Capítulo XL
?Es mejor viajar lleno de esperanza que llegar?
-- Proverbio nipón --
El poblado indio, tiene el desvaído color de los westerns que veía de niño por televisión. Camino entre las tiendas, sin encontrar el menor rastro de vida, hasta que veo en el centro del poblado, a un grupo de siluetas, sentadas alrededor de una pequeña fogata.
A medida que camino en su dirección, empiezo a distinguir a los reunidos. Vestido como un jefe indio con un ridículo y ostentoso tocado, encuentro a Gabriel que esta fumando aspirando el extremo de una pipa descomunal. A su derecha, veo a Discordia, que parece vestida como la modelo de un catálogo de bikinis, que el fotógrafo hubiera decidido ambientar en el oeste. Una faldita de piel ridículamente corta, deja ver sus hermosas piernas y un minúsculo bikini de piel con flecos, se las apaña para ocultar una pequeña parte de sus pechos. A su lado, vestido con ropas negras como el típico ?pistolero malo?, reconozco a lo que parece una versión de mi mismo, que sólo puede ser el cabrón paranoico. Ahora que lo pienso, creo que esta es la primera vez que este aparece junto a Gabriel.
- [color=yellow]Siéntate ? dice Gabriel mientras me ofrece la enorme pipa -, tienes que probar esta mierda.
Me siento en el hueco que queda entre el arcángel y esa extraña versión de mi mismo.
- No gracias ? rechazo -, no fumo.
Discordia me mira con reproche, con cara de emporrada, mientras la pipa, es cogida por el cabrón paranoico, que si le da una buena calada.
Todos parecen felices y relajados. Claro que a ninguno de ellos le ha mordido un infectado.
- ¿Entonces estamos aquí reunidos para fumar leños?.
- Tu sabrás tío ? responde Gabriel riéndose mientras vuelve a aspirar por la pipa -, esta es tu fiesta.
Discordia, se levanta el sujetador mostrándome sus pechos y con voz lasciva pregunta:
- ¿Te apetece más hacer otra cosa?.
- Yo no lo rechazaría ? me aconseja el cabrón paranoico -, esta no es una ocasión que se presente todos los días.
Si lo que pretenden, es tocarme las pelotas con su frivolidad, lo están consiguiendo. Así que me levanto dispuesto a largarme aunque ¿hacia donde ?. Esto no es más que un sueño.
Al ponerme en pie, Gabriel vuelve a ponerse serio como si considerase que la broma ya ha durado demasiado.
- ¡Tranquilo hombre! ? exclama -, sólo intentábamos darle un tono más desenfadado al asunto.
Mientras vuelvo a sentarme, el ambiente se carga de tensión de un modo casi palpable. Así que empiezo por lo obvio.
- Estoy infectado y me quedan menos de tres días ? miro directamente a los ojos de Gabriel antes de hacer la pregunta - ¿puedes hacer algo al respecto?.
- Puedo curar cualquier herida física ? responde confirmando mis temores -, pero en cuanto a la infección...
Para mi sorpresa, es el cabrón paranoico el que toma la palabra.
- ¡No me jodas ! ? a diferencia de su cuerpo, que parece una copia exacta del mío, su voz no tiene el menor parecido con la mía -, en otros tiempos incluso resucitabais a las personas como al tal Lázaro.
- Eran otros tiempos ? responde el jefe indio con algo remotamente parecido a la pena en su voz -, la fe de la gente era fuerte y nosotros poderosos.
- Pero hay alguien que quizás pueda ayudarte ? interviene discordia guardándose las domingas -. Sé donde está el doctor Joseph Renard. El tipo que hizo avances en el instituto Pasteur.
- Genial ? respondo con escasa convicción - ¿sigue vivo?.
- Por ahora ? responde discordia.
Esa respuesta y el tono en que ha sido dicha, no me han hecho demasiada gracia. Pero supongo que tengo que saberlo.
- ¿Está en poder de ?el culto??.
La interpelada mueve negativamente la cabeza antes de responder:
- Ellos se hubieran limitado a matarle, lo tienen los piratas.
- ¿Piratas?.
Soy consciente, de que en un mundo en el que he visto endiosados puercos gigantes, muertos vivientes y seres extraterrestres que se hacen pasar por dioses, no debería responderme encontrarme a un tipo con un parche en el ojo y pata de palo. Pero de todos modos, esa respuesta, me parece tan anacrónica como un reloj de pulsera en la muñeca de un centurión.
- Es así como se denomina a las distintas bandas ? explica Discordia, probablemente motivada por la desconcertada expresión de mi rostro -, de supervivientes sin alinear. Una de ellas, lo tiene en su poder.
- ¿Para venderlo al mejor postor?.
Ella ríe por mi idea, como si esta fuese descabellada.
- No piensan negociar con ninguna facción. Su plan, es ser los únicos en poseer la cura.
Un plan ambicioso, que puede granjearles muchos y peligrosos enemigos. Pero si consiguen salirse con la suya...
- Pero no pueden desarrollarla así como así ? interviene el cabrón paranoico -, ese hombre por muy genio que sea, no podrá trabajar con el juego de química de su sobrino.
- ¡Exacto! ? dice Discordia.
No me cabe la menor duda, respecto a las intenciones que tendría ella con respecto a ese lugar. Aunque ahora parezca estar de mi parte, tampoco puedo fiarme totalmente de ella. Quien controle esa cura, puede intentar traer algo de orden a este mundo... o desencadenar la más terrible de las guerras por conseguirlo.
Supongo, que este es el momento de la pregunta:
- ¿Dónde lo tienen?.
Todas las miradas se centran en Discordia, que parece retrasar el momento. Quizás por el placer de sentirse el centro de atención o más probablemente, porque tenía otros planes para esa información. Pero al cabo de un par de segundos dice por fin:
- El líder de esa banda, era un famoso narcotraficante que ha trasladado su cuartel general al hospital Raymond Poincare, uno de los pocos que aun siguen en pie después de que el ejército se retirase de la ciudad.
- ¿Entonces es territorio de ?el culto? ? pregunto no demasiado convencido.
- Depende de la zona ? responde Discordia -, Paris es una ciudad enorme. Lo que queda del gobierno francés, aun controla algunas zonas. El culto, tiene el poder de muchos barrios y bandas de piratas, mantienen el control de otras.
- Genial.
Mientras cavilo sobre el avispero en que se ha convertido la que no hace tanto era considerada como ?la ciudad del amor?, Gabriel toma la palabra.
- Escucha, no nos queda mucho tiempo ? el arcángel parece ahora totalmente despierto -. Tendrás que confiar tus planes a la facción con la que te encuentras. Sólo ellos cuentan con los medios que necesitarás.
- Comprendo.
- Pero tampoco puedes confiar en ellos ciegamente ? continua Gabriel -, ya que hay un traidor de ?el culto? entre ellos.
Eso es algo que deduje cuando vi las operaciones cerebrales realizadas en algunos pastores de ?el culto?. Aunque el saberlo, no va a ponerme las cosas más fáciles.
- Aparte estarás solo ? añade el cabrón paranoico -. Esa mierda que frena el virus, ejerce un efecto parecido al de los antisicóticos que tomabas en el loquero.
Eso no es algo necesariamente malo, aunque siendo realista, el cabrón paranoico ha salvado mi pellejo en más de una ocasión y precisamente ahora, voy a necesitar toda la ayuda posible.
- Si no te medicas ? continua el pistolero -, la infección avanzará más aprisa, pero si lo haces, te quedas solo. Sin mi, ellos ? con ?ellos? se refiere a Gabriel y Discordia ? no podrán localizarte.
- Me las apañaré ? acierto a responder.[/color]
El sonido de las aspas de un helicóptero, empieza a llegar a mis oídos, mientras las tiendas indias empiezan a decolorarse.
- Está despertando.
Con un terrible dolor de cabeza y una sensación de vértigo, abro los ojos para encontrarme en el suelo del aparato junto a ?hoax?.
- Esta es nuestra parada ? dice ?acusica?.
Supongo que se acerca el momento, de encontrarme con viejos conocidos.
El Camino de la Cabra III ?La oscura senda de la venganza?
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Korvec
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Capítulo XLI
?El que madruga, tiene sueño?
-- Chema --
El efecto de lo que sea que me han inyectado para frenar el avance de la mortal infección que recorre mi organismo, debe incluir una generosa dosis de calmantes o puede que sea el efecto de la propia infección, pero a pesar de que siento la zona que envuelve la mordedura terriblemente hinchada, no siento el menor dolor. Por el contrario, la cabeza si me duele horrores y camino escoltado por una numerosa tropa sintiéndome como un cruce entre Hannibal Lecter y un conejo mixomatoso.
Aunque no tengo la menor idea de donde nos encontramos, el lugar parece muchísimo más austero que la instalación de la que escapé a sangre y fuego. En lugar de los larguísimos pasillos blancos, veo austeras paredes de granito mal iluminadas por bombillas, muchas de las cuales permanecen apagadas bien por falta de mantenimiento o para economizar electricidad.
No tengo que caminar demasiado antes de llegar a una pequeña sala de austero aspecto. Sus paredes de hormigón, se encuentran desnudas de cualquier tipo de decoración. La iluminación es poco más que unas bombillas que cuelgan de cables y el gran despliegue de pequeños monitores que se encuentran en una pared, tienen visible una gran parte de la instalación eléctrica. Sentado en una gran butaca de cuero oscuro, frente a los monitores, como si se tratase del malo de una película de James Bond rodada con escasez de medios, se encuentra ?calvorota?. El tipo ha perdido mucho peso desde la última vez que nos vimos, sus ojos son dos luces en medio de un pozo de ojeras y por lo que veo, su cara hace tiempo que no se encuentra con una cuchilla de afeitar.
- Por fin damos contigo ? dice con un tono de voz remotamente afable -. Desde que jodiste el transmisor, nos vimos obligados a rastrear la zona y buscarte visualmente.
- ¿Transmisor?.
- El chip de filtrado de hondas que insertamos en la cabeza que tanto le gustaba a tu amigo, es perfectamente rastreable vía satélite.
Sí, supongo que por mucho que las infraestructuras de tierra estén viniéndose abajo, los satélites están fuera del alcance de ?el culto?.
- Marta ? prosigue ?calvorota? -, debía manipularlo para enviar una señal en cuanto descubriera que es lo que te hace tan especial, para organizar tu recogida.
Siempre he sabido que nos dejaron escapar y Que Marta pareciera sucumbir tan rápidamente al síndrome de Estocolmo. Aunque nunca hizo el menor intento de tocar siquiera la cabeza de Chanquete.
- Así que ? ahora la voz del tipo se endurece -, supongo que la descubriste y silenciaste el filtrador de hondas.
Está más que claro, que sospecha que la he matado. Pero si eran capaces de rastrearme y tienen un topo dentro ¿cómo es que los miembros de ?el culto? no dieron conmigo y si son capaces de desarrollar aparatos de filtrado de hondas, que hacen a su portador invisible a los muertos vivientes. ¿Por qué el comando de ?acusica? no iba equipado con él en lugar de abrirse paso a tiros?. Son demasiadas preguntas sin respuesta.
- No descubrí una mierda ? reconozco -, el jodido trasto se jodió al mojarse.
?Calvorota? se pone en pie después de propinar un sonoro golpe a la mesa. El poco aspecto de ?gentelmen? que pudiera quedarle, acaba de desaparecer ?water pabajo?.
- ¡Me importa una mierda! ? grita mientras me agarra por la pechera -. Tú y tu panda de frikis chalados podéis ir y haceros matar. ¡ Pero devuélveme a mi prometida !.
¿Debería sorprenderme?. Supongo que no.
- Ahora entiendo porque ella escapó ? digo mientras intento perfilar algo remotamente parecido a una sonrisa.
El puño de mi interlocutor me golpea bajo el ojo izquierdo. Esposado como estoy, lo único que puedo hacer es encajar el golpe lo mejor posible. Algo en lo que por desgracia, tengo ya cierta practica y lo que sea que me han inyectado, me hace relativamente insensible al dolor.
- ¡Esto es el fin ! ? ruge ahora el tipo -. ¡ Esta todo jodido!. ¿Comprendes?, ¡jodido sin remedio!. Pero quiero volver a abrazar a Marta antes del fin.
También a mi. Incluso me gustaría ver a ese hijo que no conoceré, pero el tiempo se me escapa de las manos y no puedo perderlo con este merluzo llorón. Necesito al frío y cabrón hijo de puta y si tengo que utilizar a Marta como palanca para mover las piezas necesarias para terminar la tarea, lo haré.
- Ella está en poder del culto ? le espeto mientras veo como los ojos casi se le salen de las órbitas -, pero eso es parte del plan.
- ¿Plan? ? la voz de ?acusica? llega desde mis espaldas cargada de incredulidad.
Por el contrario ?calvorota?, sólo acierta a preguntar:
- ¿Aun vive?.
Este tipejo, empieza a estar más cerca del demente Rey Lear, que del bastardo que yo conocí. Puede que el echo de haberse tirado las últimas 48 horas vigilando personalmente todos esos monitores tenga algo que ver. Es una idea muy bien pensada después de todo. Sabiendo el punto en el que desaparecí y que al carecer del filtro, tarde o temprano, terminaría por atraerlos, era muy lógico pensar que soltando unos cuantos en un par de quilómetros a la redonda, terminaría por atraerlos. Pero ahora, es como si se hubiera hundido por completo por la decepción de no haber encontrado a su cuchi cuchi.
- A quien quiere el líder es a mi ? prosigo, dispuesto a exponer mi plan pero soy rápidamente interrumpido por ?calvorota?.
- ¡Entonces te tendrá!.
- ¡Usa la puta cabeza! ? grito perdiendo los estribos.
Para mi sorpresa, el tipejo guarda silencio, al menos por el momento.
- El líder sabe a estas alturas, que estoy vivo y en vuestro poder sí. ¡Pero también que estoy infectado!.
Esa afirmación hace que ?acusica? se ponga tenso y pregunte:
- ¿Qué quieres decir con eso de que lo sabe?.
- Tenéis un topo ? afirmo sin volverme -, os traicionó la última vez y sin duda ya sabe que sólo me quedan unas horas de vida. ¿De verdad creéis que se molestarán en hacer un canje en esas condiciones?.
- ¡Mientes! ? grita ?calvorota? fuera de sí.
- ¿Qué propones? ? pregunta la conocida y serena voz de ?acusica?.
- Sé donde tienen retenido al doctor Renard.
- ¡ Mientes! ? repite ?calvorota? con obcecación -, ¡sólo pretendes salvar tu pellejo!.
Pero para mi sorpresa, ?acusica? se planta frente a él y dice:
- En función de la directiva de emergencia, considero que no se encuentra capacitado para ejercer el mando.
?Calvorota? enrojece como los cojones de un mandril y se lleva las manos hacia el interior de su chaqueta.
- ¡Traidor! ? escupe más que dice.
Pero ?acusica? es mucho más rápido y antes de que haya podido extraer el arma que guarda bajo la axila, se encuentra con el afilado cuchillo de combate del tipo que va a ocupar su lugar bajo el gaznate.
- ¿Cómo te atreves? ? ruge el alopécico.
- No me obligues a hacerlo.
Aunque estoy seguro de que esto va a terminar con derramamiento de sangre, ?calvorota? se raja antes de ser rajado y no tarda en ser desarmado. En cuanto dos de los hombres de ?acusica? se lo llevan a su habitación ?para descansar?, el tipo que ahora parte el bacalao, me pregunta:
- Bien ¿dónde lo tienen?.
Muevo la cabeza negativamente antes de responder.
- Os indicaré la ruta cuando estemos en el aire.
- ¿Pretendes?.
- No voy a correr el riesgo de que ?el culto? nos tome la delantera. No me importa que se enteren de que es lo que vamos a intentar a hacer, pero no revelaré nuestro destino hasta que estemos dentro del helicóptero.
?Acusica? me observa sin dejar de jugar con su cuchillo. O anda juguetón o está decidiendo si destriparme o no, pero después de todo, no puede decirse que tenga muchas opciones.
- No nos sobra el combustible ni la munición ? dice finalmente -, espero que no sea uno de tus truquitos.
- Me han mordido ? respondo con naturalidad -, ¿crees que jugaría con algo así?.
El hombre se sitúa finalmente a mis espaldas y corta las bridas que mantenían mis manos apresadas a la espalda.
- ¿Cuándo partimos?.
Si el lugar está tan custodiado como supongo, la única posibilidad que tenemos, es un asalto aéreo aprovechando la visión nocturna. Si nos plantamos allí a pleno día, lo único que conseguiremos será hacernos matar. Pero ¿qué hora es?, ¿dónde estamos?, ¿cuánto tardaremos en llegar?. Son demasiados los factores a calcular y ¿en quien puedo confiar?. Con Resnik muerto, me consta que hay otro topo situado arriba, pero ¿quién puede ser?.
- ¿A cuantas horas de vuelo estamos de Paris? ? pregunto siendo consciente, de que estoy dando más pistas de nuestro destino de las que debería.
- A menos de una hora.
Eso es bueno. Por lo que recuerdo, la autonomía de vuelo de un helicóptero Superpuma que es en el que he venido hasta aquí, es de alrededor de dos horas si va cargado y vamos a tener que ir muy cargados. Eso significa que iremos realmente apurados de tiempo.
- ¿Qué hora es? ? pregunto.
?Acusica? mira al reloj de su muñeca.
- Poco más de las ocho de la mañana.
Mierda. Eso es malo. Si queremos tener alguna posibilidad de éxito, la mejor hora para efectuar el asalto, es entre las dos y las tres de la madrugada pero ¿puedo permitirme perder cerca de dieciocho horas?.
- Está muy custodiado ? explico -, tendrá que ser un asalto aéreo nocturno.
- No es a mi a quien se le está acabando el tiempo.
- Saldremos a media noche ? decido finalmente.
- Eso nos dará tiempo para los preparativos.
Asiento con la cabeza. Lo peor del caso, es que esta es la parte fácil del plan. Si todo sale bien, entonces tendré que preocuparme por la parte complicada.
?El que madruga, tiene sueño?
-- Chema --
El efecto de lo que sea que me han inyectado para frenar el avance de la mortal infección que recorre mi organismo, debe incluir una generosa dosis de calmantes o puede que sea el efecto de la propia infección, pero a pesar de que siento la zona que envuelve la mordedura terriblemente hinchada, no siento el menor dolor. Por el contrario, la cabeza si me duele horrores y camino escoltado por una numerosa tropa sintiéndome como un cruce entre Hannibal Lecter y un conejo mixomatoso.
Aunque no tengo la menor idea de donde nos encontramos, el lugar parece muchísimo más austero que la instalación de la que escapé a sangre y fuego. En lugar de los larguísimos pasillos blancos, veo austeras paredes de granito mal iluminadas por bombillas, muchas de las cuales permanecen apagadas bien por falta de mantenimiento o para economizar electricidad.
No tengo que caminar demasiado antes de llegar a una pequeña sala de austero aspecto. Sus paredes de hormigón, se encuentran desnudas de cualquier tipo de decoración. La iluminación es poco más que unas bombillas que cuelgan de cables y el gran despliegue de pequeños monitores que se encuentran en una pared, tienen visible una gran parte de la instalación eléctrica. Sentado en una gran butaca de cuero oscuro, frente a los monitores, como si se tratase del malo de una película de James Bond rodada con escasez de medios, se encuentra ?calvorota?. El tipo ha perdido mucho peso desde la última vez que nos vimos, sus ojos son dos luces en medio de un pozo de ojeras y por lo que veo, su cara hace tiempo que no se encuentra con una cuchilla de afeitar.
- Por fin damos contigo ? dice con un tono de voz remotamente afable -. Desde que jodiste el transmisor, nos vimos obligados a rastrear la zona y buscarte visualmente.
- ¿Transmisor?.
- El chip de filtrado de hondas que insertamos en la cabeza que tanto le gustaba a tu amigo, es perfectamente rastreable vía satélite.
Sí, supongo que por mucho que las infraestructuras de tierra estén viniéndose abajo, los satélites están fuera del alcance de ?el culto?.
- Marta ? prosigue ?calvorota? -, debía manipularlo para enviar una señal en cuanto descubriera que es lo que te hace tan especial, para organizar tu recogida.
Siempre he sabido que nos dejaron escapar y Que Marta pareciera sucumbir tan rápidamente al síndrome de Estocolmo. Aunque nunca hizo el menor intento de tocar siquiera la cabeza de Chanquete.
- Así que ? ahora la voz del tipo se endurece -, supongo que la descubriste y silenciaste el filtrador de hondas.
Está más que claro, que sospecha que la he matado. Pero si eran capaces de rastrearme y tienen un topo dentro ¿cómo es que los miembros de ?el culto? no dieron conmigo y si son capaces de desarrollar aparatos de filtrado de hondas, que hacen a su portador invisible a los muertos vivientes. ¿Por qué el comando de ?acusica? no iba equipado con él en lugar de abrirse paso a tiros?. Son demasiadas preguntas sin respuesta.
- No descubrí una mierda ? reconozco -, el jodido trasto se jodió al mojarse.
?Calvorota? se pone en pie después de propinar un sonoro golpe a la mesa. El poco aspecto de ?gentelmen? que pudiera quedarle, acaba de desaparecer ?water pabajo?.
- ¡Me importa una mierda! ? grita mientras me agarra por la pechera -. Tú y tu panda de frikis chalados podéis ir y haceros matar. ¡ Pero devuélveme a mi prometida !.
¿Debería sorprenderme?. Supongo que no.
- Ahora entiendo porque ella escapó ? digo mientras intento perfilar algo remotamente parecido a una sonrisa.
El puño de mi interlocutor me golpea bajo el ojo izquierdo. Esposado como estoy, lo único que puedo hacer es encajar el golpe lo mejor posible. Algo en lo que por desgracia, tengo ya cierta practica y lo que sea que me han inyectado, me hace relativamente insensible al dolor.
- ¡Esto es el fin ! ? ruge ahora el tipo -. ¡ Esta todo jodido!. ¿Comprendes?, ¡jodido sin remedio!. Pero quiero volver a abrazar a Marta antes del fin.
También a mi. Incluso me gustaría ver a ese hijo que no conoceré, pero el tiempo se me escapa de las manos y no puedo perderlo con este merluzo llorón. Necesito al frío y cabrón hijo de puta y si tengo que utilizar a Marta como palanca para mover las piezas necesarias para terminar la tarea, lo haré.
- Ella está en poder del culto ? le espeto mientras veo como los ojos casi se le salen de las órbitas -, pero eso es parte del plan.
- ¿Plan? ? la voz de ?acusica? llega desde mis espaldas cargada de incredulidad.
Por el contrario ?calvorota?, sólo acierta a preguntar:
- ¿Aun vive?.
Este tipejo, empieza a estar más cerca del demente Rey Lear, que del bastardo que yo conocí. Puede que el echo de haberse tirado las últimas 48 horas vigilando personalmente todos esos monitores tenga algo que ver. Es una idea muy bien pensada después de todo. Sabiendo el punto en el que desaparecí y que al carecer del filtro, tarde o temprano, terminaría por atraerlos, era muy lógico pensar que soltando unos cuantos en un par de quilómetros a la redonda, terminaría por atraerlos. Pero ahora, es como si se hubiera hundido por completo por la decepción de no haber encontrado a su cuchi cuchi.
- A quien quiere el líder es a mi ? prosigo, dispuesto a exponer mi plan pero soy rápidamente interrumpido por ?calvorota?.
- ¡Entonces te tendrá!.
- ¡Usa la puta cabeza! ? grito perdiendo los estribos.
Para mi sorpresa, el tipejo guarda silencio, al menos por el momento.
- El líder sabe a estas alturas, que estoy vivo y en vuestro poder sí. ¡Pero también que estoy infectado!.
Esa afirmación hace que ?acusica? se ponga tenso y pregunte:
- ¿Qué quieres decir con eso de que lo sabe?.
- Tenéis un topo ? afirmo sin volverme -, os traicionó la última vez y sin duda ya sabe que sólo me quedan unas horas de vida. ¿De verdad creéis que se molestarán en hacer un canje en esas condiciones?.
- ¡Mientes! ? grita ?calvorota? fuera de sí.
- ¿Qué propones? ? pregunta la conocida y serena voz de ?acusica?.
- Sé donde tienen retenido al doctor Renard.
- ¡ Mientes! ? repite ?calvorota? con obcecación -, ¡sólo pretendes salvar tu pellejo!.
Pero para mi sorpresa, ?acusica? se planta frente a él y dice:
- En función de la directiva de emergencia, considero que no se encuentra capacitado para ejercer el mando.
?Calvorota? enrojece como los cojones de un mandril y se lleva las manos hacia el interior de su chaqueta.
- ¡Traidor! ? escupe más que dice.
Pero ?acusica? es mucho más rápido y antes de que haya podido extraer el arma que guarda bajo la axila, se encuentra con el afilado cuchillo de combate del tipo que va a ocupar su lugar bajo el gaznate.
- ¿Cómo te atreves? ? ruge el alopécico.
- No me obligues a hacerlo.
Aunque estoy seguro de que esto va a terminar con derramamiento de sangre, ?calvorota? se raja antes de ser rajado y no tarda en ser desarmado. En cuanto dos de los hombres de ?acusica? se lo llevan a su habitación ?para descansar?, el tipo que ahora parte el bacalao, me pregunta:
- Bien ¿dónde lo tienen?.
Muevo la cabeza negativamente antes de responder.
- Os indicaré la ruta cuando estemos en el aire.
- ¿Pretendes?.
- No voy a correr el riesgo de que ?el culto? nos tome la delantera. No me importa que se enteren de que es lo que vamos a intentar a hacer, pero no revelaré nuestro destino hasta que estemos dentro del helicóptero.
?Acusica? me observa sin dejar de jugar con su cuchillo. O anda juguetón o está decidiendo si destriparme o no, pero después de todo, no puede decirse que tenga muchas opciones.
- No nos sobra el combustible ni la munición ? dice finalmente -, espero que no sea uno de tus truquitos.
- Me han mordido ? respondo con naturalidad -, ¿crees que jugaría con algo así?.
El hombre se sitúa finalmente a mis espaldas y corta las bridas que mantenían mis manos apresadas a la espalda.
- ¿Cuándo partimos?.
Si el lugar está tan custodiado como supongo, la única posibilidad que tenemos, es un asalto aéreo aprovechando la visión nocturna. Si nos plantamos allí a pleno día, lo único que conseguiremos será hacernos matar. Pero ¿qué hora es?, ¿dónde estamos?, ¿cuánto tardaremos en llegar?. Son demasiados los factores a calcular y ¿en quien puedo confiar?. Con Resnik muerto, me consta que hay otro topo situado arriba, pero ¿quién puede ser?.
- ¿A cuantas horas de vuelo estamos de Paris? ? pregunto siendo consciente, de que estoy dando más pistas de nuestro destino de las que debería.
- A menos de una hora.
Eso es bueno. Por lo que recuerdo, la autonomía de vuelo de un helicóptero Superpuma que es en el que he venido hasta aquí, es de alrededor de dos horas si va cargado y vamos a tener que ir muy cargados. Eso significa que iremos realmente apurados de tiempo.
- ¿Qué hora es? ? pregunto.
?Acusica? mira al reloj de su muñeca.
- Poco más de las ocho de la mañana.
Mierda. Eso es malo. Si queremos tener alguna posibilidad de éxito, la mejor hora para efectuar el asalto, es entre las dos y las tres de la madrugada pero ¿puedo permitirme perder cerca de dieciocho horas?.
- Está muy custodiado ? explico -, tendrá que ser un asalto aéreo nocturno.
- No es a mi a quien se le está acabando el tiempo.
- Saldremos a media noche ? decido finalmente.
- Eso nos dará tiempo para los preparativos.
Asiento con la cabeza. Lo peor del caso, es que esta es la parte fácil del plan. Si todo sale bien, entonces tendré que preocuparme por la parte complicada.
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
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Korvec
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Capítulo XLII
?La situación no es, desde luego, la que queremos, pero tenemos confianza en darle la vuelta?
-- Andoni Iraola--
Bajo los calientes chorros del agua caliente de la ducha, intento disfrutar al máximo de la breve calma, que sin duda precederá a la tempestad. La mordedura, no parece gran cosa, pero la zona adyacente, está tomando un feo color entre verde y azulado.
Después de la ducha, me proporcionan un uniforme de combate de tono oscuro. Mientras me lo coloco, veo como entre dos hombres con traje de protección, registran mi ropa sucia. Mi corazón se acelera en el acto, cuando encuentran el inyectable del que casi me había olvidado.
- ¿Qué es esto? ? pregunta uno de ellos.
¿Qué puedo decirle?. No me parece en absoluto prudente contar que todo mi plan se apoya en gran medida en el fuido de ese pequeño inyectable. Sobretodo, sabiendo que hay un topo en alguna parte.
- Algo que no le importa ? respondo mientras lo cojo.
Los dos hombres me miran con una mezcla de sorpresa y hostilidad.
- Señor ? insiste el segundo tipo -, no podemos dejarle que...
- Entonces tendréis que quitármelo ? le corto mientras mi humor empeora.
- No pasa nada ? la conocida voz de ?acusica? calma los ánimos.
- ¿Eso forma parte de tu plan? ? me pregunta.
- Una parte importante
?Acusica?, observa en silencio el inyectable al que dedica una mirada que no consigue o no se molesta en disimular su escepticismo. Pero finalmente asiente con la cabeza.
- Si vas a participar en el asalto ? dice por fin -, será mejor que te armes y equipes.
Eso si es toda una sorpresa.
- ¿Ahora te fías de mi?.
- No ? es su seca respuesta -, pero las cosas están lo bastante mal, como para que esté dispuesto a agarrarme a un clavo ardiendo.
La estancia que cumple las funciones de armería, es poco más que un cuartucho, dotado de una gruesa puerta de seguridad. Aunque ?acusica?, no permite que vea la combinación del teclado numérico que abre la puerta, no pone ninguna pega en que me equipe con todo lo que considere necesario para el asalto.
A pesar de que el lugar parece tener más de calabozo que de armería, no puedo decir que no se encuentre bien provisto y ordenado.
El lugar se encuentra vigilado por un gigantesco barbudo, que parece tener tan mal humor como poco cabello su cabeza. Mientras acusica se marcha a ?ultimar algunos detalles?, me quedo bajo la atenta vigilancia del armero, que me hace pensar en algún tipo de guardián mitológico. El hombretón, me sigue sin dejar de mirarme con evidente suspicacia, mientras escojo un pesado chaleco antibalas, del que me apresuro a comprobar el estado de sus placas protectoras.
- ¿Crees que estaría aquí si las placas estuvieran en mal estado? ? me pregunta el armero con una voz que quizás por culpa de las drogas que circulan por mi organismo, me parece mucho más grave y imponente de lo que realmente sea.
- Nunca se sabe ? respondo.
Escojo unos anteojos de visión nocturna, con su máscara correspondiente. Quizás la pieza de equipamiento más vital en la siguiente operación. Los cubro con la mano para evitar que se dañen con la luz y los enciendo brevemente para comprobar su funcionamiento. De todos modos, tomo un par de pilas extras bajo la desaprobadora mirada del barbudo.
Mientras intento decidirme entre un par de armas cortas, se abre la puerta de la armería. El inconfundible sonido de una silla de ruedas, hace que me vuelva para ver entrar a otro viejo conocido, al que daba por muerto.
- Veo que conseguiste apañártelas después de todo ? me dice el doctor Rodríguez con cara de poker.
- Veo que sobreviviste al infarto... y a todo lo demás.
- El tener instalaciones médicas a mano ayuda.
Escojo una Glock-19 y compruebo tres cargadores. Introduzco uno en el arma y otros dos en el portacargador de la pistolera que fijo a la pierna derecha, con dos correas.
- ¡Armas! ? exclama el doctor de la silla de ruedas con desagrado -, intentar solucionar este problema con armas, es como intentar apagar un incendio con una llave inglesa.
Puede que no le falte razón, pero al ver una pistola de dardos, empieza a gestarse una idea que deja a mi interlocutor en segundo plano. El armero, que sigue mi mirada, explica con fastidio.
- Es una pistola de dardos sedantes.
La tomo y la saco de un estuche, que contiene media docena de dardos.
- Puede que la personalidad a rescatar, se encuentre confusa y asustada ? explico para no revelar mis auténticas intenciones -, como el factor tiempo será crucial, puede que tenga que sedarle.
El hombretón que no debe ser tan tonto como pensaba se rasca la calva mientras argumenta con escepticismo.
- Cargar con un tipo inconsciente también puede retrasaros más, que si le obligáis a correr a punta de pistola.
- Es una vergüenza que estéis planeando el secuestro de un hombre de ciencia.
- ¡Es un rescate! ? intervengo con fastidio ? y incluso puede que acceda a acompañarnos por voluntad propia.
Mientras los dos hombres discuten, introduzco la gran pistola lanza dardos en una segunda pistolera sujeta en mi pierna izquierda y introduzco cuatro dardos en el porta cargadores.
- Si vais a asaltar un edificio ? comenta el armero -, probablemente te interesará un subfusil. Tengo varios Mp-5 preparados.
Pero ignorándole, me dirijo hasta la zona de los fusiles de asalto y ignorando los mordernos modelos de armas occidentales, tomo un Aks-74U. Un arma de diseño similar al AK-74 de dimensiones más reducidas y culata plegable de origen búlgaro.
- ¿Puedes añadirle un visor de punto rojo? ? pregunto.
El hombre asiente con la cabeza mientras me mira como si fuera un extraterrestre, mientras tomo dos porta cargadores dobles.
- ¿Tienes munición del siete sesenta y dos por treinta y nueve trazadora?.
El armero niega con la cabeza.
- Sólo munición blindada de origen soviético ? responde el hombretón -, no es un arma muy popular entre los muchachos.
Eso me hace pensar que nunca han considerado la posibilidad, de ?quedarse tirados? durante una misión. De haberlo echo, hubieran sido más propensos a escoger un arma para la que encontraran abundante munición y por lo que he visto ahí afuera, los calibre soviéticos de armas fabricadas a bajo coste en china, es lo que impone la moda.
- Me las apañaré entonces con cinco cargadores de munición blindada.
- Creí que sería una operación de rescate rápida ? comenta el minusvalido doctor -, ¿para que tanta munición?.
- Más vale que sobre que no que falte.
Para sorpresa de los dos hombres, que debían pensar que ya había terminado de equiparme, me dirijo hacia la zona donde veo varias escopetas de combate. Antes de que puedan decir nada comento.
- Puede que encuentre alguna puerta cerrada.
Escojo por su peso (cerca de cuatro quilos) una Spas-12 que cargo con cuatro proyectiles ?revienta puertas? y con 4 proyectiles de plástico no letales. Como no quiero cargar más de la cuenta, no tomo más munición.
A todo ese equipo, aun añado un pequeño botiquín de primeros auxilios y un pequeño y ligero cuchillo de combate, que de verdad espero no tener que utilizar y un par de granadas cegadoras. Pensaba coger también un par de granadas de fragmentación y alguna pequeña carga explosiva por si tengo que volar alguna puerta blindada (algo que considero muy probable). Pero como veo que mi movilidad está ya bastante mermada, prefiero que sean los hombres de ?acusica? los que se encarguen de hacer de ?mula de carga?.
Cuando estoy ultimando los detalles, para la recogida del armamento (ya que no pienso cargar con él hasta la hora del embarque), el doctor Rodríguez se mira al reloj y saca un pequeño inyectable de su bolsillo.
- Hora de la siguiente dosis.
La verdad, es que mi cabeza se estaba despejando bastante, pero la herida hace rato que me escuece de un modo infernal. También debo reconocer, que echo un poco de menos al cabrón paranoico. Es como ese dolor sordo de una herida que sigues hurgando de un modo inconsciente. Supongo, que en el fondo, todos tenemos algo de masoquista... o puede que sólo sea cosa mía. En cualquier caso, empiezo a remangarme la manga. Durante el proceso, me parece captar un ligero titubeo en el doctor... una pequeña vacilación. Justo cuando estoy a punto de preguntar si algo anda mal, el hombre presiona el pequeño inyectable y me inyecta el coctel de substancias que debería frenar la infección que avanza por mi organismo.
- Toma esta tercera dosis ? dice el hombre -, si todo sale como tenéis previsto, deberías estar aquí para entonces, pero como tu mismo dices, nunca se sabe.
Cojo el inyectable y me las apaño para guardarlo en el pequeño minibotiquin de mi cinturón.
Una vez más, el armero impide que vea los números que abren la puerta de la armeria. En cuanto me encuentro fuera, el doctor me recomienda que coma algo. Curiosamente, aunque debería estar hambriento, me siento incapaz de ingerir nada. Puede que sea por los nervios... o quizás sea cosa de la infección. En cualquier caso, insisto en que quiero dormir algo antes de embarcar y soy conducido a una pequeña habitación con aspecto de celda.
Una vez me quedo a solas y después de buscar cámaras de vigilancia, extraigo uno de los dardos narcotizantes y después de verter su contenido en el suelo, lo relleno con el líquido del inyectable que se supone anclará al líder en el cuerpo físico que ocupe en ese momento. El dardo tiene unas pequeñas plumas de color morado, pero como veo que el arma, que va accionada por gas, cuenta con un seguro, me arriesgo a cargarlo ya, no sea que lo pierda.
Una vez realizado ese proceso, apago la luz y la habitación queda completamente a oscuras. Me tiendo en el camastro mirando hacia un techo que no alcanzo a ver. A la espera de un sueño, que no creo que llegue.
?La situación no es, desde luego, la que queremos, pero tenemos confianza en darle la vuelta?
-- Andoni Iraola--
Bajo los calientes chorros del agua caliente de la ducha, intento disfrutar al máximo de la breve calma, que sin duda precederá a la tempestad. La mordedura, no parece gran cosa, pero la zona adyacente, está tomando un feo color entre verde y azulado.
Después de la ducha, me proporcionan un uniforme de combate de tono oscuro. Mientras me lo coloco, veo como entre dos hombres con traje de protección, registran mi ropa sucia. Mi corazón se acelera en el acto, cuando encuentran el inyectable del que casi me había olvidado.
- ¿Qué es esto? ? pregunta uno de ellos.
¿Qué puedo decirle?. No me parece en absoluto prudente contar que todo mi plan se apoya en gran medida en el fuido de ese pequeño inyectable. Sobretodo, sabiendo que hay un topo en alguna parte.
- Algo que no le importa ? respondo mientras lo cojo.
Los dos hombres me miran con una mezcla de sorpresa y hostilidad.
- Señor ? insiste el segundo tipo -, no podemos dejarle que...
- Entonces tendréis que quitármelo ? le corto mientras mi humor empeora.
- No pasa nada ? la conocida voz de ?acusica? calma los ánimos.
- ¿Eso forma parte de tu plan? ? me pregunta.
- Una parte importante
?Acusica?, observa en silencio el inyectable al que dedica una mirada que no consigue o no se molesta en disimular su escepticismo. Pero finalmente asiente con la cabeza.
- Si vas a participar en el asalto ? dice por fin -, será mejor que te armes y equipes.
Eso si es toda una sorpresa.
- ¿Ahora te fías de mi?.
- No ? es su seca respuesta -, pero las cosas están lo bastante mal, como para que esté dispuesto a agarrarme a un clavo ardiendo.
La estancia que cumple las funciones de armería, es poco más que un cuartucho, dotado de una gruesa puerta de seguridad. Aunque ?acusica?, no permite que vea la combinación del teclado numérico que abre la puerta, no pone ninguna pega en que me equipe con todo lo que considere necesario para el asalto.
A pesar de que el lugar parece tener más de calabozo que de armería, no puedo decir que no se encuentre bien provisto y ordenado.
El lugar se encuentra vigilado por un gigantesco barbudo, que parece tener tan mal humor como poco cabello su cabeza. Mientras acusica se marcha a ?ultimar algunos detalles?, me quedo bajo la atenta vigilancia del armero, que me hace pensar en algún tipo de guardián mitológico. El hombretón, me sigue sin dejar de mirarme con evidente suspicacia, mientras escojo un pesado chaleco antibalas, del que me apresuro a comprobar el estado de sus placas protectoras.
- ¿Crees que estaría aquí si las placas estuvieran en mal estado? ? me pregunta el armero con una voz que quizás por culpa de las drogas que circulan por mi organismo, me parece mucho más grave y imponente de lo que realmente sea.
- Nunca se sabe ? respondo.
Escojo unos anteojos de visión nocturna, con su máscara correspondiente. Quizás la pieza de equipamiento más vital en la siguiente operación. Los cubro con la mano para evitar que se dañen con la luz y los enciendo brevemente para comprobar su funcionamiento. De todos modos, tomo un par de pilas extras bajo la desaprobadora mirada del barbudo.
Mientras intento decidirme entre un par de armas cortas, se abre la puerta de la armería. El inconfundible sonido de una silla de ruedas, hace que me vuelva para ver entrar a otro viejo conocido, al que daba por muerto.
- Veo que conseguiste apañártelas después de todo ? me dice el doctor Rodríguez con cara de poker.
- Veo que sobreviviste al infarto... y a todo lo demás.
- El tener instalaciones médicas a mano ayuda.
Escojo una Glock-19 y compruebo tres cargadores. Introduzco uno en el arma y otros dos en el portacargador de la pistolera que fijo a la pierna derecha, con dos correas.
- ¡Armas! ? exclama el doctor de la silla de ruedas con desagrado -, intentar solucionar este problema con armas, es como intentar apagar un incendio con una llave inglesa.
Puede que no le falte razón, pero al ver una pistola de dardos, empieza a gestarse una idea que deja a mi interlocutor en segundo plano. El armero, que sigue mi mirada, explica con fastidio.
- Es una pistola de dardos sedantes.
La tomo y la saco de un estuche, que contiene media docena de dardos.
- Puede que la personalidad a rescatar, se encuentre confusa y asustada ? explico para no revelar mis auténticas intenciones -, como el factor tiempo será crucial, puede que tenga que sedarle.
El hombretón que no debe ser tan tonto como pensaba se rasca la calva mientras argumenta con escepticismo.
- Cargar con un tipo inconsciente también puede retrasaros más, que si le obligáis a correr a punta de pistola.
- Es una vergüenza que estéis planeando el secuestro de un hombre de ciencia.
- ¡Es un rescate! ? intervengo con fastidio ? y incluso puede que acceda a acompañarnos por voluntad propia.
Mientras los dos hombres discuten, introduzco la gran pistola lanza dardos en una segunda pistolera sujeta en mi pierna izquierda y introduzco cuatro dardos en el porta cargadores.
- Si vais a asaltar un edificio ? comenta el armero -, probablemente te interesará un subfusil. Tengo varios Mp-5 preparados.
Pero ignorándole, me dirijo hasta la zona de los fusiles de asalto y ignorando los mordernos modelos de armas occidentales, tomo un Aks-74U. Un arma de diseño similar al AK-74 de dimensiones más reducidas y culata plegable de origen búlgaro.
- ¿Puedes añadirle un visor de punto rojo? ? pregunto.
El hombre asiente con la cabeza mientras me mira como si fuera un extraterrestre, mientras tomo dos porta cargadores dobles.
- ¿Tienes munición del siete sesenta y dos por treinta y nueve trazadora?.
El armero niega con la cabeza.
- Sólo munición blindada de origen soviético ? responde el hombretón -, no es un arma muy popular entre los muchachos.
Eso me hace pensar que nunca han considerado la posibilidad, de ?quedarse tirados? durante una misión. De haberlo echo, hubieran sido más propensos a escoger un arma para la que encontraran abundante munición y por lo que he visto ahí afuera, los calibre soviéticos de armas fabricadas a bajo coste en china, es lo que impone la moda.
- Me las apañaré entonces con cinco cargadores de munición blindada.
- Creí que sería una operación de rescate rápida ? comenta el minusvalido doctor -, ¿para que tanta munición?.
- Más vale que sobre que no que falte.
Para sorpresa de los dos hombres, que debían pensar que ya había terminado de equiparme, me dirijo hacia la zona donde veo varias escopetas de combate. Antes de que puedan decir nada comento.
- Puede que encuentre alguna puerta cerrada.
Escojo por su peso (cerca de cuatro quilos) una Spas-12 que cargo con cuatro proyectiles ?revienta puertas? y con 4 proyectiles de plástico no letales. Como no quiero cargar más de la cuenta, no tomo más munición.
A todo ese equipo, aun añado un pequeño botiquín de primeros auxilios y un pequeño y ligero cuchillo de combate, que de verdad espero no tener que utilizar y un par de granadas cegadoras. Pensaba coger también un par de granadas de fragmentación y alguna pequeña carga explosiva por si tengo que volar alguna puerta blindada (algo que considero muy probable). Pero como veo que mi movilidad está ya bastante mermada, prefiero que sean los hombres de ?acusica? los que se encarguen de hacer de ?mula de carga?.
Cuando estoy ultimando los detalles, para la recogida del armamento (ya que no pienso cargar con él hasta la hora del embarque), el doctor Rodríguez se mira al reloj y saca un pequeño inyectable de su bolsillo.
- Hora de la siguiente dosis.
La verdad, es que mi cabeza se estaba despejando bastante, pero la herida hace rato que me escuece de un modo infernal. También debo reconocer, que echo un poco de menos al cabrón paranoico. Es como ese dolor sordo de una herida que sigues hurgando de un modo inconsciente. Supongo, que en el fondo, todos tenemos algo de masoquista... o puede que sólo sea cosa mía. En cualquier caso, empiezo a remangarme la manga. Durante el proceso, me parece captar un ligero titubeo en el doctor... una pequeña vacilación. Justo cuando estoy a punto de preguntar si algo anda mal, el hombre presiona el pequeño inyectable y me inyecta el coctel de substancias que debería frenar la infección que avanza por mi organismo.
- Toma esta tercera dosis ? dice el hombre -, si todo sale como tenéis previsto, deberías estar aquí para entonces, pero como tu mismo dices, nunca se sabe.
Cojo el inyectable y me las apaño para guardarlo en el pequeño minibotiquin de mi cinturón.
Una vez más, el armero impide que vea los números que abren la puerta de la armeria. En cuanto me encuentro fuera, el doctor me recomienda que coma algo. Curiosamente, aunque debería estar hambriento, me siento incapaz de ingerir nada. Puede que sea por los nervios... o quizás sea cosa de la infección. En cualquier caso, insisto en que quiero dormir algo antes de embarcar y soy conducido a una pequeña habitación con aspecto de celda.
Una vez me quedo a solas y después de buscar cámaras de vigilancia, extraigo uno de los dardos narcotizantes y después de verter su contenido en el suelo, lo relleno con el líquido del inyectable que se supone anclará al líder en el cuerpo físico que ocupe en ese momento. El dardo tiene unas pequeñas plumas de color morado, pero como veo que el arma, que va accionada por gas, cuenta con un seguro, me arriesgo a cargarlo ya, no sea que lo pierda.
Una vez realizado ese proceso, apago la luz y la habitación queda completamente a oscuras. Me tiendo en el camastro mirando hacia un techo que no alcanzo a ver. A la espera de un sueño, que no creo que llegue.
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
-
Korvec
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Capítulo XLIII
?El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos?
-- William Shakespeare --
El tiempo transcurre, mientras yo voy echando una serie de cortos sueñecitos. A las once de la noche, me levanto de la cama con la cabeza bastante espesa y molestos dolores musculares.
Me dirijo al gran cuarto de baño y aunque tenía intención de darme una ducha, me siento cansado y descompuesto, por lo que me limito a refrescarme el rostro y a sentarme unos minutos en la taza del retrete.
Aunque he evitado pensar en el tema, ahora que el plan va a ponerse en marcha, no puedo dejar de preguntarme quien será el traidor. Estoy casi seguro, de que Gabriel lo sabe, pero ¿por qué no me diría quien es?. Quizás sea otro de sus sádicos jueguecitos. Pero si por ejemplo, es el piloto, aunque el rescate tenga éxito, no tiene más que estrellar el aparato, para acabar de un plumazo conmigo, con la vacuna y con su inventor. Si por ejemplo se trata de ?acusica?... mejor no pensar en ello.
Cuando llego a la armería, veo que el alopécico armero, ha cumplido con su parte y ha instalado un visor de punto rojo en mi arma. Recojo todo el equipo y me dirijo hacia el pequeño helipuerto. Por el camino, soy interceptado por un muchacho vestido con una impoluta bata de color blanco, que me informa de que mi compañero se encuentra totalmente fuera de peligro. Tardo un par de segundos, en comprender que se refiere a ?hoax?. Después de tantos desvelos por salvar su puerco pellejo, voy y me olvido por completo de él.
- Gracias por la información ? respondo.
- Si quiere puede pasar a verle brevemente.
- Quizás cuando vuelva.
Sigo caminando dejando atrás al galeno, que quizás se haya quedado un tanto sorprendido por mi frialdad.
Llego junto al helicóptero apenas diez minutos antes de la media noche. ?Acusica? y sus muchachos, ya se encuentran allí realizando las últimas comprobaciones del equipo. No se trata de un grupo demasiado nutrido, apenas un par de escuadras. Por lo que veo, esta vez volaremos sin copiloto. Toda la tripulación del aparato, un modelo militar Super Puma, que ha sido repintado de un color negro mate, se limita al piloto y un artillero.
- Veo que finalmente te has decido a venir ? me espeta ?acusica?.
- Soy el alma de la fiesta ? respondo intentando relajar el tenso ambiente -, por lo menos de esta.
Mi respuesta, lejos de producir el efecto deseado, provoca más muecas de desaprobación que sonrisas. Mientras ?acusica?, termina de explicar el plan de acción, me dedico a examinar a ?los muchachos?, mientras me pregunto quien puede ser el topo.
Reconozco en el tipo delgado de ojos caros, al sanitario. Su cara de rasgos alargados, me devuelve el escrutinio y sospecho que anda calculando cuanto voy a durar. El hombre de su derecha, no medirá mucho más de metro y medio, pero su recia constitución, hace que el contraste con su compañero, sea casi cómica. Por lo que veo, ese tapón es el encargado de los explosivos, así que de verdad espero que sepa lo que hace.
A la izquierda de ?acusica?, veo a la otra escuadra formada por un tipo de aspecto vulgar, que se dedica a juguetear nerviosamente con la palanca de selección de disparo de su arma. Un poco más allá, reconozco a otro de los hombres que participaron en el rescate de la noche anterior. El tipo, me hace entrega de un pequeño aparato de radio de última generación, que tiene que ayudarme a colocarme y que por lo que me explica, se activa por la vibración de laringe, lo que nos dejará las manos libres para otros menesteres.
Desde luego, por equipo no será. Aparte del armamento individual en el que veo un claro predominio de subfusiles Mp-5SD3, escogidos probablemente por llevar un silenciador incorporado. Todo el mundo va equipado con equipos de visión nocturna. Pero aun y así, nosotros sólo seremos seis. Doy por echo, que se trata de los mejores hombres de ?acusica?, pero eso no cambia el echo, de que seremos una fuerza muy reducida, por lo que nuestro éxito, dependerá sobretodo de la confusión y de la rapidez.
Una vez terminadas las comprobaciones de equipo y resumido el plan de acción, ?acusica? pregunta si alguien tiene alguna duda. En las películas de acción, esto suele hacerse en marcha a bordo del aparato. Pero en la vida real, suele ser complicado comunicarse con el estruendo del rotor, por lo que lo mejor, es asegurarse de que todo ha quedado claro antes de subir al helicóptero.
El plan de acción, como suelen ser la mayoría de planes buenos, es muy simple en la práctica... aunque no me cabe la menor duda, de que se complicará durante la ejecución. Este helicóptero, nos dejará sobre el tejado del edificio objetivo (que aun no he desvelado). Como el tiempo es crítico, en lugar de posarse, el aparato permanecerá estacionario el tiempo justo para que bajemos en rappel, mientras el artillero nos cubre con la multituvo.
Una vez en tierra, el helicóptero regresará a la base, mientras el otro piloto (el que ayer ejercía funciones de copiloto), sale con un segundo aparato desde la base para recogernos. Para cuando este segundo aparato, legue a la zona, tenemos que haber encontrado al objetivo y una zona en la que sea posible posarse, que iluminaremos con luces estroboscopias para señalizarla. El objetivo se encuentra casi al límite de la autonomía de vuelo entre ida y vuelta, por lo que si cuando llegue ?el pájaro?, no encuentra la zona de aterrizaje, permanecerá sobre la zona los pocos minutos que su autonomía de vuelo le permita y regresará. De igual forma, si alguien no se encuentra en la zona en el momento de la recogida, tendrá que buscarse la vida.
Como no disponemos de depósitos auxiliares y el peso calculado de los ocho hombres más el equipo y armamento es de cerca de 800 quilos, tendremos una autonomía de poco más de dos horas, de sobras para ir y volver. En cuanto a la vuelta... todo dependerá de cuantos seamos los que volvamos. Pero disponemos de menos de una hora, para asaltar el edificio, encontrar al objetivo, evacuar la zona y encontrar una zona de aterrizaje. Lo peor del caso, es que no tengo ni idea de donde se encuentra situado el hospital Raymond Poincare... y por descontado, tampoco puedo decirle a ?acusica? que él y sus hombres, van a jugarse el pellejo por una información que me proporcionó una entidad que se cree una diosa, durante un sueño. Lo que significa, que independientemente de lo complejo que resulte el asalto, si resulta estar en una zona urbana... no lo quiero ni pensar.
Como nadie hace preguntas, embarcamos en el helicóptero. El piloto, pone en marcha el rotor del aparato y dedica una mirada hacia ?Acusica?. Este toma una PDA y me pregunta:
- ¿Hacia donde?.
- Lo tienen en el Hospital Raymond Poincare.
- ¿ Por donde está eso más o menos?.
- En París.
?Acusica? me mira fijamente, pero finalmente opta por ponerse a trastear en la PDA. Al cabo de un par de minutos ¡ exclama!:
- ¡Aquí!.
Todos, nos asomamos a la pequeña pantalla.
- ¡ Mierda! ? farfullo por lo bajo.
Esperaba encontrarme un edificio cuadrado, pero el lugar es gigantesco. Lejos de ser el típico hospital de la seguridad social, eso parece un gigantesco centro de investigación.
- Este será el punto de extracción ? indica ?acusica?.
Su dedo, señala un pequeño campo o parque, que se encuentra junto a lo que parece un lago... lo malo, es que ha tenido que mover un par de pantallas hacia abajo y hacia la derecha... no parece mucha distancia en esa pantallita... pero me consta, que puede resultar como correr una jodida maratón, en según que condiciones. Espero que el doctor de marras, pueda moverse deprisa.
Después de pasarle la PDA al piloto, empezamos a ganar altura. Esta vez, nadie me venda los ojos. ?Acusica? se sienta a mi lado.
- Tienes mala cara ? me grita.
Supongo que la tendré peor dentro de poco a menos que esto salga bien. Como no respondo, el añade:
- ¡Me alegro de que nos acompañes!.
Eso si que es una novedad.
- ¿De verdad?.
- Por supuesto ? añade elevando aun más el tono de voz -. El lugar parece demasiado grande para una operación de este tipo a menos que sepamos exactamente hacia donde dirigirnos.
Mi estómago me da una desagradable punzada, cuando comprendo que pretenden que les guíe.
- Pero te advierto ? el tono de ?acusica? se endurece de repente -, que si esto resulta ser una de tus jugarretas, me aseguraré de que no salgas vivo de esta.
Asiento con la cabeza, como si conociera toda la información que se supone debo conocer. ?Acusica?, cree que se está agarrando a un clavo ardiendo. Pero yo me agarro más bien a una aguja incandescente. Si no fuera, porque ahora sé que no serviría de gran cosa, este sería un buen momento para empezar a rezar.
?El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos?
-- William Shakespeare --
El tiempo transcurre, mientras yo voy echando una serie de cortos sueñecitos. A las once de la noche, me levanto de la cama con la cabeza bastante espesa y molestos dolores musculares.
Me dirijo al gran cuarto de baño y aunque tenía intención de darme una ducha, me siento cansado y descompuesto, por lo que me limito a refrescarme el rostro y a sentarme unos minutos en la taza del retrete.
Aunque he evitado pensar en el tema, ahora que el plan va a ponerse en marcha, no puedo dejar de preguntarme quien será el traidor. Estoy casi seguro, de que Gabriel lo sabe, pero ¿por qué no me diría quien es?. Quizás sea otro de sus sádicos jueguecitos. Pero si por ejemplo, es el piloto, aunque el rescate tenga éxito, no tiene más que estrellar el aparato, para acabar de un plumazo conmigo, con la vacuna y con su inventor. Si por ejemplo se trata de ?acusica?... mejor no pensar en ello.
Cuando llego a la armería, veo que el alopécico armero, ha cumplido con su parte y ha instalado un visor de punto rojo en mi arma. Recojo todo el equipo y me dirijo hacia el pequeño helipuerto. Por el camino, soy interceptado por un muchacho vestido con una impoluta bata de color blanco, que me informa de que mi compañero se encuentra totalmente fuera de peligro. Tardo un par de segundos, en comprender que se refiere a ?hoax?. Después de tantos desvelos por salvar su puerco pellejo, voy y me olvido por completo de él.
- Gracias por la información ? respondo.
- Si quiere puede pasar a verle brevemente.
- Quizás cuando vuelva.
Sigo caminando dejando atrás al galeno, que quizás se haya quedado un tanto sorprendido por mi frialdad.
Llego junto al helicóptero apenas diez minutos antes de la media noche. ?Acusica? y sus muchachos, ya se encuentran allí realizando las últimas comprobaciones del equipo. No se trata de un grupo demasiado nutrido, apenas un par de escuadras. Por lo que veo, esta vez volaremos sin copiloto. Toda la tripulación del aparato, un modelo militar Super Puma, que ha sido repintado de un color negro mate, se limita al piloto y un artillero.
- Veo que finalmente te has decido a venir ? me espeta ?acusica?.
- Soy el alma de la fiesta ? respondo intentando relajar el tenso ambiente -, por lo menos de esta.
Mi respuesta, lejos de producir el efecto deseado, provoca más muecas de desaprobación que sonrisas. Mientras ?acusica?, termina de explicar el plan de acción, me dedico a examinar a ?los muchachos?, mientras me pregunto quien puede ser el topo.
Reconozco en el tipo delgado de ojos caros, al sanitario. Su cara de rasgos alargados, me devuelve el escrutinio y sospecho que anda calculando cuanto voy a durar. El hombre de su derecha, no medirá mucho más de metro y medio, pero su recia constitución, hace que el contraste con su compañero, sea casi cómica. Por lo que veo, ese tapón es el encargado de los explosivos, así que de verdad espero que sepa lo que hace.
A la izquierda de ?acusica?, veo a la otra escuadra formada por un tipo de aspecto vulgar, que se dedica a juguetear nerviosamente con la palanca de selección de disparo de su arma. Un poco más allá, reconozco a otro de los hombres que participaron en el rescate de la noche anterior. El tipo, me hace entrega de un pequeño aparato de radio de última generación, que tiene que ayudarme a colocarme y que por lo que me explica, se activa por la vibración de laringe, lo que nos dejará las manos libres para otros menesteres.
Desde luego, por equipo no será. Aparte del armamento individual en el que veo un claro predominio de subfusiles Mp-5SD3, escogidos probablemente por llevar un silenciador incorporado. Todo el mundo va equipado con equipos de visión nocturna. Pero aun y así, nosotros sólo seremos seis. Doy por echo, que se trata de los mejores hombres de ?acusica?, pero eso no cambia el echo, de que seremos una fuerza muy reducida, por lo que nuestro éxito, dependerá sobretodo de la confusión y de la rapidez.
Una vez terminadas las comprobaciones de equipo y resumido el plan de acción, ?acusica? pregunta si alguien tiene alguna duda. En las películas de acción, esto suele hacerse en marcha a bordo del aparato. Pero en la vida real, suele ser complicado comunicarse con el estruendo del rotor, por lo que lo mejor, es asegurarse de que todo ha quedado claro antes de subir al helicóptero.
El plan de acción, como suelen ser la mayoría de planes buenos, es muy simple en la práctica... aunque no me cabe la menor duda, de que se complicará durante la ejecución. Este helicóptero, nos dejará sobre el tejado del edificio objetivo (que aun no he desvelado). Como el tiempo es crítico, en lugar de posarse, el aparato permanecerá estacionario el tiempo justo para que bajemos en rappel, mientras el artillero nos cubre con la multituvo.
Una vez en tierra, el helicóptero regresará a la base, mientras el otro piloto (el que ayer ejercía funciones de copiloto), sale con un segundo aparato desde la base para recogernos. Para cuando este segundo aparato, legue a la zona, tenemos que haber encontrado al objetivo y una zona en la que sea posible posarse, que iluminaremos con luces estroboscopias para señalizarla. El objetivo se encuentra casi al límite de la autonomía de vuelo entre ida y vuelta, por lo que si cuando llegue ?el pájaro?, no encuentra la zona de aterrizaje, permanecerá sobre la zona los pocos minutos que su autonomía de vuelo le permita y regresará. De igual forma, si alguien no se encuentra en la zona en el momento de la recogida, tendrá que buscarse la vida.
Como no disponemos de depósitos auxiliares y el peso calculado de los ocho hombres más el equipo y armamento es de cerca de 800 quilos, tendremos una autonomía de poco más de dos horas, de sobras para ir y volver. En cuanto a la vuelta... todo dependerá de cuantos seamos los que volvamos. Pero disponemos de menos de una hora, para asaltar el edificio, encontrar al objetivo, evacuar la zona y encontrar una zona de aterrizaje. Lo peor del caso, es que no tengo ni idea de donde se encuentra situado el hospital Raymond Poincare... y por descontado, tampoco puedo decirle a ?acusica? que él y sus hombres, van a jugarse el pellejo por una información que me proporcionó una entidad que se cree una diosa, durante un sueño. Lo que significa, que independientemente de lo complejo que resulte el asalto, si resulta estar en una zona urbana... no lo quiero ni pensar.
Como nadie hace preguntas, embarcamos en el helicóptero. El piloto, pone en marcha el rotor del aparato y dedica una mirada hacia ?Acusica?. Este toma una PDA y me pregunta:
- ¿Hacia donde?.
- Lo tienen en el Hospital Raymond Poincare.
- ¿ Por donde está eso más o menos?.
- En París.
?Acusica? me mira fijamente, pero finalmente opta por ponerse a trastear en la PDA. Al cabo de un par de minutos ¡ exclama!:
- ¡Aquí!.
Todos, nos asomamos a la pequeña pantalla.
- ¡ Mierda! ? farfullo por lo bajo.
Esperaba encontrarme un edificio cuadrado, pero el lugar es gigantesco. Lejos de ser el típico hospital de la seguridad social, eso parece un gigantesco centro de investigación.
- Este será el punto de extracción ? indica ?acusica?.
Su dedo, señala un pequeño campo o parque, que se encuentra junto a lo que parece un lago... lo malo, es que ha tenido que mover un par de pantallas hacia abajo y hacia la derecha... no parece mucha distancia en esa pantallita... pero me consta, que puede resultar como correr una jodida maratón, en según que condiciones. Espero que el doctor de marras, pueda moverse deprisa.
Después de pasarle la PDA al piloto, empezamos a ganar altura. Esta vez, nadie me venda los ojos. ?Acusica? se sienta a mi lado.
- Tienes mala cara ? me grita.
Supongo que la tendré peor dentro de poco a menos que esto salga bien. Como no respondo, el añade:
- ¡Me alegro de que nos acompañes!.
Eso si que es una novedad.
- ¿De verdad?.
- Por supuesto ? añade elevando aun más el tono de voz -. El lugar parece demasiado grande para una operación de este tipo a menos que sepamos exactamente hacia donde dirigirnos.
Mi estómago me da una desagradable punzada, cuando comprendo que pretenden que les guíe.
- Pero te advierto ? el tono de ?acusica? se endurece de repente -, que si esto resulta ser una de tus jugarretas, me aseguraré de que no salgas vivo de esta.
Asiento con la cabeza, como si conociera toda la información que se supone debo conocer. ?Acusica?, cree que se está agarrando a un clavo ardiendo. Pero yo me agarro más bien a una aguja incandescente. Si no fuera, porque ahora sé que no serviría de gran cosa, este sería un buen momento para empezar a rezar.
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
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Capítulo XLIV
?El sabio puede sentarse en un hormiguero, pero sólo el necio se queda sentado en él?
-- Proverbio Chino--
El sonido del rotor, no hace gran cosa por mejorar mi zumbante dolor de cabeza. La PDA de ?acusica?, va pasando de manos y todos hacemos lo posible por memorizar la posición de los edificios y sobretodo, referencias para llegar hasta el punto de extracción. Lo malo, es que después de trastear un poco, veo otro lago a la izquierda, por no mencionar, que en medio de la noche, será complicado orientarse correctamente. Lo mejor, será permanecer juntos e improvisar un punto de recogida donde se pueda. En cualquier caso, me preocuparé de ello cuando sea el momento. Ahora mismo, mi principal preocupación, es localizar al doctor Joseph Renard. Supongo, que lo tendrán custodiado en la zona inferior. Lo mejor, será capturar a algún guardia para interrogarle.
Doy una fugaz mirada al reloj. Llevamos poco más de cuarenta minutos de vuelo. Será mejor, que el piloto vaya encontrando una zona de descenso. Si nos deja demasiado cerca del hospital, alertaremos a la guardia, pero si nos deja demasiado lejos, perderemos demasiado tiempo en llegar al objetivo y se multiplicarán las posibilidades de encontrarnos con problemas.
- ¡Un minuto! ? grita ?acusica?.
Todos comprueban las armas. También yo lo hago, aunque tal y como acordamos antes de embarcar, a menos que nos descubran, sólo los que disponen de subfusiles con silenciador integrado, están autorizados a abrir fuego. El artillero, prepara su ametralladora multituvo. Pero si tienen que utilizarla, las probabilidades de que esto salga bien, descenderán a marchas forzadas, ya que gran parte del éxito, depende de que consigamos llegar hasta el hospital sin ser detectados.
El helicóptero se estabiliza y dos tipos abren el portón lateral y lanzan las cuerdas. Ya es la una de la madrugada y la noche es oscura como boca de lobo. Los dos primeros hombres, conectan sus aparatos de visión nocturna y inician el descenso Al cabo de unos segundos, le sigue el siguiente binomio.
- ¡ Vamos ! ? me apremia ?acusica?.
Activo la visión nocturna y el mundo adquiere un tono verdoso. Mi corazón se acelera y una fuerte sensación de vértigo, repta por mi cuerpo mientras desciendo por la cuerda. Probablemente, mi aterrizaje es el más chapucero de todos y apunto estoy de caer de culo cuando toco tierra, pero por lo menos sigo de una pieza.
?Acusica?, desciende impecablemente, mientras sus hombres se abren cubriendo los cuatro puntos cardinales. Nos encontramos en lo que parece una calle principal, que por lo que recuerdo del PDF, debe ser el famoso boulevard que conduce hasta nuestro objetivo.
Ha habido suerte. De momento, nadie nos ataca, por lo que el helicóptero, se limita a ganar altura antes de iniciar el vuelo de regreso. Acusica pone en marcha un cronómetro de su reloj en el que se inicia una cuenta atrás. Tenemos aproximadamente cincuenta minutos, así que será mejor que nos demos prisa.
?Acusica?, se pone a trastear con una brújula y la PDA. Supongo que asegurándose de que se encuentra bien orientado. Al cabo de unos segundos, nos indica mediante una serie de gestos, que avancemos en la dirección indicada con un despliegue en cuña. El tipo que me ayudó a colocarme el aparato de radio avanza con su compañero a la cabeza. Algo retrasados y a la derecha del boulevard, les siguen el sanitario y el enano de los explosivos, binomio al que acabo de bautizar como ?duo sacapuntas?. Finalmente, al otro lado, ?acusica? y yo formamos el tercer binomio.
Nos movemos a paso vivo pero sin correr. La zona apesta a muerte y no es para menos. El camino está sembrado de cuerpos acribillados a tiros. Algunos han sido eliminados con bastante precisión y apenas muestran una herida de bala en la cabeza. Pero la mayoría, muestra los inconfundibles destrozos de un arma automática de grueso calibre y explosivos.
El sonido de un motor al ponerse en marcha y el destello de un foco, nos sobresalta. Nos dispersamos y ocultamos lo mejor que podemos, mientras el vehículo se aproxima lentamente, barriendo la zona con un potente foco, que todos evitamos mirar.
Me coloco tras los restos de lo que en su momento fue un quiosco de prensa y desactivo la visión nocturna. El foco hace un par de barridos por la zona, avanzando velocidad similar a la de un hombre avanzando a buen paso. El corazón casi parece que va a salírseme por la boca, cuando una mano fría como el hielo, se cierra alrededor de mi brazo. En medio de la oscuridad, a duras penas puedo distinguir una negra y mutilada silueta. Probablemente, uno de los muertos, no estaba del todo fiambre. Me libero de un brusco tirón, pero mi codo golpea contra la chapa metálica del quiosco y el foco, gira bruscamente para iluminar la zona. Reconozco el susurrante sonido de los silenciadores y la luz del foco, otorga rasgos a lo que hasta hace unos segundos, era sólo una oscura sombra.
El cadáver animado, sólo conserva un brazo y la mayor parte de sus piernas... por debajo de la rotula. Un espeso fluido entre blanco y amarillo, que supongo pertenece a su masa encefálica, es visible por una fea herida en su cabeza. Parece mentira, que semejante despojo aun pueda moverse, pero de alguna forma, el maltrecho monstruo aun tiene ganas de causar problemas. Le aparto propinándole una patada y me aproximo cautelosamente al vehículo.
Se trata de un largo descapotable tuneado con llamativos colorines, al que le han añadido un foco y una ametralladora M-60. Aunque tenía la esperanza, de poder sacarle algo de información alguno de sus ocupantes, los hombres de acusica han hecho gala de una letal eficiencia.
Nos reunimos junto al vehículo. ?el duo sacapuntas? me mira ahora con franca hostilidad, como si este incidente fuera culpa mía. Les ignoro y me centro en los cadáveres. Todos ellos son muchachos jóvenes, de entre catorce y dieciséis años, vestidos con sucias y llamativas prendas de colores. El interior del vehículo, está atestado de restos de comida, revistas porno, casquillos de bala, todo tipo de drogas y armas. Aparto a un lado el cuerpo del conductor.
- ¡¿Qué coño pretendes!? ? pregunta visiblemente molesto ?acusica? rompiendo el silencio.
- Si hay alguien mirando hacia aquí y ve que el vehículo no se mueve, empezará a extrañarse.
- ¡Mierda!.
Agarro el cuerpo del fallecido jovenzuelo y lo arrojo a un lado.
- Míralo por el lado bueno ? murmuro -, esto acelerará las cosas.
Doy por echo, que habrá personal de guardia, custodiando la entrada de la instalación. Pero en medio de esta oscuridad y si llegamos a bordo de su vehículo, será fácil pillarlos por sorpresa.
?Acusica? no ve el tema nada claro. Pero el tiempo pasa y aun nos queda mucha tela cortar. Así que no demasiado convencido, ordena a sus hombres que saquen los cadáveres y suban al vehículo.
?Acusica? se pone a los mandos del gran vehículo, mientras yo apago las gafas de visión nocturna y me encargo de manejar el potente foco.
Conducimos durante un par de minutos en la misma dirección que llevaba el vehículo antes del ?incidente?, antes de dar la vuelta y dirigirnos de regreso, en la dirección que nos interesa. Mientras nos acercamos, sigo accionando el foco y me arrepiento de no haber traído algún arma silenciada. Por suerte, los muchachos de ?acusica? parecen bastante efectivos. Supongo que serán la flor y nata de sus hombres... o los pocos en los que tiene confianza. Sea como sea, por lo menos parece que tienen puntería.
El conductor, aumenta la velocidad del vehículo y yo dirijo el foco al frente. Pronto llegamos hasta una barricada donde una pareja de muchachos, a los que me encargo de deslumbrar dirigiendo el foco hacia sus caras, me maldicen entre risas e insultos gritados en francés. Las risas cesan, en seco para ser substituidas por el silvante sonido de los silenciadores.
Apago el foco, vuelvo a encender la visión nocturna y bajo del vehículo. Mientras el segundo binomio, se ocupa de esconder los cuerpos, ?el dúo sacapuntas? vigilan la zona y ?acusica? se encarga de estacionar bajo una especie de porche, en el que vemos varios vehículos más, que incluyen todo tipo de pintorescos vehículos. Desde un vehículo blindado militar pintarrajeado con todo tipo de grafitis a una ambulancia adornada con cráneos y costillares, pasando por todo tipo de vehículos civiles adornados y artillados con un estilo que combina lo llamativo, lo ridículo y lo terrible a partes iguales.
Un metálico ruido a mi derecha, hace que centre mi atención en un pequeño edificio próximo. Me pego como una lapa a la pared y permanezco inmóvil. Se abre una puerta metálica y por ella aparece un bostezante muchacho, vestido con pantaloncitos cortos y una sucia camiseta con el logotipo de batman, que arrastra un fusil de asalto que lleva agarrado por el cañón.
El adormilado recién llegado, pasa prácticamente por mi lado, mientras avanza en dirección al puesto de guardia. Supongo que debe ser el relevo de la guardia, pero ¿dónde está el otro?. La guardia está compuesta por una pareja, por lo que un segundo centinela, debe estar en camino.
Aunque no veo a su compañero de fatigas, decido arriesgarme a capturarlo antes de que los hombres de ?acusica? lo ?escabechen?. Con un rápido y violento movimiento, le agarro por el cuello y le tapo la boca para impedir que grite. Para mi sorpresa y aunque el chaval no es gran cosa, se revuelve con sorprendente violencia y ferocidad. Me propina un doloroso pisotón y su codo se estrella contra la placa de cerámica de mi chaleco antibalas, lo que sin duda resulta más doloroso para él que para mi. Aprieto mi presa en su cuello, haciéndole gemir de dolor hasta que se calma y entonces le susurro:
- ¡ Silencio!.
¡Mierda!. Seguro que estos delincuentes juveniles, sólo hablan francés. Siento un punzante dolor en el ojo derecho, mientras estrujo mi cerebro para encontrar las palabras adecuadas.
- docteur Renard. ¿où est ? ? consigo preguntar.
El criajo mueve la cabeza a los lados en un claro signo de negación, lo que me produce una seria punzada en el estómago. ¿Y si todo fue un estúpido sueño?. ¿Me habrá mentido Discordia?.
El metálico estruendo de la puerta, anuncia su apertura. El jovenzuelo aprovecha que centro en ella mi atención, redobla sus esfuerzos por escapar, hundiendo sus dientes en mi mano, que apunto estoy de retirar de su boca. Pero como si grita estaremos jodidos, aprieto los dientes aguantando el dolor y aumento la presión hasta romperle el cuello, mientras le arrastro caminando de espaldas, para alejarme de la puerta.
Desde la esquina, veo como el que sale esta vez, es un adulto que parece salido de una película carcelaria. De momento, no parece muy despierto, pero eso no cambia el echo, de que parece un hueso realmente duro de roer. El cabrón medirá cerca de dos metros de músculo y tatuajes talegueros. Suelto el cuerpo de mi última víctima y agarro el cuchillo de combate, mientras me maldigo mentalmente por no haber pensado en algo tan crucial como un silenciador. De todos modos, esta medio dormido...
¡Mierda!.
El tipo se despierta de golpe, cuando pisa el arma de su joven compañero de guardia, que quedó abandonada en el suelo.
- ¡Malik! ? grita el.
- ¡A la mierda! ? murmuro yo.
Agarro el cuchillo por la hoja, echo el brazo atrás y luego violentamente hacia delante. La distancia que nos separa es de menos de diez metros, pero nunca he sido demasiado habilidoso arrojando cuchillos. El arma vuela y aunque mi objetivo no lo ve venir, pasa de largo zumbante junto a su oreja.
- ¡ Joder !- maldigo ahora en voz alta, mientras el hombretón, que me ha localizado, levanta su fusil de asalto.
La parte superior de su cabeza, prácticamente parece licuarse, cuando media docena de balas de nueve milímetros se estrellan contra ella.
- ¿Se puede saber que coño haces? ? pregunta ?acusica? visiblemente molesto.
- Intentar averiguar donde tienen a Renard.
Su rostro enrojece.
- ¡Dijiste que sabías donde estaba!.
- Y lo sé ? le corto -, sólo que de un modo general.
- ¡Joder! ? el hombre da una mirada al cronometro -, nos quedan treinta y cinco minutos.
- Entonces será mejor que movamos el culo.
Sin volverme para comprobar si me siguen, me dirijo por las sombras adyacentes a la pared, hacia lo que parece el edificio principal. Como suele decirse ?burro grande ande o no ande?.
?El sabio puede sentarse en un hormiguero, pero sólo el necio se queda sentado en él?
-- Proverbio Chino--
El sonido del rotor, no hace gran cosa por mejorar mi zumbante dolor de cabeza. La PDA de ?acusica?, va pasando de manos y todos hacemos lo posible por memorizar la posición de los edificios y sobretodo, referencias para llegar hasta el punto de extracción. Lo malo, es que después de trastear un poco, veo otro lago a la izquierda, por no mencionar, que en medio de la noche, será complicado orientarse correctamente. Lo mejor, será permanecer juntos e improvisar un punto de recogida donde se pueda. En cualquier caso, me preocuparé de ello cuando sea el momento. Ahora mismo, mi principal preocupación, es localizar al doctor Joseph Renard. Supongo, que lo tendrán custodiado en la zona inferior. Lo mejor, será capturar a algún guardia para interrogarle.
Doy una fugaz mirada al reloj. Llevamos poco más de cuarenta minutos de vuelo. Será mejor, que el piloto vaya encontrando una zona de descenso. Si nos deja demasiado cerca del hospital, alertaremos a la guardia, pero si nos deja demasiado lejos, perderemos demasiado tiempo en llegar al objetivo y se multiplicarán las posibilidades de encontrarnos con problemas.
- ¡Un minuto! ? grita ?acusica?.
Todos comprueban las armas. También yo lo hago, aunque tal y como acordamos antes de embarcar, a menos que nos descubran, sólo los que disponen de subfusiles con silenciador integrado, están autorizados a abrir fuego. El artillero, prepara su ametralladora multituvo. Pero si tienen que utilizarla, las probabilidades de que esto salga bien, descenderán a marchas forzadas, ya que gran parte del éxito, depende de que consigamos llegar hasta el hospital sin ser detectados.
El helicóptero se estabiliza y dos tipos abren el portón lateral y lanzan las cuerdas. Ya es la una de la madrugada y la noche es oscura como boca de lobo. Los dos primeros hombres, conectan sus aparatos de visión nocturna y inician el descenso Al cabo de unos segundos, le sigue el siguiente binomio.
- ¡ Vamos ! ? me apremia ?acusica?.
Activo la visión nocturna y el mundo adquiere un tono verdoso. Mi corazón se acelera y una fuerte sensación de vértigo, repta por mi cuerpo mientras desciendo por la cuerda. Probablemente, mi aterrizaje es el más chapucero de todos y apunto estoy de caer de culo cuando toco tierra, pero por lo menos sigo de una pieza.
?Acusica?, desciende impecablemente, mientras sus hombres se abren cubriendo los cuatro puntos cardinales. Nos encontramos en lo que parece una calle principal, que por lo que recuerdo del PDF, debe ser el famoso boulevard que conduce hasta nuestro objetivo.
Ha habido suerte. De momento, nadie nos ataca, por lo que el helicóptero, se limita a ganar altura antes de iniciar el vuelo de regreso. Acusica pone en marcha un cronómetro de su reloj en el que se inicia una cuenta atrás. Tenemos aproximadamente cincuenta minutos, así que será mejor que nos demos prisa.
?Acusica?, se pone a trastear con una brújula y la PDA. Supongo que asegurándose de que se encuentra bien orientado. Al cabo de unos segundos, nos indica mediante una serie de gestos, que avancemos en la dirección indicada con un despliegue en cuña. El tipo que me ayudó a colocarme el aparato de radio avanza con su compañero a la cabeza. Algo retrasados y a la derecha del boulevard, les siguen el sanitario y el enano de los explosivos, binomio al que acabo de bautizar como ?duo sacapuntas?. Finalmente, al otro lado, ?acusica? y yo formamos el tercer binomio.
Nos movemos a paso vivo pero sin correr. La zona apesta a muerte y no es para menos. El camino está sembrado de cuerpos acribillados a tiros. Algunos han sido eliminados con bastante precisión y apenas muestran una herida de bala en la cabeza. Pero la mayoría, muestra los inconfundibles destrozos de un arma automática de grueso calibre y explosivos.
El sonido de un motor al ponerse en marcha y el destello de un foco, nos sobresalta. Nos dispersamos y ocultamos lo mejor que podemos, mientras el vehículo se aproxima lentamente, barriendo la zona con un potente foco, que todos evitamos mirar.
Me coloco tras los restos de lo que en su momento fue un quiosco de prensa y desactivo la visión nocturna. El foco hace un par de barridos por la zona, avanzando velocidad similar a la de un hombre avanzando a buen paso. El corazón casi parece que va a salírseme por la boca, cuando una mano fría como el hielo, se cierra alrededor de mi brazo. En medio de la oscuridad, a duras penas puedo distinguir una negra y mutilada silueta. Probablemente, uno de los muertos, no estaba del todo fiambre. Me libero de un brusco tirón, pero mi codo golpea contra la chapa metálica del quiosco y el foco, gira bruscamente para iluminar la zona. Reconozco el susurrante sonido de los silenciadores y la luz del foco, otorga rasgos a lo que hasta hace unos segundos, era sólo una oscura sombra.
El cadáver animado, sólo conserva un brazo y la mayor parte de sus piernas... por debajo de la rotula. Un espeso fluido entre blanco y amarillo, que supongo pertenece a su masa encefálica, es visible por una fea herida en su cabeza. Parece mentira, que semejante despojo aun pueda moverse, pero de alguna forma, el maltrecho monstruo aun tiene ganas de causar problemas. Le aparto propinándole una patada y me aproximo cautelosamente al vehículo.
Se trata de un largo descapotable tuneado con llamativos colorines, al que le han añadido un foco y una ametralladora M-60. Aunque tenía la esperanza, de poder sacarle algo de información alguno de sus ocupantes, los hombres de acusica han hecho gala de una letal eficiencia.
Nos reunimos junto al vehículo. ?el duo sacapuntas? me mira ahora con franca hostilidad, como si este incidente fuera culpa mía. Les ignoro y me centro en los cadáveres. Todos ellos son muchachos jóvenes, de entre catorce y dieciséis años, vestidos con sucias y llamativas prendas de colores. El interior del vehículo, está atestado de restos de comida, revistas porno, casquillos de bala, todo tipo de drogas y armas. Aparto a un lado el cuerpo del conductor.
- ¡¿Qué coño pretendes!? ? pregunta visiblemente molesto ?acusica? rompiendo el silencio.
- Si hay alguien mirando hacia aquí y ve que el vehículo no se mueve, empezará a extrañarse.
- ¡Mierda!.
Agarro el cuerpo del fallecido jovenzuelo y lo arrojo a un lado.
- Míralo por el lado bueno ? murmuro -, esto acelerará las cosas.
Doy por echo, que habrá personal de guardia, custodiando la entrada de la instalación. Pero en medio de esta oscuridad y si llegamos a bordo de su vehículo, será fácil pillarlos por sorpresa.
?Acusica? no ve el tema nada claro. Pero el tiempo pasa y aun nos queda mucha tela cortar. Así que no demasiado convencido, ordena a sus hombres que saquen los cadáveres y suban al vehículo.
?Acusica? se pone a los mandos del gran vehículo, mientras yo apago las gafas de visión nocturna y me encargo de manejar el potente foco.
Conducimos durante un par de minutos en la misma dirección que llevaba el vehículo antes del ?incidente?, antes de dar la vuelta y dirigirnos de regreso, en la dirección que nos interesa. Mientras nos acercamos, sigo accionando el foco y me arrepiento de no haber traído algún arma silenciada. Por suerte, los muchachos de ?acusica? parecen bastante efectivos. Supongo que serán la flor y nata de sus hombres... o los pocos en los que tiene confianza. Sea como sea, por lo menos parece que tienen puntería.
El conductor, aumenta la velocidad del vehículo y yo dirijo el foco al frente. Pronto llegamos hasta una barricada donde una pareja de muchachos, a los que me encargo de deslumbrar dirigiendo el foco hacia sus caras, me maldicen entre risas e insultos gritados en francés. Las risas cesan, en seco para ser substituidas por el silvante sonido de los silenciadores.
Apago el foco, vuelvo a encender la visión nocturna y bajo del vehículo. Mientras el segundo binomio, se ocupa de esconder los cuerpos, ?el dúo sacapuntas? vigilan la zona y ?acusica? se encarga de estacionar bajo una especie de porche, en el que vemos varios vehículos más, que incluyen todo tipo de pintorescos vehículos. Desde un vehículo blindado militar pintarrajeado con todo tipo de grafitis a una ambulancia adornada con cráneos y costillares, pasando por todo tipo de vehículos civiles adornados y artillados con un estilo que combina lo llamativo, lo ridículo y lo terrible a partes iguales.
Un metálico ruido a mi derecha, hace que centre mi atención en un pequeño edificio próximo. Me pego como una lapa a la pared y permanezco inmóvil. Se abre una puerta metálica y por ella aparece un bostezante muchacho, vestido con pantaloncitos cortos y una sucia camiseta con el logotipo de batman, que arrastra un fusil de asalto que lleva agarrado por el cañón.
El adormilado recién llegado, pasa prácticamente por mi lado, mientras avanza en dirección al puesto de guardia. Supongo que debe ser el relevo de la guardia, pero ¿dónde está el otro?. La guardia está compuesta por una pareja, por lo que un segundo centinela, debe estar en camino.
Aunque no veo a su compañero de fatigas, decido arriesgarme a capturarlo antes de que los hombres de ?acusica? lo ?escabechen?. Con un rápido y violento movimiento, le agarro por el cuello y le tapo la boca para impedir que grite. Para mi sorpresa y aunque el chaval no es gran cosa, se revuelve con sorprendente violencia y ferocidad. Me propina un doloroso pisotón y su codo se estrella contra la placa de cerámica de mi chaleco antibalas, lo que sin duda resulta más doloroso para él que para mi. Aprieto mi presa en su cuello, haciéndole gemir de dolor hasta que se calma y entonces le susurro:
- ¡ Silencio!.
¡Mierda!. Seguro que estos delincuentes juveniles, sólo hablan francés. Siento un punzante dolor en el ojo derecho, mientras estrujo mi cerebro para encontrar las palabras adecuadas.
- docteur Renard. ¿où est ? ? consigo preguntar.
El criajo mueve la cabeza a los lados en un claro signo de negación, lo que me produce una seria punzada en el estómago. ¿Y si todo fue un estúpido sueño?. ¿Me habrá mentido Discordia?.
El metálico estruendo de la puerta, anuncia su apertura. El jovenzuelo aprovecha que centro en ella mi atención, redobla sus esfuerzos por escapar, hundiendo sus dientes en mi mano, que apunto estoy de retirar de su boca. Pero como si grita estaremos jodidos, aprieto los dientes aguantando el dolor y aumento la presión hasta romperle el cuello, mientras le arrastro caminando de espaldas, para alejarme de la puerta.
Desde la esquina, veo como el que sale esta vez, es un adulto que parece salido de una película carcelaria. De momento, no parece muy despierto, pero eso no cambia el echo, de que parece un hueso realmente duro de roer. El cabrón medirá cerca de dos metros de músculo y tatuajes talegueros. Suelto el cuerpo de mi última víctima y agarro el cuchillo de combate, mientras me maldigo mentalmente por no haber pensado en algo tan crucial como un silenciador. De todos modos, esta medio dormido...
¡Mierda!.
El tipo se despierta de golpe, cuando pisa el arma de su joven compañero de guardia, que quedó abandonada en el suelo.
- ¡Malik! ? grita el.
- ¡A la mierda! ? murmuro yo.
Agarro el cuchillo por la hoja, echo el brazo atrás y luego violentamente hacia delante. La distancia que nos separa es de menos de diez metros, pero nunca he sido demasiado habilidoso arrojando cuchillos. El arma vuela y aunque mi objetivo no lo ve venir, pasa de largo zumbante junto a su oreja.
- ¡ Joder !- maldigo ahora en voz alta, mientras el hombretón, que me ha localizado, levanta su fusil de asalto.
La parte superior de su cabeza, prácticamente parece licuarse, cuando media docena de balas de nueve milímetros se estrellan contra ella.
- ¿Se puede saber que coño haces? ? pregunta ?acusica? visiblemente molesto.
- Intentar averiguar donde tienen a Renard.
Su rostro enrojece.
- ¡Dijiste que sabías donde estaba!.
- Y lo sé ? le corto -, sólo que de un modo general.
- ¡Joder! ? el hombre da una mirada al cronometro -, nos quedan treinta y cinco minutos.
- Entonces será mejor que movamos el culo.
Sin volverme para comprobar si me siguen, me dirijo por las sombras adyacentes a la pared, hacia lo que parece el edificio principal. Como suele decirse ?burro grande ande o no ande?.
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
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Korvec
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Capítulo XLV
?Cuando una medicina no hace daño deberíamos alegrarnos y no exigir además que sirva para algo?
-- Pierre Augustin de Beaumarchais --
Nunca pensé que echaría de menos al cabrón paranoico, pero mientras avanzo en dirección a la entrada del edificio principal, me siento terriblemente solo.
Las puertas acristaladas permanecen cerradas, pero no veo a nadie que las custodie. Supongo que eso es algo normal en una banda de narcotraficantes y delincuentes juveniles reconvertida. Aunque siento una pequeña punzada en el estómago, al pensar que quizás no sea aquí donde tienen al doctor.
Descarto la idea. Es inútil romperse la cabeza con ese tema. Disponemos de muy poco tiempo y no vamos a tener tiempo de registrarlo todo. Mi instinto, me dice que este es el edificio correcto y si no lo es... si no lo es a la mierda con el plan. No me marcharé de aquí sin lo que he venido a buscar.
Dos de los hombres de ?acusica?, regresan después de haber cortado todos los cables de corriente. Se supone, que las cámaras y alarmas, no pueden funcionar sin electricidad, pero no me cabe duda, de que un edificio como este debe contar con generadores de emergencia en algún lugar. El que no oigamos su zumbido no significa nada. Pueden estar situados en algún subterráneo y si cuentan con combustible para utilizar los vehículos, pueden mantener las alarmas activas durante la noche.
?Acusica? saca un spray de lo que supongo debe ser nitrógeno líquido y rocía generosamente la zona de la cerradura. Luego le propina una brutal patada, que destroza los cierres como si fueran de cristal al haber sido congelados. La puerta no era gran cosa, aunque es normal al ser esto un centro de investigación médica y no un banco.
El lugar apesta de un modo extraño. El hedor de la sangre, parece competir con el del desinfectante por ser el predominante. Aunque no
Bueno, ahora es cuando se anima la cosa. Suelto el mosquetón que fija la correa de las armas a mi cuerpo para que no vayan bailando con mis movimientos y suelto la escopeta, mientras avanzo hacia el gran mostrador de la entrada. Varias líneas de colores en el suelo, indican las direcciones relacionadas en un gran panel que se encuentra colgado en la pared. Lo malo, es que la visión nocturna me impide reconocer los colores, así que tengo que desconectarla y iluminar con una pequeña linterna, para descubrir que es la línea amarilla, la que tengo que seguir para llegar a la zona de investigación C, que según el mapa, es la que se encuentra en el piso inferior.
- ¿Seguro que es aquí donde lo tienen? ? susurra un ?acusica? que parece más escéptico con lo que estamos haciendo, a cada segundo que pasa.
Asiento con la cabeza.
- Pensé que encontraríamos más vigilancia.
¿Le parece poco?. Una patrulla exterior en vehículos y una guardia en la entrada. Teniendo en cuenta que este cotarro anda regentado por una panda de delincuentes indisciplinados. Seguro que la mayoría andan drogados, borrachos o peor. Pero a pesar de todo, no puedo evitar tener la sensación, de que esto está resultando demasiado fácil.
- ¿Cómo vamos de tiempo? ? pregunto a modo de respuesta.
- Veintiocho minutos.
- Habrá que apretar el ritmo.
Y sin decir más, me fijo en cual es la línea amarilla y volviendo a activar la visión nocturna, avanzo siguiéndola a paso vivo.
Mientras atravieso por lo que parecen varias salas de espera, me fijo en que por suelos y paredes, veo numerosas manchas de lo que supongo debe ser sangre, y múltiples impactos de bala, pero no veo ni un solo cuerpo, lo que implica que alguien se ha tomado la molestia de deshacerse de los cuerpos.
La línea que estoy siguiendo, tuerce a la derecha y yo la sigo por un largo corredor. Mientras el tiempo pasa, la sensación empieza a ser cada vez más mareante y la jodida línea del suelo, parece bailar por lo que tengo que detenerme para centrar la vista.
- ¿Qué pasa? ? susurra ?acusica? a mi espalda.
Estoy a punto de proseguir la marcha, cuando unas risas me llegan claramente desde nuestra derecha. Nos volvemos en esa dirección y veo el cartel que anuncia que se trata de los servicios. ?Acusica?, hace el típico gesto de rebanar el pescuezo al binomio que le sigue. Los dos tipos, asienten con la cabeza y caminan furtivamente en dirección a la puerta. El inconfundible aroma del hachís, entra en acción, empeorando el mareante hedor reinante.
Al cabo de unos segundos, uno de los hombres de acusica sale y levanta un pulgar indicando que ?todo está despejado?. El otro dice en voz baja:
- Tenían una petaca llena de gasoil.
Entonces estos eran los encargados de alimentar el grupo electrógeno, que decidieron hacer escala en el cagadero para fumarse unos ?leños?. Si hay alguien custodiando el grupo electrógeno y lo lógico es suponer que lo haya, antes o después empezarán a preocuparse. Pero teniendo en cuenta, que para ir bien, tendríamos que estar saliendo de aquí en menos de veinte minutos, no creo que eso sea una preocupación inmediata.
La línea se bifurca en dos. Como veo que una de las dos direcciones, lleva hasta unos grandes ascensores, que sin corriente eléctrica, no van a ir a ningún lado, me encamino hacia las escaleras, que se encuentran pringosas por toda la sangre que en ellas se ha derramado. Los peldaños se encuentran tan manchados, que durante un buen tramo, pierdo de vista la línea.
Al llegar abajo, la línea se bifurca en varias direcciones. Pero sólo en una, veo una gran cantidad de huellas sobre la sangre seca y pegajosa. Aunque no sea de miguitas de pan, un rastro es un rastro, así que me dispongo a seguirlo, moviéndome lo más silenciosamente posible.
Llevo girados dos pasillos a la derecha en pos de las huellas, sin el menor resultado. Ya estoy empezando a pensar, que el tiempo se nos acaba, cuando llega hasta mis oídos, el lejano sonido de unos ronquidos, que me hace aumentar el ritmo con renovadas esperanzas.
El cuadro es casi cómico. Los ronquidos pertenecen a un tipo bajo calvo y de aspecto grasiento, que se encuentra sentado despatarrado en una silla, con una escopeta de caza a un lado y un taburete que sostiene un cenicero atestado de colillas al otro. A su izquierda, veo una puerta metálica que parece requerir de un sistema electrónico para su apertura... lo cual es malo, ya que hemos cortado la electricidad. También es mala cosa para el ?calvo roncador? al que acabo de bautizar como ?tocinete?, ya que de funcionar la corriente, su pellejo tendría algún valor, pero en las actuales circunstancias.
El sanitario, se dispone a convertir a ?tocinete? en fiambre. Pero ?acusica? le detiene levantando la mano.
- Necesitaremos el código.
- Sin corriente no funcionará ? le recuerdo.
- Podemos restablecerla con...
- ¿Cuánto tiempo nos queda? ? le corto.
El hombre da una mirada a su reloj antes de anunciar:
- Quince minutos.
- No hay tiempo , tendremos que volarla.
El tipo bajito niega con la cabeza.
- Esta puerta es una mierda sería ? nos dice -, si el objetivo está dentro, podemos matarle.
?Tocinete? se despierta, pero se encuentra con el silenciador de un subfusil en plena cara y opta por tomárselo con calma.
Mierda. Restablecer la corriente, no sólo nos haría perder un tiempo precioso sino que dispararía todas las alarmas. Por otro lado, todo el mundo sabrá que estamos aquí en cuanto volemos la puerta y de nada nos servirá todo este despliegue de medios, si el tipo muere en la explosión.
- Catorce minutos ? dice ?acusica? -, tenemos que marcharnos ya.
Ni hablar. No me marcharé sin lo que he venido a buscar. Después de esto, no me cabe duda de que reforzaran la seguridad y mañana puede que ya no esté en condiciones de volver a intentarlo.
- Vuela la puta puerta ? ordeno.
- Yo no obedezco tus órdenes ? me espeta el tipo bajito.
Todos miramos a ?acusica? que es el que por lo que veo, tendrá la última palabra .
- Hazlo.
Vuelvo a fijar la escopeta con el mosquetón, tomo el fusil de asalto, le despliego la culata y acciono la palanca de montar, introduciendo una bala en la recámara, ya que el sigilo está a punto de irse a la mierda.
El tipo bajito, al que bautizo como ?pulgarcito?, se rasca la cabeza, se encoge de hombros y mascullando lo que supongo serán todo tipo de maldiciones en algún idioma extranjero, se pone a trastear con una pastilla de Semtex.
- Será mejor que os alejéis ? nos recomienda.
El tiempo pasa mientras ?pulgarcito? hace su parte. El segundo binomio, se encarga de vigilar a ?tocinete? que finalmente ha salvado el pellejo, mientras ?acusica? se mueve como un león enjaulado, mientras el cronometro sigue con su implacable marcha atrás.
Para mi sorpresa, la explosión no resulta tan atronadora como esperaba. Estoy temiéndome que no va a resultar insuficiente, pero para mi sorpresa, veo un gran boquete, en el lugar donde antes estaban las puertas metálicas.
?Acusica?, imparte órdenes a sus hombres, mientras yo me interno por el boquete.
Tengo que apagar la visión nocturna, ya que el lugar se encuentra completamente iluminado con unas pequeñas lámparas que proporcionan una potente luz alógena blanca. La mayor parte de la puerta, se encuentra empotrada contra lo que parece una estantería llena de muestras. Un hombrecillo de pelo grisáceo y descuidada barba de varios días, se mentiene oculto bajo una mesa metálica.
- El doctor Renard supongo ? digo con escasas esperanzas de que me conteste.
Por suerte, ?pulgarcito? debe ser hábil con lo suyo, ya que a diferencia de ?hoax? que se quedó sordo y casi fiambre después de mi último escarceo con los explosivos, este sólo parece aturdido y sobretodo asustado.
- ¿Qué es lo que quiere jovencito? ? me responde en castellano con una voz sorprendentemente chillona.
Sobre la mesa y por el suelo, veo varios inyectables de color verdoso brillante, que me recuerdan a las famosas jeringuillas de la película Re-Animator.
- ¿Ese es el famoso antídoto? ? pregunto mientras tomo uno y quito el protector de la aguja.
- ¡Mucho ojo con eso jovencito! ? me riñe él - ¿sabe cuanto he tardado en sintetizarlas?.
- ¿Mas de nueve meses?.
- ¡ Por supuesto que no!.
- En ese caso más tardó mi madre en sintetizarme a mi.
Y Sin más, me inyecto el contenido en el antebrazo izquierdo.
- ¡Espero que esté usted infectado! ? me riñe él -, porque estas son las cinco únicas muestras que quedan y no es fácil conseguir uranio hoy en día.
- ¿Uranio?.
- Sí, lo único capaz de acabar con la infección, es la radioactividad... pero no es fácil dar con una dosis lo bastante alta como para acabar con ella y que no mate al portador. No se imagina la de ... voluntarios que han muerto de un modo horrible, hasta que he conseguido dar con...
Puede que haya cambiado la infección por algún tipo de cáncer a medio plazo, pero ¿quién se preocupa de eso, cuando las probabilidades de sobrevivir una semana no son demasiado altas?.
La conocida voz de ?acusica? me llega desde el exterior de la sala.
- ¿A que coño esperáis?, ¡quedan menos de diez minutos!.
- ¡Vamos doc! ? nos marchamos.
El hombrecillo dirige una mirada al resto de inyectables que hay sobre la mesa.
- ¡Imposible! ? grita -. ¡No me marcharé sin mis notas sin mis muestras y...!.
- Ya lo creo que sí.
Me dispongo a dejarlo inconsciente propinándole un culatazo, cuando el hombrecillo se lleva los brazos a la cara y grita:
- ¡Está bien, está bien!. Iré con usted. Sólo déjeme tomar mis notas.
El tipo empieza a llenarse los bolsillos de papeles llenos de lo que parecen complejas fórmulas químicas o matemáticas.
Cuando sus bolsillos se llenan, coge una bolsa de plástico que aun contiene los restos de varios bocadillos, donde añade más papelazos y los famosos inyectables.
Los primeros gritos y tiroteos, empiezan a sonar demasiado cerca. Mientras ?acusica? nos maldice.
- Se acabo.
Agarro al doctor y como buenamente puedo, me lo cargo al hombro como si fuera un saco de patatas.
- ¡Bárbaro! ? grita él tipo mientras manotea sin soltar su bolsa.
Aunque el doctor Renard no debe pesar ni sesenta quilos, tengo que dejarle en el suelo en cuanto salimos de su celda / laboratorio. Activo de nuevo las gafas de visión nocturna y veo como el sanitario, se hace cargo de él.
- Esto pinta muy mal ? dice ?pulgarcito? -, esos cabrones se han hecho fuertes en la parte superior de la escalera.
- El helicóptero llegará en siete minutos ? dice ?acusica?.
El helicóptero no creo que nos espere más allá de diez minutos. Sea como sea, tenemos menos de un cuarto de hora para llegar al punto de extracción. No tengo demasiado claro como ni hacia donde. Pero de lo que no me cabe duda, es de que esto va a ser intenso.
?Cuando una medicina no hace daño deberíamos alegrarnos y no exigir además que sirva para algo?
-- Pierre Augustin de Beaumarchais --
Nunca pensé que echaría de menos al cabrón paranoico, pero mientras avanzo en dirección a la entrada del edificio principal, me siento terriblemente solo.
Las puertas acristaladas permanecen cerradas, pero no veo a nadie que las custodie. Supongo que eso es algo normal en una banda de narcotraficantes y delincuentes juveniles reconvertida. Aunque siento una pequeña punzada en el estómago, al pensar que quizás no sea aquí donde tienen al doctor.
Descarto la idea. Es inútil romperse la cabeza con ese tema. Disponemos de muy poco tiempo y no vamos a tener tiempo de registrarlo todo. Mi instinto, me dice que este es el edificio correcto y si no lo es... si no lo es a la mierda con el plan. No me marcharé de aquí sin lo que he venido a buscar.
Dos de los hombres de ?acusica?, regresan después de haber cortado todos los cables de corriente. Se supone, que las cámaras y alarmas, no pueden funcionar sin electricidad, pero no me cabe duda, de que un edificio como este debe contar con generadores de emergencia en algún lugar. El que no oigamos su zumbido no significa nada. Pueden estar situados en algún subterráneo y si cuentan con combustible para utilizar los vehículos, pueden mantener las alarmas activas durante la noche.
?Acusica? saca un spray de lo que supongo debe ser nitrógeno líquido y rocía generosamente la zona de la cerradura. Luego le propina una brutal patada, que destroza los cierres como si fueran de cristal al haber sido congelados. La puerta no era gran cosa, aunque es normal al ser esto un centro de investigación médica y no un banco.
El lugar apesta de un modo extraño. El hedor de la sangre, parece competir con el del desinfectante por ser el predominante. Aunque no
Bueno, ahora es cuando se anima la cosa. Suelto el mosquetón que fija la correa de las armas a mi cuerpo para que no vayan bailando con mis movimientos y suelto la escopeta, mientras avanzo hacia el gran mostrador de la entrada. Varias líneas de colores en el suelo, indican las direcciones relacionadas en un gran panel que se encuentra colgado en la pared. Lo malo, es que la visión nocturna me impide reconocer los colores, así que tengo que desconectarla y iluminar con una pequeña linterna, para descubrir que es la línea amarilla, la que tengo que seguir para llegar a la zona de investigación C, que según el mapa, es la que se encuentra en el piso inferior.
- ¿Seguro que es aquí donde lo tienen? ? susurra un ?acusica? que parece más escéptico con lo que estamos haciendo, a cada segundo que pasa.
Asiento con la cabeza.
- Pensé que encontraríamos más vigilancia.
¿Le parece poco?. Una patrulla exterior en vehículos y una guardia en la entrada. Teniendo en cuenta que este cotarro anda regentado por una panda de delincuentes indisciplinados. Seguro que la mayoría andan drogados, borrachos o peor. Pero a pesar de todo, no puedo evitar tener la sensación, de que esto está resultando demasiado fácil.
- ¿Cómo vamos de tiempo? ? pregunto a modo de respuesta.
- Veintiocho minutos.
- Habrá que apretar el ritmo.
Y sin decir más, me fijo en cual es la línea amarilla y volviendo a activar la visión nocturna, avanzo siguiéndola a paso vivo.
Mientras atravieso por lo que parecen varias salas de espera, me fijo en que por suelos y paredes, veo numerosas manchas de lo que supongo debe ser sangre, y múltiples impactos de bala, pero no veo ni un solo cuerpo, lo que implica que alguien se ha tomado la molestia de deshacerse de los cuerpos.
La línea que estoy siguiendo, tuerce a la derecha y yo la sigo por un largo corredor. Mientras el tiempo pasa, la sensación empieza a ser cada vez más mareante y la jodida línea del suelo, parece bailar por lo que tengo que detenerme para centrar la vista.
- ¿Qué pasa? ? susurra ?acusica? a mi espalda.
Estoy a punto de proseguir la marcha, cuando unas risas me llegan claramente desde nuestra derecha. Nos volvemos en esa dirección y veo el cartel que anuncia que se trata de los servicios. ?Acusica?, hace el típico gesto de rebanar el pescuezo al binomio que le sigue. Los dos tipos, asienten con la cabeza y caminan furtivamente en dirección a la puerta. El inconfundible aroma del hachís, entra en acción, empeorando el mareante hedor reinante.
Al cabo de unos segundos, uno de los hombres de acusica sale y levanta un pulgar indicando que ?todo está despejado?. El otro dice en voz baja:
- Tenían una petaca llena de gasoil.
Entonces estos eran los encargados de alimentar el grupo electrógeno, que decidieron hacer escala en el cagadero para fumarse unos ?leños?. Si hay alguien custodiando el grupo electrógeno y lo lógico es suponer que lo haya, antes o después empezarán a preocuparse. Pero teniendo en cuenta, que para ir bien, tendríamos que estar saliendo de aquí en menos de veinte minutos, no creo que eso sea una preocupación inmediata.
La línea se bifurca en dos. Como veo que una de las dos direcciones, lleva hasta unos grandes ascensores, que sin corriente eléctrica, no van a ir a ningún lado, me encamino hacia las escaleras, que se encuentran pringosas por toda la sangre que en ellas se ha derramado. Los peldaños se encuentran tan manchados, que durante un buen tramo, pierdo de vista la línea.
Al llegar abajo, la línea se bifurca en varias direcciones. Pero sólo en una, veo una gran cantidad de huellas sobre la sangre seca y pegajosa. Aunque no sea de miguitas de pan, un rastro es un rastro, así que me dispongo a seguirlo, moviéndome lo más silenciosamente posible.
Llevo girados dos pasillos a la derecha en pos de las huellas, sin el menor resultado. Ya estoy empezando a pensar, que el tiempo se nos acaba, cuando llega hasta mis oídos, el lejano sonido de unos ronquidos, que me hace aumentar el ritmo con renovadas esperanzas.
El cuadro es casi cómico. Los ronquidos pertenecen a un tipo bajo calvo y de aspecto grasiento, que se encuentra sentado despatarrado en una silla, con una escopeta de caza a un lado y un taburete que sostiene un cenicero atestado de colillas al otro. A su izquierda, veo una puerta metálica que parece requerir de un sistema electrónico para su apertura... lo cual es malo, ya que hemos cortado la electricidad. También es mala cosa para el ?calvo roncador? al que acabo de bautizar como ?tocinete?, ya que de funcionar la corriente, su pellejo tendría algún valor, pero en las actuales circunstancias.
El sanitario, se dispone a convertir a ?tocinete? en fiambre. Pero ?acusica? le detiene levantando la mano.
- Necesitaremos el código.
- Sin corriente no funcionará ? le recuerdo.
- Podemos restablecerla con...
- ¿Cuánto tiempo nos queda? ? le corto.
El hombre da una mirada a su reloj antes de anunciar:
- Quince minutos.
- No hay tiempo , tendremos que volarla.
El tipo bajito niega con la cabeza.
- Esta puerta es una mierda sería ? nos dice -, si el objetivo está dentro, podemos matarle.
?Tocinete? se despierta, pero se encuentra con el silenciador de un subfusil en plena cara y opta por tomárselo con calma.
Mierda. Restablecer la corriente, no sólo nos haría perder un tiempo precioso sino que dispararía todas las alarmas. Por otro lado, todo el mundo sabrá que estamos aquí en cuanto volemos la puerta y de nada nos servirá todo este despliegue de medios, si el tipo muere en la explosión.
- Catorce minutos ? dice ?acusica? -, tenemos que marcharnos ya.
Ni hablar. No me marcharé sin lo que he venido a buscar. Después de esto, no me cabe duda de que reforzaran la seguridad y mañana puede que ya no esté en condiciones de volver a intentarlo.
- Vuela la puta puerta ? ordeno.
- Yo no obedezco tus órdenes ? me espeta el tipo bajito.
Todos miramos a ?acusica? que es el que por lo que veo, tendrá la última palabra .
- Hazlo.
Vuelvo a fijar la escopeta con el mosquetón, tomo el fusil de asalto, le despliego la culata y acciono la palanca de montar, introduciendo una bala en la recámara, ya que el sigilo está a punto de irse a la mierda.
El tipo bajito, al que bautizo como ?pulgarcito?, se rasca la cabeza, se encoge de hombros y mascullando lo que supongo serán todo tipo de maldiciones en algún idioma extranjero, se pone a trastear con una pastilla de Semtex.
- Será mejor que os alejéis ? nos recomienda.
El tiempo pasa mientras ?pulgarcito? hace su parte. El segundo binomio, se encarga de vigilar a ?tocinete? que finalmente ha salvado el pellejo, mientras ?acusica? se mueve como un león enjaulado, mientras el cronometro sigue con su implacable marcha atrás.
Para mi sorpresa, la explosión no resulta tan atronadora como esperaba. Estoy temiéndome que no va a resultar insuficiente, pero para mi sorpresa, veo un gran boquete, en el lugar donde antes estaban las puertas metálicas.
?Acusica?, imparte órdenes a sus hombres, mientras yo me interno por el boquete.
Tengo que apagar la visión nocturna, ya que el lugar se encuentra completamente iluminado con unas pequeñas lámparas que proporcionan una potente luz alógena blanca. La mayor parte de la puerta, se encuentra empotrada contra lo que parece una estantería llena de muestras. Un hombrecillo de pelo grisáceo y descuidada barba de varios días, se mentiene oculto bajo una mesa metálica.
- El doctor Renard supongo ? digo con escasas esperanzas de que me conteste.
Por suerte, ?pulgarcito? debe ser hábil con lo suyo, ya que a diferencia de ?hoax? que se quedó sordo y casi fiambre después de mi último escarceo con los explosivos, este sólo parece aturdido y sobretodo asustado.
- ¿Qué es lo que quiere jovencito? ? me responde en castellano con una voz sorprendentemente chillona.
Sobre la mesa y por el suelo, veo varios inyectables de color verdoso brillante, que me recuerdan a las famosas jeringuillas de la película Re-Animator.
- ¿Ese es el famoso antídoto? ? pregunto mientras tomo uno y quito el protector de la aguja.
- ¡Mucho ojo con eso jovencito! ? me riñe él - ¿sabe cuanto he tardado en sintetizarlas?.
- ¿Mas de nueve meses?.
- ¡ Por supuesto que no!.
- En ese caso más tardó mi madre en sintetizarme a mi.
Y Sin más, me inyecto el contenido en el antebrazo izquierdo.
- ¡Espero que esté usted infectado! ? me riñe él -, porque estas son las cinco únicas muestras que quedan y no es fácil conseguir uranio hoy en día.
- ¿Uranio?.
- Sí, lo único capaz de acabar con la infección, es la radioactividad... pero no es fácil dar con una dosis lo bastante alta como para acabar con ella y que no mate al portador. No se imagina la de ... voluntarios que han muerto de un modo horrible, hasta que he conseguido dar con...
Puede que haya cambiado la infección por algún tipo de cáncer a medio plazo, pero ¿quién se preocupa de eso, cuando las probabilidades de sobrevivir una semana no son demasiado altas?.
La conocida voz de ?acusica? me llega desde el exterior de la sala.
- ¿A que coño esperáis?, ¡quedan menos de diez minutos!.
- ¡Vamos doc! ? nos marchamos.
El hombrecillo dirige una mirada al resto de inyectables que hay sobre la mesa.
- ¡Imposible! ? grita -. ¡No me marcharé sin mis notas sin mis muestras y...!.
- Ya lo creo que sí.
Me dispongo a dejarlo inconsciente propinándole un culatazo, cuando el hombrecillo se lleva los brazos a la cara y grita:
- ¡Está bien, está bien!. Iré con usted. Sólo déjeme tomar mis notas.
El tipo empieza a llenarse los bolsillos de papeles llenos de lo que parecen complejas fórmulas químicas o matemáticas.
Cuando sus bolsillos se llenan, coge una bolsa de plástico que aun contiene los restos de varios bocadillos, donde añade más papelazos y los famosos inyectables.
Los primeros gritos y tiroteos, empiezan a sonar demasiado cerca. Mientras ?acusica? nos maldice.
- Se acabo.
Agarro al doctor y como buenamente puedo, me lo cargo al hombro como si fuera un saco de patatas.
- ¡Bárbaro! ? grita él tipo mientras manotea sin soltar su bolsa.
Aunque el doctor Renard no debe pesar ni sesenta quilos, tengo que dejarle en el suelo en cuanto salimos de su celda / laboratorio. Activo de nuevo las gafas de visión nocturna y veo como el sanitario, se hace cargo de él.
- Esto pinta muy mal ? dice ?pulgarcito? -, esos cabrones se han hecho fuertes en la parte superior de la escalera.
- El helicóptero llegará en siete minutos ? dice ?acusica?.
El helicóptero no creo que nos espere más allá de diez minutos. Sea como sea, tenemos menos de un cuarto de hora para llegar al punto de extracción. No tengo demasiado claro como ni hacia donde. Pero de lo que no me cabe duda, es de que esto va a ser intenso.
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
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Korvec
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Capítulo XLVI
?La medicina es el arte de acompañar al sepulcro con palabras griegas.?
-- Enrique Jardiel Poncela --
Pronto queda claro, que aunque el entrar ha sido relativamente fácil, el salir va a ser una auténtica odisea.
La panda de traficantes reconvertidos, iluminan la escalera con sus potentes linternas y han llenado bidones con elementos inflamables, para iluminar la zona, lo que nos obligará a apagar la visión nocturna. Lo que convierte la escalera en un pasillo mortal.
?Pulgarcito?, le propina dos ostias dignas de un maestro de antaño a ?tocinete?. Mientras el aturdido sujeto balbucea súplicas en francés, el tipejo le introduce dos paquetes del tamaño de una pastilla de jabón. ?Tocinete? suplica por su vida mientras ?pulgarcito?, le encañona con su arma y le grita:
- ¡Corre!.
El pobre bastardo corre escaleras arriba gritando en francés que no le disparen. Ignoro si llegan a reconocerle. La cuestión, es que los tipos que se encuentran escaleras arriba con el dedo en el gatillo, abren fuego. ?Pulgarcito?, saca un espejo adosado a una varilla por el hueco de las escaleras.
- Maldición ? exclama -, ese puerco no ha llegado ni a media escalera.
Estoy acariciando la idea, de utilizar al doctor Rendard como escudo, cuando ?Pulgarcito? diciendo:
- Mejor eso que nada. Será mejor que os tapéis los oídos.
Mientras saca un pequeño mando similar, al que solía utilizarse habitualmente para abrir las puertas de los parkings.
- ¿No! - grita ?acusica? -. ¿Estás loco?. De nada servirá que nos despejes el camino si se hunde toda la escalera.
En la cara de ?pulgarcito? veo que opina que acaban de ?chafarle la diversión?. Pero a ?acusica? no le falta razón. Existen formas mucho más efectivas de encarar este tipo de situaciones. Agarro una de las granadas cegadoras, le quito el seguro y obviando el grito de ¡granada!, la arrojo hacía arriba por el hueco de la escalera, antes de cerrar los ojos y abrir la boca para evitar daños en los tímpanos.
El estruendo reverbera por todo el hueco de la escalera y nosotros, nos lanzamos al ataque escaleras arriba. Con el arma en fuego automático, disparo ráfagas cortas contra dos tipos que se mueven aturdidos, llevándose las manos a los ojos. Un par jovenzuelos, se estrellan contra una pared, cuando tratan de huir a ciegas y son acribillados por la espalda. Unos pocos, disparan a ciegas hacia el lugar donde creen que nos encontramos. Una bala, se estrella contra las placas de cerámica del blindaje de ?acusica? y otra alcanza la rodilla del sanitario.
- ¡Esto es una locura! ? nos grita el doctor Renard - , ¡un sin sentido!.
Remato en el suelo a un chaval que intenta alejarse reptando. La zona parece despejada por el momento, pero oímos gritos aproximándose. Acabamos de patear un avispero.
El sanitario, se inyecta algo que supongo debe ser morfina en la pierna.
- ¿Puedes andar? ? le pregunta ?acusica?.
El hombre niega con la cabeza y todos sabemos lo que eso significa.
El más alto de los dos componentes del segundo binomio, le dice:
- Aligera peso.
El sanitario deja a un lado su pesado macuto lleno de suministros médicos, las granadas y la mayor parte de la munición.
- Espera ? dice -, antes tengo que parar la hemorragia.
- No tenemos tiempo ? dice ?acusica?.
ignorando sus gritos y maldiciones, el tipo del segundo binomio al que en el acto bautizo como ?porteador?, se lo carga a la espalda y una vez más nos ponemos en marcha.
Lo bueno, es que el lugar es enorme y al haber cortado la corriente, el caos y la confusión son mayúsculos. Incluso escuchamos gran cantidad de disparos en el exterior, lo que nos hace pensar, que son varios los que se están tiroteando entre sí. Lo malo, es que el tiempo se nos está agotando.
Una vez más, avanzamos en medio de la más negra oscuridad gracias a los aparatos de visión nocturna. El doctor Renard, nos crispa los nervios al tropezar cada dos por tres y dejar un rastro de papeles. La bolsa de plástico, se le engancha en una planta y se raja. Su contenido se desparrama por el suelo y el tipo se pone a buscarlo a ciegas por el suelo para desesperación de ?acusica?.
- ¡ Deje eso por el amor de dios !.
- ¡ Mi trabajo! ? dice el tipo mientras gatea palpando el suelo con las palmas de las manos.
El sanitario, habla cada vez más débilmente. ?Porteador?, trata de calmarle diciendo que en un par de minutos estaremos a bordo del helicóptero. No me atrevo a preguntarle a ?acusica? cuanto tiempo nos queda. Somos sorprendidos por el haz de luz de un par de linternas que me deslumbran como si de dos potentes focos se tratara. En un acto reflejo, hago rodilla en tierra y disparo en dirección a una de ellas. Truena algo que suena como un cañonazo y soy brutalmente golpeado en el pecho y lanzado hacia atrás. Siento un sabor amargo en la boca, mientras prosigue el tiroteo y comprendo que me acaban de disparar con una escopeta de cañones recortados.
- ¿Puedes andar? ? me pregunta ahora a mi la voz de ?acusica?.
Tardo un par de segundos en despejarme lo suficiente como para responder.
- Sí. Creo que estoy bien.
- ¡Pues entonces muévete joder!.
Noto un dolor sordo no demasiado intenso en el lado derecho de la cara y una cierta sensación de humedad que me desciende por la mejilla. Supongo que alguna posta me ha alcanzado en el rostro, pero ahora no tengo tiempo para preocuparme por eso.
Mientras ?acusica? se lleva prácticamente a rastras al doctor Renard que aun sostiene en sus manos los restos de su rajada bolsa de plástico, luchando por conservar su contenido, yo me incorporo sintiéndome como si estuviera debajo del agua. A pesar del aturdimiento, no puedo sino sonreír al ver dos linternas atadas con cordones. Estos tipejos no tienen entrenamiento ni disciplina... pero hay que reconocer que saben como buscarse la vida.
?Pues ese par de acribillados fiambres, mucho van a tener que buscar para encontrarla de nuevo. ¿Crees que tus meadas brillarán en la oscuridad??.
El volver a oír en mi cabeza al cabrón paranoico, un claro síntoma de locura en la sociedad anterior, me hace saber que una vez más, todo está donde debe.
?Veo que te las has apañado sin mi. ¿Me has echado de menos??.
Como un sifilítico a su penicilina.
?Eso está bien. Después de todo, ya se acerca el gran final... si consigues sacarnos de esta?.
Hago lo que puedo por intentarlo. A pesar del aturdimiento producido por el impacto de las postas y supongo que la lucha que realizan en mi interior, la bazofia semi radiactiva que me han inyectado y la bastarda infección. Supongo, que por el momento aguantaré en pie gracias a la adrenalina, pero no creo que tarde en subirme la fiebre.
Llegamos junto a las puertas acristaladas. Lo que vemos en el exterior, nos explica muchas cosas.
Decenas de encabronados infectados, están asaltando el recinto y poniendo en serios aprietos a los reciclados delincuentes.
?Acusica? se vuelve hacia nosotros sin dejar de sujetar al doctor que ahora lloriquea lastimosamente por la pérdida de su trabajo y nos grita:
- ¡Sólo nos esperarán cinco minutos más !. No tenemos tiempo para dar un rodeo. Tendremos que pasar por ahí.
Lo malo, es que lo que ?acusica? llama ?ahí?, es un auténtico matadero. Pero ¿de donde coño han salido tantos infectados?.
?Apuesto a que el buen doctor tiene una explicación a eso. Difícilmente puedes desarrollar una cura, sin contar con una buena provisión de conejillos de indias?.
Pero capturar a tantos infectados, es tarea casi imposible.
?No creo que estuvieran infectados cuando les capturaron?.
Dedico una mirada al doctor Renard. ¿Sería el quien pidió a sus captores un suministro de infectados para avanzar?.
- ¡Vamos! ? grita ?acusica? poniendo en pie al doctor, que ya sólo conserva restos de una bolsa de plástico entre sus manos -. ¡Vamos a tener que correr!.
?Será mejor que te centres en la gran carrera?.
Cierto. Puede que el proceso por el que se haya llegado a obtener la cura, no haya sido muy ético. Pero después de la prisa que me he dado en chutármelo, no creo que sea el más apropiado para criticarle y en cualquier caso, ya habrá tiempo para eso si salimos de esta.
Extraigo el cargador en el que sólo quedan cuatro cartuchos, lo arrojo a un lado y introduzco otro lleno y coloco la aleta selectora de fuego en modo
Pero no hace falta ser un lumbreras, para ver que en menos de cinco minutos, es materialmente imposible que consigamos abrirnos paso en mitad de todo este berenjenal y menos cargando con un herido y un tipo al que hay que llevar prácticamente a rastras. Así que me acerco a ?acusica? y le grito al oído para hacerme oir en medio de este guirigay:
- ¡ No lo conseguiremos! ? señalando a la gran explanada, que se encuentra a apenas doscientos metros, en medio de un infernal campo de batalla y añado ? tendrán que recogernos aquí mismo.
Durante un par de segundos, el hombre me mira como si acabara de descubrir que estoy como una cabra, pero para mi sorpresa, en lugar de discutir, mira hacia sus hombres, asiente con la cabeza y extrae la luz estromboscópica de su bolsillo.
- ¡Nos vamos! ? grita.
Atravesamos las puertas acristadas. El mundo es una estridente y confusa sopa verdosa, en la que las balas zumban y monstruos aullantes vienen corriendo desde el frente y desde los lados. Como en las manadas de animales salvajes, el primero en caer es el herido o para ser más exactos, el que carga con el herido. Sólo se queda retrasado un par de metros, pero son suficientes. Me vuelvo y veo como los dos hombes son rodeados por una masa de aullantes infectados que parecen llegar como una marea desde todas partes.
?¿Pero cuantos coballas necesitaban estos hijosputa??.
No hay nada que pueda hacer por el sanitario y por ?porteador?. Así que sigo avanzando. Renard tropieza y cae. ?Acusica? se da la vuelta maldiciendo, cuando una bala le impacta en el pecho y le hace tambalearse. Varias balas se estrellan en el suelo demasiado cerca de mi.
- ¡ Joder!.
?¡No te pares!?.
?Acusica?, consigue mantener el tipo y continua abriendo fuego, pero el doctor Renard se ha puesto a gatear en dirección contraria, como si pretendiera volver a refugiarse en el hospital.
- Yo lo cojo ? grito ? mientras avanzo hacia el doctor.
Ya casi estoy a unos metros del doctor Renard, cuando el muy malnacido, se pone en pie y echa a correr en dirección a la puerta.
- ¡No joder! ? grito.
?Os matarán a todos por culpa de este bastardo?.
Apunto estoy de dispararle en una pierna, pero no es necesario. Un infectado le hace un placaje digno de un jugador de futbol americano.
- Mierda.
Apunto cuidadosamente a la cabeza del infectado y aprieto el gatillo, pero no se produce el disparo.
?¡Cambia el puto cargador!?.
El infectado hunde sus dientes en el antebrazo que su presa, ha levantado de modo instintivo. Propino un patadón en la cara del infectado que lo derriba de espaldas al suelo, tomo la escopeta y le disparo un cartucho de munición para reventar bisagras en plena cara casi a quemarropa.
?Ese ya no come más pan?.
Las aspas del helicóptero truenan en algún lugar por encima de nosotros, mientras su ametralladora multituvo, barre la zona. El doctor, parece ahora en estado de shock.
?Ahora podrá probar su propia medicina?.
- Tengo que volver ? dice -, necesito un inyectable.
El tipo me da un poco de lástima. Pero ni de coña vamos a volver atrás. La suerte sólo puede ser tentada un determinado número de veces y creo que ya lo hemos sobrepasado con creces por hoy.
Le golpeo en la cara con la escopeta de combate y me lo cargo al hombro. ?Acusica?, ?pulgarcito? y el otro tipo, me cubren mientras me muevo lo más rápidamente posible en dirección a la nueva zona de aterrizaje.
Por fin, el aparato toma tierra en la gran explanada. Un par de balas atraviesan el fuselaje y tanto el piloto como el artillero, nos maldicen por la zona de recogida que hemos escogido, pero es lo que hay. El aparato gana altura y todos respiramos aliviados.
El doctor Renard abre los ojos y su primera reacción, es mirarse al vendaje que le he practicado sobre la herida.
- ¡Estoy infectado!- grita.
- ¡ No se preocupe ¡ ? grito trato de tranquilizarle hablando lo bastante alto como para hacerme oír por encima del estruendo del rotor ? tendrá un laboratorio a su disposición.
- ¡Sin mis notas tardaré demasiado! ? el hombre parece desesperado, pero se anima de repente -. ¡Un momento!, su sangre.
- ¿Mi sangre?.
- Puedo sintetizarlo a partir de una muestra de su sangre ? explica excitadísimo -... pero tardaré dos días como mínimo...
Entonces recuerdo algo. Abro el pequeño botiquín de pequeños auxilios, donde se encuentra la dosis de antiviral que frena los efectos del virus, que el doctor Rodríguez me dio en la armería.
- Supongo que ahora la necesitas tú más que yo.
Aplico el inyectable por encima de la herida, bajo la atenta mirada de los supervivientes.
- Eso debería frenar la infección durante el tiempo necesario ? le explico.
El doctor asiente con la cabeza y parece animarse un poco.
- Gracias ? dice el tipo.
?Bueno, ahora todo marcha de nuevo sobre ruedas. Podemos pasar a la segunda fase del plan?.
Sí. Supongo que ahora viene la parte complicada.
- ¡Pero que coño! ? exclamo.
Todos nos sorprendemos, cuando el doctor Renard, se lleva las manos a la garganta como si estuviera ahogándose.
?No tiene buena cara?.
Tendemos al hombre en el suelo del aparato, mientras le preguntamos que es lo que le ocurre.
- ¿Un infarto? ? pregunto yo.
Introduzco las manos en el pequeño botiquín con la esperanza de encontrar pastillas de nitroglicerina. Pero el hombre niega con la cabeza.
- ¿Por qué?- pregunta con un hilo de voz el doctor.
- ¡ Le perdemos! ? grito yo.
?Acusica? se coloca sobre él y empieza a practicarle un masaje cardiaco. Pero sé que es inútil. Esto no es un ataque al corazón.
?La mala noticia, es que está fiambre. La buena, es que ya sabes quien es el topo?.
Cierto. Mientras ?acusica? que por fin ha desistido de sus intentos por reanimarle, le cierra los ojos, comprendo que de haber salido bien el plan del doctor Rodríguez, ahora sería yo el que estaría muerto sobre el frío suelo del helicóptero.
?La medicina es el arte de acompañar al sepulcro con palabras griegas.?
-- Enrique Jardiel Poncela --
Pronto queda claro, que aunque el entrar ha sido relativamente fácil, el salir va a ser una auténtica odisea.
La panda de traficantes reconvertidos, iluminan la escalera con sus potentes linternas y han llenado bidones con elementos inflamables, para iluminar la zona, lo que nos obligará a apagar la visión nocturna. Lo que convierte la escalera en un pasillo mortal.
?Pulgarcito?, le propina dos ostias dignas de un maestro de antaño a ?tocinete?. Mientras el aturdido sujeto balbucea súplicas en francés, el tipejo le introduce dos paquetes del tamaño de una pastilla de jabón. ?Tocinete? suplica por su vida mientras ?pulgarcito?, le encañona con su arma y le grita:
- ¡Corre!.
El pobre bastardo corre escaleras arriba gritando en francés que no le disparen. Ignoro si llegan a reconocerle. La cuestión, es que los tipos que se encuentran escaleras arriba con el dedo en el gatillo, abren fuego. ?Pulgarcito?, saca un espejo adosado a una varilla por el hueco de las escaleras.
- Maldición ? exclama -, ese puerco no ha llegado ni a media escalera.
Estoy acariciando la idea, de utilizar al doctor Rendard como escudo, cuando ?Pulgarcito? diciendo:
- Mejor eso que nada. Será mejor que os tapéis los oídos.
Mientras saca un pequeño mando similar, al que solía utilizarse habitualmente para abrir las puertas de los parkings.
- ¿No! - grita ?acusica? -. ¿Estás loco?. De nada servirá que nos despejes el camino si se hunde toda la escalera.
En la cara de ?pulgarcito? veo que opina que acaban de ?chafarle la diversión?. Pero a ?acusica? no le falta razón. Existen formas mucho más efectivas de encarar este tipo de situaciones. Agarro una de las granadas cegadoras, le quito el seguro y obviando el grito de ¡granada!, la arrojo hacía arriba por el hueco de la escalera, antes de cerrar los ojos y abrir la boca para evitar daños en los tímpanos.
El estruendo reverbera por todo el hueco de la escalera y nosotros, nos lanzamos al ataque escaleras arriba. Con el arma en fuego automático, disparo ráfagas cortas contra dos tipos que se mueven aturdidos, llevándose las manos a los ojos. Un par jovenzuelos, se estrellan contra una pared, cuando tratan de huir a ciegas y son acribillados por la espalda. Unos pocos, disparan a ciegas hacia el lugar donde creen que nos encontramos. Una bala, se estrella contra las placas de cerámica del blindaje de ?acusica? y otra alcanza la rodilla del sanitario.
- ¡Esto es una locura! ? nos grita el doctor Renard - , ¡un sin sentido!.
Remato en el suelo a un chaval que intenta alejarse reptando. La zona parece despejada por el momento, pero oímos gritos aproximándose. Acabamos de patear un avispero.
El sanitario, se inyecta algo que supongo debe ser morfina en la pierna.
- ¿Puedes andar? ? le pregunta ?acusica?.
El hombre niega con la cabeza y todos sabemos lo que eso significa.
El más alto de los dos componentes del segundo binomio, le dice:
- Aligera peso.
El sanitario deja a un lado su pesado macuto lleno de suministros médicos, las granadas y la mayor parte de la munición.
- Espera ? dice -, antes tengo que parar la hemorragia.
- No tenemos tiempo ? dice ?acusica?.
ignorando sus gritos y maldiciones, el tipo del segundo binomio al que en el acto bautizo como ?porteador?, se lo carga a la espalda y una vez más nos ponemos en marcha.
Lo bueno, es que el lugar es enorme y al haber cortado la corriente, el caos y la confusión son mayúsculos. Incluso escuchamos gran cantidad de disparos en el exterior, lo que nos hace pensar, que son varios los que se están tiroteando entre sí. Lo malo, es que el tiempo se nos está agotando.
Una vez más, avanzamos en medio de la más negra oscuridad gracias a los aparatos de visión nocturna. El doctor Renard, nos crispa los nervios al tropezar cada dos por tres y dejar un rastro de papeles. La bolsa de plástico, se le engancha en una planta y se raja. Su contenido se desparrama por el suelo y el tipo se pone a buscarlo a ciegas por el suelo para desesperación de ?acusica?.
- ¡ Deje eso por el amor de dios !.
- ¡ Mi trabajo! ? dice el tipo mientras gatea palpando el suelo con las palmas de las manos.
El sanitario, habla cada vez más débilmente. ?Porteador?, trata de calmarle diciendo que en un par de minutos estaremos a bordo del helicóptero. No me atrevo a preguntarle a ?acusica? cuanto tiempo nos queda. Somos sorprendidos por el haz de luz de un par de linternas que me deslumbran como si de dos potentes focos se tratara. En un acto reflejo, hago rodilla en tierra y disparo en dirección a una de ellas. Truena algo que suena como un cañonazo y soy brutalmente golpeado en el pecho y lanzado hacia atrás. Siento un sabor amargo en la boca, mientras prosigue el tiroteo y comprendo que me acaban de disparar con una escopeta de cañones recortados.
- ¿Puedes andar? ? me pregunta ahora a mi la voz de ?acusica?.
Tardo un par de segundos en despejarme lo suficiente como para responder.
- Sí. Creo que estoy bien.
- ¡Pues entonces muévete joder!.
Noto un dolor sordo no demasiado intenso en el lado derecho de la cara y una cierta sensación de humedad que me desciende por la mejilla. Supongo que alguna posta me ha alcanzado en el rostro, pero ahora no tengo tiempo para preocuparme por eso.
Mientras ?acusica? se lleva prácticamente a rastras al doctor Renard que aun sostiene en sus manos los restos de su rajada bolsa de plástico, luchando por conservar su contenido, yo me incorporo sintiéndome como si estuviera debajo del agua. A pesar del aturdimiento, no puedo sino sonreír al ver dos linternas atadas con cordones. Estos tipejos no tienen entrenamiento ni disciplina... pero hay que reconocer que saben como buscarse la vida.
?Pues ese par de acribillados fiambres, mucho van a tener que buscar para encontrarla de nuevo. ¿Crees que tus meadas brillarán en la oscuridad??.
El volver a oír en mi cabeza al cabrón paranoico, un claro síntoma de locura en la sociedad anterior, me hace saber que una vez más, todo está donde debe.
?Veo que te las has apañado sin mi. ¿Me has echado de menos??.
Como un sifilítico a su penicilina.
?Eso está bien. Después de todo, ya se acerca el gran final... si consigues sacarnos de esta?.
Hago lo que puedo por intentarlo. A pesar del aturdimiento producido por el impacto de las postas y supongo que la lucha que realizan en mi interior, la bazofia semi radiactiva que me han inyectado y la bastarda infección. Supongo, que por el momento aguantaré en pie gracias a la adrenalina, pero no creo que tarde en subirme la fiebre.
Llegamos junto a las puertas acristaladas. Lo que vemos en el exterior, nos explica muchas cosas.
Decenas de encabronados infectados, están asaltando el recinto y poniendo en serios aprietos a los reciclados delincuentes.
?Acusica? se vuelve hacia nosotros sin dejar de sujetar al doctor que ahora lloriquea lastimosamente por la pérdida de su trabajo y nos grita:
- ¡Sólo nos esperarán cinco minutos más !. No tenemos tiempo para dar un rodeo. Tendremos que pasar por ahí.
Lo malo, es que lo que ?acusica? llama ?ahí?, es un auténtico matadero. Pero ¿de donde coño han salido tantos infectados?.
?Apuesto a que el buen doctor tiene una explicación a eso. Difícilmente puedes desarrollar una cura, sin contar con una buena provisión de conejillos de indias?.
Pero capturar a tantos infectados, es tarea casi imposible.
?No creo que estuvieran infectados cuando les capturaron?.
Dedico una mirada al doctor Renard. ¿Sería el quien pidió a sus captores un suministro de infectados para avanzar?.
- ¡Vamos! ? grita ?acusica? poniendo en pie al doctor, que ya sólo conserva restos de una bolsa de plástico entre sus manos -. ¡Vamos a tener que correr!.
?Será mejor que te centres en la gran carrera?.
Cierto. Puede que el proceso por el que se haya llegado a obtener la cura, no haya sido muy ético. Pero después de la prisa que me he dado en chutármelo, no creo que sea el más apropiado para criticarle y en cualquier caso, ya habrá tiempo para eso si salimos de esta.
Extraigo el cargador en el que sólo quedan cuatro cartuchos, lo arrojo a un lado y introduzco otro lleno y coloco la aleta selectora de fuego en modo
Pero no hace falta ser un lumbreras, para ver que en menos de cinco minutos, es materialmente imposible que consigamos abrirnos paso en mitad de todo este berenjenal y menos cargando con un herido y un tipo al que hay que llevar prácticamente a rastras. Así que me acerco a ?acusica? y le grito al oído para hacerme oir en medio de este guirigay:
- ¡ No lo conseguiremos! ? señalando a la gran explanada, que se encuentra a apenas doscientos metros, en medio de un infernal campo de batalla y añado ? tendrán que recogernos aquí mismo.
Durante un par de segundos, el hombre me mira como si acabara de descubrir que estoy como una cabra, pero para mi sorpresa, en lugar de discutir, mira hacia sus hombres, asiente con la cabeza y extrae la luz estromboscópica de su bolsillo.
- ¡Nos vamos! ? grita.
Atravesamos las puertas acristadas. El mundo es una estridente y confusa sopa verdosa, en la que las balas zumban y monstruos aullantes vienen corriendo desde el frente y desde los lados. Como en las manadas de animales salvajes, el primero en caer es el herido o para ser más exactos, el que carga con el herido. Sólo se queda retrasado un par de metros, pero son suficientes. Me vuelvo y veo como los dos hombes son rodeados por una masa de aullantes infectados que parecen llegar como una marea desde todas partes.
?¿Pero cuantos coballas necesitaban estos hijosputa??.
No hay nada que pueda hacer por el sanitario y por ?porteador?. Así que sigo avanzando. Renard tropieza y cae. ?Acusica? se da la vuelta maldiciendo, cuando una bala le impacta en el pecho y le hace tambalearse. Varias balas se estrellan en el suelo demasiado cerca de mi.
- ¡ Joder!.
?¡No te pares!?.
?Acusica?, consigue mantener el tipo y continua abriendo fuego, pero el doctor Renard se ha puesto a gatear en dirección contraria, como si pretendiera volver a refugiarse en el hospital.
- Yo lo cojo ? grito ? mientras avanzo hacia el doctor.
Ya casi estoy a unos metros del doctor Renard, cuando el muy malnacido, se pone en pie y echa a correr en dirección a la puerta.
- ¡No joder! ? grito.
?Os matarán a todos por culpa de este bastardo?.
Apunto estoy de dispararle en una pierna, pero no es necesario. Un infectado le hace un placaje digno de un jugador de futbol americano.
- Mierda.
Apunto cuidadosamente a la cabeza del infectado y aprieto el gatillo, pero no se produce el disparo.
?¡Cambia el puto cargador!?.
El infectado hunde sus dientes en el antebrazo que su presa, ha levantado de modo instintivo. Propino un patadón en la cara del infectado que lo derriba de espaldas al suelo, tomo la escopeta y le disparo un cartucho de munición para reventar bisagras en plena cara casi a quemarropa.
?Ese ya no come más pan?.
Las aspas del helicóptero truenan en algún lugar por encima de nosotros, mientras su ametralladora multituvo, barre la zona. El doctor, parece ahora en estado de shock.
?Ahora podrá probar su propia medicina?.
- Tengo que volver ? dice -, necesito un inyectable.
El tipo me da un poco de lástima. Pero ni de coña vamos a volver atrás. La suerte sólo puede ser tentada un determinado número de veces y creo que ya lo hemos sobrepasado con creces por hoy.
Le golpeo en la cara con la escopeta de combate y me lo cargo al hombro. ?Acusica?, ?pulgarcito? y el otro tipo, me cubren mientras me muevo lo más rápidamente posible en dirección a la nueva zona de aterrizaje.
Por fin, el aparato toma tierra en la gran explanada. Un par de balas atraviesan el fuselaje y tanto el piloto como el artillero, nos maldicen por la zona de recogida que hemos escogido, pero es lo que hay. El aparato gana altura y todos respiramos aliviados.
El doctor Renard abre los ojos y su primera reacción, es mirarse al vendaje que le he practicado sobre la herida.
- ¡Estoy infectado!- grita.
- ¡ No se preocupe ¡ ? grito trato de tranquilizarle hablando lo bastante alto como para hacerme oír por encima del estruendo del rotor ? tendrá un laboratorio a su disposición.
- ¡Sin mis notas tardaré demasiado! ? el hombre parece desesperado, pero se anima de repente -. ¡Un momento!, su sangre.
- ¿Mi sangre?.
- Puedo sintetizarlo a partir de una muestra de su sangre ? explica excitadísimo -... pero tardaré dos días como mínimo...
Entonces recuerdo algo. Abro el pequeño botiquín de pequeños auxilios, donde se encuentra la dosis de antiviral que frena los efectos del virus, que el doctor Rodríguez me dio en la armería.
- Supongo que ahora la necesitas tú más que yo.
Aplico el inyectable por encima de la herida, bajo la atenta mirada de los supervivientes.
- Eso debería frenar la infección durante el tiempo necesario ? le explico.
El doctor asiente con la cabeza y parece animarse un poco.
- Gracias ? dice el tipo.
?Bueno, ahora todo marcha de nuevo sobre ruedas. Podemos pasar a la segunda fase del plan?.
Sí. Supongo que ahora viene la parte complicada.
- ¡Pero que coño! ? exclamo.
Todos nos sorprendemos, cuando el doctor Renard, se lleva las manos a la garganta como si estuviera ahogándose.
?No tiene buena cara?.
Tendemos al hombre en el suelo del aparato, mientras le preguntamos que es lo que le ocurre.
- ¿Un infarto? ? pregunto yo.
Introduzco las manos en el pequeño botiquín con la esperanza de encontrar pastillas de nitroglicerina. Pero el hombre niega con la cabeza.
- ¿Por qué?- pregunta con un hilo de voz el doctor.
- ¡ Le perdemos! ? grito yo.
?Acusica? se coloca sobre él y empieza a practicarle un masaje cardiaco. Pero sé que es inútil. Esto no es un ataque al corazón.
?La mala noticia, es que está fiambre. La buena, es que ya sabes quien es el topo?.
Cierto. Mientras ?acusica? que por fin ha desistido de sus intentos por reanimarle, le cierra los ojos, comprendo que de haber salido bien el plan del doctor Rodríguez, ahora sería yo el que estaría muerto sobre el frío suelo del helicóptero.
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
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Korvec
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Capítulo XLVII
?Idiota: Del griego idiotés, utilizado para referirse a quien no se metía en política, preocupado tan sólo en lo suyo, incapaz de ofrecer nada a los demás.?
-- Fernando Savater --
Dicen que el que no se consuela es porque no quiere y ahora, no le vendría nada mal algo de consuelo a ?acusica?, que con ojos desorbitados, ha vuelve a intentar reanimar el cadáver del doctor Renard, cuando ya hace más de diez minutos desde su fallecimiento.
?Ten cuidado. Ahora está muerto y estaba infectado. Ahora nada frena a la infección, así que en cuanto se reanime...?.
Será un puto zombi al que habrá que meter un buchante en la cabeza.
?Acusica?, parece desistir por segunda vez y se vuelve mirándome con ojos de pantera. Ha perdido a dos de sus mejores hombres para nada y está buscando a quien culpar del incidente. Parece a punto de hablar, cuando uno de los pilotos, grita.
- ¡Señor!. ¡ El doctor Rodríguez pregunta por el resultado de la operación!.
?Acusica?, se coloca el auricular integral que le pasa el piloto y parece disponerse a accionarlo para hablar cuando yo le corto.
- ¡Espera!.
El tipo me mira con una mezcla de fastidio y curiosidad.
- Dile que todo marcha según lo previsto ? explico.
Ahora ?acusica? me mira como si me faltara un tornillo.
- Rodríguez es el topo, al doctor Renard le mató el inyectable que yo tendría que haberme tomado.
- ¡Ya basta de esa mierda! ? explota mi interlocutor -. ¡Deja de montarte películas!. ¡El pobre tipo sufrió un infarto! ? su voz no hace el menor intento por disimular la amargura que siente -. ¡No hay ningún topo!. ¡ Y dos de mis hombres han murto por tus fantasías!.
?Si no haces entrar rápidamente en razón a este tipo, podemos tener serios problemas?.
- ¿Acaso el doctor Renard no estaba donde dije?? ? hablo con tranquilidad, como si la situación estuviera bajo control ? aunque esto no ha salido exactamente como lo tenía previsto, mientras crean que tenemos con nosotros al doctor Renard y su antídoto, podremos negociar un intercambio.
?Acusica?, mira hacia el exterior, como si sus ojos pudieran ver algo más que la negra oscuridad de la noche. Su mano, finalmente acciona el interruptor del micro y dice con voz más o menos calmada.
- Hemos sufrido un par de bajas, pero se ha cumplido el objetivo.
?Pulgarcito? me dirige una inquietante mirada cuando ?acusica? dice par de bajas. Está claro, que él también me culpa de la muerte del sanitario y el otro tipo.
El estruendo de los rotores, me impide oír lo que responde el maldito traidor, pero si la respuesta de ?acusica?:
- En unos diez minutos.
?Sospecho que vais a encontrar un comité de recepción. Puede que toda la instalación, ya esté bajo control de los puercos cultistas?.
- ¡Mierda! ? exclamo.
?Y te recuerdo que tu amigo sigue con vida. Los códigos de lanzamiento del silo de mísiles gabacho, puede estar ya en su poder?.
No creo. Esta base me estaba siguiendo por satélite. De haber tenido la ocasión, el culto ya hace tiempo que la hubiera tomado.
?Ese tipo es médico. No tenía porque estar al tanto de eso. Después de la última incursión, puede que el alopécico lo mantuviera en secreto?.
Eso me lleva a preguntarme una cosa y supongo que ?acusica? puede darme la respuesta, así que aprovecho y le pregunto.
- ¿Por qué no seguisteis desarrollando el aparato que yo utilicé para ser invisible ante los fiambres??.
El hombre me mira como si le hablara en chino.
- El chisme que implantasteis en la cabeza de ?chanquete?.
- ¿Chanquete?.
- El chisme mediante al que me seguíais por satélite ? explico.
El tipo parece comprender por fin.
- Ese era un proyecto del doctor Resnik.
?El tipo de la bata potada?.
- Ese proycto ? continua ?acusica? -, murió junto con él, ya que su trabajo quedó atrás cuando nos vimos obligados a evacuar las instalaciones.
?El único prototipo de interferidor de ondas cerebrales y el único en tener la vacuna antizombi en sus venas. ¡Tendrían que pagarte un plus !, eres el puto conejillo de indias definitivo!?.
- Lástima.
?¿Sigues pensando que es buena idea seguir volando hacia la boca del lobo??.
No hay razón para que intenten nada. El tipo sabe que quiero negociar un intercambio.
?También sabe que no eres de fiar?.
Creo que será mejor apartar el ?asuntillo? de mi sangrienta fuga de sus instalaciones, así que pregunto.
- ¿Se te ocurre un buen lugar para efectuar el intercambio?.
?Acusica?, vuelve a mirarme con una mezcla de fastidio y curiosidad.
- ¿Qué intercambio?.
- El de Marta por mi.
El hombre niega con la cabeza.
- No podemos hacer eso.
?Menuda sorpresa?.
- ¿Por qué no?.
- En tu sangre se encuentra la clave para sintetizar la vacuna. Ahora eres demasiado valioso.
?Vaya. Por fin tu pellejo justifica la saña con la que esos bastardos te persiguen?.
¿Debería alegrarme?. La verdad es que no. Puede que ahora sea el puto ?omega man?, pero de todas las personas que quedan con vida en este podrido planeta, la única que me importa, es Marta y no pararé hasta recuperarla.
- El doctor Resnik es el único que sabría como hacerlo ? le recuerdo ? y no creo que actualmente, sea fácil encontrar a un experto en hematología.
?Muy listo. Parece mentira como poco a poco, van encajando todas las piezas en su sitio?.
- De nada nos servirá ella ? dice ?acusica? -, si no te tenemos a ti.
?Bueno, siempre puedes llenar un par de botellas de sangre para que investiguen... ya sabes, por si no puedes conseguirlo?.
- Entonces ? digo pensando en voz alta -, tendremos que jugar sucio.
Nadie dice nada, pero en la cara de ?acusica?, veo que está empezando a verlo claro. Quizás no sea el mejor momento para decirle, que en realidad, también tengo intención de inyectarle el dardo con el ?fijador? y capturar al puerco ?líder?. Después de todo, de un dos por uno a un tres por uno, no hay tanta diferencia.
Las luces de la pista de aterrizaje, son ahora claramente visibles.
- ¿Estás seguro de que el doctor Rodríguez es el topo? ? me pregunta ahora ?acusica?.
- Renard sabía que le habían envenenado.
El hombre parece meditar durante cerca de un minuto, antes de activar las transmisiones y preguntarle al piloto.
- ¿Cómo vamos de combustible?.
Incluso yo oigo por encima del estruendo, la respuesta del piloto.
- Estamos casi secos.
?Tampoco el cree que sea buena idea tomar tierra aquí?.
- ¡Joder! ? exclama ?acusica?.
Pero parece reponerse del disgusto con rapidez y indica a los supervivientes de su equipo y al artillero.
- Estad preparados.
No dice para que. Supongo, que todos pensamos lo mismo.
?Para lo peor?.
El aparato, va frenando su avance hasta casi quedar estacionario y entonces, siento en el estómago el ligero vértigo del descenso.
?Te recuerdo que tienes vacío el cargador del fusil de asalto?.
Palpo los porta cargadores y los encuentro vacíos. Así que me limito a tomar la pistola y accionar la corredera introduciendo una bala en la recámara.
?Allá vamos?.
Eso seguro. Lo que no sé, es hacia donde.
?Idiota: Del griego idiotés, utilizado para referirse a quien no se metía en política, preocupado tan sólo en lo suyo, incapaz de ofrecer nada a los demás.?
-- Fernando Savater --
Dicen que el que no se consuela es porque no quiere y ahora, no le vendría nada mal algo de consuelo a ?acusica?, que con ojos desorbitados, ha vuelve a intentar reanimar el cadáver del doctor Renard, cuando ya hace más de diez minutos desde su fallecimiento.
?Ten cuidado. Ahora está muerto y estaba infectado. Ahora nada frena a la infección, así que en cuanto se reanime...?.
Será un puto zombi al que habrá que meter un buchante en la cabeza.
?Acusica?, parece desistir por segunda vez y se vuelve mirándome con ojos de pantera. Ha perdido a dos de sus mejores hombres para nada y está buscando a quien culpar del incidente. Parece a punto de hablar, cuando uno de los pilotos, grita.
- ¡Señor!. ¡ El doctor Rodríguez pregunta por el resultado de la operación!.
?Acusica?, se coloca el auricular integral que le pasa el piloto y parece disponerse a accionarlo para hablar cuando yo le corto.
- ¡Espera!.
El tipo me mira con una mezcla de fastidio y curiosidad.
- Dile que todo marcha según lo previsto ? explico.
Ahora ?acusica? me mira como si me faltara un tornillo.
- Rodríguez es el topo, al doctor Renard le mató el inyectable que yo tendría que haberme tomado.
- ¡Ya basta de esa mierda! ? explota mi interlocutor -. ¡Deja de montarte películas!. ¡El pobre tipo sufrió un infarto! ? su voz no hace el menor intento por disimular la amargura que siente -. ¡No hay ningún topo!. ¡ Y dos de mis hombres han murto por tus fantasías!.
?Si no haces entrar rápidamente en razón a este tipo, podemos tener serios problemas?.
- ¿Acaso el doctor Renard no estaba donde dije?? ? hablo con tranquilidad, como si la situación estuviera bajo control ? aunque esto no ha salido exactamente como lo tenía previsto, mientras crean que tenemos con nosotros al doctor Renard y su antídoto, podremos negociar un intercambio.
?Acusica?, mira hacia el exterior, como si sus ojos pudieran ver algo más que la negra oscuridad de la noche. Su mano, finalmente acciona el interruptor del micro y dice con voz más o menos calmada.
- Hemos sufrido un par de bajas, pero se ha cumplido el objetivo.
?Pulgarcito? me dirige una inquietante mirada cuando ?acusica? dice par de bajas. Está claro, que él también me culpa de la muerte del sanitario y el otro tipo.
El estruendo de los rotores, me impide oír lo que responde el maldito traidor, pero si la respuesta de ?acusica?:
- En unos diez minutos.
?Sospecho que vais a encontrar un comité de recepción. Puede que toda la instalación, ya esté bajo control de los puercos cultistas?.
- ¡Mierda! ? exclamo.
?Y te recuerdo que tu amigo sigue con vida. Los códigos de lanzamiento del silo de mísiles gabacho, puede estar ya en su poder?.
No creo. Esta base me estaba siguiendo por satélite. De haber tenido la ocasión, el culto ya hace tiempo que la hubiera tomado.
?Ese tipo es médico. No tenía porque estar al tanto de eso. Después de la última incursión, puede que el alopécico lo mantuviera en secreto?.
Eso me lleva a preguntarme una cosa y supongo que ?acusica? puede darme la respuesta, así que aprovecho y le pregunto.
- ¿Por qué no seguisteis desarrollando el aparato que yo utilicé para ser invisible ante los fiambres??.
El hombre me mira como si le hablara en chino.
- El chisme que implantasteis en la cabeza de ?chanquete?.
- ¿Chanquete?.
- El chisme mediante al que me seguíais por satélite ? explico.
El tipo parece comprender por fin.
- Ese era un proyecto del doctor Resnik.
?El tipo de la bata potada?.
- Ese proycto ? continua ?acusica? -, murió junto con él, ya que su trabajo quedó atrás cuando nos vimos obligados a evacuar las instalaciones.
?El único prototipo de interferidor de ondas cerebrales y el único en tener la vacuna antizombi en sus venas. ¡Tendrían que pagarte un plus !, eres el puto conejillo de indias definitivo!?.
- Lástima.
?¿Sigues pensando que es buena idea seguir volando hacia la boca del lobo??.
No hay razón para que intenten nada. El tipo sabe que quiero negociar un intercambio.
?También sabe que no eres de fiar?.
Creo que será mejor apartar el ?asuntillo? de mi sangrienta fuga de sus instalaciones, así que pregunto.
- ¿Se te ocurre un buen lugar para efectuar el intercambio?.
?Acusica?, vuelve a mirarme con una mezcla de fastidio y curiosidad.
- ¿Qué intercambio?.
- El de Marta por mi.
El hombre niega con la cabeza.
- No podemos hacer eso.
?Menuda sorpresa?.
- ¿Por qué no?.
- En tu sangre se encuentra la clave para sintetizar la vacuna. Ahora eres demasiado valioso.
?Vaya. Por fin tu pellejo justifica la saña con la que esos bastardos te persiguen?.
¿Debería alegrarme?. La verdad es que no. Puede que ahora sea el puto ?omega man?, pero de todas las personas que quedan con vida en este podrido planeta, la única que me importa, es Marta y no pararé hasta recuperarla.
- El doctor Resnik es el único que sabría como hacerlo ? le recuerdo ? y no creo que actualmente, sea fácil encontrar a un experto en hematología.
?Muy listo. Parece mentira como poco a poco, van encajando todas las piezas en su sitio?.
- De nada nos servirá ella ? dice ?acusica? -, si no te tenemos a ti.
?Bueno, siempre puedes llenar un par de botellas de sangre para que investiguen... ya sabes, por si no puedes conseguirlo?.
- Entonces ? digo pensando en voz alta -, tendremos que jugar sucio.
Nadie dice nada, pero en la cara de ?acusica?, veo que está empezando a verlo claro. Quizás no sea el mejor momento para decirle, que en realidad, también tengo intención de inyectarle el dardo con el ?fijador? y capturar al puerco ?líder?. Después de todo, de un dos por uno a un tres por uno, no hay tanta diferencia.
Las luces de la pista de aterrizaje, son ahora claramente visibles.
- ¿Estás seguro de que el doctor Rodríguez es el topo? ? me pregunta ahora ?acusica?.
- Renard sabía que le habían envenenado.
El hombre parece meditar durante cerca de un minuto, antes de activar las transmisiones y preguntarle al piloto.
- ¿Cómo vamos de combustible?.
Incluso yo oigo por encima del estruendo, la respuesta del piloto.
- Estamos casi secos.
?Tampoco el cree que sea buena idea tomar tierra aquí?.
- ¡Joder! ? exclama ?acusica?.
Pero parece reponerse del disgusto con rapidez y indica a los supervivientes de su equipo y al artillero.
- Estad preparados.
No dice para que. Supongo, que todos pensamos lo mismo.
?Para lo peor?.
El aparato, va frenando su avance hasta casi quedar estacionario y entonces, siento en el estómago el ligero vértigo del descenso.
?Te recuerdo que tienes vacío el cargador del fusil de asalto?.
Palpo los porta cargadores y los encuentro vacíos. Así que me limito a tomar la pistola y accionar la corredera introduciendo una bala en la recámara.
?Allá vamos?.
Eso seguro. Lo que no sé, es hacia donde.
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
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Korvec
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Capítulo XLVIII
?Reñir con quien da ocasión y jugar con quien tiene dinero en el bolsón.?
--Refrán popular --
A pesar de lo suave del descenso, mi corazón bombea como si acabara de sobrevivir a un aterrizaje forzoso. Aparte del operador que ha guiado el descenso del aparato, sólo una persona nos espera ejerciendo las funciones de comité de recepción. La oscura y inconfundible silueta de un hombre en silla de ruedas, sale de las sombras para aproximarse lentamente hacia el aparato.
?¿Acaso esperabas confeti, majorettes y una banda de música??.
Supongo que no.
Desciendo del helicóptero y la sangre se me hiela, al volver a oír una voz, que dudo que pueda olvidar nunca.
- Volvemos a encontrarnos.
?¡No puede ser!?.
Por supuesto que puede ser. ¿Cómo iba a perdérselo cuando tiene todos los triunfos en su mano?.
?Acusica?, con los rápidos movimientos del que ha hecho esto múltiples veces, hace rodilla en tierra y encañona al minusválido, pero le detengo antes de que pueda abrir fuego.
- ¡No dispares!.
El hombre me mira sorprendido.
- No serviría de nada ? explico -, simplemente pasaría a otro cuerpo.
Los ecos de la extraña voz del líder resuenan por el helipuerto.
- ¿Esta ella con vida? ? pregunto.
?Quizás no tengas una mejor oportunidad que esta para capturarle. Pero si te ve empuñar la pistola de dardos, se largará. Tienes que distraerle?.
- ¿Qué tendrías tú que ofrecerme a cambio si así fuera?.
- Estoy dispuesto a intercambiarme por ella.
El tipo vuelve a carcajearse. ?Pulgarcito? y el otro tipo, aparentemente ajenos a lo que aquí está sucediendo, empiezan a bajar la camilla con el cadáver del doctor Renard. El líder, corta bruscamente sus carcajadas y dice con una voz fría como el hocico de Esparqui.
- Veo que el doctor está muerto. Tu amiguito el hacker, también anda en nuestras manos y ahora, también tú.
Se encienden las luces del helipuerto.
?¡Ahora!.
El brutal incremento de luz, dilata brutalmente nuestras pupilas cegándonos, pero no necesito ver. Una mano que parece moverse a cámara lenta, se dirige hacia la empuñadura de la pistola de dardos, mientras soy vagamente consciente, de que estamos rodeados. Cegado aun por las teatrales luces, disparo el dardo a corta distancia. Se que he dado en el blanco al oír:
-¿Pero que?.
?¡Cuidado!. Si le matan escapará!?.
- ¡ Al helicóptero ¡ - grito.
Mi vista apenas se ha aclarado un mínimo, mientras dejo caer al suelo la vacía pistola de dardos y trato de cargar con el pesado cuerpo del minusválido. El líder está atrapado en el cuerpo, pero eso no le impide tratar de ofrecer resistencia con sus brazos. Aun nadie a abierto fuego, pero no me cabe la menor duda, de que varias decenas de armas apuntan hacia nosotros.
?¡Rápido!. No se atreverán a disparar contra el líder?.
- ¡Disparad!.
- ¡Mierda!.
?Acusica? es el primero en abrir fuego. Varias balas se estrellan contra el suelo demasiado cerca de mi. Apenas estoy a media docena de metros del aparato, pero la distancia me parece enorme. El líder que no para de gritar, me propina un brutal puñetazo en la sien, que apunto está de desequilibrarme, pero me las arreglo para arrojarle al interior del helicóptero como si fuera un saco de patatas.
- ¡Vamos! ? grita ?acusica? ya desde el interior.
?Pulgarcito?, que ha encajado un par de impactos en el chaleco y otro en la rodilla, continua disparando desde el interior del helicóptero. El otro tipo al que ni siquiera llegué a poner mote, se encuentra muerto de un disparo en la cabeza. Pero no hay tiempo para lamentarse. Si no salimos de aquí en segundos, todos acabaremos como él.
- ¡ Despegua de una puta vez! ? grita ?acusica?.
Las balas se estrellan por decenas contra el fuselaje del helicóptero y empiezo a temer que no saldremos de aquí.
- ¡No os queda combustible! ? grita el líder demasiado cerca de mi oido -. No saldréis de aquí con vida.
Le sacudo un puñetazo y el tipo pierde el conocimiento.
?Se la había ganado a pulso. ¿Crees que podremos torturarle un poco antes de entregárselo a Gabriel?.
No habrá gran cosa que entregar, si no salimos pronto de aquí.
Lentamente, empezamos a elevarnos mientras las balas siguen entrando y saliendo del aparato. Una alcanza al piloto y su sangre salpica el panel.
- ¡Joder!.
Estoy temiéndome que no saldremos de aquí, pero el tipo aprieta los dientes y con una mezcla de rabia y tozudez, consigue que terminemos de elevarnos, lo que hace que ahora, las balas penetren el fuselaje desde abajo en lugar de desde los lados.
?Pulgarcito? maldice débilmente, mientras se afana en practicarse un torniquete sobre la fea herida de su pierna. Supongo que el haber cargado con su líder, es lo que explica, el que haya podido salir milagrosamente ileso de esta. Pero está claro, que este no va a ser un viaje largo. Aparte de estar casi secos de combustible, el aparato es un guirigay de luces y sonidos de alarma.
?Acusica?, se pone a los mandos cuando el piloto se desploma ignoro si inconsciente o muerto.
- ¡¿Sabes pilotar esta mierda?! ? le pregunto a gritos.
- ¡En este estado! ? responde -, ni aunque supiera cambiaría las cosas.
?Supongo que eso significa, que vamos a estrellarnos?.
Empezamos a perder altura mientras nos movemos erráticamente, como una mosca a la que acabaran de propinar un buen papirotazo. La buena noticia, es que no nos encontramos a demasiada altura. La mala, es que tampoco hemos podido alejarnos demasiado del aeródromo.
- ¡Agarraos!?.
?¡Que vienen curbas!?.
El aparato gira de un modo tan escalofriante como mareante, trazando círculos mientras vamos perdiendo altura. Coloco los brazos junto a la cabeza para protegerla de los golpes que sin duda se avecinan.
Nos estrellamos con la suavidad de un saco de ladrillos. Reboto un par de veces contra las paredes metálicas del aparato, aunque el chaleco antibalas amortigua lo peor, me llevo varios golpes dolorosos en piernas y antebrazos. Pero creo que no tengo nada roto.
?Pulgarcito?, continua maldiciendo sonoramente y ?acusica? con una fea brecha sobre la frente, se vuelve y pregunta:
- ¿Estáis todos bien?.
?Supongo que será una pregunta retórica?.
- Mejor de lo que estaremos si nos quedamos aquí ? respondo.
Dentro de lo malo, debo reconocer que ?acusica? ha hecho un buen trabajo. No me cabe la menor duda, de que este ha sido el último vuelo de este ?pájaro?, pero por lo menos, ha caído sobre los patines, lo que no sólo ha amortiguado en gran medida el golpe, sino que ha evitado que las enormes aspes golpeasen contra el terreno.
?Ahora es cuando os movéis como si tuvierais prisa y tal?.
Salgo al exterior. No tengo la menor idea de donde nos encontramos, que desde luego, parece una zona rural, ya que nos encontramos en medio de lo que parece un gran campo de maíz.
?Pulgarcito?, que se ha desprendido de su equipo, niega con la cabeza cuando ?acusica? trata de cargar con él.
- Os frenaré ? dice el hombrecillo.
- Este nos frenará de todos modos ? responde señalando hacia el inconsciente líder.
?Si no encuentras pronto un vehículo, no llegaréis lejos?.
En efecto, el inconfundible sonido de un helicóptero llega hasta nuestros oídos y al mirar en su dirección, vemos como un potente foco, barre el suelo a no demasiada distancia.
?O el culto cuenta con sus propios pilotos entre sus filas o bien le han obligado a cooperar?.
Activo las gafas de visión nocturna y distingo la silueta de una granja.
El líder, curiosamente parece ser el que ha salido mejor librado del accidente. Supongo que todos los bastardos tienen suerte. Le inmovilizo, atándole las manos tras la espalda con unas vendas. Abandono en el aparato la escopeta, el pesado chaleco y el fúsil de asalto antes de cargarme a mi presa a la espalda y encaminarme hacia la lejana silueta de la granja. ?Acusica?, que se encuentra en mucha mejor forma física que yo, carga con ?pulgarcita? sin desprenderse ni de su chaleco ni de su armamento.
- ¿Cuál es el plan? ? me pregunta.
- Huir ? es lo único que se me ocurre responder.
- Eso no os servirá de nada ? dice la voz del tipo que parece haber recuperado el buen humor -, a estas alturas, ya deben estar interrogando a tu amiguito y en breve tendremos los códigos de lanzamiento.
? Si lanzan una cabeza nuclear sobre esta zona, todo el plan se irá a la mierda?.
- ¿Cabeza nuclear? ? pregunta ?acusica? con una voz cargada de desconcierto - ¿de que coño está hablando?.
- Pero estoy dispuesto a hacer un trato ? dice el líder ? liberaré a la chica si te entregas.
?Si claro y nos dará un perro piloto de regalo?.
De verdad espero, que Gabriel y Discordia tengan algún tipo de plan y que sea un plan bueno de cojones.
?Reñir con quien da ocasión y jugar con quien tiene dinero en el bolsón.?
--Refrán popular --
A pesar de lo suave del descenso, mi corazón bombea como si acabara de sobrevivir a un aterrizaje forzoso. Aparte del operador que ha guiado el descenso del aparato, sólo una persona nos espera ejerciendo las funciones de comité de recepción. La oscura y inconfundible silueta de un hombre en silla de ruedas, sale de las sombras para aproximarse lentamente hacia el aparato.
?¿Acaso esperabas confeti, majorettes y una banda de música??.
Supongo que no.
Desciendo del helicóptero y la sangre se me hiela, al volver a oír una voz, que dudo que pueda olvidar nunca.
- Volvemos a encontrarnos.
?¡No puede ser!?.
Por supuesto que puede ser. ¿Cómo iba a perdérselo cuando tiene todos los triunfos en su mano?.
?Acusica?, con los rápidos movimientos del que ha hecho esto múltiples veces, hace rodilla en tierra y encañona al minusválido, pero le detengo antes de que pueda abrir fuego.
- ¡No dispares!.
El hombre me mira sorprendido.
- No serviría de nada ? explico -, simplemente pasaría a otro cuerpo.
Los ecos de la extraña voz del líder resuenan por el helipuerto.
- ¿Esta ella con vida? ? pregunto.
?Quizás no tengas una mejor oportunidad que esta para capturarle. Pero si te ve empuñar la pistola de dardos, se largará. Tienes que distraerle?.
- ¿Qué tendrías tú que ofrecerme a cambio si así fuera?.
- Estoy dispuesto a intercambiarme por ella.
El tipo vuelve a carcajearse. ?Pulgarcito? y el otro tipo, aparentemente ajenos a lo que aquí está sucediendo, empiezan a bajar la camilla con el cadáver del doctor Renard. El líder, corta bruscamente sus carcajadas y dice con una voz fría como el hocico de Esparqui.
- Veo que el doctor está muerto. Tu amiguito el hacker, también anda en nuestras manos y ahora, también tú.
Se encienden las luces del helipuerto.
?¡Ahora!.
El brutal incremento de luz, dilata brutalmente nuestras pupilas cegándonos, pero no necesito ver. Una mano que parece moverse a cámara lenta, se dirige hacia la empuñadura de la pistola de dardos, mientras soy vagamente consciente, de que estamos rodeados. Cegado aun por las teatrales luces, disparo el dardo a corta distancia. Se que he dado en el blanco al oír:
-¿Pero que?.
?¡Cuidado!. Si le matan escapará!?.
- ¡ Al helicóptero ¡ - grito.
Mi vista apenas se ha aclarado un mínimo, mientras dejo caer al suelo la vacía pistola de dardos y trato de cargar con el pesado cuerpo del minusválido. El líder está atrapado en el cuerpo, pero eso no le impide tratar de ofrecer resistencia con sus brazos. Aun nadie a abierto fuego, pero no me cabe la menor duda, de que varias decenas de armas apuntan hacia nosotros.
?¡Rápido!. No se atreverán a disparar contra el líder?.
- ¡Disparad!.
- ¡Mierda!.
?Acusica? es el primero en abrir fuego. Varias balas se estrellan contra el suelo demasiado cerca de mi. Apenas estoy a media docena de metros del aparato, pero la distancia me parece enorme. El líder que no para de gritar, me propina un brutal puñetazo en la sien, que apunto está de desequilibrarme, pero me las arreglo para arrojarle al interior del helicóptero como si fuera un saco de patatas.
- ¡Vamos! ? grita ?acusica? ya desde el interior.
?Pulgarcito?, que ha encajado un par de impactos en el chaleco y otro en la rodilla, continua disparando desde el interior del helicóptero. El otro tipo al que ni siquiera llegué a poner mote, se encuentra muerto de un disparo en la cabeza. Pero no hay tiempo para lamentarse. Si no salimos de aquí en segundos, todos acabaremos como él.
- ¡ Despegua de una puta vez! ? grita ?acusica?.
Las balas se estrellan por decenas contra el fuselaje del helicóptero y empiezo a temer que no saldremos de aquí.
- ¡No os queda combustible! ? grita el líder demasiado cerca de mi oido -. No saldréis de aquí con vida.
Le sacudo un puñetazo y el tipo pierde el conocimiento.
?Se la había ganado a pulso. ¿Crees que podremos torturarle un poco antes de entregárselo a Gabriel?.
No habrá gran cosa que entregar, si no salimos pronto de aquí.
Lentamente, empezamos a elevarnos mientras las balas siguen entrando y saliendo del aparato. Una alcanza al piloto y su sangre salpica el panel.
- ¡Joder!.
Estoy temiéndome que no saldremos de aquí, pero el tipo aprieta los dientes y con una mezcla de rabia y tozudez, consigue que terminemos de elevarnos, lo que hace que ahora, las balas penetren el fuselaje desde abajo en lugar de desde los lados.
?Pulgarcito? maldice débilmente, mientras se afana en practicarse un torniquete sobre la fea herida de su pierna. Supongo que el haber cargado con su líder, es lo que explica, el que haya podido salir milagrosamente ileso de esta. Pero está claro, que este no va a ser un viaje largo. Aparte de estar casi secos de combustible, el aparato es un guirigay de luces y sonidos de alarma.
?Acusica?, se pone a los mandos cuando el piloto se desploma ignoro si inconsciente o muerto.
- ¡¿Sabes pilotar esta mierda?! ? le pregunto a gritos.
- ¡En este estado! ? responde -, ni aunque supiera cambiaría las cosas.
?Supongo que eso significa, que vamos a estrellarnos?.
Empezamos a perder altura mientras nos movemos erráticamente, como una mosca a la que acabaran de propinar un buen papirotazo. La buena noticia, es que no nos encontramos a demasiada altura. La mala, es que tampoco hemos podido alejarnos demasiado del aeródromo.
- ¡Agarraos!?.
?¡Que vienen curbas!?.
El aparato gira de un modo tan escalofriante como mareante, trazando círculos mientras vamos perdiendo altura. Coloco los brazos junto a la cabeza para protegerla de los golpes que sin duda se avecinan.
Nos estrellamos con la suavidad de un saco de ladrillos. Reboto un par de veces contra las paredes metálicas del aparato, aunque el chaleco antibalas amortigua lo peor, me llevo varios golpes dolorosos en piernas y antebrazos. Pero creo que no tengo nada roto.
?Pulgarcito?, continua maldiciendo sonoramente y ?acusica? con una fea brecha sobre la frente, se vuelve y pregunta:
- ¿Estáis todos bien?.
?Supongo que será una pregunta retórica?.
- Mejor de lo que estaremos si nos quedamos aquí ? respondo.
Dentro de lo malo, debo reconocer que ?acusica? ha hecho un buen trabajo. No me cabe la menor duda, de que este ha sido el último vuelo de este ?pájaro?, pero por lo menos, ha caído sobre los patines, lo que no sólo ha amortiguado en gran medida el golpe, sino que ha evitado que las enormes aspes golpeasen contra el terreno.
?Ahora es cuando os movéis como si tuvierais prisa y tal?.
Salgo al exterior. No tengo la menor idea de donde nos encontramos, que desde luego, parece una zona rural, ya que nos encontramos en medio de lo que parece un gran campo de maíz.
?Pulgarcito?, que se ha desprendido de su equipo, niega con la cabeza cuando ?acusica? trata de cargar con él.
- Os frenaré ? dice el hombrecillo.
- Este nos frenará de todos modos ? responde señalando hacia el inconsciente líder.
?Si no encuentras pronto un vehículo, no llegaréis lejos?.
En efecto, el inconfundible sonido de un helicóptero llega hasta nuestros oídos y al mirar en su dirección, vemos como un potente foco, barre el suelo a no demasiada distancia.
?O el culto cuenta con sus propios pilotos entre sus filas o bien le han obligado a cooperar?.
Activo las gafas de visión nocturna y distingo la silueta de una granja.
El líder, curiosamente parece ser el que ha salido mejor librado del accidente. Supongo que todos los bastardos tienen suerte. Le inmovilizo, atándole las manos tras la espalda con unas vendas. Abandono en el aparato la escopeta, el pesado chaleco y el fúsil de asalto antes de cargarme a mi presa a la espalda y encaminarme hacia la lejana silueta de la granja. ?Acusica?, que se encuentra en mucha mejor forma física que yo, carga con ?pulgarcita? sin desprenderse ni de su chaleco ni de su armamento.
- ¿Cuál es el plan? ? me pregunta.
- Huir ? es lo único que se me ocurre responder.
- Eso no os servirá de nada ? dice la voz del tipo que parece haber recuperado el buen humor -, a estas alturas, ya deben estar interrogando a tu amiguito y en breve tendremos los códigos de lanzamiento.
? Si lanzan una cabeza nuclear sobre esta zona, todo el plan se irá a la mierda?.
- ¿Cabeza nuclear? ? pregunta ?acusica? con una voz cargada de desconcierto - ¿de que coño está hablando?.
- Pero estoy dispuesto a hacer un trato ? dice el líder ? liberaré a la chica si te entregas.
?Si claro y nos dará un perro piloto de regalo?.
De verdad espero, que Gabriel y Discordia tengan algún tipo de plan y que sea un plan bueno de cojones.
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
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Korvec
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Capítulo XLIX
?Sólo hay una verdad absoluta: que la verdad es relativa.?
-- André Maurois --
Puede que solo sean un par de cientos de metros, pero mientras camino cargando con mi bastardo prisionero hacia la granja, la distancia se me antoja irrealmente larga.
El helicóptero que nos busca, continua barriendo el suelo con el foco y supongo que pronto dará con el aparato siniestrado, pero salvo que tengan visión nocturna o térmica, dudo mucho que puedan dar con nosotros antes de que amanezca.
?Sí en la granja no encontráis algo que pueda moverse, eso dará la mismo. Vais demasiado cargados como para poder escapar?.
- Sólo estás retrasando lo inevitable.
A pesar de ir mucho más cargado que yo, ?acusica? me saca ya varios metros de ventaja. ?Pulgarcito?, ya hace rato que ha dejado de quejarse, por lo que supongo que se habrá desmayado. Pero a cambio, el líder no para de darme ?la brasa? con lo inevitable y jodido de nuestra situación. Por mi puede hablar hasta gastarse la voz. Por fin le tengo por los cojones y no lo soltaré diga lo que diga.
- Si no cierras la boca ? le amenazo ? tendrás que seguir hablando sin dientes.
?¿Cuánto tiempo crees que tardarán en lanzar el petardazo??.
Depende de lo que tarden en hacer hablar a ?hoax?. Con un poco de suerte, puede que se les vaya la mano en el interrogatorio y se lo carguen.
?Acusica?, hace rodilla en tierra, deja el cuerpo de ?pulgarcito? a un lado y empuñando su arma dice en voz baja:
- Alguien hace señales a la puerta de la granja.
En efecto, una pequeña silueta, mueve un farolillo de izquierda a derecha. Algo que difícilmente haría alguién en sus cabales tal como anda últimamente el mundo. Así que aprieto el paso.
- ¿a dónde vas insensato? ? pregunta mi nuevo y alarmado compañero de desventuras -. ¡Puede ser una trampa! y aunque no lo sea, esa luz es como un faro.
?Que actitud tan negativa?.
- No vengas si no quieres ? es lo único que me limito a responderle sin dejar de caminar.
No tardo en llegar junto a un anciano de desgreñados cabellos grises, vestido con unos sucios pantalones de pana de color oscuro y una camiseta de rayas. No me sorprende reconocer la voz de Gabriel.
- Volvemos a encontrarnos ? dice con un alegre tono de voz.
Arrojo al suelo como si de un saco de patatas se tratara a mi prisionero, antes de recuperar el aliento suficiente como para preguntar.
- ¿Cómo coño sabías que acabaríamos aquí?.
El arcángel se rasca la cabeza con gesto teatral mientras muestra una desdentada sonrisa.
- Cuando se han vivido milenios, las ecuaciones de la vida, carecen de misterio.
?Supongo que por eso no te dijo quien era el topo?.
No muy convencido, ?acusica? llega hasta nosotros cargando con el inconsciente ?pulgarcito?.
- ¡Apaga esa puta luz joder!.
Lo cierto, es que los cultistas, no podían importarme menos ahora mismo. Debería sentirme como si acabara de escalar el jodido Everest, pero lo único que realmente me importa es encontrar a Marta.
?El burro quiere su zanahoria?.
- He cumplido con mi parte del trato ? le digo levantando la voz, quizás mucho más de lo necesario -. Aquí tienes al jodido líder. Recuerdo que dijiste algo sobre una posibilidad de rescatar a Marta.
El líder se carcajea sonoramente desde el suelo.
- Te han engañado.
?Cálmate?.
La ira se apodera de mi de un modo casi físico. Mi mano se cierra en torno a la empuñadura de la pistola, que apoyo en la cabeza del líder.
- Si me has mentido ? ahora veo el temor reflejado en los ojos de Gabriel -, te aseguro que te vas a arrepentir.
?Acusica?, levanta su arma, pero no parece decidirse a quien encañonar. Sin duda intuye que las apuestas son muy altas, pero sabe que es lo que está en juego.
- ¡Dispara!.
?¡¿Pero que coño haces?!?.
-No te atreverás ? a pesar de sus palabras, se nota a la legua que Gabriel sabe que me atreveré a eso y a mucho más si hace falta -. ¡ El futuro del mundo está en juego!.
- De varios mundos más bien ? añade el tipo contra cuya sien tengo apoyada la cabeza.
-¿Qué coño está pasando? ? pregunta ?acusica? cada vez más nervioso.
- Durante miles de años ? continua el líder -, viajamos de planeta en planeta, alimentándonos de la fe de los seres inteligentes.
?Supongo que entonces no son tan inteligentes después de todo?.
- Yo era la deidad, él mi heraldo ? el tipo mira hacia Gabriel -, y esa zorra que conoces como Discordia el diablo.
- ¡No le escuches! ? grita Gabriel.
Pero el ser continua hablando mientras mi dedo está cada vez más tenso sobre el disparador del arma.
- Pero la vida cada vez era más difícil de encontrar y cuando llegamos a este planeta, hubo una encarnizada lucha por los recursos. Muchos de nuestros seguidores fueron consumidos, perdiendo su memoria y quedando atrapados como el que parasita tu mente.
?¿Me está llamando parásito??.
- Al final, este traidor y la maldita zorra me traicionaron y consiguieron atraparme para repartirse el pastel. Pero la fe de los hombres decayó y nunca han conseguido la suficiente como para poder marcharse.
- Así que mediante esta mierda, habéis conseguido que la gente recupere la fe.
- La gente sólo mira hacia los dioses cuando está de mierda hasta el cuello. Ellos quieren reunir la energia suficiente para proseguir con el viaje. Yo exterminar a toda la vida humana de este planeta, para evitar que puedan llegar a infectar otro. ¡Esto debe terminar aquí!.
?Que noble por su parte?.
Esa debería ser demasiada mierda como para tragarla de una sóla paletada, pero da la casualidad, que de todos los seres inteligentes que puedan existir en el infinito universo, a mi sólo me importan dos.
- ¡Me importan una mierda vuestros juegos de poder! ? grito un tanto desquiciado - ¿dónde coño está Marta?.
- A salvo ? dice Gabriel.
- La liberaré si me matas.
Mi dedo casi aprieta el disparador, cuando a mis oídos llega la conocida voz de Discordia.
- Ya está listo el campo de contención.
Una anciana de aspecto entrañable, cruza la puerta y se queda horrorizada, al ver el curioso cuadro que presentamos.
?Ahora ya estamos todos?.
- ¿Qué es eso del campo de contención? ? pregunto.
La anciana mira hacia Gabriel que niega con la cabeza, en lo que supongo es un gesto que pretende pasar desapercibido ante mi.
-un campo electromagnético del que no podemos escapar, como el creado por lo que sea que le has inyectado a este cuerpo.
- ¿Para que es el puto campo?.
Gabriel mueve finalmente la cabeza y parece optar por decir la verdad de una maldita vez.
- La radiación le atrapará durante décadas ? explica -, así es como le atrapamos la primera vez, pero entonces no existían las cabezas nucleares.
?¡Que hijos de puta!. Lo tenían todo previsto?.
El foco del helicóptero, nos ilumina por fin.
- ¡ A la casa! ? grita ?acusica?.
Pero yo no me muevo.
- Haz que aterrice ? le ordeno a mi prisionero.
Se acabó el correr. Ha llegado la hora de terminar con esto de una puta vez.
?Sólo hay una verdad absoluta: que la verdad es relativa.?
-- André Maurois --
Puede que solo sean un par de cientos de metros, pero mientras camino cargando con mi bastardo prisionero hacia la granja, la distancia se me antoja irrealmente larga.
El helicóptero que nos busca, continua barriendo el suelo con el foco y supongo que pronto dará con el aparato siniestrado, pero salvo que tengan visión nocturna o térmica, dudo mucho que puedan dar con nosotros antes de que amanezca.
?Sí en la granja no encontráis algo que pueda moverse, eso dará la mismo. Vais demasiado cargados como para poder escapar?.
- Sólo estás retrasando lo inevitable.
A pesar de ir mucho más cargado que yo, ?acusica? me saca ya varios metros de ventaja. ?Pulgarcito?, ya hace rato que ha dejado de quejarse, por lo que supongo que se habrá desmayado. Pero a cambio, el líder no para de darme ?la brasa? con lo inevitable y jodido de nuestra situación. Por mi puede hablar hasta gastarse la voz. Por fin le tengo por los cojones y no lo soltaré diga lo que diga.
- Si no cierras la boca ? le amenazo ? tendrás que seguir hablando sin dientes.
?¿Cuánto tiempo crees que tardarán en lanzar el petardazo??.
Depende de lo que tarden en hacer hablar a ?hoax?. Con un poco de suerte, puede que se les vaya la mano en el interrogatorio y se lo carguen.
?Acusica?, hace rodilla en tierra, deja el cuerpo de ?pulgarcito? a un lado y empuñando su arma dice en voz baja:
- Alguien hace señales a la puerta de la granja.
En efecto, una pequeña silueta, mueve un farolillo de izquierda a derecha. Algo que difícilmente haría alguién en sus cabales tal como anda últimamente el mundo. Así que aprieto el paso.
- ¿a dónde vas insensato? ? pregunta mi nuevo y alarmado compañero de desventuras -. ¡Puede ser una trampa! y aunque no lo sea, esa luz es como un faro.
?Que actitud tan negativa?.
- No vengas si no quieres ? es lo único que me limito a responderle sin dejar de caminar.
No tardo en llegar junto a un anciano de desgreñados cabellos grises, vestido con unos sucios pantalones de pana de color oscuro y una camiseta de rayas. No me sorprende reconocer la voz de Gabriel.
- Volvemos a encontrarnos ? dice con un alegre tono de voz.
Arrojo al suelo como si de un saco de patatas se tratara a mi prisionero, antes de recuperar el aliento suficiente como para preguntar.
- ¿Cómo coño sabías que acabaríamos aquí?.
El arcángel se rasca la cabeza con gesto teatral mientras muestra una desdentada sonrisa.
- Cuando se han vivido milenios, las ecuaciones de la vida, carecen de misterio.
?Supongo que por eso no te dijo quien era el topo?.
No muy convencido, ?acusica? llega hasta nosotros cargando con el inconsciente ?pulgarcito?.
- ¡Apaga esa puta luz joder!.
Lo cierto, es que los cultistas, no podían importarme menos ahora mismo. Debería sentirme como si acabara de escalar el jodido Everest, pero lo único que realmente me importa es encontrar a Marta.
?El burro quiere su zanahoria?.
- He cumplido con mi parte del trato ? le digo levantando la voz, quizás mucho más de lo necesario -. Aquí tienes al jodido líder. Recuerdo que dijiste algo sobre una posibilidad de rescatar a Marta.
El líder se carcajea sonoramente desde el suelo.
- Te han engañado.
?Cálmate?.
La ira se apodera de mi de un modo casi físico. Mi mano se cierra en torno a la empuñadura de la pistola, que apoyo en la cabeza del líder.
- Si me has mentido ? ahora veo el temor reflejado en los ojos de Gabriel -, te aseguro que te vas a arrepentir.
?Acusica?, levanta su arma, pero no parece decidirse a quien encañonar. Sin duda intuye que las apuestas son muy altas, pero sabe que es lo que está en juego.
- ¡Dispara!.
?¡¿Pero que coño haces?!?.
-No te atreverás ? a pesar de sus palabras, se nota a la legua que Gabriel sabe que me atreveré a eso y a mucho más si hace falta -. ¡ El futuro del mundo está en juego!.
- De varios mundos más bien ? añade el tipo contra cuya sien tengo apoyada la cabeza.
-¿Qué coño está pasando? ? pregunta ?acusica? cada vez más nervioso.
- Durante miles de años ? continua el líder -, viajamos de planeta en planeta, alimentándonos de la fe de los seres inteligentes.
?Supongo que entonces no son tan inteligentes después de todo?.
- Yo era la deidad, él mi heraldo ? el tipo mira hacia Gabriel -, y esa zorra que conoces como Discordia el diablo.
- ¡No le escuches! ? grita Gabriel.
Pero el ser continua hablando mientras mi dedo está cada vez más tenso sobre el disparador del arma.
- Pero la vida cada vez era más difícil de encontrar y cuando llegamos a este planeta, hubo una encarnizada lucha por los recursos. Muchos de nuestros seguidores fueron consumidos, perdiendo su memoria y quedando atrapados como el que parasita tu mente.
?¿Me está llamando parásito??.
- Al final, este traidor y la maldita zorra me traicionaron y consiguieron atraparme para repartirse el pastel. Pero la fe de los hombres decayó y nunca han conseguido la suficiente como para poder marcharse.
- Así que mediante esta mierda, habéis conseguido que la gente recupere la fe.
- La gente sólo mira hacia los dioses cuando está de mierda hasta el cuello. Ellos quieren reunir la energia suficiente para proseguir con el viaje. Yo exterminar a toda la vida humana de este planeta, para evitar que puedan llegar a infectar otro. ¡Esto debe terminar aquí!.
?Que noble por su parte?.
Esa debería ser demasiada mierda como para tragarla de una sóla paletada, pero da la casualidad, que de todos los seres inteligentes que puedan existir en el infinito universo, a mi sólo me importan dos.
- ¡Me importan una mierda vuestros juegos de poder! ? grito un tanto desquiciado - ¿dónde coño está Marta?.
- A salvo ? dice Gabriel.
- La liberaré si me matas.
Mi dedo casi aprieta el disparador, cuando a mis oídos llega la conocida voz de Discordia.
- Ya está listo el campo de contención.
Una anciana de aspecto entrañable, cruza la puerta y se queda horrorizada, al ver el curioso cuadro que presentamos.
?Ahora ya estamos todos?.
- ¿Qué es eso del campo de contención? ? pregunto.
La anciana mira hacia Gabriel que niega con la cabeza, en lo que supongo es un gesto que pretende pasar desapercibido ante mi.
-un campo electromagnético del que no podemos escapar, como el creado por lo que sea que le has inyectado a este cuerpo.
- ¿Para que es el puto campo?.
Gabriel mueve finalmente la cabeza y parece optar por decir la verdad de una maldita vez.
- La radiación le atrapará durante décadas ? explica -, así es como le atrapamos la primera vez, pero entonces no existían las cabezas nucleares.
?¡Que hijos de puta!. Lo tenían todo previsto?.
El foco del helicóptero, nos ilumina por fin.
- ¡ A la casa! ? grita ?acusica?.
Pero yo no me muevo.
- Haz que aterrice ? le ordeno a mi prisionero.
Se acabó el correr. Ha llegado la hora de terminar con esto de una puta vez.
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
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Korvec
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Capítulo L
?Quiero morir lentamente y con infinito dolor, para poder recordar lo que era estar viva.?
-- Kirina --
La luz del foco, me permite percibir en todo su esplendor la triunfal sonrisa del líder, mientras mueve los brazos ordenando al piloto que aterrice.
?¿Estás seguro de esto?. Aunque escapes con el helicóptero y él cumpla su promesa y libere a Marta, no te dejarán nunca de buscarte... por no hablar de la venganza de Gabriel y Discordia?.
¡Que se jodan!. Tragué toda la mierda que ellos quisieron y sólo pedí una única cosa a cambio. Me han mentido, utilizado y engañado. El único que por el momento, nunca ha ocultado sus intenciones, ha sido este bastardo malnacido.
Gabriel, da un par de pasos en mi dirección, así que le encañono antes de que pueda acercarse más.
- ¡No puedes hacer eso!.
?Será mejor que le mates?.
Puede ser, pero con ello sólo conseguiría asesinar al pobre tipo en cuyo cuerpo anda metido.
?De todos modos morirá cuando caiga el petardazo?.
También es verdad. Pero preferiría no tener que dispararle.
- Puedo y lo haré ? afirmo -. Debiste pensar mejor tu puerca ecuación antes de mentirme.
- ¡ Condenarás a toda la humanidad por una furcia ! ?grita Gabriel.
?Pero por una furcia de buenas tetas?.
- Si das un paso más dispararé ? le advierto.
Discordia, que se había mantenido más o menos la margen, mueve los labios y sé que está diciendo algo. Pero el estruendo del helicóptero se traga sus palabras.
Aprovechando la polvareda, Gabriel, hace gesto de intentar algo, pero ?acusica? que por fin parece haber escogido bando, le encañona con su arma.
?Supongo que la perspectiva de un helicóptero para salir de aquí habrá tenido algo que ver en eso?.
Del helicóptero, descienden un par de tipos armados hasta los dientes, que parecen salidos del ejército de Pancho Villa.
- Matadlos a todos ? ordena el líder cambiando repentinamente de opinión.
?¡Mierda!?.
El primero de ellos, vacila un par de segundos antes de disparar, ya que su líder está en la línea de tiro. Aprovecho ese escaso segundo y abro fuego dos veces. Las balas se estrellan contra su cara y sus sesos salpican el helicóptero. ?Acusica?, utiliza su subfusil en fuego automático acribillando al segundo. El piloto hace amago de intentar volver a elevarse, pero ?acusica? le dispara a través del cristal.
Todo ha sucedido en cuestión de un par de segundos, pero Gabriel no necesita más. A pesar del decrépito cuerpo que ocupa, se mueve a velocidad casi sobrenatural y soy desarmado antes de tener siquiera tiempo de reapuntarle.
?¡Mierda!. ¡ Te dije que le matarás cuando podías!?.
Veo a ?acusica? ser lanzando por los aires, antes de que una mano que parece de hierro, me agarre por el cuello y me levante en vilo. Su fuerza es sobrehumana.
?¡El cuchillo!?.
- Podías haber sido el nuevo Mesías ? dice Gabriel mientras me golpea con su mano libre.
Mi boca se llena de sangre. El ser me rompe varias costillas antes de arrojarme al suelo. Su pierna su acerca a mi garganta. Es el fin.
- ¡Espera! ? grita Discordia -. ¡Necesitaremos su sangre!. Cuando reaparezcamos haciendo milagros y curando la plaga, todos nos adorarán. ¡El miedo que ahora recorre el mundo, se convertirá en fe y devoción ciega hacia nosotros!.
?Me pregunto si no lo tenían planeado desde el principio?.
El pie se aparta de mi garganta. Toso. Escupo.
- No se te ocurra morirte todavía ? me dice Gabriel con la burla reflejada en su voz -, antes tenemos que acomodar a nuestro antiguo compañero de fatigas.
Este es el momento en el que según las películas, debería responderle algo amenazante o como mínimo escupirle, pero el mero acto de respirar, es una tortura que parece requerir de todas mis fuerzas.
- Por cierto ? añade -, no te preocupes por tu zorrita. Pienso buscarla y cuando la encuentre... digamos, que me tomaré mi tiempo.
- Tenemos cosas más importantes que hacer ? dice ahora Discordia.
El líder, maldice, cuando Gabriel le arrastra como si fuera un saco y sigue a Discordia hacia el campo de contención.
?Ya está. Ellos han ganado?.
Dicen, que el amor es la mayor fuerza sobre la tierra. Pero lo que hace que me arrastre sobre el polvoriento suelo en dirección a la pistola a pesar del dolor que sufren mis torturados pulmones, es el odio.
?¡Esa es la actitud!?.
Las burlas y maldiciones de los tres seres, son como un faro al que me dirijo a través de un océano de dolor.
?¿Eso es el famoso campo de contención??.
En el interior de una especie de círculo trazado con lo que a todas luces, parece pintura plástico de color gris y roja, se encuentran Gabriel, Discordia y el líder. La situación parece incluso demasiado buen para ser cierta y desde luego, demasiado tentadora como para dejarla pasar. El líder me ve, pero no dice nada. Supongo que preferirá compañía para la larga temporada de aislamiento que les espera.
Levanto la mano armada. La glock me pesa como si fuera de cemento en lugar de polímetro, pero me las arreglo para mantener firme el pulso cuando aprieto el disparador. Abro fuego dos veces, primero contra las piernas de Gabriel, que se derrumba sorprendido, luego destrozo la rodilla derecha de Discordia en cuanto esta se vuelve alarmada y sorprendida. El líder trata de arrastrarse con los brazos fuera del círculo. Le disparo en el antebrazo.
- La chica ? dice el hombre con una deliciosa expresión de dolor en el rostro -, te la entregaré.
- Tuviste tu oportunidad ? consigo decir.
Gabriel sudando a mares, se lleva las manos a la herida y vuelve a ponerse en pie.
?Olvidabas que puede curar las heridas físicas?.
Vuelvo a disparar contra sus piernas y el tipo cae golpeándose en el culo. No hay problema, esto es una Glock. Aun me quedan ocho balas y me encantará utilizarlas todas.
- ¡Joder! ? grita Gabriel de nuevo desde el suelo -. ¡Sé razonable!. Puedes ser un héroe, salvar a la humanidad y...
- Estaremos mejor sin vosotros ? le corto.
- Esto no nos matará, sólo nos atrapará ? dice Discordia -, y nosotros somos eternos.
?En eso tiene razón. Antes o después volverán a quedar libres?.
Para entonces, puede que el hombre haya aprendido la lección o más probablemente, puede que ya no quede ninguno al que comer la cabeza.
Cojeando, ?acusica? llega junto a mi.
- ¡Vamos! ? dice -, tenemos un helicóptero, podemos largarnos de aquí antes de que todo esto se vaya a la mierda.
?Si te marchas Gabriel se regenerará. Si le matas escapará del cuerpo?.
Niego con la cabeza.
- Yo me quedo aquí.
?Acusica? se encoge de hombros. Se da la vuelta para marcharse, supongo que como yo, no es un tipo ceremonioso. Antes de que se vuelva, le digo.
- Espera.
El tipo se vuelve de nuevo hacia mi.
- Llévate una muestra de mi sangre ? le indico -, en la casa quizás encuentres una nevera playa o similar.
- No si no hay electricidad ? responde él -, pero en el botiquín del helicóptero está lo necesario.
Después de acomodar a bordo del aparato a ?Pulgarcito? y proporcionarle un calmante, ?acusica? me extrae unos cuantos viales de sangre que guarda en una especie de bolsa de color aluminio. Quizás no sirva para nada, pero quien sabe...
?Al final has terminado siendo el puto Omega Man?.
En realidad, no es eso lo que me importa.
- Marta es una famosa hematóloga ? le digo.
- La encontraré ? me asegura -. Cueste lo que cueste.
Asiento con la cabeza. ?Acusica?, el hombre cuyo nombre nunca llegué a conocer y que todo sea dicho, me importa una mierda, me mira como si se preguntara si estrecharme la mano. Supongo que ninguno de los dos somos de ese tipo, así que se limita a decir.
- Si existe el infierno.
. Te reservaré una parcela ? respondo.
El asiente con el asomo de una sonrisa antes de darme la espalda y ponerse de nuevo en marcha.
Tengo que volver a disparar contra Gabriel, cuando el aparato despega llenándonos de polvo y cegándome momentáneamente. Está claro que esta vez el esfuerzo que ha tenido que hacer, para regenerar las heridas, ha sido mucho mayor.
Amanece. Los tres seres tratan primero de tentarme con promesas de gloria y poder. Luego me amenazan y finalmente, optan por injuriarme, pero todos callan cuando vemos caer la bomba. El fogonazo es cegador.
?Recuerda que nunca debe mirarse el fogonazo de una explosión nuclear o te quemará la retina?.
Ya no queda nada que ver.
?Quiero morir lentamente y con infinito dolor, para poder recordar lo que era estar viva.?
-- Kirina --
La luz del foco, me permite percibir en todo su esplendor la triunfal sonrisa del líder, mientras mueve los brazos ordenando al piloto que aterrice.
?¿Estás seguro de esto?. Aunque escapes con el helicóptero y él cumpla su promesa y libere a Marta, no te dejarán nunca de buscarte... por no hablar de la venganza de Gabriel y Discordia?.
¡Que se jodan!. Tragué toda la mierda que ellos quisieron y sólo pedí una única cosa a cambio. Me han mentido, utilizado y engañado. El único que por el momento, nunca ha ocultado sus intenciones, ha sido este bastardo malnacido.
Gabriel, da un par de pasos en mi dirección, así que le encañono antes de que pueda acercarse más.
- ¡No puedes hacer eso!.
?Será mejor que le mates?.
Puede ser, pero con ello sólo conseguiría asesinar al pobre tipo en cuyo cuerpo anda metido.
?De todos modos morirá cuando caiga el petardazo?.
También es verdad. Pero preferiría no tener que dispararle.
- Puedo y lo haré ? afirmo -. Debiste pensar mejor tu puerca ecuación antes de mentirme.
- ¡ Condenarás a toda la humanidad por una furcia ! ?grita Gabriel.
?Pero por una furcia de buenas tetas?.
- Si das un paso más dispararé ? le advierto.
Discordia, que se había mantenido más o menos la margen, mueve los labios y sé que está diciendo algo. Pero el estruendo del helicóptero se traga sus palabras.
Aprovechando la polvareda, Gabriel, hace gesto de intentar algo, pero ?acusica? que por fin parece haber escogido bando, le encañona con su arma.
?Supongo que la perspectiva de un helicóptero para salir de aquí habrá tenido algo que ver en eso?.
Del helicóptero, descienden un par de tipos armados hasta los dientes, que parecen salidos del ejército de Pancho Villa.
- Matadlos a todos ? ordena el líder cambiando repentinamente de opinión.
?¡Mierda!?.
El primero de ellos, vacila un par de segundos antes de disparar, ya que su líder está en la línea de tiro. Aprovecho ese escaso segundo y abro fuego dos veces. Las balas se estrellan contra su cara y sus sesos salpican el helicóptero. ?Acusica?, utiliza su subfusil en fuego automático acribillando al segundo. El piloto hace amago de intentar volver a elevarse, pero ?acusica? le dispara a través del cristal.
Todo ha sucedido en cuestión de un par de segundos, pero Gabriel no necesita más. A pesar del decrépito cuerpo que ocupa, se mueve a velocidad casi sobrenatural y soy desarmado antes de tener siquiera tiempo de reapuntarle.
?¡Mierda!. ¡ Te dije que le matarás cuando podías!?.
Veo a ?acusica? ser lanzando por los aires, antes de que una mano que parece de hierro, me agarre por el cuello y me levante en vilo. Su fuerza es sobrehumana.
?¡El cuchillo!?.
- Podías haber sido el nuevo Mesías ? dice Gabriel mientras me golpea con su mano libre.
Mi boca se llena de sangre. El ser me rompe varias costillas antes de arrojarme al suelo. Su pierna su acerca a mi garganta. Es el fin.
- ¡Espera! ? grita Discordia -. ¡Necesitaremos su sangre!. Cuando reaparezcamos haciendo milagros y curando la plaga, todos nos adorarán. ¡El miedo que ahora recorre el mundo, se convertirá en fe y devoción ciega hacia nosotros!.
?Me pregunto si no lo tenían planeado desde el principio?.
El pie se aparta de mi garganta. Toso. Escupo.
- No se te ocurra morirte todavía ? me dice Gabriel con la burla reflejada en su voz -, antes tenemos que acomodar a nuestro antiguo compañero de fatigas.
Este es el momento en el que según las películas, debería responderle algo amenazante o como mínimo escupirle, pero el mero acto de respirar, es una tortura que parece requerir de todas mis fuerzas.
- Por cierto ? añade -, no te preocupes por tu zorrita. Pienso buscarla y cuando la encuentre... digamos, que me tomaré mi tiempo.
- Tenemos cosas más importantes que hacer ? dice ahora Discordia.
El líder, maldice, cuando Gabriel le arrastra como si fuera un saco y sigue a Discordia hacia el campo de contención.
?Ya está. Ellos han ganado?.
Dicen, que el amor es la mayor fuerza sobre la tierra. Pero lo que hace que me arrastre sobre el polvoriento suelo en dirección a la pistola a pesar del dolor que sufren mis torturados pulmones, es el odio.
?¡Esa es la actitud!?.
Las burlas y maldiciones de los tres seres, son como un faro al que me dirijo a través de un océano de dolor.
?¿Eso es el famoso campo de contención??.
En el interior de una especie de círculo trazado con lo que a todas luces, parece pintura plástico de color gris y roja, se encuentran Gabriel, Discordia y el líder. La situación parece incluso demasiado buen para ser cierta y desde luego, demasiado tentadora como para dejarla pasar. El líder me ve, pero no dice nada. Supongo que preferirá compañía para la larga temporada de aislamiento que les espera.
Levanto la mano armada. La glock me pesa como si fuera de cemento en lugar de polímetro, pero me las arreglo para mantener firme el pulso cuando aprieto el disparador. Abro fuego dos veces, primero contra las piernas de Gabriel, que se derrumba sorprendido, luego destrozo la rodilla derecha de Discordia en cuanto esta se vuelve alarmada y sorprendida. El líder trata de arrastrarse con los brazos fuera del círculo. Le disparo en el antebrazo.
- La chica ? dice el hombre con una deliciosa expresión de dolor en el rostro -, te la entregaré.
- Tuviste tu oportunidad ? consigo decir.
Gabriel sudando a mares, se lleva las manos a la herida y vuelve a ponerse en pie.
?Olvidabas que puede curar las heridas físicas?.
Vuelvo a disparar contra sus piernas y el tipo cae golpeándose en el culo. No hay problema, esto es una Glock. Aun me quedan ocho balas y me encantará utilizarlas todas.
- ¡Joder! ? grita Gabriel de nuevo desde el suelo -. ¡Sé razonable!. Puedes ser un héroe, salvar a la humanidad y...
- Estaremos mejor sin vosotros ? le corto.
- Esto no nos matará, sólo nos atrapará ? dice Discordia -, y nosotros somos eternos.
?En eso tiene razón. Antes o después volverán a quedar libres?.
Para entonces, puede que el hombre haya aprendido la lección o más probablemente, puede que ya no quede ninguno al que comer la cabeza.
Cojeando, ?acusica? llega junto a mi.
- ¡Vamos! ? dice -, tenemos un helicóptero, podemos largarnos de aquí antes de que todo esto se vaya a la mierda.
?Si te marchas Gabriel se regenerará. Si le matas escapará del cuerpo?.
Niego con la cabeza.
- Yo me quedo aquí.
?Acusica? se encoge de hombros. Se da la vuelta para marcharse, supongo que como yo, no es un tipo ceremonioso. Antes de que se vuelva, le digo.
- Espera.
El tipo se vuelve de nuevo hacia mi.
- Llévate una muestra de mi sangre ? le indico -, en la casa quizás encuentres una nevera playa o similar.
- No si no hay electricidad ? responde él -, pero en el botiquín del helicóptero está lo necesario.
Después de acomodar a bordo del aparato a ?Pulgarcito? y proporcionarle un calmante, ?acusica? me extrae unos cuantos viales de sangre que guarda en una especie de bolsa de color aluminio. Quizás no sirva para nada, pero quien sabe...
?Al final has terminado siendo el puto Omega Man?.
En realidad, no es eso lo que me importa.
- Marta es una famosa hematóloga ? le digo.
- La encontraré ? me asegura -. Cueste lo que cueste.
Asiento con la cabeza. ?Acusica?, el hombre cuyo nombre nunca llegué a conocer y que todo sea dicho, me importa una mierda, me mira como si se preguntara si estrecharme la mano. Supongo que ninguno de los dos somos de ese tipo, así que se limita a decir.
- Si existe el infierno.
. Te reservaré una parcela ? respondo.
El asiente con el asomo de una sonrisa antes de darme la espalda y ponerse de nuevo en marcha.
Tengo que volver a disparar contra Gabriel, cuando el aparato despega llenándonos de polvo y cegándome momentáneamente. Está claro que esta vez el esfuerzo que ha tenido que hacer, para regenerar las heridas, ha sido mucho mayor.
Amanece. Los tres seres tratan primero de tentarme con promesas de gloria y poder. Luego me amenazan y finalmente, optan por injuriarme, pero todos callan cuando vemos caer la bomba. El fogonazo es cegador.
?Recuerda que nunca debe mirarse el fogonazo de una explosión nuclear o te quemará la retina?.
Ya no queda nada que ver.
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
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Korvec
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Aquí termina "El Camino de la Cabra". Espero que los que han tenido la paciencia de ir siguiendo la historia hasta el final, por lo menos no se hayan aburrido, ya que yo soy de los que dicen que una historia puede ser buena o mala, pero a poder ser nunca aburrida. Por lo menos yo, os puedo asegurar que no me he aburrido en ningún momento al escribirla.
"Del truyo, se termina saliendo... de la tumba no."
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