Crítica: “TODO EL DINERO DEL MUNDO”. Pura avaricia

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En su último trabajo, Ridley Scott se aproxima a un hecho real que dio mucho de qué hablar y que a día de hoy se mantiene como uno de los casos más controvertidos de secuestro en el mundo, no sólo por lo estrafalario del crimen en sí, sino también por la actitud reacia de quien debía abonar el rescate, el multimillonario John Paul Getty, abuelo de la víctima.

Todo el Dinero del Mundo ficcionaliza y altera algunos de los hechos con fines dramáticos, pero, por lo general, se mantiene fiel al fluir de los acontecimientos y a la descripción de un conjunto de personajes movidos exclusivamente por la avaricia. Scott aporta a la narración un tono de thriller tenso y seco, aunque es cierto que lo grotesco de algunos personajes genera en el espectador un sentido de comedia incómoda.

El empaque visual, con la alianza de Scott y el director de fotografía Dariusz Wolski, es superlativo, y el trabajo actoral en general también alcanza cotas altas, aunque en esta ocasión los roles protagonistas (Michelle Williams y Mark Wahlberg) no se pueda medir con los secundarios (Romain Duris y, sobre todo, Christopher Plummer). Eso sí, resulta una lástima que pese a la excelencia del conjunto, uno salga de la sala con la sensación de que la cinta no trascenderá en el tiempo más allá de las polémicas surgidas durante su producción (sustitución de Kevin Spacey, brecha salarial entre Wahlberg y Williams).

Ridley Scott es perro viejo que sabe desenvolverse con soltura ante todo tipo de temáticas casi sin despeinarse, pero en sus títulos más logrados de estos últimos tiempos (y Todo el Dinero del Mundo entra en esa categoría) no ha logrado traspasar esa frontera entre la efectividad artesanal y la maestría autoral.