esa ? señalo con el dedo -, es mi furgoneta.
Las puertas están abiertas y gran parte de su contenido, se encuentra esparcido por el interior, pero para mi sorpresa, aparte de las grandes petacas de combustible, tampoco parece faltar gran cosa.
?No es raro que no les interesen las armas y municiones, recuerda el arsenal que dejaron tirado por el helicóptero. ¿Pero no te parece muy extraño que no les interesen la comida ni los medicamentos??.
Ahora mismo, lo único que me preocupa, es alejarme lo más posible de estos tiparracos.
Ayudo a descargar al agonizante de la carretilla y mientras su compañero de cautiverio, se las apaña para intentar acomodarle lo mejor posible en la parte trasera, yo me dirijo a la cabina. Las llaves no siguen en el contacto, pero no tardo en localizarlas por los bajos.
?No se han roto demasiado la cabeza?.
Por desgracia, no tardo en descubrir que el vehículo no va a moverse. Puede que no hayan tenido tiempo o ganas para saquear su contenido, pero desde luego, si lo han tenido para dejar seco el depósito.
- ¡Joder! ? maldigo.
- ¿Qué pasó? ? me preguntan desde la parte trasera del vehículo.
- El depósito esta seco ? anuncio -, vamos a tener que conseguir más.
El tipo maldice sonoramente, mientras abro la guantera y cojo una linterna, un almax y una pistola. En la parte de atrás he visto varias armas largas desperdigadas, pero no me apetece ponerme a rebuscar las cajas de munición.
Cojo una de las botellas de agua que hay esparcidas en los bajos del asiento del copiloto, me meto el granulado en la boca y lo engullo con un largo trago de agua.
?No creo que esa sea la forma de administración recomendada?.
Ni yo creo que vayan a darnos el gasoil por las buenas.
Compruebo el cargador del arma y con la linterna aun apagada, empiezo a caminar hacia el generador. El tipo de la escopeta no tarda en darme alcance.
- ¿No pensarás entrar ahí?.
- ¿Tienes alguna idea mejor?.
- ¡No hay tiempo ! ? el tipo parece ser una vez más presa del pánico, para estar en la nomina de Black Water, no anda demasiado sobrado de sangre fría ? nos están buscando y ...
- Echa a correr si quieres ? le corto -, pero no llegarás muy lejos antes de que te cojan.
?No le falta razón, no hay tiempo para eso a menos que alguien cree una distracción?.
Como en anteriores ocasiones, el plan del cabrón paranoico se forma en cuestión de segundos en mi mente. No es raro, el que la idea que se forma en mi cabeza, no me guste ni un pelo. Pero como en anteriores ocasiones, no tengo demasiadas alternativas.
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
-
Korvec
- Devorador de muslos
- Mensajes: 7382
- Registrado: Lun Jul 26, 2004 21:44
- Ubicación: Terrassa City
- Contactar:
Capítulo XVIII
?Nunca des la espalda a un enemigo en la batalla, a un yonki en el metro, ni a un perro llamado Chingonetta esté donde esté?.
-- El Santi --
Abro la linterna, para extraer sus dos pilas, mientras explico su parte del plan, a mi nuevo compañero de desventuras.
- Corta el cable de corriente- le indico ? o cárgate el generador, lo mismo me da.
El hombre mueve la cabeza incredulidad.
- ¡Estás majara!. Si cortamos la corriente todos sabrán que estamos aquí.
Tiro la vacía linterna a un lado y introduzco las pilas en las gafas de visión nocturna, mientras continuo con la explicación.
- Luego, tendrás que conseguir el combustible y traerlo hasta aquí.
- ¡Claro! ? responde casi con más indignación que miedo -. ¿Y que se supone que harás tú mientras tanto?.
La respuesta debería ser obvia, pero de todos modos respondo:
- Mantenerles ocupados.
?También tendrás que andarte con ojo. Si llegas demasiado tarde, fijo que este cagón malnacido se largará sin esperarte?.
De eso, no me cabe la más mínima duda. Pero yo tengo la llave del vehículo.
?¿Acaso crees que este ex latin king no estará más que harto de hacer puentes?. Fijo tarda él menos en arrancar la furgo sin llaves, que tú con ellas?.
En fin, supongo que tendré que correr el riesgo. Después de asegurarme de que el tapón del combustible está abierto, me pongo en marcha, dejando a mis espaldas a un tipo al que más le vale, que cumpla con su parte del plan.
Compruebo que las gafas funcionan, pero las apago hasta que se corte la electricidad. Miro hacia la luna. Cuarto menguante, la oscuridad no será total, pero hasta que las pupilas de los tipos que nos buscan se dilaten para adaptarse a la ausencia de luz, contaré con una ventaja importante.
El miedo y la adrenalina mantienen al cansancio y a la fiebre casi a ralla. Pero será mejor que esto salga bien. En mi estado, no llegaré muy lejos a pie.
Mientras desciendo la pendiente, veo las luces de varios grupos de búsqueda, subiendo hacía le generador. Aunque no pueda verlos, supongo que una vez más, cuentan con el apoyo de cerdos rastreadores.
Me arriesgo a trotar en dirección a mi objetivo. Por la noche, si uno se mueve corriendo, se hace mucho más visible que si se mueve con lentitud, pero el tiempo corre y las luces siguen sin apagarse.
?¿Crees que se habrá marchado corriendo?.
No parecía tan tonto como para eso, pero puede haberse topado con problemas. De momento no he oído disparos y eso es bueno... supongo.
Las luces de los grupos se dividen. Al parecer, los tocinetes han dado tanto con mi rastro actual como con el anterior. Apenas un centenar de metros, me separan de mis perseguidores, cuando el generador enmudece y todo queda a oscuras.
?Menos mal?.
Activo la visión nocturna y el mundo se ilumina con un tono verdoso. Aprovecho los segundos de confusión para acelerar y no tardo en llegar, hasta mi objetivo, el lugar del que proceden los escalofriantes chillidos del enorme tocino mutante. Un lugareño que me oye aproximarme y que custodia la puerta, grita preguntando :
- ¿Qui marche la?.
- C?est moi ? le respondo con un tono desenfadado.
Su verdoso rostro, muestra incredulidad segundos después de que le raje la garganta.
?Debió confundirte con Lulú?.
Centro mi atención en la sólida puerta, que se mantiene cerrada mediante un enorme cerrojo de hierro, asegurado con el candado más enorme que recuerde haber visto.
?Apuesto a que sé quien tiene la llave?.
No hay que ser un lumbreras. Registro el cuerpo del agonizante cabrón al que acabo de degollar y no tardo en dar con una llave de forma circular, que tiene todo el aspecto de ser la que ando buscando.
Uso la llave y en efecto, el candado se abre con un sonoro chasquido, que es respondido en el acto por un escalofriante grito del monstruo que se encuentra tras la puerta.
- ¡ Tiene que ser enorme! ? digo en voz alta -.No creo que esto sea buena idea.
?Necesitamos una distracción?.
Una cosa es una distracción, otra es terminar siendo devorado por le primo mutante-sifilítico del zumosol de Babe.
El chillido de los puercos rastreadores, me hace volverme y la visión nocturna, me revela que mis perseguidores ya se encuentran a menos de cincuenta metros de mi.
?O le sueltas o te atraparan?.
- ¡Joder!.
Con un esfuerzo, corro el enorme pestillo. Oigo gritos en francés y en porcino.
?Están muy cerca. ¡Hazlo de una puta vez!?.
Corro el portón. Ante mi, se encuentra una monstruosidad que nunca hubiese creído posible, de no ser porque esta se encuentra ante mis ojos. El tinte verde que la visión nocturna confiere al mundo, no hace sino aumentar el aspecto alienígena de esa deforme monstruosidad de tamaño similar al de un elefante y aspecto remotamente similar al de un ciclópeo cerdo, que hubiese nacido con una mandíbula deforme. Estoy seguro de que el monstruo es ciego, pero es evidente que no es sordo, ha oído el sonido del portón y sabe que eso significa, que por fin ha llegado la cena.
?Creo que este es el momento de correr?.
Lo hago. De echo, el terror me impulsa a una velocidad, que no hubiese creído ser capaz de alcanzar hace apenas un par de minutos. Pero eso ahora no me importa. Me limito a correr y correr, sin atreverme a volver la vista hacia atrás.
?Vamos, sólo una miradita. Lo estás deseando?.
Aprieto los dientes, mientras corro temiendo ser atrapado de un momento a otro por la monstruosa criatura. Supongo que primero habrá optado por el fiambre del tipo de la puerta y luego...
?Puede ser un puerco, pero parece que no es un puerco desagradecido después de todo?.
Gritos, disparos y monstruosos gruñidos, truenan a mi espalda. Mis pulmones arden por el esfuerzo, mientras vuelvo a correr esta vez cuesta arriba en dirección al vehículo. Si el ser es tan grande como sospecho, mis perseguidores sólo serán un aperitivo y luego... puede que no sea un desagradecido, pero mutado o no, un puerco es un puerco.
Un sabor amargo me sube por la garganta. Escupo, pero no dejo de correr impulsado por el pánico.
?¿Es que no vas a echar un vistazo??.
Ni pensarlo, sigo corriendo y a pesar de la visión nocturna, tropiezo y caigo al suelo. Intento levantarme, pero ¿cómo voy a hacerlo si ni siquiera puedo respirar?.
?¡Sólo es un ataque de ansiedad!?.
Me ahogo.
?Estás hiperventilando. Tienes que calmarte?.
Un estruendoso chillido retumba en la noche, lo que no contribuye a restablecer mi estado de ánimo.
?Cálmate. No está cerca y no puede ver?.
Durante lo que me parece una eternidad, estoy convencido de que moriré. Por muy duro que uno crea ser, por mucho entrenamiento que tenga y por mucho que uno piense que ya está de vuelta de todo tipo de mierdas, todo se viene abajo en cuanto uno pierde los nervios.
Pero el cuerpo cuenta con mecanismos de defensa, así que cuando estoy a punto de perder el conocimiento, algún tipo de mecanismo equivalente al piloto automático de un avión y mi respiración se restablece.
?Eso está mejor. Ahora sólo tienes que ponerte en pie y correr hacia la furgo?.
Decirlo es fácil, conseguirlo no tanto. Ponerme en pie, me cuesta un considerable esfuerzo. Me siento como si hubiera pasado las últimas horas machacándome en un gimnasio y de repente se me hubiese pasado el efecto de las substancias dopantes, que me mantenían en funcionamiento. Pero a pesar de que el mundo parece rodar a mi alrededor, continuo caminando hacia arriba.
?Estos tipos adoraron a ese ser como a un dios que va a resultar su perdición?.
La cuestión es que no creo que esa mutación, sea un fenómeno aislado. El mundo está cambiando... y no para mejor.
?Nunca des la espalda a un enemigo en la batalla, a un yonki en el metro, ni a un perro llamado Chingonetta esté donde esté?.
-- El Santi --
Abro la linterna, para extraer sus dos pilas, mientras explico su parte del plan, a mi nuevo compañero de desventuras.
- Corta el cable de corriente- le indico ? o cárgate el generador, lo mismo me da.
El hombre mueve la cabeza incredulidad.
- ¡Estás majara!. Si cortamos la corriente todos sabrán que estamos aquí.
Tiro la vacía linterna a un lado y introduzco las pilas en las gafas de visión nocturna, mientras continuo con la explicación.
- Luego, tendrás que conseguir el combustible y traerlo hasta aquí.
- ¡Claro! ? responde casi con más indignación que miedo -. ¿Y que se supone que harás tú mientras tanto?.
La respuesta debería ser obvia, pero de todos modos respondo:
- Mantenerles ocupados.
?También tendrás que andarte con ojo. Si llegas demasiado tarde, fijo que este cagón malnacido se largará sin esperarte?.
De eso, no me cabe la más mínima duda. Pero yo tengo la llave del vehículo.
?¿Acaso crees que este ex latin king no estará más que harto de hacer puentes?. Fijo tarda él menos en arrancar la furgo sin llaves, que tú con ellas?.
En fin, supongo que tendré que correr el riesgo. Después de asegurarme de que el tapón del combustible está abierto, me pongo en marcha, dejando a mis espaldas a un tipo al que más le vale, que cumpla con su parte del plan.
Compruebo que las gafas funcionan, pero las apago hasta que se corte la electricidad. Miro hacia la luna. Cuarto menguante, la oscuridad no será total, pero hasta que las pupilas de los tipos que nos buscan se dilaten para adaptarse a la ausencia de luz, contaré con una ventaja importante.
El miedo y la adrenalina mantienen al cansancio y a la fiebre casi a ralla. Pero será mejor que esto salga bien. En mi estado, no llegaré muy lejos a pie.
Mientras desciendo la pendiente, veo las luces de varios grupos de búsqueda, subiendo hacía le generador. Aunque no pueda verlos, supongo que una vez más, cuentan con el apoyo de cerdos rastreadores.
Me arriesgo a trotar en dirección a mi objetivo. Por la noche, si uno se mueve corriendo, se hace mucho más visible que si se mueve con lentitud, pero el tiempo corre y las luces siguen sin apagarse.
?¿Crees que se habrá marchado corriendo?.
No parecía tan tonto como para eso, pero puede haberse topado con problemas. De momento no he oído disparos y eso es bueno... supongo.
Las luces de los grupos se dividen. Al parecer, los tocinetes han dado tanto con mi rastro actual como con el anterior. Apenas un centenar de metros, me separan de mis perseguidores, cuando el generador enmudece y todo queda a oscuras.
?Menos mal?.
Activo la visión nocturna y el mundo se ilumina con un tono verdoso. Aprovecho los segundos de confusión para acelerar y no tardo en llegar, hasta mi objetivo, el lugar del que proceden los escalofriantes chillidos del enorme tocino mutante. Un lugareño que me oye aproximarme y que custodia la puerta, grita preguntando :
- ¿Qui marche la?.
- C?est moi ? le respondo con un tono desenfadado.
Su verdoso rostro, muestra incredulidad segundos después de que le raje la garganta.
?Debió confundirte con Lulú?.
Centro mi atención en la sólida puerta, que se mantiene cerrada mediante un enorme cerrojo de hierro, asegurado con el candado más enorme que recuerde haber visto.
?Apuesto a que sé quien tiene la llave?.
No hay que ser un lumbreras. Registro el cuerpo del agonizante cabrón al que acabo de degollar y no tardo en dar con una llave de forma circular, que tiene todo el aspecto de ser la que ando buscando.
Uso la llave y en efecto, el candado se abre con un sonoro chasquido, que es respondido en el acto por un escalofriante grito del monstruo que se encuentra tras la puerta.
- ¡ Tiene que ser enorme! ? digo en voz alta -.No creo que esto sea buena idea.
?Necesitamos una distracción?.
Una cosa es una distracción, otra es terminar siendo devorado por le primo mutante-sifilítico del zumosol de Babe.
El chillido de los puercos rastreadores, me hace volverme y la visión nocturna, me revela que mis perseguidores ya se encuentran a menos de cincuenta metros de mi.
?O le sueltas o te atraparan?.
- ¡Joder!.
Con un esfuerzo, corro el enorme pestillo. Oigo gritos en francés y en porcino.
?Están muy cerca. ¡Hazlo de una puta vez!?.
Corro el portón. Ante mi, se encuentra una monstruosidad que nunca hubiese creído posible, de no ser porque esta se encuentra ante mis ojos. El tinte verde que la visión nocturna confiere al mundo, no hace sino aumentar el aspecto alienígena de esa deforme monstruosidad de tamaño similar al de un elefante y aspecto remotamente similar al de un ciclópeo cerdo, que hubiese nacido con una mandíbula deforme. Estoy seguro de que el monstruo es ciego, pero es evidente que no es sordo, ha oído el sonido del portón y sabe que eso significa, que por fin ha llegado la cena.
?Creo que este es el momento de correr?.
Lo hago. De echo, el terror me impulsa a una velocidad, que no hubiese creído ser capaz de alcanzar hace apenas un par de minutos. Pero eso ahora no me importa. Me limito a correr y correr, sin atreverme a volver la vista hacia atrás.
?Vamos, sólo una miradita. Lo estás deseando?.
Aprieto los dientes, mientras corro temiendo ser atrapado de un momento a otro por la monstruosa criatura. Supongo que primero habrá optado por el fiambre del tipo de la puerta y luego...
?Puede ser un puerco, pero parece que no es un puerco desagradecido después de todo?.
Gritos, disparos y monstruosos gruñidos, truenan a mi espalda. Mis pulmones arden por el esfuerzo, mientras vuelvo a correr esta vez cuesta arriba en dirección al vehículo. Si el ser es tan grande como sospecho, mis perseguidores sólo serán un aperitivo y luego... puede que no sea un desagradecido, pero mutado o no, un puerco es un puerco.
Un sabor amargo me sube por la garganta. Escupo, pero no dejo de correr impulsado por el pánico.
?¿Es que no vas a echar un vistazo??.
Ni pensarlo, sigo corriendo y a pesar de la visión nocturna, tropiezo y caigo al suelo. Intento levantarme, pero ¿cómo voy a hacerlo si ni siquiera puedo respirar?.
?¡Sólo es un ataque de ansiedad!?.
Me ahogo.
?Estás hiperventilando. Tienes que calmarte?.
Un estruendoso chillido retumba en la noche, lo que no contribuye a restablecer mi estado de ánimo.
?Cálmate. No está cerca y no puede ver?.
Durante lo que me parece una eternidad, estoy convencido de que moriré. Por muy duro que uno crea ser, por mucho entrenamiento que tenga y por mucho que uno piense que ya está de vuelta de todo tipo de mierdas, todo se viene abajo en cuanto uno pierde los nervios.
Pero el cuerpo cuenta con mecanismos de defensa, así que cuando estoy a punto de perder el conocimiento, algún tipo de mecanismo equivalente al piloto automático de un avión y mi respiración se restablece.
?Eso está mejor. Ahora sólo tienes que ponerte en pie y correr hacia la furgo?.
Decirlo es fácil, conseguirlo no tanto. Ponerme en pie, me cuesta un considerable esfuerzo. Me siento como si hubiera pasado las últimas horas machacándome en un gimnasio y de repente se me hubiese pasado el efecto de las substancias dopantes, que me mantenían en funcionamiento. Pero a pesar de que el mundo parece rodar a mi alrededor, continuo caminando hacia arriba.
?Estos tipos adoraron a ese ser como a un dios que va a resultar su perdición?.
La cuestión es que no creo que esa mutación, sea un fenómeno aislado. El mundo está cambiando... y no para mejor.
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
-
Korvec
- Devorador de muslos
- Mensajes: 7382
- Registrado: Lun Jul 26, 2004 21:44
- Ubicación: Terrassa City
- Contactar:
Capítulo XIX
?No me importan los por qué.
Me importan los como?
-- El Santi --
La furgoneta sigue donde la dejé. Eso puede significar o bien que el mercenario de Black Water no es un ex delincuente juvenil capaz de hacerle el puente, que aun no ha tenido tiempo de hacerlo o bien, que se ha encontrado con problemas.
?También cabe la posibilidad de que esté esperándote?.
Y cabe la posibilidad de que Papa Noel aparezca con un trineo lleno de armas automáticas y explosivos para regalarme, pero dejé de creer en él antes de hacerme mi primera paja.
Pero para mi sorpresa, el tipejo que se encontraba escondido tras un coche, se hace visible empuñando la escopeta.
- ¡Ya era hora huevon ¡ - dice a modo de saludo -. ¡Has liado una buena!.
- No lo sabes bien. ¿Está todo listo?.
- Por supuesto.
Me encamino hacia el asiento del copiloto. Mientras le paso las llaves del vehículo.
- No me encuentro muy bien ? le digo -, será mejor que conduzcas tú.
El hombre mira las llaves como si se tratase de un objeto alienígena.
- Me encantaría ? dice ? pero no sé conducir.
?¡Mierda!?.
- ¿Sabes pilotar y no sabes conducir?.
- ¿Quién dijo que yo sepa pilotar? ? exclama más sorprendido que molesto.
?¡Hay que joderse!?.
Toda mi elaborada teoría, sobre el oficio y beneficio de este tipo, corría ahora mismo hacía el fondo de una oscura letrina. Pero no hay tiempo para lamentaciones. Por la cantidad de disparos de escopeta que truenan, le auguro una corta vida a esa especie de versión porcina de el toro de Osborne y cuando terminen con él... sospecho que estarán ansiosos por ajustar cuentas.
?Tú si que eres único haciendo amigos?.
Me siento tras el volante y pongo en marcha el motor, que se enciende con la fría eficacia de los vehículos nuevos. Ahora la pregunta es ¿hacia donde?. La carretera sigue cortada por el helicóptero derribado y tal como están las cosas, no me parece muy prudente ponerme a trastear con una cuerda para intentar retirarlo.
?Tendrás que retroceder en la dirección por la que viniste y probar suerte en algún desvió?.
Tenemos que encontrar también un lugar seguro para sacarme los perdigones. Por suerte, dispongo de sulfamidas y amoxicilina.
- Si no eres piloto ? digo mientras empezamos a movernos en primera -, ¿cómo rayos entraste en Dark Water?. No te ofendas, pero no tienes pinta de ?operador?.
El tipo ríe con un sonido cascado.
- Tienes razón ? reconoce -, lo mío no es pegar tiros. Me contrataron por mi especialidad. Parecía un chollo, un montón de pasta por un único trabajo en Europa.
?Interesante?.
- Vaya. ¿Y cual es tu especialidad?.
Aun cabe la posibilidad de que esta sea algo útil, quizás sea un doctor o...
- La informática ? responde él evaporando en el acto mis esperanzas -. Soy uno de los hackers más famosos de la red, quizás me conozcas por mi nick me ...
- ¡Me importa una mierda! ? le corto -. ¿Acaso crees que vas a encontrar muchos putos ordenadores en funcionamiento?. ¡Despierta!, vamos camino de volver a la puta edad de piedra.
Un jodido hacker. Joder, en un mundo que se va al garete, la tecnología dentro de poco será una anécdota. ¡Menduda puta mierda!.
?No te precipites. Nos consta que el culto utiliza la red para la comunicación de sus adeptos?.
Eso era al principio. A estas alturas, no creo que quede gran cosa de la red.
?No en los pueblecitos por los que te mueves, pero en las grandes ciudades fijo que sí. ¿Qué haría aquí este mendrugo sino??.
El hacker, que me mira con una mezcla de miedo y irritación por un ego herido, frunce el ceño aparentemente cabreado. Desde la parte posterior de la furgoneta, nos llegan los débiles gemidos de nuestro maltrecho pasajero.
- Tenemos que encontrar un lugar donde atenderle ? dice el ceñudo experto en informática.
- Lo sé.
Gracias a las gafas de visión nocturna que están empezando a irritarme la vista, me arriesgo a conducir un poco más rápido, pero creo que me he perdido por estos caminos de tierra. Las heridas me duelen un horror, pero ahora mismo, creo que ese dolor es lo único que me mantiene despierto. El cansancio y la fiebre, parecen conspirar para entregarme a Morfeo.
- ¿En que consistía vuestra misión? ? pregunto para mantenerme despierto más que por auténtico interés.
El tipo muestra ahora una genuina expresión de desconfianza.
- No estoy autorizado a revelarlo ? responde -. Firmé contratos de confidencialidad y esas vainas.
?Cuando llegue el momento, obtendremos respuestas?.
No estoy seguro de que me importe demasiado, en lo que pueda andar implicado este friki. Otro bache en el camino, me provoca un nuevo aguijonazo de dolor, lo que no contribuye demasiado a mejorar mi estado de malhumor habitual, empeorado con la última decepción.
- ¡Por cierto! ? exclama mi acompañante como si acabara de recordar algo importante -. Con toda esta chingada no nos hemos presentado. Me llamo Marcos Rojas, aunque soy más conocido como ?Hoax?.
El tipo se queda expectante durante los segundos que yo guardo silencio.
?Coño, ser educado no cuesta una puta mierda. Ya habrá tiempo para torturarle más tarde?.
- Me llamo Sandokan ? respondo por fin -, pero soy más conocido como ?Muslos de acero?.
?Cada vez te imaginas nombres menos originales. Pero lo de muslos de acero me ha gustado?.
Es ahora Marcos el que guarda silencio aparentemente ofendido por mi respuesta. ¡Que le jodan!. Si no puede confiar en el cabrón que le salvó de servir de cena a un descomunal puerco mutante, tampoco esperará que yo me fíe de él.
El pequeño camino, se bifurca ahora en dos direcciones. Tomo la de la derecha y el camino parece mejorar un poco.
- ¿Por qué? ? pregunta al finalmente Marcos.
- ¿Por qué que?.
- ¿Por qué eres conocido como ?Muslos de acerdo?.
- Porque pelotas de acero ya estaba pillado ? respondo.
Se hace un nuevo silencio y justo cuando empiezo a temer, que van a preguntarme quien es el que tiene pillado el mote de ?pelotas de acero?, distingo la silueta de un edificio de considerables dimensiones.
- Veo algo ? digo en voz alta.
- Yo no veo nada.
- Lo verás cuando nos acerquemos.
En efecto, al cabo de un par de minutos, nos encontramos frente a lo que parece una pequeña ermita junto a un pequeño y vetusto cementerio aparentemente abandonado.
- ¿Estamos lo bastante lejos? ? pregunta Marcos.
No para mi gusto, pero estoy empezando a encontrarme realmente mal.
- Eso espero ? respondo -. Pero a menos que quieras conducir tú, hasta aquí hemos llegado.
- ¡Eso es un puto cementerio!. ¡ Esto puede estar lleno de difuntos!.
- Este cementerio es muy viejo. No creo que ahí quede gran cosa capaz de levantarse.
Desciendo del vehículo y el suelo parece temblar bajo mis pies. Cierro los ojos y me apoyo en la furgoneta.
- ¡Tío!. ¿Te encuentras bien?.
Noto una ligera sensación de vértigo y el frió tacto del metal, es substituido por el del suelo. Como dije antes. Hasta aquí he llegado.
?No me importan los por qué.
Me importan los como?
-- El Santi --
La furgoneta sigue donde la dejé. Eso puede significar o bien que el mercenario de Black Water no es un ex delincuente juvenil capaz de hacerle el puente, que aun no ha tenido tiempo de hacerlo o bien, que se ha encontrado con problemas.
?También cabe la posibilidad de que esté esperándote?.
Y cabe la posibilidad de que Papa Noel aparezca con un trineo lleno de armas automáticas y explosivos para regalarme, pero dejé de creer en él antes de hacerme mi primera paja.
Pero para mi sorpresa, el tipejo que se encontraba escondido tras un coche, se hace visible empuñando la escopeta.
- ¡Ya era hora huevon ¡ - dice a modo de saludo -. ¡Has liado una buena!.
- No lo sabes bien. ¿Está todo listo?.
- Por supuesto.
Me encamino hacia el asiento del copiloto. Mientras le paso las llaves del vehículo.
- No me encuentro muy bien ? le digo -, será mejor que conduzcas tú.
El hombre mira las llaves como si se tratase de un objeto alienígena.
- Me encantaría ? dice ? pero no sé conducir.
?¡Mierda!?.
- ¿Sabes pilotar y no sabes conducir?.
- ¿Quién dijo que yo sepa pilotar? ? exclama más sorprendido que molesto.
?¡Hay que joderse!?.
Toda mi elaborada teoría, sobre el oficio y beneficio de este tipo, corría ahora mismo hacía el fondo de una oscura letrina. Pero no hay tiempo para lamentaciones. Por la cantidad de disparos de escopeta que truenan, le auguro una corta vida a esa especie de versión porcina de el toro de Osborne y cuando terminen con él... sospecho que estarán ansiosos por ajustar cuentas.
?Tú si que eres único haciendo amigos?.
Me siento tras el volante y pongo en marcha el motor, que se enciende con la fría eficacia de los vehículos nuevos. Ahora la pregunta es ¿hacia donde?. La carretera sigue cortada por el helicóptero derribado y tal como están las cosas, no me parece muy prudente ponerme a trastear con una cuerda para intentar retirarlo.
?Tendrás que retroceder en la dirección por la que viniste y probar suerte en algún desvió?.
Tenemos que encontrar también un lugar seguro para sacarme los perdigones. Por suerte, dispongo de sulfamidas y amoxicilina.
- Si no eres piloto ? digo mientras empezamos a movernos en primera -, ¿cómo rayos entraste en Dark Water?. No te ofendas, pero no tienes pinta de ?operador?.
El tipo ríe con un sonido cascado.
- Tienes razón ? reconoce -, lo mío no es pegar tiros. Me contrataron por mi especialidad. Parecía un chollo, un montón de pasta por un único trabajo en Europa.
?Interesante?.
- Vaya. ¿Y cual es tu especialidad?.
Aun cabe la posibilidad de que esta sea algo útil, quizás sea un doctor o...
- La informática ? responde él evaporando en el acto mis esperanzas -. Soy uno de los hackers más famosos de la red, quizás me conozcas por mi nick me ...
- ¡Me importa una mierda! ? le corto -. ¿Acaso crees que vas a encontrar muchos putos ordenadores en funcionamiento?. ¡Despierta!, vamos camino de volver a la puta edad de piedra.
Un jodido hacker. Joder, en un mundo que se va al garete, la tecnología dentro de poco será una anécdota. ¡Menduda puta mierda!.
?No te precipites. Nos consta que el culto utiliza la red para la comunicación de sus adeptos?.
Eso era al principio. A estas alturas, no creo que quede gran cosa de la red.
?No en los pueblecitos por los que te mueves, pero en las grandes ciudades fijo que sí. ¿Qué haría aquí este mendrugo sino??.
El hacker, que me mira con una mezcla de miedo y irritación por un ego herido, frunce el ceño aparentemente cabreado. Desde la parte posterior de la furgoneta, nos llegan los débiles gemidos de nuestro maltrecho pasajero.
- Tenemos que encontrar un lugar donde atenderle ? dice el ceñudo experto en informática.
- Lo sé.
Gracias a las gafas de visión nocturna que están empezando a irritarme la vista, me arriesgo a conducir un poco más rápido, pero creo que me he perdido por estos caminos de tierra. Las heridas me duelen un horror, pero ahora mismo, creo que ese dolor es lo único que me mantiene despierto. El cansancio y la fiebre, parecen conspirar para entregarme a Morfeo.
- ¿En que consistía vuestra misión? ? pregunto para mantenerme despierto más que por auténtico interés.
El tipo muestra ahora una genuina expresión de desconfianza.
- No estoy autorizado a revelarlo ? responde -. Firmé contratos de confidencialidad y esas vainas.
?Cuando llegue el momento, obtendremos respuestas?.
No estoy seguro de que me importe demasiado, en lo que pueda andar implicado este friki. Otro bache en el camino, me provoca un nuevo aguijonazo de dolor, lo que no contribuye demasiado a mejorar mi estado de malhumor habitual, empeorado con la última decepción.
- ¡Por cierto! ? exclama mi acompañante como si acabara de recordar algo importante -. Con toda esta chingada no nos hemos presentado. Me llamo Marcos Rojas, aunque soy más conocido como ?Hoax?.
El tipo se queda expectante durante los segundos que yo guardo silencio.
?Coño, ser educado no cuesta una puta mierda. Ya habrá tiempo para torturarle más tarde?.
- Me llamo Sandokan ? respondo por fin -, pero soy más conocido como ?Muslos de acero?.
?Cada vez te imaginas nombres menos originales. Pero lo de muslos de acero me ha gustado?.
Es ahora Marcos el que guarda silencio aparentemente ofendido por mi respuesta. ¡Que le jodan!. Si no puede confiar en el cabrón que le salvó de servir de cena a un descomunal puerco mutante, tampoco esperará que yo me fíe de él.
El pequeño camino, se bifurca ahora en dos direcciones. Tomo la de la derecha y el camino parece mejorar un poco.
- ¿Por qué? ? pregunta al finalmente Marcos.
- ¿Por qué que?.
- ¿Por qué eres conocido como ?Muslos de acerdo?.
- Porque pelotas de acero ya estaba pillado ? respondo.
Se hace un nuevo silencio y justo cuando empiezo a temer, que van a preguntarme quien es el que tiene pillado el mote de ?pelotas de acero?, distingo la silueta de un edificio de considerables dimensiones.
- Veo algo ? digo en voz alta.
- Yo no veo nada.
- Lo verás cuando nos acerquemos.
En efecto, al cabo de un par de minutos, nos encontramos frente a lo que parece una pequeña ermita junto a un pequeño y vetusto cementerio aparentemente abandonado.
- ¿Estamos lo bastante lejos? ? pregunta Marcos.
No para mi gusto, pero estoy empezando a encontrarme realmente mal.
- Eso espero ? respondo -. Pero a menos que quieras conducir tú, hasta aquí hemos llegado.
- ¡Eso es un puto cementerio!. ¡ Esto puede estar lleno de difuntos!.
- Este cementerio es muy viejo. No creo que ahí quede gran cosa capaz de levantarse.
Desciendo del vehículo y el suelo parece temblar bajo mis pies. Cierro los ojos y me apoyo en la furgoneta.
- ¡Tío!. ¿Te encuentras bien?.
Noto una ligera sensación de vértigo y el frió tacto del metal, es substituido por el del suelo. Como dije antes. Hasta aquí he llegado.
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
-
Korvec
- Devorador de muslos
- Mensajes: 7382
- Registrado: Lun Jul 26, 2004 21:44
- Ubicación: Terrassa City
- Contactar:
Capítulo XX
?Me gustan las cosas simples, por eso ya sólo distingo entre dos tipos de marrones: los que tienen capacidad para salpicarme a mi y los que no?
-- Anónimo--
Una cosa está más que clara, esta aldea está más que muerta. El vehículo se detiene a una distancia de un centenar de metros de la zona. Desde mi posición a bordo del tercer vehículo, veo como Leach, el bastardo al mando, desciende del todo terreno y mientras se rasca el trasero con una mano, toma los prismáticos con la otra.
- Si ahí es donde estaba el equipo médico ? dice Peña -, creo que la enfermería va a acumular polvo durante unos días.
Lo que Peña quiere decir, es que las posibilidades de que el equipo médico esté vivo, son ahora mismo del tamaño de la próstata de una hormiga. Un buen tipo Peña. Un tanto violento, sádico, cínico y racista... pero ¡que coño!. Nadie es perfecto y encima tiene buena puntería.
- Si esto fuese un lugar civilizado, como Sudamérica ? continua el mercenario -, sería más optimista. Allí saben lo que cuesta encontrar un doctor, pero estos kafires sólo saben matar y follar. Nunca debí volver a este puto continente maldito por el señor.
El tipo se santigua, toma un pequeño crucifijo dorado que cuelga de su cueño sujeto por una fina cadena de plata y lo besa con reverencia.
- ¿No decía dios algo al respecto de que los hombres se quisieran como hermanos o algo así? ? pregunto con mucha menos inocencia que la que quiero aparentar.
Mi pregunta no tarda en causar el efecto deseado.
- ¡¿Qué coño andas diciendo jodido ateo?! ? rugue Peña -. ¿Acaso insinúas que esos animales de piel negra sean mis hermanos?.
Estoy temiendo haber cabreado un poco más de la cuenta a mi fornido interlocutor, cuando Leach da la orden de que bajemos de los vehículos. ¡Mierda!. Vamos a entrar.
- Menuda jodienda ? refunfuño mientras compruebo el cargador de mi fusil de asalto -, se supone que me pagan por proteger instalaciones.
Por el contrario, peña recupera al instante el buen humor. No sé si por que sabe que a mi me jode esta mierda o porque dentro de poco, puede que tenga la ocasión de enviar al infierno a un par de ?kafires?.
- También te pagan ? responde mi racista compañero -, por proteger personal y ahora mismo, estás en medio de una misión sagrada por rescatarles de las garras de esos demonios.
Puede que Peña no esté del todo bien de la cabeza. Pero estoy razonablemente seguro, de que sabe tan bien como yo lo que encontraremos aquí. Un montón de cadáveres mutilados, hirviendo de moscas, que estarán sirviendo de pitanza a buitres y hienas. Si se investiga quien está detrás de esta masacre, todo apuntará al grupo de algún señor de la guerra. Si se le llegase a pedir responsabilidades, alegaría que no puede controlar lo que hacen todos sus hombres y en el caso de apretarle lo suficiente las tuercas, entregará a un puñado de críos traumatizados y drogados como cabezas de turco. Esto es África, donde la matanza siempre continua.
A pesar de que no es la primera vez que veo algo así, el panorama sigue pareciéndome descorazonador. Ya el penetrante y dulzón hedor de la carne quemada, mezclado con la peste típica de este tipo de poblados, me hace tener una ligera idea de lo que me voy a encontrar. Pero como de costumbre, mis peores expectativas, se quedan cortas.
Avanzamos en guerrilla, uno al lado del otro, separados por una distancia de unos seis metros entre hombre y hombre. Sin perder de vista la silueta de Rojas, que se mueve a mi izquierda, empiezo a recorrer el desolador paisaje. Los primeros cuerpos pertenecen a niños. Probablemente les han matado con un machete, para alegría de las hienas, que pueden coger una extremidad y marcharse con ella. En medio de una carnicería semejante, los animales no tienen ni que competir entre sí, por lo que aves de rapiña y carroñeros, se dedican a lo suyo sin ser molestados.
- Para que luego digan que en este jodido continente se pasa hambre ? comenta Rojas con su habitual cinismo.
- ¡Leach! ? grita un tipo desde la derecha -, he encontrado algo.
El tipo levanta uno de los grandes botiquines. Es muy raro, que quien sea el que haya echo esto, abandone a su suerte unos suministros, que valen una fortuna. Especialmente, en un lugar como este, donde unos sobres de amoxicilina, son tan fáciles de conseguir como los dientes de gallina.
- Puede que anden cerca ? ordena Leach -. ¡Seguid buscando!.
- Puede que los hayan secuestrado para pedir rescate ? aventura alguien.
A los diez minutos, hemos recorrido la mitad del devastado lugar. La mayor parte de los cuerpos, pertenecen a ancianos mujeres y niños de menos de diez años. Eso puede significar, que o bien se trataba de un señor de la guerra buscando esclavos o que fue una de tantas matanzas sin aparente sentido para mi, después de que estos hayan actuado. Tampoco es que a mi me importe demasiado y al ?mundo civilizado? aun menos.
- ¡Están aquí!.
Todos nos volvemos hacia Ríos, un novato pálido y delgado, que de alguna forma, se las apaña para no vomitar y quedar como una nena ante la panda de curtidos mercenarios aquí presente.
Todos nos aproximamos al lugar y encontramos algo que sólo habían visto los más nuevos del lugar.
- ¡Joder!.
- Andaban creativos los muy hijos de puta.
Aunque no es la primera matanza que veo en los cuatro meses que llevo trabajando para esta empresa, nunca había visto algo así. No se han contentado sólo con matarles, sino que han mezclado y cosido los cuerpos, creando unos macabros puzzles con los mismos.
Alguien vomita. Supongo que Rios, pero soy incapaz de apartar la vista de ese horror.
Fascinado de alguna forma oscura y terrible, me centro en una de las desnudas figuras humanoides. Veo una pierna gruesa y peluda... supongo que pertenecía al doctor Marcus, pero junto a los gruesos costurones, veo una vajina que conserva algo de vello pelirrojo, por lo que supongo que la parte inferior del tronco y la otra pierna, pertenecen a aquella enfermera pelirroja por la que tantos hemos suspirado tanto durante tantas largas noches... por triste que parezca, soy incapaz de recordar su nombre.
Rios, ignoro con que intenciones, se acerca más a los cuerpos, puede que quiera cubrirlos con su manta americana, quizás quiera ahuyentar a los buitres que se están alimentando sin prestarnos la menor atención.
- ¡No te acerques! ? grita Leach.
Antes de pensar siquiera, en tirarme al suelo, me encuentro siendo despedido hacia atrás. Voy a morir. Caigo en el suelo, aun no me duele, no mucho al menos, estoy aturdido y en shock, pero consciente. La idea, se abre paso poco a poco en mi cabeza: todo el personal sanitario está desperdigado por el lugar. Voy a morir aquí.
Tendido boca arriba, tengo una espléndida visión del azulado cielo africano, que pronto es estropeada por el feo y sonriente jeto de Peña.
- Tranquilo hereje ? aunque muy distorsionada, su voz me resulta inteligible -, dios es misericordioso incluso con los bastardos como tú.
Me gustaría decirle, que no lo fue en absoluto con el equipo médico. Pero lo único que sale de mi boca, es un balbuceante sonido.
El mercenario empieza a manipular mi equipo. Huelo a carne quemada y oigo lo que supongo debe ser el sonido de unos velcros al despegarse.
Noto algo parecido a un tirón y veo como Peña sostiene lo que parece algún tipo de fragmento óseo.
- ¿Has visto esto ? ? pregunta -. Esta puta costilla ha atravesado tu chaleco.
Toso, mientras Peña espolvorea polvos sulfamidas a discreción sobre mi abdomen.
- Esto no tiene buena pinta ? continua el hombre mientras su sempiterna sonrisa de sádico fanático religioso se curva en dirección contraria a la habitual -. No señor... voy a tener que zurcirte..
- Mierda ? consigo decir -. ¡ Hazlo!.
Peña toma una enorme y curvada aguja.
- Podría utilizar morfina ? me dice mientras me muestra la enorme aguja -, pero el dolor es bueno para expiar las ofensas a dios.
Abro los ojos. Estoy cubierto por mantas en medio de un polvoriento suelo de madera. Un débil gemido, me hace volverme hacia mi derecha. Ignoro el aspecto que tendré yo, pero el otro mercenario de Dark Water si tiene pinta de estar jodido a conciencia. El ?super hacker?, se encuentra dormido sobre una especie de banco frente a nosotros, el suelo está rodeado de material médico.
?No ha resultado tan inútil después de todo?.
Supongo que no. Por la cantidad de luz que entra por los ventanales de colores, deduzco que ya debe de ser medio día como mínimo. Intento ponerme en pie, pero no lo consigo. Me siento febril y estoy empapado en sudor.
- ¡No te levantes huevonazo!.
?Hoax?, que se ha despertado sobresaltado, me mira con cierta preocupación.
- Te extraje las postas ? explica -, pero tu herida está infectada. Te he inyectado amoxicilina, pero pensé que te perdía.
- He sufrido heridas peores ? digo, mientras vuelvo a intentar incorporarme sin éxito.
- Ni que lo digas. Tienes más cicatrices que un puto mapa de carreteras. ¡¿Quires estarte quieto de una vez?!?.
- Tengo que mear ? explico.
El hacker me acerca una botella de agua vacía.
- Utiliza esto.
Me las apaño para introducir mi minga dominga en la botella y casi lleno la mitad.
- ¿Escondiste la furgoneta? ? pregunto mientras dejo la amarillenta botella a mi vera.
- ¡Por supuesto!.
?Menos mal?.
- ¿Cuánto tiempo llevo inconsciente?.
- Unas diez horas.
Joder. Eso es demasiado tiempo. A estas alturas, los gárrulos folla cerdos, ya deberían haber dado con nosotros.
- ¿Has visto a alguién?.
- Bueno ? el hombre parece vacilar -... no. Debí imaginarlo, no he visto a nadie.
?¿Imaginar??.
- ¡Habla claro coño!. ¿Qué es lo que te pareció ver?.
El hacker parece casi avergonzado. Pero finalmente responde.
- Esta madrugada... poco antes de que amaneciera, no vi a nadie. Pero me pareció oír la risa de una niña.
?¡Mierda!?.
¡Joder!. Un escalofrió recorre mi espalda, como si las frías manos de la muerte, acabasen de acariciarme las pelotas.
?Me gustan las cosas simples, por eso ya sólo distingo entre dos tipos de marrones: los que tienen capacidad para salpicarme a mi y los que no?
-- Anónimo--
Una cosa está más que clara, esta aldea está más que muerta. El vehículo se detiene a una distancia de un centenar de metros de la zona. Desde mi posición a bordo del tercer vehículo, veo como Leach, el bastardo al mando, desciende del todo terreno y mientras se rasca el trasero con una mano, toma los prismáticos con la otra.
- Si ahí es donde estaba el equipo médico ? dice Peña -, creo que la enfermería va a acumular polvo durante unos días.
Lo que Peña quiere decir, es que las posibilidades de que el equipo médico esté vivo, son ahora mismo del tamaño de la próstata de una hormiga. Un buen tipo Peña. Un tanto violento, sádico, cínico y racista... pero ¡que coño!. Nadie es perfecto y encima tiene buena puntería.
- Si esto fuese un lugar civilizado, como Sudamérica ? continua el mercenario -, sería más optimista. Allí saben lo que cuesta encontrar un doctor, pero estos kafires sólo saben matar y follar. Nunca debí volver a este puto continente maldito por el señor.
El tipo se santigua, toma un pequeño crucifijo dorado que cuelga de su cueño sujeto por una fina cadena de plata y lo besa con reverencia.
- ¿No decía dios algo al respecto de que los hombres se quisieran como hermanos o algo así? ? pregunto con mucha menos inocencia que la que quiero aparentar.
Mi pregunta no tarda en causar el efecto deseado.
- ¡¿Qué coño andas diciendo jodido ateo?! ? rugue Peña -. ¿Acaso insinúas que esos animales de piel negra sean mis hermanos?.
Estoy temiendo haber cabreado un poco más de la cuenta a mi fornido interlocutor, cuando Leach da la orden de que bajemos de los vehículos. ¡Mierda!. Vamos a entrar.
- Menuda jodienda ? refunfuño mientras compruebo el cargador de mi fusil de asalto -, se supone que me pagan por proteger instalaciones.
Por el contrario, peña recupera al instante el buen humor. No sé si por que sabe que a mi me jode esta mierda o porque dentro de poco, puede que tenga la ocasión de enviar al infierno a un par de ?kafires?.
- También te pagan ? responde mi racista compañero -, por proteger personal y ahora mismo, estás en medio de una misión sagrada por rescatarles de las garras de esos demonios.
Puede que Peña no esté del todo bien de la cabeza. Pero estoy razonablemente seguro, de que sabe tan bien como yo lo que encontraremos aquí. Un montón de cadáveres mutilados, hirviendo de moscas, que estarán sirviendo de pitanza a buitres y hienas. Si se investiga quien está detrás de esta masacre, todo apuntará al grupo de algún señor de la guerra. Si se le llegase a pedir responsabilidades, alegaría que no puede controlar lo que hacen todos sus hombres y en el caso de apretarle lo suficiente las tuercas, entregará a un puñado de críos traumatizados y drogados como cabezas de turco. Esto es África, donde la matanza siempre continua.
A pesar de que no es la primera vez que veo algo así, el panorama sigue pareciéndome descorazonador. Ya el penetrante y dulzón hedor de la carne quemada, mezclado con la peste típica de este tipo de poblados, me hace tener una ligera idea de lo que me voy a encontrar. Pero como de costumbre, mis peores expectativas, se quedan cortas.
Avanzamos en guerrilla, uno al lado del otro, separados por una distancia de unos seis metros entre hombre y hombre. Sin perder de vista la silueta de Rojas, que se mueve a mi izquierda, empiezo a recorrer el desolador paisaje. Los primeros cuerpos pertenecen a niños. Probablemente les han matado con un machete, para alegría de las hienas, que pueden coger una extremidad y marcharse con ella. En medio de una carnicería semejante, los animales no tienen ni que competir entre sí, por lo que aves de rapiña y carroñeros, se dedican a lo suyo sin ser molestados.
- Para que luego digan que en este jodido continente se pasa hambre ? comenta Rojas con su habitual cinismo.
- ¡Leach! ? grita un tipo desde la derecha -, he encontrado algo.
El tipo levanta uno de los grandes botiquines. Es muy raro, que quien sea el que haya echo esto, abandone a su suerte unos suministros, que valen una fortuna. Especialmente, en un lugar como este, donde unos sobres de amoxicilina, son tan fáciles de conseguir como los dientes de gallina.
- Puede que anden cerca ? ordena Leach -. ¡Seguid buscando!.
- Puede que los hayan secuestrado para pedir rescate ? aventura alguien.
A los diez minutos, hemos recorrido la mitad del devastado lugar. La mayor parte de los cuerpos, pertenecen a ancianos mujeres y niños de menos de diez años. Eso puede significar, que o bien se trataba de un señor de la guerra buscando esclavos o que fue una de tantas matanzas sin aparente sentido para mi, después de que estos hayan actuado. Tampoco es que a mi me importe demasiado y al ?mundo civilizado? aun menos.
- ¡Están aquí!.
Todos nos volvemos hacia Ríos, un novato pálido y delgado, que de alguna forma, se las apaña para no vomitar y quedar como una nena ante la panda de curtidos mercenarios aquí presente.
Todos nos aproximamos al lugar y encontramos algo que sólo habían visto los más nuevos del lugar.
- ¡Joder!.
- Andaban creativos los muy hijos de puta.
Aunque no es la primera matanza que veo en los cuatro meses que llevo trabajando para esta empresa, nunca había visto algo así. No se han contentado sólo con matarles, sino que han mezclado y cosido los cuerpos, creando unos macabros puzzles con los mismos.
Alguien vomita. Supongo que Rios, pero soy incapaz de apartar la vista de ese horror.
Fascinado de alguna forma oscura y terrible, me centro en una de las desnudas figuras humanoides. Veo una pierna gruesa y peluda... supongo que pertenecía al doctor Marcus, pero junto a los gruesos costurones, veo una vajina que conserva algo de vello pelirrojo, por lo que supongo que la parte inferior del tronco y la otra pierna, pertenecen a aquella enfermera pelirroja por la que tantos hemos suspirado tanto durante tantas largas noches... por triste que parezca, soy incapaz de recordar su nombre.
Rios, ignoro con que intenciones, se acerca más a los cuerpos, puede que quiera cubrirlos con su manta americana, quizás quiera ahuyentar a los buitres que se están alimentando sin prestarnos la menor atención.
- ¡No te acerques! ? grita Leach.
Antes de pensar siquiera, en tirarme al suelo, me encuentro siendo despedido hacia atrás. Voy a morir. Caigo en el suelo, aun no me duele, no mucho al menos, estoy aturdido y en shock, pero consciente. La idea, se abre paso poco a poco en mi cabeza: todo el personal sanitario está desperdigado por el lugar. Voy a morir aquí.
Tendido boca arriba, tengo una espléndida visión del azulado cielo africano, que pronto es estropeada por el feo y sonriente jeto de Peña.
- Tranquilo hereje ? aunque muy distorsionada, su voz me resulta inteligible -, dios es misericordioso incluso con los bastardos como tú.
Me gustaría decirle, que no lo fue en absoluto con el equipo médico. Pero lo único que sale de mi boca, es un balbuceante sonido.
El mercenario empieza a manipular mi equipo. Huelo a carne quemada y oigo lo que supongo debe ser el sonido de unos velcros al despegarse.
Noto algo parecido a un tirón y veo como Peña sostiene lo que parece algún tipo de fragmento óseo.
- ¿Has visto esto ? ? pregunta -. Esta puta costilla ha atravesado tu chaleco.
Toso, mientras Peña espolvorea polvos sulfamidas a discreción sobre mi abdomen.
- Esto no tiene buena pinta ? continua el hombre mientras su sempiterna sonrisa de sádico fanático religioso se curva en dirección contraria a la habitual -. No señor... voy a tener que zurcirte..
- Mierda ? consigo decir -. ¡ Hazlo!.
Peña toma una enorme y curvada aguja.
- Podría utilizar morfina ? me dice mientras me muestra la enorme aguja -, pero el dolor es bueno para expiar las ofensas a dios.
Abro los ojos. Estoy cubierto por mantas en medio de un polvoriento suelo de madera. Un débil gemido, me hace volverme hacia mi derecha. Ignoro el aspecto que tendré yo, pero el otro mercenario de Dark Water si tiene pinta de estar jodido a conciencia. El ?super hacker?, se encuentra dormido sobre una especie de banco frente a nosotros, el suelo está rodeado de material médico.
?No ha resultado tan inútil después de todo?.
Supongo que no. Por la cantidad de luz que entra por los ventanales de colores, deduzco que ya debe de ser medio día como mínimo. Intento ponerme en pie, pero no lo consigo. Me siento febril y estoy empapado en sudor.
- ¡No te levantes huevonazo!.
?Hoax?, que se ha despertado sobresaltado, me mira con cierta preocupación.
- Te extraje las postas ? explica -, pero tu herida está infectada. Te he inyectado amoxicilina, pero pensé que te perdía.
- He sufrido heridas peores ? digo, mientras vuelvo a intentar incorporarme sin éxito.
- Ni que lo digas. Tienes más cicatrices que un puto mapa de carreteras. ¡¿Quires estarte quieto de una vez?!?.
- Tengo que mear ? explico.
El hacker me acerca una botella de agua vacía.
- Utiliza esto.
Me las apaño para introducir mi minga dominga en la botella y casi lleno la mitad.
- ¿Escondiste la furgoneta? ? pregunto mientras dejo la amarillenta botella a mi vera.
- ¡Por supuesto!.
?Menos mal?.
- ¿Cuánto tiempo llevo inconsciente?.
- Unas diez horas.
Joder. Eso es demasiado tiempo. A estas alturas, los gárrulos folla cerdos, ya deberían haber dado con nosotros.
- ¿Has visto a alguién?.
- Bueno ? el hombre parece vacilar -... no. Debí imaginarlo, no he visto a nadie.
?¿Imaginar??.
- ¡Habla claro coño!. ¿Qué es lo que te pareció ver?.
El hacker parece casi avergonzado. Pero finalmente responde.
- Esta madrugada... poco antes de que amaneciera, no vi a nadie. Pero me pareció oír la risa de una niña.
?¡Mierda!?.
¡Joder!. Un escalofrió recorre mi espalda, como si las frías manos de la muerte, acabasen de acariciarme las pelotas.
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
-
Korvec
- Devorador de muslos
- Mensajes: 7382
- Registrado: Lun Jul 26, 2004 21:44
- Ubicación: Terrassa City
- Contactar:
Capítulo XXI
?La esperanza es el peor de los males, pues prolonga el tormento del hombre?
-- Friedich Nietzsche--
Calculo que como máximo, nos quedan unas seis horas de luz. Tiempo de sobra para poner tierra de por medio, si no fuera, porque el reputo hacker cree que deliro. ¿Pero como pudo escapar?.
?La cosa es peor de lo que parece. Si ella escapó, no hay forma en que pueda haberte atrapado a menos que ...?.
- Nos volvemos a encontrar.
?A eso me refería?.
- ¿Qué carajo? ? pregunta ?hoax? que parece tomarse por fin la situación en serio -. ¿Quién coño es ese cabrón?.
- Ahora si que estamos jodidos ? es mi respuesta - ¿a que distancia está la furgoneta?.
- A un par de minutos. Pero ni tú estás en condiciones de conducir ni él ? señala hacia el maltrecho mercenario que se encuentra a mi vera ? soportará que volvamos a moverle.
?Si nos ha seguido, no creo que la furgoneta sea una opción. No se delataría antes de cortarnos la vía de escape?.
-Te traigo una sorpresa para celebrar nuestro reencuentro.
?Apuesto a que no va a gustarte?.
El hacker, permanece escopeta en mano, con una expresión que invita a pensar que los ojos van a salírsele de las órbitas de un momento a otro. Los gritos que resuenan por el altavoz a todo volumen, no ayudan a calmarle.
- No... trampa ? son las dos únicas palabras inteligibles, que escupe el altavoz.
?No puede ser?.
Esa era la voz de ?Nico?. Pero es imposible. Murió. Yo estaba allí.
?Le dejaste tras de ti?.
- ¡Estaba muerto! ? grito desquiciado.
- ¿De que coño habláis? ? ?hoax? está más blanco que el papel y parece estar a punto de hacer una tontería de un momento a otro.
- Sabía que mi sorpresa te gustaría.
Intento incorporarme, pero las fuerzas me fallan. Quizás si me inyecto epidifrina...
?¡No hagas gilipolleces!. ¡Eso es lo que el pretende!.
- No puedo dejarle.
?¡Nos ha estado siguiendo y sabe en que estado estás!. Sólo quiere torturarte?.
Los gritos de Nicolai, continúan resonando durante un par de minutos, entonces llega una única palabra inteligible.
- Pelirrojo...
Y el altavoz enmudece.
?¿Pelirrojo??.
El silencio vuelve a romperse esta vez, de nuevo con la voz de ?el chatarrero?.
- Veo que no quieres salir a saludar... eso no está bien, no señor. Hay algunos amiguitos aquí, a los que también les gustaría conocerte... pero no saldrán hasta que anochezca... tienen la piel sensible. Bueno, me encantaría quedarme, pero otros asuntos requieren de mi atención. Hay otra persona a la que dejaste atrás, a la que también tengo que visitar.
Una terrible certeza me encoge el corazón.
- Marta.
?¡Es un puto farol!?.
Tengo que matarle.
?Lo haremos pero este no es el momento. Quiere hacerte salir y dirá lo que sea para conseguirlo?.
Consigo calmarme un poco. Gabriel dijo que los cultistas, la tenían en lugar seguro. Pero ¿sabe ?el chatarrero? donde la tienen?. Está claro, que siempre se las apaña para seguirme los pasos.
?¡Céntrate en lo que importa!?.
- ¿¡De que va toda esta puta vaina !?
Vuelvo a centrar mi atención en ?hoax?. Supongo, que tengo que explicarle la situación.
?No es tan difícil. Todo se resume a que si salimos nos matará... y si nos quedamos aquí, moriremos en cuanto anochezca?.
Necesito algo más de media hora, para explicarle a mi nuevo acompañante, parte de la vida y obra de ?el chatarrero?.
Aunque omito en la medida de lo posible, los elementos más extraños de nuestros encuentros y evito mencionar cualquier referencia a ?el culto? para no asustarle más de lo necesario. En cuanto llego a la parte de los experimentos con la sangre de Nicolai, Marcos explota gritando:
- ¡Pero que mierda dices cabrón!. ¡Estás como una puta cabra!.
?Parece mentira que algunos sigan siendo tan escépticos incluso hoy en día?.
- Bueno ? continuo, cuando mi interlocutor parece calmarse un poco -, la cuestión, es que en cuanto anochezca, vendrán a por nosotros.
- Nosotros ? su mirada se centra en su maltrecho compañero -. No tenemos nada que ver con vuestras mierdas.
- Eso les va a dar lo mismo.
?Bueno, puede ser divertido, ver como intenta decirle a esos seres que esto no va con él?.
- Mira chaval ? me siento demasiado cansado para discutir -, haz lo que te parezca.
El tipo me apunta con su escopeta, como si yo fuese a ser capaz de defenderme en mi actual estado.
- Ese tipo te busca ti ? dice mientras me encañona -. Si te entrego, me dejará en paz.
?Esta juventud de hoy día carece de valores. Aunque no se le dan mal las matemáticas?.
- Puedes intentarlo ? digo -, pero quedarás aquí a merced de los buscadores de trufas folla puercos. ¿O crees que escaparás a pie de ellos?.
?Tampoco creo que la furgoneta funcione?.
Eso no lo sabemos y en cualquier caso, él no lo sabe. En esta partida, a mi me han tocado unas cartas muy jodidas y voy a tener que jugarlas lo mejor posible.
Marcos vuelve a bajar el arma y pregunta algo más calmado:
- ¿Qué propones?.
- Vas a tener que meterme algunos estimulantes, para ponerme en pie.
?Genial. Antibióticos y alcaloides?.
- Es tu body man ¿y luego?.
- Luego registramos esto. Puede que encontremos un pasadizo o alguna forma de llegar al exterior que no implique utilizar la entrada principal, vamos a por la furgoneta ? miento -, la acercamos a la entrada, metemos a tu amigo y nos largamos.
?Haces bien en no explicarle tu verdadero plan?.
Sí. No creo que se lo tomase bien, si le digo que antes de que llegue la noche, pienso cargarme ?al chatarrero? de una puta vez.
?La esperanza es el peor de los males, pues prolonga el tormento del hombre?
-- Friedich Nietzsche--
Calculo que como máximo, nos quedan unas seis horas de luz. Tiempo de sobra para poner tierra de por medio, si no fuera, porque el reputo hacker cree que deliro. ¿Pero como pudo escapar?.
?La cosa es peor de lo que parece. Si ella escapó, no hay forma en que pueda haberte atrapado a menos que ...?.
- Nos volvemos a encontrar.
?A eso me refería?.
- ¿Qué carajo? ? pregunta ?hoax? que parece tomarse por fin la situación en serio -. ¿Quién coño es ese cabrón?.
- Ahora si que estamos jodidos ? es mi respuesta - ¿a que distancia está la furgoneta?.
- A un par de minutos. Pero ni tú estás en condiciones de conducir ni él ? señala hacia el maltrecho mercenario que se encuentra a mi vera ? soportará que volvamos a moverle.
?Si nos ha seguido, no creo que la furgoneta sea una opción. No se delataría antes de cortarnos la vía de escape?.
-Te traigo una sorpresa para celebrar nuestro reencuentro.
?Apuesto a que no va a gustarte?.
El hacker, permanece escopeta en mano, con una expresión que invita a pensar que los ojos van a salírsele de las órbitas de un momento a otro. Los gritos que resuenan por el altavoz a todo volumen, no ayudan a calmarle.
- No... trampa ? son las dos únicas palabras inteligibles, que escupe el altavoz.
?No puede ser?.
Esa era la voz de ?Nico?. Pero es imposible. Murió. Yo estaba allí.
?Le dejaste tras de ti?.
- ¡Estaba muerto! ? grito desquiciado.
- ¿De que coño habláis? ? ?hoax? está más blanco que el papel y parece estar a punto de hacer una tontería de un momento a otro.
- Sabía que mi sorpresa te gustaría.
Intento incorporarme, pero las fuerzas me fallan. Quizás si me inyecto epidifrina...
?¡No hagas gilipolleces!. ¡Eso es lo que el pretende!.
- No puedo dejarle.
?¡Nos ha estado siguiendo y sabe en que estado estás!. Sólo quiere torturarte?.
Los gritos de Nicolai, continúan resonando durante un par de minutos, entonces llega una única palabra inteligible.
- Pelirrojo...
Y el altavoz enmudece.
?¿Pelirrojo??.
El silencio vuelve a romperse esta vez, de nuevo con la voz de ?el chatarrero?.
- Veo que no quieres salir a saludar... eso no está bien, no señor. Hay algunos amiguitos aquí, a los que también les gustaría conocerte... pero no saldrán hasta que anochezca... tienen la piel sensible. Bueno, me encantaría quedarme, pero otros asuntos requieren de mi atención. Hay otra persona a la que dejaste atrás, a la que también tengo que visitar.
Una terrible certeza me encoge el corazón.
- Marta.
?¡Es un puto farol!?.
Tengo que matarle.
?Lo haremos pero este no es el momento. Quiere hacerte salir y dirá lo que sea para conseguirlo?.
Consigo calmarme un poco. Gabriel dijo que los cultistas, la tenían en lugar seguro. Pero ¿sabe ?el chatarrero? donde la tienen?. Está claro, que siempre se las apaña para seguirme los pasos.
?¡Céntrate en lo que importa!?.
- ¿¡De que va toda esta puta vaina !?
Vuelvo a centrar mi atención en ?hoax?. Supongo, que tengo que explicarle la situación.
?No es tan difícil. Todo se resume a que si salimos nos matará... y si nos quedamos aquí, moriremos en cuanto anochezca?.
Necesito algo más de media hora, para explicarle a mi nuevo acompañante, parte de la vida y obra de ?el chatarrero?.
Aunque omito en la medida de lo posible, los elementos más extraños de nuestros encuentros y evito mencionar cualquier referencia a ?el culto? para no asustarle más de lo necesario. En cuanto llego a la parte de los experimentos con la sangre de Nicolai, Marcos explota gritando:
- ¡Pero que mierda dices cabrón!. ¡Estás como una puta cabra!.
?Parece mentira que algunos sigan siendo tan escépticos incluso hoy en día?.
- Bueno ? continuo, cuando mi interlocutor parece calmarse un poco -, la cuestión, es que en cuanto anochezca, vendrán a por nosotros.
- Nosotros ? su mirada se centra en su maltrecho compañero -. No tenemos nada que ver con vuestras mierdas.
- Eso les va a dar lo mismo.
?Bueno, puede ser divertido, ver como intenta decirle a esos seres que esto no va con él?.
- Mira chaval ? me siento demasiado cansado para discutir -, haz lo que te parezca.
El tipo me apunta con su escopeta, como si yo fuese a ser capaz de defenderme en mi actual estado.
- Ese tipo te busca ti ? dice mientras me encañona -. Si te entrego, me dejará en paz.
?Esta juventud de hoy día carece de valores. Aunque no se le dan mal las matemáticas?.
- Puedes intentarlo ? digo -, pero quedarás aquí a merced de los buscadores de trufas folla puercos. ¿O crees que escaparás a pie de ellos?.
?Tampoco creo que la furgoneta funcione?.
Eso no lo sabemos y en cualquier caso, él no lo sabe. En esta partida, a mi me han tocado unas cartas muy jodidas y voy a tener que jugarlas lo mejor posible.
Marcos vuelve a bajar el arma y pregunta algo más calmado:
- ¿Qué propones?.
- Vas a tener que meterme algunos estimulantes, para ponerme en pie.
?Genial. Antibióticos y alcaloides?.
- Es tu body man ¿y luego?.
- Luego registramos esto. Puede que encontremos un pasadizo o alguna forma de llegar al exterior que no implique utilizar la entrada principal, vamos a por la furgoneta ? miento -, la acercamos a la entrada, metemos a tu amigo y nos largamos.
?Haces bien en no explicarle tu verdadero plan?.
Sí. No creo que se lo tomase bien, si le digo que antes de que llegue la noche, pienso cargarme ?al chatarrero? de una puta vez.
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
-
Korvec
- Devorador de muslos
- Mensajes: 7382
- Registrado: Lun Jul 26, 2004 21:44
- Ubicación: Terrassa City
- Contactar:
[size=24]Capítulo XXII
?Sin no conoces todavía la vida, ¿cómo puede ser posible conocer la muerte??
-- Confucio --
No recuerdo, si es que lo he sabido alguna vez, el nombre de quien dijo aquello de que la vida es un proceso químico. Ignoro si el tipo está en lo cierto o no, pero lo que si es seguro, es que ahora mismo, mi vida depende de la química. Concretamente, de todos los estimulantes que me hacen funcionar como un motor pasado de vueltas.
?De todos planes chorras y suicidas que has pergeñado, creo que este se lleva la palma?.
La búsqueda de una cripta, un pasadizo o cualquier otro tipo de salida, da sus frutos y tras un abandonado cuartucho, que probablemente sea la sacristía, encontramos un ventanuco, que una vez abierto, vemos que da a la parte posterior del edificio, justo frente al vetusto cementerio.
- Bien. Tendremos que salir y traer la furgoneta ? explico a ?hoax? ? ve tu primero, yo te cubro.
?Te dije que este chico nos terminaría siendo útil. Uno no puede pescar si no tiene cebo?.
Si ?el chatarrero? nos ha seguido y da por echo, que no estoy en condiciones ni de cascarme una paja. Supondrá que este tipo intenta largarse de aquí.
Marcos vacila. Pero al fin me pasa la escopeta se sube a la silla y después de encaramarse al ventanuco, salta al exterior.
Bueno, la primera fase del plan ya está en marcha.
- ¿A que esperas huevon? ? oigo susurrar débilmente desde el exterior.
No siento el menor remordimiento, cuando en lugar de pasarle la escopeta y seguirle, cierro de nuevo los gruesos ventanucos.
?La lombriz ya está en el agua. Ahora es cuestión de esperar y ver que es lo que la muerde?.
- ¡Cabrón! ? dice el tipo desde el exterior lo más alto que se atreve -. No puedes hacerme esto.
Ahora sabes como se siente uno, al otro lado de la escopeta.
- Al menos dame un arma ? lloriquea desde el exterior.
- Si quieres un arma ? le digo en voz lo bastante alta, como para que él pueda oírla -, ya sabes donde tienes muchas.
?Crees que le esperará en el vehículo?.
No creo que ?el chatarrero? sepa que este marica no sabe conducir, si me supone a mi fuera de combate.
?Pensará que intenta escapar dejándote tirado?.
Procurando hacer el menor ruido posible, me subo a la silla y escucho. No oigo más suplicas, así que lentamente abro ligeramente el ventanuco, que produce un ligero chirrido, que a mi me da la sensación de que suena como un cañonazo.
?¡Con cuidado joder!?.
Aventuro un vistazo al exterior y aunque al principio no veo nada.
?¡No te asomes!. Si te ve la habrás cagado. No volverás a tener otra ocasión como esta?.
Cierto, pero yo tampoco sé donde está oculta la furgoneta y si pierdo de vista al ?cybercebo?, todo el plan se irá al carajo.
Así que me arriesgo a echar otro vistazo y veo una fugaz silueta, que se interna en un bosquecillo próximo al cementerio.
¿Era Marcos?. La visión fue tan fugaz, que no estoy en absoluto seguro. Pero por lo menos, ya se hacia donde ir. El sol está ya bastante bajo. Calculo un par de horas de luz solar en el mejor de los casos.
?Si en dos horas no consigues quitar de en medio a ese sádico hijo de puta y encontrar la forma de salir de aquí, estarás acabado?.
¿Durará tanto el efecto de los estimulantes?. Por si las moscas, me he metido un inyectable de epinefrina en el bolsillo.
?Será mejor que no te la metas?.
Me digo a mi mismo, o para ser más exacto, al cabrón paranoico, que no voy a utilizar el inyectable a menos que sea necesario. Pero mientras me encaramo con lo que me parece un esfuerzo titánico, a la ventana, creo que los dos sabemos, que antes o después, voy a terminar mintiéndomela.
He abandonado la escopeta en el interior de la iglesia. Tendré que apañármelas con la pistola y un cuchillo de combate. Pero teniendo en cuenta, lo poco que a ese bastardo de ?el chatarrero?, le gusta dar la cara, no creo que sea un gran problema el cargármelo... si consigo dar con él.
En cuanto llego a las inmediaciones del bosquecillo, mi corazón da un salto mayor que si me hubiese chutado la epinefrina. Oigo dos voces y lo mejor de todo, ambas me son familiares. Una pertenece a Marcos y la otra, a alguién de mi pasado, que no soy capaz de recordar...
?¡El reputo pelirrojo!?.
¡No me jodas!.
Casi se me escapa la exclamación en voz alta. Con razón dijo Gabriel que le reconocería.
?Debiste matarle cuando tuviste la ocasión?.
Aun estoy a tiempo de corregir ese error. Me aproximo sin prisas, saboreando el momento, mientras las voces se oyen cada vez más próximas.
- Mira ? dice la voz de Marcos -, esta mierda no va conmigo. Déjame marchar y...
- Eres igual que él ? dice la voz de el reputo pelirrojo, ahora carente de la distorsión que me impedía reconocerla -, eres un traidor que abandona a los que confiaban en ti.
- ¡Yo no he traicionado a nadie! ? la voz del hacker, está llena de terror -. ¡Apartalo de mi!.
?¿Apartar?. ¡Cuidado no está solo!?.
Algo cruje bajo mis pies.
?¡Joder!?.
Todo queda en silencio. Mi presa debe de encontrarse apenas a una decena de metros por delante. Pero no puedo verle.
¡A la mierda!. ¡Esta vez no escapará!.
Abandonando toda precaución, me muevo lo más rápido posible con el arma por delante, dispuesto a vaciarle el cargador al muy hijo de puta, pero para mi sorpresa, oigo como algo avanza a gran velocidad en mi dirección. A escasos metros frente a mi, emerge una especie de monstruosidad cuadrúpeda, que en algún momento, debió ser un perro. Mis pelotas se encogen instintivamente, pero mi cuerpo reacciona por instinto abriendo fuego, mientras mi mente parece bloquearse por el terror.
Aunque mi cuerpo parece reaccionar por si mismo, gracias al entrenamiento, me siento como un mero espectador. Veo como los proyectiles, impactan contra una cabeza de aspecto remotamente canino. Pero el ser no se detiene.
?¡Salta, tirate a un lado!?.
Pero a excepción del dedo que presiona el disparador, mi cuerpo parece haberse convertido en una barra de hierro. El mutado animal me embiste. Mi espalda golpea contra el suelo, mientras el arma escapa de mi mano.
?¡Mierda!, ¡mierda!, ¡mierda!?.
Ni siquiera soy capaz de cerrar los ojos, para no ver lo que me espera, pero pasan un par de segundos y las monstruosas mandíbulas, aun no han buscado mi garganta.
?¡Reacciona melón!. ¡Está muerto!?.
La idea, tarda otro par de segundos en ser aceptada por mi mente. Pero de todos modos, el animal que tengo encima pesa demasiado para mis más que mermadas fuerzas y soy incapaz de quitármelo de encima. ¡Mierda!. Estoy atrapado y el bastardo ?chatarrero? va escapárseme una vez más de entre los dedos.
?Es peor que eso. Escucha?.
En efecto, los pasos de dos hombres aproximándose, me indican a las claras, que mi presa se aproxima.
El ceñudo rostro de Marcos, me mira con palpable reproche, mientras avanza con las manos sobre la cabeza. A su espalda y sosteniendo un revolver, veo el rostro de ?el pelirrojo?, el tipo que ya conspiró para matarme una vez. El tipo al que perdoné la vida y al que di por perdido en la base de ?los otros?. Su rostro, es ahora una máscara de satisfacción. Tiene todos los triunfos y lo sabe.
Sin dejar de apuntar a ?hoax? con la mano derecha, el reputo pelirrojo, se saca una caja de voz con la izquierda, la acerca a su laringe y dice:
- Sorpresa, sorpresa.
- Veo que has prosperado ? consigo decir -, de marica llorón has ascendido a sádico cabrón. Supongo que es lo que pasa, cuando se frecuentan malas compañías.
El tipo sonrie divertido, mientras Marcos, parece evaluar la distancia que le separa del tipo del arma y calcula posibilidades.
?Sigue hablando, gana tiempo. Puede que el hacker, aun nos de alguna sorpresa?.
- Si señor ? digo -, reconozco que te subestimé. Pensaba que eras un pusilánime, pero has demostrado ser un hijoputa de lo más creativo. De tener sombrero, me lo quitaría.
Intento moverme bajo el cuerpo del enorme animal muerto, pero lo único que consigo, es acercar mi mano izquierda al bolsillo del pantalón... hay algo en su interior. El inyectable.
El pelirrojo sonríe como un actor que estuviese a punto de recoger un oscar honorífico por su larga carrera.
?La adulación funciona. Continua?.
- Comprendo que has ganado ? digo -, y que es justo que me mates, pero antes dime. ¿Desde cuando llevas detrás de mi?.
El pelirrojo baja ligeramente el arma y con expresión satisfecha empieza a decir con una voz tan llena de reproche hacia mi persona, como de orgullo hacía la suya:
- Cuando te largaste ¡abandonándome!, creí que moriría. Alguién les había traicionado y aquello fue un sálvese quien pueda. Al principio, me resigné a mi suerte y me limite a quedarme llorando en un rincón, mientras vosotros escapabais.
?Típico?.
La punta de mis dedos, ya se encuentran en el borde del boldillo. Las yemas ya casi rozan el extremo, pero no me atrevo a hacer demasiada fuerza, no vaya a ser que mi expresión me delante. A pesar del frió, una gota de sudor, desciende por el rostro de Marcos.
- Pero entonces ? aventuro - ¿alguien te encontró no?.
El pelirrojo niega con la cabeza.
- En absoluto. Pero el saber que os largabais tan campantes dejándome atrás ¡como si fuera una mierda!, me llenó de rabia y deseos de venganza. Así que decidí seguiros. Me apoderé de un vehículo y cuando vi el vuestro aparcado junto a aquel motel de carretera, decidí que os mataría. ¡A todos!.
Poco a poco, milímetro a milímetro, mis dedos avanzan por el bolsillo y consiguen pinzar el inyectable. Mientras, el ?pelirrojo? prosigue con su narración.
- El primero que encontré, fue aquel anciano y decidí ser creativo con él.
- No vi tu vehículo por allí ? digo para seguir ganando tiempo.
- Es cierto ? reconoce -. En cuanto terminé mi primera obra... él me encontró y me reveló mi destino.
?Se refiere a discordia?.
- Él ? prosigue el tipo -, me hizo ver que no era rival para ti. Que tendría que transformarme en alguién poderoso, en alguién mejor. Me reveló mi misión y me ofreció poder.
?Sí claro. Todos venden lo mismo. Te cuentan la milonga de que tienes una misión que sólo tú puedes cumplir, te ponen la miel en la boca con una mano y te dan con un palo con la otra. En el fondo, todos sois peones de otro juego más grande?.
Supongo que sí, pero me importa una mierda. Para bien o para mal, está jodienda está a punto de acabar. Con un gran esfuerzo, giro lo suficiente el inyectable, hasta que la aguja apunta hacia mi muslo.
- Ahora ? dice, ?el chatarrero? ? ha llegado la hora de saborear mi triunfo. Pero antes, creo que cogeré un trofeo.
El tipo baja la vista para guardar la caja de voz en un bolsillo. Su mano emerge sosteniendo una navaja de afeitar. Marcos, por fin se decide y se lanza en plancha contra él.
?¡Ahora!?.
La aguja atraviesa la tela del pantalón, mi piel y mis tejidos.
?¡Deprisa!?.
Mis pupilas se dilatan y mi corazón se acelera como el de un adolescente ante su primera mamada.
- ¡Soy el puto Asterix ! ? grito mientras acciono los músculos de mis brazos y sé que voy a conseguirlo.
?Niños, no intentéis esto en vuestras casas?.
Puede que sea por la epinefrina que corre cual jamelgo desbocado por mis venas, pero me siento eufórico mientras me acerco a los dos tipos.
?¡Esto está echo!. ¡No se te ocurra cagarla ahora!?.
El reputo ?pelirrojo?, muerde en la nariz a ?hoax? y luego le propina un cabezazo. Entonces me ve, y gira el brazo armado en mi dirección, pero no es lo suficientemente rápido y de una patada, envió a su revolver a hacer un curso de vuelo sin motor.
- ¿Qué pasa? ? pregunto con voz de falsete - ¿esta vez no tienes a nadie para que de la cara por ti?.
Pero para mi sorpresa, el maldito bastardo, reacciona y me ataca con la navaja de afeitar, que consigo esquivar por muy poco. El cabrón es rápido. Tiene poco que ver con el lloroso despojo del que me apiade hace una eternidad.
?No vuelvas a subestimarle?.
No lo hago. Agarro su antebrazo y lo retuerzo hasta que el arma cae al suelo. Le pateo en el estómago y con gran regocijo, agarro la afilada navaja.
?Es la hora del barbero?.
- Esto lo voy a disfrutar ? digo con esa satisfacción que produce el estar a punto de ajustar por fin cuentas.
?Pelirrojo? me escupe mientras el filo de la navaja se acerca inexorablemente a su yugular, pero se detiene cuando me dice con una sonrrisa.
- ¡Adelante!. Mátame y nunca encontrarás a tu amigo ?Nico?.
?¡No le hagas caso!. No vuelvas a cagarla!.
- No creo que le tengas lejos.
- Puto idiota ? me espeta -, lo que oiste fue una puta gravación.
- ¡Y una mierda!. ¿Entonces porque le cortaste cuando dijo pelirrojo?.
Pero entonces el sonido del percutor de un revolver al amartillarse, hace que centre mi atención en Marcos. No parece muy contento.
- ¡Maldito traidor hijo de puta!.
- ¿Estas vivo no?.
- Debería mataros a los dos. ¡Estais igual de enfermos!.
- ¿Y como saldrás de aquí? ? pregunto -. ¿Andando?.
- Yo te sacaré ? dice ?el pelirrojo? -. Es tu única posibilidad. Mis criaturas saldrán en cuanto oscurezca.
Todos miramos hacia el oeste. No me gusta lo que veo.
[/size]
?Sin no conoces todavía la vida, ¿cómo puede ser posible conocer la muerte??
-- Confucio --
No recuerdo, si es que lo he sabido alguna vez, el nombre de quien dijo aquello de que la vida es un proceso químico. Ignoro si el tipo está en lo cierto o no, pero lo que si es seguro, es que ahora mismo, mi vida depende de la química. Concretamente, de todos los estimulantes que me hacen funcionar como un motor pasado de vueltas.
?De todos planes chorras y suicidas que has pergeñado, creo que este se lleva la palma?.
La búsqueda de una cripta, un pasadizo o cualquier otro tipo de salida, da sus frutos y tras un abandonado cuartucho, que probablemente sea la sacristía, encontramos un ventanuco, que una vez abierto, vemos que da a la parte posterior del edificio, justo frente al vetusto cementerio.
- Bien. Tendremos que salir y traer la furgoneta ? explico a ?hoax? ? ve tu primero, yo te cubro.
?Te dije que este chico nos terminaría siendo útil. Uno no puede pescar si no tiene cebo?.
Si ?el chatarrero? nos ha seguido y da por echo, que no estoy en condiciones ni de cascarme una paja. Supondrá que este tipo intenta largarse de aquí.
Marcos vacila. Pero al fin me pasa la escopeta se sube a la silla y después de encaramarse al ventanuco, salta al exterior.
Bueno, la primera fase del plan ya está en marcha.
- ¿A que esperas huevon? ? oigo susurrar débilmente desde el exterior.
No siento el menor remordimiento, cuando en lugar de pasarle la escopeta y seguirle, cierro de nuevo los gruesos ventanucos.
?La lombriz ya está en el agua. Ahora es cuestión de esperar y ver que es lo que la muerde?.
- ¡Cabrón! ? dice el tipo desde el exterior lo más alto que se atreve -. No puedes hacerme esto.
Ahora sabes como se siente uno, al otro lado de la escopeta.
- Al menos dame un arma ? lloriquea desde el exterior.
- Si quieres un arma ? le digo en voz lo bastante alta, como para que él pueda oírla -, ya sabes donde tienes muchas.
?Crees que le esperará en el vehículo?.
No creo que ?el chatarrero? sepa que este marica no sabe conducir, si me supone a mi fuera de combate.
?Pensará que intenta escapar dejándote tirado?.
Procurando hacer el menor ruido posible, me subo a la silla y escucho. No oigo más suplicas, así que lentamente abro ligeramente el ventanuco, que produce un ligero chirrido, que a mi me da la sensación de que suena como un cañonazo.
?¡Con cuidado joder!?.
Aventuro un vistazo al exterior y aunque al principio no veo nada.
?¡No te asomes!. Si te ve la habrás cagado. No volverás a tener otra ocasión como esta?.
Cierto, pero yo tampoco sé donde está oculta la furgoneta y si pierdo de vista al ?cybercebo?, todo el plan se irá al carajo.
Así que me arriesgo a echar otro vistazo y veo una fugaz silueta, que se interna en un bosquecillo próximo al cementerio.
¿Era Marcos?. La visión fue tan fugaz, que no estoy en absoluto seguro. Pero por lo menos, ya se hacia donde ir. El sol está ya bastante bajo. Calculo un par de horas de luz solar en el mejor de los casos.
?Si en dos horas no consigues quitar de en medio a ese sádico hijo de puta y encontrar la forma de salir de aquí, estarás acabado?.
¿Durará tanto el efecto de los estimulantes?. Por si las moscas, me he metido un inyectable de epinefrina en el bolsillo.
?Será mejor que no te la metas?.
Me digo a mi mismo, o para ser más exacto, al cabrón paranoico, que no voy a utilizar el inyectable a menos que sea necesario. Pero mientras me encaramo con lo que me parece un esfuerzo titánico, a la ventana, creo que los dos sabemos, que antes o después, voy a terminar mintiéndomela.
He abandonado la escopeta en el interior de la iglesia. Tendré que apañármelas con la pistola y un cuchillo de combate. Pero teniendo en cuenta, lo poco que a ese bastardo de ?el chatarrero?, le gusta dar la cara, no creo que sea un gran problema el cargármelo... si consigo dar con él.
En cuanto llego a las inmediaciones del bosquecillo, mi corazón da un salto mayor que si me hubiese chutado la epinefrina. Oigo dos voces y lo mejor de todo, ambas me son familiares. Una pertenece a Marcos y la otra, a alguién de mi pasado, que no soy capaz de recordar...
?¡El reputo pelirrojo!?.
¡No me jodas!.
Casi se me escapa la exclamación en voz alta. Con razón dijo Gabriel que le reconocería.
?Debiste matarle cuando tuviste la ocasión?.
Aun estoy a tiempo de corregir ese error. Me aproximo sin prisas, saboreando el momento, mientras las voces se oyen cada vez más próximas.
- Mira ? dice la voz de Marcos -, esta mierda no va conmigo. Déjame marchar y...
- Eres igual que él ? dice la voz de el reputo pelirrojo, ahora carente de la distorsión que me impedía reconocerla -, eres un traidor que abandona a los que confiaban en ti.
- ¡Yo no he traicionado a nadie! ? la voz del hacker, está llena de terror -. ¡Apartalo de mi!.
?¿Apartar?. ¡Cuidado no está solo!?.
Algo cruje bajo mis pies.
?¡Joder!?.
Todo queda en silencio. Mi presa debe de encontrarse apenas a una decena de metros por delante. Pero no puedo verle.
¡A la mierda!. ¡Esta vez no escapará!.
Abandonando toda precaución, me muevo lo más rápido posible con el arma por delante, dispuesto a vaciarle el cargador al muy hijo de puta, pero para mi sorpresa, oigo como algo avanza a gran velocidad en mi dirección. A escasos metros frente a mi, emerge una especie de monstruosidad cuadrúpeda, que en algún momento, debió ser un perro. Mis pelotas se encogen instintivamente, pero mi cuerpo reacciona por instinto abriendo fuego, mientras mi mente parece bloquearse por el terror.
Aunque mi cuerpo parece reaccionar por si mismo, gracias al entrenamiento, me siento como un mero espectador. Veo como los proyectiles, impactan contra una cabeza de aspecto remotamente canino. Pero el ser no se detiene.
?¡Salta, tirate a un lado!?.
Pero a excepción del dedo que presiona el disparador, mi cuerpo parece haberse convertido en una barra de hierro. El mutado animal me embiste. Mi espalda golpea contra el suelo, mientras el arma escapa de mi mano.
?¡Mierda!, ¡mierda!, ¡mierda!?.
Ni siquiera soy capaz de cerrar los ojos, para no ver lo que me espera, pero pasan un par de segundos y las monstruosas mandíbulas, aun no han buscado mi garganta.
?¡Reacciona melón!. ¡Está muerto!?.
La idea, tarda otro par de segundos en ser aceptada por mi mente. Pero de todos modos, el animal que tengo encima pesa demasiado para mis más que mermadas fuerzas y soy incapaz de quitármelo de encima. ¡Mierda!. Estoy atrapado y el bastardo ?chatarrero? va escapárseme una vez más de entre los dedos.
?Es peor que eso. Escucha?.
En efecto, los pasos de dos hombres aproximándose, me indican a las claras, que mi presa se aproxima.
El ceñudo rostro de Marcos, me mira con palpable reproche, mientras avanza con las manos sobre la cabeza. A su espalda y sosteniendo un revolver, veo el rostro de ?el pelirrojo?, el tipo que ya conspiró para matarme una vez. El tipo al que perdoné la vida y al que di por perdido en la base de ?los otros?. Su rostro, es ahora una máscara de satisfacción. Tiene todos los triunfos y lo sabe.
Sin dejar de apuntar a ?hoax? con la mano derecha, el reputo pelirrojo, se saca una caja de voz con la izquierda, la acerca a su laringe y dice:
- Sorpresa, sorpresa.
- Veo que has prosperado ? consigo decir -, de marica llorón has ascendido a sádico cabrón. Supongo que es lo que pasa, cuando se frecuentan malas compañías.
El tipo sonrie divertido, mientras Marcos, parece evaluar la distancia que le separa del tipo del arma y calcula posibilidades.
?Sigue hablando, gana tiempo. Puede que el hacker, aun nos de alguna sorpresa?.
- Si señor ? digo -, reconozco que te subestimé. Pensaba que eras un pusilánime, pero has demostrado ser un hijoputa de lo más creativo. De tener sombrero, me lo quitaría.
Intento moverme bajo el cuerpo del enorme animal muerto, pero lo único que consigo, es acercar mi mano izquierda al bolsillo del pantalón... hay algo en su interior. El inyectable.
El pelirrojo sonríe como un actor que estuviese a punto de recoger un oscar honorífico por su larga carrera.
?La adulación funciona. Continua?.
- Comprendo que has ganado ? digo -, y que es justo que me mates, pero antes dime. ¿Desde cuando llevas detrás de mi?.
El pelirrojo baja ligeramente el arma y con expresión satisfecha empieza a decir con una voz tan llena de reproche hacia mi persona, como de orgullo hacía la suya:
- Cuando te largaste ¡abandonándome!, creí que moriría. Alguién les había traicionado y aquello fue un sálvese quien pueda. Al principio, me resigné a mi suerte y me limite a quedarme llorando en un rincón, mientras vosotros escapabais.
?Típico?.
La punta de mis dedos, ya se encuentran en el borde del boldillo. Las yemas ya casi rozan el extremo, pero no me atrevo a hacer demasiada fuerza, no vaya a ser que mi expresión me delante. A pesar del frió, una gota de sudor, desciende por el rostro de Marcos.
- Pero entonces ? aventuro - ¿alguien te encontró no?.
El pelirrojo niega con la cabeza.
- En absoluto. Pero el saber que os largabais tan campantes dejándome atrás ¡como si fuera una mierda!, me llenó de rabia y deseos de venganza. Así que decidí seguiros. Me apoderé de un vehículo y cuando vi el vuestro aparcado junto a aquel motel de carretera, decidí que os mataría. ¡A todos!.
Poco a poco, milímetro a milímetro, mis dedos avanzan por el bolsillo y consiguen pinzar el inyectable. Mientras, el ?pelirrojo? prosigue con su narración.
- El primero que encontré, fue aquel anciano y decidí ser creativo con él.
- No vi tu vehículo por allí ? digo para seguir ganando tiempo.
- Es cierto ? reconoce -. En cuanto terminé mi primera obra... él me encontró y me reveló mi destino.
?Se refiere a discordia?.
- Él ? prosigue el tipo -, me hizo ver que no era rival para ti. Que tendría que transformarme en alguién poderoso, en alguién mejor. Me reveló mi misión y me ofreció poder.
?Sí claro. Todos venden lo mismo. Te cuentan la milonga de que tienes una misión que sólo tú puedes cumplir, te ponen la miel en la boca con una mano y te dan con un palo con la otra. En el fondo, todos sois peones de otro juego más grande?.
Supongo que sí, pero me importa una mierda. Para bien o para mal, está jodienda está a punto de acabar. Con un gran esfuerzo, giro lo suficiente el inyectable, hasta que la aguja apunta hacia mi muslo.
- Ahora ? dice, ?el chatarrero? ? ha llegado la hora de saborear mi triunfo. Pero antes, creo que cogeré un trofeo.
El tipo baja la vista para guardar la caja de voz en un bolsillo. Su mano emerge sosteniendo una navaja de afeitar. Marcos, por fin se decide y se lanza en plancha contra él.
?¡Ahora!?.
La aguja atraviesa la tela del pantalón, mi piel y mis tejidos.
?¡Deprisa!?.
Mis pupilas se dilatan y mi corazón se acelera como el de un adolescente ante su primera mamada.
- ¡Soy el puto Asterix ! ? grito mientras acciono los músculos de mis brazos y sé que voy a conseguirlo.
?Niños, no intentéis esto en vuestras casas?.
Puede que sea por la epinefrina que corre cual jamelgo desbocado por mis venas, pero me siento eufórico mientras me acerco a los dos tipos.
?¡Esto está echo!. ¡No se te ocurra cagarla ahora!?.
El reputo ?pelirrojo?, muerde en la nariz a ?hoax? y luego le propina un cabezazo. Entonces me ve, y gira el brazo armado en mi dirección, pero no es lo suficientemente rápido y de una patada, envió a su revolver a hacer un curso de vuelo sin motor.
- ¿Qué pasa? ? pregunto con voz de falsete - ¿esta vez no tienes a nadie para que de la cara por ti?.
Pero para mi sorpresa, el maldito bastardo, reacciona y me ataca con la navaja de afeitar, que consigo esquivar por muy poco. El cabrón es rápido. Tiene poco que ver con el lloroso despojo del que me apiade hace una eternidad.
?No vuelvas a subestimarle?.
No lo hago. Agarro su antebrazo y lo retuerzo hasta que el arma cae al suelo. Le pateo en el estómago y con gran regocijo, agarro la afilada navaja.
?Es la hora del barbero?.
- Esto lo voy a disfrutar ? digo con esa satisfacción que produce el estar a punto de ajustar por fin cuentas.
?Pelirrojo? me escupe mientras el filo de la navaja se acerca inexorablemente a su yugular, pero se detiene cuando me dice con una sonrrisa.
- ¡Adelante!. Mátame y nunca encontrarás a tu amigo ?Nico?.
?¡No le hagas caso!. No vuelvas a cagarla!.
- No creo que le tengas lejos.
- Puto idiota ? me espeta -, lo que oiste fue una puta gravación.
- ¡Y una mierda!. ¿Entonces porque le cortaste cuando dijo pelirrojo?.
Pero entonces el sonido del percutor de un revolver al amartillarse, hace que centre mi atención en Marcos. No parece muy contento.
- ¡Maldito traidor hijo de puta!.
- ¿Estas vivo no?.
- Debería mataros a los dos. ¡Estais igual de enfermos!.
- ¿Y como saldrás de aquí? ? pregunto -. ¿Andando?.
- Yo te sacaré ? dice ?el pelirrojo? -. Es tu única posibilidad. Mis criaturas saldrán en cuanto oscurezca.
Todos miramos hacia el oeste. No me gusta lo que veo.
[/size]
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
-
Korvec
- Devorador de muslos
- Mensajes: 7382
- Registrado: Lun Jul 26, 2004 21:44
- Ubicación: Terrassa City
- Contactar:
Capítulo XXIII
?Cuando tengo que elegir entre dos males,
siempre prefiero aquel que no he probado?
-- Mae West --
Se supone, que la sociedad de consumo está controlada por la ley de la oferta y la demanda. Por lo que veo, las cosas no han cambiado demasiado. Marcos, está cabreado, pero ante todo, quiere salvar su pellejo. Lo bueno, es que no sabe conducir. Lo malo, es que ?el chatarrero?, ese vil, sádico, rastrero y persistente asesino, tiene una oferta mejor que la mía.
?Eso tiene fácil solución. Mátale y serás su única posibilidad?.
Nada me gustaría más, pero si lo hago, puede que nunca descubra donde tiene a Nicolai.
?No puedes arriesgarte a dejarle con vida. Puede que nunca vuelvas a tener otra ocasión como esta?.
- Tendrás que decidirte pronto ? dice el sonriente tipo pelirrojo, que en nada se parece ahora al rastrero pusilánime que recordaba -. El tiempo se acaba.
- ¡No le escuches! ? exclamo sin apartar la navaja del cuello del malnacido -. Es un asesino.
El rostro de Marcos, parece casi una caricatura de ojos salientes. Está claro, que no está acostumbrado a este tipo de situaciones.
- ¡Calla traidor! ? me espeta apuntándome con el revolver -. ¡Me utilizaste!.
- ¿Abrías aceptado tú parte del plan de habértelo explicado?.
Un nuevo silencio, durante el cual el tiempo sigue corriendo.
- La furgoneta no va ha moverse ? dice ?hoax? -. ¿Qué es lo que ocurrirá exactamente cuando se oculte el sol?.
El bastardo pelirrojo, se ríe de un modo que dice muy poco a favor de su salud mental (lo que tampoco constituye ningún secreto). Así, que muevo ligeramente la navaja. Lo suficiente, como para hacer brotar algo de sangre y cambiar repentinamente la expresión de su careto, por otra de preocupación:
- Responde a la puta pregunta ? le exijo -. ¿De que se trata está vez?.
?¿Seguro que quieres saberlo??.
Después de borrar hasta el último asomo de sonrisa de su rostro, el pelirrojo me mira y dice:
- Es una sorpresa.
?Es un puto farol. Esos seres que creó eran incontrolables y si nos ha estado siguiendo, no ha podido disponer de demasiado tiempo?.
Puede ser.
Marcos, que al parecer ya ha perdido la paciencia, dice sin dejar de encañonarnos.
- Muy bien, ya basta de mamonadas. Este es el trato, tú ? dice señalándome -, te quedas aquí y te buscas la vida con tu rajada furgoneta. Y tú ? señala ahora con la mano libre al reputo pelirrojo -, nos llevarás a mi amigo y a mi hasta un lugar seguro.
?Conseguirá hacerse matar. Eso no es malo. Pero perderemos de nuevo a ese escurridizo hijo de perrra y eso, es algo catastrófico?.
El cielo empieza a oscurecerse. No falta mucho para que el sol termine de ocultarse. Durante un par de segundos, estoy a punto de rajar la garganta de ?el chatarrero?. Pero entonces puede que nunca de con Nicolai y después de todo, si mato a este, Discordia probablemente se limitará a escoger a otro puto tarado para substituirle. Sólo somos peones de un juego mayor.
Lentamente, bajo la navaja y suelto al bastardo pelirrojo.
?¡No me lo puedo creer!?.
- Me salvaste la vida ? dice ?hoax? -. Ahora estamos en paz, si nos sigues te dispararé.
Sin dejar de apuntarme, el hacker se aleja en pos del pelirrojo, que exhibe una amplia y triunfal sonrisa.
No importa. Marcos no se marchará sin el otro tipo. A no ser que el pelirrojo, consiga salirse con la suya antes de llegar al vehículo, tendrán que volver a la iglesia con su vehículo.
?Esperemos que el hacker no la fastidie... por lo menos, no aun?.
Me siento ligeramente mareado, mientras recorro la escasa distancia que me separa de la furgoneta. Los efectos de la química están empezando a remitir y no creo que sea buena idea seguir obligando a mi cuerpo a funcionar a base de ?pinchazos?. Todo tiene un límite y yo debo ya de andar cerca de sobrepasarlo.
?Vamos. Millones de yonkis, no pueden estar equivocados. El tiempo que pasaste drogado en la institución mental, debería haber aumentado tu tolerancia a los fármacos?.
No creo que los estimulantes tengan mucho que ver con los sedantes y antipsicóticos.
No me sorprende el estado en el que encuentro la furgoneta. Varias piezas del motor, se encuentran esparcidas a su alrededor. Haría falta un ejército de mecánicos con carretadas de repuestos para reparar esto.
Abro la parte posterior del vehículo y a la mortecina luz del ocaso, revuelvo el caótico contenido. No tengo gran problema en dar con una escopeta y un rifle de caza, pero el tema munición es mucho más complejo. Entre cajas de sobres de sopa, cajas de vendas y un pack de latas de coca-cola (que dejo a mano) doy por fin, con una caja de munición del calibre siete sesenta y dos, que es la que utiliza el rifle.
?Cargaste decenas de cajas de munición de escopeta ¿dónde coño están??.
- ¡A la mierda!.
Empiezo a tirar hacia atrás el caótico contenido: garrafas de agua, otro rifle, un botiquín, rollos de papel de aluminio... bajo un pack de latas de raviolis, doy con una de las características cajas en forma de tapperware, en las que la casa Glock presenta sus pistolas. Lo malo, es que tampoco doy con las cajas de munición de pistola..
?¡El reputo hacker debió revolverlo todo buscando los antibióticos!?.
El tiempo pasa y la luz disminuye. No pasa mucho tiempo hasta que tengo que utilizar una linterna para continuar la búsqueda y gracias a ella, doy por fin, con una única caja de cartuchos de escopeta, perdida entre varias latas de melocotones en almíbar y varios cartuchos de gas para un hornillo. También consigo encontrar un par de cajas de munición de nueve milímetros. El lejano pero inconfundible sonido de un camión al ponerse en marcha, me hace abandonar la búsqueda.
?Deberías buscar más estimulantes?.
Abro una lata de coca-cola y después de dar un largo trago, empiezo a introducir cartuchos en la escopeta. Tendré que apañármelas a base de cafeína, azúcar y mala leche.
El sonido de un crujido, me llega desde algún punto situado en el bosquecillo del frente.
?¿Crees que será la pequeña bastarda??.
Entre ella y una ninfa de los bosques, me decanto por la primera opción. Unos crujidos desde otro punto inconcreto situado a la derecha, me indican que sea lo que sea que se aproxima, es más de uno.
?Puede que no faroleara?.
Doy otro trago a la coca-cola. Apago la linterna, cojo uno de los recambios del camping gas con una mano y con la escopeta en la otra, me encamino hacia el asiento del conductor. En el suelo de la cabina, localizo las gafas de visión nocturna.
Otro crujido llega desde otro punto.
?Como mínimo son tres y no parece importarles, que sepas que estás aquí?.
Eso por un lado es bueno. Los seres que ese elemento creó a partir de la sangre de ?Nico?, carecían de inteligencia y ya se hubieran lanzado sin ceremonias a por mi. Pero por otro lado, es algo malo, ya que me indica que son algo nuevo y que no son unos descerebrados.
?También sabes que no son muertos vivientes?.
Si. Tomo nota de conseguir otro gorro y forrarlo de papel de aluminio en cuanto tenga ocasión. De todos modos, esos seres no me preocupan... aun es pronto para que se haya consumido la pequeña pila de reloj, del mecanismo que me hace invisible a ellos.
?¿Eso que nos deja??.
Vamos a verlo.
Termino de ajustarme la visión nocturna a la cara y la enciendo. El mundo que me rodea adquiere una tonalidad verdosa. Escudriño los alrededores mientras el sonido del camión, gana intensidad a medida que se acerca. Pero no veo nada sospechoso.
?No lo entiendo?.
Algo se mueve furtivamente, produciendo el característico crujido y entonces lo veo. Es un zorrito, de aspecto entre curioso y asustado, que se mueve nerviosamente por las inmediaciones.
?¡Me cago en la puta!. Que susto nos ha dado?.
Pero justo cuando estoy empezando a relajarme, llegan hasta mis oídos unos escalofriantes aullidos, que me erizan el cabello de la nuca.
- ¡ Joder ¡.
?No suena como si fueran lobos normales y corrientes?.
Recuerdo el tamaño del esparqui al que abatí y me hago una ligera idea, del tamaño que pueden tener esos animales.
?¿Pero como?. Los perros no son difíciles de encontrar y capturar. Pero los lobos ya son otra historia?.
No se tomó esa molestia, debió dejar carroña a la que le inyectó la sangre de Nicolai o puede que hayan mutado por su cuenta, como el megapuerco. En cualquier caso, eso no me preocupa, ya que no pienso quedarme por aquí.
?Pues será mejor que te des prisa?.
Lo hago. O mejor dicho, lo intento. Después de tomarme la coca-cola me encuentro ligeramente más despejado, pero demasiado agotado para correr. Teniendo en cuenta, que hace un par de horas, no era capaz ni de ponerme en pie sin la ayuda de estimulantes, tampoco me puedo quejar.
En el asiento del conductor, también encuentro la chaqueta que no recordaba haberme quitado, pero eso ahora es irrelevante. Me la coloco. Lleno los bolsillos de cartuchos de escopeta, introduzco dos cajas de munición del nueve en los bolsillos de los pantalones. Abro el tapperware y saco la pistola Glock 17L y el cargador extra. Como no tengo tiempo para buscar pistolera, la meto en la parte trasera del pantalón y los vacíos cargadores en los bolsillos. Por último, me cuelgo la escopeta al hombro mediante la correa de transporte, tomo otra lata de coca-cola y con ella en una mano y un recambio de camping gas en la otra, camino lo más rápido posible hacia la iglesia.
?Debiste coger estimulantes y un botiquín?.
No soy una mula de carga.
Aunque no miro atrás, siento una desagradable sensación de pérdida. Si mi plan sale bien, no creo que pueda recuperar nada más del contenido de la furgoneta. Si sale mal... bueno, en ese caso, no creo que vaya a necesitarlo.
?Cuando tengo que elegir entre dos males,
siempre prefiero aquel que no he probado?
-- Mae West --
Se supone, que la sociedad de consumo está controlada por la ley de la oferta y la demanda. Por lo que veo, las cosas no han cambiado demasiado. Marcos, está cabreado, pero ante todo, quiere salvar su pellejo. Lo bueno, es que no sabe conducir. Lo malo, es que ?el chatarrero?, ese vil, sádico, rastrero y persistente asesino, tiene una oferta mejor que la mía.
?Eso tiene fácil solución. Mátale y serás su única posibilidad?.
Nada me gustaría más, pero si lo hago, puede que nunca descubra donde tiene a Nicolai.
?No puedes arriesgarte a dejarle con vida. Puede que nunca vuelvas a tener otra ocasión como esta?.
- Tendrás que decidirte pronto ? dice el sonriente tipo pelirrojo, que en nada se parece ahora al rastrero pusilánime que recordaba -. El tiempo se acaba.
- ¡No le escuches! ? exclamo sin apartar la navaja del cuello del malnacido -. Es un asesino.
El rostro de Marcos, parece casi una caricatura de ojos salientes. Está claro, que no está acostumbrado a este tipo de situaciones.
- ¡Calla traidor! ? me espeta apuntándome con el revolver -. ¡Me utilizaste!.
- ¿Abrías aceptado tú parte del plan de habértelo explicado?.
Un nuevo silencio, durante el cual el tiempo sigue corriendo.
- La furgoneta no va ha moverse ? dice ?hoax? -. ¿Qué es lo que ocurrirá exactamente cuando se oculte el sol?.
El bastardo pelirrojo, se ríe de un modo que dice muy poco a favor de su salud mental (lo que tampoco constituye ningún secreto). Así, que muevo ligeramente la navaja. Lo suficiente, como para hacer brotar algo de sangre y cambiar repentinamente la expresión de su careto, por otra de preocupación:
- Responde a la puta pregunta ? le exijo -. ¿De que se trata está vez?.
?¿Seguro que quieres saberlo??.
Después de borrar hasta el último asomo de sonrisa de su rostro, el pelirrojo me mira y dice:
- Es una sorpresa.
?Es un puto farol. Esos seres que creó eran incontrolables y si nos ha estado siguiendo, no ha podido disponer de demasiado tiempo?.
Puede ser.
Marcos, que al parecer ya ha perdido la paciencia, dice sin dejar de encañonarnos.
- Muy bien, ya basta de mamonadas. Este es el trato, tú ? dice señalándome -, te quedas aquí y te buscas la vida con tu rajada furgoneta. Y tú ? señala ahora con la mano libre al reputo pelirrojo -, nos llevarás a mi amigo y a mi hasta un lugar seguro.
?Conseguirá hacerse matar. Eso no es malo. Pero perderemos de nuevo a ese escurridizo hijo de perrra y eso, es algo catastrófico?.
El cielo empieza a oscurecerse. No falta mucho para que el sol termine de ocultarse. Durante un par de segundos, estoy a punto de rajar la garganta de ?el chatarrero?. Pero entonces puede que nunca de con Nicolai y después de todo, si mato a este, Discordia probablemente se limitará a escoger a otro puto tarado para substituirle. Sólo somos peones de un juego mayor.
Lentamente, bajo la navaja y suelto al bastardo pelirrojo.
?¡No me lo puedo creer!?.
- Me salvaste la vida ? dice ?hoax? -. Ahora estamos en paz, si nos sigues te dispararé.
Sin dejar de apuntarme, el hacker se aleja en pos del pelirrojo, que exhibe una amplia y triunfal sonrisa.
No importa. Marcos no se marchará sin el otro tipo. A no ser que el pelirrojo, consiga salirse con la suya antes de llegar al vehículo, tendrán que volver a la iglesia con su vehículo.
?Esperemos que el hacker no la fastidie... por lo menos, no aun?.
Me siento ligeramente mareado, mientras recorro la escasa distancia que me separa de la furgoneta. Los efectos de la química están empezando a remitir y no creo que sea buena idea seguir obligando a mi cuerpo a funcionar a base de ?pinchazos?. Todo tiene un límite y yo debo ya de andar cerca de sobrepasarlo.
?Vamos. Millones de yonkis, no pueden estar equivocados. El tiempo que pasaste drogado en la institución mental, debería haber aumentado tu tolerancia a los fármacos?.
No creo que los estimulantes tengan mucho que ver con los sedantes y antipsicóticos.
No me sorprende el estado en el que encuentro la furgoneta. Varias piezas del motor, se encuentran esparcidas a su alrededor. Haría falta un ejército de mecánicos con carretadas de repuestos para reparar esto.
Abro la parte posterior del vehículo y a la mortecina luz del ocaso, revuelvo el caótico contenido. No tengo gran problema en dar con una escopeta y un rifle de caza, pero el tema munición es mucho más complejo. Entre cajas de sobres de sopa, cajas de vendas y un pack de latas de coca-cola (que dejo a mano) doy por fin, con una caja de munición del calibre siete sesenta y dos, que es la que utiliza el rifle.
?Cargaste decenas de cajas de munición de escopeta ¿dónde coño están??.
- ¡A la mierda!.
Empiezo a tirar hacia atrás el caótico contenido: garrafas de agua, otro rifle, un botiquín, rollos de papel de aluminio... bajo un pack de latas de raviolis, doy con una de las características cajas en forma de tapperware, en las que la casa Glock presenta sus pistolas. Lo malo, es que tampoco doy con las cajas de munición de pistola..
?¡El reputo hacker debió revolverlo todo buscando los antibióticos!?.
El tiempo pasa y la luz disminuye. No pasa mucho tiempo hasta que tengo que utilizar una linterna para continuar la búsqueda y gracias a ella, doy por fin, con una única caja de cartuchos de escopeta, perdida entre varias latas de melocotones en almíbar y varios cartuchos de gas para un hornillo. También consigo encontrar un par de cajas de munición de nueve milímetros. El lejano pero inconfundible sonido de un camión al ponerse en marcha, me hace abandonar la búsqueda.
?Deberías buscar más estimulantes?.
Abro una lata de coca-cola y después de dar un largo trago, empiezo a introducir cartuchos en la escopeta. Tendré que apañármelas a base de cafeína, azúcar y mala leche.
El sonido de un crujido, me llega desde algún punto situado en el bosquecillo del frente.
?¿Crees que será la pequeña bastarda??.
Entre ella y una ninfa de los bosques, me decanto por la primera opción. Unos crujidos desde otro punto inconcreto situado a la derecha, me indican que sea lo que sea que se aproxima, es más de uno.
?Puede que no faroleara?.
Doy otro trago a la coca-cola. Apago la linterna, cojo uno de los recambios del camping gas con una mano y con la escopeta en la otra, me encamino hacia el asiento del conductor. En el suelo de la cabina, localizo las gafas de visión nocturna.
Otro crujido llega desde otro punto.
?Como mínimo son tres y no parece importarles, que sepas que estás aquí?.
Eso por un lado es bueno. Los seres que ese elemento creó a partir de la sangre de ?Nico?, carecían de inteligencia y ya se hubieran lanzado sin ceremonias a por mi. Pero por otro lado, es algo malo, ya que me indica que son algo nuevo y que no son unos descerebrados.
?También sabes que no son muertos vivientes?.
Si. Tomo nota de conseguir otro gorro y forrarlo de papel de aluminio en cuanto tenga ocasión. De todos modos, esos seres no me preocupan... aun es pronto para que se haya consumido la pequeña pila de reloj, del mecanismo que me hace invisible a ellos.
?¿Eso que nos deja??.
Vamos a verlo.
Termino de ajustarme la visión nocturna a la cara y la enciendo. El mundo que me rodea adquiere una tonalidad verdosa. Escudriño los alrededores mientras el sonido del camión, gana intensidad a medida que se acerca. Pero no veo nada sospechoso.
?No lo entiendo?.
Algo se mueve furtivamente, produciendo el característico crujido y entonces lo veo. Es un zorrito, de aspecto entre curioso y asustado, que se mueve nerviosamente por las inmediaciones.
?¡Me cago en la puta!. Que susto nos ha dado?.
Pero justo cuando estoy empezando a relajarme, llegan hasta mis oídos unos escalofriantes aullidos, que me erizan el cabello de la nuca.
- ¡ Joder ¡.
?No suena como si fueran lobos normales y corrientes?.
Recuerdo el tamaño del esparqui al que abatí y me hago una ligera idea, del tamaño que pueden tener esos animales.
?¿Pero como?. Los perros no son difíciles de encontrar y capturar. Pero los lobos ya son otra historia?.
No se tomó esa molestia, debió dejar carroña a la que le inyectó la sangre de Nicolai o puede que hayan mutado por su cuenta, como el megapuerco. En cualquier caso, eso no me preocupa, ya que no pienso quedarme por aquí.
?Pues será mejor que te des prisa?.
Lo hago. O mejor dicho, lo intento. Después de tomarme la coca-cola me encuentro ligeramente más despejado, pero demasiado agotado para correr. Teniendo en cuenta, que hace un par de horas, no era capaz ni de ponerme en pie sin la ayuda de estimulantes, tampoco me puedo quejar.
En el asiento del conductor, también encuentro la chaqueta que no recordaba haberme quitado, pero eso ahora es irrelevante. Me la coloco. Lleno los bolsillos de cartuchos de escopeta, introduzco dos cajas de munición del nueve en los bolsillos de los pantalones. Abro el tapperware y saco la pistola Glock 17L y el cargador extra. Como no tengo tiempo para buscar pistolera, la meto en la parte trasera del pantalón y los vacíos cargadores en los bolsillos. Por último, me cuelgo la escopeta al hombro mediante la correa de transporte, tomo otra lata de coca-cola y con ella en una mano y un recambio de camping gas en la otra, camino lo más rápido posible hacia la iglesia.
?Debiste coger estimulantes y un botiquín?.
No soy una mula de carga.
Aunque no miro atrás, siento una desagradable sensación de pérdida. Si mi plan sale bien, no creo que pueda recuperar nada más del contenido de la furgoneta. Si sale mal... bueno, en ese caso, no creo que vaya a necesitarlo.
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
-
Korvec
- Devorador de muslos
- Mensajes: 7382
- Registrado: Lun Jul 26, 2004 21:44
- Ubicación: Terrassa City
- Contactar:
Capítulo XXIV
?Amo a los perros porque nunca le hacen sentir a uno que los haya tratado mal?
-- Otto Von Bismark--
Moviéndome tan sigilosamente como un tractor por una tienda de cerámica, me las arreglo para llegar a las inmediaciones de la iglesia que nos sirvió de refugio antes de que lo haga el camión. Pero esa, es la parte fácil del plan.
Supongo, que de cara a cargar al herido, Marcos obligará (suponiendo que el bastardo pelirrojo aun no se haya deshecho de él), a aparcar el camión frente a la entrada de la iglesia. Así que espero agazapado en unos matojos que en combinación con la oscuridad reinante, confió en que me mantengan oculto.
El tiempo pasa y aunque oigo claramente el sonido del motor, tengo la sensación de que se aleja en lugar de acercarse. ¿La habrá cagado ya el hacker?. ¿Habrá optado por dejar tirado a su compadre?.
?Tranquilo. Teniendo en cuenta el tiempo que has tardado en oír el motor, estaban a una buena distancia. Tampoco pueden ir campo a través. Llegar hasta aquí en camión y por la noche, no es moco de pavo?.
Entonces se me ocurre otra terrible idea. ¿Y si no son ellos?. No es imposible que se trate de los camiones de los ?follapuercos?.
?Después de la que liaste en su poblado soltando al dios marrano, no creo. Aun deben andar lamiéndose las heridas. No creo que malgasten tiempo y recursos en buscar a un tipo del que nada saben y que a estas alturas, ya deben suponer lejos?.
El tiempo pasa y el camión sigue sin aparecer. Aprovecho para coger una de las cajas de munición y la abro. Sin dejar de vigilar los alrededores, empiezo a introducir cartuchos en el cargador de la glock. Aun no he terminado de rellenar medio cargador, cuando los dedos se quedan helados ante una visión tan terrible como inesperada.
A apenas una docena de metros, veo a la pálida niña salir por puerta de la iglesia, que debe de haber abierto desde el interior.
?Debió colarse por el ventanuco?.
Aunque ella no lleva gafas de visión nocturna y yo me encuentro oculto, cuando mira en mi dirección con una expresión de satisfacción casi lasciva, no me cabe la menor duda, de que sabe perfectamente donde me encuentro.
?Creo que Marcos no tendrá que preocuparse más por su amigo?.
- Pequeña hija de puta.
Con un movimiento fruto de la práctica, introduzco el cargador en la pistola y acciono la corredera.
?¡No dispares!. El camión ya casi está aquí?.
Es cierto, el sonido de un vehículo de enormes dimensiones, se aproxima definitivamente, así que bajo la pistola. La pequeña vampira, me dedica otra sádica sonrisa, antes de darme la espalda y desaparecer en la noche como si nunca hubiera estado allí.
?Esa zorrita se mueve deprisa. Da gracias a que se halla cebado con el pobre bastardo. De no haber encontrado comida fácil...?.
Supongo que es verdad. En cualquier caso, mejor él que yo, aunque esa última sonrisa, parece una promesa de que volveremos a encontrarnos.
Como esperaba, el camión se detiene frente a la iglesia. Con el corazón latiendo a toda pastilla, espero pacientemente mientras ?hoax? hace bajar a punta de pistola a su conductor y se encaminan hacia la puerta.
?Les espera una desagradable sorpresa?.
La vida es así de cabrona.
En cuanto ellos desaparecen en el interior del oscuro edificio, yo me llego hasta la caja del vehículo. Se trata de un enorme camión de aspecto vagamente militar, sobre cuya caja veo el símbolo internacional de peligro biológico (cuatro círculos entrelazados).
Hay una pequeña puerta, que como no podía ser de otra forma, se encuentra cerrada y lo que es peor, veo un pequeño teclado remotamente similar al de un cajero. No sé porque, esperaba encontrarme con un candado. Pero no tengo tiempo de ponerme a probar claves como loco.
?No va a hacer falta. Pulsa el número cinco y la tecla verde?.
Lo hago y nada sucede.
?Mierda. Pulsa el dos y el tres y la tecla verde?.
Obedezco. Pero tampoco obtengo resultado.
?Prueba con el tres y el dos?.
Nada.
?Cinco veces el número uno?.
Lo hago con escasa convicción, pero para mi sorpresa, suena un pitido casi imperceptible y la puerta se abre con un sonoro chasquido.
- ¡Coño! ? exclamo asombrado.
?¡Silencio melón!?.
¿Pero como coño podías saberlo?.
?El cinco es un número importante para discordia. Aunque esperaba que la combinación fuese el número veintitrés... pero bien pensado, también es posible que la cerradura no estuviese codificada y el número de serie fuese simplemente una repetición de números uno. En cualquier caso, lo que importa, es que la puerta está abierta?.
Bueno, ya estoy dentro del ?caballo de Troya?. Ahora, es cuestión de esperar hasta que este energúmeno consiga deshacerse del ?super hacker? y nos lleve hasta su guarida, donde encontraré a Niccolai.
?¿Y si ese estúpido pierde los nervios al ver a su amigo muerto y se lo carga??.
No parece de los que tienen agallas para matar a sangre fría y no sabe conducir. El tiene la pistola, pero en cierto modo, ?el chatarrero? le tiene pillado por los huevos.
?El muy malnacido no irá a su guarida mientras el hacker le tenga al otro lado de su punto de mira?.
Bueno, antes o después y de una forma u de otra, no me cabe duda de que se deshará de él.
?Otro tema que me preocupa es ¿cómo rayos se las apaña para encontrarnos??.
La verdad es que no tengo ni idea. Pero por ahora, lo mejor será ponerse cómodo y descansar y para ello, lo mejor será explorar el lugar. Oigo una serie de sonidos procedentes desde el fondo de la caja, que parecen indicar, que no soy el único pasajero del vehículo.
El interior de la caja, parece una curiosa mezcla entre laboratorio y taller mecánico. Aparte de una especie de enorme pecera, que supongo es algún tipo de celda de aislamiento para infectados, veo estanterías fijas a las paredes, llenas de diales y distintos productos químicos. Un par de camillas de metal, sobre las que se han resecado distintos fluidos. Por suerte, el lugar apesta a desinfectante.
Sigo caminando hacia el fondo y descubro el origen del sonido. En un rincón, se encuentra una gran jaula mecánica, con lo que parece un perro de enormes dimensiones. Aunque el animal parece ladrar furiosamente, de su boca no escapa el menor ruido.
?Le han cortado las cuerdas vocales?.
También veo una pequeña videocámara, que supongo, debe estar conectada a algún monitor en la cabina. Puede que no lo utilice, pero por si las moscas, me aseguro de desconectar el cable que transfiere los datos.
?Bueno. El lugar es seguro. Ahora todo es cuestión de esperar?.
Eso se me da bien. Me acomodo lo mejor posible en el rincón opuesto al de la jaula del chucho al que bautizo como ?Esproket? y apago la visión nocturna para ahorrar batería.
?Debiste coger pilas de repuesto y algunas pilas de reloj. Tenias tiempo de sobra para ello?.
Bueno, ahora ya es tarde y de nada sirve el lamentarse. El plan marcha y eso es lo que importa.
Al cabo de un rato y a pesar de que no oigo el menor ruido, el vehículo se pone en marcha.
?Está insonorizado?.
A oscuras, me dedico a terminar el cargador de la pistola y rellenar también el cargador extra. Luego, cierro los ojos y intento dormir, pero ?Esproket? sigue golpeando de modo incansable su cabeza contra los barrotes. ¿Acaso no se da cuenta de que no a conseguir abrirla?.
?Te recuerdo que esto está insonorizado?.
Enciendo la visión nocturna y apunto cuidadosamente con la escopeta, a la gran cabezota del animal. Aunque supongo que no puede verme, ?Esproket? se detiene y me mira con ojos de cordero degollado. Bajo la escopeta.
- No creas que vas a librarte, sólo temo que me salpiques.
Empuño la glock y disparo dos veces contra la cabeza del can. El animal emite una especie de quejido antes de guardar silencio para siempre.
?El segundo disparo ha sido innecesario. Si llegas a fallar, podrías haber perforado la caja o peor aun, podría haber rebotado por el interior?.
Apago de nuevo la visión nocturna y me apoyo en el rincón. Algunos nunca están contentos con nada. Será mejor que intente dormir algo. Me siento tremendamente cansado y aun queda tanto por hacer.
?Amo a los perros porque nunca le hacen sentir a uno que los haya tratado mal?
-- Otto Von Bismark--
Moviéndome tan sigilosamente como un tractor por una tienda de cerámica, me las arreglo para llegar a las inmediaciones de la iglesia que nos sirvió de refugio antes de que lo haga el camión. Pero esa, es la parte fácil del plan.
Supongo, que de cara a cargar al herido, Marcos obligará (suponiendo que el bastardo pelirrojo aun no se haya deshecho de él), a aparcar el camión frente a la entrada de la iglesia. Así que espero agazapado en unos matojos que en combinación con la oscuridad reinante, confió en que me mantengan oculto.
El tiempo pasa y aunque oigo claramente el sonido del motor, tengo la sensación de que se aleja en lugar de acercarse. ¿La habrá cagado ya el hacker?. ¿Habrá optado por dejar tirado a su compadre?.
?Tranquilo. Teniendo en cuenta el tiempo que has tardado en oír el motor, estaban a una buena distancia. Tampoco pueden ir campo a través. Llegar hasta aquí en camión y por la noche, no es moco de pavo?.
Entonces se me ocurre otra terrible idea. ¿Y si no son ellos?. No es imposible que se trate de los camiones de los ?follapuercos?.
?Después de la que liaste en su poblado soltando al dios marrano, no creo. Aun deben andar lamiéndose las heridas. No creo que malgasten tiempo y recursos en buscar a un tipo del que nada saben y que a estas alturas, ya deben suponer lejos?.
El tiempo pasa y el camión sigue sin aparecer. Aprovecho para coger una de las cajas de munición y la abro. Sin dejar de vigilar los alrededores, empiezo a introducir cartuchos en el cargador de la glock. Aun no he terminado de rellenar medio cargador, cuando los dedos se quedan helados ante una visión tan terrible como inesperada.
A apenas una docena de metros, veo a la pálida niña salir por puerta de la iglesia, que debe de haber abierto desde el interior.
?Debió colarse por el ventanuco?.
Aunque ella no lleva gafas de visión nocturna y yo me encuentro oculto, cuando mira en mi dirección con una expresión de satisfacción casi lasciva, no me cabe la menor duda, de que sabe perfectamente donde me encuentro.
?Creo que Marcos no tendrá que preocuparse más por su amigo?.
- Pequeña hija de puta.
Con un movimiento fruto de la práctica, introduzco el cargador en la pistola y acciono la corredera.
?¡No dispares!. El camión ya casi está aquí?.
Es cierto, el sonido de un vehículo de enormes dimensiones, se aproxima definitivamente, así que bajo la pistola. La pequeña vampira, me dedica otra sádica sonrisa, antes de darme la espalda y desaparecer en la noche como si nunca hubiera estado allí.
?Esa zorrita se mueve deprisa. Da gracias a que se halla cebado con el pobre bastardo. De no haber encontrado comida fácil...?.
Supongo que es verdad. En cualquier caso, mejor él que yo, aunque esa última sonrisa, parece una promesa de que volveremos a encontrarnos.
Como esperaba, el camión se detiene frente a la iglesia. Con el corazón latiendo a toda pastilla, espero pacientemente mientras ?hoax? hace bajar a punta de pistola a su conductor y se encaminan hacia la puerta.
?Les espera una desagradable sorpresa?.
La vida es así de cabrona.
En cuanto ellos desaparecen en el interior del oscuro edificio, yo me llego hasta la caja del vehículo. Se trata de un enorme camión de aspecto vagamente militar, sobre cuya caja veo el símbolo internacional de peligro biológico (cuatro círculos entrelazados).
Hay una pequeña puerta, que como no podía ser de otra forma, se encuentra cerrada y lo que es peor, veo un pequeño teclado remotamente similar al de un cajero. No sé porque, esperaba encontrarme con un candado. Pero no tengo tiempo de ponerme a probar claves como loco.
?No va a hacer falta. Pulsa el número cinco y la tecla verde?.
Lo hago y nada sucede.
?Mierda. Pulsa el dos y el tres y la tecla verde?.
Obedezco. Pero tampoco obtengo resultado.
?Prueba con el tres y el dos?.
Nada.
?Cinco veces el número uno?.
Lo hago con escasa convicción, pero para mi sorpresa, suena un pitido casi imperceptible y la puerta se abre con un sonoro chasquido.
- ¡Coño! ? exclamo asombrado.
?¡Silencio melón!?.
¿Pero como coño podías saberlo?.
?El cinco es un número importante para discordia. Aunque esperaba que la combinación fuese el número veintitrés... pero bien pensado, también es posible que la cerradura no estuviese codificada y el número de serie fuese simplemente una repetición de números uno. En cualquier caso, lo que importa, es que la puerta está abierta?.
Bueno, ya estoy dentro del ?caballo de Troya?. Ahora, es cuestión de esperar hasta que este energúmeno consiga deshacerse del ?super hacker? y nos lleve hasta su guarida, donde encontraré a Niccolai.
?¿Y si ese estúpido pierde los nervios al ver a su amigo muerto y se lo carga??.
No parece de los que tienen agallas para matar a sangre fría y no sabe conducir. El tiene la pistola, pero en cierto modo, ?el chatarrero? le tiene pillado por los huevos.
?El muy malnacido no irá a su guarida mientras el hacker le tenga al otro lado de su punto de mira?.
Bueno, antes o después y de una forma u de otra, no me cabe duda de que se deshará de él.
?Otro tema que me preocupa es ¿cómo rayos se las apaña para encontrarnos??.
La verdad es que no tengo ni idea. Pero por ahora, lo mejor será ponerse cómodo y descansar y para ello, lo mejor será explorar el lugar. Oigo una serie de sonidos procedentes desde el fondo de la caja, que parecen indicar, que no soy el único pasajero del vehículo.
El interior de la caja, parece una curiosa mezcla entre laboratorio y taller mecánico. Aparte de una especie de enorme pecera, que supongo es algún tipo de celda de aislamiento para infectados, veo estanterías fijas a las paredes, llenas de diales y distintos productos químicos. Un par de camillas de metal, sobre las que se han resecado distintos fluidos. Por suerte, el lugar apesta a desinfectante.
Sigo caminando hacia el fondo y descubro el origen del sonido. En un rincón, se encuentra una gran jaula mecánica, con lo que parece un perro de enormes dimensiones. Aunque el animal parece ladrar furiosamente, de su boca no escapa el menor ruido.
?Le han cortado las cuerdas vocales?.
También veo una pequeña videocámara, que supongo, debe estar conectada a algún monitor en la cabina. Puede que no lo utilice, pero por si las moscas, me aseguro de desconectar el cable que transfiere los datos.
?Bueno. El lugar es seguro. Ahora todo es cuestión de esperar?.
Eso se me da bien. Me acomodo lo mejor posible en el rincón opuesto al de la jaula del chucho al que bautizo como ?Esproket? y apago la visión nocturna para ahorrar batería.
?Debiste coger pilas de repuesto y algunas pilas de reloj. Tenias tiempo de sobra para ello?.
Bueno, ahora ya es tarde y de nada sirve el lamentarse. El plan marcha y eso es lo que importa.
Al cabo de un rato y a pesar de que no oigo el menor ruido, el vehículo se pone en marcha.
?Está insonorizado?.
A oscuras, me dedico a terminar el cargador de la pistola y rellenar también el cargador extra. Luego, cierro los ojos y intento dormir, pero ?Esproket? sigue golpeando de modo incansable su cabeza contra los barrotes. ¿Acaso no se da cuenta de que no a conseguir abrirla?.
?Te recuerdo que esto está insonorizado?.
Enciendo la visión nocturna y apunto cuidadosamente con la escopeta, a la gran cabezota del animal. Aunque supongo que no puede verme, ?Esproket? se detiene y me mira con ojos de cordero degollado. Bajo la escopeta.
- No creas que vas a librarte, sólo temo que me salpiques.
Empuño la glock y disparo dos veces contra la cabeza del can. El animal emite una especie de quejido antes de guardar silencio para siempre.
?El segundo disparo ha sido innecesario. Si llegas a fallar, podrías haber perforado la caja o peor aun, podría haber rebotado por el interior?.
Apago de nuevo la visión nocturna y me apoyo en el rincón. Algunos nunca están contentos con nada. Será mejor que intente dormir algo. Me siento tremendamente cansado y aun queda tanto por hacer.
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
-
Korvec
- Devorador de muslos
- Mensajes: 7382
- Registrado: Lun Jul 26, 2004 21:44
- Ubicación: Terrassa City
- Contactar:
Capítulo XXV
?Lo que más odio es que me pidan perdón antes de pisarme?
-- Woody Allen --
A pesar de que me siento débil y agotado, soy incapaz de dormir. Me arde el estómago, no me vendría mal un almax.
?Vas a echar de menos muchas más cosas aparte de un puto almax. Hace apenas un par de horas, no podías ni machacártela?.
Estoy bien. Estaba débil por la fiebre, pero la infección ya está bajando. Necesitaré más antibióticos, pero primero liquidaré este asunto.
?Mientras no sea el asunto el que te liquide a ti?.
El tiempo sigue pasando. ¿Cuánto tiempo llevamos viajando un par de horas?.
?Ten presente, que puede que tu amiguito el hacker, le esté obligando a conducir a punta de pistola. Él no sabe conducir?.
¿Hacia donde puede querer ir?.
?Recuerda que tiene una misión que cumplir?.
No quiero ni pensar, en lo que pueda estar implicada una empresa como Black Water. Pero siendo realista, todo su equipo está muerto.
?¿Qué opciones tiene??.
Supongo que dirigirse al punto de extracción o pedir apoyo.
?Para la primera opción necesitará un vehículo, para la segunda una radio?.
Teniendo en cuenta, lo jodido de su situación, lo más lógico, es que opte por retirarse.
El camión empieza a descender suavemente su velocidad, hasta detenerse.
?Nos hemos detenido?.
Eso es evidente. La pregunta es ¿dónde?.
Pasan un par de minutos y seguimos sin movernos.
?Sólo hay una forma de saberlo. Pero quizás sería más prudente esperar?.
Me pongo en pie. Me siento débil y mareado, pero la idea de ajustar cuentas con ?el chatarrero? me anima y impulsa.
- ¡Vamos a averiguarlo!.
Enciendo las gafas de visión nocturna. Mi primera visión, es la del animal al que disparé en la cabeza. Que parece dedicarme una póstuma mirada de reproche.
?Probablemente le hiciste un favor?.
Llego has la puerta posterior. En lugar del teclado alfanumerico, sólo encuentro un botón verde. Lo presiono y la puerta se abre con un audible ?clic?.
Abro ligeramente la puerta y aparto rápidamente la vista, mientras apago la visión nocturna. Para mi sorpresa, el exterior está totalmente iluminado por lo que parece la potente luz blanca de varios fluorescentes.
?Parece algún tipo de nave industrial, pero ¿de donde procederá la electricidad??.
No oigo ningún ruido de generadores, puede que de paneles solares. La verdad, es que venga de donde venga, eso es algo que no podía importarme menos. Aunque no veo a nadie en las inmediaciones, reconozco la voz de ?hoax? al otro extremo del vehículo.
- Si intentas engañarme te fundo huevón.
- ¿No ves las luces? ? le responde la voz del puerco pelirrojo -. Aquí tengo electricidad y toda la tecnología que necesites para comunicarte con los tuyos.
?Yo se me de uno, que va a necesitar de una médium para volver a comunicarse?.
Salto al suelo, intentando producir el menor ruido posible y avanzo lentamente por el lado opuesto al que supongo se encuentra mi presa, hacia el otro extremo del camión.
?¿Por qué tanto puto sigilo?. Matales a los dos de una puta vez y terminemos con esta mierda. Te recuerdo que aun tienes mucho que hacer, si quieres acabar con el culo pensante de esa puta secta de chalados y de paso recuperar a tu cuchi cuchi?.
Parece que Marcos, quiere continuar con su misión a cualquier precio, pero ¿qué puede ser tan importante para que un tipo con tan pocas agallas como él, quiera acometerla a toda costa?.
?Tienes problemas más que de sobras, como para tener que preocuparte también de los ajenos?.
Sólo es curiosidad.
Ya he recorrido medio camión, cuando soy desagradablemente sorprendido por una pequeña mano que se cierra alrededor de mi talón izquierdo y de un brusco tirón, me derriba. Mas que caer, la sensación que tengo es la de estrellarme contra el duro suelo de cemento. La escopeta se me escapa durante la caída y aunque no llega a dispararse, el estruendo de su caída es más que suficiente para alarmar a los dos tipos que se encuentran al otro lado.
- ¡Quien coño anda ahí ¡ - grita ?hoax?.
Pero mi problema más inmediato, reside en la pequeña pero bastarda propietaria de la mano que me mantiene agarrado por la pierna. No tardo en reconocer a la pequeña y pálida vampira, que al parecer ha viajado oculta en los bajos del camión. O puede que sobre la caja y luego se haya ocultado en los bajos para sorprenderme. En cualquier caso, su rostro es ahora una pálida máscara de sadismo con dientes, que estaría encantado de borrar de un escopetazo, de no ser porque el arma ya no se encuentra al alcance de mi mano.
?¡Mierda!. ¡Ya la has cagado otra vez!?.
Del otro extremo del camión, me llega el sonido de un forcejeo. Supongo, que ?el chatarrero?, ha aprovechado la momentánea distracción, de la que soy involuntariamente responsable.
?¡ No puedes perderle!. Ahora estás en su territorio?.
Estrello un par de veces el talón de mi bota contra la cara de Sonia. En respuesta, su mano aprieta la presa y incluso a través de la bota, tengo la sensación de que va a triturarme los huesos.
?¡Usa la puta pistola!?.
La empuño y apunto, pero no disparo cuando la niña mueve mi pierna y a punto estoy de dispararme.
- ¡ Joder! ? exclamo con frustración, mientras le sacudo otra patada, que en este caso, estrella mi talón contra su abierta boca quebrando un par de dientes.
Eso parece hacer mella en ella y suelta por fin mi pierna. Ruedo lateralmente para alejarme. Me pongo en pie y tengo una fugaz visión del bastardo pelirrojo alejándose a la carrera hacia una pequeña puerta. Disparo dos veces, contra sus piernas. La primera bala, falla por poco, pero la segunda le alcanza en un muslo. A pesar de ello, el tipejo consigue atravesar la puerta, por lo que no puedo realizar un tercer disparo.
?¡Joder!. ¿Por qué coño no disparaste a su podrida cabeza?".
Aun no he encontrado a Nicolai. Tranquilo. No irá lejos y menos sin su puerco camión.
?¡Idiota!. Si esta es su guarida y ha traído aquí al sudacahacker, seguro que tiene más de una sorpresa preparada?.
Vuelvo momentáneamente mi atención a Sonia, pero una vez más, la pequeña bastarda parece haberse esfumado, aunque sé que no andará lejos. Recojo la escopeta y camino en dirección a la puerta. Antes de llegar, encuentro a ?hoax? tirado en el suelo. Supongo que el reputo pelirrojo le empujó y se ha golpeado la cabeza contra algo, ya que a pesar de que aun mantiene agarrado el revolver, se lleva ambas manos a las sienes.
?Si le matas ahora, probablemente te ahorrarás futuros problemas?.
Como el dijo, estamos en paz. Podría matarle ahora y quizás ahorrarme unos cuantos problemas futuros. Le piso la muñeca de su mano armada, antes de encañonarle con la escopeta y preguntar.
- ¿Se te ocurre algún motivo por el que no debería apretar el gatillo?.
El tipo palidece, luego parece sorprendido y finalmente con cierto aire de resignación se limita a decir.
- Si me matas, tú también morirás.
- Todos morimos.
- No lo entiendes ? añade -, tengo que pedir otro equipo de apoyo a la base.
?No tenemos tiempo para esta mierda?.
- Simplifica.
- Se trata de un arma nuclear.
?Puede ser un farol?.
- Mierda ? exclamo bajando el arma.
?Los franceses no lanzarían un arma atómica sobre su propio territorio... a menos que?.
A menos que el silo de armas nucleares, no esté en poder del gobierno. Por desgracia, al instante todo parece encajar. Un equipo de los pijos mercenarios que limpian la mierda de la CIA con un super hacker. Una situación lo bastante jodida, como para que un civil se empeñe en seguir jugándose los cojones en lugar de retirarse. El asunto apesta se mire por donde se mire.
- En cualquier caso- razono en voz alta -, aun tengo asuntos pendientes aquí.
Recojo el revolver y dando la espalda al maltrecho hacker, camino en dirección a la puerta por la que ha desaparecido ?el chatarrero?.
- Espera ? el maltrecho Marcos, camina tambaleantemente en mi dirección -. Necesitarás ayuda.
?¿Ayuda?. Más bien querrá decir que la necesita él?.
Atravieso la puerta y me encuentro con un oscuro pasillo. Un pequeño rastro de sangre, indica el camino que ha seguido mi presa. Ha llegado la hora de cazar al cazador.
?Lo que más odio es que me pidan perdón antes de pisarme?
-- Woody Allen --
A pesar de que me siento débil y agotado, soy incapaz de dormir. Me arde el estómago, no me vendría mal un almax.
?Vas a echar de menos muchas más cosas aparte de un puto almax. Hace apenas un par de horas, no podías ni machacártela?.
Estoy bien. Estaba débil por la fiebre, pero la infección ya está bajando. Necesitaré más antibióticos, pero primero liquidaré este asunto.
?Mientras no sea el asunto el que te liquide a ti?.
El tiempo sigue pasando. ¿Cuánto tiempo llevamos viajando un par de horas?.
?Ten presente, que puede que tu amiguito el hacker, le esté obligando a conducir a punta de pistola. Él no sabe conducir?.
¿Hacia donde puede querer ir?.
?Recuerda que tiene una misión que cumplir?.
No quiero ni pensar, en lo que pueda estar implicada una empresa como Black Water. Pero siendo realista, todo su equipo está muerto.
?¿Qué opciones tiene??.
Supongo que dirigirse al punto de extracción o pedir apoyo.
?Para la primera opción necesitará un vehículo, para la segunda una radio?.
Teniendo en cuenta, lo jodido de su situación, lo más lógico, es que opte por retirarse.
El camión empieza a descender suavemente su velocidad, hasta detenerse.
?Nos hemos detenido?.
Eso es evidente. La pregunta es ¿dónde?.
Pasan un par de minutos y seguimos sin movernos.
?Sólo hay una forma de saberlo. Pero quizás sería más prudente esperar?.
Me pongo en pie. Me siento débil y mareado, pero la idea de ajustar cuentas con ?el chatarrero? me anima y impulsa.
- ¡Vamos a averiguarlo!.
Enciendo las gafas de visión nocturna. Mi primera visión, es la del animal al que disparé en la cabeza. Que parece dedicarme una póstuma mirada de reproche.
?Probablemente le hiciste un favor?.
Llego has la puerta posterior. En lugar del teclado alfanumerico, sólo encuentro un botón verde. Lo presiono y la puerta se abre con un audible ?clic?.
Abro ligeramente la puerta y aparto rápidamente la vista, mientras apago la visión nocturna. Para mi sorpresa, el exterior está totalmente iluminado por lo que parece la potente luz blanca de varios fluorescentes.
?Parece algún tipo de nave industrial, pero ¿de donde procederá la electricidad??.
No oigo ningún ruido de generadores, puede que de paneles solares. La verdad, es que venga de donde venga, eso es algo que no podía importarme menos. Aunque no veo a nadie en las inmediaciones, reconozco la voz de ?hoax? al otro extremo del vehículo.
- Si intentas engañarme te fundo huevón.
- ¿No ves las luces? ? le responde la voz del puerco pelirrojo -. Aquí tengo electricidad y toda la tecnología que necesites para comunicarte con los tuyos.
?Yo se me de uno, que va a necesitar de una médium para volver a comunicarse?.
Salto al suelo, intentando producir el menor ruido posible y avanzo lentamente por el lado opuesto al que supongo se encuentra mi presa, hacia el otro extremo del camión.
?¿Por qué tanto puto sigilo?. Matales a los dos de una puta vez y terminemos con esta mierda. Te recuerdo que aun tienes mucho que hacer, si quieres acabar con el culo pensante de esa puta secta de chalados y de paso recuperar a tu cuchi cuchi?.
Parece que Marcos, quiere continuar con su misión a cualquier precio, pero ¿qué puede ser tan importante para que un tipo con tan pocas agallas como él, quiera acometerla a toda costa?.
?Tienes problemas más que de sobras, como para tener que preocuparte también de los ajenos?.
Sólo es curiosidad.
Ya he recorrido medio camión, cuando soy desagradablemente sorprendido por una pequeña mano que se cierra alrededor de mi talón izquierdo y de un brusco tirón, me derriba. Mas que caer, la sensación que tengo es la de estrellarme contra el duro suelo de cemento. La escopeta se me escapa durante la caída y aunque no llega a dispararse, el estruendo de su caída es más que suficiente para alarmar a los dos tipos que se encuentran al otro lado.
- ¡Quien coño anda ahí ¡ - grita ?hoax?.
Pero mi problema más inmediato, reside en la pequeña pero bastarda propietaria de la mano que me mantiene agarrado por la pierna. No tardo en reconocer a la pequeña y pálida vampira, que al parecer ha viajado oculta en los bajos del camión. O puede que sobre la caja y luego se haya ocultado en los bajos para sorprenderme. En cualquier caso, su rostro es ahora una pálida máscara de sadismo con dientes, que estaría encantado de borrar de un escopetazo, de no ser porque el arma ya no se encuentra al alcance de mi mano.
?¡Mierda!. ¡Ya la has cagado otra vez!?.
Del otro extremo del camión, me llega el sonido de un forcejeo. Supongo, que ?el chatarrero?, ha aprovechado la momentánea distracción, de la que soy involuntariamente responsable.
?¡ No puedes perderle!. Ahora estás en su territorio?.
Estrello un par de veces el talón de mi bota contra la cara de Sonia. En respuesta, su mano aprieta la presa y incluso a través de la bota, tengo la sensación de que va a triturarme los huesos.
?¡Usa la puta pistola!?.
La empuño y apunto, pero no disparo cuando la niña mueve mi pierna y a punto estoy de dispararme.
- ¡ Joder! ? exclamo con frustración, mientras le sacudo otra patada, que en este caso, estrella mi talón contra su abierta boca quebrando un par de dientes.
Eso parece hacer mella en ella y suelta por fin mi pierna. Ruedo lateralmente para alejarme. Me pongo en pie y tengo una fugaz visión del bastardo pelirrojo alejándose a la carrera hacia una pequeña puerta. Disparo dos veces, contra sus piernas. La primera bala, falla por poco, pero la segunda le alcanza en un muslo. A pesar de ello, el tipejo consigue atravesar la puerta, por lo que no puedo realizar un tercer disparo.
?¡Joder!. ¿Por qué coño no disparaste a su podrida cabeza?".
Aun no he encontrado a Nicolai. Tranquilo. No irá lejos y menos sin su puerco camión.
?¡Idiota!. Si esta es su guarida y ha traído aquí al sudacahacker, seguro que tiene más de una sorpresa preparada?.
Vuelvo momentáneamente mi atención a Sonia, pero una vez más, la pequeña bastarda parece haberse esfumado, aunque sé que no andará lejos. Recojo la escopeta y camino en dirección a la puerta. Antes de llegar, encuentro a ?hoax? tirado en el suelo. Supongo que el reputo pelirrojo le empujó y se ha golpeado la cabeza contra algo, ya que a pesar de que aun mantiene agarrado el revolver, se lleva ambas manos a las sienes.
?Si le matas ahora, probablemente te ahorrarás futuros problemas?.
Como el dijo, estamos en paz. Podría matarle ahora y quizás ahorrarme unos cuantos problemas futuros. Le piso la muñeca de su mano armada, antes de encañonarle con la escopeta y preguntar.
- ¿Se te ocurre algún motivo por el que no debería apretar el gatillo?.
El tipo palidece, luego parece sorprendido y finalmente con cierto aire de resignación se limita a decir.
- Si me matas, tú también morirás.
- Todos morimos.
- No lo entiendes ? añade -, tengo que pedir otro equipo de apoyo a la base.
?No tenemos tiempo para esta mierda?.
- Simplifica.
- Se trata de un arma nuclear.
?Puede ser un farol?.
- Mierda ? exclamo bajando el arma.
?Los franceses no lanzarían un arma atómica sobre su propio territorio... a menos que?.
A menos que el silo de armas nucleares, no esté en poder del gobierno. Por desgracia, al instante todo parece encajar. Un equipo de los pijos mercenarios que limpian la mierda de la CIA con un super hacker. Una situación lo bastante jodida, como para que un civil se empeñe en seguir jugándose los cojones en lugar de retirarse. El asunto apesta se mire por donde se mire.
- En cualquier caso- razono en voz alta -, aun tengo asuntos pendientes aquí.
Recojo el revolver y dando la espalda al maltrecho hacker, camino en dirección a la puerta por la que ha desaparecido ?el chatarrero?.
- Espera ? el maltrecho Marcos, camina tambaleantemente en mi dirección -. Necesitarás ayuda.
?¿Ayuda?. Más bien querrá decir que la necesita él?.
Atravieso la puerta y me encuentro con un oscuro pasillo. Un pequeño rastro de sangre, indica el camino que ha seguido mi presa. Ha llegado la hora de cazar al cazador.
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
-
Korvec
- Devorador de muslos
- Mensajes: 7382
- Registrado: Lun Jul 26, 2004 21:44
- Ubicación: Terrassa City
- Contactar:
Capítulo XXVI
?Truco o trato?
-- Un criajo yanki durante la noche de Hallowen --
Últimamente, raras son las ocasiones en las que he tenido un camino claro a seguir. Quizás, por ello me resulta tan satisfactorio el seguir un inconfundible rastro de sangre, a través de un largo pasillo.
?No te confíes. No creo que vaya a resultar tan fácil como crees?.
No cuento con que sea fácil, pero sin duda será satisfactorio.
Giro una esquina y tropiezo con otro largo pasillo, pero en esta ocasión, encuentro lo que había venido a buscar.
?No tiene buena pinta?.
Supongo que esa es una forma suave de decirlo. Atravieso una puerta acristalada y accedo a lo que parece algún tipo de morboso laboratorio. Soy vagamente consciente, de las aberrantes criaturas que se encuentran sujetas con correas a varias mesas laterales.
Un tipo enorme, que casi parece un luchador de sumo, forcejea inútilmente mientras de su cuerpo entran y salen líquidos de colores que varios tubos de plástico llevan de acá para allá. Un animal vagamente parecido a un perro, abre y cierra sus fauces sin emitir el menor ruido, un ulcerado cuerpo infestado de llagas y bubas, se retuerce en una camilla, de la que rezuma un espeso líquido amarillento, un embrión que flotante en una suerte de pecera, alimentado por todo tipo de tubos... pero sólo tengo ojos para el tronco sin brazos y piernas conectado a varias máquinas. Reconozco el pálido rostro de Nicolai.
- Tranquilo ? digo -, te sacaré de aquí.
?No creo que pueda oírte?.
Marcos, quizás porque no tenga nada que decir, quizás porque esté impresionado por esta sala de los horrores, me sigue sin abrir la boca. Para mi sorpresa, la cabeza de ?Nico? abre los ojos, pero no veo reconocimiento ni inteligencia.
?Es un puto vegetal?.
Examino con mas detenimiento los mecanismos a los que está conectado. Una máquina parece encargarse de obligarle a respirar y mientras unos pequeños tubos de plastico, introducen plasma sanguíneo en su cuerpo, una especie de gotero, va drenando un espeso líquido rojizo de su cuerpo.
?No está vivo. No hay nada que puedas hacer?.
No sé que es lo que esperaba encontrarme. Supongo, que a pesar de haber estado presente durante su muerte, en el fondo alimentaba la esperanza de encontrarle vivito y coleando. Quizás debería sentirme enfurecido y sediento de venganza, pero en realidad, simplemente vuelvo a ser consciente, de lo sólo que me he sentido durante las últimas semanas desde su muerte y lo ridículo que es mi plan de terminar con ?el culto?. Soy como una hormiga, que nada desesperadamente en un lavabo y que fantasea con terminar con el remolino que antes o después, terminará por engullirla.
A mi espalda, la voz de ?hoax? dice:
- Quizás deberíamos...
El hombre no termina la frase. ¿Qué se supone que puede hacerse ante esta situación?. Uno por uno, arranco los cables que mantienen en funcionamiento la maquinaria a la que está conectado el cuerpo de ?Nicolai?.
?No lo estás matando, sólo se trata de su cuerpo?.
El cabrón paranoico tiene razón. Lo ocurrido no difiere gran cosa de la profanación de una tumba. Todo este lugar es una aberración. No es más que la mesa de trabajo de un demente que ha desafiado a la naturaleza creando aberración tras aberración. Me aseguraré de reducir a cenizas todo este lugar.
Apunto la escopeta contra el corazón del tronco de Nicolai y disparo, luego reapunto y abro fuego contra su cabeza. La parte superior del cráneo, casi parece licuarse. Pero sólo para asegurarme, repito la operación con la parte inferior. A pesar de que la distancia que me separa de mi objetivo no excede los tres metros, ninguna de las múltiples esquirlas de hueso llega a salpicarme, aunque algunas gotas de sangre y tejidos si salpican mi rostro y mis ropas.
?Aun no hemos terminado?.
Cierto, esto no terminará hasta que le ajuste de una vez las cuentas al bastardo pelirrojo, así que sin mediar más palabra, me doy la vuelta y camino de nuevo hacia la puerta acristalada dispuesto a seguir el rojizo rastro de mi enemigo. Seguido por el hacker, camino en silencio por el largo pasillo, hasta que llego a una nueva esquina, al girarla, veo como el rastro de sangre, desaparece frente a una puerta metálica de sólido aspecto, que parece accionarse mediante un teclado alfanumérico. Como no estoy de humor para adivinar, me vuelvo hacia mi acompañante.
- ¿Puedes abrirla? ? pregunto.
?Hoax? se agacha junto al panel y lo observa detenidamente durante algunos segundos antes de responder.
- Seguro. Pero necesitaré un destornillador, para retirar el ...
Acciono la corredera de la escopeta y mientras Marcos se aparta apresuradamente, disparo contra el panel de mandos. El hacker me dedica una airada mirada, pero al ver que me limito a introducir un par de cartuchos en el arma, opta por centrar su atención en el amasijo de chisporroteantes cables que quedan al descubierto, por entre los restos de el panel.
- ¡Así no se hacen las cosas! ? dice en tipo entre maldición y maldición -.¡ Pudiste chingarlo todo !.
?Puede que sea una trampa. Este rastro de sangre parece demasiado claro?.
Empiezo a pensar, que mi vida entera ha sido una trampa desde el momento en el que me sacaron del loquero... suponiendo que no lo fuera ya desde mucho antes.
- ¡ Coño ! ? exclama con frustración ?hoax? cuando un par de chispas azuladas saltan cerca de su cara -. Así no se hacen las cosas joder.
- Limítate a abrir la puta puerta antes de que empiece a pensar en como volarla.
Aun tienen que transcurrir casi quince minutos entre chispazos, calambrazos y maldiciones, antes de que un zumbido, preceda a su parsimoniosa abertura.
El hacker, que al parecer da por terminada su parte, se aparta a un lado mientras penetro en el interior de una sala que casi parece el interior de una caja fuerte, sus frías paredes de acero, contienen escaso mobiliario. El reputo pelirrojo, pálido como la cera y con la pierna totalmente enrojecida por la sangre a pesar del torniquete que parece haberse practicado con un cinturón, se afana a inyectar algún tipo de substancia a lo que parece un cuerpo muerto sujeto mediante unos gruesos cinturones a la pared. Sobre el suelo, descansan varios inyectables vacios. La estampa me trae a la memoria al doctor West de la película Re-Animator.
- Se acabó ? digo mientras levanto la escopeta en su dirección -, debí haber echo esto hace mucho.
El tipejo se deja caer al suelo. No me privo del placer de ver su expresión de terror y algo en la mía, hace que un charco de orina empiece a expandirse en las inmediaciones de su entrepierna.
?¿A que coño estás esparando??.
- Supongo que debería felicitarte ? dice una voz cuyo tono me resulta vagamente familiar.
Levanto la vista y veo que el cadáver, ha abierto finalmente los ojos y mira en mi dirección.
-¿Discordia? ? pregunto a pesar de que conozco perfectamente la respuesta.
- Puedes bajar el arma ? responde el ser sujeto a la pared -, ha llegado la hora de negociar.
?¡No le escuches!. Quiere jodernos?.
En el fondo, sé que el cabrón paranoico (como casi siempre) tiene razón. Pero como de costumbre, la curiosidad hace que aunque no baje el arma, el dedo se relaje en el disparador.
- ¿Qué tienes que pueda interesarme? ? pregunto.
El ser sonríe, mientras el sangrante pelirrojo, se abraza a su pierna.
- Admito que hemos empezado con mal pie, pero no tenemos porque ser enemigos. Después de todo, nuestros enfrentamientos sólo son producto de una serie de rencillas personales y malentendidos.
¿Malentendidos?. Si este bastardo malnacido piensa que voy a olvidarme así como así de todas las mierdas por las que me ha hecho pasar el pelirrojo anda listo. Como si fuera capaz de leer mi mente, el ser añade.
- También Gabriel te hizo pasar por duras pruebas, de las que saliste fortalecido. No puede forjarse la hoja de una espada ? añade -, sin antes someterla al calor de las llamas y los golpes del martillo.
?¡No le escuches joder!. ¡Dispara!. ¡Mata a ese par de hijos de puta!?.
- ¿De que habla ese huevon? ? pregunta Marcos.
Entre unos y otros, están empezando a producirme un lacerante dolor de cabeza, pero me las apaño para volver a preguntar:
- ¿Qué es lo que propones?.
Puede que realmente, tenga acceso a mi mente, o quizás sea por la expresión de mi cara, pero en cualquier caso, Discordia se decide por fin a poner las cartas sobre la mesa.
- Sé, donde tienen retenida a tú mujer.
?¡Es mentira!. Dirá lo que sea necesario con tal de confundirte?.
- Ella está bien ? continua Discordia -, pero no podrá ocultar su embarazo durante mucho más tiempo.
?¡ No le escuches!?.
- ¿Hijo?.
Bajo el arma, mientras la idea de que Marta pueda estar embarazada de un par de meses, me golpea como un mazo. Discordia sonríe, mientras mi dolor de cabeza va en crescendo.
- Ella es un rehén por si se tuercen las cosas, un seguro, pero no permitirán el nacimiento de un bebé.
- ¿De que va toda esta mierda? ? pregunta Marcos.
- ¿Dónde están? ? pregunto bajando el arma.
Esta vez, Discordia esboza una triunfal sonrisa de oreja a oreja.
- Lo sabrás, cuando él ? mira en dirección al tipo que permanece aferrado a su pierna -, se encuentre lejos de aquí con tu amiguito ? su cabeza gira, hasta mirar directamente hacia Marcos.
?¡Ni hablar!?.
¿Para que diablos puede querer al hacker?. El hacker palidece en cuanto le miro y al momento, sé que ?hoax? no me lo ha contado la verdad o por lo menos, toda la verdad.
- ¿Para que? ? pregunto a Marcos.
Como el informático no parece decidido a responder, lo hace Discordia en su lugar.
- El culto tiene el control del silo, pero no tiene los códigos de lanzamiento ? el tipo sujeto deja escapar una pequeña carcajada antes de añadir -. Nada como un par de explosiones nucleares para contribuir a sembrar el caos.
Bueno, supongo que eso responde mi pregunta.
?Truco o trato?
-- Un criajo yanki durante la noche de Hallowen --
Últimamente, raras son las ocasiones en las que he tenido un camino claro a seguir. Quizás, por ello me resulta tan satisfactorio el seguir un inconfundible rastro de sangre, a través de un largo pasillo.
?No te confíes. No creo que vaya a resultar tan fácil como crees?.
No cuento con que sea fácil, pero sin duda será satisfactorio.
Giro una esquina y tropiezo con otro largo pasillo, pero en esta ocasión, encuentro lo que había venido a buscar.
?No tiene buena pinta?.
Supongo que esa es una forma suave de decirlo. Atravieso una puerta acristalada y accedo a lo que parece algún tipo de morboso laboratorio. Soy vagamente consciente, de las aberrantes criaturas que se encuentran sujetas con correas a varias mesas laterales.
Un tipo enorme, que casi parece un luchador de sumo, forcejea inútilmente mientras de su cuerpo entran y salen líquidos de colores que varios tubos de plástico llevan de acá para allá. Un animal vagamente parecido a un perro, abre y cierra sus fauces sin emitir el menor ruido, un ulcerado cuerpo infestado de llagas y bubas, se retuerce en una camilla, de la que rezuma un espeso líquido amarillento, un embrión que flotante en una suerte de pecera, alimentado por todo tipo de tubos... pero sólo tengo ojos para el tronco sin brazos y piernas conectado a varias máquinas. Reconozco el pálido rostro de Nicolai.
- Tranquilo ? digo -, te sacaré de aquí.
?No creo que pueda oírte?.
Marcos, quizás porque no tenga nada que decir, quizás porque esté impresionado por esta sala de los horrores, me sigue sin abrir la boca. Para mi sorpresa, la cabeza de ?Nico? abre los ojos, pero no veo reconocimiento ni inteligencia.
?Es un puto vegetal?.
Examino con mas detenimiento los mecanismos a los que está conectado. Una máquina parece encargarse de obligarle a respirar y mientras unos pequeños tubos de plastico, introducen plasma sanguíneo en su cuerpo, una especie de gotero, va drenando un espeso líquido rojizo de su cuerpo.
?No está vivo. No hay nada que puedas hacer?.
No sé que es lo que esperaba encontrarme. Supongo, que a pesar de haber estado presente durante su muerte, en el fondo alimentaba la esperanza de encontrarle vivito y coleando. Quizás debería sentirme enfurecido y sediento de venganza, pero en realidad, simplemente vuelvo a ser consciente, de lo sólo que me he sentido durante las últimas semanas desde su muerte y lo ridículo que es mi plan de terminar con ?el culto?. Soy como una hormiga, que nada desesperadamente en un lavabo y que fantasea con terminar con el remolino que antes o después, terminará por engullirla.
A mi espalda, la voz de ?hoax? dice:
- Quizás deberíamos...
El hombre no termina la frase. ¿Qué se supone que puede hacerse ante esta situación?. Uno por uno, arranco los cables que mantienen en funcionamiento la maquinaria a la que está conectado el cuerpo de ?Nicolai?.
?No lo estás matando, sólo se trata de su cuerpo?.
El cabrón paranoico tiene razón. Lo ocurrido no difiere gran cosa de la profanación de una tumba. Todo este lugar es una aberración. No es más que la mesa de trabajo de un demente que ha desafiado a la naturaleza creando aberración tras aberración. Me aseguraré de reducir a cenizas todo este lugar.
Apunto la escopeta contra el corazón del tronco de Nicolai y disparo, luego reapunto y abro fuego contra su cabeza. La parte superior del cráneo, casi parece licuarse. Pero sólo para asegurarme, repito la operación con la parte inferior. A pesar de que la distancia que me separa de mi objetivo no excede los tres metros, ninguna de las múltiples esquirlas de hueso llega a salpicarme, aunque algunas gotas de sangre y tejidos si salpican mi rostro y mis ropas.
?Aun no hemos terminado?.
Cierto, esto no terminará hasta que le ajuste de una vez las cuentas al bastardo pelirrojo, así que sin mediar más palabra, me doy la vuelta y camino de nuevo hacia la puerta acristalada dispuesto a seguir el rojizo rastro de mi enemigo. Seguido por el hacker, camino en silencio por el largo pasillo, hasta que llego a una nueva esquina, al girarla, veo como el rastro de sangre, desaparece frente a una puerta metálica de sólido aspecto, que parece accionarse mediante un teclado alfanumérico. Como no estoy de humor para adivinar, me vuelvo hacia mi acompañante.
- ¿Puedes abrirla? ? pregunto.
?Hoax? se agacha junto al panel y lo observa detenidamente durante algunos segundos antes de responder.
- Seguro. Pero necesitaré un destornillador, para retirar el ...
Acciono la corredera de la escopeta y mientras Marcos se aparta apresuradamente, disparo contra el panel de mandos. El hacker me dedica una airada mirada, pero al ver que me limito a introducir un par de cartuchos en el arma, opta por centrar su atención en el amasijo de chisporroteantes cables que quedan al descubierto, por entre los restos de el panel.
- ¡Así no se hacen las cosas! ? dice en tipo entre maldición y maldición -.¡ Pudiste chingarlo todo !.
?Puede que sea una trampa. Este rastro de sangre parece demasiado claro?.
Empiezo a pensar, que mi vida entera ha sido una trampa desde el momento en el que me sacaron del loquero... suponiendo que no lo fuera ya desde mucho antes.
- ¡ Coño ! ? exclama con frustración ?hoax? cuando un par de chispas azuladas saltan cerca de su cara -. Así no se hacen las cosas joder.
- Limítate a abrir la puta puerta antes de que empiece a pensar en como volarla.
Aun tienen que transcurrir casi quince minutos entre chispazos, calambrazos y maldiciones, antes de que un zumbido, preceda a su parsimoniosa abertura.
El hacker, que al parecer da por terminada su parte, se aparta a un lado mientras penetro en el interior de una sala que casi parece el interior de una caja fuerte, sus frías paredes de acero, contienen escaso mobiliario. El reputo pelirrojo, pálido como la cera y con la pierna totalmente enrojecida por la sangre a pesar del torniquete que parece haberse practicado con un cinturón, se afana a inyectar algún tipo de substancia a lo que parece un cuerpo muerto sujeto mediante unos gruesos cinturones a la pared. Sobre el suelo, descansan varios inyectables vacios. La estampa me trae a la memoria al doctor West de la película Re-Animator.
- Se acabó ? digo mientras levanto la escopeta en su dirección -, debí haber echo esto hace mucho.
El tipejo se deja caer al suelo. No me privo del placer de ver su expresión de terror y algo en la mía, hace que un charco de orina empiece a expandirse en las inmediaciones de su entrepierna.
?¿A que coño estás esparando??.
- Supongo que debería felicitarte ? dice una voz cuyo tono me resulta vagamente familiar.
Levanto la vista y veo que el cadáver, ha abierto finalmente los ojos y mira en mi dirección.
-¿Discordia? ? pregunto a pesar de que conozco perfectamente la respuesta.
- Puedes bajar el arma ? responde el ser sujeto a la pared -, ha llegado la hora de negociar.
?¡No le escuches!. Quiere jodernos?.
En el fondo, sé que el cabrón paranoico (como casi siempre) tiene razón. Pero como de costumbre, la curiosidad hace que aunque no baje el arma, el dedo se relaje en el disparador.
- ¿Qué tienes que pueda interesarme? ? pregunto.
El ser sonríe, mientras el sangrante pelirrojo, se abraza a su pierna.
- Admito que hemos empezado con mal pie, pero no tenemos porque ser enemigos. Después de todo, nuestros enfrentamientos sólo son producto de una serie de rencillas personales y malentendidos.
¿Malentendidos?. Si este bastardo malnacido piensa que voy a olvidarme así como así de todas las mierdas por las que me ha hecho pasar el pelirrojo anda listo. Como si fuera capaz de leer mi mente, el ser añade.
- También Gabriel te hizo pasar por duras pruebas, de las que saliste fortalecido. No puede forjarse la hoja de una espada ? añade -, sin antes someterla al calor de las llamas y los golpes del martillo.
?¡No le escuches joder!. ¡Dispara!. ¡Mata a ese par de hijos de puta!?.
- ¿De que habla ese huevon? ? pregunta Marcos.
Entre unos y otros, están empezando a producirme un lacerante dolor de cabeza, pero me las apaño para volver a preguntar:
- ¿Qué es lo que propones?.
Puede que realmente, tenga acceso a mi mente, o quizás sea por la expresión de mi cara, pero en cualquier caso, Discordia se decide por fin a poner las cartas sobre la mesa.
- Sé, donde tienen retenida a tú mujer.
?¡Es mentira!. Dirá lo que sea necesario con tal de confundirte?.
- Ella está bien ? continua Discordia -, pero no podrá ocultar su embarazo durante mucho más tiempo.
?¡ No le escuches!?.
- ¿Hijo?.
Bajo el arma, mientras la idea de que Marta pueda estar embarazada de un par de meses, me golpea como un mazo. Discordia sonríe, mientras mi dolor de cabeza va en crescendo.
- Ella es un rehén por si se tuercen las cosas, un seguro, pero no permitirán el nacimiento de un bebé.
- ¿De que va toda esta mierda? ? pregunta Marcos.
- ¿Dónde están? ? pregunto bajando el arma.
Esta vez, Discordia esboza una triunfal sonrisa de oreja a oreja.
- Lo sabrás, cuando él ? mira en dirección al tipo que permanece aferrado a su pierna -, se encuentre lejos de aquí con tu amiguito ? su cabeza gira, hasta mirar directamente hacia Marcos.
?¡Ni hablar!?.
¿Para que diablos puede querer al hacker?. El hacker palidece en cuanto le miro y al momento, sé que ?hoax? no me lo ha contado la verdad o por lo menos, toda la verdad.
- ¿Para que? ? pregunto a Marcos.
Como el informático no parece decidido a responder, lo hace Discordia en su lugar.
- El culto tiene el control del silo, pero no tiene los códigos de lanzamiento ? el tipo sujeto deja escapar una pequeña carcajada antes de añadir -. Nada como un par de explosiones nucleares para contribuir a sembrar el caos.
Bueno, supongo que eso responde mi pregunta.
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
¿Quién está conectado?
Usuarios navegando por este Foro: No hay usuarios registrados visitando el Foro y 13 invitados